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Capítulo 4

-Una vida en el infierno.-

POV Narradora 

¿Crees... que el daño físico es peor que el emocional? ¿Crees que una apuñalada es más dolorosa que palabras hirientes que vienen de alguien querido? ¿Crees... que es mejor soportar esas palabras que suicidarte?

—— ——

—Nami, ¿En serio estás bien? Esas vendas se ven muy sucias y rojas.—Dijo Chopper mientras olía las vendas de su amiga.

—Si, no te preocupes, Chopper.—Dijo la pelirroja mientras acariciaba la cabeza de su amigo reno.

Chopper y Law seguían inconformes con la respuesta de Nami, pero no podían obligarla a decir algo. Al final, decidieron ignorar el hecho de que su amiga estuviera rara.

—Nami-ya, iremos por allá un rato.— Habló Law mientras señalaba un lugar con un gran árbol.

Nami solo asintió mientras se encontraba metida en sus pensamientos; preocupando más a sus amigos. Law y Chopper se fueron caminando de espaldas, mientras miraban a Nami con mucha preocupación.

—Yo sé que no está bien, algo debió de haber pasado.—Dijo Chopper.

—Si, N-Nami-ya no es así.—Concordó Law.

—Debemos hacer algo para hacerla sentir mejor.—

—¿P-Pero que?—

—Tal vez... hmmm, la verdad no lo sé.—

—¿Q-Qué tal si le cocinamos algo? Ella nos trae de comer siempre, y nosotros no hemos hecho nada por ella.—

—Tienes razón. Vayamos a la cocina de este lugar y preparémosle algo.— 

Seguidamente, Chopper y Law se escabulleron de Nami para entrar al hospital. Mientras, Nami estaba perdida en sus pensamientos; recordando las cosas que una de sus pacientes le dijo.

Flashback

Nami se encontraba caminando hacía la otra puerta, la cual estaba un poco lejos de la de Carrot y Franky. Estaba nerviosa, no sabía cual paciente era el siguiente, ¿Y si era el psicópata? Su reciente herida le preocupaba mucho. Decidió ignorar ese pensamiento, no podía pasar nada malo. 

Luego de unos segundos llego a su destino; una puerta con el numero "300" en color celeste. Abrió la pequeña ventana y busco con su mirada al paciente.

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

Nami no recibió respuesta, preocupándola hasta cierto punto. ¿Era posible que hubieran habitaciones vacías? No, no era posible. La pelirroja siguió buscando con su mirada hasta que notó algo justo al lado de la puerta.

Una chica de cabello azabache y ojos azules la estaba viendo fijamente. No la había visto debido a que estaba fuera de su rango de vista. Nami se había asustado un poco por la chica, quien solo la miraba con una cara enserio. Se quedo callada por unos momentos, mientras la mujer la miraba de forma espeluznante, luego tomó el valor de hablar.

—Ah... H-Hola.—Dijo Nami.

—Hola.

—Yo... me llamo Nami, tú eres Robin, ¿No?

—Si.

—Ok... Huh.

Nami se sentía un poco incomoda, pues Robin la miraba fijamente con una cara que da mucho miedo. Robin se le quedó viendo por unos cuantos segundos más, para luego irse a sentar a su cama. Nami solo la siguió con la mirada y luego saco unas llaves que tenía con ella. Podía entrar a la habitación de los enfermos si quería, pero iba bajo su propio riesgo.

Abrió la puerta de Robin, y luego se dirigió a ella. Robin solo la vio por unos momentos con un semblante neutro. La pelirroja la vio por unos momentos, y luego desvió su mirada un poco incomoda. Se había traído la comida consigo para poder darle de comer a la azabache, así que solo tomó un plato de comida, y lo puso en la cama.

—Bien, te he traído la comida, Robin.

—Si, me di cuenta.—Dijo la oji-azul mientras miraba la bandeja de comida.

Nami solo se dio un golpe de forma mental, estaba diciendo lo obvio. Sacudió levemente su cabeza, y luego puso una sonrisa. Buscó en el carrito un tenedor, y al encontrarlos los uso para tomar un poco de comida. Robin miro fijamente el tenedor, y luego acercó su boca para poder comerlo.

—Está bueno.

