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13: Heridas

Caminaba por las calles desoladas de Daegu, era un pueblo pequeño, y a esta hora cada uno se hallaba en su casa comiendo, todos menos yo, el profesor de literatura me propuso ayudarle con un proyecto, alegando a mi buena lectura y gusto por los libros.

Conseguí llegar a mi casa algo cansado, por la pesadez del largo camino.

Ya estoy en casa informé al abrir la puerta, encontrando a mi padre tras ella.

Taehyung debemos ir a la iglesia.

¿No fuimos ayer? pregunté extrañado.

Si, pero hoy ha llegado el pastor nuevo y quiero saludarlo personalmente explicó.

De acuerdo contesté dándome la vuelta para salir de nuevo.

A pesar de estar cansado obedecí a mi padre sin rechistar, como acostumbraba a hacer el 99% de las veces.

Durante el camino, fue repitiendo los votos que debía cumplir, haciendo hincapié en la obediencia y castidad.

Repítelo ordenó.

Una mujer debe ser amada, una mujer debe ser respetada y una mujer debe ser venerada recité aquellas frases que me obligaba a repetir cada día.

(...)

—Nunca —contesté sincero clavando mi mirada en aquel espejo que nos reflejaba a ambos.

Volví a observar la espalda y trasero de la señorita Kang deleitándome con su piel, con su figura.

—¿De verdad no te gusta lo que ves reflejado en el espejo? —preguntó algo asombrada.

—No, los espejos reflejan algo que odio.

—¿Por qué lo odias?

—Por ser estúpido, por cometer errores, por mi comportamiento, por todas la heridas que aún tengo abiertas, y que por mucho tiempo que pase no terminan de cicatrizar en mi, siguen doliendo como el primer día —confesé apenado haciendo uso de la memoria, torturándome como sólo yo sabía hacerlo.

—Eres tú el que no deja cicatrizar tus propias heridas —habló levantando su cabeza, observándome—, deja de meter tus dedos en las llagas y déjalas sanar.

La miré fijamente a los ojos, reflexionando sobre sus palabras. La señorita Kang tenía razón, era un puto masoquista que no paraba de hurgar en sus heridas.

Sabía cuál era la forma de que estas cicatrizaran, de olvidar, la respuesta se hallaba en ella, la señorita Kang.

Necesitaba que hiciera memoria, que me recordara, que recordará aquella época oscura de Daegu, pero ella parecía estar ciega.

—Kim —llamó mi nombre sacándome de mis pensamientos—. ¿Sabes cual es una buena forma de cerrar las heridas?

—Cuál —susurré.

—Aceptar aquello que te atormenta hasta el punto de poder decirlo en voz alta, sin miedo presente.

—¿Decirlo en voz alta? —pregunté pensando que era una tontería.

—Si Kim en voz alta, ¿acaso eres capaz de decir lo que te pasa por la cabeza que no te deja dormir?

—No —pronuncié entendiendo.

La señorita Kang sonrió levemente ante mi respuesta dándose cuenta de que le había dado la razón, pues la tenía.

—Kim eres un chico complicado —acarició mi mejilla, haciéndome cerrar los ojos ante su tacto—, veo en ti algo diferente que no logró hallar en los demás, sin duda eres diferente.

Escuché sus palabras, intentando creerlas.

—Nuestras similitudes son las que nos diferencian del resto señorita Kang —hablé antes de echar un vistazo a mi reloj, percatándome de la hora que era—. Ahora, si me disculpa, debería vestirse, a no ser que quiera que la señora Kim la vea desnuda en mi cuarto, créame mi madre es incluso más terrorífica que yo cuando se enfada —aclaré, de seguro que si mi madre la viera así en mi cuarto se enfadaría muchísimo, no con ella, sino conmigo por no avisar de que traería una chica a casa.

La señorita Kang rió ante mis declaraciones.

—¿La quieres verdad? —preguntó de la nada.

—La amo.

—Si de verdad la amas ¿por qué no le cuentas lo que te sucede? Creo que es la persona que más ansía escucharte y de las pocas que no te juzgará —habló colocándose sus bragas.

—No se lo cuento por qué la amo, no quiero verla sufrir —aclaré mirándola, la figura de la señorita Kang era tan peculiar como su personalidad.

—Ella ya está sufriendo por ti Kim.

—Lo sé, pero no puedo contárselo, la destruiría —sentencié al fin viéndola colocarse su sujetador.

Ambos dejamos de hablar, ella se dedicaba a colocar las últimas prendas que quedaban en su cuerpo mientras yo observaba apenado como lo hacía, sin duda la prefería desnuda.

Una vez vestida se acercó a mí, encarándome.

—Siempre me dejas con ganas de más Kim, logras crear expectativas muy altas en mí, me encantaría que estas algún día se cumplieran.

—De eso se tratan las lecciones, las cosas de palacio van despacio señorita Kang, no puedo dárselo todo en un día, las raciones pequeñas siempre dejan con más ganas que un atracón, el sexo se basa en las ganas.

—Que mierda de teoría es esa, Kim yo siempre tengo ganas —contestó sorprendiéndome por su picardía.

Plantó un beso en mis labios y una cachetada en mi trasero antes de marcharse con una frase de despedida.

—Nos vemos mañana en clase —acompañada de un guiño.

No pude evitar sonreír mientras negaba con mi cabeza.

Esta chica a pesar de ser muy predecible, lograba sorprenderme, su descaro realmente estaba muy logrado, casi tanto como el mío.

Al marcharse la señorita Kang mi habitación se quedó vacía, la observé detenidamente, mirando las paredes y suspirando.

Me tumbé en la cama y cerré los ojos, intentaba relajarme, disminuí mi respiración, volviéndola más calmada, cuando me quise dar cuenta caí en los brazos de Morfeo, o más bien el diablo.

Entré en aquella habitación oscura, como cada noche, estaba nervioso y asustado, podía notar como las gotas de sudor recorrían mi cuerpo, era algo desesperante.

Observé aquellos rostros conocidos, cubiertos por capas negras, todos con sus labios sellados, sabían que los únicos que emitiríamos sonido allí éramos los errados.

Antes de que las velas fueran apagadas sumiendo aquel lugar en la máxima oscuridad, me desperté.

Di gracias al sonido de mi móvil y agradecí internamente a Jungkook por acabar con este maldito sueño.

Cogí la llamada sin dudarlo.

Hyung, he conseguido lo que me pediste —dijo haciéndome sonreír.

—¿Vamos esta noche a nuestro edificio y nos lo fumamos todo? Necesito olvidarme hoy de quién coño es Kim Taehyung.

Ya somos dos, compra tu el alcohol, nos vemos a la hora de siempre.

Sin más ambos colgamos, no teníamos la necesidad de despedirnos.

Esta noche pondría remedio a toda la mierda que la señorita Kang se había dedicado a remover en mi cabeza.

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