[0.5] "¿Pesadillas o realidad?"
- ¿Es normal tener esos sueños, Kookie? -le preguntó la chica con los ojos todavía empañados.
El chico miró a su compañera algo confuso por tenerla en su cuarto cuando era siempre él quién la visitaba a todas horas.
Aunque, en el fondo, le gustaba que Maya hubiera recurrido a él.
Jungkook podía ser muy ingenuo a veces, además de un tanto despistado, pero en aquella ocasión sólo tuvo que mirar a su amiga a los ojos para saber por qué estaba así; Maya se sentía sola sin su padre.
- Se llaman pesadillas, y es muy normal. Hasta yo las tengo, enana -concluyó sonando rotundo para hacerla sentir mejor.
Hacía ya un par de meses desde que su padre murió, pero esa noche había sido la primera en la que ella lo había buscado con esa urgencia. Algo le pedía a gritos abrazarla, pero ya tenían once años, y Maya se negaba a hacerlo porque decía que eso era incorrecto.
- Entonces ... -comenzó a decir la niña.
- Maya, quiero darte un abrazo -soltó de pronto Kookie.
El rostro de Maya tomó una tonalidad carmín de lo más sospechosa, pero Jungkook le quitó importancia cuando ella se defendió golpeando levemente su brazo.
- ¿Qué dices? Yo ... -susurró buscando otra excusa válida para los extraños impulsos de su vecino-. Mi padre era el único que me daba abrazos, y seguirá siendo así, tonto.
Jungkook dejó caer los hombros desilusionado otra vez. No alcanzaba a comprender por qué Maya se negaba a darle esos momentos en los que ambos disfrutaban de la compañía del otro con tanta sinceridad. ¿Por qué no podía intentar reconfortarla como lo hacía su padre? Lo único que tenía en mente Kookie era alegrar a Maya con todas sus fuerzas. Daba igual, sólo quería estar a su lado y verla sonreír como antes.
Habían pasado ya un par de minutos desde que ella habló por última vez, y Kook seguía debatiéndose sobre cómo lograr su objetivo. Puede que fuera un niño todavía, pero era persistente y paciente cuando quería. No iba a dejar ir a su mejor amiga esa noche sin ese abrazo.
Así fue cómo se armó de un valor inexistente hasta entonces para él, y se bajó de su cama. Llegó hasta Maya en completo silencio, a lo que ella giró la cabeza extrañada.
- ¿Qué? -preguntó intentando encubrir los rastros del llanto.
- Sé que sólo lo hacía tu padre, Maya -admitió arrodillándose frente a ella-. Pero él te quería. Y yo también te quiero.
Lo dijo con tal convencimiento que cualquiera hubiera creído sus palabras sin dudarlo. Además de que no había ningún motivo para pensar lo contrario.
Maya, en un primer momento, volvió a sentir sus mejillas arder sin entender muy bien lo que le estaba ocurriendo a su inexperto organismo. La chica no era capaz de darle una explicación a las cosquillas que atacaban sus entrañas ni a la alegría que sintió cuando escuchó a Jungkook decir aquello.
Era cierto que echaba mucho de menos a su padre, pero que su amigo dijera esas simples palabras, la hizo sonreír como hacía mucho no lo hacía.
- Y mi abuela siempre dice que las personas que se quieren deben demostrarlo -añadió Kook sin apartar la mirada de los ojos negros de Maya.
- Yo no he dicho que te quiera ... -razonó Maya sorprendiendo a su amigo. Esa chica siempre le daba la vuelta a las cosas, y a Jungkook, eso lo ponía enfermo. Para él, todo era muy fácil.
- Pero yo sé que me quieres -dijo con gran seguridad.
- ¿Cómo? -preguntó ella entre alguna que otra risa por culpa de la graciosa cara que estaba poniendo Jungkook.
Él esbozó una tímida sonrisa sintiendo que todo su cuerpo le pedía una sola cosa.
-Porque he conseguido que sonrías, y tú solo sonríes cuando quieres agradar a los demás. Y si los quieres agradar, es porque los quieres. Así que, también tienes que quererme a mí. Aunque sea solo un poco -terminó orgulloso de su enrevesado razonamiento.
