Adivina la película (90's)
Bienvenidos a la década en la que nació la gente más guapa jajaja :P
Si hay dos cosas que amo de verdad son la calle y el cine. En la primera me siento como en casa, a pesar de no estar irónicamente en ella, y con el segundo la vida se va más rápido, sin sufrimiento y con los problemas de otra gente.
Carlos, mi mejor amigo, me acompaña para disfrutar de ambos. Él trabaja en un Blockbuster y va conmigo a grafitear en sus días libres. Yo trabajo en el negocio de reparación de videocaseteras de mi tío. Y hubiera podido aspirar a un mejor futuro, de no haber sido por la crisis. Ahora mismo me estaría graduando de la escuela de cine o algo así.
Pero bueno, qué importa ya. Dice mi tío que habría estado sin empleo de igual manera.
De todos modos agradezco ganarme unos cuantos pesos con mis habilidades. Sé cómo clonar películas, cómo arreglar las cintas echas girones, cómo reparar las videocaseteras... En fin, no es muy complicado, a decir verdad. Y si los clientes quieren recomendaciones cinéfilas, qué mejor.
—Alex, ¿cómo quedó? —me pregunta Carlos, agitando la lata de pintura.
—Se ve como un verdadero homenaje al Paradise.
Aquel muro gris queda adornado con nuestros grafitis. Unas letras púrpuras hacen alusión a que el legado del Hotel Paradise será eterno. Se supone que se cumplen trece años desde su derrumbe durante el terremoto del '85. Lamentablemente muchos de nuestros iguales fallecieron en el desastre, sobre todo el afamado arquitecto y dueño, Enrique Huerta, que en paz descanse. Hoy Huerta es un ícono en la lucha por nuestros derechos.
—Ya solo faltan las velas y esto se verá mejor —dice Carlos, antes de irnos.
Luego de apagar la música hip-hop que nos acompañaba, echamos una mirada a donde debería haber estado aquel hotel, hacemos una reverencia y nos vamos. Solo Carlos tenía edad para conocerlo; debió haber sido muy grande y bonito. Ya nada más quedan los recuerdos.
Algo que me encanta de las películas es que estas sí se pueden definir muy bien por géneros. Hay drama, terror, suspenso, de todo, y se les puede catalogar por el público al que van dirigidas. Yo, en cambio, no pertenezco a ningún género. Durante mi adolescencia nunca supe si era un chico o una chica. Parezco un varón, pero tengo genitales femeninos. Al final me dio igual y no preferí ser más Alejandra, sino simplemente Alex. Así es más cómodo.
Cuando entro al Blockbuster respiro con gusto el aroma del plástico. Me gusta mucho oír los diálogos en bajo volumen que Carlos suele poner en las televisiones para los clientes. A veces vengo aquí a rentar títulos también con el pretexto de acompañarlo y charlar.
—¿Qué llevarás hoy, Alex?
—Algo de terror. Ya viene octubre, y es hora de ver puras de miedo —le digo.
—¡Ay, no! —Y finge un escalofrío.
Realizo mis rentas como siempre, pero de pronto me llama la atención una película en el suelo que no tiene portada. La caja está solo blanca. Lo consulto con Carlos y este me pide que la levante y la olvide sin más.
—¿Me la puedo llevar? —le pregunto.
—Ha de ser una cinta suelta.
—Me da mucha curiosidad. ¿Crees que sea uno de esos videos embrujados?
—Bien, si quieres llévatela. Pero si contiene torturas le hablamos a la policía, ¿eh?
Y le obedezco.
En la tienda de mi tío, en una de las tantas videocaseteras funcionales, me pongo a ver este video misterioso. No tiene ningún menú ni clasificación por edad. Al inicio aparece la imagen de un trozo de papel con el texto «Adivina la película». Luego, salen una muñeca Barbie y un cochecito. Dos manos los manipulan, por supuesto, como las de una niña pequeña, aunque más grandes y con las uñas entintadas de varias tonalidades.
—¡Déjame en paz! —Se supone que Barbie le dice al conductor.
