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Capítulo 5

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— Y entonces le dije: ¡No Chōji, la servilleta no se come!

Temari estalló en risas junto a Karui, la primera cita de la morena había sido muy graciosa. Ino no prestaba mucha atención a la conversación de ambas chicas, su mirada estaba en el teléfono que sostenía en su mano, esperaba una llamada importante.

— Bueno, Shikamaru en nuestra primera cita me llevó al cine y se durmió durante la película.

Karui negó divertida. Ino sonrió sin saber que decir, y la verdad era que no tenía mucho que hablar con las novias de sus mejores amigos. No es que no se llevara bien o les agradara, sin embargo no sentía una gran conexión con ellas aún, apenas y comenzaba a conocerlas.

— ¿Qué hay de ti, Ino?

Su nombre la hizo reaccionar de inmediato.

— ¿Sobre mí qué?

— Sobre tu novio.

— No... Tengo.

Temari elevó una ceja incrédula, Karui parpadeó un par de veces y dejo caer su mentón sobre la palma de su mano.

— ¿No tienes? Qué sorpresa — ironizó Temari.

— Pensé que tendrías — habló Karui.

— Yo, no tengo. Me es normal este tipo de reacciones luego viene acompañado un "¡pero eres tan bonita como para estar soltera!" y más labia.

Temari cerró la boca.

— ¿Por qué no tienes novio?

— Porque no — apretó los dientes con paciencia — ¿quién necesita eso?

Ambas levantaron la mano.

— Claro — rodó los ojos — perdón, sólo no se me da bien el amor.

— ¿Malas experiencias?— curioseo Karui.

Ino asintió mientras sentía su voz temblar.

— Y yo que pensaba que tenías algo con ese mesero que mencionaste — se mofó Temari — Ya sabes, el de las buenas nalgas — se mordió el labio inferior, levantó sus manos poniéndolas frente a Ino y encogiendo los dedos como si estuviese agarrando unas enormes toronjas.

Ino se ruborizó y rió.

— ¿Qué? ¡Claro que no! — carcajeó.

— Pareciera que sí, comparten la hora del té, hablan y como nos cuentas de cómo te mira es inevitable pensar en eso.

— Karui, sólo quería un acompañante para la hora del té, es verdad que me fijé en su trasero pero vamos ¿quién le quita la vista a un buen trasero?

— Supongamos que no es tu novio — intervino Temari y sonrió — ¿qué es entonces?

— Mi mesero Nalgón.

Karui rió.

— Con el cual comparto mi tiempo de té — añadió la rubia platinada.

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La llamada que esperaba tanto nunca cayó. Ino decidió marcharse del lugar; se despidió de sus amigas y les agradeció por tan buena tarde juntas, era de noche y caminaba de regreso a casa. La reunión había sido en un restorant a unas cuadras del apartamento dónde vivía por lo que para ella, no era necesario pagar algún transporte.

Llegó al edificio dónde vivía, en verdad no quería entrar. Giró su cuello para observar la banca frente a la jardinera que rodeaba el cerco del edificio, parecía llamarla, parecía decirle «Vamos acercate y sientate un rato». Ino no ignoró la imaginaria voz de la banca y se sentó, soltó el aire que estuvo sosteniendo, necesitaba reordenar sus ideas, sus pensamientos, sus palabras, sus parpadeos, sus acciones... Su vida en conclusión.

Un gato blanco con manchas negras se acercó a sus pies maullando. Ino sonrió compasiva y lo tomó, acercándolo a su rostro hasta quedar nariz con nariz.

La conversación con Temari y Karui se repetía en su mente, era verdad que no tenía novio; alguien a quien decirle "te amo" "cariño" y un sin fin de cosas que alguna vez quiso decir, su corazón parecía rogarle aquel sentimiento y en cambio le hacia sentir nostálgica, obligándola a ver los orbes de aquel minino tratando de buscar alguna respuesta de una pregunta inexistente en esos momentos.

— Te amo — susurró, el minino maullo. La última vez que había pronunciado esas palabras terminó sola, rechazada, con un globo de falsas ilusiones en su mano y en la otra los pedazos de su corazón roto.

Apretó los labios.

Tal vez haber amado con todo su corazón no había sido buena idea en esa ocasión.

Pero ella estaba segura que, de eso se trataba. De entregarlo todo. Sin embargo nadie le dijo que un corazón roto podía doler tanto.

— ¿Interrumpo algo?

Ino vio que a su lado, sentado, Sai la veía divertido.

— Sí, mi momento nostálgico.

— Oh, perdón.

— ¿Desde cuándo estás allí?

— Desde el "te amo". Es increíble que no me notaras.

— ¿Cómo te voy a notar si me le estaba declarando a un gato? — bromeó, Sai rió y la risa se le contagió.

— Cada vez me parece más divertida.

— Deja el formalismo que no estamos en la cafetería.

— Está bien, me parece genial la naturalidad con la que pronuncias esas palabras. Pienso que decir te amo no es para cualquiera.

— Es fácil. Lo difícil es cuando no te responden yo también. Y de allí nacen los corazones rotos.

— ¿Como el tuyo?

— No está roto ya, sólo levemente herido.

— Yo no podría decirle eso a alguien.

— ¿Qué? ¿te amo?

— No sabría como decirlo.

La rubia rió, dejando en libertad al gato, apoyo su peso en el respaldo de la banca.

— Estás peor que yo — dijo Ino pasando una mano por su rostro — yo se lo dije a un gato.

Sai reía junto a Ino, le gustaba estar con ella y si bien era cierto no sabría como decir lo que siente con exactitud.

— De todas formas, ya te lo dije, es fácil sólo habla sinceramente — añadió.

— Algún día lo intentaré.

— ¿Hace cuánto la conoces?

— ¿A quién?

— