Capítulo 1
Levanté la mirada al ver el escándalo que había hecho la sirena al llegar, hicieron falta varios hombres para someterla y conseguir colocarle el mismo collar y cadenas que yo, y todos los demás prisioneros, teníamos puestos. Fruncí el ceño sintiendo lástima por ella, pues sabía lo que se siente en ese momento, en ese mismo instante en el que sabes que ya no tienes escapatoria. Pero, si tiene suerte, las personas que la compren en esta subasta no serán tan terribles como los Dragones Celestiales. Si es que no aparece uno para comprarla.
La puerta frente a mí rechina al llegar mi turno, el hombre me obliga a levantarme y caminar hasta el escenario. Podía escuchar al presentador nombrando todas mis cualidades, especialmente mi habilidad para fabricar armas de gran calidad y estética, mientras me colocaban en el centro. Miré hacia el público, muchos se veían interesados en mi habilidad de fabricación o sino en mi belleza física. Pero me llamó la atención ver un oso polar entre la multitud y cerca de él un joven con sombrero de piel manchada, con una katana a un lado, parecía analizarme e incluso noté que apretaba la paleta en su mano como si fuera a ofertar, pero decide no hacerlo y alguien más toma su lugar.
—Ochenta mil berries —escuché.
Abrí los ojos de par en par cuando vi a Sir Charlos con una sonrisa de idiota mientras levanta la paleta en su mano. Nadie más se animó a aumentar la cifra, nadie sería capaz. Mi cuerpo entero empezó a temblar de nuevo, la marca en mi espalda incluso se sintió como si volviera a quemar. No quería volver a ese infierno, justo cuando el anterior se había cansado de mí y me tiró en este lugar. Volver a Mary Geoise es lo último que quiero hacer. El martillazo del presentador contra su atril me hace reaccionar.
—¡Vendida...!
Apenas escuché esa única palabra, decidí que la mejor decisión que podía tomar ahora era que la muerte me tomase en brazos para alejarme de este tormento de una vez por todas. Los guardias me sujetaron por los brazos y me levantaron del suelo, vi la espada de uno de ellos y la tomé de inmediato, espantando a todos en el público y en el escenario. Cerré los ojos y sin titubear dirigí la espada para atravesar mi estómago, pero los guardias me sujetaron y no lo hice como debía, la espada atraviesa mi costado provocándome más dolor, el telón se cerró para ocultar la escena y no me permitieron morir en paz.
—¡Que mujer estúpida! —se queja el presentador—. No podemos perder esta oferta de un Dragón Celestial, ¡deprisa! ¡Trátenla de inmediato!
—¡Sí!
—No... por favor —supliqué de nuevo—. No quiero regresar allí, no de nuevo.
Pero nadie quiso escuchar mis súplicas, a nadie le importaba de nuevo. Me ignoraron. Apenas podía seguir consiente mientras la sangre escapaba de mi cuerpo, solo pude entender cuando unos médicos me curaron, siendo que gracias a la interrupción de los guardias, no había podido hacerme tanto daño como para que fuera intratable o mortal. ¡Joder!
Cuando abrí los ojos de nuevo, estaba en la parte de atrás de las prisiones de la subasta, tenía una bolsa con sangre conectada, la arranqué de inmediato. No había nadie cuidándome de todos modos, miré a todos lados y decidí levantarme, aprovechando el hecho de no traer puesto el collar explosivo, les hubiera sido imposible salvarme la vida así, lo único que tenía eran las cadenas en mis muñecas y tobillos. Pero al estar de pie perdí el equilibrio y caí al suelo, toqué mi costado por el dolor y noté la sangre que manchaba el vendaje y traspasaba hasta mi mano.
—La herida se está abriendo —escuché una voz frente a mí. Levanté la mirada rápidamente y vi al chico del sombrero de piel manchada—. Puedo ocuparme de eso.
—No te acerques —espeté enseguida al verlo dar dos pasos, se detuvo—. No quiero que hagas nada, solo... déjame morir aquí. Eso es todo lo que quiero.
—¿Ah? No me importa. Haré lo que yo quiera —respondió de todas formas.
—Por supuesto... eso es algo que los piratas y los Dragones Celestiales tienen en común. Toman lo que quieren y no les importa —gruñí enfadada mientras aguantaba el nudo en mi garganta y el dolor en mi costado—. A nadie le importa...