Entonces se va el sujeto que conduce, Barbie saca su teléfono y le habla a alguien. De un lado surge el recorte con el dibujo de un ladrón que le apunta con su arma y le exige el teléfono y el bolso. La chica se queja por el precio de su abrigo, pero de igual modo el ladrón la obliga a arrodillarse y contar hasta cien. Ahora, los mismos dedos lanzan a los juguetes y otro mensaje de papel reza: «Si le atinas, encuéntrame en acción».
«¿Encuéntrame en acción?», me digo, «qué video más raro. ¿Qué significa eso?».
Un cliente me distrae y me pide que le clone una cinta. Y unas horas más tarde, mientras grabo Scream, recuerdo de dónde saldría semejante escena. Había una película donde una muchacha renegaba a un asalto por la importancia de su chal.
«¡Ni idea!»
Quiero decir, así se llama, Ni idea. De manera que, una vez que vuelvo al Blockbuster al día siguiente, le cuento mi aventura a Carlos, que no termina por darle mucha importancia, a lo mejor porque ni me entendió y debía contar dinero. Lo dejo de lado, pues, y me acerco al anaquel de Acción. Es ahí donde mi cabeza estalla. ¡Ahora lo entiendo! Y es que a un lado de Duro de matar está mal colocada Ni idea. Esta no es de acción, desde luego, sino comedia. Me la llevo para seguir el jueguito, que además de todo me genera mucha curiosidad.
El contenido de la cinta resulta no ser la película de Alicia Silverstone como lo esperaba. Otro videíto raro aparece en el televisor, además de que otro mensaje de inicio, igualmente escrito en el trozo de un cuaderno, tiene el siguiente mensaje: «¡Muy bien! ¡Lo has logrado! Sí que sabes de cine. La que sigue será facilísima para ti». Esta vez aparece un grupo de muñecas Barbie sentadas alrededor de otra, acostada, que comienza a levitar con la ayuda de unos hilos blancos. Un último pedazo de papel aparece con una nueva frase: «¡Cuídate de los raritos!».
El misterio, por absurdo que fuera, absorbe mi curiosidad durante las siguientes horas de trabajo. En tanto me entretengo limpiando el interior de una videocasetera, pienso en qué película pudo haber salido una escena similar. Me pregunto si la frase de los raritos sería un diálogo.
¡De pronto se me prende el foco!
Busco en una revista de mi colección y no encuentro nada. Incluso tengo el título en la punta de la lengua. Se me ocurre que Internet sería una opción, pero para colmo mi tío ha elegido el peor momento para charlar con mi abuela por teléfono. Suelen tardarse como dos horas.
Con la ansiedad a tope, vuelvo al Blockbuster, ya un poco al atardecer, y le pregunto a Carlos si ha visto alguna vez Jóvenes Brujas.
—¡No, ni madres! Las de terror me ponen mal.
—Ay, qué oso contigo, Carlos. ¡Alista la casetera!
—Oye, Alex, ¿tiene que ver todo esto con lo del video misterioso de ayer? No te vayas a meter en algo grave. Dicen que están secuestrando gente para extraerles los órganos y venderlos en el mercado negro. ¡Ten cuidado!
—Carlos —le digo mientras busco a Jóvenes Brujas en el anaquel de terror—, ya te he dicho que no existe el Chupacabras, que todo es un invento del gobierno para distraerte de la crisis. ¡Aquí está! ¡Ya te encontré, perra!
—¡¿Qué encontraste?!
No respondo. Por mi excitación abro la caja del VHS y encuentro en su interior otro mensaje «¡Tienes mis respetos! ¡Eres más inteligente de lo que pensé! Ahora, para reunirte conmigo, nada más tienes que encontrar mi película favorita. Pregúntale a Geena o a Susan, tal vez ellas te lo digan».
«¿Y quién es Geena y quién es Susan?»
Carlos termina de atender a un cliente que lo único que quería era preguntar por una película que no había, y me aproximo a él de nuevo.
—Aparte de él y yo, ¿quién fue la última persona en entrar aquí?
—P-pues... una joven, creo.
—¿Con manos bonitas y uñas de color?
—¡Sí!
