Destinados
—Sam —me llamó esa estúpida voz.
—Déjame tranquilo —exclamé irritado, aún tratando de escapar de él por los inmensos pasillos de la escuela.
—¡Samuel! —me llamó una vez más.
El castaño me tomó del hombro jalándome con brusquedad.
—Merezco que al menos me des la oportunidad de explicarlo —dijo con molestia.
—¡Y yo no merecía que me engañaras! —exclamé.
Me di la vuelta dispuesto a irme, no quería escucharle más.
—Tu te fuiste —aclaró— te dije que te necesitaba y te fuiste.
Me giré molesto, estaba sacando de contexto los sucesos.
—Tu dijiste que me esperarías —contesté dolido.
Me fui dejándole ahí parado mientras las personas solo le miraban con lastima.
Las lágrimas empezaban a nublar mi vista, terminé sentándome en la primera banca que encontré, recargando mi cabeza en mis manos y cubriéndome para que no me vieran llorar.
—¿Estás bien? —preguntó aquella chica.
La miré con los ojos cristalinos, estaba sentada frente a mí, por las prisas ni siquiera me había dado cuenta de que ya estaba ahí.
—Que tonta pregunta, claro que no estás bien si no por que estarías llorando —dijo con media sonrisa.
Ella se sentó a mi lado y puso su mano en mi hombro.
—Puedes llorar, no te juzgaré —sonrió.
Mi instinto solo me hizo desbordarme, terminando por llorar en su hombro.
Aquella chica que conocía bien se llamaba Ann, una chica con la que nunca había hablado en mi vida pero sabía de su existencia, lo sabía por que había estado enamorada de mi, o al menos eso decían todos.
Cuando por fin me calme pude verla, era linda, una belleza diferente pero era linda.
—¿Ya estás mejor? —preguntó calmada.
—Eso creo —contesté cansado— gracias.
Ella sonrió y se volvió a sentar frente a mi.
—¿Esto es por Liam? —preguntó algo incómoda.
Ciertamente ella no era de nuestro círculo social por lo que me sorprendió que acertara.
—¿Por qué lo dices? —pregunté confundido.
—Bueno desde que regresaste no han estado juntos... ustedes siempre estaban juntos —contestó.
Y tenía sentido, antes del intercambio no había hora que no estuviéramos juntos, teníamos el mismo horario, las mismas clase, hacíamos todo juntos.
—Si, es por él —respondí desanimado.
Nos quedamos un momento en silencio.
—¿Quieres hablar de eso? —me preguntó no muy segura.
Solo suspire, necesitaba hablar con alguien imparcial, que no se pusiera de algún lado como lo habían hecho ya todos.
—Hace seis meses tuve la oportunidad de irme de intercambio a Barcelona, antes de irme él y yo... éramos pareja, él dijo que me esperaría pero no fue así... antes de volver me enteré de que me engaño con Sander —conté no muy orgulloso.
Ella solo se quedó pensando por un momento.
—¿Por qué lo hizo? —preguntó confundida.
—No lo se —contesté— porque es un idiota probablemente.
Ella sonrió y una pequeña risa salió de ella.
—Tal vez deberías escuchar el porque —comentó.
El timbre que marcaba el fin de la hora sonó, ella tomó sus cosas para irse.
—Oye yo... lamento nunca haberte visto de esa manera —dije, ella solo sonrió.
—No estábamos destinados a estar juntos —contestó.
Un chico alto llegó ayudándole a cargar sus cosas, besó sus labios y se fueron juntos a clase.
Tenía razón, no estábamos destinados a estar juntos.
Tomé el consejo que me dió Ann, así que fui a darle cara.
Lo encontré donde siempre solíamos estar, en nuestro lugar.
Solo que estaba compartido con otra persona.
—Estoy dispuesto a escuchar —le dije.
El castaño me miró, de igual manera tenía los ojos hinchados por llorar.
Su pareja pasó de mí, mirándome con odio y pensar que había estado enamorado de él alguna vez.
—¿Por qué? —pregunté cansado— porque me hiciste daño.
Él suspiró, una lágrima volvió a salir de sus ojos.
—Mi padre acababa de irse a batalla otra vez, tú y yo apenas y hablábamos por el horario, estaba reprobando clases... estaba solo —contó dolido— un día él solo se presentó y me trató bien... me hizo sentir... bien otra vez.
—Y te acostaste con él —le reproche— con quien fue mi primer amor, con el tipo que peor me hizo sentir sobre mi sexualidad.
Él solo suspiró frustrado.
—Uno no escoge a quien querer —exclamó.
—Tienes razón... aún después de tu traición te sigo queriendo, mierda aún te amo —contesté con lágrimas— pero me amo más a mi como para permitirte que me lastimes otra vez.
