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40: Final

Rodeé su cuello con mis manos, dejando reposar mi cabeza en su hombro, sintiendo como las lágrimas corrían por mis mejillas, necesitaba tranquilizarme.

Kim me apretó contra su pecho, intentando reconfortarme.

–Sé que debe ser duro para usted saber la verdad, saber lo que hizo, lo que todos hicieron –comentó comprensivo, sentía como buscaba hacerme sentir mejor.

–¿Qué hicieron ellos? –pregunté con la necesidad de saber más, de saberlo todo.

–Ellos sólo miran y callan, todos menos mi padre, él mira, calla pero también castiga.

–¿Tu padre también ha hecho que el fuego arremeta contra ti? –formulé sorbiendo mi nariz atascada por sollozos acumulados.

–Mi padre se dedicaba a apagar cigarrillos en la planta de mis pies cada vez que tenía la osadía de mirarla –confesó–, se lo mostraré.

Aquello me hizo entrar ligeramente en pánico.

Me quedé en shock cuando levantó las palmas de sus pies.

Sentí como si el aire de mis pulmones hubiera sido arrebatado, una presión infernal en el pecho que te hace querer gritar.

Veía como pequeños agujeros cubrían las plantas de Kim.

No podía dar crédito a lo que mis ojos veían.

–¿Tu padre te hizo eso? –pregunté sin poder creerlo.

–Mi padre me lo hizo a mi, tal y como tú padre se lo hizo a Jimin.

Aquello fue la gota que colmó el vaso.

Cuán equivocada estaba cuando pensaba que lo había entendido todo, aquella era la verdad que Jimin me ocultaba, lo que no quería que supiera, lo que no tenía valor para decir.

Mi memoria me trasladó a años atrás, cuando papá y Jimin discutían, como siempre sus discusiones eran acerca de lo que está bien y lo que está mal.

Jimin siempre había sido la clave de todo, Jimin siempre lo había sabido todo, desde un principio.

Papá castigaba a Jimin de la misma forma que era castigado Tae.

No podía dejar de llorar, sentía como un mito se había caído al suelo, como la imagen que tenía acerca de mi padre se desmoronaba en mil pedazos haciéndome sentir rabia, impotencia y estúpida por no haberme dado cuenta antes, por haber estado tan absorta en mis pensamientos, en mis problemas, tanto que no había sido capaz de ver los ajenos.

–Creo que Jimin ha estado intentando protegerla todo este tiempo, él no quería que usted supiera la verdad, ya sabe que siempre se ha empeñado en que nadie salga herido, sin saber que todos nosotros ya estábamos heridos incluso antes de comenzar –habló Kim acariciando mi espalda con suma delicadeza y ternura.

Me separé ligeramente de él, quedando nuestros rostros a escasos centímetros.

Mi cerebro en ese mismo instante iba a explotar, demasiada información, demasiados sentimientos y demasiados deberes pues aún no había salvado a Kim.

Cerré los ojos ante su atenta mirada, me hallaba perdida, desbordada.

Buscando en mi interior qué debía hacer ahora, recordé cada una de las conversaciones que había tenido con Jimin acerca de Kim.

"¿Cuando sabré que está listo?

Cuando sea él mismo el que te cuente todo, debe ser él."

Aquellas palabras habían aparecido en mi mente de la misma forma que aparece la respuesta a aquella pregunta de un difícil examen, aquel que llevabas toda la hora intentando resolver.

¨Algún día encontrarás más sentido a todas mis palabras Sookie y menos a las de papá¨

Entonces lo supe, todas las palabras de Jimin cobraron sentido, cuadraron en mi mente.

Kim debía saber la verdad, pues yo ya estaba al tanto de la suya.

Abrí mis ojos encarándolo.

Observé su rostro, con las mejillas ligeramente sonrojadas por la reciente acción.

Lo acaricié con la yema de mis dedos, viendo como él me miraba con tanta paz, como si se hubiera quitado una pesada carga, como si al fin hubiera confesado aquello que tantos años llevaba guardando.

No pude evitar sentir un leve escalofrío, haciendo que todo mi cuerpo desnudo se erizara.

Kim al percatarse de ello no dudó en prestarme su camisa, pasándola por mis hombros, cubriéndome con ella.

–Kim –lo llamé una vez terminó de colocar su camisa en mi cuerpo debidamente y poner sus bóxer de nuevo cubriendo su hombría.

Corrió hacia mí ante mi llamado, posando sus manos sobre mis muslos desnudos.

Sin pensarlo besé sus labios con ternura, preparándome mentalmente para todo lo que debía decir.

–¿Recuerdas el primer día que te quedaste a dormir en mi casa?

–Lo recuerdo –asintió–, dejando un casto beso sobre mis labios.

–¿Qué pasó?

–Cometí el error de quedarme dormido con usted a mí lado, me sorprendió tanto cuando abrí los ojos y la vi allí, le juro que por un momento pensé que no había sido capaz de despertar y que usted vendría a castigarme de nuevo.

