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39: Horny Lessons ll

El cálido ambiente del vehículo nos resguardaba del frío que desprendían las calles de Daegu, podíamos ver como las hojas de los árboles eran movidas por el viento, como el sol era cubierto por una capa de nubes que amenazaban con largarse a llorar en cualquier momento.

De vez en cuando giraba mi rostro para poder observar a Kim, con su ceño ligeramente fruncido, sumamente concentrado en la carretera, y en cómo cambiar de marcha y dirigir el volante con una sola mano, pues la otra se hallaba bastante ocupada.

No había consentido soltar mi mano durante el camino, dejándome sentir sus largos dedos rodeando mi mano, que al lado de la suya se veía más que pequeña.

Ambos callados, disfrutando de la sola presencia del otro, sin palabras de por medio, tan sólo miradas y caricias era las compartidas durante el trayecto de aquel pequeño viaje, destino a la iglesia que había concebido más de un infierno.

Sentía como ambos queríamos disfrutar de aquel pequeño momento, pues sabíamos que dentro de unas escasas horas en aquella iglesia las palabras saldrían solas, a la par que la verdad y las lágrimas de culpa, arrepentimiento y dolor.

El trayecto pareció durar apenas unas décimas de segundo, aunque la verdad era que llevábamos más de diez minutos en aquel coche.

Kim buscó aparcamiento por los alrededores de aquella pequeña y estúpida iglesia, encontrando al fin uno en la mismísima puerta, al parecer el destino no quería que alargáramos esto mucho más, parecía que tres años habían sido más que suficientes.

Cuando apagó el motor Kim giró su cuerpo para poder encararme, acarició mi mano aún custodiada por la suya, antes de acercarlas a su boca donde dejó un casto beso, tal y como se hacía en la antigüedad, época en la que el dorso de la mano de las mujeres era besado con delicadeza.

Conectamos miradas, cosa que Kim esquivó mirando su regazo, estaba inquieto, podía notarlo en sus expresiones y en cómo movía una de sus piernas, casi como un incontrolable tic nervioso.

Posé mi mano libre sobre su inquieta pierna ganándome su atención y consiguiendo que dejara de moverla frenéticamente.

–Estoy algo nervioso señorita Kang –confesó mirándome con algo de culpabilidad.

–El sentimiento es mutuo Kim, pero ya no podemos volver a atrás, debemos entrar allí –comenté señalando la iglesia frente a nosotros con un ligero movimiento de cabeza.

Kim asintió antes de levantarse de su asiento y salir del coche, como si mis escasas palabras le hubieran dado el aliento y valor que le faltaban para seguir con esto.

Se apresuró a llegar a mi puerta con el propósito de abrirla para mi, mostrando sus dotes caballerescas que no abandonaba por nada del mundo, dejándome cada vez más maravillada, más extasiada, más deseosa de Kim, de sus acciones, de sus palabras, de todo lo que tuviera que ver con él y su forma única de hacer las cosas.

Salí de aquel coche con decisión dispuesta a entrar en esa iglesia de una vez.

Ambos caminamos a paso lento hacia las grandes puertas que daban entrada a aquel templo, con nuestras manos tiernamente entrelazadas, apoyándonos el uno al otro.

Kim hizo el honor de abrir las puertas, dejándonos ver a ambos el interior de aquella iglesia, trasportándonos al pasado donde él era un chico tímido y asustado de las consecuencias que traerían sus errores y yo era una chica demasiado influenciable, sin voz ni voto sobre si misma, una chica que buscaba consejo en las palabras de sus padres, en las palabras de su hermano, una niña que no sabía qué hacer con su vida, una niña consumida por la monotonía, una niña que no sabía quién era cuando veía su reflejo en el espejo.

En estos tres años las cosas habían cambiado tanto, el chico tímido se había vuelto un hombre, teniendo incluso el descaro de ofrecerme dar clases de sexo con él, y yo me había dado cuenta de muchas cosas, una de ellas era que ahora sabía quien era Kang HyeSook.

–Todo sigue igual que antes –pronunció Kim observando los bancos y el pequeño altar detenidamente.

