
CINCO
El piso que Iruka compartía era la pocilga más cochambrosa de todo el bloque de pisos, que de por si ya se encontraba en un barrio sucio y pordiosero. Por más esfuerzo que él hacía en limpiar y ordenar daba igual pues siempre volvía al caos, era algo inevitable. Su móvil, como tantos otros trastos, estaba olvidado en la mesa de la cocina -ahí lo había tirado con prisa al llegar cansado del trabajo y meterse en la ducha- hasta que el sonido breve y gracioso que tenía como notificación para los mensajes llamó la atención de Kai su compañero de trabajo y, por si fuera poco, también de piso.
Iruka se daba duchas cortas pues en el trabajo entre servicio y servicio siempre se duchaba y era algo que aborrecía, así que enseguida salió.
—Oye, Kai, ¿has visto mi móvil por algún...? ¡Kai! ¿¡qué haces!? Trae aquí. ¿¡Me estabas fisgando el teléfono!?
Su amigo iba a poner una inverosímil excusa pero de nuevo el simpático sonido del móvil sonó y distrajo a Iruka quien llevó la atención de Kai a su teléfono.
"Tienes un mensaje nuevo", aparecía en la pantalla. Lo abrió y leyó:
"C. Kakashi:
Genial pues allí estaré a las cinco".
—¿¡Qué has hecho!?
—¿Te vas a ir de viaje? —le preguntó divertido
—¿¡Qué te importa!? ¡No vuelvas a tocar mis cosas, imbécil!
—Solo te diré: de nada. ¡Y me ofende mucho que ya no me cuentes las cosas!— le gritó riéndose mientras Iruka se alejaba por el pasillo. Fue enfadado a su habitación y se tiró en la cama.
—Kai es tan estúpido —refunfuñó y se puso a leer los mensaje enviados y recibidos.
"C. Kakashi:
¿Iruka hoy haces algo? He pensado que necesitarás maletas para el viaje. ¿Quieres que vayamos esta tarde a comprar unas?".
"Claro, pasa a recogerme cuando quieras".
"C. Kakashi:
¿Dónde siempre? En la plaza Rivalta, ¿entonces?".
"En la plaza?? A mi me recoges en la puerta de mi casa :'( ".
"C. Kakashi:
¿Y ese :'( ? Está bien si quieres voy, pero dime ¿dónde es? Nunca me lo has querido decir no y quería agobiarte más".
"Que tonto... Calle Maestro Goterris, portal n°7".
"C. Kakashi:
Genial pues allí estaré a las cinco".
Ese último era el mensaje que había leído en la cocina.
—Yo le mato... ¡Kai! —Iruka salió corriendo de su habitación y se encontró a Kai con una sonrisa en la cocina, comiendo los cereales a puñados directamente de la caja.
—¿Eh?
Iruka se tiró encima de él y los cereales volaron lloviendo sobre ellos mientras Iruka le zarandeaba sin parar.
—¡Qué divertido! ¿no? ¿¡Eres idiota!? ¡No vuelvas a tocar mis cosas! ¡Si te veo con mi móvil otra vez te cortaré la mano!
—¡Iruka! Para...ah... aggg...
—¡Cállate ! No te va a servir.
—Iruka, un cereal... agg me muero ¡suéltame!
Iruka le soltó pero no se apartó y su amigo tosió hasta que la tos se volvió risa.
—Deberías estarme agradecido ¿qué te pasa? Te van a comprar un bonito juego de maletas y te vas de viaje, un viaje del que no me has hablado y como amigo tuyo me duele, pero como soy tan bondadoso me ¿pongo celoso? No. Me alegro por ti.
—Kai, joder —se quejó— no quiero que ese hombre me compre nada.
—¿Pero no ves que no es por el regalo? él quiere pasar una tarde contigo y no sabe ni cómo decírtelo.
—Me da igual y ¿¡cómo se te ocurre darle nuestra dirección!?
—¡Na! Llevas meses saliendo con él si fuera un loco ya te hubiera destripado hace tiempo, no necesitaba saber tu dirección para eso.
—¡Ja! ¿te crees muy gracioso, no?
—A veces, tengo mis momentos...
—¡Eres insufrible!
—Niños —dijo una voz grave apareciendo por el pasillo— ¿A qué viene tanto alboroto? es muy temprano...
Era un chico alto y fuerte muy corpulento, pasó descalzo junto a ellos, mientras esquivaba los cereales del suelo y pasaba a la cocina.
—Ya no se ni para qué me pongo despertador, siempre que llegáis del trabajo hacéis tanto ruido...
—Perdona —dijo Iruka levantándose del regazo de Kai.
Kai se quedó allí sentado comiéndose los cereales que le había caído sobre la ropa.
—Tendremos más consideración a partir de ahora.
—No, si no va a hacer falta. Chicos, cuando Kyora se despierte tengo algo que anunciaros a los tres...
Kakashi llego al portal de Iruka a las cinco menos veinte. Sabía que Iruka llegaba a casa sobre las siete de la mañana así que había tenido tiempo de sobra para dormir. Pese a eso le había parecido de todas formas muy extraño que cediera en tantas cosas; como quedar de día o darle su dirección, sin embargo no quería pensarlo y simplemente era feliz.
«Puede que ya solo está empezando a abrirse», pensó sonriente
A las cinco menos cinco el portal se abrió. Era Iruka. Esa era la segunda vez que le veía de día y fuera del club y estaba, si podía, aún más guapo que aquella primera vez.
—Hola —dijo tímido sin saber muy bien qué procedía. Pero Iruka se acercó despacio a él y le beso en la boca. Kakashi no lo esperaba y para cuando reaccionó Iruka ya se había apartado.
Subieron al coche e Iruka parecía algo distraído.
—¿Sabes? estaba convencido de que no ibas a querer venir.
—Es que pienso que no necesita hacerme regalos señor, solo es eso.
—No se trata de regalos, es solo que si vamos a ir de viaje me tienes que decir qué cosas te hacen falta. Además, un juego de maletas no es un regalo muy romántico. Si tuviera esas intenciones te regalaría otra cosa.
Iruka se rio le hacía gracia la palabra "romántico" en la situación en la que ellos se encontraban.
La tarde en el centro comercial fue mejor de lo que esperaba. Jamás había salido así con un cliente y para su sorpresa fue bastante agradable. Él le tomaba de la mano cariñosamente e Iruka se atrevía a darle caricias más intensas cuando nadie miraba. Al final compraron unas maletas rojas a juego para los dos, lo cual a Iruka le parece ridículo pero a Kakashi le gustaban así que no protestó, total; el que paga manda, pensaba Iruka.
A las dos horas ya habían terminado y volvieron al parking del centro a buscar el coche. Kakashi estaba muy disperso últimamente y le costaba concentrarse y recordar cosas como dónde diablos había aparcado su coche así que se divirtieron dando vueltas un rato por el aparcamiento.
—Me suena que estaba en una plaza impar. Veinti y... algo o algo acabado en dos...
Daban vueltas arrastrando las maletas.
—Las vamos a desgastar antes del viaje —bromeó Iruka.
—¿Has avisado ya en el trabajo?
—Oh, ¿no es aquel?
—Sí, el negro, buen ojo. Dime, ¿ya lo saben?
—Aun no, solo lo sabe un amigo mio.
—¿Un amigo?
—Sí, mi compañero de piso, el que le dije que también trabaja en el club, le hablé de él ¿recuerda?
—Ah, sí... —llegaron hasta el coche y Kakashi abrió el maletero— ¿es tu mejor amigo o algo asi?
A Iruka por un segundo le pareció celoso así que se acercó por su espalda y le brazó, lo hizo para reconfortarle a él, pero se sorprendió de lo agradable que él mismo sintió aquel abrazo.
—Solo un amigo, al que a veces mataría. No debe preocuparse...
Kakashi sonrió y guardaron las maletas dentro. Después subieron al coche y salieron a la carretera.
—Es pronto, las siete y media ¿no? —dijo mientras conducía— ¿Quieres que cenemos juntos hoy? Y luego te acero al trabajo, tranquilo no voy a acapararte también toda la noche.
Iruka se quedó callado, y Kakashi creyó adivinar en qué pensaba.
—Si te quedas un par de horas acenar pienso pagártelas tranquilo, y además tú puedes elegir el sitio.
Iruka alzó la vista y miró a Kakashi que tenía los ojos fijos en la carretera.
Kakashi tenía la mirada triste desde que le conoció pero en algunos momentos un destello brillaba en ellos y a Iruka le gusta pensar que ese sentimiento era por él. A él también le hacía sentir así, pero si todo fuera distinto; si todo fuera más fácil.
—Sí me gustaría quedarme a cenar con usted —Kakashi sonrió— Y sé donde quiero cenar.
—¡Que rápido!
— Sí, verá hoy usted ha descubierto donde vivo yo así que quiero cenar en su casa, así sentiré que estamos empate.
Kakashi apartó un segundo la vista y le miró de reojo. Cada día le gustaba más Iruka.
Kakashi vivía al otro extremo de la ciudad en una urbanización en la que Iruka jamás hubiera pensado estar. Las casas tenían un bonito jardín delantero y todas estaban separadas por muros las unas de las otras. Todas eran de diseños de ensueño y la de Kakashi era un bloque gris con unos grandes ventanales y un cerezo en el jardín que en esa época del año no tenía ni una sola hoja.
Pasaron la verja metió el coche en el garaje. Este estaba en el subterráneo de la casa e Iruka pudo ver que tenían una motocicleta y otros dos coches aparcados dentro del garaje. Subieron por una escalera y llegaron al zaguán de la casa.
—Bueno, bienvenido —dijo Kakashi. Apagó la alarma de seguridad y pudieron cruzar al salón.
—Puedes sentarte mientras le digo a la criada que nos prepare algo.
—Ah...
—¡Es broma! Andando a la cocina, aunque te aviso que a mí se me da fatal.
Iruka se rio.
—Ahh... A no ser que ¿quieres que te enseñé la casa? Es lo que se hace con las visitas.
—No es necesario...
—Sí, vamos hace años que no venía nadie nuevo aquí —le tomó de la mano y lo llevó escala parte de fuera.
Dieron la vuelta a la casa mientras Kakashi le explicaba que en el tiempo en que su padre se instaló allí le cuidaba el jardín, y ahora que solo venía muy de vez en cuando a visitarlo ya no le dedicaba tanta atención, pero aun así se veía espectacular.
—Mi padre se dedicaba a la seguridad por eso se jubiló tan pronto, y ahora le ha dado por la jardinería, para mí mejor.
También había una caseta de perro con un cartel que decía "PAKKUN" y Kakashi le explicó que su padre le trajo un perro un tiempo para hacerle compañía pero que al final se lo había vuelto a llevar con él por lo bien que habían congeniado.
—Tenían un montón de perros, pero cuando me pasó eso dejé de poder cuidarlos y se los llevó. Después me trajo un cachorro para que me hiciera compañía pero no funcionó y cuando se fue se lo llevó.
Iruka notaba que Kakashi hablaba con devoción de su padre y se notaba que le quería por encima de todas las cosas, y por primera vez Iruka envidió a Kakashi, pero no por todas las cosas tan bonitas y caras que le enseñaba sino por esa relación que tenía con su padre, y por el amor que había en su voz al hablar de él.
Después pasaron adentro de nuevo y subieron a la planta de arriba. Iruka le seguía y le gustaba el entusiasmo de Kakashi pero realmente, de todo corazón, ¿si le apetecía ver la casa de un rico para luego volver a su piso de noventa metros que compartía con otros tres tíos? Pues naturalmente que no.
Aun así dibujó una sonrisa, no hipócrita, más bien complaciente, educada, y le siguió hasta el final de las escaleras. Kakashi caminaba delante y hacía algún comentario sobre un cuadro o decoración sin más.
Kakashi pasó de largo un par de puertas diciendo que eran un baño habitaciones vacías mientras se dirigía a la del fondo que era la suya, pero en el trayecto algo llamó la atención de Iruka.
—¿Y esta de aquí? ¿Por qué tiene una cerradura? —se atrevió a preguntar descaradamente, cuando era obvio que Kakashi había preferido ignorarla. Kakashi se detuvo ante la nombrada puerta.
—Ah... esto —Kakashi sintió nostálgico mientras apoyaba la mano en el picaporte—, es un cuarto oscuro.
—¿¡Qué!? Tiene eso aquí en casa... En el club hay uno pero no le veía a usted tan dispuesto.
—¿¡Cómo!? ¡No! No un cuarto oscuro de esos... No, Iruka, que mente... hablo de fotografía —giró el picaporte y abrió la puerta—. Lleva años abandonada, pero en su dia puse la cerradura porque odiaba que mi padre entrara de golpe y se me revelaran todas las fotografías.
Iruka pasó dentro y Kakashi prendió el interruptor de la luz Era una habitación pequeña para lo grandes que eran las demás de la casa. Tenía archivadores, ficheros por las paredes, botes de productos que no sabía qué era pero podía imaginar y un par de cuerdas que cruzaban de lado a lado, como un tendedero, y en parte para tender eran.
—¿A usted le gusta la fotografía? No lo hubiera imaginado —dijo acercándose a las pareces que estaba llena de imágenes enmarcadas. También se fijó en que aunque se notaba por el orden que estaba en desuso no había un gramo de polvo en ningún lado.
—Me gustaba...
Iruka se fijó más en una de las imágenes que colgaba de la pared, en ella salía una pareja con un bebé en los brazos. No estaba seguro pero el hombre parecía al tipo de la barba, pero no podía asegurarlo. En la imagen los tres salían desnudos de torso para arriba, abrazados: era muy artística. En la esquina había serigrafiado un nombre.
—¿Sukea?
—Eso... —rió— Era solo un seudónimo. Esa fotografía la envié a un concurso pero me daba vergüenza poner mi nombre real. Al final gané y me la regalaron con el marco y la firma grabada.
—¿¡Ha ganado un concurso!?
—Va... pero de revistas de la ciudad de muy poca monta, me presentaba a todos así que por estadística...
—A mí me parecen todas preciosas, no imaginaba esto...
—¿Te gustan de verdad? —dijo acercándose a él por la detrás y apoyando una mano en su espalda, mirando la fotografía.
—Claro... Incluso me da envidia. Yo siempre he querido tener un álbum de fotos, como un reportaje, ¿sabe? ¡Oh! ¡Hágame uno!
—Iruka, no sé... hace muchísimo que no toco una cámara...
Iruka sabía muy bien que volver a fomentar esa afición le iría bien, sería sano y positivo para Kakashi.
—Venga, por favor, siempre he querido uno pero son muy caros... ¡Oh! Tengo una idea, ¿por qué no me paga en fotos lo que me iba a dar por la semana fuera? Por la semana del viaje.
—¿En fotos? ¿Qué dices?
—Sí, usted me hace un reportaje fotográfico aquí en su casa y luego me las da como pago, ¿no le gusta la idea? Yo tendría mis fotos y usted no gastaría tanto en el viaje.
Kakashi tenía clarísimo que no pensaba pagarle con fotos, pero le gustaba pasar tiempo con Iruka. Y volver a coger una cámara.
—Está bien. Suena divertido.
—Pues el próximo día que nos veamos mismo podemos hacerlo —le sonrió.
Kakashi le devolvió la sonrisa, y pensaba procurar que ese "próximo día" fuera lo más pronto en el tiempo posible.
Le terminó de enseñar la planta de arriba, sin parar demasiado en su habitación, y lo último que visitaron fue la cocina. Que era no menos espectacular que el resto de la casa. Solo en electrodomésticos para la cocina tenía más invertido que él en todos los muebles de su casa. Además estaba seguro de que viviendo solo no usaba ni la mitad. El mundo estaba tan desequilibrado.
—¿Qué tenías pensado cenar? ¿Te gusta todo?
Iruka seguía impresionado. Por un microsegundo, tal vez menos, tuvo la mala idea de que con un poco más de encanto podría tener la mitad de todo y si tuviera la suficiente picardía podría tenerlo todo.
«¿Qué digo? No, esto es alucinante pero es suyo». «Y él es tuyo», dijo otra parte de sí mismo, como una esquizofrenia fatal.
—¿Iruka? ¿Estás bien?
—Sí, perdone, cualquier cosa me vale, yo me lo como todo.
Decidieron que harían filetes de pechuga empanados y una lechuga. Kakashi no lo supo hasta ese momento pero Iruka cuidaba mucho su alimentación debido a que debía tener un aspecto físico agradable.
—Vaya, mira qué hora es y aun no hemos cenado... ¿No se enfadan si llegas tarde? —preguntó mientras preparaba la ensalada e Iruka se encargaba de preparar la harina y sazonadores para el pollo.
—No, mientras a final de mes paguemos bien.
—¿Cómo que pagar?
—Ah... Bueno, no es pagar "pagar"... La habitación me la presta el jefe, digamos, para que pueda ganar dinero, así que se queda un porcentaje, pero nada exagerado.
—¿Como si alquilaras una habitación? Ya... ¿y si un mes no puedes?
—Como todo, te embargan. No se ponga así vamos, no es un mal sitio. El jefe es muy legal, si cumples las reglas se vive bien.
—Ah, ¿pero que tenes reglas? ¿De qué tipo?
—No quiero hablar de esto.
—Iruka... ¿qué reglas tienes? —dijo serio, pero Iruka sonrió despreocupado.
—Lo normal, usar preservativo siempre, asegurarte de que te pagan, no podemos rechazar a un cliente sin un motivo fuerte, por ejemplo; hay una norma, no escrita claro, que es que el cliente me puede golpear mientras no me deje marcas, pues si hubiera uno que siempre me las dejara lo puedo rechazar... No sé, lo normal ya le digo.
Kakashi miró a Iruka, ahora estaba sacando los filetes de pollo de la nevera, tan distraído y bonito ¿cómo podía estar acostumbrado a rsa vida?
Caminó hasta a él y le abrazó por la espalda, rodeó con sus brazos la cintura de Iruka y le besó despacio en el cuello. Después le susurró al oído.
—Deja eso, Iruka y ven conmigo...
—No, Kakashi. Creí que hablamos de esto.
—Pero...
Iruka se apartó.
—¿Le pongo ya la harina? —preguntó sin más, ignorando por completo a Kakashi y su siempre insistente propuesta.
—Sí...
—¿Cuántos trozos hacemos?
—Haz todos ¿sabes? Desde que dejé la medicación he recuperado el apetito.
—Me alegro mucho, señor.
—Y también estoy recuperando otras cosas... —metió la mano en la harina y dibujó un círculo con el dedo— desde hace unos días, me noto... Por las mañanas... Duro. Pero he intentado ag... Me cuesta mucho decirlo —dijo fingiendo una sonrisa.
—Pues hable, estamos en confianza.
—Pues que he intentado masturbarme y no llego, tardo y tardo y nada, al final lo dejó por imposible. Pero ya está; solo quería informarte. Tal vez para la semana que viene, en el viaje ya esté bien
—Eso sería estupendo... —dijo Iruka coqueteando con Kakashi y golpeando un lado de su cadera con la de Kakashi.
—No me empujes... —rió Kakashi.
Pero Iruka volvió a acercarse, esta vez con todo el cuerpo.
—Así que ha practicado usted solo. Muy mal. Así no me deja ganarme el sueldo.
—Quita, que estamos cocinando. Sé serio... —se reía.
Iruka siguió con su coqueteos y bromas y a Kakashi le hacía mucha gracia esa forma de comportarse. Pronto le siguió el juego y la cocina acabó hecha un estropicio. En algún punto lo que era una receta y una charla amigable se convirtió en un juego de risas y caricias, con cosquillas y bromas, hasta que la camiseta de Iruka término enharinada igual que parte del suelo.
—Lo siento ya lo limpio —se preocupó Iruka y se agachó con un trapo, pero Kakashi se arrodilló frente a él.
—Déjalo, ve a limpiarte tú primero.
Iruka no creía que podía haber dado con un hombre tan tierno. Hasta que él pasó un dedo por el puente de su nariz fijo en la línea que había trazado.
—¿Qué miras? —dijo enfadado, pensando que le había pasado el dedo por su cicatriz -algo que odiaba que hicieran-, hasta que vio que Kakashi tenía el dedo lleno de harina.
—Eres precioso Iruka, pero tienes harina hasta en la cara; ve al baño.
Iruka se acercó despacio hasta Kakashi y le besó. Se sintió tonto por haberle hablado mal y para compensar llevó una mano a la rodilla de Kakashi y este sintió su mundo temblar. Era indescriptiblemente agradable sentir ese contacto.
Sin embargo le tomó la mano y le detuvo.
—Aún no... Ve al baño, en serio, yo limpio esto.
Iruka se quedó embobado de nuevo al ver el lujo de aquel baño y eso que era apenas un inodoro y un lavabo.
«¿Cómo será donde tengan la bañera?». Se lavó la cara y se limpió la camiseta lo mejor que pudo. Se miró fijamente y pensó en que estaba haciendo con su vida. No debía tener ese sentimiento en el pecho; no le traería nada bueno, enamorarse ahora no entraba en su plan. También tenía restos de harina en el pelo así que tuvo que limpiarlo también y tardó más de lo que hubiera querido. Mientras se enjuagaba el pelo pensaba en que Kakashi le estaba tratando tan bien, él quería poder pagarle, con lo único que podía, toda esa atención que llevaba tanto tiempo dedicándole.
«Se dejó las pastillas hace ya bastante, debería empezar a funcionar, pero él no parece muy interesado en eso por el momento. Creo que me está respetando... Pero yo no soy su novio, soy un... ¡Eso! Y me he de portar como tal. Dice que lo ha intentado pero no llega. Sin embargo puede que solo le falte el estímulo suficiente».
Cuando salió del baño recorrió todo el pasillo, se había lavado un poco el pelo y había decidido no volvérselo a atar, intentando complacer a Kakashi quien en varias ocasiones le había halagado al llevarlo suelto.
Pasó a la cocina y lo encontró de espaldas. Era más alto que él y tenía la espalda ancha, siempre le había gustado eso de los hombres. Así que se lanzó; pegó su pecho contra su espalda y su cadera contra su trasero. En un segundo llevó una mano a su abdomen y la otra la bajo sensualmente hasta su entrepierna.
—Señor, ¿y si dejamos la cocina y me da usted otra cena...? —dijo al tiempo que le agarraba sin reparo el miembro y se lo apretaba.
—¿Qué?
—¿Iruka? —escuchó a su espalda.
—¿¡Qué!? —gritó Iruka al girarse y ver a Kakashi tras de sí con una fregona y el cubo.
El hombre de la cocina se giró casi asustado, pero Iruka se asustó más, al ver una versión envejecida -no demasiado; unos cincuenta y pocos años—, de Kakashi.
—¿Papá, cuándo has llegado?
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