Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

33: Hit et nunc lV

Me hallaba sola en la mesa, mirando a mi alrededor, esperando a que Kim volviera del baño.

Sus recientes actos me habían dejado trastocada, sentía como mi intimidad palpitaba como loca ante la excitación que sentí con tal escena.

No sabía por qué me encendía tanto Kim sumiso, quizá era porque siempre me había tocado acatar el papel de sumisión, en todos y cada uno de los aspectos de mi vida.

Sentía que al fin podía ser yo, ser quien de verdad quería ser, dejar mi timidez, mis inseguridades de lado, olvidar mi obediencia y hacer sólo lo que mi corazón sentía, aunque esto último a veces no era lo mejor para todos.

Kim no tardó en aparecer, se le veía apresurado, mirando de un lado a otro, como si acabara de cometer el pecado más terrible del mundo, que lo llevaría a arder directamente en el infierno.

Tomó asiento frente a mí para después mirarme.

Podía ver su masculino rostro con un leve rubor en sus mejillas, rubor que me obligaba a sonreír con ternura.

–Kim –lo llamé, buscando iniciar una nueva conversación.-- háblame de ti.-- pedí realmente interesada por lo que me diría.

–¿Qué quiere que le cuente?

–Algo que no le hayas dicho a nadie.

Kim pareció pensárselo unos minutos antes de contestar.

–Me gusta mirar flores.

–¿Flores?

–Si, en concreto amaba observar las flores que decoraban el jardín de la iglesia a la que asistía en Daegu.

–¿Por qué te gusta mirar flores? ¿Por su olor? ¿Quizá su color? –pregunté intrigada.

–No, no las observaba por eso, amaba mirarlas porque se sentía correcto, porque lo bello merece ser observado señorita Kang.

–¿Por qué se sentía correcto observar flores?

–Porque simplemente eran flores, mirar flores no acarrea consecuencias.

–¿Qué es lo que observas que acarrea consecuencias Kim?

Aquella pregunta le hizo bajar su mirada, como si dudara.

–Jimin no quiere que sufras, se empeña en que todos salgamos ilesos, ya le dije que todos somos vulnerables y que nadie está exento de la herida.

Jimin, la única persona empeñada en que la verdad no saliera a la luz, la única persona empeñada en que nuestra felicidad despuntara de una vez.

Sabía que yo tampoco estaba al tanto de toda la verdad, la actitud y palabras de Kim me lo revelaban, me faltaban números en esta cuenta, y sabía que Jimin poseía todos y cada uno de los dígitos que a ambos nos faltaban.

–Tengo la sensación de que las intenciones de Jimin fracasarán –confesé–, siento ese pequeño presentimiento de que nadie saldrá ileso de aquí, incluido Jimin –suspiré pesadamente mientras reflexionaba sobre aquello–, parece que todos los que nacimos en ese estúpido pueblo estamos condenados a vivir en el infierno.

–Usted no puede vivir en el infierno señorita Kang –aclaró Kim–, usted siempre será amada y venerada ante los ojos de los hombres, incluidos los míos.

Kim y su piquito de oro me sacaban más sonrisas que una película de comedia romántica.

–Yo también tengo ese presentimiento señorita Kang, pero mi presentimiento es diferente, sé que saldremos todos heridos, pero también presiento que todo acabará, siento que al fin podré conciliar el sueño cuando todo esto termine, siento que al fin podré descansar.

Podía entender el presentimiento de Kim, a la par que el mío, pues el final estaba por llegar.

–Kim el invierno ya está aquí ¿Sabes lo que eso significa? –formulé recordando algo que seguro no había olvidado, como todos.

–Que volvemos a casa por navidad.

(...)

La cena concurrió tan tranquila, tan amena.

Charlas, miradas furtivas y alguna que otra sonrisa fueron las protagonistas de nuestra velada.

Abandonamos aquel restaurante, intrigada por nuestro nuevo destino, del cual Kim no había revelado absolutamente nada.

Monté de nuevo en su moto, dejando que su amplia espalda me resguardara del frío.

Cuando la moto comenzó a coger velocidad podía sentir de nuevo aquel viento que ondeaba mi pelo, sin duda estaba pasando a ser una de mis sensaciones favoritas.

Aquella cena había sido mucho mejor de lo que esperaba, cumpliendo con todas mis expectativas incluso cuando la noche aún no había finalizado.