–Los que hemos cambiado hemos sido nosotros –susurré observando los bancos de la misma manera que él lo hacía.

Avancé mis pasos por el pasillo central, aquel que cruzaba los bancos, deteniendo mi cuerpo cuando la primera fila se hallaba a centímetros de mi, sin pensármelo dos veces tomé asiento, observando aquel altar tal y como lo hacía cada vez que iba a la iglesia y escuchaba los sermones que mi padre debía impartir a los presentes en aquel sagrado habitáculo.

Giré mi rostro buscando a Kim con la mirada, encontrándomelo sentado en la cuarta fila, mirándome con demasiada intensidad, casi podía sentir cómo sus pupilas se dilataban ante la visión de mi cuerpo frente sus traviesas retinas.

–Querías que recordara el primer día, aquel en el que yo tomaba asiento en primera fila mientras tú me observabas en cuarta, querías que recordara la primera mirada –comencé sin apartar mi vista de él, sin dejar de ver sus expresiones–, lo recuerdo, recuerdo una intensa mirada pegada a mi nuca, recuerdo haberte visto sentado ahí junto a tu padre Kim, lo recuerdo —hablé con sinceridad viendo como Kim se echaba las manos a la cabeza, como si no pudiera creer que al fin su señorita Kang había recordado, revolvía su pelo con suma felicidad, con una sonrisa que no cabía en su rostro.

Por sus reacciones parecía que mis recuerdos poco a poco iban devolviéndole la vida a Kim.

–Recuerdo tus gafas Kim, tus camisas abotonadas hasta el último botón, tus pantalones de pinza, tu cabeza siempre gacha como si te avergonzara sumamente mirar a la gente que te rodeaba, como si mirar al resto estuviera prohibido.

Mis palabras hicieron que Kim se levantara de su asiento, que caminara hacia mí con decisión y que sin previo aviso se arrodillara ante mí, como si de una virgen a la que amar y venerar me tratase.

Cogió sus manos con las mías y sin esperarlo alzó su cabeza para robarme un inesperado beso, dejándome sentir el beso más salado que alguna vez pude probar, ni siquiera me había percatado de las lágrimas derramadas por Kim hasta que pude sentirlo con mi boca.

Rompimos aquel beso, haciendo que Kim bajara su rostro, permitiéndome posar un reconfortante beso en su frente.

–¿Por qué ha tardado tanto? Llevo esperando sus recuerdos tres años –sollozó hundiendo su rostro en mi regazo, dejándome acariciar su pelo.

Aquellas palabras hicieron que las lágrimas acumuladas en mis ojos desbordaran, rodando sin vergüenza por mis mejillas.

–Ninguno de los dos estábamos listos Kim –susurré recordando las palabras de Jimin, haciendo memoria de por qué no había podido hablar antes.

–¿Y ahora sí estamos listos? –formuló alzando su rostro de mi regazo, mirándome con ilusión, con esperanza de que el asentimiento saliera de mis labios.

–Aun nos falta la última lección Kim, cuando me ofreciste darme clases de sexo accedí sin saber que entre tú y yo habría mucho más que eso, algo mucho más que follar respetuosamente.

–¿Quiere que le muestre algo más que el respeto que siento por usted? ¿Quiere que le muestre mi amor? –preguntó mirándome con un precioso brillo en sus ojos, aquellos cristalizados ojos castaños que cada día conseguían cautivarme más y más.

–Eso es exactamente lo que quiero que me muestres esta tarde Kim, enséñame cómo se trata a la persona que amas –pedí acariciando su rostro, mojando mi mano al pasarla por su mojada mejilla.

–¿Cómo está tan segura de que la amo?

–Porque me miras de la misma forma que yo a ti, analizando cada detalle, respirando cada segundo a tu lado como si fuera el último –confesé acariciando su rostro de nuevo–, escuchas todas mis palabras, recuerdas cada una de las acciones que realizo a tu lado, como si las repitieras tantas veces en tu mente que ya te las supieras de memoria, porque a pesar de todo, a mi lado lo único que buscas es paz y no venganza, por eso sé que Kim Taehyung esta enamorado de mi, porque en él veo reflejados mis sentimientos, porque por primera vez siento que estos son compartidos, porque por primera vez siento algo, tu despiertas en mí sentimientos que ni siquiera sabía que se habían quedado dormidos.