Y miro hacia el cristal de la tienda. Por la opacidad de este se me antoja un poco complicado dilucidar quién está del otro lado de la ventana, pero tras un pequeño esfuerzo me doy cuenta de que es una muchacha que me despierta cierta familiaridad. Aunque, apenas nota que la estoy viendo, huye muy rápido con ayuda de sus patines.
Dejo lo que llevo en el escritorio de Carlos y salgo en su búsqueda. «¡Espera!», le digo al correr por la avenida, pero la chica es tan habilidosa y rápida que se aleja con facilidad. No he tenido ni la oportunidad de ver bien cómo era. Sin embargo, con lo poco que observé de ella fue suficiente para originarme un recuerdo muy lindo, acaecido hace un año.
De vuelta al interior de la tienda, Carlos me llena de preguntas.
—Creo que la he visto antes —contesto.
—¿Cómo que la has visto? ¿O sea que sabes quién es?
—Más o menos. Has de cuenta que hace un año estaba yo en la tienda de mi tío clonando una película, y de repente vino una chica muy preciosa a pedirme que le clonara Titanic, ¡la estúpida Titanic! Era muy girly y sofisticada ¿sabes? Lucía irreal. Tenía muchas pulseras de colores, usaba gargantilla y se peinaba con dos chongos, como las orejas de Mickey Mouse. Y era muy blanquita; parecía de esas niñas ricas que salen en las películas americanas.
»Como quedaban unos quince minutos para que se grabara por completo la película, decidí decirle que me esperara un poco, aunque con cierta coquetería de mi parte, claro, porque se me hacía demasiado linda de carácter. Y hablamos de muchas películas que nos gustaban. Hubo demasiada química. Ella también quería saber el nombre de varias otras y yo de casualidad me las sabía, así que se las dije, y me elogió por todo. Me dijo que era muy inteligente y varias cosas así. Me invitó a salir, quiso conocerme más...
—¿Y luego? ¿Qué paso?
—Pues me asusté. —Carlos me mira confundido—. Era muy claro que ella pensaba que yo era un muchacho. Se dirigía a mí con la letra o, tú sabes. Y luego yo visto con ropa holgada, tengo la piel morena, tatuajes, me pongo la cachucha al revés. Sé que me tomó por chico. ¡Entré en pánico! Me dije: «¿Qué tal si algún día se asusta cuando se entere de que tengo las tetas apretadas debajo de una venda?», y nomás le dije que debía cerrar, pues había olvidado la hora.
—Ay, Alex... —solloza—. Pues para serte honesto me parece una chica de esas a las que no les importa mucho eso —dice, con cierta inseguridad—. ¡No te preocupes tanto, hombre! Si está haciéndote todos estos jueguitos aun cuando la rechazaste es porque en serio le interesas...
—¡Thelma & Louise!
—¿Qué?
—Así se llama su película favorita. Geena Davis y Susan Sarandon la protagonizan, por supuesto, ¿cómo no me di cuenta? Y va de dos mujeres medio lesbianas que huyen juntas, ¡ja, ja, ja!
Me encamino hacia el anaquel donde debería estar dicha película y, al hallarla, noto que una de las copias está caída. Tomo la caja, la abro, y entonces aparece una última nota. «¡Sabía que la adivinarías!», escribe, «Eso es lo que me fascinó de ti la primera vez que te vi. ¿Quieres conocerme otra vez?», y adjunta una ubicación muy cerca de aquí.
Cuando llego al sitio, la veo allí, practicando con sus patines en las superficies curvas. Me recibe con una sonrisa. Tiene en la boca una tootsie pop. Toda ella es una oda a la elegancia femenina juvenil, con su cabello púrpura, su falda plisada de color rosa y su camiseta de Disney.
—¡Alex! —me dice—. ¿Te acuerdas de mí?
—P-Paola, ¿cierto?
—¡Sí!
—Quiero confesarte algo, Pao...
Ella me toma de las manos.
—Sé bien lo que te agobia, y tengo que decirte que no me importa. Yo quiero estar contigo otra vez. ¿Quieres acompañarme a la plaza?
Y yo nada más asiento con una sonrisa.
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Palabras: 1997 (Word) / 1965 (Wattpad)
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