[0.3] "Apuesta"
¡Subido queda en el 4º aniversario de BTS! :D
Jungkook
- ¿Ella? -pregunté incapaz de imaginar por qué había señalado a Maya.
-Es simple -comenzó a explicarme con aires de superioridad-. Al menos, para el famoso Jeon Jungkook, lo sería.
Fue en ese momento cuando la conversación viró a la dirección opuesta y un pequeño malestar se instaló en mi estómago. No me gustaba. No me gustaba en absoluto.
- No te entiendo, Min.
Yo seguía con la mirada puesta en Maya. ¿Cómo podía entrar ella en sus planes? Era la chica más cascarrabias que había conocido nunca.
Ella no puede interesarle en lo más mínimo a un chico como Min, me dije. Y al hacerlo, ese cosquilleo amargo avanzó de mis tripas hasta el pecho con una rapidez asombrosa.
- Quiero una apuesta -dejó bien claro-. El que primero se la tire, será reconocido por todos como 'el irresistible'. Uno no se acuesta todos los días con la antisocial, ya s ...
Pero ni siquiera puedo terminar su estúpida frase porque lo empujé contra la pared presionando su garganta levemente. Todavía no comprendía del todo lo que había dicho ni lo que había provocado en mí, pero mis músculos oprimieron su vía de respiración al instante.
- Eres un enfermo -le dije horrorizado por sus pretensiones-. Maya no es una antisocial ni se acostaría contigo. No le llegas ni a la suela de los zapatos.
Aquel fue mi segundo error aquel día.
El primero había sido dejar ir a una verdadera amiga por cobardía, y el segundo, fue defenderla en público.
La sonrisa que se formó en sus labios me hizo sentir un dolorido escalofrío a lo largo de la espalda. La había cagado.
No por intentar evitar que ese gilipollas ensuciase más su nombre, sino por haberlo hecho con esa fuerza. Hasta un sordo habría sentido la urgencia con la que me había referido a Maya. No podía permitir que sufriera más. Ya había hecho yo el suficiente daño por todos los demás.
- ¿Maya? Vaya, ahora resulta que el aclamado Jungkook es amigo de la rara -escupió con más dificultad todavía por el brazo que tenía en su glotis-. De todas formas, no sabes lo que puedo hacer si rechazas la generosa oferta que te hago. Tu muñequita de cristal puede romperse si la toco, ¿no crees?
Hice aún más presión, histérico. Sabía que mi límite estaba a punto de desaparecer por el bombeo de mi corazón. Si Min le hacía algo a Maya, no podría con ello. Sería revivir lo que yo le hice, pero con mi consentimiento, y no estaba dispuesto a aceptar eso más.
- No digas tonterías -murmuré intentando calmar mis nervios-. Sabes que no acabarás bien si me provocas.
La carcajada ahogada que soltó, me hizo recordar que ese animal era conocido por las peleas fuera del instituto. Pocos lo sabían porque él mismo se encargaba de ocultarlo realmente bien, lo cual lo hacía aún más rastrero por su parte.
- Eso habría que verlo, pero te aseguro que, si te atreves a retarme, la que va a recibir primero en esto, será ella.
Apreté la mandíbula controlando las insaciables ganas que se habían apoderado de mis extremidades deseando callarlo de un buen golpe. No podía montar ningún numerito en le instituto. La última vez, mi madre me amenazó con un traslado de ciudad, y no podría convencerla de lo contrario.
Contuve la respiración al sentirme acorralado por primera vez en mi vida. Si me iba, la dejaría sola. Otra vez. Sabía muy bien que lo que estaba pensando no tenía ni pies ni cabeza porque Maya ya no se dirigía a mí para nada. Incluso hacía años que no me llamaba por mi apodo, pero eso no quitaba que pudiera protegerla desde las sombras.
Sin embargo, para hacerlo, tenía que aceptar.
Y, señoras y señores, aquel fue mi tercer error.
No me importó que aquello fuera un farol. No me importó que sus labios morados esbozaran una mueca de satisfacción. Ni siquiera me importó sentirme inferior. El dolor que se me había clavado esa misma mañana al mirarla a los ojos y rememorar el porqué de su inquina hacia mí, me hizo darme cuenta de dos cosas. No podría disculparme nunca por la vergüenza que me ocasionaba el solo imaginarlo, y ... Por mucho que no pudiera decir un simple 'lo siento', Maya no se merecía estar sola en esto.
- Acepto -afirmé con seguridad-. El que primero lo haga, gana.
- Sabía que serías un buen rival, amigo.
Escuché claramente cómo tragó saliva al mirarme a los ojos. Nunca sería su amigo, y no iba a dejar que Maya acabara en ninguna de sus sucias trampas. Si tenía que ir más allá y dar el siguiente paso con ella, lo haría.
- No te confíes -me aseguré volviendo a sentirme yo mismo-. Sé más cosas de ella que tú.
- ¿Y serás capaz de usarlas para que caiga a tus pies? Creo que eres más noble de lo que todos piensan -concluyó vislumbrando aquel carácter que había intentado esconder desde hacía años.
Dejando a un lado la necesidad que palpitaba en cada centímetro de mi piel de correr hasta Maya y prevenirla, sonreí dándole a entender lo contrario. Si tenía que actuar para estar a su lado, sería el siguiente Óscar. No me importaba si así ella estaba bien.
- No subestimes mis habilidades, Min -aseguré divertido-. Y, la nobleza, no es una de ellas.
Maya
Al salir del pabellón principal, un grupo de chicos se me quedó mirando. Odiaba cuando hacían eso. Me miraban, sí, pero era solo para mofarse de mi soledad o algo por el estilo. Al ser mi hermano un año mayor, apenas lo veía por los abarrotados pasillos, y su ausencia por las mañanas era de lo más frustrante.
