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15: Lección 4 l

Tumbada en mi cama podía oír cómo las gotas de agua impactaban sobre la bañera, Kim había accedido a ducharse sin presentar mucha oposición.

Con las manos detrás de mi cabeza suspiré, odiaba recordar aquella época, mis inicios en Daegu fueron sin duda los peores años de mi vida.

Vivía en un infierno continuo, fuera de mi casa, dentro de ella y cómo no en mi cabeza.

Todos los días oía peleas, Jimin discutía exageradamente con papá, acerca de lo que estaba bien y mal, mi padre no dudaba en chillar a Jimin por su comportamiento y este tampoco se quedaba atrás.

Fuera de mi casa el único lugar que visitaba era la Universidad, dónde se encontraba mi queridísimo exnovio, nótese el sarcasmo, tenía que aguantar verlo cada día y fingir estar tan enamorada como se suponía que él lo estaba, porque era mi novio, porque no se encontraba un chico así todos los días y porque mi padre se había empeñado en que él sería uno de los pocos hombres de la ciudad que me respetaría y honraría. Cuán ciego estaba mi pobre padre en aquella época, casi tan ciego como yo.

Y por último estaba mi cabeza, soportando el estrés de la Universidad, trabajos, exámenes, exposiciones, más exámenes, era un no parar, añadiendo mi maravillosa inseguridad de verme incapaz de hacer las cosas. En aquella etapa siempre me acompañaba un profundo dolor de cabeza cada vez que me levantaba, como si no hubiera dormido nada.

Todo ello me hacía quedar bastante pensativa ¿qué tendría que ver todo aquello con Kim?

Dudaba que mis problemas familiares estuvieran relacionados con él, mucho menos mis relaciones amorosas, además el hecho de pensar que mi dolor de cabeza matutino le influía en algo era un auténtico disparate.

Entonces era cuando yo no entendía nada, pensé que lo hacía pero estaba equivocada, cada vez que sabía algo nuevo de Kim más lejos me encontraba de hallar aquello que tanto lo atormentaba.

El sonido del agua fue cortado, sustituyendolo un Kim recién salido de la ducha, vestido con su ropa, para mi desgracia.

—¿Has vuelto a ponerte la misma ropa? —pregunté incrédula, si no cambiaba su ropa el hedor no se iría.

—¿Qué quiere que me ponga entonces?

—Puedo dejarte algo de ropa de Jimin —sugerí dirigiéndome al armario, en busca de alguna de las camisetas de mi hermano las cuales usaba para dormir—, aquí tienes —entregué la más grande que vi, a pesar de que Jimin era mucho más grande que yo, tenía unas ligeras sospechas de que su ropa no alcanzaría a cubrir toda la longitud que Kim poseía.

Kim volvió de nuevo al baño para cambiar su camiseta haciéndome mirarlo con una cierta cara de desagrado, esperaba que se cambiará delante de mis deseosos ojos.

No tardó ni dos minutos en aparecer por la puerta de nuevo, con su cabello mojado cayendo por su frente, haciéndolo ver irresistiblemente sexy.

Volví a tumbarme en mi cama ganándome una mirada penetrante por parte de Kim.

Dudó unos instantes mirando la cama, anduvo un par de pasos hacia ella para después arrepentirse y volver a su posición original, haciéndolo ver bastante tierno ante mis ojos.

Lo miré expectante ante qué decisión tomaría.

—Si lo prefiere puedo dormir en el sofá —habló al fin rompiendo aquel silencio.

Kim ya no hablaba bajo los efectos del alcohol, sorprendiéndome pues para la cantidad que había ingerido no le había durado demasiado.

—Puedes dormir aquí —señalé el espacio de colchón libre que quedaba a mi lado.

Kim sin dudarlo se dirigió hacia mí, tumbandose a mi lado.

—Así que...¿sigue pensando lo mismo acerca de cuándo puede ser nuestra próxima lección? —preguntó con las manos apoyadas en su pecho y la manta cubriendo hasta este, mirándome en espera de una respuesta.

¿Una lección con un Kim sobrio? Estaría loca si dijera que no.

—Mmm...lo cierto es que teniendo en cuenta que mañana es sábado y no hay necesidad de madrugar, añadiendo tu estado de sobriedad...estimo conveniente que demos nuestra próxima lección ahora —declaré sin ápice de titubeos.

Eso, al parecer fue suficiente para Kim, pues no tardó en acercarse a mi.

Pasó su mano por mi vientre hasta llegar a mi cintura y acercarme a él. Dejó un pequeño y casto beso en mi mejilla, erizando mi piel al sentir su respiración chocando contra mi.

—Lección número 4 señorita Kang —susurró con aquella característica voz en mi oído—, esta lección es un poco más especial, supongo que por eso le gustará algo más que las anteriores.

—¿Qué tiene de especial? —empleé el mismo tono de voz que él, mientras me hallaba con los ojos cerrados, disfrutando de la cercanía de Kim.

—Es la lección en la que está permitido tocar y explorar —habló antes de dar una pequeña mordida al lóbulo de mi oreja, estremeciéndome.

Poder tocar a Kim era un privilegio que no se concedía todos los días.

—¿Yo también podré tocar? —pregunté deseosa.