—Me alegra que te guste.—Sonrió Nami con los ojos cerrados.

Abrió sus ojos de nuevo, y no supo cuando, pero la comida había desaparecido. Miró a Robin con mucha sorpresa, y la mencionada solo le dio una pequeña sonrisa escalofriante. 

—Gracias por la comida, Nami-san.

—Que rápida eres, Robin....

La azabache solo soltó una pequeña risa, indescifrable para Nami. La pelirroja soltó un suspiro y luego se levantó de la cama. Miró el carrito de comida, lo tomó y estaba por irse del lugar.

—Adiós Robin, nos veremos mañana.—Habló Nami con una sonrisa.

—Si, no puedo esperar para volverte a ver, fufufu.—Dijo con su mismo tono neutro, pero con su sonrisa extraña en los labios. 

Nami solo asintió y se dedico a salir de la habitación, cerrando la puerta al estar afuera. Estaba por cerrar la puerta, pero entonces notó algo extraño. Revisó con su mirada el carrito, sintiendo que faltaba algo. El carrito no era el mismo, no lo sentía igual.

—Aquí... falta algo. Pero todos los cubiertos están aquí, no falta ningún plato. Entonces... ¿Por qué siento que falta algo?

Nami miro con más cuidado, mirando cada rincón del carrito, pero nada. Nami estaba por rendirse, pero luego tuvo un mal presentimiento. Volteó a ver la puerta de Robin, mirándola por unos segundos. Seguidamente, se acerco a la pequeña ventana y asomó su cabeza. Buscó a Robin con su mirada, y la encontró sentada en el suelo, viendo a la pared y dándole la espalda. A la pelirroja se le hizo muy extraño y sospechoso, así que decidió entrar.

Robin se sobresalto un poco y volteo a ver a Nami con sorpresa. Nami se le acercó al ver que Robin tenía algo en su mano. La levanto de golpe del suelo, y luego tomó sus dos manos. Se sorprendió mucho al ver un trozo mediano de metal filoso con algunas manchas de sangre. 

—¡¡No puede... !!

Robin se soltó del agarre de Nami y se alejó de ella con rapidez. Mientras se alejaba, posicionaba la punta del metal justo en sus venas, y estaba por introducirla, cuando Nami se le lanzó encima. El filo aun estaba apuntando a las vena, y Robin vio eso y aprovecho la caída para ensartarla más rápido. Nami no lo iba a permitir.

Entre las venas y el metal, se interpuso la mano de la pelirroja, quien solo soltó un gruñido fuerte al recibir daño nuevamente en su mano. La azabache se sorprendio mucho ante ese acto, sacó de inmediato el metal y lo arrojo lejos. Su intención no era dañar a los demás, y menos a la persona que le acaba de dar de comer, había mordido la mano que la alimentó. 

—Yo... ¡¡E-En serio lo lamento!! ¡N-No quería lastimarte, e-en serio!

—Si... N-No te preocupes. Yo fui la que atravesó mi mano, a-así que no te preocupes.

Robin solo se le quedó viendo por unos momentos, y luego soltó un suspiro pesado. Nami se quitó de encima de la azabache y tomó el metal, analizándolo. ¿De dónde sacó el metal? ¿Cómo está tan filoso? Desvió su mirada al carrito, a las patas en especial, y ahí lo notó. En la parte que no es visible, a menos de que notes bien, había un agujero mediano. 

¿Cómo logró sacar un pedazo de metal? ¡¡Era metal!! ¿Cuál era la fuerza de está chica? Metal... ¡¡Maldito metal!! Y más importante, ¿¡Cómo lo tomó!? La pelirroja volteó a ver a Robin, quien seguía en el suelo sin mirarla, se sentía arrepentida.

—Robin... ¿Por qué tomaste este trozo de metal?

—Para nada en particular...

—¿Para nada? Robin, casi te quitas la vida. ¿Sabes cuanto hubieras sufrido si te cortabas las venas?

—Si, iba a morir de forma lenta y dolorosa. Cada que fuera perdiendo sangre, me sentiría débil, no podría ni moverme. Con 2.5 litros pedidos mis músculos no podrán moverse, mi conciencia estará nublada, solo podre pensar y despedirme de mis seres queridos, seguidamente, perderé más sangre y moriré. Es la mejor forma que tengo de morir, así  podre despedirme de las personas que quiero.—Dijo Robin mientras se sentaba con la mirada pegada en el suelo.

