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28: Consecuencias lll

Al parecer a Kim no le gustaba ser marcado, pero bien que le gustaba marcar.

Dirigió sus besos hacía mi otro cachete, cerré mis ojos con fuerza, esperando otra mordida de su parte, mordida que nunca llegó.

Tan solo se dedicó a acunarlo entre sus manos, repartiendo aquellos tiernos besos que tanto comenzaban a embelesarme.

Levantó mis caderas con sus manos, sin un ápice de delicadeza, colocando un cojín bajo estas, dejando mi trasero algo más alzado que el resto de mi cuerpo, no sabía con exactitud lo que Kim planeaba, pero sentir su respiración tan cerca de mi ya húmeda intimidad, hacía que el hormigueo de mi interior se hiciera aún más intenso.

Acarició mis glúteos y muslos hasta llegar a la cara interna de estos e intentar separarlos, haciendo que mi intimidad quedará completamente expuesta ante él y su lujuriosa mirada, la cual apostaba todos mis libros a que ahora mismo la tenía clavada en mi hendidura.

Era consciente de que aquella tarde Kim clavaría en mí algo más que su mirada.

Besó de nuevo mi piel, abriéndose camino desde mis glúteos hasta mi entrepierna, donde se detuvo unos instantes. Podía sentir su cálido aliento chocar con mis húmedos pliegues, los cuales pedían a gritos ser tocados, chupados y maltratados por aquella habilidosa lengua que tenía seguro que Kim poseía.

Sin más preámbulos depositó un casto y tímido beso en mi intimidad, haciéndome hundir mi rostro en la almohada.

Besó de nuevo con delicadeza, una y otra vez, sacándome de quicio y obligándome a mover mis caderas en busca de mayor contacto y por consiguiente alivio, pero aquello no sucedió, Kim no dejó que me aliviara apartándose ligeramente de mi, consiguiendo, tristemente, que lo único que lograra tocarme fuera el aire que nos rodeaba.

A Kim aquella situación, al parecer, le causaba gracia.

–¿Qué se supone que haces? –pregunté con irritación.

¿Acaso estaba jugando con mi paciencia?

–No le he dado permiso para hablar –comentó impasible– en esta habitación lo único que le permito es gemir, si me desobedece aténgase a las consecuencias.

Por las recientes palabras de Kim aquello de la dominancia iba en serio.

–¿Qué clase de consecuencias? –formulé curiosa.

De un momento a otro impactó la palma de su mano contra mi trasero, justo encima de la reciente mordedura, haciéndome sellar mis labios al instante, aguantando el incipiente gemido de dolor que albergaba mi garganta.

Al parecer a Kim Taehyung no le gustaba ser desobedecido.

–Esa clase de consecuencias –aclaró volviendo a besar mi intimidad, esta vez, de una manera diferente.

Parecía un niño inexperto atrapado en un hombre seductor y dominante, pues comenzaba a explorar mi intimidad con su lengua, demorando en exceso antes de realizar cualquier movimiento, como si no tuviera muy claro como hacerlo, como si temiera que su lengua no fuera lo suficientemente placentera.

Aquel comportamiento estimulaba mi cuerpo en demasía, pensar en lo inexperto y dominante que Kim era en realidad accionaba el mecanismo de máxima excitación en mi organismo.

Adquiriendo mayor confianza en sus actos Kim aumentó la velocidad, lamiendo todo lo que encontraba a su paso.

Dándose cuenta de que cada vez que embestía mi clítoris con su lengua los quejidos se escapaban de mi boca, hizo mayor hincapié en esa zona, haciéndome arquear mi espalda, posicionando mi trasero más arriba, facilitando el acceso.

Lamía, succionaba y mordía incesantemente, a su antojo, provocando una tensión en mi zona que me hacía querer gritar, pues la estimulación no era tan feroz como para llamar a mi orgasmo, pero sí la suficiente para hacerme gemir desesperadamente.

