| R | CHAPTER 3: Conversaciones.
Hola gente, ¿Cómo están?.
Antes de empezar el capítulo, quiero decir que espero que les este gustando esta reescritura de la historia. Siento que he mejorado mucho tanto la narrativa como la información que se da, así como los sentimientos de los personajes.
Cualquier cosa que ustedes piensen que podía quedar bien para esta nueva versión, sus ideas son bienvenidas.
Sin más, gracias por el espacio <3.
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FORTALEZA ROJA
━━━━━━━━━━━━━ 『 112 d.C 』
🦅Aemma II🦅
Aemma siempre disfrutaba del cálido aire que entraba por el balcón de su lugar de descanso, era uno de los momentos en los que podía estar más en paz y dejar las preocupaciones, los susurros y todo lo mal intencionado fuera de las puertas de la habitación.
Rodeada de sirvientes fieles y leales a ella para que cuiden su bienestar, ella se encontraba a la espera de, quien, podía sentir que era un hijo suyo... sin realmente serlo.
Rhaegar Velaryon se había convertido en alguien esencial en su vida, tanto como la de su hija. Aun recordaba cuando se mudó a King's Landing, un niño curioso sin fin pero tan caritativo como ningún otro, todavía un parte de ella no podía entender como el Viejo Rey parecía estar disgustado con su presencia cuando la misma Bondadosa en sus últimos días le había agarrado un amor gigante.
Eso era algo que tenía a su favor, era fácil de amar, fácil de seguir y sus palabras podían cautivar a la más reacia de las doncellas. No dudaba que había muchas damas de la corte que estaban interesadas en él, se hablaba que la hija de la Mano del Rey incluso tenía sus ojos puestos en Rhaegar.
Aunque, lamentablemente para todas ellas, Aemma sabía que los ojos del Velaryon estaban puestos en su hija y eso era algo que la alegraba, ya que podía notar como este nunca traicionaría a su hija con alguna otra moza.
A ella le disgustaba esa clase de hombres, muchos nobles engañaron a sus legítimas esposas y tuvieron hijos fuera del matrimonio.
Aemma, aun así, nunca culparía a los hijos de esas infidelidades... ellos no tenían la culpa de sus nacimientos y eso recaía en los nobles, que muchas veces nunca se hacían cargo de los hijos que traían al mundo y iban impunes por el reino.
Quiso implementar un castigo, modificar las leyes para que los nobles tuvieran quedar una pensión pero no importaba cuando se lo plantease a su esposo, la mano del rey siempre lo persuadía para que no llevará a cabo tal acción.
Algo que lo hacía detestar sin duda al hombre.
No pudo continuar con sus divagaciones cuando la puerta fue abierta, y Rhaegar hizo acto de presencia con un instrumento en su mano y le dedicó una suave sonrisa a la reina.
—Su Gracia— Saludó con una pequeña reverencia.
—Ah~ Rhaegar— Sonrió Aemma, y le hizo un gesto para que se acercará. —Creí que no vendrías este día, luego de atender los caprichos de mi hija— Añadió con cierto descaro, sabiendo muy bien que Rhaenyra tendía a ser muy convincente con Rhaegar para que hiciera lo que ella quisiera.
—Siempre tendré tiempo para nuestras secciones de música, Su Gracia— Respondió Rhaegar con suavidad, aunque sonrió divertido y agregó. —Aunque admito que cada vez me cuesta más seguirle el ritmo a la princesa—
—Esa es Rhaenyra para ti— Asintió Aemma con una sonrisa. —Siempre ha sido un pequeño torbellino—
Su Rhaenyra, su pequeña luz en vida entre tanta miseria cuando se trataba con sus embarazos. Había llorado a muchos de sus hijos e hijas muertas, y finalmente cuando tuvo a Rhaenyra en sus brazos, saludable como ninguna, no pudo evitar llorar de alegría, muchas noches en velas se las pasaba junto a su cuna para observarla dormir suavemente en la noche.
Siempre con el temor de que pudiera perderla en algún momento.
Su niña vivió, se convirtió en una mujer fuerte y hermosa, algo caprichosa y orgullosa, tanto que quería hacer más de lo que le permitían... pero ella la amaba de esa manera, no la cambiaría por nada en este mundo.
Era su mayor orgullo.
Rhaegar sonrió ante las palabras de la reina, mientras acomodaba su instrumentos en sus brazos. —Aún tendrá que decirme como lograr que no em manipule mucho— Pidió el Velaryon.
—Oh, querido. Yo he sufrido a mi hija mucho tiempo, ahora es tu turno de soportarla— Bromeó Aemma con una pequeña risa.
—A veces es demasiado cruel, Su Gracia—
—La reina tiene sus momentos— Dijo Aemma con inocencia. —Ahora, bien. ¿Qué canción tienes para mi hoy, mi niño?—
—Esta vez traigo una canción romántica, tanto mi hermana como mi buen amigo; Jaskier, me han ayudado a componer— Dijo Rhaegar con suavidad.
—Oh~ eso es interesante— Asintió Aemma con curiosidad y ansiosa de escucharla.
El instrumento que Rhaegar tenía en sus manos era una guitarra, inventada en Driftmark por uno de sus mecenas luego de que el Velaryon los haya patrocinado. Rápidamente la guitarra se había convertido en uno de sus instrumentos favoritos de esta nueva tanda de invenciones, el otro era el piano.
—Por favor, comienza— Pidió Aemma luego de acomodarse en su asientos con ayuda de sus criadas para estar cómoda y con su mirada en Rhaegar.
https://youtu.be/zZhal-jAS3M
En cuanto la lluvia terminó
Un gran arcoíris se formó
Esparciendo todo su color
Me enamoré al contemplar
Como tu brillabas bajo el atardecer
Ni una nota de ti guardé
Se borrará este libro que armé
Porque lo guardaré sólo aquí en mi corazón
Haces que yo, solo tú haces que yo
Pueda entender la verdad
Con un destello la oscuridad
Se volverá claridad
No eres así, no me mientas a mi
La angustia yo la curaré
Le pediré a una estrella que hoy
Te guíe hacia la inmensidad
Cuando olvidé cómo dormir
El sol se volvió a reír de mí
Saludando hasta que me rendí
Pero si te veo pasar
Todo cambiarías, sanas cualquier mal humor
El silencio es romántico
Y se disuelve como azúcar en el té
Así es como siento tu voz
Dando vuelta en mí
Eres tú la luz que yo elijo seguir y me guiará
Me animas a correr cuando ya no puedo más
El destino es el que nos puso en este lugar
Mira, ahora ya, es aquí, vamos a brillar
Haces que yo, solo tú haces que yo
Pueda entender la verdad
La oscuridad sí tiene un final
Haces que yo, solo tú haces que yo
Pueda entender la verdad
Con un destello la oscuridad
Se volverá claridad
No eres así, no me mientas a mí
La angustia yo la curaré
Le pediré a una estrella que hoy
Te guíe hacia la inmensidad
¿La respuesta siempre es una casualidad o es de encontrar
Un día el camino que elegimos nuestro destino será?
La esperanza y los miedos que tenemos en nuestro interior
Son los que nos van a hacer crecer
Y los que nos van a hacer brillar
Mientras disfrutaba con los ojos cerrados, abanicándose, la reina Aemma comenzó a tararear una parte de la canción que se cantaba con suavidad para su disfrute.
Rhaegar tenía manos mágicas a la hora de tocar todo lo que se propusiese, la música era eso... sin duda, era un joven muy talentoso.
Podía ver la mano de una mujer en la canción, sin duda, Laena tuvo mucho que ver en la elaboración de ella. Ya que a diferencia de otros bardos, como Jaskier, que usualmente cantaban canciones épocas sobre héroes legendarios y señores.
Muy pocos eran los que cantaban románticas y la reina estaba disfrutando que se haya creado una para sus oídos.
—¿Qué le ha parecido, Su Gracia?— Preguntó Rhaegar con cierta duda pero una tranquilidad plasmada en su rostro.
—Eso a sido tan encantador como siempre, Rhaegar— Asintió Aemma con una sonrisa, realmente disfruto de la canción tanto como estaba segura que las sirvientas presentes lo hicieron y comenzarían chismes alrededor de la corte.
Ella lo permitiría por la simple razón de que no era algo dañino para la reputación de Rhaegar.
A decir verdad, muchas doncellas estaban encantadas con él, ya que había pocos señores que se tome el tiempo para aprender lo que sabe, el canto y a tocar diferentes instrumento es uno de ellos.
La gran mayoría solo aprendía espada, caza y como gobernar... algo que se estaba volviendo poco atractivo.
—Estoy feliz de que le haya gustado— Dijo Rhaegar, contento que su canción fuera del agrado de su reina.
—Me ha encantado, Rhaegar. Tus talentos siempre me sorprender—
Rhaegar río un poco avergonzado por sus palabras. —He recibido la ayuda necesaria para hacer realidad mi arte, Su Gracia. Sin ellos no hubiera logrado nada— Dijo de forma modesta, después de todo el verdadero artista era Jaskier que le enseño desde niños a tocar diferentes instrumentos.
Aemma sonrió ante sus palabras, sin duda le agradaban tanto y era por eso que le gustaba tanto este chico para su hija.
Nadie más era digno de una princesa que él.
—¿Mi hija escucho esta canción?— Preguntó Aemma con curiosidad.
—No, aun no lo ha hecho—
—Oh~ pobre de ti, mi niño. Ahora ella no parará de recriminarte— Río Aemma al ver el nerviosismo del Velaryon.
—E-Espero que ella entienda la razón, ya que era un regalo para usted, Su Gracia— Dijo Rhaegar con un pequeño tartamudeo.
—Oh, yo lo se, querido. Espero que mi hija piense igual que tu— Aemma disfrutaba mucho torturando a su hija y a Rhaegar con sus sentimientos por el otro.
Era su gran obra de teatro para disfrutar.
—No tienes que preocuparte demasiado— Hablo Aemma con suavidad. —Yo te cubro la espalda—
—Muchas gracias—
—Ahora bien- — Interrumpió la Reina con una mirada expectante. —Toca mi melodía favorita por favor—
—Encantado— Asintió Rhaegar, y comenzó a tocar la guitarra con suavidad.
https://youtu.be/OyuL5biOQ94
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🔥Rhaenyra II🔥
—Paso por las puertas de la Fortaleza a primera hora de la mañana, según uno de los informantes de Ser Rhaegar— Dijo Ser Harrold mientras la conducía hacía el Salón del Trono.
—¿Mi padre sabe que está aquí?— Cuestionó Rhaenyra con una ceja levantada.
—No— Respondió Ser Harrold. —Solo Ser Rhaegar, por el momento—
—Bien— Asintió Rhaenyra.
Sabiendo que era mejor que no muchos supieran de la presencia de su tío, lo conocía demasiado bien para saber en que lugar de la sala del trono estaría.
Ser Harrold abrió la puerta con suavidad, y se hizo un lado para que la princesa pudiera entrar, aunque ambos se frenaron de golpe al ver al Príncipe Daemon Targaryen sentado en el Trono de Hierro.
—Por los Dioses...— Murmuro Ser Harrold con indignación, mientras su mano iba hacia el mango de su espada para apretarla.
—Tranquilo, Ser Harrold. Yo me encargó— Dijo Rhaenyra con seriedad.
Ella sabía que lo que estaba haciendo su tío era un pleno acto de traición, después de todo. Nadie más que el mismo Rey podía sentarse en el Trono de Hierro.
Y ni siquiera el amor de su padre podía salvarlo de un castigo.
Rhaenyra avanzo con suavidad, con las manos detrás de su espalda. —Skoros gaomagon ao pendagon ao sagon doing, vala?. {¿Qué crees que estás haciendo, tío?.}— Preguntó la Princesa con seriedad.
—Sitting. {Sentado.}— Respondió Daemon secamente. —Bisa could sagon issa chair mēre tubis. {Está podría ser mi silla algún día.}—
—Daor lo pōnta execute ao syt treason. {No si te ejecutan por traición.}— Contrarresto Rhaenyra con severidad. —Ao haven't gīda issare naejot court isse nykeā jēdar. {Ni siquiera has venido a la corte en un año.}—
—Court iksos terribly boring. {La corte es terriblemente aburrida.}— Respondió Daemon con desinterés.
—Sīr, skoro syt māzigon rȳ bisa jēda?. {Entonces, ¿Por que venir en este momento?.}— Cuestionó Rhaenyra con una ceja levantada, según recordaba, su tío se había ido hacía Essos y dejo a su mano al mando de la Guardia Real.
—Nyke ryptan aōha kepa istan organizing nykeā tournament isse issa rigle. {Escuché que tu padre estaba organizando un torneo en mi honor.}—
—Se tournament iksos syt zȳhon prince. {El Torneo es para su heredero.}—
—Sepār raqagon nyke vestretan. {Tal y como dije.}—
—Zȳhon arlie prince. {Su nuevo heredero.}—
—ēva aōha muñnykeā tepagon sikagon naejot nykeā tresy... {Hasta que tu madre dé a luz a un hijo...}— Exclamó Daemon mientras se levantaba del Trono de Hierro. —... Jeme issi qrimbrōstan rūsīr issa. {... todos ustedes están malditos conmigo.}— Agregó Daemon mientras bajaba por las escaleras del trono de hierro hacía la Princesa.
—Pār nyke jāhor jorepagon syt nykeā lēkia. {Entonces rezaré por un hermano.}— Contestó Rhaenyra con simpleza mirando a su tío impasible.
—Nyke maghatan ao mirros. {Te traje algo.}— Dijo Daemon luego de unos momentos con una sonrisa mientras extendía su mano con un collar. —Gaomagon ao gīmigon skoros ziry iksos. {¿Sabes que es?.}—
—Bisa iksos... {Esto es...}— Rhaenyra extendió sus manos para observar el collar con detenimiento.
Sin duda, ella sabía de que se trataba, era una de las siete piezas de colección hecho de Acero Valyrio. Su madre tenía una de estás piezas y ella tenía otras tres regalas por su Rhae hace mucho tiempo, y que las había conseguido en sus viajes, entre apuestas o duelos.
Sabía que muchas damas de las Ciudades Libres y de las diferentes casas de los Siete Reinos pagarían grandes fortunas por ellos.
Lamentablemente para todas, ella ahora tenía cuatro de las siete piezas.
—¿Dónde lo conseguiste?— Preguntó Rhaenyra levantando la mirada para ver a su tío con curiosidad.
—Pentos— Respondió Daemon con tranquilidad. —Sabía de tu colección y me pareció oportuno traerte un obsequio—
—Bueno, muchas gracias por este regalo— Dijo Rhaenyra con suavidad.
Por fuera estaba tranquila como era una costumbre, como le enseño su Rhae. Pero interiormente su mente intentaba pensar en el motivo... su tío no daba nada, sin querer algo a cambio.
Hubo un tiempo en que la ignoraba, como si no existiera. Pero cuando había sido nombrada como la "Delicia del Reino" comenzó a mostrarle más atención y la mirada que le daba a veces, como en este momento, la hacía dudar de sus acciones.
¿Tenía que ver con el trono? ¿Con su legitimidad como sucesor de su padre?.
Rhaenyra no lo sabía... pero temía la respuesta.
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BOSQUE DE LOS DIOSES
⛵Laena I⛵
Lady Laena Velaryon, era la única hija de Lord Corlys Velaryon y la Princesa Rhaenys Targaryen, nacida en el 96 después de la Conquista de Aegon el Dragón. Es una joven hermosa, alta, delgada e incomparablemente encantadora, con una gran melena de rizos de oro y plata que le caen hasta más allá de la cintura.
Sin duda, Laena era una de las damas con más influencias dentro de la Fortaleza Roja fuera de la Reina. Ya que era confidente de su hermano, de su mejor amiga e incluso llegó a tener una amistad muy amena con la reina.
Usualmente buscaban su oído para ser escuchado o su hombro para llorar.
—Llegas tarde— Recriminó Laena con el ceño fruncido mientras tenía sus manos cruzadas en su regazo y sostenía un libro.
—Lo siento— Se disculpo Rhaenyra con suavidad mientras se acercaba algo agitada a su mejor amiga.
Poco después, ambas estaban el Bosque de los Dioses de la Fortaleza Roja, donde se había plantado, por orden de la Reina Alysanne, uno de los Arcianos que adoraban los Norteños o aquellos que seguían a los Viejos Dioses.
Este era uno de los lugares donde Rhaenyra se sentía en calma, fue el lugar donde su madre solía contarle cuentos e historias cuando era una niña. No era una formalidad como el Septon, aquí si se podía sentir la verdadera paz.
Laena se sentó en la fina manta mientras su mejor amiga, la princesa ponía su cabeza en su regazo mientras abría el libró para comenzar a estudiar lo que debían con la Septa.
—¿Lo leíste?— Cuestionó Laena con una ceja levantada, mirando a su amiga que tenía los ojos cerrados.
—Claro que lo leí— Respondió la Princesa.
Laena puso los ojos en blanco ante su vaga respuesta, sabiendo que su amiga, a veces le importaba poco el estudio... al menos en el tiempo que ellas tenían para relajarse.
Quería hacer exactamente eso, relajarse.
La Velaryon sabía que podían hacerlo luego de repasar un poco y siempre era un trabajo hacer que le entrara en la cabeza dura de su mejor amiga.
—Haber... cuando la Princesa Nymera llegó a Dorne, ¿a quién tomó como esposo?— Preguntó Laena con seriedad.
—A un hombre—
—¿Cuál es su nombre?— Insistió Laena con el ceño fruncido.
—Lord... algo— Contestó Rhaenyra con desinterés.
Suspirando, Laena miró a su amiga sabiendo que había algo que le molestaba. Ella la conocía muy bien, ya que casi se criaron juntas desde niñas y podía ver fácilmente cuando estaba pasando por varias emociones, irritable, frustrada y otras tantas.
—Si respondes con "Lord algo", la Septa Marlow se pondrá a hacer una escena de nuevo— Le recordó Laena con fastidio.
Ella era tan aventurera y temeraria como su padre, madre y hermano mayor pero sabía por las enseñanzas de este ultimo que el estudio era tan importante como también saber como sobrevivir en la intemperie por un tiempo.
—Es graciosa cuando lo hace— Respondió Rhaenyra con descaró.
Laena suspiró, y cerró el libro para dejarlo a un lado y volvió su atención a su mejor amiga, a quien le acaricio su cabello de oro y plata. —Siempre eres así, ¿sabes?— Le comentó la Velaryon con suavidad.
—¿Así cómo?— Cuestionó Rhaenyra abriendo uno de sus ojos para ver a su amiga.
—Descarada, odiosa... respondona— Enumeró Laena algunas de las malas cualidades de su amiga. —Siempre te pasa cuando estás molesta o preocupada— Dijo Laena con suavidad antes de preguntar. —¿Te molesta tu padre? ¿Te preocupa tu madre o tu hermano no nato?—
Rhaenyra dudo un momento, antes de suspirar y responder. —Solo me preocupa mi madre, Lena...— Murmuró Rhaenyra, y cerro los ojos para no ver la expresión de su amiga o que sus ojos quisiera llorar. —Solo espero que mi padre tenga por fin su preciado varón y mi madre pueda descansar de su "deber"— Casi escupió la última parte con repulsión, odiaba ese deber que se le dio a la mujer y se le obligó a llevar a cabo.
Eso le estaba costando la salud a su amada madre.
—Hasta donde recuerdo... es todo lo que él siempre ha querido— Añadió Rhaenyra referenciando a su padre.
Laena frunció el ceño, ella también odiaba mucho la obligación y el deber que se le dio a la mujer. Agradecía que su padre, al ver las claras y confiables investigaciones de su hermano con los eruditos de Driftmark, no la obligaron a casarse joven, tal y como lo hicieron con la reina.
Era claro para la segunda hija de Corlys, que el Rey tenía una clara obsesión con obtener un heredero varón. Tanto que no se daba cuenta del bienestar de la reina y como este embarazo estaba causando en su cuerpo, sí no fuera por algunas medicinas venidas desde Driftmark, la reina estaría mucho peor.
Pero ya había llegado al punto en que le dolían los pies y le costaba caminar por si sola.
Viserys, para ella, no era un buen hombre... así como era un buen rey. Ningún hombre haría sufrir a su esposa tantas embarazos a costa de su salud y ningún rey hiciera la vista gorda ante susurros, y los problemas de la corte o en el reino.
Así que ella esperaba, de corazón y alma, y rezaba todas las noches para que la reina finalmente pudiera tener su último embarazo y finalmente descansar de la obsesión del rey.
—¿Quieres que sea un varón?— Preguntó Laena con suavidad.
—Solo quiero volar contigo y Rhae sobre nuestros dragones, ver las maravillas más allá del Mar Estrecho y comer pastel— Contestó Rhaenyra con seriedad mientras abría sus ojos.
—Estoy hablando enserio—
—Nunca bromeo sobre pastel— Rhaenyra contestó pero suspiró ante la mirada de su mejor amiga. —Me gustaría que fuera una niña y que se llame Visenya, como la Dragona. Pero los Dioses no hacen milagros—
—¿Y no te da miedo que otra niña te quite tu posición como la hija favorita de tu madre?— Bromeo Laena para distraer a su amiga.
—La única posición que temo que me quiten es la de estar debajo de tu hermano, Laena— Respondió Rhaenyra con una sonrisa descarada.
—Eww~— Laena hizo una mueca. —¡No necesitaba esa imagen mental, Nyra!— Se quejo la Velaryon.
Aunque era normal entre los Valyrios casarse con sus hermanas o hermanos, caso que demostraron Aegon con Rhaenys y Visenya o Jaehaerys con Alysanne. Aun así, esa era una de las practicas que la Casa Velaryon dejo atrás, y era algo que la alegraba ya que ella no podía imaginarse amando a sus hermanos más allá de lo fraternal, y más al ver estudiado una de las hipótesis de un erudito que dejaba claro que un hijo de un desarrollo así podía nacer con malformaciones sea físicas o mentales... Dioses, a ella no le gustaba eso.
No sabía si era real, al menos entre Valyrios, casi no se había demostrado eso pero en otras casas de la historia antes de la conquista, había muchos ejemplos de lo que podía conllevar tal apto.
¿Quizá era por la magia en su sangre que no les pasaba tanta factura?.
Se decía que la magia estaba muriendo, y los dragones eran la única fuente fiable para que esta siga existiendo pero, ¿y sí estos morían? ¿la magia moría? ¿los hijos nacidos del incesto tendrían malformaciones mentales o físicas por ese hecho?.
Laena no quería estar viva para descubrirlo.
Rhaenyra soltó una carcajada al oír las palabras de su mejor amiga, sabiendo que la practica que tenía su familia o los Valyrios en general le disgustaba mucho. La Princesa no podía imaginar casándose y teniendo una familia con un posible hermano suyo, ya no le era posible imaginarse con nadie más que no sea con Rhaegar... los años desde que comenzaron su romance habían sido increíble para ellas y no quisiera cambiar su amor por nadie.
Tampoco, conociendo las ramificaciones de que dos hijos tuvieran sus propios hijos, no quería pensar en el daño que les haría a sus futuros nietos.
Ella quería lo mejor para su familia.
—Lo siento, lo siento— Se disculpo Rhaenyra luego de calmar su risa, y miró a su mejor amiga. —Hablando de tu hermano... creí que vendría a estar con nosotras un rato—
—Mi hermano fue a su pequeña reunión con tu madre y luego, aprovechando que mi madre vino a King's Landing a hablar con ella— Respondió Laena con suavidad. —Al menos antes de ir con mi madre, dijo que iba a vernos si había tiempo—
—Ese idiota...— Murmuró Rhaenyra con el ceño fruncido.
—¿Ahora por que lo insultas?— Cuestionó Laena con una ceja levantada.
—Seguramente le escribió una canción y no me dejará escucharla por un tiempo, y escucharé a mi madre hablar sobre que tan maravillosa es durante mucho tiempo—
—Oh, la canción. Yo y Jaskier le ayudamos a componerla— Dijo Laena con una sonrisa inocente.
—¡¿Qué?! ¡¿Y ninguno me lo dijo?!—
—¿E-Era una sorpresa?— Dijo Laena con nerviosismo al ver a su amiga mirarla con enojo después de levantarse de su regazo. —Sorpresa...—
—Hmph— Rhaenyra soltó un bufido y miró hacia otro lado con molestia.
—No tienes por que enojarte, sabes que te la cantará tarde o temprano— Laena suspiró al ver a su amiga molesta.
Esa actividad era algo que su hermano y la reina habían tenido después de que la misma reina había descubierto que podía tocar diferentes instrumentos. Rhaenyra los había descubierto en algún momento, y exigió que se le cantará y tocara música a ella también.
Y como toda una princesa, siempre consigue lo que quiere... o algo menos la mitad de lo que quería, ya que su hermano siempre cantaba primero a la reina y más en sus embarazos, para después cantarla a su mejor amiga para apaciguar su enojo.
—Hmph—
—Bueno, tómalo como tu castigo de mi parte por no prestar atención a nuestro momento de repaso—
Lamentablemente para una terca princesa, su amiga no iba a dar un paso atrás, tan terca como lo era ella, también lo era la Velaryon.
Rhaenyra que se cruzo de brazos contempló en silencio unos momentos, antes de suspirar. —Bien...— Murmuró y miró a su amiga. —La Princesa Nymera llevó a sus Rhoynar a través del Mar estrecho en diez mil barco para huir de los Valyrios del Feudo. Al llegar a Dorne tomó a Lord Mors Martell como esposo, y quemó su propia flota en Lanza del Sol para mostrarle a su pueblo que habían terminado de huir— Dijo Rhaenyra con suavidad, aunque la parte de quemar los barcos era una que debatía si fue buena idea, ya que, desde entonces, Dorne no había vuelto a tener una flota tan fuerte.
—Es una forma resumida pero la aceptaré— Asintió Laena, y preguntó. —¿Sobre que afirmo sus dominios la Princesa?—
—"Las arenas rojas y las blancas, y todas las tierras y ríos desde las montañas hasta el gran mar de sal". Y fue solo después de nombrar a Mors Martell como Príncipe de Dorne— Contestó Rhaenyra con aire de suficiencia.
—Esta bien, al menos recuerdas tus lecciones. Así que ya no molestaré con estudiar— Dijo Laena con tranquilidad.
—Ahora, a la mierda la Septa— Exclamó Rhaenyra mientras se paraba para tomar la mano de su amiga y ayudarla a levantarse. —Vamos a tomar un poco de te y comer pastel—
Laena suspiró pero asintió, antes de recoger el libro que estaba en la manta, y seguir a su mejor amiga hacía la Fortaleza Roja para hacer exactamente lo que quería. Aun así, se alegraba poder quitarle un poco de preocupación a su amiga, sabiendo que estaba muy estresada y preocupada por la salud de la amable reina.
Y deseaba a los Dioses que todo saliera bien, no le gustaría ver a su amiga sufrir.
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⛵Rhaegar III⛵
Rhaegar se tomó un momento para si mismo, y decidió darse un pequeño baño antes de encontrarse con su madre.
El día podía haber ido mejor, comenzó volando con dos de las personas que más amaba junto a los dragones que más quería pero se vio arruinado por el Consejo Pequeño y la idiotez de los miembros, quien de primera mano era la Mano y el mismo Rey quienes eran unos idiotas miopes.
Lo irritaba sin fin que, nuevamente, sus preocupaciones e informes sobre los Peldaños de Piedra fueran descartados como nada más que minorías.
Sin duda, detestaba a Otto Hightower.
Podía soportar muchas cosas, una de ellas era a Otto Hightower tomando su dinero y reputación cuando hacía algo para el reino y lo tomaba bajo su nombre, como si fuera que logró algo realmente. Pero no soportaba que el idiota sea tan malditamente arrogante y estúpido a su vez, al negar una y otra vez un problema que comenzaba a tomar fuerza para con el reino, y solo iba a aumentar si se le daba el tiempo.
Algo que la Mano y el Rey estaba haciendo por la obsesión de este último con su heredero profetizado.
La realidad en el reino era otra, Viserys podía disfrutar de la paz que logro su antecesor pero él no hizo nada para refinarla y mantenerla, había muchos problemas en el reino que eran ignorados tanto por el rey como por la mano. Se daban la vida de gozo y riqueza a costa de la gente pequeña mientras su padre, Corlys, Lord Lyonel Strong y él mismo se aseguraban del bienestar y la paz en el reino para que estos idiotas no hicieran nada.
Sus agentes estaban trabajando mucho más de lo que deberían, debido a esta ignorancia. Desde descubrir complots en los Siete Reinos a los benefactores y asociados de la Triarquía para ponerle fin antes de que atacaran, y de alguna manera arruinaran la economía de su familia y del reino en su conjunto.
Realmente sentía que tenía más años de los que tenía realmente, y renunciaría al puesto al ver la inoperancia de sus miembros, si no fuera que dejaría a merced de las serpientes a Rhaenyra, Laena e incluso la misma reina, Aemma.
Y sería un camino a los Siete Infiernos antes de dejarlas desprotegidas a alguna de ellas.
Antes de entrar a su tina caliente, un agente informó que el Príncipe Daemon Targaryen estuvo presente en la Fortaleza Roja, cosa que ya sabia, pero lo curioso es que se vio sentado en el Trono de Hierro y tuvo una charla con Rhaenyra de que sería su próximo trono donde reinaría después de la muerte de su hermano.
Rhaegar sentía dolor de cabeza de solo pensarlo.
Había una neutralidad entre él y Daemon pero lo que si sabía era que no tenía manera de rey, tampoco era uno de los grandes guerreros de los Siete Reinos como él quería creer en si mismo y solo tenía su falta de moralidad, honor y un buen comandante.
Pero fuera de eso... Daemon no tenía nada más, no tenía aliados, su esposa lo odiaba, no tenía manera de gobernante, le importaban poco los asuntos de la corte y el Consejo Privado le parecía aburrido.
Añadiendo que buscaría cualquier excuso para ir a la guerra, quizá quisiera intentar conquistar Dorne o alguna ciudad libre al creerse invencible.
Sin duda, después de un largo reinado de paz; se necesitaba un rey con carácter fuerte, capaz de reivindicar la paz que su antecesor hizo... algo que Viserys no era. Pero tampoco lo era Daemon, quien solo era respetado por su titulo de príncipe pero lejos de eso, era mayormente detestado por muchos grandes señores desde el Reach al Norte.
Y últimamente no era muy querido por los ciudadanos de King's Landing luego de su mano dura contra todo aquel que hace alguna especie de mal.
Incluso castigaba aquellos que robaban un trozo de pan para comer.
Realmente esperaba que Daemon no hiciera alguna estupidez, y si tuviera de alguna manera pensado lastimar a Rhaenyra o alguien que le importe... sus agentes le clavarían un cuchillo en la garganta antes de cualquier acción.
Toc, Toc.
—Lord Rhaegar, su madre ha venido a visitarlo— Escucho decir a una de sus sirvientas de confianza.
—Estaré allí en un momento— Dijo Rhaegar con suavidad. —Por favor, trae un poco de te y déjenos solos—
—Así se hará— Dijo la sirvienta y escucho como se alejaba del baño.
Después de unos momentos, finalmente salió de la tina dejando ver su cuerpo en forma y con varias cicatrices que logro en sus entrenamientos y aventuras individuales, según Rhaenyra; "Le daba un aire feroz".
Pero eso no importaba ahora.
Se seco el cuerpo para cambiarse con su ropa cómoda, y salió del baño secándose el cabello, camino hacia el balcón de su habitación que era el lugar que más le gustaba a su madre para charlar.
Y allí estaba ella, su madre; la Princesa Rhaenyra Targaryen una mujer con la belleza Valyria pero tan fuerte, feroz y valiente como una Baratheon. De cabello negro y ojos violetas, una perfecta combinación entre sus amados padres.
—Madre— Saludó Rhaegar con una suave sonrisa, y dejaba la toalla en un mueble cercano a la puerta para acercarse a su madre.
—Rhaegar, hijo mío— Saludo Rhaenys con una dulce sonrisa, y abrazo a su hijo cuando estuvo a su alcance. Duraron unos momentos así, y se separaron para ella poner sus manos en sus mejillas para mirarlo bien. —Me da gusto verte. Espero que Aemma no te haya agotado para pasar algo de tiempo con tu madre—
Rhaegar sonrió por lo bajo. —La Reina es considerada madre—
—Hmph, esa mujer quiere robarme a mi hijo. Lo veo en su mirada— Se quejo Rhaenys en broma antes de reír junto a su hijo. —Ven, sentémonos y hablemos. Noto tus hombros muy tensos, hijo—
Con un suspiró, Rhaegar hizo caso a su madre y se sentó en un banco, aunque tomando un lugar alejado del sol. —Supongo que padre te contó lo bien que fue la última reunión— Comentó Rhaegar.
—Sabes que tu padre no puede guardarme nada a mi, cariño— Dijo Rhaenys con suavidad. —La Mano y el Rey siguen descartando vuestras preocupaciones—
Rhaenys sabía la dura verdad por la cual el reino estaba atravesando, aunque no pudiera verse a simple vista. Los Altos Señores del Reino estaban aprovechando que su primo débil de carácter y voluntad estaba gobernando en el Trono de Hierro para hacer lo que quisieran, después de todo, Viserys era complaciente y siempre buscaba el lado bueno de todas las personas.
Sin duda, ella entendió por que lo había elegido y no pudo creer que su abuelo, fuera tan ciego para no ver el problema que traería nombrar a Viserys como su sucesor.
Se necesitaba un Rey de carácter fuerte, capaz de recordarles a todo que eran señores dragón.
Jaehaerys decidió arrodillarse ante la Fe para ponerle fin pero no se dio cuenta que después de él, necesitaba un Aegon y en el peor de los casos un Maegor.
Así que ella, podía entender muy bien la frustración de su hijo.
Nada se haría contra la Triarquía, sí el Rey fuera Viserys y la Mano, Otto Hightower.
—Ya no le veo sentido, madre. Ya ni se por que sigo como Maestro de los Susurros— Rhaegar comento y la miró a los ojos.
Con una expresión abatida.
—¿Qué es... lo que debo hacer para salvaguardar el bien de los Siete Reinos, cuando las personas que tienen el poder de hacer algo, no hacen nada?— Cuestionó Rhaegar con incertidumbre.
Rhaenys miró a su hijo con compasión, y después de tomar un sorbo de su té, bajo la taza para mirar a su hijo. —No se trata de lo que el Maestro de los Susurros deba hacer... ya sea un padre, un hijo, un esposo... o el mismo rey. Mejor pregúntate a ti mismo, cariño. ¿Qué es lo que yo haría?— Dijo Rhaenys su cuestión.
Rhaegar miró al suelo, contemplando lo que haría y después de pensar miro a su madre. —No dejaría que esto quede impune, no solo peligra la economía de nuestra familia, sino también la del reino— Dijo el hijo con seriedad.
—Tienes una red de espías y una organización excepcional a tus espaldas, hijo mío— Dijo Rhaenys con seriedad. —Úsala sin miedo, el rey no esta apoyando económicamente a tu organización, lo eres tu. Ciertamente no puedes actuar en contra del rey pero siempre que sea para proteger al reino... ese es el deber del Maestro de los Susurros, no escuchar complots y tontearías, sino proteger al reino en las sombras— Agregó la Princesa Targaryen con sabiduría.
Su hijo la miró, sorprendido por sus palabras pero no pudo evitar sonreír. (Jaehaerys... no sabes a que reina sabia privaste al reino.) Pensó con cierta molestia al pensar en su bisabuelo, el viejo rey. —Gracias por tus palabras, madre. Creo que es algo que puedo hacer— Dijo Rhaegar con suavidad.
—Te conozco, hijo mío. Se que tu mente esta trabajando ahora mismo en una forma de evitar que todo escale mucho más por el momento y eso me hace sentir orgullosa de ti— Exclamó Rhaenys con una expresión de orgullo al mirar a su hijo.
Su hijo era su mayor orgullo y sabía que hubiera sido un sucesor perfecto para ser rey, y ahora todo el reino era testigo de eso. Solo sus aliados más cercanos estaban de acuerdo con ellos, de que el Rey se había equivocado en elegir a Viserys como su sucesor y eso era más por el disgusto de Jaehaerys con ideas innovadoras que tenía su hijo para ser un bien mayor al reino.
Ya que en sus últimos años de vida se volvió complaciente y no quería mover más el equilibrio de poder que trajo paz al reino.
Al estúpido y ahora ese equilibrio se iba rompiendo poco a poco por su sucesor.
—Solo espero lograr algo significativo para no volver a escuchar las quejas de padre. Juro que se esta volviendo como el tío Vaemond— Dijo Rhaegar, y casi esculpió en el nombre de su tío que lo despreciaba por tener un nombre con la mitad de años que él.
—Los Dioses no quieran que eso pase, hijo— Río Rhaenys ante lo dicho por su hijo.
—¿Haz visitado a la Reina, madre?— Preguntó Rhaegar con curiosidad, luego de que su madre y el dejaron de reír por el comentarios de su padre.
—Lo hice, hoy temprano tuve un almuerzo con ella— Respondió Rhaenys con calma. —Realmente me siento mal por ella, tener que pasar por otro parto... no debe ser fácil para su cuerpo, sin duda esa mujer es tan terca como una mula y una voluntad tan fuerte como un dragón—
—Temo por su salud, madre... la reina ha estado teniendo partes desde que no era más que una niña que ni siquiera sangro. Eso no puede ser saludable para su cuerpo y ahora con todos esos abortos... no creo que le haga ningún bien— Dijo Rhaegar con dolor, no queriendo que la reina por culpa de la codicia del rey sufriera más.
Rhaenys sabia que su hijo tenía razón, nunca le gusto que comprometieran tan joven a Aemma con Viserys y al poco tiempo resultara embarazada, era una parte oscura de la historia familiar como lo que le paso al resto de sus tías que no estaban de acuerdo con el viejo rey.
Solo era otra mancha en el Trono de Hierro... y una repulsiva.
Aun así, sonrió ante la preocupación de su hijo sabiendo, que como ella, había agarrado un gran cariño a la reina actual y era una mujer de corazón amable que era fácil de amar.
—Hay que tener fe en ella, hijo mío— Dijo Rhaenys, y aunque no era muy religiosa, agregó. —Rezaremos a los Dioses, Viejos y Nuevos, que la bendigan y que finalmente pueda descansar—
Rhaegar no confiaba exactamente en los Dioses en esto, si ellos fueron capaces de hacer la vista gorda con Aemma cuando no era nada más que una niña y que había otros miembros de las Casa Targaryen con vida y podían esperar a que floreciera... no confiaría en ellos ahora.
—Ahora, dejemos este triste ambiente de lado y dime. ¿Participaras en el Torneo del Heredero?— Preguntó Rhaenys con curiosidad.
Rhaegar, lo pensó y sonrió antes de negar. —Todavía no lo se, madre—
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APOSENTOS REALES
Esa misma noche.
🦅Aemma III🦅
La tina era un lugar donde podía olvidarse de todos los problemas y tener un momento para si misma, con sus recuerdos y pensamientos.
Sin duda, este embarazo le estaba costando mucho a su cuerpo y lo único que deseaba era sacar esta incomodidad de su cuerpo, y envejecer rodeadas de sus futuros nietos... los hijo de su Nyra.
Recordó algunos nombres que su hija quería poner a sus hijos, aunque esa había sido una conversación secreta entre ambas y solo con el pensamiento del padre de esos niños fuera en dirección a cierto Velaryon.
Aemon y Aemma eran sus preferidos, aunque el primero ciertamente venía en parte por el Príncipe Aemon, padre de Rhaenys y abuelo de Rhaegar. Aemma era por ella, y estaba seguro que esa niña sería tan fuerte y noble como su abuela.
Ah~ de tan solo pensarlo, ella deseaba el momento de conocer finalmente a sus nietos y nietas.
—Pasas más tiempo en esa bañera que yo en el Trono de Hierro— La voz de Viserys interrumpió la paz de la reina.
Y aunque ella amaba a Viserys.. realmente deseaba estar sola en este momento.
—Es el único lugar donde encuentro alivio estos días— Respondió Aemma con suavidad sin abrir sus ojos para mirar a su esposo.
Viserys se acercó, y se arrodillo al lado de la tina para tocar el agua. —Esta tibia— Comentó.
—Es lo más caliente que los Maestres me permiten— Respondió Aemma.
—¿No saben que los Dragones prefieren el calor?— Cuestionó Viserys, y acercó su mano para acariciar el cabello de su esposa.
—Hmph... tras este cruel embarazo, no me sorprendería que diera a luz a un verdadero dragón— Dijo Aemma de forma sarcástica, abriendo sus ojos para ver a su esposo.
—Y sería amado y valorado— Respondió Viserys con una suave sonrisa.
Aemma no respondió de inmediato pero le vino una sonrisa al rostro cuando recordó algo dicho por su hija. —Rhaenyra ya ha declarado que ella tendrá una hermana— Le contó la reina con suavidad, ella sin duda le gustaría tener otra hija.
A pesar de que sabía la importancia de un niño para su esposo, el rey. Ella no podía evitar imaginarse muchas veces con otra niña como su amada Rhaenyra, sabía que ella la cuidaría con todo su esfuerzo y corazón.
—¿En verdad?—
—Incluso tiene un nombre— Aemma sonrió al pensar en el entusiasmó de su hija.
—¿Puedo preguntar cual nombre?—
—Visenya— Respondió Aemma mirando a su esposo. —Incluso escogió un huevo de dragón de la cuna, dice que le recordaba a Vhagar—
—Dioses benditos— Dijo Viserys, y suspiró. —Esta familia ya tiene a su Visenya— Agregó, pensando en su hermano menor.
Aemma se quedo en silencio por un breve momento, no importaba que tanto amará a Viserys e incluso apreció a su padre, Baelon. Nunca pudo tener una relación de amistad con su hermano menor, Daemon. Era todo lo que nunca le gustaría en un hombre para que este cerca de su familia y más importante, de su hija.
—¿Ha habido noticias de tu querido hermano?— Aun así, tuvo que preguntar por la cordialidad de que era hermano de su esposo.
—No desde que lo nombré Comandante de la Guardia de la Ciudad— Respondió Viserys pensativo. —Pero estoy seguro que aparecerá para el torneo. Él nunca se puede alejar de la justa—
—El Torneo... para celebrar al recién nacido que por el momento no tenemos— Murmuró Aemma por lo bajo, y miró a su esposo con cansancio. —Entiendes que nada hará que al bebé le crezca una polla a no ser que ya posea una, ¿verdad?—
Sin duda, estaba cansada de la obsesión de su esposo por su ansiado heredero... ya incluso sentía miedo de él, a veces ni siquiera lograba ver al hombre que ama.
—El bebé es un varón, Aemma— Declaró Viserys con seriedad.
—Si, claro...— Bufo Aemma con una sonrisa irónica, mirando hacia otro lado.
Tantas veces ha escuchado esas palabras.
—Estoy seguro de ello— Declaró Viserys mirando a su esposa. —Nunca he estado tan seguro de algo, Aemma— Agregó, mientras ambos se quedaban en silencio. —El sueño... fue más claro que un recuerdo. Nuestro hijo nacía usando la Corona de Aegon... y escuché el sonido de galopes estruendosos, escudos chocando y espadas desenfundadas. Y finalmente, puse a nuestro hijo sobre el Trono de Hierro mientras las campanas del Gran Septon repicaban y todos los Dragones rugían al unísono—
Aemma escucho en silencio, cada palabra que escuchaba le parecía nada más que una locura... su esposo no era Daenys la Soñadora y pudo haber sido un sueño provocado por su deseo de tener un heredero.
Pero ella no podía decirle eso, él lo creía verdadero.
—¿Nacía usando una corona?— Cuestionó Aemma poco después, sacando una sonrisa de Viserys que no se daba cuenta del estado de animo de su esposa. —Que los Dioses me perdonen, ya es desagradable dar a luz, tal cual es— Viserys observó a su esposa mientras le daba un beso a su mano. —Esta es la última vez, Viserys...— Murmuró Aemma con seriedad.
Se sentó, y apoyo en la tina para que su esposo pudiera mirarla a los ojos.
—Ya perdí un bebé en la cuna, tuve dos partos de feto muerto y dos embarazos que no llegaron a término. Son cinco, sin contar al resto y casi en el doble de años— Dijo Aemma mirando a su esposo con tristeza. —Se que es mi deber dar un heredero y lamento si te he fallado, en verdad pero... pero he llorado por cada uno de mis hijos muertos y mi cuerpo... mi alma, ya no puede vivir así, Viserys—
Aemma lo sabía, lo sentía en el fondo de su corazón, tenía que ser la última vez, su cuerpo ya no era joven y todos los embarazos le hicieron daño.
Rhaegar ya se lo había informado: "Todo este estrés a tu cuerpo, pueden causar varias secuelas... incluso puede costarte la vida."
Ella no quería morir, no así... no en una cama, no sin antes ver a su hija casarse en el Gran Septon junto a Rhaegar, hacer su vestido, organizar esa boda y conocer a sus futuros nietos y nietas.
Por favor...
Los Dioses sean buenos con ella.
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¿Qué les pareció?.
Se que fue más tardado este capítulo, y lo lamento, había una parte que no me convencía y no lograba escribirla de forma adecuada.
Además de la decisión de quien sería los personajes que narren este capítulo. Incluso llegue a pensar que Rhaenys tuviera su tiempo en lugar de Rhaegar pero no quedaba bien.
Sin duda... este es un episodio doloroso de escribir, sabiendo la historia de Aemma y como, incluso, termino en la serie original.
Admito que estuve a punto de llorar al escribir varias partes de Aemma.
He tomado una decisión importante que se verá en los capítulos posteriores a este, y será algo que ninguno esperaran pero luego de ver la serie por tercera vez... legue a una conclusión.
Como dije antes, espero que les guste este remake de la historia.
Si hay algún error de ortografía o una palabra que no cuadre, háganmelo saber para corregirlo.
Sin más que decir, gracias por el espacio <3.
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7430 Palabras.
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