Aquella confesión hizo que ambos nadáramos en un mar de lágrimas, sus ojos ligeramente colorados me miraban como si todo aquello fuese una ilusión, como si fuera demasiado bueno para ser real.

–Señorita Kang yo nunca me había dado cuenta de lo que verdaderamente sentía por usted, nunca me había dado cuenta de la realidad, creo que llevo enamorado de usted desde el primer día que la vi sentada en este banco, como atendía a todas las palabras que su padre decía, mientras que mi atención era robada por usted, por su presencia, por su figura –sorbió su nariz a la vez que se explicaba–. Quiero mostrarle el amor que siento por usted, es algo que deseo fervientemente –me hizo saber antes de rozar de nuevo sus labios con los míos, fundiéndonos a ambos en un sincero y necesitado beso, uno que te reconfortaba, que te hacía sentir menos mierda de lo habitual, un beso que realmente te hacía volar.

–Voy a mostrarle lo que realmente es el amor señorita Kang –susurró frente a mis labios antes de separarse de mi, levantarse hasta quedar de pie y finalmente ofreciéndome una mano esperando a que yo aceptara su ayuda de abandonar aquel banco.

Acepté su mano sin dudarlo, notando ahora mucho mejor lo frías que estas se hallaban.

Aquellas manos me infundían la necesidad de calentarlas, de hacerle sentir bien.

Tiró de mi mano levemente, pegando su cuerpo al mío, sintiendo como nuestros pechos rozaban al compás de una respiración que comenzaba a ser irregular, a pesar de ni siquiera haber comenzado la acción.

Llevé mis manos a su cuello sintiendo como, a diferencia de sus manos, este se hallaba más que caliente.

Kim rodeó mi cintura antes de besar mis labios, succionando ligeramente mi labio inferior, con ganas pero sin emplear fuerza, haciéndome soltar un pequeño quejido de satisfacción. Desde el día que marcó mi trasero no había podido evitar tener una ligera obsesión con su boca y las ganas de que volviera a morderme de nuevo.

Llevé mis manos hacia su cuero cabelludo, donde dejaba pequeños tirones cada vez que Kim mordía mis labios, haciéndole gruñir levemente.

Se separó de mí para coger aire, uniendo su frente con la mía.

–Ver sus labios hinchados y sonrojados por mi se está convirtiendo en una de mis imágenes favoritas señorita Kang –pronunció haciéndome abrir los ojos topándome con un Kim hipnotizado por mis labios.

Aquellas palabras me hicieron sonreír cual quinceañera enamorada, escondiendo mi rostro en el cálido cuello de Kim, aprovechando a su vez para dejar en él un casto beso, haciéndolo estremecer.

–¿Le gusta que le diga estas cosas?

Asentí aun en su cuello, dejando otro casto beso, aguantándome las ganas de marcarlo, pues sabía que eso no era del agrado de Kim.

Bajé mis manos hacia su pecho, palpando sin ningún apuro, sin ápice de vergüenza.

–Dime todo aquello que no te atreves a decir Kim –pedí viendo como la piel de Kim se erizaba al sentir mi aliento contra su cuello–, sé que hay cosas que te callas por vergüenza, dímelo, dime lo que te gusta hacer Kim.

–Señorita Kang... –suspiró mientras bajaba mis manos, acariciando esta vez su abdomen–. Usted sabe que yo...

–Lo sé Kim, sé que me respetas, hacer lo que te gusta no significa una falta de respeto hacia mi persona, dime lo que quieras sin miedo, sin consecuencias ni prejuicios –hablé posicionándome de puntillas logrando dejar un beso en su mejilla.

Kim pareció dudar, miraba el suelo sin atreverse a mirarme.

–Yo... –comenzó a hablar–, me gusta su culo señorita Kang, me vuelve realmente loco mirarlo, tocarlo...

–¿Quieres hacerlo por atrás? –pregunté intentando deducir a dónde quería llegar con aquella confesión, pues sabía que tenía algo más que una fijación por mi trasero.