- Está bien -aceptó divertida Maya-. Pero, te equivocas en una cosa.
Kookie frunció el ceño contrariado. ¿En qué podía haberse equivocado esta vez? Él sabía lo inteligente que era Maya, y si decía que algo estaba mal, siempre tenía razón. Jungkook confiaba ciegamente en la brillante mente de aquella chica, así que se sintió decepcionado por no haber estado a la altura.
Sin embargo, para su sorpresa, Maya amplió su sonrisa observándolo con esas bonitas pupilas que brillaban como nunca.
Él no entendió aquella reacción por su parte. Si se había equivocado, ¿por qué le sonreía de esa forma? Cada vez que fallaba, su madre se enfadaba con él tanto, que al ver a Maya feliz, todo se fue al traste.
- No te quiero solo un poco -susurró avergonzada por lo que estaba aventurándose a declarar ante su mejor amigo-. Te quiero mucho, Kookie.
Y él no tardó ni un segundo en tirarse a sus brazos y provocar su armoniosa risa. Aquellos momentos que pasaba a escondidas con Maya lo llenaban tanto, que nunca quería que estos acabaran. Al enterrarse en su cuello, se concentró en los fuertes latidos de su corazón, en cómo golpeaban el pecho de su amiga sin aparente razón.
A pesar de las risas que impregnaban el ambiente, estas comenzaron a desaparecer poco a poco hasta que, sin saber cómo, Maya rompió a llorar en su hombro. Él temió haber actuado mal al momento, pero supo que no era su culpa cuando ella profundizó el abrazo que tanto había necesitado en silencio las últimas semanas.
- Pues ... Prefiero las pesadillas a la realidad -le dijo al oído entre sollozos que le rompieron el alma.
Sin saberlo, apenas faltaría un año para que su relación se quebrara. Solo quedaba un año para que Jungkook hiciera de la vida de Maya, una verdadera pesadilla.
Maya
Guardé el grito que estaba a punto de soltar mi garganta y respiré profundamente intentando mentalizarme de que sólo había sido un mal sueño. Una pesadilla.
Pero, sabía que había sido una de las peores porque se habían juntado en la misma las catástrofes de mi vida; la muerte de mi padre y el abandono de Kookie.
- Mierda -mascullé recobrando a duras penas la respiración mientras me sentaba entre las sábanas.
Tenía toda la espalda empapada en un sudor frío que me helaba hasta los mismísimos huesos con tal intensidad que estos parecían de piedra. Apenas podía retener las pesadas lágrimas, pero sabía que si salían a la luz, no habría manera posible de detenerlas en toda la noche.
Allí sentada, con todo ese sufrimiento clavándose a conciencia en mi malherido pecho, susurré su nombre con la voz rota, deshecha.
- Kookie ... -y la primera gota resbaló por mi mejilla.
A pesar de ello, sólo cayó esa lágrima.
Me sorprendí a mí misma cuando quise llorar, soltarlo todo como nunca lo había hecho y maldecirlo a los cuatro vientos, pero ni una palabra salió de mis resquebrajados labios. Ni una sola lágrima más derramé esa noche.
Quise pensar que lo estaba superando, que estaba avanzando y Jungkook estaba dejando de atormentar mi mente.
Sin embargo, eso sólo se mantuvo en mi cabeza hasta que escuché cómo una puerta de la casa de al lado se cerraba con un fuerte portazo. Sin darme cuenta, ya estaba asomada por mi cristalera para ver qué ocurría.
¿Para qué engañarme? Siempre me preocuparía por él, daría igual el tiempo que pasara.
Kook estaba dando vueltas por su habitación con la única luz de su mesilla de noche mientras hablaba para sí mismo entre susurros. No me hacía falta imaginar nada para saber que había discutido de nuevo con la arrogante de su madre. Sin duda, ninguno de los dos había tenido suerte por la parte materna.
Tenía el gesto congestionado y lucía con ganas de patear algo con todas sus fuerzas, pero no lo hizo. Jungkook sabía reprimir sus sentimientos demasiado bien en ocasiones como esa, y admiraba ese temperamento suyo.
Ojalá yo tuviera esa capacidad. Me habría ayudado todos los años que él me había faltado.
Con aquella presión todavía presente, tragué saliva escondiendo casi todo mi cuerpo tras la cortina sin dejar de observarlo ni un sólo segundo.
Quería saber de qué habían hablado su madre y él. Necesitaba conocer cuál era su problema a esas horas de la madrugada. Por qué seguía con ropa de calle. Por qué se mordía el labio desesperado, como si estuviera a punto de descargar su ira en forma de llanto.
Sin embargo, mi orgullo volvió a interponerse entre los escasos seis metros que separaban nuestras casa. Fue él el que me impidió salir de la habitación y correr hacia la suya recordándome el dolor con una realidad que me parecía de lo más espantosa.
A veces, aquellos recuerdos se volvían tan reales que me quedaba paralizada, y esa noche ocurrió.
Me quedé observando cada uno de sus movimientos como una verdadera psicópata hasta que apagó la luz que iluminaba su rostro y vi su silueta acercándose a la cama. Observé cómo en la penumbra de su cuarto se sacaba la camiseta y dejaba caer su cuerpo sin energía sobre las mantas.
Sólo entonces, me giré y regresé a la cama procesando lo que acaba de ver.
Transcurrió lo que se me antojó una eternidad, pero mis neuronas consiguieron entablar algún tipo de conexión al cabo de unos minutos, y con ello conseguí pronunciar algo que tenía anclado en mí desde hacía años.
- Sigo prefiriendo las pesadillas, Kook -dije con miedo-. Son mejores que esto.
Porque sufría, y sabía que él también, de alguna forma.
El día siguiente pasó sin ninguna novedad en mi vida. Bueno, Jungkook no fue a clase, o al menos, eso pensé al no verlo esa mañana ni por los pasillos del instituto.
Algo me hizo sentir mal.
Podría haberlo visitado esa noche, de forma totalmente altruista y desinteresada. Cualquiera podría haberlo hecho, ¿no? Debería darme igual el pasado por una vez y poder consolarlo. Consolarnos a los dos. Sin embargo, la sola idea de hacer algo así me parecía del todo imposible.
Fue por eso que, el miércoles, de camino a la escuela, esa culpa seguía carcomiéndome por dentro y no pude resistir la tentación al abrir la boca en dirección a Tae y Hobi para preguntarles por Kookie.
- ¿Sabéis si le pasa algo a Jungkook? -intenté parecer calmada, aunque en mi interior, todo giraba a una velocidad vertiginosa-. No lo he visto últimamente.
La cara de Tae lo dijo todo, y el gesto de mi hermano se tornó sorprendido y algo inquieto al escucharme.
Ninguno de los dos supo responder muy bien a mi pregunta, pero acabaron deduciendo que todo había sido una pelea con su madre que seguía haciendo demasiado daño.
- Podrías hacerle una visita, Maya -dijo no muy convencido Tae a mi lado.
Pero, cuando me disponía a responderle con un tajante no, alguien mucho más corpulento y alto que yo se interpuso en mi camino y en mi campo de visión.
Admito que lo primero que se me vino a la cabeza fue insultarlo con todo lo que tenía. Se podría decir que llevaba un par de días con un humor increíble, así que las maldiciones estaban más que preparadas para salir disparadas en cuánto quisiera.
El problema surgió cuando alcé la mirada en busca del gracioso que se había chocado conmigo por el simple hecho de reírse un rato en mi cara. Porque, no. No era ningún gracioso. Era él.
Todas las pesadillas, todas las preocupaciones sobre Kookie que rondaban mi ajetreada mente a esas horas, se esfumaron para dejar a paso a algo mucho mayor.
Sentí aquella debilidad que me atacaba siempre que lo miraba, una mucha más pronunciada a la que se instalaba en mi endeble composición cuando estaba con Jungkook. Una que me daba un terror atroz de reconocer.
Apenas pude tomar aire al perderme en sus ojos verdes. El estómago se me cerró y la garganta se me secó en un abrir y cerrar de ojos.
Fue Tae el que, consciente de mi estado de embriaguez por su presencia, pronunció su nombre recordándome que aquello no era un sueño, y que, ante mí, se encontraba por primera vez el chico que me hacía ver igual que todas esas chicas tontas y enamoradas.
- ¿Min Ho? -preguntó dudando- ¿Qué pasa?
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