Nami solo se le quedo viendo con cierta tristeza en sus ojos.

—Pero... ¿No crees que todavía puedes ser feliz? Si sigues viviendo... cosas buenas te llegaran a la vida.—Dijo Nami mientras recordaba las palabras de alguien muy querido, alguien que había partido al cielo hace poco.

—¿Cómo ser feliz... con una vida como la mía? Mis padres murieron a mis 8 años, mis tutores eran una completa mierda, todos se alejaban de mí. Hace tiempo creí haber encontrado mi razón de vivir, pero... también me traiciono. Se volvió loco y nos quiso asesinar. No puedo hacer nada en mi vida, todo se derrumba de forma rápida.—Habló la oji-azul con lagrimas en sus ojos, mientras se tocaba su vientre con una mano, y cubría su boca con la otra.

Robin ya no quería estar ahí, no quería ser un estorbo en la sociedad. La vida la dejaba crear pilares en los cuales podía subir, para luego tirarla desde lo más alto, haciéndole el mayor de los daños posibles. Pero ella no había recibido un daño físico desde hace mucho tiempo, ella no le tomaba importancia a ese daño. El daño que más le dolía, era el emocional.

No solo estaba el hecho de que su amado los quiso asesinar, sino, le dolía el hecho de que él también sufría de forma horrible. Entro los dos se habían jurado proteger, pero ninguno cumplió su  promesa. Ambos estaban más que ciegos, sufriendo el peor de los daños. Estaban en el mismo hospital, pero no sabían como hablar. Ella, ella había perdido el tacto y la amabilidad, ¿Y él? Él había perdido la simpatía.

Nami solo la podía ver con pena, no sabía cuanto más habría sufrido esa pobre mujer, pero con lo que le dijo, ya sabía que no fue nada lindo. Intento acercarse a ella, pero Robin reacciono y se alejó de inmediato. Las lagrimas seguían brotando de forma horrible y exagerada, Robin había recordado sus momentos más oscuros en su vida.

—Nami-san... ¿Crees... que es mejor seguir viviendo mientras escuchas a las personas más queridas... decirte cosas a las espaldas? ¿Crees que el daño físico es peor que el emocional? ¿Qué te duele más... una apuñalada o una palabra hiriente de alguien querido? ¿Cuál duele más? Llevo buscando esa respuesta desde hace mucho tiempo... y no puedo encontrarla. Dime, ¿Tú... sabes la respuesta a eso?

—Robin...

La azabache se le quedó viendo a la pelirroja por un buen tiempo, mientras que la última estaba inmóvil. Robin... le recordaba a alguien.

—Robin yo... no sé que decirte. Yo...

—Si, lo presentía.—Suspiró con tristeza la azabache, seguidamente, le dio la espalda a Nami.— Por favor... vete de aquí, Nami-san.

Nami no dijo nada, no quería dejarla sola, en ese estado. Su instinto le decía que tenía que ayudarla, pero no sabía como. Para su caso... es necesario un psicólogo. Necesita alguien que sepa dar animo y ayudarla, pero ella... Nami no sabía como dar ánimos en este caso. Era un tema delicado para la azabache, y una mínima palabra mal dicha, le puede recordar su horrible vida. No era su amiga, así que no sabía como tratar con ella.

—Por favor... vete.

Nami solo suspiró derrotada, dio un vistazo en todo el cuarto, en busca de algún objeto cortante, pero no había nada. Bajo un poco su cabeza, y luego se dispuso a retirarse, estando segura de que no había nada que pudiera usar para lastimarse. Antes de irse por completo, miró de reojo a la azabache, la cual solo estaba sentada en el piso abrazándose a si misma. La miró con mucha lastima y tristeza, luego, se fue con rumbo a la otra habitación. 

No sabía que era el que tu amado quisiera matarte a ti y a tú, no, a su bebé, pero sabía que no era nada bonito. Nunca lo había pasado, pero se podía hacer una mínima idea de como era. Solo una mínima, porque nunca sabría mejor que nadie como se siente tener una vida en el infierno, que el que la está viviendo. 

Continuará...

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