–¿Qué? –preguntó extrañado–. No, por dios yo no me refería a eso –exclamó entendiendo al fin a lo que me refería–, yo sólo quería que supiera que es una parte de su cuerpo que me encanta y que me enciende –dijo Kim más que acalorado ante mi pregunta, parecía que cuanto más lo pensaba más bochorno le causaba.

–Está bien tranquilo –reí–, sólo era una pregunta –intenté relajarlo–, continúa –pedí acariciando su vientre bajo su ombligo.

Kim tragó saliva, dejando que una de sus manos abandonara mi cintura para rascar su nuca con nerviosismo.

–El otro día en la iglesia usted...hizo algo que realmente no me he podido quitar de la cabeza –pronunció dejándome ver sus mejillas ligeramente sonrojadas.

–¿Qué hice Kim? –formulé sabiendo perfectamente a qué se refería.

Se me hacía tan gracioso ver cómo a Kim le costaba tanto decirme aquello, era como si fuera demasiado prohibido para él.

–Dios usted –cerró los ojos como si el mero hecho de recordarlo ya causara estragos en su organismo–, usted...su boca...joder –suspiró antes de abalanzarse contra mis labios.

Besándome con una pasión y desenfreno que me dejó más que perpleja.

Aquello me hacía saber que las felaciones realmente encendían a Kim.

Me llevó hasta la capilla, donde mi padre solía dar los sermones.

Sin previo aviso alzó mis piernas montándome en aquella capilla sin importar nada.

–¿Te gustó que chupara tú...?

–Si –gruñó sin dejarme siquiera terminar la frase–, mucho –volvió a gruñir apretando mi trasero por primera vez aquella tarde.

Creo que era la primera vez que veía a Kim realmente lujurioso.

Besó mis labios mientras se deshacía de mí chaqueta con rapidez.

–Llevo pensando en eso desde nuestro último encuentro, no sabe lo caliente y tentado que me he sentido por tocarme una y otra vez recordando como me la chupaba señorita Kang –confesó con voz ronca llevando sus manos bajo mi camiseta–, creo que jamás me he sentido tan excitado con tan solo un pensamiento y si le soy sincero creo que no duraría ni dos segundos si vuelve a rozarme con sus labios de esa manera, es algo que realmente me pone muy duro señorita Kang –pronunció apretándome contra él, dejándome sentir su pronunciada erección–. Más que duro señorita Kang –repitió antes de introducir su lengua en mi boca.

Esta nueva faceta de Kim me causaba punzadas en sitios que se hallaban demasiado húmedos en ese momento.

Gemí entre sus labios al sentir como tocaba de nuevo mi trasero, restregando su erección por mi ahora sensible intimidad.

Paró en seco cuando gimió por nuestra fricción.

–Debemos ir más lento, debo mostrarle mi amor, si pienso en lo del otro día me va a salir algo más que amor HyeSook, me va a salir hacer y decir muchas cosas indebidas y lamentablemente sucias –suspiró, lamentándose por sus recientes actos, como si estuviera arrepentido de haber ido tan rápido, haberse comportado tan lujurioso, haber confesado sus verdaderos pensamientos–. Usted es una mujer y debo tratarla con respeto –se repitió más bien a sí mismo.

Parecía que Kim nunca podría ser realmente él, como si su educación y las creencias inculcados durante su vida no le dejaran disfrutar de lo que realmente quería hacer.

–¿Piensas que decirme cosas sucias es faltarme el respeto? –pregunté buscando su mirada encontrándome con un Kim avergonzado.

Se podía ver a kilómetros los cientos de debates mentales que habría sufrido Kim a lo largo de su vida, lo que está bien, lo que está mal, lo que quiere hacer pero no puede o no debe, todo aquello podía verse reflejado en la escena que acababa de vivir, como en un instante hace lo que realmente siente sin pensar si está bien o mal para segundos después dejar que su educación lo golpeara y castigara de nuevo haciéndole creer que había cometido un gran error por ser él mismo.

–Si, yo realmente siento si la he molestado –se disculpó esquivando mi mirada.

–Kim te pedí que me mostraras tu amor.

