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[1.1] "Bogo sipda"

Maya

La competitividad entre los equipos se palpaba desde las gradas. No creí que las palabras de Hoseok fueran a ser tan ciertas, pero nadie con dos dedos de frente podía negar que aquellos chicos querían quitarse de en medio a mis amigos.

Los empujones no eran muy fuertes, pero Tae, después del último golpe y de la mirada que le lanzó ese chico veinte centímetros más alto que él, se quedó realmente pálido. Habría bajado a la pista yo misma para decirle a la cara a ese payaso si conocía lo que eran las reglas, o al menos, si tenía modales.

No eran rivales corrientes y eso había quedado claro para Jimin desde los primeros minutos del partido. Sus acciones ni siquiera buscaban derrotar a los chicos, sino dejarlos fuera de combate a base de zancadillas y golpes bajos.

- Me están dando mucho asco -le dije a mi compañero entre dientes-. ¿Pasa algo si la siguiente patada se la doy yo al chulito de pelo rubio?

- Yo te ayudaría, pero no creo que vaya a servir de nada, Maya -concluyó cuando echó atrás su flequillo por culpa de los nervios que tanto nos estaban exasperando a ambos-. Le partiría la boca al número cinco con mucho gusto, créeme. El muy imbécil va a por Tae sin parar.

- Está claro que no le gustó el chiste -algunos familiares del equipo contrario me mandaron callar, pero yo los ignoré. Estaba perdiendo la paciencia, y nadie allí quería verme fuera de control-. Pero hay un límite, y ese no sabe cuál es.

Aún teniendo que soportar cómo el otro equipo hacía de las suyas cada dos minutos, intentaba tranquilizarme echándole un vistazo a Kook. No sabía cuando se había vuelto tan fuerte, pero estaba orgullosa de su entereza. Odiaba con toda mi alma ver cómo cada cierto tiempo necesitaba detenerse para tomar aire y quitarse el sudor de la cara. Me estaba poniendo enferma de verlo así, pero la impotencia reinaba y sólo podía seguir sentada observando cómo sus energías menguaban continuamente.

- ¿Es que el entrenador no ve que Jungkook no puede más? Ese hombre está ciego -gruñó por lo bajó apretando los puños.

Su fuerza de voluntad era sorprendente, nadie podía decir lo contrario, pero sólo Jimin y yo sabíamos de su verdadera situación. Sólo nosotros podíamos declarar que sus condiciones no eran aceptables y que debía descansar cuánto antes, pero no serviría de nada. Muy a mi pesar, era consciente de ello.

- Sólo tiene que aguantar cinco minutos ¿no? -tenía que terminar ya. Kook lo intentaba de veras, pero su organismo estaba rozando lo imposible y yo era incapaz de verlo así-. Y pueden marcar, así que ...

- Pasó algo entre vosotros, ¿verdad? -me interrumpió con los gritos de ánimos resonando a nuestro alrededor-. Kookie siempre habla de ti como si fueras intocable para él. Como si te hubieses convertido en algo que él no puede ni rozar. Pero antes no me lo ha parecido.

Humedecí mis labios mientras los pómulos me comenzaban a arder y la sangre me hervía de pura vergüenza. Jimin había visto ese abrazo, y si él nos había descubierto, también podían haberlo hecho otras personas, incluyendo a Tae y a Hobi.

Centré mi vista en su número dos, ese que se movía de un lado para otro entre jadeos. ¿Qué podía decirle a Jimin? Hacía mucho que no contaba esa historia, y ahora que Kookie parecía estar más cerca, no quería revivirla. Mucho menos contarla, porque siempre que lo hacía, se sentía malditamente real y prefería esconderla. Esconderla, aunque fuera la opción más cobarde, era la que más había empleado esos cinco años.

- Yo ... -comencé dispuesta a explicarle lo que ocurrió aquel día sin saber muy bien cómo-. Ese día yo ...