El recorrido en moto fue bastante largo, haciendo que mi intriga y ansia por saber a dónde me llevaría Kim aumentaran.

Estacionó al fin en una calle algo desolada, con la única presencia de nuestras personas.

Me pidió que bajara del vehículo, con la caballerosidad que siempre portaba.

–¿Me permite vendarle los ojos? –pidió con una banda de tela en sus manos.

Lo miré curiosa, preguntándome qué clase de sorpresa me depararía esta noche.

Acepté algo dudosa, girando mi cuerpo permitiendo a Kim atar aquella banda alrededor de mis ojos, impidiendo completamente mi visión.

–Acompáñeme –habló sujetando mi cintura, asegurando que no tropezara.

Por la cantidad de pasos deduje que andamos unos cuantos metros, con labios enmudecidos y respiraciones charlatanas.

Dejamos de caminar durante unos segundos, donde pude escuchar una gran puerta siendo abierta, seguido de un gran eco, parecía como si hubieran abierto la puerta de un almacén desierto.

Aquello me hizo tensar, aquel sitio me hacía sentir extraña, cohibida y asustada.

Kim avanzó un par de pasos, obligándome a entrar.

No muy decidida me eché para atrás, no estaba segura de querer entrar ahí dentro aún sin haber visto de qué se trataba.

–No tenga miedo señorita Kang –pidió Kim sosteniendo su agarre a mi cintura y haciéndome avanzar.

–¿Dónde me has traído? –pregunté algo angustiada.

–Enseguida lo sabrá, sólo debe esperar un poco más.

Acto seguido Taehyung reanudó su marcha, dejándome escuchar el resonar de nuestro calzado sobre el suelo de aquella hueca estancia.

Aquello hacía que mi piel se erizara y que los escalofríos inundarán mi cuerpo, parecía que hacía más frío allí dentro que fuera.

Después de tanto caminar, de tanto escuchar ecos y no poder ver nada Kim se detuvo.

Posicionándose detrás mía, pasando sus amplias manos de nuevo por mi cintura, apretando ligeramente.

Acercó su boca a mi oído donde comenzó a susurrar.

–Ya puede quitarse la venda –sugirió con aquella profunda voz que me causaba más escalofríos que la frialdad de aquella estancia.

Apresurada y sin siquiera dudarlo me despojé de aquella dichosa venda que imposibilitaba mi visión, topándome con algo, que sin duda, no esperaba.

Observé el camino de velas que iluminaba aquella fachada, dejándome atónita.

Aquello no era un desolado almacén, nada de eso, el decorado de aquellas paredes pertenecían a una iglesia, la capilla de una vieja iglesia.

Observé aquellas paredes con recargado decorado gótico, haciendo que me preguntara una vez más qué era lo que hacíamos Kim y yo allí.

–¿Una iglesia? –dejé que mi voz retumbara en aquellas paredes.

–Una iglesia –afirmó Kim.

–¿Qué hacemos en una iglesia Kim?

–Recordar.

–¿Qué quieres que recuerde Kim? –formulé de nuevo aquella pregunta, deseosa de que esta vez fuera contestada.

–Quiero que recuerde el primer día que nos conocimos, como usted se sentaba en primera fila mientras yo la observaba en la cuarta –relató con parsimonia–. Quiero que recuerde la primera mirada –pidió–, pero lo que más ansío que recuerde es aquella noche.

–¿Qué pasó aquella noche?

–Usted estaba allí, debe recordarlo.

–Tiene que ver con que no quieras enseñarme tu espalda –aquella deducción hizo que Kim me mirara con ojos esperanzados.

–Sé que lo sabe, dígalo –susurró–, por favor dígalo –podía notar la desesperación en su voz.

Giré mi cuerpo encarándolo, viendo como sus ojos marcados de angustia me observaban ansioso de reminiscencia.

Aquello, su rostro, sus palabras, la conversación tan parecida a la que habíamos mantenido el día de nuestra última lección, me hacían sentir demasiadas cosas, me dolía tanto verlo así, tan dolido, ansiaba salvarlo, casi tanto como él ansiaba que yo recordara aquella noche.

–Usted dijo que quería salvarme, usted es la única que puede hacerlo –habló dejando que una pequeña lágrima deslizara por su mejilla–, hágalo por mí, hágalo por Jimin, dígalo y sálveme.