—Dentro de unos límites claro está —aclaró haciéndome reír amargamente, ya sabía yo que esto tenía truco—. Ahora, ¿me permitiría tocarla y explorar su cuerpo a mi antojo? —habló dando ligeros apretones a mi  cintura.

—Yo te permito todo lo que quieras Kim —suspiré al notar como comenzaba a repartir pequeños besos húmedos por mi cuello, sin duda Kim sabía cómo enloquecer a una mujer.

Metió la mano debajo de la camiseta de mi pijama, haciendo que sus tibias manos hicieran contacto con mi caliente piel.

Subió sus manos hasta mi cintura alta, donde la posó durante unos segundos.

Kim comenzaba a ascender sus besos desde mi cuello, pasando por mi mejilla y terminando en mi boca, dónde sin piedad alguna succionó y mordió a su antojo, dejando mis labios algo hinchados.

Siguió con su recorrido de exploración, dejando atrás mi cintura para alcanzar uno de mis pechos, el cual acariciaba con ínfima sutileza. No rozó en ningún momento mi pezón, tan sólo tocaba con las yemas de sus dedos todo el contorno, erizando mi piel de nuevo y haciendo que mis pezones cobraran vida, posicionándose erectos.

Con su lengua inspeccionó cada uno de los rincones de mi boca, haciéndome saber que aquella lengua, sin duda, causaría estragos en mi cuerpo.

Dejó de jugar con mi pecho decidiendo al fin por pellizcar mi pezón con brusquedad, haciendo que cada uno de mis músculos se contrajera de placer y que mis labios, muy a mi pesar, no pudieran acallar el gemido que salió de ellos.

Posicioné mis manos en su cuello, agarrándome fuertemente a la piel suave y tersa que lo componía.

Me sentía acalorada, la parsimonia y lentitud con la que me acariciaba Kim más sus pequeños movimientos bruscos y mordiscos desenfrenados me hacían removerme inquieta bajo su cuerpo.

Separó nuestros labios mirándome, con aquellos ojos penetrantes que calaban hasta en lo más profundo de tu alma.

Subió la camiseta de mi pijama, pasándola por mis hombros deshaciéndose de ella, dejando mi torso desnudo frente a él, que se tomaba su tiempo para observar mi piel, parecía que no se quería perder ni un solo centímetro de tejido sin observar.

Después de haberme repasado con su mirada volvió su vista a mis hinchados labios, los cuales beso nuevamente.

Entre los besos húmedos que dejaba en mi boca formulaba algunas frases que no llegaba a entender.

Salí de aquel trance de excitación recordando que podría permitirme el lujo de tocar a Kim.

Deslicé mis manos desde su cuello a su pecho, aquel pecho que se sentía duro ante mis manos.

Bajé mi toque hacia su abdomen, que al igual que la primera vez que lo toque seguía sin ser del todo tonificado, causándome algunas cosquillas en el estómago y en otras partes íntimas de mi cuerpo al pensar lo intimidante que era Kim y lo tierno que me parecía su abdomen, el cual moría por ver.

Acaricié su abdomen con las yemas de mis dedos, causando que se encogiera y rompiera nuestro beso.

Al principio pensé que no le había gustado mi tacto y que se había separado para darme una reprimenda, pero nada de eso, sonrió con aquella sonrisa cuadrada que tanto costaba vez, era algo así como un eclipse, se dejaba ver cada cierto tiempo y cuando lo hacía dejaba sin habla a todo el mundo.

—¿Tienes cosquillas? —pregunté con una sonrisa.

Kim se limitó a esconder su rostro en mi cuello.

Volví a acariciar su abdomen de la misma manera ganándome una pequeña risa ahogada que se escapaba por sus labios.

Sonreí ante su reacción, me pareció realmente tierno.

Acaricié sin piedad su abdomen haciendo que él no pudiera mantenerse quieto por las cosquillas que le causaba.

Sus cosquillas y su risa cesaron cuando sin previo aviso agarró mi trasero con brusquedad haciéndome sobresaltar sorprendida.

—Kim —hablé en un pequeño gemido al notar los pequeños apretones que le impartía a los cachetes de mi trasero.

Me estimulaba de una manera única, se notaba que sabía perfectamente lo que hacía.

Dejé mis manos quietas en su abdomen haciéndome imposible siquiera pensar en moverme.

Sus grandes manos se amoldaban perfectamente a mi trasero.

Abrí mis piernas enrollándolas alrededor de sus caderas, con el fin de darle un mejor acceso a mis glúteos.

Sentía mi intimidad más que húmeda, molestaba tremendamente el cosquilleo incesante que poseía ahí abajo.

Inconscientemente levanté mis caderas haciendo que su miembro chocara con mi intimidad, a pesar de que él seguía completamente vestido y yo vestía mis bragas y shorts, podía sentirlo perfectamente.

Kim dejó de besarme por unos instantes, para cerrar sus ojos con mayor fuerza y abrir su boca, de la cual salió el gemido ahogado más excitante jamás escuchado.

Juro que me planteé seriamente pedirle que lo repitiera para poder grabarlo y usar aquel gemido como despertador, de seguro mis mañanas serían de lo más entretenidas.

Lo miré deseosa esperando a que abriera sus ojos, al fin lo hizo, mirándome con la respiración agitada.

—Señorita Kang no juegue con fuego, pues al final se quema.

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Gracias por leer💜💜

Love u Sinners ❤️❤️

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