Pero mis palabras se quedaron flotando en el aire cuando todos presenciamos el número final. Ese que los desgraciados del instituto visitante se habían estado guardando durante todo el partido.

Me impulsé por instinto cuando vi a Kookie salir disparado hacia atrás por el codazo del número cinco. Apenas tuve algo de margen para ver lo que pasó, pero ese animal se había lanzado a por Tae antes de que Hobi le lanzara la pelota.

Creo que nadie vio que el destino de aquel energúmeno no era la pelota, ni marcar el triple que les daría ventaja. Lo único que buscaba desde el primer minuto era dejar fuera de juego al inocente de mi amigo.

Tae se colocó en la posición precisa, dispuesto a atrapar el balón antes de que alguno de los contrarios lo interceptara, pero estaba tan concentrado en el pase de mi hermano y en cómo rematarlo, que dejó a un lado la seguridad y olvidó que uno de ellos había estado jugando con él todo el tiempo.

Los saltos del número cinco fueron rápidos, creo que casi nadie se dio cuenta de sus intenciones porque sólo quedaban cuatro minutos de partido, pero yo sí lo hice mientras buscaba la manera de narrarle mi triste historia a Jimin.

Supongo que ni siquiera mi nuevo amigo discernió qué iba a hacer el número cinco del otro bando, pero Kook, sí, y no se lo pensó dos veces antes de abalanzarse hacia Tae para alejarlo de ahí. Sin embargo, cuando ocupó su posición, el otro no vaciló lo más mínimo y terminó lo que había comenzado. Puede que no fuera Tae, pero a él le valía si podía romperle la nariz a alguien. Y, vaya si lo hizo.

Jungkook recibió el peor golpe de todos con el codo del contrario. Perdió el equilibrio en el momento en que yo me puse en pie en las gradas para ver mejor cómo trastabillaba hacia atrás y la sangre salpicaba la cancha.

- Joder -maldijo a mi lado Jimin.

Kookie intentó incorporarse, pero el árbitro pitó y la jugada se detuvo, ofreciéndome la tranquilidad que había estado rogando desde que salió al matadero.

Tae no tardó en arrodillarse junto a Kookie, tragándose todas las maldiciones que se acumulaban en su garganta por momentos y atendiendo a su amigo. Hasta el que estaba más alejado de la escena podía ver que la sangre corría por su rostro, naciendo de una nariz que probablemente estuviera rota.

- Dios santo ... -me dije antes de que el que había dejado volar su brazo se acercara a Jungkook.

Lo miró desde arriba, sin ninguna intención de ofrecerle la mano ni unas disculpas para girarse hacia dónde se encontraba el árbitro y gritar un par de improperios sobre lo molesto que resultaba tener a niñatos como esos de contrincantes.

Yo le habría soltado una buena bofetada sin dudarlo, pero mi prioridad no era que ese retraído mental cerrara la boca, sino que Kookie se encontrara bien.

Abandoné mi lugar al lado de Jimin llamando su atención sin alejar la mirada de la malherida complexión de mi atolondrado vecino. Tae le decía algo y el resto del equipo intentaba hablar con el estúpido del árbitro. Mientras tanto, Hobi tiró la pelota lejos y corrió hacia Jungkook cargado de rabia y prepotencia. Al verme a mí avanzar a hacia ellos, su semblante se suavizó un poco. Con sólo un vistazo, me di cuenta de lo que contenía en realidad al agacharse sobre Kook. Sólo asegurarse de la seguridad de su amigo lo retenía. Las ganas de partirle la cara de superioridad a ese creído de pacotilla no pasaban desapercibidas para nadie.

Mis rodillas dolieron lo indecible cuando aterricé sobre ellas a escasos centímetros de Kookie. Quise preguntarle por qué había hecho eso, pero era una pregunta ridícula en un momento crítico y nadie pedía oír mi asustada voz.

No era necesario imaginar mucho para saber que, si se había colocado en la trayectoria del golpe y había apartado a la desesperada a Tae, buscaba proteger a este.

- Serás retrasado, Kook -soltó más dolido que nunca Tae a la vez que le prestaba su camiseta para intentar cortar la hemorragia de su nariz-. No tenías que hacer eso ...

Jungkook tosió un par de veces hacia Tae, que trataba de acomodarlo en sus piernas.

- ¿Y dejar que ese cerdo te aplastara? -respondió él con dificultad y una voz de lo más rota-. No ... No iba a dejar que ...

- Eres un hipócrita, Jungkook -le corté agarrando el brazo que tenía apoyado en el suelo y poniendo en su lugar mis muslos. Tae me miró con una mezcla de sorpresa y agradecimiento al ayudarlo-. Un hipócrita de primera.

- Bueno -habló dirigiendo sus ojos negros hacia mí-, ya estás tú para recordármelo.

Sentí una mano en mi hombro y ese dulce olor a fresa sustituyó por un segundo el anestesiante aroma a sangre que nos rodeaba. Jimin se inclinó a mi lado tras lanzar una mirada a mi hermano, como si así fuera a lograr que sus nervios disminuyeran.

- ¿Puedes levantarte? -preguntó Hobi.

Yo tomé aire y enredé los dedos en los suyos, provocando una mueca en sus labios. Apreté con intensidad nuestras manos y él me miró intentando calmar mi acelerado corazón. Por mucho que me diera a entender que no era para tanto, la sangre salía de su cavidad nasal a borbotones. Esta vez se habían pasado.

- Venga ya, tío -dijo alguien a mi espalda al borde de la risa-. Sólo ha sido un accidente. Tampoco está tan mal.

- ¿Qué? -la voz de mi hermano sobresalió por encima de todas las demás y el silencio se hizo más profundo en el pabellón-. ¿Un accidente? No me hagas ...

- En mi mundo esto merece una expulsión, señor -interrumpió Tae a Hoseok para evitar que los puños volaran. El árbitro miró sin mover un dedo a Kook que trataba de ponerse en pie -. Mi compañero no está en condiciones de continuar jugando.

No lo estaba, pero llevaba todo el partido sin estarlo, así que el golpe de gracia había terminado por derrumbarlo.

Tiré de su mano obligándolo a sentarse de nuevo y escuché las risas del otro equipo, burlándose de lo que había hecho Jungkook.

- Maya, deja que ... -murmuró sin éxito.

- Tae -me dirigí al moreno obviando la petición que me estaba haciendo-, llévalo a los vestuarios. Yo iré ahora.

Él asintió arrepentido por todo lo que estaba pasando. Ayudó a Kookie a levantarse para acompañarlo al pasillo que llevaba a los baños mientras la discusión continuaba en la pista.

Mis manos, que volvían a estar salpicadas por su sangre en menos de doce horas, ardían en deseos de cruzarle la cara a ese payaso. Odiaba cuando actuaba tan irresponsable como Hobi, pero aquello era de locos. El gilipollas del número cinco no se iba a ir de rositas después de romperle la nariz a Kookie.

- Pido perdón, en serio -dijo como si la situación le divirtiera sobremanera. Levantó ambas manos en señal de rendición-. Pero ese chaval no tiene nada roto, se lo aseguro.

Su gesto era de lo más relajado. No le importaba en absoluto lo que pudiera pasar porque sabía que el árbitro no lo sacaría de la pista y podría reventar la nariz de alguno más. Ese cretino era gigante y rubio, de ojos claros y mirada penetrante. Tuve que cerrar los puños al verlo sonreír, de lo contrario, no habría sido Hoseok el que lo hubiera encarado esa mañana.

- Jeon no puede seguir -se pronunció el entrenador de los chicos siendo sensato por primera vez-. Exijo un cambio, al menos.

El árbitro observó a todos los jugadores y pasó los ojos por Jimin y yo, los intrusos de turno. Frunció los labios, pensando en qué decisión tomar para que los allí presentes no llegasen a las manos.

- No va a haber expulsión -aclaró con voz firme-. Díganle a Kim Taehyung que vuelva aquí antes de que se encuentre al sustituto de Jeon Jungkook.

La ira hervía por mi sangre y por la de Hobi cuando me acerqué a él para pedirle que se concentrara en ganar a aquellas bestias salvajes. Sin embargo, cuando ya me encaminaba en dirección a los vestuarios, la irritante y estúpida voz del número cinco volvió a llegar a mis oídos.

- Podría haberle roto algo más, la verdad -sus compañeros apenas tardaron en reír por su comentario mientras los demás de jugadores regresaban a sus posiciones.

Di la vuelta y fijé la vista en él. Jimin vio mis intenciones e intentó llevarme lejos, pero eso no impidió que soltara lo que llevaba rato reteniendo.

- Hijo de puta -dije alto y claro.

El valiente número cinco abandonó el corrillo que habían organizado sus orgullosos amigos y buscó a quien había dicho tal cosa. Cuando vio mi mirada de satisfacción, no se hizo de rogar y dio varios pasos hacia mi pequeña silueta.

Con lo que no contaba era que mi hermano lo igualaba en altura y no pensaba dejar que nadie me tocase un pelo. Se interpuso entre ese animal y yo, dejándole claro que tendría que pasar por encima suya antes de tener otro de sus deslices conmigo.

- No ha dicho más que la verdad -dijo Hoseok, altivo-. Pero, si quieres, yo lo puedo decir aún más alto. Aunque, sería otro accidente, ¿verdad, amigo?

- ¡Chicos, a vuestros puestos! ¡Hoseok! ¡Colócate! -anunció el entrenador presenciando la escena.

Mi hermano sonrió al número cinco educadamente mientras Jimin aprovechaba el momento y me alejaba del peligro.

- Tú primero -dijo Hobi reticente.

El chico observó con nervios de acero sobre su hombro para ver que yo ya estaba fuera de la pista.

Bajo su iracunda mirada, tuve claro que aquel día me libré de la furia de ese titán gracias a la paciencia de Hoseok y a los buenos reflejos de Jimin, pero, en realidad, no me habría importado que me golpeara porque lo había insultado delante de todo el mundo. Con eso me bastaba para tener algo que celebrar ese día.

- Maya, ¿qué quieres? ¿Que te mate? -Jimin sonaba preocupado y agitado.

- ¿Qué pasa? -apareció de pronto Tae quitándose la sangre de las manos con un pañuelo.

- Que esta chica acaba de llamar hijo de puta al capullo número cinco -pareció querer hacer un chiste, pero Tae sabía que yo era capaz de eso y de más.

- No es justo -dijo sonriendo una chispa-. Yo quería ver la cara de ese imbécil cuando se lo has dicho.

Yo esbocé una penosa sonrisa y dejé que se dirigiera a la cancha barajando la posibilidad de que, en los últimos minutos, fuera él el siguiente en caer.

- Tae -se detuvo en seco con el miedo palpitando en su mirada-, gana por él.

Él asintió con unas ganas que creí que ya no tenía. Podía confiar en mi amigo. Todavía quedaban cuatro minutos de contraataque, ¿no? A Hobi y a él les daba tiempo a tirar por la borda el orgullo que había crecido en los del otro equipo con un par de dobles y algún triple más.

El árbitro volvió a pitar dejando claro que las cosas todavía no habían acabado. Jimin me señaló el camino hacia los vestuarios justo cuando Hoseok marcaba el primer doble.

- Te estará esperando -dijo con un singular brillo en los ojos.

Y no le iba a hacer esperar ni un minuto más. Me marché a paso pausado hacia los baños masculinos pese a que mi corazón no podía esperar a consolarlo y a insultarlo. ¿Cómo se le había ocurrido hacer eso en su estado? Me daba igual la respuesta que obtuviera, su salud era lo primero.

Cuando entré allí, Jungkook estaba sentado en uno de los bancos con la cabeza apoyada en la pared y un pedazo de papel taponando su nariz. Él intentaba encontrar algo de tranquilidad y un poco de paz, pero los gritos de ánimo apenas tardaron en aparecer otra vez y se vio obligado a abrir los ojos para descubrirme allí parada.

Jungkook dejó de fingir y soltó un pesado suspiro antes de tumbarse a lo largo del banco sin fuerza alguna.

- ¿Qué ha pasado? Estás blanca -me preguntó dejando caer el brazo izquierdo sobre su rostro.

Yo fui hacia él reprimiendo el impulso de abrazarlo y cogí la caja de primeros auxilios que había sacado Tae antes de irse. La destapé en silencio y me senté al lado de dónde reposaba su cabeza.

- Es sólo que ... -susurré rebuscando el alcohol-. He insultado a ese imbécil en público y pensé que me mataba ahí mismo.

Kookie se deshizo del brazo que descansaba sobre su frente y me miró sin terminar de creer lo que acababa de salir de los labios. Terminó por sonreír y soltar una ronca carcajada.

- ¿De verdad has hecho eso? ¿Has dejado en ridículo a alguien más que a mí? Empiezo a sentir celos, enana.

- Descuida -dije tomando algo de algodón en las manos-, la artillería pesada la guardo para ti.

- Eso me deja más tranquilo -aparté el trozo de papel higiénico de su nariz y observé la sangre que empezaba a cortarse.

Mis labios estaban secos y los suyos machados de sangre, mucha sangre. Mi pulso se disparó al ver lo empapado que se encontraba el pedazo de papel cuando se lo quité de los dedos y lo tiré a la basura que había bajo los lavabos. No entendía como podía jugar de esa forma con su seguridad.

- ¿Por qué lo has hecho? -las palabras salieron sin que yo pudiera retenerlas por más tiempo-. No soporto que te hagas el superhéroe.

- ¿Y qué podía hacer? -la forma en que lo dijo me dejó claro que le dolía mi rechazo-. ¿Dejar a ese retrasado reventar a Tae por un maldito chiste sin gracia?

Yo continué colocando el algodón húmedo en su nariz pese a lo que había dicho y él me miró acusador. Mis pensamientos sobre su comportamiento seguirían siendo los mismos, pero él también tenía razón. El problema fue que no me veía capaz de decirle lo que en realidad pasaba por mi cabeza mientras limpiaba la sangre de su piel.

Yo y mi fantástica capacidad de guardármelo todo. Genial, Maya.

- Yo ahí ya no servía para nada -dijo tomando mi muñeca para que pudiera mirarlo a los ojos directamente, impidiendo que me refugiara en la cura de sus heridas por más tiempo-. Estoy seguro de que Tae podrá remontar el partido ahora que yo ya no lo entorpezco. Aunque puede que tuvieras razón.

- ¿Qué? -Jungkook se llevó la mano al rostro derrotado, incómodo.

- Yo no debería haber jugado -masculló tapando sus ojos con la palma de la mano, avergonzado de algo que no lograba entender-. Si te hubiera hecho caso, los demás habrían jugado sin preocuparse de mis equivocaciones ahí fuera. Sólo me colocaba en su camino cuando debía ayudarlos a ganar, Maya ...

Mordí mi labio inferior, enfurecida por no tener las agallas suficientes en un momento como aquel en el que todo me invitaba a consolarlo. Había sido el héroe del día y todos lo sabían. Yo lo sabía, pero las palabras se negaban a salir.

- No seas tonto -dije sintiéndome mal conmigo misma hasta el extremo y haciendo el mayor esfuerzo de mi vida-. Puede que quiera matarte por haber salido a jugar así, pero eso no quita que esté orgullosa de ti.

A los segundos de haber escuchado mi confesión, apartó la mano de su campo de visión y me observó con ojos cristalizados. Con sólo un vistazo, pude ver que la situación lo estaba arrollando lentamente, que se odiaba a sí mismo por no haber podido proteger a su equipo un día como aquel.

- ¿Orgullosa? No intentes hacerme sentir mejor porque ...

- Has salido a la cancha -interrumpí sus torpes palabras con gesto serio- después de haber tenido una pelea porque no querías dejar al resto solos. ¿Cómo no podría estar orgullosa después de ver cómo has resistido más de cuarenta y cinco minutos protegiendo a Tae y a los demás? A lo mejor no has hecho tu mejor jugada hoy, pero sí que has aguantado, y para mí es suficiente, Kookie.

Los dos nos resistimos a volver a hablar después de aquello. La verdad era que, al estar algo más cerca que antes, la tensión entre ambos era monumental. Ni siquiera podía mirarlo a los ojos porque me avergonzaba de mis mejillas rojas, por dios. ¿De dónde había sacado las fuerzas para decirle eso?

- Ayer no te lo dije -rompió el pesado ambiente que nos envolvía-, pero me gusta que me vuelvas a llamar así. De verdad.

La hemorragia había cesado y yo ya me encargaba de quitar las gotas de sangre de sus labios, con todo el cuidado del mundo de que no le molestase el alcohol en la herida de la noche anterior, esa que ya comenzaba a cicatrizar.

Sin comprender muy bien qué estaba ocurriendo en mi vida, el corazón me advirtió de que las cosas iban demasiado rápido. Fue por eso que acabé de quitar las marcas de su mejilla y mis ojos viajaron al vendaje de su frente, intentando que Jungkook no notara mis dedos temblar por sus adorables palabras.

Aparté su flequillo descubriendo que la venda tenía que ser reemplazada por otra lo antes posible. Pero, una vez hube rozado con la yema de mi dedo índice su piel, fruncí el ceño.

Jungkook estaba ardiendo, como si su cuerpo estuviera hecho de puro fuego y cada centímetro de su piel expulsara la lava más caliente que existiera.

- Tienes fiebre, Kookie -dejé la palma de mi mano en su frente tras mojarla con urgencia en algo de agua y situarme a su izquierda. Lo ayudé a reposar la cabeza en mi regazo a la par que su rostro se relajaba-. ¿Por qué no me habías dicho que estabas así?

- Enana -sus labios se curvaron en una mueca y yo volví a humedecer su piel con agua fría-, te he echado de menos.

Kook giró un poco la cabeza hacia mí y dejó que la punta de su nariz rozara mi camiseta blanca por encima. Bajó los párpados rindiéndose ante el cansancio que le suponía mantener los cinco sentidos alerta y respiró profundamente bajo mi insegura mirada.

Esa paz que había buscado desde que me abandonó, corrió a toda velocidad por mis venas, gritando a los cuatro vientos que él había vuelto. El miedo seguí agarrado a mi pecho, pero ahora ya no sólo existía temor. Una dulce felicidad envolvió mi alma en cuánto acaricié el pelo que caía sobre su frente en pequeños círculos.

Justo cuando la respiración de Kookie se volvió pesada y calmada, todo lo que había retenido salió y los ojos se me empañaron, viendo algo que me parecía irreal.

Los gritos surgieron unos segundos más tarde y supe que habíamos ganado. Llena de orgullo y felicidad, permití que las lágrimas descendieran en secreto por mis impolutas mejillas.

Me prometí a mi misma que no volvería a dejar que Jungkook sufriera mi llanto, que él no necesitaba lamentarse de mis miedos nunca más.
Así fue como juré algo imposible de cumplir. Juré no ser débil por nadie, por nada. Pero, en realidad, mi vida era una cuerda floja que se tambaleaba cada vez que me enfrentaba al día a día. Mi existencia se había convertido en algo insostenible que ni Kookie podía salvar.

Los vítores me llegaban desde fuera, reconociendo a los verdaderos ganadores ese día. Y yo, continué en los vestuarios, repleta de esperanzas innegablemente inútiles.

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