No pude evitar derramar mis lágrimas, la angustia apretaba mi pecho, secando mi boca, haciéndome tragar saliva con dureza.

–Kim –pronuncié con la voz entrecortada–, no puedo decirlo –hablé con todo el dolor de mi corazón.

–Por favor HyeSook –suplicó juntando su frente con la mía, desgarrándome por el reciente nudo que se había formado en mi garganta.

–Hoy no es el final Taehyung –negué.

–La he traído a esta iglesia, he colocado las velas al igual que aquel día –informó–, le ofrezco mi sumisión.

–¿Crees que tu sumisión me hará recordar aquella noche?

–Creo que la recreación lo hará –confesó–, ya le ofrecí sumisión una vez, quizá si lo vuelvo a hacer podrá recordar.

Kim pensaba que recreando lo sucedido aquella noche me haría recordar.

–Solo espero que esta vez no acabe de la misma forma, no lo soportaría de nuevo.

Aquello me hizo soltar un leve sollozo, liberando todas las lágrimas que me había estado guardando.

–Kim –lo llamé, antes de rozar ligeramente sus labios–, te prometo que algún día dejarás de pedirme que recuerde, sólo espera un poco más –pedí besando de nuevo sus labios–, solo un poco más –limpié las lágrimas que aún rodaban por sus mejillas.

Kim se dejó besar tiernamente por mí, ofreciendo su sumisión tal y como él mismo había dicho.

Aquello me hacía sentir mal, extraña, no quería ese tipo de sumisión por su parte, no cuando ese comportamiento acarreaba todos aquellos sentimientos por su parte.

Uno de mis fetiches era su sumisión, pero no quería verlo tan derrotado, tan pequeño e indefenso.

Pero comprendía que él necesitaba ser así esa noche, comprendía cuanto ansiaba mis recuerdos, comprendía su necesidad de ser recordado.

Besé de nuevo sus labios, sin pasión, sin ser una fiera, sin estar hambrienta, no era esta clase de beso, era más bien la clase de beso que te hacían saber que la otra persona estaba allí, que te acompañaría hasta el final del camino sin importar que.

Abracé su cuello con mis manos, envolviéndolo en ellos, buscando proporcionar algo de calor en aquella fría y sombría iglesia.

Pequeños besos en su cuello eran los que ahora hacían estremecer a Kim, lo sentía tan tenso bajo mi cuerpo.

Acaricié su espalda por encima de todas sus prendas haciendo que se removiera incómodo.

Aquellos actos me hicieron separarme de él, no quería que estuviera incómodo, no de aquella manera.

–No –pidió volviendo a pegar mi cuerpo al suyo–, no se separe de mi.

Aquello me dificultaba terriblemente entenderlo.

Miré sus ojos y acaricié su rostro en busca de respuestas.

–Sé que estás incómodo Kim –revelé mis pensamientos–, no tenemos porque hacer algo si no quieres –aclaré, si él no quería no tenía sentido hacerlo.

–No estoy incómodo por usted, es estar en esta iglesia, no me hace sentir del todo bien.

–Kim no quiero que te sientas así, si es la iglesia lo que te tiene mal vámonos.

–No, debe ser aquí –insistió.

Hacer cosas impuras en la casa del señor, sin duda a Kim le iba el riesgo.

Olvidando levemente su sumisión acercó sus labios a mi piel, besando mi mejilla con tanta delicadeza, tanta dulzura.

Pasó a mis labios, donde se deleitó un buen rato, como si no quisiera olvidarse jamás de lo que se sentía al besarlos.

–Venga –dirigió después de separarse levemente de mi.

Se sentó en el suelo de la capilla, apoyando su espalda y cabeza en la pared, invitándome con sus gestos a sentarme en su regazo.

Me senté sobre sus piernas, observando como él me miraba.

Poco a poco su forma de mirarme me hacía sentir nuevas cosas, al principio me sentía intimidada, terriblemente observada por esos ojos tan penetrantes, pero ahora era diferente, sentía que admiraba cada uno de los centímetros de mi piel, como si se tratase de la escultura más hermosas que sus ojos pudieran haber observado jamás.

Kim, ahí sentado, esperaba que yo tomara la iniciativa, pues ni siquiera me tocaba, permanecía con sus brazos pegados a sus costados.