- ¡Maya, Maya! ¡No corras, pequeña lagartija!
Me detuvo la voz de mi mejor amigo. Sólo el alocado de Tae me llamaba así.
Sonreí al escuchar sus gritos y me giré para observar que, en realidad, el que corría a toda prisa por alcanzarme era él.
- No corría, Tae -le respondí una vez se hubo detenido frente a mí con el corazón desbocado-. Creo que eras tú.
- Sí, sí ... Pero si lo hago es porque nunca te dignas a esperarme, bonita -razonó realmente agotado.
¿De verdad iba a empezar otra vez con lo mismo de siempre?
Tae era amigo de todos, aceptado por todos. Yo no encajaba en su entorno, y si no lo esperaba a la salida, era para evitarle algún que otro bochorno. Él era tan sonriente y optimista que apenas podía creer cómo habíamos acabado siendo amigos. No nos parecíamos, pero él se empeñaba en recordarme a diario lo contrario.
- Te acompaño a casa, venga -dijo tras haber recuperado la compostura cogiendo mi antebrazo y tirando de mi cuerpo hacia la salida.
- Eres un cabezota ... -refunfuñé una vez salimos del instituto.
- Pero tú me quieres, ¿a qué sí? -me dijo con una radiante sonrisa en el rostro-. Por eso vas a venir esta tarde a ver las prácticas del equipo.
Sus ojos saltones se cerraron levemente con el propósito de presionar mi inocente corazón. Ese chico sabía bien cómo convencerme de cualquier cosa, y esa vez no iba a ser una excepción.
- Está bien ... -acepté consiguiendo que comenzase a saltar en medio de la multitud-. Y yo que quería tirarme en mi cama y olvidarme del mundo cruel ...
- Tranquila, te compensaré con ... ¿Una tarde de cine? Te dejaré elegir la película que quieras -añadió con urgencia y emoción en sus palabras.
- Vale, pero en mi casa. Y tú traes el helado, por aguafiestas -hizo un mohín con los labios y yo me reí.
Supongo que Tae y yo siempre fuimos amigos. Nuestros padres quedaban todos los domingos para charlar y ... Bueno, mi padre le comenzó a enseñar cómo tocar el piano de su abuelo a la misma vez que a mí. Nos encantaba tocar juntos, pero entonces él se fue y yo no pude continuar observando aquellas teclas negras y blancas, manchadas de agrios recuerdos que sólo me recordaban melodías suyas.
Pero Tae había continuado practicando y era muy bueno. Podría pasarme días enteros en su casa sólo para deleitarme con su forma de tocar. La pasión que sentía por todo lo que hacía se acrecentaba por mil cuando se sentaba en la pequeña banqueta y deslizaba los dedos por el instrumento. Era maravilloso.
- ¿De fresa o chocolate? Espera, ayer compré uno con trocitos de cookies que tienes que probar, Maya. ¿Te puedes creer que casi me desmayo al ...?
Kookie. Sí.
Allí estaba, mirándome fijamente desde la acera contraria mientras varias chicas de su curso le preguntaban estupideces que a él realmente no le importaba escuchar.
¿Por qué vivía esa mentira? Desde que nos alejamos, no he dejado de preguntarme qué es lo que tiene la popularidad como para retenerlo en sus brazos. Es cierto que en ocasiones cruzábamos miradas y se le veía feliz rodeado de toda esa gente que apenas conocía algo de su vida, pero estaba completamente segura de que ninguna de esas atolondradas desesperadas sabían que cuando se ponía nervioso utilizaba el dedo índice de su mano izquierda para recolocarse el flequillo.
Aquel gesto siempre me había parecido propio de Kookie, mi amigo, no de ese desconocido que me derretía con la mirada más penetrante que hubiera sentido nunca. Casi podía sentir sus ojos oscuros traspasar mi corazón y ver que palpitaba con intensidad.
- Maya, ¿ha pasado algo que ...? -preguntó en un tono más relajado Tae.
- No, no es nada -mentí. No pretendía ocultarle la verdad, en realidad, las palabras escaparon de mis labios como por arte de magia . Había creído que al decirlo en voz alta, podría convertirse en lo que no era. Pero, una vez más, me equivoqué -. Sólo sus intentos de siempre, supongo.
- Todavía me cuesta creer que piense algo así de ti ... -susurró mordisqueando su labio inferior-. Jungkook no sería capaz de besarte ni mucho menos de tocarte, porque tú lo enviarías tan lejos de la patada que le darías que incluso se mudaría de barrio.
Y yo le di un pequeño empujón en la cadera antes de reír por su broma. Tae tenía amistad con él, una muy buena, a decir verdad. Pero eso no quitaba que los dos vieran la vida de manera distinta.
Mi amigo de pelo castaño lo habría dado todo por mí o por cualquiera de sus amigos. Jungkook, no. Él me dio a mí a cambio de una vida llena de falsedades.
Tae me regaló una sonrisa y reanudamos la marcha. No valía la pena pensar más en la conversación que habíamos mantenido esa mañana. Seguramente, él ya habría olvidado lo que había pasado. Tener a tantas chicas revoloteando alrededor tenía el afecto de fijarte en lo superficiales que eran, desechando así lo que de verdad importaba.
Por primera vez en mucho tiempo, un pensamiento de lo más estúpido cruzó mi mente.
Llegué a sentirme mal conmigo misma por no haber sido lo suficiente superficial como para retenerlo a mi lado. Una diminuta parte de mi ser deseó fervientemente haber sido una chica como esas que caían rendidas a sus pies, pero yo no iba a cambiar por él, lo tenía muy presente.
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