Capítulo 9: ¿Perdición?
-¿Hola, Kamala?
-No está aquí- respondió otra voz del otro lado.
-¿Dónde...está?- preguntó con temor la chica al otro lado.
-Perdida, señorita, hace unos días que perdimos contacto con su escuadrón- respondió aquella persona, manteniendo una firme cordialidad y respeto, como si su voz hubiera tenido que pronunciar temas semejantes constantemente- le informaremos como está su amiga en cuanto podamos. Tenga buenas tardes.
Lunella colgó el teléfono público. El temblor de sus manos había sido un insistente ser que le ejerció dicha acción. Había sido otro día más de servicio y uno con unas pocas horas libres que esperaba utilizar para hablar con ella y reposar de todo lo que ocurría. Sus palabras la hubieran transportado a otros momentos, pero ahora estaba sola en ese lugar lleno de desconocidos. Estaba nerviosa, su mención de "perdida" no era más que un mal presagio. Y ya estaba asumiendo lo peor. Sus mejores amigos, con los que convivió por más de 5 años, están muertos. Y ella era, otra vez, la única familia que tenía. Era ella su propia isla en medio del océano.
-¿Qué sentido tiene una isla sin nadie con la cual compartirla?
Lunella se marchó decaída y con ganas de llorar. Arrastrando una pierna, como si fuese una niña de 12 años, no tenía las ganas suficientes para seguir. No había ningún motor que la moviese, ya no. Solo caminó vacía, llegando a dar varias vueltas hasta toparse con el "comedor" improvisado del campamento.
-¿Quieres comer algo?- le dijo un oficial sentado en una mesa. La había visto perplejada en aquel lugar.
-No gracias...- contestó sin ánimo.
-¿Alguien murió, no es así?- dijo aquel oficial. Lunella no respondió, pero su gesto mostró cambio- Lo sé, es duro. Pierdes a alguien que era importante para ti, y lo extrañas, pero también temes no llegar a extrañarlo. Y eso te pone triste. Porque temes dejar todo lo que fue- el oficial hizo una mueca triste, no estaba conforme como tal al hablar de esto. Pero debía intentarlo- sé que no te ayudará mucho, pero te sugiero que comas algo. Te sentirás mejor. Tenemos cebolla, puede que no sea la gran cosa, pero es mejor que comer carne de tercera clase de un animal dudoso.
Lunella se quedó de pie unos momentos a la vista de planteárselo, movió un poco sus piernas intentando dar el merecido paso hacia las mesas. Dudosa pero tampoco sin quejas, hizo caso y cogió un plato: era solo cebolla cortada con algo de aceite de oliva. Cogió un tenedor e intentó saborear aquello; era solo movida por un nihilismo que le hizo actuar de esa manera.
-¿Estás llorando?- preguntó después aquel oficial. Efectivamente, "Moon-Girl" estaba llorando. Solo le había bastado un toque de su lengua para hacerla llorar. Pero su mueca no estaba hacia abajo; era una mueca hacia arriba. Estaba feliz y triste a la vez. Era algo tan simple. Un sabor tan simple que llevaba tiempo sin probar. Y, a diferencia de hace unos meses anteriores, no le picaba.
-Gracias- le dijo aquella chica. El extraño solo sonrió.
-A veces se necesita descansar para volver a ser feliz- aconsejó aquel hombre para proseguir con su comida. Así, unas simples palabras de entendimiento habían relajado un alma.
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La señorita Ross estaba acostada en su cama. Miraba el tejado, zambullida en las nubes de su mente. Cuestiones mantenían distraidas la mente de la General, quien, en última instancia, parecería solo querer pasar el tiempo en una laguna reconfortante donde tenía una excusa para permanecer. Puesto que, tras ya varios días, estaba lo suficientemente curada para intentar regresar a la arena. Pero no tenía las ganas de entrar a las calles encubiertas por edificios bañados en el humo. No tenía las ganas de levantarse de la cama; había tenido una seria cuestión, tan trostacada en su mente que impedía a la misma actuar.
-"¿Realmente confiaba en los militares...o decidí que debía de confiar en ellos?¿realmente lo hice porque quería, o porque quería comprobar algo?¿o acaso lo hice por mi padre?"- se preguntó Betty Ross, trastocando dicho tema en su velada. A los ojos suyos, había visto que tal picardía suya no podía ser realmente una decisión, sino una predisposición que se vio forzada a normalizar-" ¿y si...a la final terminé siendo como mi padre ante mi deseo de mantener su legado? ¿Pero, a la final, realmente no creo en estos valores?"- apretó sus manos-"no...yo no creo en estos valores. La diplomacia, la política...simplemente nunca fue lo mío. Siempre saltaba para detener a la gente sobre esa "justicia", sin importar qué leyes defectuosas y mentes corruptas se interpusieron. Yo quise ser "Red She Hulk" porque quería salvar a las personas; no seguir órdenes".
Betty se acostó hacia un lado para ver una pared agrietada. Sus fisuras sustrajeron sus pensamientos; aquella abertura daba ligeramente con el exterior, atenuando un poco la iluminación dentro de aquella bóveda oscura.
-"¿Debería seguir engañándome?¿debería mantenerme tal y como estoy?¿debo seguir...manteniendo los valores de mi padre?"- apretó ligeramente sus manos. La vivida sensación de estar haciendo un gran mal era evidente.
La abertura de la pared, sin ser demasiado vista por la señora Ross, había, por alguna razón, empezado a expandirse más. La luz entraba en aquella habitación oscura poco a poco.
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-《¡¡¡Estúpidos occidentales!!!》- gritó un hombre chino mientras miraba la noticia en la televisión de su país. Era mayor edad; de tercera Edad. Su edad rebosaba ya los 100 años, fruto de esto gracias a los avances chinos en medicina. Aunque no tenía ya la vista, conservaba la audición bastante bien para escuchar las noticias-《Siempre acechando...siempre queriendo arrebatar lo que nuestro pueblo lucha por conseguir. Siendo tan hipócritas como para llamarse socios para después apuñalarse en la espalda si la situación lo amerita》.
-《Papá, la comida ya está lista》- le dijo su nieta, una mujer con ya 35 años, mientras colocaba unos platos en la mesa-《Hija, llama a tu hermano a comer y a los abuelos》
-《Voy mamá》- contestó su hija, acatando la orden y dirigiéndose a sus cuartos.
-《¿Sabes lo peor de todo esto? Es que luego occidente se hace la victima con Oriente. Aún me acuerdo cuando acusaban a todos los árabes de "terroristas" por las Torres gemelas. Victimizando por el terrorismo islámico, pese a que los que lo sufren más son los propios países de Oriente en África. Y luego ellos son "las victimas". Puff, patrañas. Le donamos dinero, le hicieron préstamos nuestros gobernantes e incluso acordamos en algún momento el posible reparto de Alaska ¿qué obtenemos? Una acusación de invasión, ¡qué bárbaros!》
-《Abuelo...ven a comer y deja de hablar de eso》- le pidió amablemente su nieta.
-《Esperate, que soy ciego mujer》- se levantó con su bastón con cuidado para caminar-《Hay que ver como está todo...este olor...agradezco todos los logros que se hicieron para llegar a este punto de la felicidad. Cuando era niño, como mucho comía arroz》.
Los hijos de aquel anciano y su bisnieta llegaron al comedor pasiblemente.
-《¿y Yuan?》- preguntó la madre.
-《Salió por el patio trasero. Ha ido a darle de comer a un gato callejero, otra vez》- dijo la bisnieta, con un tono cotidiano que daba a entender una acción común en aquel muchacho.
-《Pues si vuelve a salir sin permiso, se quedará sin arroz》- anunció la madre como un presagio.
Un niño corría por las calles de Pekin, la capital de China, llevando en sus brazos una barra de pan. Era tanto pan que cualquiera se preguntaría para qué tanto. Se podía ver al niño metiéndose en un callejón de basura, aquella criatura sacó una barra de pan y lanzó una a un agujero que había sido excarvado detrás de un contenedor que estaba alado de una panadería.
-Aquí tiene, es el mejooooor pan del mundo señor Duende
-Gracias pequeño- le dijo una cabeza verde asomada- el señor verde te lo agradece
-No hay de qué señor Duende, ¡¡Todo sea por la paz mundial!!- dijo aquel niño.
-Claro que sí pequeño, claro que sí- aquella cabeza agarró el pan para empezar a masticarlo con sus mandíbulas. Había hecho varios pedidos a las semanas para que aquella criatura pequeña le trajese comida.
El niño se sentó cerca suyo sin temor, levantando la vista un poco para verlo mejor.
- Señor Duende, ¿por qué no sale del agujero?
-Estoy cómodo abajo- respondió rápidamente.
-¿Cómodo?¿pero no es mejor estar afuera? Ya sabe, estiraaaaar las piernas- el niño hizo una demostración, estirando su pierna hacia un costado.
-Ya saldré cuando me sienta a gusto. No falta mucho, tal vez mañana o en unos días.
- Genial. ¿Se encargará entonces de dar paz, no?.
-Sí pequeño, paz.
-¿Paz para siempre?
-Ah...no.
-¿?- el niño no lo entendió- ¿por qué no?
- Porque no. Siempre hay intereses. No se puede detener, solo minimizar, acelerar...es como el tiempo. Detenerlo es imposible.
- Ahhh eso es mentira- dijo aquel niño- sí se puede detener el tiempo.
-¿Cómo?- rechisto un poco aquella cabeza, le había hecho gracia.
-Con la memoria- respondió como una respuesta coordinada- mi mami dice que es la mejor bóveda de todas. Dice que nuestras mentes son lo mejor...y que pueden hacerlo todo. Solo tienes que tener las ganas de hacerlo y podrás.
-Ojala fuera tan simple.
-Bueno, creo que lo es, no sé, yo iré a comer señor duende, que tenga una buen siesta en su escondite.
-Muchas gracias
El niño había marchado a casa. Aquel ser estaba aún saboreando aquella pieza de cereal entre sus dientes. No estaba solo comiendo, estaba saboreando. Era un mero gusto que se podía permitir en esos momentos. Sus últimos sabores...sus últimas peripecias. E incluso dejar que aquel niño lo llamase como un "duende verde" era parte de ese toque. De pequeño siempre quiso ver uno. Pensaba que si veía a uno, podría cumplir cualquier deseo. Tal vez parar la violencia en el mundo. Pero eso no era nada simple. La violencia solo podía ser contrarrestada con violencia. Lo aprendió cuando siempre tuvo que cederle paso a su enojo para pelear.
Vió de lejos como el niño se alejaba entre el manto de la oscuridad. Era una inocencia en un mundo tan horrible. Y vió desde donde estaba como la luz ya no lo cubría y desaparecía de su vista, sin poder hacer nada más aceptarlo. Le produjo un cierto amargor, tal vez por la sensibilidad de la hora, tal vez porque ya su mente estaba siendo alterada ante el estado que estaba desarrollando, pero no pudo evitar sentir, aquel ser de orgullo, algo de tristeza. Había que dar un paso, y no se podía permitir dudar ni por el más mínimo sentimiento de culpa respecto a aquella criatura.
En eso, un niño volvió a su casa cuando estaba a punto de terminar de comer en ella.
-《Muchacho, ¡¡llegas tarde!!》- gritó uno de los ancianos del recinto.
-《Yuan, te quedaste con menos arroz》- le dijo su mamá.
-《Ayyyyy...no es justo mamá. Quería solo alimentar al gato》- contestó angustiado el pequeño.
-《Nadie te manda a alimentarlo》
-《¿y cómo es ese gato?》- preguntó su hermana.
-《Seguro que es blanco y negro, hay muchos por aquí 》- contestó la abuela, a la vez que ayudaba a comer al bisabuelo del niño.
- 《Si quieren lo traigo la próxima vez》- dijo aquel niño-《¡¡Les parecerá muy lindo!!》- contestó feliz, con fantasía de su parte. Aquel hogar entonces se mantuvo en una calidad y felicidad deseada por cualquiera, asemejandose a un refugio para el mundo.
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