Sin previo aviso sus movimientos cesaron, dejando un gran y latiente hormigueo en mi intimidad haciéndome desear la penetración más que nunca.

Besó de nuevo mi cuerpo, ascendiendo lentamente, desde mi trasero, haciendo una parada en mi espalda hasta llegar a mis hombros.

–No se mueva –demandó antes de morder el lóbulo de mi oreja, causando que un escalofrío me recorriera de pies a cabeza, sentir la profunda voz de Kim tan cerca además de la presencia de su húmeda boca era algo difícil de manejar con tranquilidad.

Me sentía acelerada tan solo con aquellos simples roces de sus labios contra mi cuerpo, que ahora mismo muy lejos de sentir frío se hallaba en llamas.

Kim tenía razón al que fallos comete el fuego arremete, yo había cometido fallos y ahora el fuego me abrazaba desde lo más profundo de mi intimidad hasta recubrir toda la extensión de mi cuerpo.

Podía escuchar cómo se abría la hebilla de su cinturón, como su bragueta era bajada, alentándome de que pronto la ropa dejaría de formar parte del uniforme de Kim, pues ahora sólo lo recubriría su semi tostada piel.

Lo que quedaba de su ropa impacto en el suelo, haciéndome sentir inquieta pues deseaba girarme y toparme con su cuerpo desnudo, pero según el juego de hoy no debía desobedecer, no quería otra fuerte cachetada de Kim en mi trasero, aunque me resultará excitante ver aquella nueva faceta que recién estaba descubriendo.

Podía escucharlo andar por la habitación, abrir el cajón de mi mesita de noche y sacar un condón.

La cama de hundió bajo el peso de Kim, posicionando cada una de sus rodillas a cada lado de mis caderas.

El envoltorio de plástico fue rasgado, por lo que supuse que Kim ya se había puesto el condón.

Acarició mi trasero con sus manos, pausadamente, como si no tuviera ninguna prisa por acabar aquello que habíamos empezado, parecía que vivía y disfrutaba cada segundo de nuestros furtivos encuentros.

Se inclinó sobre mí besando mi hombro, colocó su hinchada erección entre mis glúteos, donde comenzó a frotarse lentamente. Hundió su rostro en mi cuello, permitiéndome escuchar a la perfección sus pequeños quejidos y roncos gemidos cada vez que su longitud embestía mis glúteos.

Tener a Kim encima de mi cuerpo deleitándose de aquella manera me encendía, sin la necesidad de ser tocada directamente.

Decidió que ya había jugado bastante con mi trasero, pues ahora se encontraba acariciando mi entrada con su glande, jugueteando, desesperándome porque no terminaba de entrar y haciendo que ambos nos estremecieramos al rozar aquellas sensibles partes de nuestro cuerpo.

Rozaba mi entrada de arriba a abajo mientras gemía en mi oído, sin duda aquellos fueron los preliminares más largos de toda mi vida.

Kim tan desesperado como yo terminó aquel pequeño e insufrible juego que había comenzado, introduciéndose en mí sin previo aviso, sin un ápice de delicadeza, de una sola estocada arrancándome el gemido más placentero de mi garganta, pues me hallaba tan lubricada que podría meter un camión en mi vagina y no sentir el más mínimo dolor.

Comenzó con un salvaje vaivén de sus caderas, introduciéndose en mi una y otra vez bruscamente. Podía sentir como mis apretadas paredes acogían gustosas su hinchado miembro.

Aquella postura, la cual nunca había realizado antes, me iba a volver loca, podía sentir a Kim con mayor precisión mientras él golpeaba una y otra vez con su miembro mis puntos débiles.

La sensibilidad llegaba a todos los rincones de mi cuerpo, y las patas de la cama llegaban a chirriar por la dureza de los movimientos de Kim.

Nunca antes me habían follado de esa manera tan sumamente salvaje.

–Joder HyeSook –gruñó Kim en mi oído.

Podía escuchar a la perfección lo excitado que se encontraba.

Su cuerpo desnudo y cubierto de sudor se pegaba al mío cada vez más, pero Kim no cedía, seguía deslizándose en mi interior sin descanso.

Mis piernas se hallaban más que abiertas y con una característica tensión, los dedos de mis pies se hallaban arrugados y entre mis manos estrangulaba las sábanas en busca de consuelo.

Cada músculo de mi cuerpo se encontraba en tensión, incluidos los de mi vagina, apretando cada vez más el miembro de Taehyung, casi aprisionándolo en su interior.

La tensión comenzó a ser realmente insoportable, haciéndome gritar por más, más profundidad, más velocidad, necesitaba que el orgasmo apareciera en mi cuerpo y se llevara con él toda la tensión de mi ser.

Kim alzó mis caderas, agarrándolas y empujando hacía sí mismo. Movía mi cuerpo en busca de una mayor penetración haciendo así que mi sensible en hinchado clítoris rozara con la almohada que había colocado bajo mi cuerpo buscando alzar mi trasero.

Aquello fue devastador, la gota que colmó el vaso, recibía estimulación tanto en mi vagina como en mi clítoris haciendo que el orgasmo me golpeara fuertemente.

Mi intimidad palpitaba con dureza haciéndome gritar pues Kim aún no había alcanzado el clímax y seguía taladrando mi entrada, la cual se encontraba mas sensible que nunca.

Mis piernas temblaban ligeramente mientras hundía mi rostro en la almohada intentando acallar los gritos que surgían de mis labios.

Kim al parecer no pudo soportar más como mi vagina se cerraba y abría alrededor de su miembro, llegando al orgasmo acompañado de el gemido más excitante que alguna vez había oído.

Dejó un camino de besos que llegaban desde mi hombro a mi mejilla, besos tímidos, castos e inocentes.

A ambos nos faltaba el aire y nos sobraba excitación.

–Dese la vuelta –ordenó con la voz entrecortada, agitado por el desgaste físico que nuestro encuentro conllevaba.

Obedecí, girándome con lentitud, pues el cansancio se había apoderado de mi cuerpo en cuestión de segundos.

Me hallaba frente a Kim, entre sus piernas, con su mirada clavada en mis ojos, mirándome con aquella intensidad característica exclusivamente de Kim.

Relamió sus labios antes de unirlos a los míos, dejando un tierno beso en este.

–Ha sido una chica muy obediente –felicitó besando esta vez la comisura de mis labios–. Ha sido una buena sumisa por un día.

–¿Serás capaz de ser tan buen sumiso como yo Kim? –pregunté con una sonrisa, pues que besara mi rostro de aquella manera después de penetrarme brutalmente me hacía sonreír.

–Podría intentarlo –contestó con simpleza sin dejar de besarme–. Me gustaría saber si me he excedido con usted, si he hecho algo que no haya sido de su agrado.

–No –suspiré, realmente los besos de Kim estaban acabando con mi persona–. Tan solo podrías haber mordido con menos intensidad, por un momento pensé que te habías llevado mi culo en tu boca.

Aquel comentario nos hizo reír a ambos.

–¿Le gusta que la marque? –preguntó con sus ojos iluminados.

–No me desagrada, pero para la próxima no me hagas sangrar –pedí con sinceridad, hacerme sangrar era excederse bajo mi punto de vista.

–¿Habrá una próxima vez? –alzó una ceja acompañando así su pregunta.

–Ya te dije cuales eran las consecuencias de follarme respetuosamente, pienso perseguirte por los pasillos hasta que pagues tu penitencia, no te librarás tan fácilmente de mi Kim.

–Créame por mucho que quiera me es imposible librarme de usted señorita Kang –confesó antes de regalarme el último beso de aquel orgásmico encuentro.

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