–Lo sé, siento haberme comportado de esta manera, seré suave con usted le mostraré mi amor –aseguró aún sin mirarme.

–Taehyung –pronuncié su nombre–, mostrarme tu amor no significa que me trates tiernamente, que seas realmente cuidadoso conmigo, básicamente que me trates como a una princesita, no te estoy pidiendo eso Tae, te he pedido que me digas aquello que no te atreves a decir, lo hago porque quiero que me muestres tu amor siendo tú mismo, quiero que Kim Taehyung me muestre su amor, no que sus pensamientos acerca de lo que es correcto lo hagan –alcé su barbilla deseando que me mirara–, que me digas cosas sucias no significa que no me ames y que me trates como a una princesita de cristal tampoco significa que lo hagas.

–Pero yo quiero hacerla sentir bien, quiero que se sienta a gusto, no quiero incomodarla por mis palabras fuera de lugar o por cosas que puede que usted no esté dispuesta a admitir o aceptar. Yo no sé cuales son sus límites, ni siquiera sé cuales son los míos. Aún me siento arrepentido por haber marcado su trasero, seguro que debió dolerle y en ese momento ni siquiera fui capaz de verlo. No quiero que me tenga miedo por mis gustos, no quiero que se aleje de mí.

–¿Es por eso que en la iglesia cuando llegué al orgasmo dejaste de moverte? Te quedaste quieto porque no querías incomodarme, a pesar de que tu no habías llegado.

–No quería hacerle daño o molestarla. El día que la mordí seguí penetrándola incluso cuando usted ya había alcanzado el clímax, después no me sentí muy bien conmigo mismo.

–Me preguntaste si te habías excedido conmigo y te dije que no.

–Lo sé pero yo sí siento que me excedí con usted, no quería que se volviera a repetir.

Todas aquellas palabras lo único que causaban eran ternura en mi, olvidaba sus gustos y su placer por no hacerme sentir incómoda, lo hacía por bienestar o al menos lo que él pensaba que era bienestar para mi.

Quería que Kim me confesara sus verdaderos gustos, aquellos que se había estado guardando todo este tiempo, toda su vida, pues estoy más que segura de que no lo sentía correcto.

–¿Cuáles son tus gustos Kim? Puedes decírmelo, no voy a salir corriendo.

–¿Lo promete?

–Te lo prometo.

–Me excitó morderla señorita Kang, verla tan sumisa arrodillada frente a mi lo hizo aún más. Creo que pensar en marcar y maltratar su cuerpo me excita, verla brindándome su completa sumisión lo hace aún más, es como si desobedecer a todas las normas que me han inculcado desde que nací me volvieran realmente loco.

–¿Te excitaría darme unos azotes Kim? Sé sincero.

–Pensarlo me excita pero no creo que sea capaz de hacerlo, no quiero hacerle daño.

–Kim si me doliera de verdad, si sobrepasara mis límites sería la primera en decírtelo, siento que tengo la suficiente confianza contigo para decirte que pares.

–¿Usted se dejaría azotar por mi? ¿Me dejaría maltratar su cuerpo y marcarla de pies a cabeza?

–Si vas a ser tu mismo cuando lo hagas te dejo hacer lo que quieras Kim, pero debes ser tú mismo, sin filtros, quiero que digas y hagas lo que realmente sientas, lo primero que se te pase por la cabeza, deja de pensar cada acción una y otra vez como si fueras a errar.

Taehyung pareció meditarlo, tomándose su tiempo, mirándome dudoso antes de decidir acatar mis órdenes de ser él mismo.

–Sin filtros –comenzó a hablar regalándome un beso en los labios–, siendo yo mismo –dijo entre besos–, sin pensar si es correcto o no –repitió mis palabras–, a la mierda –habló quitando mi camiseta de un tirón –ahora si que le voy a mostrar como hace el amor Kim Taehyung, quiero que mañana cuando se levante de su cama un fuerte dolor en su intimidad le haga recordarme, quiero que me recuerde todos los días de su vida y que no vuelva a olvidarme jamás, pues yo nunca he sido capaz de olvidarla a usted –habló pegándome aún más a él, besándome como una fiera.

Llevó sus manos al botón de mis pantalones desabrochándolos en un rápido movimiento, y tirando de ellos con tanta fuerza que consiguió quitármelos, incluso estando sentada sobre la mesa de aquella capilla.

Me hallaba en ropa interior bajo su mirada, que se detuvo unos cuantos minutos para observarme.

–Le contaré algo que nunca me he atrevido a decir –habló mirando mis pechos cubiertos por mi sujetador–, me he sentido muy tentado a fotografiarla cada vez que se queda desnuda ante mi, el día de la quinta lección de veras que tuve que controlarme para no fotografiar su cuerpo desnudo.

–¿Fotografiarme? –pregunté con una ceja alzada–, no necesitas fotografías cuando puedes tenerme a mí –aquello hizo sonreír a Kim.

–Lo sé, pero créame que las noches sin dormir son muy largas, más de una vez he fantaseado con su cuerpo para quitarme el sueño, pensaba que tener una foto de usted avivaría más la llama.

–¿Sueles masturbarte mucho pensando en mí?

–No, pienso mucho en usted pero no siempre me tocó cuando lo hago, sólo a veces.

Después de aquello Kim bajó su mirada, sintiéndose avergonzado de nuevo.

Tiré de su camisa hacia mi cuerpo con el propósito de besar sus labios antes de susurrar en su oído.

–No te avergüences Kim, ya te he dicho que no me incomoda, es más me excita que me digas estas cosas.

–¿De verás? –formuló ganándose un asentimiento de mi parte–, entonces le confesaré que más de una vez me he excitado en clase con sus explicaciones, cuando se siente tan emocionada por explicar y que los alumnos entendamos, aquello también me gusta de usted.

Fue entonces cuando entendí las intensas miradas de Kim durante mis explicaciones.

Taehyung llevó sus manos a mi espalda, desabrochando el cierre de mi sujetador, deshaciéndose al fin de él.

Besó mi cuello lentamente hasta llegar a mis pechos desnudos.

–Me encanta sentir como sus pezones se erectan cada vez que paso mi lengua por ellos –susurró contra mi piel lamiendo el anterior nombrado, haciendo que toda mi piel se erizara–, también me gusta el pequeño respingo que da cuando lo muerdo sin apenas emplear fuerza, mostrándome lo sensible que es mi profesora favorita –informó antes de morder aquella zona, haciéndome dar un ligero respingo tal y como él había dicho.

Lamió y succionó mis pezones hasta que estos quedaran más que hinchados y rojos.

Kim observó mi estado ante tal estimulación, sentía como miles de cristales se clavaban en mi zona dejándome inquieta y muy excitada.

Llevó sus manos a mis bragas, quitándolas de la misma forma que mi pantalón, sin delicadeza, de un tirón.

Separó mis piernas colocándose entre ellas, llevando su dedo índice a su boca, haciéndome sentir expectante ante todas sus acciones.

Pasó aquel húmedo dedo por mi entrada deteniéndose antes de poder rozar mi clítoris, haciéndome estremecer de pies a cabeza.

–Tan sensible y húmeda –susurró pasando de nuevo su dedo.

–Kim –gemí cuando al fin rozó mi clítoris, echando mi cabeza hacia atrás, abriendo aún más mis piernas, dando a entender que en aquel momento me encontraba a su completa disposición.

–Túmbese –pidió posando su mano en mi estómago–, quiero morderla hasta que grite.

Alzó mis piernas con sus brazos, acercándose cada vez más a mi.

Dejó una fila de besos desde mi ombligo hasta mi clítoris, haciéndome arquear mi espalda.

Sopló delante de mi entrada, dejando que su cálido aliento chocara con mis húmedos pliegues haciéndome saber que estaba allí.

Kim aún no había comenzado y yo ya comenzaba a chorrear por todos lados.

Llevó sus delicados besos a mis muslos interiores hasta llegar a mis labios exteriores, sin llegar a rozar mi entrada.

Kim quería desesperarme.

Finalmente atrapó entre sus dientes mis labios interiores haciéndome gemir por la rudeza empleada.

Me fue imposible no soltar un gemido, haciendo que este resonara por toda la iglesia.

Sentía mi respiración tan agitada, mi corazón latiendo tan desbocado.

Kim abandonó mis labios interiores para comenzar a ejercer una ligera presión sobre mi hinchado clítoris, haciéndome llevar mis manos a su cabello, donde daba ligero tirones.

Levanté mis caderas desesperada, buscando mayor contacto con su boca, mayor estimulación que me hiciera estallar ahí mismo, pero Kim aquello se lo tomó como una indicación de stop, separándose de mi entrada haciéndome soltar más de un quejido.

Ascendió sus besos por mi vientre hasta llegar a mi boca, dejándome sentir un gusto salado en ella.

Hizo que me reincorporara, haciéndome sentir de lo más mareada.

–¿He sido muy rudo con usted? –preguntó besando mis mejillas con delicadeza.

Negué en respuesta, ni siquiera podía articular palabra, sentía como mi intimidad ardía en busca de más.

Kim suspiró aliviado ante mi respuesta antes de deslizar su camisa por sus hombros, desprendiéndose de ella.

–¿Podría darse la vuelta? –pidió a la vez que desabrochaba su cinturón, haciéndome tragar saliva.

Obedecí bajándome de la mesa de la capilla, y dándome la vuelta, tal y como él había pedido.

Se posicionó detrás de mí, posando una mano en mi espalda, inclinándome hacia delante, haciendo que mis erectos pezones entraran en contacto con la fría mesa, estremeciéndome.

Cogió mis manos, estirando mis brazos hasta quedar completamente tendida sobre la mesa, dejando mi trasero a su merced.

Kim pasó sus manos por mis brazos, acariciando con la yema de sus dedos toda la piel que encontraba a su paso.

Rozó mi espalda hasta detenerse en mi trasero.

Dejó su mano allí posada, como si dudara que hacer a continuación.

Podía sentir su respiración acelerada detrás de mí, su nerviosismo y excitación eran más que palpables.

Sin dudarlo más estampó la palma de su mano sobre uno de mis cachetes, haciéndome callar un pequeño grito atrapado en la comisura de mis labios.

Apoyé mi frente en aquella mesa, intentando regular mi respiración.

Sentía como ardía la zona palmeada.

No quise alarmar a Kim, con mis reacciones, no quería que mal entendiera las cosas.

Pegó su cuerpo al mío dejándome sentir cuán erecto se encontraba en aquel momento.

Acercó su boca a mi oído para poder susurrar.

–Dígame algo por favor –suplicó dejando caer su frente sobre mi espalda, su cuerpo se hallaba más que sudoroso y agitado–. HyeSook quiero saber si le gusta o no, por favor –suplicó de nuevo.

Aquellas sensaciones eran tan abrumadoras, sentir el calor de su cuerpo, la frialdad de la mesa, como mi intimidad ardía de deseo y mi trasero ardía lastimado.

–Yo... –comencé a hablar entre grandes bocanadas de aire–, está bien Kim.

Kim volvió a suspirar aliviado, parecía que temía fuertemente incomodarme o lastimarme, sin embargo deseaba que mañana lo recordara con mi intimidad dolorida, aquello era una prueba más de sus debates mentales.

–¿Te ha gustado? –formulé esta vez yo con curiosidad, quería saber qué era lo que realmente encendía a mi hombre.

–Si, me gusta azotar su trasero, verlo irritado, pero no me compensa ese pequeño placer frente al gran temor que siento por lastimarla de verdad –pronunció en mi espalda, comenzando a besarla–, sé que se ha contenido con mi azote, sé que le ha dolido, yo quiero escucharla gritar de placer no de dolor –dirigió sus besos hasta mi hombro–. Dese la vuelta –pidió con amabilidad.

Al darme la vuelta ni siquiera me dio tiempo a reaccionar cuando ya me había subido encima de la mesa de nuevo.

–Presiento que ahora sí gritara de verdad –pronunció cogiendo un condón del bolsillo de sus pantalones, antes de quitárselo.

Me miró fijamente cuando deslizó sus bóxer, haciéndome sentir la boca seca al verlo completamente desnudo, tan hinchado, tan deseoso.

Colocó el condón en su miembro para poder acercarse a mí de nuevo.

–No quiero que deje de hablar, quiero que me diga lo que siente en cada momento –informó sobre mis labios antes de besarlos ligeramente–, quiero mostrarle algo que nunca me he atrevido a mostrar –habló antes de darse la vuelta, dejándome ver su espalda desnuda.

La observé con detenimiento comprendiendo, haciendo que mi vista quedara más que borrosas.

Lágrimas descendían por mis mejillas, haciendo que un sollozo emergiera de mis labios, consiguiendo que Kim se diera la vuelta.

–Si quiere ver mis cicatrices entonces recuerde mis heridas –pronunció aquella frase ya dicha que no pude comprender en su momento, pero que ahora comprendía–, usted marcó mi espalda señorita Kang –habló antes de clavar su erección en mi interior.

Me embistió con tanta fuerza que gemir se me hizo más que imposible.

–Ha sido usted todo este tiempo –hizo una breve pausa para hablar antes de embestirme de nuevo, de forma profunda, inigualable–.Todas las noches la veo a usted, hundiendo de nuevo el acero en mi piel, haciendo que el fuego arremeta sobre mi cuerpo por haber faltado a mis votos.

Otra embestida más fue realizada, haciéndome agarrarme a sus hombros buscando un punto de apoyo.

Lágrimas no paraban de correr por mis mejillas, sollozando en su hombro en busca de consuelo.

Todos los sentimientos existentes me golpearon a la vez, aquello era demasiado para mi, demasiada intensidad en sus palabras, en sus acciones.

Al notarme sollozar descontroladamente Kim detuvo sus fuertes embestidas, obligándome a mirarlo.

–HyeSook háblame por favor.

–Yo...son demasiadas cosas –contesté–, tus palabras me están matando pero tus acciones me causan placer –sollocé de nuevo.

–¿Quiere que paremos?

–No quiero que pares Kim, no quiero que salgas de mi –confesé pegando mis caderas a las suyas.

Taehyung obedeció introduciéndose en mi, pausado, calmado.

–Quiero que lo hagas como antes –pedí ganándome una brutal embestida que consiguió llenar todo mi interior de una estocada.

Comenzó sus movimientos anteriores, sin emitir palabras que se clavaban como puñales en mi corazón.

–Creo que nunca he deseado tanto a un hombre como te deseo a ti –hablé diciendo lo que sentía tal y como él había pedido–, cuando estoy contigo siento que vuelvo a respirar, pues cuando te vas siento como la monotonía me ahoga. Tu dices que soy la única que puede salvarte, tú no eres el único que puede salvarme Kim, pero si el único que lo ha hecho.

–¿De qué la he salvado? –preguntó emitiendo un leve gruñido por sus embestidas, haciéndome gemir a mí también.

–Te dije en nuestra primera lección que a lo que más le temía era a mi mente, que esta distorsionada mi realidad, haciéndome insegura, Kim tu has conseguido que deje de escucharla y que por primera vez haga lo que siento, lo que deseo –relaté ganándome otra embestida, sintiendo como mis paredes se contraían de una manera delirante, estrangulando al miembro de Kim, haciendo que ambos llegáramos al tan esperado orgasmo a la vez–, tu me dijiste que lo que más temías era dormir, que en tus sueños revives una y otra vez lo que realmente te aterra, lo que siempre te ha aterrado, la noche de los caídos. Yo te hundo yo te saco, tu me salvas yo te salvo, es mi turno Kim, estás listo para ser salvado –pronuncié dejando que una lágrima se deslizara por mi mejilla.

Era la hora, era el momento, tan solo quedaba una página del libro para poder llegar al final, al fin cerraríamos nuestro libro, aquel que relataba nuestra historia en Daegu, eso era lo que yo Kang HyeSook pensaba, sin tener en cuenta lo ilusa que era, que éramos.

Tal y como dijo Jimin, todos éramos unos ilusos.

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Sólo queda el último capitulo, el capítulo final.

Gracias por leer💜💜💜

Love u Sinners ❤❤❤

🧡

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