Me levante dispuesto a irme pero también dispuesto a quedarme.
—Espera...
El castaño me tomó y me giró con fuerza antes de que me fuera, sus ojos llenos de lágrimas me miraron.
—Yo... también te amo —susurró con la voz entrecortada.
—Solo lo dices porque quieres que me quede....
—Lo digo porque lo siento —exclamó interrumpiéndome — Sam... eres la única persona que he amado.
—Y Sander —ataque.
—Amo a Sander pero no de la manera que te amo a ti, él me hace sentir bien... pero tú me haces sentir vivo, sé que lo que te hice fue algo horrible pero si pudieras darme otra oportunidad —pidió.
Le miré cansado, no sabía que decir.
—¿Qué me asegura que no me volverás hacerme daño? —pregunté algo cansado.
Él suspiró con frustración.
—¿Qué me asegura que no me volverás abandonar? —preguntó mirándome con intensidad.
No sabía que contestar porque la verdad es que planeaba volver a irme.
—No puedo prometerte que no te volveré a lastimar ya que ni tú puedes —explicó— pero puedo prometerte amarte con todo mi ser.
Lo pensé por un momento, había tantas posibilidades de terminar mal... pero esta vida es tan corta que no intentarlo sería un desperdicio.
—¿Y Sander? —pregunté.
—Él entenderá —me aseguro.
—Entender que —dijo la montaña entrando.
Si bien yo no era alto pero él era un monstruo a mi lado, a comparación de mí él era todo lo que una mujer u hombre quisieran en una persona.
—San... —lo llamó Liam angustiado.
—Quieres dejarme no es así —contestó con angustia— en serio después de lo que este te hizo.
—Yo —remarque molesto— quien fue el que se metió en una relación sabiendo que había alguien de por medio.
En ese momento no me importo ser medio metro más bajo que Sander, simplemente me paré frente a él dispuesto a pelear.
—Tu te fuiste cuando él te necesitaba, lo dejaste solo... lo lastimaste —gritó escupiéndome en la cara— y tú, a pesar de saber lo que te hizo me vas a dejar.
—Escúchame Sander —se interpuso Liam— lamentó mucho lo que estoy por hacer pero para serte sincero yo no soy para ti, mereces algo mejor... no mereces a un idiota cómo yo.
Él sonrió algo molesto, un brillo siniestro se presentó en sus ojos.
—Bien... pero si yo no puedo tenerte nadie lo hará —contestó molesto.
Ni siquiera lo vi venir, con sus grandes músculos empujó a Liam desde nuestro sitio.
En lo alto del estadio mi chico cayó, estrellando su cabeza contra el fuerte pavimento que formaba las escaleras.
Desde mi sitio lo único que podía ver es como la sangre brotaba desde su cabeza, llenando de sangre una pequeña sección de las gradas.
—¡Liam! —grité con un nudo en la garganta.
El silencio del lugar me llenó de rabia.
—Lo mataste —le grité.
—No —dijo confundido— tu lo hiciste.
—¿Qué? —pregunté confundido.
—Estabas enojado porque te engaño así que empezaron a pelear hasta que cayeron los dos —contestó con una voz aterradora.
—No... yo... —no entendí que pasaba.
Él sonrió con esa expresión de satisfacción, había escuchado rumores de que Sander había hecho cosas, cosas que gracias a su puesto en el equipo de Americano lo hacían intocable.
—Sabes Liam cayó con tanta facilidad, me preguntó si tú flotaras antes de caer.
Antes de que pudiera decir algo un golpe me sacó disparado de mi lugar, por unos segundos estuve en el aire, Sander no estaba tan equivocado.
Mi cuerpo se estrelló con fuerza bajando una y otra vez.
Él dolor era insoportable pero caer a su lado y ver cómo sus ojos fríos e inertes me miraban fue lo que más me dolió.
Trate de levantarme pero no pude, me había roto la columna por lo que si sobrevivía lo más posible es que me quedara parapléjico o peor.
El ruido de los pasos se hicieron cada vez más fuerte hasta que estaban frente a mí, su mirada llena de satisfacción me hizo erizar la piel.
—Que bueno que no moriste, así podré gozarlo más —sonrió.
Con fuerza piso mi pecho, el crujir de mis costillas se escuchó, lo peor es que aún seguía vivo.
—Sabes yo planeaba dejarle —confesó riendo— si tan solo hubiera esperado... a mi nadie me deja.
Su rostro se transformó en odio puro, lo último que vi fue su pie golpear mi cabeza.
La historia de Sander muchos la creyeron, algunos pocos como Ann se negaron a creer la historia pero decidieron no hacer nada para no terminar como yo.
En lo último que pensé antes de morir fueron en las sabias palabras de Ann.
No estábamos destinados a estar juntos... al menos no en esta vida.
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