[1.4] "Sentimientos"
Maya
Sentimientos.
Las personas estamos hechos de ellos. Vivimos por ellos.
Pero, a veces, son los sentimientos los que nos matan.
Y yo quería controlarlos, ponerles un límite que impidiera al miedo tomarme presa de nuevo.
Es fácil decirlo, ¿verdad? 'Soy más fuerte que un par de insultos y unas cuántas miradas cargadas de desprecio'. Sí. No podía hacer cuenta de las veces que me había repetido esa frase, pero, con suerte, sólo calmaba mi llanto.
Habría deseado que también me hubiera ayudado a olvidar todo lo malo que había llegado a mi vida.
Llegué sola al pasillo de mi curso, el que compartía con Tae y Jungkook.
Desde hacía mucho tiempo, siempre me había negado a que Tae me acompañase hasta mi clase. Así que, cuando esa mañana Kookie hizo ademán a ir de mi lado, me detuve en seco. Los dos sabíamos bien lo mucho que me alegraba su comportamiento y lo abierto que era conmigo desde hacía casi tres semanas pese a que ninguno lo clamara a los cuatro vientos, pero no iba a dejar que él se entrometiera en mis asuntos. Podía acarrear esa situación un año y medio más, estaba segura. Puede que tuviera que comprar pañuelos cada semana, pero eso era lo de menos.
Lo gracioso era que Jungkook fue el que lo comenzó todo. A pesar de su culpa, no le tenía rencor. Creo que nunca se lo tuve porque podía entender por qué lo hizo, aunque no había nada que lo justificara. Él mismo era consciente de eso último, ya me lo había dicho alguna que otra vez y se había disculpado otras tantas.
Caminaba observando la punta negra de mis zapatos, como si así desapareciera y nadie viera a la rarita de Maya.
Mi plan salía según lo previsto. Yo cruzaba el trayecto que me llevaba a la clase que me asignaron a mitad de septiembre como cada día, esquivando a todos los chicos que esperaban fuera de sus clases al profesor correspondiente, los mismos que obviaban mis silenciosos pasos aquel miércoles.
Agradecí que ninguno de mis dos amigos me viera, porque los dos hablaban en el interior del aula 1-A entre risas que cualquiera podía escuchar y no quería arruinar su conversación con nuevas preocupaciones por Maya, la enclenque.
Ellos tenían suerte de estar juntos. Y, es que, por mucho que no quisiera que me vieran con ellos, habría dado lo que fuera por tener su compañía esas largas jornadas de tortura. Sería un alivio tenerlos conmigo, por egoísta que fuera al pensar aquello.
Todavía cabizbaja e invisible para mis compañeros, entré en la clase 1-C sin mirar atrás. Sopesando las posibilidades que tenía de salir indemne ese día mentalmente, aterricé sin fuerzas sobre mi pupitre. El chico que se sentaba a mi lado ya estaba allí, con sus auriculares negros puestos, preparado para lamentarse al verme allí. Sí. Yo era como un virus o ... Algo contagioso. Nadie quería hablar conmigo, y mucho menos, tocarme.
Ni que tuviera gangrena, joder.
Pero chicos como él, que pasaban de mi cara y hacían como si no existía en su mundo, no me importaban los más mínimo. Prefería mil millones de veces ser marginada e ignorada por las veinte personas que estaban a punto de tomar asiento en el resto de sitios a ser vapuleada verbalmente con insultos sin gracia, pero igual de mortíferos que las viperinas lenguas de las niñatas que los soltaban.
Creo que aguanté la respiración hasta que el timbre hizo vibrar mi alrededor, dándome una pequeña alegría. Sin embargo, ese no iba a ser mi día. Me quedó claro en cuanto observé a las tres zorras de siempre atravesando la puerta, luciendo piernas y un cabello embadurnado en cientos de potingues con nombres demasiados extraños para alguien como yo. Yo me decantaba más por saber el nombre de las plantas medicinales en latín, o cosas por el estilo. Me importaba poco la marca que usasen esas arpías para que su pelo luciera de peluquería durante todo el año.
No pasaron ni dos segundos hasta que la estúpida de Sun viró su mirada hasta mi lugar y sonrió, tan cínica como de costumbre. Sus sirvientas, Young y Yon, las mellizas con el cerebro del tamaño de una almendra, corrieron tras ella al ver que la señora se dirigía hacia su primer objetivo de la mañana; es decir, yo.
Yo dejé escapar un pesado suspiro, harta de esas tres y de sus insultos sin sentido. Aunque, lo que peor me sentaba era que, al final, siempre cumplían su cometido; hacerme daño.
- ¿Por dónde has entrado, rata de biblioteca? ¿Pensabas que no te vería o qué? -dejó caer sus manos entre los apuntes que yo había esparcido por la mesa, sabiendo a la perfección que mis cosas no las podía tocar nadie.
Cabreada y demasiado irascible para ser las 8 de la mañana, alcé la barbilla y choqué con su asquerosa mirada, esa que muchos veían atractiva pero que para mí era repugnante y maliciosa hasta decir basta.
- ¿Qué? No te estaba escuchando -le escupí antes de volver a centrarme en mis hojas.
- No te hagas la graciosa, Mayita -dijo entre dientes, manteniendo esa falsa sonrisa que encandilaba a todo el mundo a la fuerza-. En realidad, venía en son de paz. Ayer estuve de compras con Young y ...
- ¿De compras? ¿Con ella? -la interrumpió una dolida Yon a su derecha.
Para ser mellizas, no se llevaban nada bien. Desde qué entré al instituto, sólo las había visto pelear por cosas de lo más estúpidas, y, por supuesto, por ver quién llegaba a ser la mejor amiga de la tan fabulosa y querida Kim Sun.
Eso sí que es tener una vida de mierda, pensé mientras reprimía una sonrisa.
¿Tan importante era caerle en gracia a ese monstruo con patas y cientos de kilos del maquillaje más caro del mundo? Porque, si para eso se levantaban esas dos cada día, su existencia tenía menos sentido que la mía.
Sun rodó los ojos y bufó cansada de las rabietas que atacaban día sí y día también a la pequeña de la pareja. La verdad era que Yon se volvía insoportable con un par de palabras, pero Sun no entendía el daño que le hacía al dejarla de lado e irse con su hermana de compras. Si yo tuviera una amiga con sólo una pizca de la devoción que Yon le profesaba a la tonta de Sun, no desperdiciaría su amistad de esa forma tan rastrera.
Supongo que cuando todos te quieren, no temes quedarte sola. Si todos te idolatran ... ¿Qué importancia puede tener una chica entre cien?
Sólo tenías que echarle un vistazo a Sun, a la manera en que llevaba su falda y sus largas medias negra, para darte cuenta de lo superficial que era. Y yo no podía soportar a las personas como ella.
- Cállate, Yon -la hizo enmudecer de golpe.
La susodicha se limitó a asentir al segundo y miró sus manos, arrepentida por haber causado algún problema a la diosa que tenía enfrente.
Me sentí mal por ella, no voy a negarlo. Pero, al ver gestos como esos, veía que, a lo mejor, no era tan malo estar sola. Mejor sola que mal acompañada, ¿verdad?
- De verdad ... -se atusó el flequillo negro haciendo un ademán de desprecio hacia Yon y se encogió de hombros-. Bueno, pues me compré toneladas de maquillaje nuevo. Te ofrecería un poco, pero ... Creo que tu piel de lija no lo toleraría -la estúpida risita de Youn Mi me hizo querer vomitarle encima. ¿En serio?-. El caso es que no tuve tiempo de hacer los deberes de inglés, y estoy segura de que seres una buena chica y me ofrecerás los tuyos.
- Claro, claro, ... -dije lo más irónica que pude, aunque, claro, las chicas como Sun no pillan el sarcasmo cuando está ahí. Así que, me vi obligada a echarle una mirada divertida y explicarle mis palabras- ¿Por qué iba a darte algo que es mío? No es mi culpa que seas una retrasada mental, Sun.
La clase entera se sumió en un cargado silencio que me hizo tragar saliva. Sabía que la mejor opción no era plantarle cara a la reina de entre las reinas, pero ya lo había hecho otras veces. No pensaba, ni por asomo, tirar por la borda mi trabajo de toda una tarde hincando codos.