–¿No me vas a tocar?

–Lo que usted desee.

–Kim yo deseo ver todas las partes de tu cuerpo, pero sé que no me mostrarás.-- hablé refiriéndome a su espalda, siendo la parte de su cuerpo que aún no había logrado ver.

–Desee cosas que se encuentren a mi alcance.

–Está bien, deseo que hagas lo que tu corazón te dicte –pedí con sinceridad haciendo que Kim clavará su mirada en mis ojos.

Obedeciendo, con su dedo índice rozó mis labios.

–Siempre me han gustado sus labios –confesó–. Bueno, lo cierto es que creo que todo lo que pertenezca a usted consigue agradarme sorpresivamente –habló deslizando su dedo por mi barbilla hasta alcanzar mi cuello–, no logro entender cómo a pesar de todo quiero permanecer a su lado, quiero que me salve cuando es usted la que me ha hundido –siguió deslizando su dedo hasta mi escote–, pero con mis palabras no busco hacerla sentir mal, no busco resarcimiento, no busco venganza, con usted solo busco la paz.

Después de pronunciar aquellas palabras calló sus labios uniéndolos con los míos, fundiendo nuestras almas en un beso sincero, fundiéndonos en uno.

Pasó sus manos por mis caderas, abrazándome, atrayéndome a él, buscando calor, buscando que ambos sintiéramos el cuerpo del otro.

Pasé mis manos por su pecho, acariciándolo por encima de la tela de su camisa, dejando sus labios de lado para poder besar su cuello, sin ser demasiado brusca o demandante, pues sabía que a él no le gustaba ser marcado.

La tersa piel de Kim se sentía tan bien bajo mis labios, me hacía querer besar cada una de sus esquinas, como si mis besos calmaran sus demonios, deseando que estos los eliminaran.

Bajé mis manos, tocando su abdomen con delicadeza, buscando su excitación.

–Venga Kim, puedes tocarme –alenté pues aún permanecía con sus manos estáticas a mi alrededor.

Aquello no surgió mucho efecto pues Kim no se movió.

Preocupada pensando que quizá había cambiado de opinión me separé de su cuello para mirar su rostro.

–Hey –llamé su atención, se encontraba como perdido, como si estuviera sumido en sus propios pensamientos–. Taehyung –lo llamé de nuevo captando su atención.

–Discúlpeme, no la he escuchado –se disculpó apenado.

–Tae podemos irnos de aquí, solo tienes que pedirlo.

Kim pareció dudarlo antes de contestar de nuevo.

–No, está bien, debe ser aquí –pronunció antes de comenzar a desabrochar su cinturón.

Besó mis labios dispuesto a seguir.

Volvió a rodear mi cuerpo con sus manos apretándome contra él de nuevo.

Aún con mis manos en su abdomen las bajé lentamente chocando con el botón de su pantalón.

No sentía que fuera correcto abrir sus pantalones con mis propias manos, no quería que se sintiera presionado, lo veía tan indefenso en aquel momento, insistiendo en torturarse a sí mismo en busca de su salvación.

Seguí su beso, transmitiendo toda la ternura y amor que pude entregar, quería que se sintiera agusto allí, conmigo.

No volví a mover mis manos, las dejé allí, sobre el botón de su pantalón, esperando que él tomara la iniciativa de desabrocharlo.

Aquel beso subió de intensidad, permitiéndonos a ambos saborear nuestras fauces en busca de más.

Kim comenzó a avivar sus acciones, bajando sus manos hasta mi trasero, acariciándolo sobre la tela algo levantada de mi vestido.

Sin contenerse más tiró de aquella tela, descubriendo mi trasero desnudo gracias a mi ausencia de bragas.

Acarició dicha piel desnuda, tomándose su tiempo en hacerlo.

Aquel tacto hizo que el miembro de Kim cobrara vida, alzándose bajo mi cuerpo.

Kim despegó sus labios de los míos, echando un vistazo a mi estado, me hallaba con el vestido levantado hasta mi estómago, con mi intimidad expuesta y rozando con la tela de sus pantalones, las cuales albergaban su erección.

Dejó mi trasero para dirigir sus manos al botón de su pantalón.

Estaba nervioso, podía ver el ligero temblor de sus manos, el cual le dificultaba desabrochar aquel botón.