Finalmente cedí al dolor, caí de nuevo al suelo pero antes del golpe, sentí un brazo que lo evitó. Escuché el chasquido de lengua del pirata antes de sentir como dejaba de tocar el suelo, en realidad, dejé de sentir todo a mi alrededor. Ni siquiera podía escuchar lo que pasaba o lo que sucedió conmigo, no podía sentir nada. Por un momento creí que finalmente todo había acabado, que al fin había muerto. Mi deseo se volvería realidad...
Pero al ser consciente de mis propios pensamientos entré en duda, ¿los muertos piensan? ¿Realmente lo estoy? No me siento como si lo estuviera en realidad.
Y no lo estaba. Al abrir los ojos lo confirmé. Traía puesto una máscara de oxígeno que me ayudaba a respirar y que comenzó a ser molesta cuando lo hice por mi cuenta, así que la aparté. Miré a un lado, no reconocía el lugar pero por el movimiento y el material que veía a mi alrededor, estaba en un barco... creo, ¿submarino quizás? Me levanté de la cama volviendo a arrancar esas vías conectadas a mis brazos para darme la sangre de la bolsa conectada a mi lado. Levanté la remera que me cubría, pude ver que la herida en mi costado estaba perfectamente atendida. Ver esa herida casi curada me hizo preguntarme el tiempo que había estado inconsciente. Dejó de importarme, solo quería saber dónde estaba... Por favor que no sea de camino a Mary Geoise otra vez...
Abrí la puerta que extrañamente estaba abierta, no había nadie en los pasillos, corrí buscando la salida, apareció un chico con un sombrero que decía "Penguin" pero lo noqueé antes de que pudiera alertar a sus compañeros.
Vi unas escaleras que deduje me llevarían a la cubierta, noté por una ventanilla que no estábamos sumergidos por completo. Abrí los ojos con sorpresa al ver la puerta principal, corrí hasta esta y la abrí desesperada. Tuve que cubrir mi rostro con un brazo ante el brillante sol que me deslumbró. Era cálido...
Al ver mi brazo frente a mis ojos, me di cuenta del detalle que había dejado pasar por alto, no traía las cadenas en mis muñecas, tampoco las de mis tobillos o el collar explosivo. Es imposible que esté con un Dragón Celestial si fuera el caso. Bajé mis manos para ver las marcas que tantos años con esas cadenas dejaron en mis muñecas, raspones que dejaron cicatrices y moretones que ya casi no se veían. De repente mis manos comenzaron a temblar de nuevo, mis rodillas cedieron y caía al suelo sobre estas, sintiendo un gran peso desaparecer de mis hombros.
Volví la mirada al frente y noté el inmenso océano que me rodeaba, estaba lejos de Mary Geoise, estaba lejos de los Dragones Celestiales... ¿Qué es esta sensación? Es como si mi cuerpo ya lo supiera pero mi mente aún no comprendía que... era libre. Me había librado de ellos, no puedo creerlo todavía.
—Oye —volteé la mirada hacia aquel chico del sombrero de piel. Estaba recostado contra el barandal—. Deberías estar en la camilla, aún no puedes levantarte.
—Trafalgar Law... —murmuré recordando la primera vez que vi su cartel de "Se busca"—. ¿Por qué estoy aquí?
Al instante limpié mi rostro mientras él me analizaba con la mirada antes de responder.
—Sé quién eres. Una ex marina que fue tomada por los Dragones Celestiales hace seis años. Alguien con el don de fabricar armas y herramientas de la nada y de la mejor calidad —mencionó—. Quiero que te unas a mi tripulación.
Abrí los ojos de par en par por la sorpresa que me he llevado, me levanté del suelo aunque las piernas me temblaran y lo miré con el ceño fruncido.
—¿Unirme a tu tripulación? ¿Volverme una pirata? —repetí con cierto asco—. He sido parte de la marina, los piratas son lo que más desprecio.
—Creí que serían los Dragones Celestiales.
Apreté los puños con tan solo escucharlo nombrar a esos seres tan crueles, cerré los ojos y aparté la mirada cuando los recuerdos me invadieron, todo lo que pasé en ese lugar... Es verdad, ellos son a los que más odio.
—También creí que odiarías a la marina por abandonarte como lo hicieron. Dejaron que un Dragón Celestial se adueñara de ti como si fueras un animal para su zoológico. Recordando todo lo que te hicieron los Dragones Celestiales y la marina... ¿Quiénes son más crueles? ¿Ellos o los piratas?
—No tienes ni idea... —espeté apretando los dientes.
—Quizás tengas razón, no la tengo porque no lo he vivido. Mi tripulación no me ha fallado, ni yo a ellos, y jamás los he tratado como si pudiera barrer el piso con ellos —él se acerca hasta mí, hasta estar frente a frente, y apunta al mar—. ¿Puedes ver eso? Es lo que te estoy ofreciendo, nadie volverá a encarcelarte o quemarte la espalda con una marca que no has pedido.
Apenas nombra esa marca me abracé a mí misma, apretando la mano en mi hombro, tan cerca de esa quemadura. Fruncí los labios pero su voz atrajo de nuevo mi atención.
—No volverán a ponerte cadenas o collares que explotan. Te ofrezco la libertad de elegir lo que quieres hacer por una vez en tu vida... pero a cambio, debes unirte a mí, tu habilidad con las armas será bien utilizada.
—Eso es todo lo que buscan de mí... —murmuré por lo bajo. Miré al mar, escuchaba lo tranquilo que era aquí, lo pacífico y agradable—. Si acepto... ¿prometes que no volverán a abandonarme?
—Lo prometo —su respuesta rápida y sin titubeos me ha impresionado, me hizo sentir que hablaba tan en serio que lo cumpliría—. Incluso si otro Dragón Celestial intenta esposarte de nuevo.
—Quisiera que fuera verdad.. —murmuré en un suspiro resignada—. Solo una última cosa... Si en algún momento tú también te llegas a cansar de mí hasta el punto de ya no quererme en tu tripulación. Prefiero que me mates. Al menos así no correré el riesgo de algo peor.
Vi la sorpresa en su expresión por mi petición, pero luego de pensarlo un poco no parece tan sorprendido, supongo que después de todo lo que supone que me ha pasado, es comprensible que pida algo así. Termina asintiendo en respuesta y yo resoplé finalmente.
—Entonces que así sea. Estaré a su disposición... Capitán.
Noté la sonrisa ladina en su rostro, como si hubiera conseguido una victoria. Y como es costumbre en mi aldea, lo sujeté por el cuello de la remera para acercarlo un poco y unir nuestros labios. Noté su cuerpo tenso por la sorpresa y escuché cómo dejó caer su katana al suelo. Apenas un par de segundos, se escucharon voces secundarias exclamando en sorpresa.
—¡¿EHHHH?! ¡¿Capitán?!
Me separé y agarré la katana del suelo para entregársela. Seguía con los ojos abiertos de par en par pero agarró la katana como si estuviera en automático. Finalmente reacciona parpadeando varias veces y voltea dándole la espalda a los de su tripulación, chasqueando la lengua y cubriendo su rostro con su sombrero.
—¿Qué ha sido eso? —pregunta.
—De dónde vengo es normal que las mujeres demuestren así a quien le dan su completa lealtad y disposición a la última persona a quien servirán hasta el final de sus días. No sabía que le incomodaría, lo siento —me disculpé agachando la cabeza.
—Tsk. Ikkaku —llama él y una chica se sobresalta.
—¡S..Sí! ¡Capitán!
—__________ ahora es de la tripulación, enséñale el barco. Te encargarás de supervisarla y guiarla —ordena, recibiendo una exclamación positiva por parte de Ikkaku—. Shachi. Penguin, ustedes...
—Capitán... Penguin está inconsciente —avisa uno de ellos sorprendiendo al capitán.
—¿Ah? ¿Por qué? —pregunta el capitán.
—Ha sido mi culpa, me disculpo también por eso —volví a inclinarme para la disculpa—. Si cree conveniente un castigo, lo aceptaré.
—¿Castigo? —repiten los otros con confusión y sorpresa, mientras que el capitán aparta la mirada de nuevo.
—No es necesario. Vete con Ikkaku.
—Sí, capitán —respondí levantando la mirada y viendo a la chica que me señaló que la acompañara. Eso fue lo que hice, miré por encima de mi hombro hacia el capitán que igualmente me estaba mirando de la misma forma, volví la vista a Ikkaku y me marché con ella.
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