Sus palabras me rompían, ahora entendía a la perfección el por qué de su repentina huida aquella noche.

–Tae –susurré ahogadamente–. ¿Qué te dije antes de que te quedaras a dormir? –pregunté buscando sus recuerdos de la misma forma que él había estado buscando los míos.

–Usted me pidió que me quedara, alegando que no tenía porque soñar todas las noches –suspiré aliviada, Kim recordaba todas y cada una de mis palabras como si acabaran de ser pronunciadas.

–Tu me dijiste que qué pasaría si lo hacías, qué pasaría si soñabas esa noche ¿Qué fue lo que te contesté Taehyung?

–Que no pasaría nada, sólo sería un sueño –susurró mirándome fijamente, dejándome ver en sus ojos su confusión.

–Nunca querías que viera tu espalda, que la tocara, apuesto a que tu tampoco lo has hecho –deduje haciendo que todo cuadrara aún más en mi mente.

–Mirar mi espalda y la planta de mis pies es algo que odio, me recuerda a todos los errores que he cometido y sigo cometiendo –pronunció con incipiente seriedad.

–Quiero que toques tu espalda Kim –pedí con necesidad.

–No –contestó con suma seriedad.

–Tócala –insistí.

–He dicho que no –se negó de nuevo alzando su voz.

No insistiría de nuevo, decidí tocarla yo misma con el propósito de que Kim abriera los ojos.

Pasé las yemas de mis dedos por su lisa y tersa espalda, libre de imperfecciones, libre de cicatrices ni heridas, pues estas sólo se hallaban en su cerebro y las plantas de sus pies.

No sabía que había sido peor, ver al fin su espalda y comprobar que en ella no tenía nada o hacerle ver a él que no tenía nada, que todo aquello había estado siempre en su cerebro.

Pude ver su expresión al sentir la yemas de mis dedos sobre el lugar que por nada del mundo me dejaría tocar, como sin siquiera parpadear las lágrimas caían por sus mejillas.

–Pero usted...–comenzó a hablar perplejo.

–No Kim, yo jamás he marcado tu espalda, todas las veces que me has pedido que recuerde no había nada que recordar Kim.

–No –negó con su cabeza, no accedería tan fácilmente–, miente de nuevo, se niega a aceptar la verdad porque le duele, se niega a aceptar que marcó mi espalda como castigo por faltar a mis votos con una mujer que no era usted –sollozó alejándose de mí, dejando de abrazar mi cuerpo y comenzando a colocar sus pantalones.

–Escúchame por favor –pedí–, Kim –lo llamé bajándome de aquella mesa y sujetándolo del brazo con fuerza, no podía dejarlo ir, no podía dejar que me dejara.

Lo abracé en contra de su voluntad, sabía que esto ocurriría, que él no quería estar conmigo después de saber la verdad.

–Kim por favor, tú siempre has buscado la paz en mí, déjame dártela –supliqué–, dices que soy la única que puede salvarte, eso es justo lo que estoy haciendo Kim, salvarte de tus propios pensamientos.

Kim se dejó hacer, dejando de ejercer fuerza, permitiéndome abrazarlo sin resistencia.

Negó con su cabeza hundiéndola en mi cuello, sollozando con fuerza.

–Déjame ayudarte, Jimin ya lo intentó una vez y no lo dejaste, no hagas que se vuelva a repetir, no te hagas eso, déjate ayudar por una vez en tu vida.

Mis palabras eran escuchadas por Kim, podía notarlo, podía sentirlo.

–Pero usted me ha dicho que me recordaba, que me recordaba con mis gafas y mi camisa abotonada ¿eso también es mentira? ¿Eso también es una ilusión? –habló aún con su rostro escondido en mi cuello.

–No Kim, si te he recordado, recuerdo aquel niño de 17 años sentado en esta iglesia, eso es lo único que recuerdo de ti.

–¿Y por qué está aquí? ¿Si solo recuerda eso de mí por qué vino a Seúl entonces? Yo sabía que venía a salvarme, sabía que Jimin la había llamado, pero porque pensaba que realmente usted recordaba, me recordaba, recordaba todo lo que había hecho –pronunció separándose ligeramente de mi para poder mirar mi rostro.

–No te equivocas, Jimin me llamó para que terminara lo que él no pudo, y si te soy sincera no te recordaba cuando llegué, mi hermano me pidió ayuda y yo se la di, es lo que hacen los hermanos Kim.

–Todo este tiempo ha sido todo una mentira, todos me habéis seguido el juego como si fuera real ¿por qué? –formuló desolado.

–Cuando Jimin intentó salvarte no lo consiguió, tu no estabas listo para ser salvado, te negabas a creer la verdad –acaricié su rostro con sumo cariño–. Todos te hemos seguido el juego para que pudieras darte cuenta tu mismo de que las cosas no cuadraban, pero las cosas no salieron como pensábamos, pensábamos que te darías cuenta solo pero no fue así –limpié su rostro de incontrolables lágrimas que salían sin cesar–. El día que me llevaste a la iglesia, tu intención de recrear la escena para que recordara nos hizo saber a Jimin y a mi que seguías estando igual de ciego que siempre, con una única diferencia, tu comportamiento –hablé recordando nuestra conversación–. Lo único que había cambiado era tu comportamiento, comenzabas a actuar de la misma manera que antes, tímido, avergonzado por tus actos, estabas volviendo al pasado –era increíble como su comportamiento había cambiado tanto desde el principio hasta ahora–. Otra cosa que Jimin y yo no previmos fueron mis sentimientos, no esperaba caer por ti Kim, pero lo hice y se me hacía imposible estar a tu lado con todo esto dentro, no contestar a tus preguntas con sinceridad, no poder confesar la verdad porque aún no estabas listo –pronuncié todas aquellas palabras como pude, con un gran nudo en mi garganta–. Pero ya no aguantaba más, por eso te llamé para hablar contigo, por eso te he traído a esta iglesia, como tu mismo querías hacer, recrear aquella noche para hacer recordar, pensé que así me contarías tu verdad, lo que según tu sucedió aquella inexistente noche que solo vive en tu imaginación, porque siempre has sido amenazado con la noche de los caídos, por que siempre has sido castigado por tus errores. Al morir tu padre ya no tenías a nadie que te castigara, nadie que te hiciera pagar el precio por faltar a tus votos, necesitabas un castigo porque es a lo que siempre has estado acostumbrado, necesitabas que las consecuencias por tus actos llegaran –solté aquellas conclusiones que por mi misma había sacado aquella tarde al descubrir toda la verdad–. Y llegaron, tres años atrapado en tu propia mentira, sin dormir, apartado del mundo, sin aceptar la realidad que te rodea. ¿No crees que ya es suficiente castigo Kim? ¿No crees que ya te has castigado lo suficiente por faltar a tus votos?

–Rompí mis votos y ni siquiera fue con usted –sollozó de nuevo arrepentido, al parecer aún no podía perdonarse aquello a sí mismo.

–Es por eso que yo soy tu verdugo en tus sueños, te castigas por haber faltado a tus votos y encima con alguien que no amas –deduje.

–Yo la amaba a usted, pero yo no existía ante sus ojos ¿sabe la de veces que he sido castigado por mirarla? –pronunció con sumo dolor.

–Ahora lo sé Kim, ahora lo sé todo –susurré pegando mi frente con la suya.

–¿Qué voy a hacer ahora? Todo lo que creía ha resultado ser una mentira –se lamentó relamiendo sus secos labios.

–Ahora es el momento de sanar las heridas, tus verdaderas heridas.

–¿Cómo? –preguntó perdido.

–Con ayuda, con la mía, la de la gente que te quiere y con la ayuda de alguien muy especial.

–¿Quién?

–Es un chico que conozco, es el mejor en su campo, él te ayudará a ahuyentar todos tus demonios Kim, y yo estaré a tu lado viéndolo, si me lo permites claro está.

Dije confesando mis futuros planes, aquella pequeñas fantasías que te creas antes de dormir, aquello que te encantaría que sucediera y que ahora no podía creer que estaba sucediendo.

Kim estaba asimilando la verdad.

–¿Quiere quedarse a mi lado? ¿A pesar de todo lo que le he hecho pasar quiere seguir conmigo?

Aquello me hizo sonreír, qué ingenuo era, sería capaz de seguir a Kim hasta el fin del mundo por el simple hecho de haberme hecho ser quien era, haberme concedido el privilegio de ser yo misma ante su presencia.

–Yo también soy un poco masoquista Kim –contesté con mi pequeña incipiente sonrisa.

–¿Podremos seguir follando respetuosamente señorita Kang?

Aquello me hizo sonreír ampliamente, a pesar de todo, a pesar de la verdad, los fantasmas y demonios nuestros corazones seguían latiendo desbocados el uno por el otro.

–Siempre Kim, eso siempre –pronuncié antes de acallar sus labios, posando los míos sobre ellos.

Aquel beso era más que un simple beso, era el beso que sellaba una etapa de nuestra vida, la etapa del perpetuo dolor, ahora alcanzaríamos una nueva, aún no estaba segura de cuál sería, ni tampoco cómo saldríamos de ella, sólo sabía que quería vivirla de la mano de Kim y todos sus actos tan tiernamente respetuosos.

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Esta es sin duda la novela que más dolores de cabeza me ha causado y la que más me ha costado escribir, por todos los detalles que tiene, detalles que explicaré detenidamente en la explicación, que presiento que será igual de larga que mis apuntes de historia de España.

Esta historia me ha hecho llorar, reír y pensar, sobretodo pensar.

Muchas gracias por haberla leído y por haber formado esas teorías.

Se me hace tan difícil despedirme de mis personajes😭😭😭

En la explicación contaré en qué me he basado para hacer esta novela y todo lo que he querido reflejar con ella.

Como siempre muchas gracias por leer❤❤❤

Love u Sinners 💜💜💜



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