–Tranquilo –besé ligeramente sus labios intentando transmitir aquella tranquilidad que yo misma pedía.

Consiguió bajar sus pantalones dejándome ver sus grises bóxer.

Podía ver como Taehyung se encontraba mucho más receptivo que antes.

Sin esperarlo cogió mis manos bajandolas hacia su erecto miembro, haciéndole gemir a la vez que se acariciaba con mis manos.

Besé sus labios entreabiertos, mientras tocaba su masculinidad haciéndolo estremecer.

Aquellas nuevas acciones de Kim lograron excitarme de sobremanera, sintiendo mi intimidad mojada rozando con la tela de su pantalón.

Aparté mis manos para sustituir aquellos movimientos por otros impartidos por mis caderas, sentándome sobre su miembro, moviendo mis caderas creando una fricción de lo más delirante.

Mis movimientos volvieron loco a Kim, el cual se hallaba buscando un condón como loco en el bolsillo de su pantalón.

Una vez encontrado deslizó sus boxers, colocando el condón en su miembro con rapidez, levantando mi cuerpo y obligándome a sentarme encima de él, con su erección ya protegida en mi interior.

Sentir como el miembro de Kim se abría paso en mi intimidad, en aquella posición, me hizo gemir terriblemente.

Comencé a mover mis caderas, de adelante a atrás, autopenetrándome con su falo.

Apoyé mis manos en sus hombros, impulsándome con la ayuda de ellos, mientras Kim sujetaba mis caderas con fuerza, ayudándome a que aquella penetración se llevara a cabo.

Sentir la estimulación de mi clítoris rozar con su cuerpo, como mi interior era taladrado con su miembro me hacía querer gritar por tal nivel de estimulación y excitación.

Kim comenzó a besar mi cuerpo, con demasiada ternura para estar clavándome en él en este preciso instante, haciéndome sentir querida y deseada.

Comenzaba a empujar mis caderas con tanta fuerza, con tanta brusquedad a la vez que repartía aquellos castos besos, desatando que mi deseo por el orgasmo aumentaran.

Seguí sus movimientos sintiéndome tan apunto, tan tensa, tan excitada, que me fue imposible contenerme más.

Aquella excitación que toda aquella noche hacía estado guardando se me escapó de golpe, dejando que mi orgasmo me dejara caer desplomada encima suya, sintiendo como mi interior comprimía a Kim, el cual aún no se había corrido.

Me sorprendió tanto que no se moviera, que no intentara penetrar mi interior de nuevo en busca de su propio placer.

Miré su rostro buscando ver su expresión.

Se encontraba con el ceño tan fruncido, parecía que le estaba costando la misma vida mantenerse quieto.

Salí de su interior haciéndole suspirar y removerse incómodo, sabía que no me pediría que terminara lo que había empezado, sabía que Kim sería capaz de quedarse con aquella dolorosa y recta erección durante toda la noche, pero aquello era algo que yo no permitiría, no de nuevo.

Besé sus labios lentamente, bajando por su cuello con inocencia.

Podía escucharlo suspirar pesadamente, con la respiración agitada, podía ver como sus manos quemaban por tocarse, por aliviarse, pero aún así no las movía, seguía torturándose a sí mismo.

No lo hice esperar más, él no merecía seguir esperando, más bien se merecía que lo trataran con amor y que le dieran las mejores corridas del mundo.

Seguí bajando mis labios, besando su pecho por encima de su camisa, pues aún no se la había quitado.

Me deslicé entre sus piernas prácticamente tumbada entre ellas, con mi rostro delante de aquella erección.

Observé a Kim el cual mantenía sus ojos cerrados, sin percatarse de aquella escena.

Deslicé el condón sacándolo fuera de su miembro, tirándolo por algún lugar en aquella capilla.

Miré su miembro de cerca, se veía tan hinchado, tan dispuesto a conceder más una fantasía.

Agarré su miembro con mis manos y succione su rosada punta con mis labios.

–Dios mío –me sorprendió Kim alzando mi cuerpo, cogiéndome por los brazos, alejándome de su erección, regalándome una mirada que me hizo querer reír de la ternura que me proporcionaba.

Se veía tan sorprendido, como si no creyera lo que acababa de suceder, su boca se hallaba más que abierta y sus ojos casi precipitando de sus órbitas.