- ¿Me has llamado ...? -se llevó una mano al pecho haciéndose la ofendida, y, cómo no, dejándome a mí como la mala de la película. Era una actriz de primera cuando los demás se entrometían en nuestra conversación y quedaba en cuestión su buen comportamiento, ese de señorita refinada que disfrutaba deshilachando a los que estaban bajo ella-. Sólo te he pedido los ejercicios, Maya ...
Ni siquiera hice amago de interés cuando escuché el crujir de un par de hojas entre sus dedos. Eso me dolió demasiado.
Estrujó sin miramiento los apuntes que había escogido al azar de mi pupitre y los hizo una bola de papel. Sun ensanchó su malévola sonrisa y me mostró en qué había convertido el esquema de francés que me había robado una hora de sueño esa misma madrugada.
Incapaz de mostrar mi enfado porque así le daría lo único que buscaba al romper mi trabajo, fruncí los labios y el profesor de historia se adentró en el aula hablando con otro de mis compañeros.
- No ha sido mi intención, Mayita. Una pena -hizo un pequeño puchero y rompió por la mitad lo poco que quedaba de mi esquema antes de dejarlo sobre la mesa, satisfecha de su buena acción del día.
Observé los restos un par de segundos, dándole tiempo a esa desgraciada de tomar asiento un par de filas más adelante que yo. Cuando hubo posado su admirado trasero en la silla correspondiente, esperé a que sacase su pinta uñas negro, a sabiendas de que ningún profesor la regañaría. Nadie podía negarle nada a esa malcriada porque su padre era el principal donante de la escuela y uno de los empresarios más ricos de Busan.
Bueno, yo acababa de negarle algo. Me hizo sentir mejor fijarme en ese diminuto detalle, pero, aún así, la impotencia que sentía no se marchó y dejó paso a la rabia en apenas unos segundos.
Sin ninguna prisa, me levanté de la silla, precavida por que no se me enganchase la falda en alguna parte, y atravesé el pasillo visualizando el brillante botecito de laca de uñas. No podía estar más agradecida a Sun por haberlo dejado en la esquina de la mesa. Por eso, cuando yo le di un empujón con el dedo meñique al pasar y el suelo se embadurno de aquel oloroso tinte oscuro, todos le echaron la culpa a la fuerza de la gravedad y no a mis premeditados planes.
- Uy, no ha sido mi intención, Suni -esbocé mi sonrisa más falsa y me volví para tirar los pedazos de papel que esa bruja se había encargado de hacer trizas.
No hice nada malo. Sólo me defendí.
•••
- No hacía falta que hicieras otra vez la cena ... -le espeté a mi madre.
Seguía sin acostumbrarme a tenerla allí desde que me iba cada mañana hasta cuando volvía de clases junto a Hobi y Jungkook. Ella nos había dicho que tenía pensado establecerse de nuevo en casa y llevar allí sus pleitos, pero yo no me terminaba de tragar aquello. Su forma de ser era ... Distinta. Más alegre y ... Materna.
- Bueno, yo disfruto haciendo la cena y tú deberías terminar de estudiar en vez de ...
- Ya he terminado -apreté la mandíbula recordando que había tenido que hacer de nuevo ese maldito esquema por culpa de la insoportable de turno.
Mi madre se dio la vuelta, ligeramente confundida. Me reconfortaba que ella tampoco se hubiera habituado a mi forma de ser. Normalmente, le gente me tachaba de inteligente cuando se enteraban de mi facilidad para los estudios.
Odio cuando hacen eso.
- ¿Qué hay de cenar? -gritó desde la puerta de casa un Hoseok agitado por los ensayos de esa tarde.
Mi madre cerró la boca y se concentró en sacar el pollo del horno sin quemarse. La verdad era que todavía no estaba preparada para una charla seria en la que hablásemos como lo que éramos; una familia. Así que, agradecí que Hobi irrumpiera tan estrepitoso como siempre.
No tardó ni un minuto en sentarse a mi lado y contarme el nuevo paso que había añadido a esa coreografía tan importante que guardaba en secreto junto a Jimin.
- El loco de Kook se ha quedado allí -se tomó otro trago de agua-. Decía que no volvería a casa hasta que no consiguiera enlazarlo con el resto de pasos.
Por instinto -atribuí-, agarré el móvil de la mesa del comedor. Abrí su chat para ver que llevaba toda la tarde desconectado. Sabía que cuando se refería al baile, todos viajaban a un mundo distinto y no querían ningún tipo de interferencias, pero de repente, tenía muchas ganas de hablar con él. En parte, necesitaba contarle el desastre de día que había tenido, pero, en el fondo, sólo quería escucharlo hablar, por pocas palabras que fueran.
Justo cuando iba a tocar la primera letra del teclado, mi madre anunció que ya estaba la cena y no pude mandarle un simple hola. Me mordí el labio inferior, reprimiendo las ganas que se acumulaban en mi interior después de un día sin haberme chocado con él ni una sola vez, y dejé el teléfono de donde lo había cogido para ser una hija obediente y sentarme a la mesa.
Los primeros diez minutos fueron de mi hermano, que no paraba de hablar ni con la boca llena. Viendo aquella estampa, me pareció que esa familia que se deshizo con la muerte de mi padre podía volver a ser una. Una familia real, donde mi madre estuviera en casa y se ocupase de nosotros.
Sin darme cuenta, llegó un momento en que ninguno de los tres abría la boca excepto para seguir comiendo. El ruido de los cubiertos contra los platos me hizo ver las cosas desde otro punto de vista.
Un escalofrío me recorrió toda la espalda al percatarme de la escena que estaba viviendo. Y me di cuenta de que era una escena que quería protagonizar más veces a la semana.
- ¿Cómo os ha ido el día? -mi madre rompió el silencio con total naturalidad.
- Genial -no tardó en responder Hoseok con su flamante sonrisa-. Lo mejor son las prácticas, ya sabes.
Puede que fuera sólo mi imaginación, pero las palabras de mi hermano parecían esconder algo que sólo alcanzó a comprender mi madre. Me extrañó mucho, y me dispuse a preguntarle por ello, pero acabé pensándolo una vez más y cerrando el pico. No quería que pensasen nada raro.
- ¿Cuándo actuáis? -le pregunté antes de llevarme un pedazo de pollo a la boca-. Si practicáis tanto, debéis tener ya una fecha, ¿no?
Yo no era tonta, y había días en los que mi hermano se despertaba con enormes ojeras y pidiendo a gritos una taza de café bien cargado. No es que me disgustase, pero el baile parecía estar quitándole horas de sueño continuamente, y me preocupaba por su salud.
Aunque yo era la que estaba más ilusionada con lo que estaban preparando los chicos. Pasaban casi todas las tardes encerrados en el estudio y sólo escuchaba las buenas palabras de Jimin y Kookie -por no hablar de lo emocionado que se encontraba Tae esos días- diciendo lo gran coreógrafo que era Hobi. Así que yo me aferraba a que eso era lo que le gustaba a mi hermano mayor, a que disfrutaba cada minuto que pasaba en el estudio de baile, pese a que esos inocentes minutos acabaran trasformándose en interminables hora.
- Pues ... -me sorprendió notar la incomodidad en sus gestos.
Sin embargo, mientras Hobi buscaba unas palabras que no encontraba, mamá se pronunció consiguiendo que los dos abandonásemos la conversación que nos esperaba.
- Conocí a alguien hace un tiempo.
Ambos miramos a nuestra madre procesando lo que había dicho. Yo me negué a entenderlo hasta que su peso fue demasiado y deduje a qué podía referirse, golpeándome con una intensidad que me dejó paralizada durante cinco segundos.
- ¿Alguien? -logró decir Hoseok confundido.
- Sí -la urgencia que denotaba su voz me hizo ver lo importante que era. Al menos, para ella-. Se llama Mark y lo conocí en Los Ángeles cuando hice un viaje hace ...
- Hace dos años -acabé la frase captando su atención-. Hace dos años ...
Ni siquiera yo sé por qué repetí la respuesta una segunda vez. Achaqué aquello a que había entrado en una espacie de shock al descubrir que mi madre había 'conocido' a un tipo mientras trabajaba. Un hombre que yo no sabía que existía.
- Sí, Maya. Pero, es un buen hombre y quería que viniera para que os cono ...
- ¿Cuando pensabas decirnoslo, mamá? -el sonido del tenedor cayendo sobre mi plato sobresaltó a mi madre.
Tragó saliva y desvió la mirada hasta su comida por un momento, como si se sintiera mal realmente. Y, pensándolo con la cabeza fría, se debió sentir fatal, pero mi poco control desapareció en cuanto hubo soltado esas palabras.
- Bueno, no quería que fuera así, pero Mark me llamó ayer porque tiene vacaciones en unas semanas y ... -dejó caer ambas manos sobre el mantel blanco, frustrada por no poder explicarse con toda la claridad que hubiera querido. Levantó la cabeza y nos miró a Hoseok y a mí, buscando un apoyo que en su hija no iba a encontrar-. Está deseando conoceros, a los dos.
- ¿Y papá? -mi voz había bajado el volumen bruscamente. No sabía muy bien qué podía decir a partir de ese momento-. ¿Él no importa? ¿Por eso no querías decirnos que estabas con otro?
- Maya, creo que no ... -me interrumpió Hoseok con un semblante bastante serio y la obligación de mantener la calma.
- No, no hables por mí -me alejé de él y de sus buenos modales-. Esto no es algo que puedas soltarnos así como así, mamá. No después de que hayas estado fuera desde que papá murió.
Me levanté de la mesa haciendo chirriar la silla, tratando de digerir la cruda realidad con la mayor entereza posible. No iba a mostrar mis miedos delante de esa mujer que me había engañado los últimos dos años. No sólo a mí, sino a su difunto marido. Ese que se preocupó de que la familia se mantuviera unida siempre para que llegase ella y lo destrozase todo.
La observé con un asco que no sentía, pero que mi cabeza, fuera de control, construyó de la nada con el sólo propósito de hacer sentir peor a mi madre, que todavía buscaba algo con lo que defenderse de mis rastreras acusaciones.
Acusaciones de las que me arrepiento ahora.
- Por eso no volvías a casa -me mordí el interior de la mejilla aguantando las lágrimas-. Porque ... Estabas por ahí con él.
Hobi me imitó y se apartó de la mesa para intentar que me callara, aunque los tres sabíamos que estaba demasiado dolida como para entrar en razón y ver que lo que estaba diciendo era doloroso e injusto.
- Hija, yo no ... -pero la rabia me cegaba y no vi que mi madre estaba llorando por lo que había dicho-. Déjame que ...
- Ni hablar -negué, cínica, caminando hacia atrás, en dirección a la puerta-. Suficientes mentiras por hoy.
No sabría describir la sensación que me recorrió por dentro mientras agarraba el pomo y me escabullía de la escena que había provocado. Recuerdo los sollozos de mi madre al salir de casa, dejándola rota por dentro, creyendo que había hecho mal al intentar rehacer su vida, cuando la única que se equivocaba, era yo.
Con el corazón en un puño, y a 7 de febrero, dejé que las lágrimas se congelaran en mis mejillas. El viento las cortaba enseguida, igual que descuartizaba los recuerdos que venían a mi mente.
Sólo podía pensar en mi padre. En que mi madre, siendo una egoísta, lo había olvidado a una velocidad alarmante. Pero no era la Maya de siempre la que había soltado todo eso minutos atrás, sino la Maya sensible que había tenido un día de mierda en el instituto y se acababa de enterar de que ella había estado sola todo ese tiempo, mientras su madre se había estado viendo con otro hombre, intentando vivir de nuevo.
Yo recordaba a mi padre a todas horas y ella llevaba años mintiendo a sus hijos, alejándolos de su vida, y dejando que un desconocido ocupase un lugar que no le correspondía.
Cuánto habría deseado pensar con claridad y haber vuelto a la comodidad de mi hogar, con los brazos abiertos y las disculpas que mi madre merecía por el infantil comportamiento de su inestable hija de dieciséis años.
Al contrario de lo correcto, seguí helándome a las diez y media de la noche por las calles del vecindario en dirección al estudio de baile.
Puede que mi cabeza estuviera embotada y el llanto me confundiera mucho, pero era capaz de recordar que Hobi dijo dónde estaba Jungkook, y no imaginaba a otra persona mejor que él para abrirme los ojos.
•••••
Aquí está la primera parte del MEGA capitulo. Era tan grande que he decidido hacerlo en dos xD
La segunda parte, si nada me lo impide, estará mañana o pasado, así que no tendréis que esperar otra semana entera 😅
👏👏👏👏👏
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