Sin pronunciar palabra y con la respiración más que agitada, casi diría que se encontraba hiperventilando.

Intenté bajar de nuevo para poder repetir mis actos, pero Kim no me dejó, volvió a sujetarme fuertemente.

–Y-Yo la respeto mucho –consiguió hablar aún más que sorprendido.

–Lo sé Kim –contesté con una sonrisa tierna.

Hice el amago de volver a bajar, pero Kim no parecía estar por la labor haciendo que el sentimiento de ternura por él aumentara.

–No tiene que hacer nada ahí abajo –habló con rapidez tragando saliva con fuerza.

Parecía que ante sus ojos una felación era el pecado capital más grande del mundo.

–No quiero que te quedes a medias, el sexo es cosa de dos ¿recuerdas?

–Lo sé pero usted ha chupado mi....joder –suspiró cerrando sus ojos, como si haber pensado en mis actos lo hubiera aturdido.

–¿No te excita que te la chupen? –pregunté con la esperanza de que dijera que sí.

Aquel silencio me hizo confirmar que a Taehyung aquello le excitaba terriblemente.

Sonreí ante aquel silencio bajando mi rostro esta vez sin resistencia por su parte, volviendo a succionar su glande de nuevo esta vez con mucha más fuerza.

–Ay dios mío –gimió Tae volviendo a apartar mi rostro de su miembro.

Comenzaba a sudar de una manera increíble, como si estuviera controlando todos sus impulsos, todos sus deseos.

–Señorita Kang si hace eso voy a correrme –confesó apenado–, no creo que usted quiera que eso pase, no quiero que sienta asco –aclaró haciéndome sentir unas terribles ganas de casarme con él.

No quería que se la chupara por miedo a que sintiera asco hacia él, hacia sus fluidos corporales, sin saber que en aquel momento lo que más ansiaba era probar a Kim.

Me acerqué a él, alcanzando su oído para poder susurrar.

–Kim quiero que te corras en mi boca y quiero tragármelo todo.

Aquellas palabras hicieron gemir a Kim, el cual movió inconscientemente sus caderas en busca de alivio.

Entendí aquello como un sí rotundo, bajando mis labios hasta su miembro.

Agarré su tronco con mi mano, metiendo el resto del miembro de Kim en mi boca.

Sabía que aquello no duraría mucho, la dureza y excitación de Kim me lo decían.

Moví mis labios sobre su miembro mientras dibujaba círculos en su sensible punta con mi lengua, estimulándolo, haciendo que más líquido preseminal saliera de su falo.

Seguí con aquella labor proporcionando un placer único a Kim que me miraba de vez en cuando para volver a echarse las manos a su rostro, ahogando todos los gemidos y alaridos de placer que en aquel momento quería soltar en aquella iglesia.

Succioné con fuerza su glande, buscando su orgasmo y finalmente encontrándolo.

Dejándome escuchar la voz ronca de Kim resonar por toda aquella vacía iglesia, sintiendo como mi boca se llenaba de un líquido caliente y viscoso el cual no dudé en tragar.

Kim se encontraba tan derrotado, tan extasiado, desplomado en el suelo con la respiración más que agitada.

Subí sus boxers y abroché sus pantalones y cinturón antes de bajar mi vestido y subirme encima de él a horcajadas, abrazando su cuerpo con mis brazos, apoyando mi cabeza en su hombro, sintiendo como me estrechaba con ternura entre sus manos.

Kim comenzó a acariciar mi espalda con sumo cariño.

–No sé cómo siempre consigue sorprenderme señorita Kang –susurró apoyando su cabeza en mi hombro, imitando mi posición.

Reí ligeramente en respuesta.

–Me encantaría quedarme así toda la noche, justo como estamos aquí y ahora. Contigo –pedí.

–Ya no tengo prisa por marcharme, podemos quedarnos el tiempo que desee.

Me separé de él para poder besar sus labios, se sentía tan bien estar así, en aquella posición, tan relajados.

–Gracias –pronuncié rompiendo aquel tierno beso.

–¿Por qué? –preguntó Kim sin entender.

–Por salvarme.

_____________________________________________




Espero que les haya gustado.


Gracias por leer💜💜💜

Pd: hay que volver a casa por navidad😏

7

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro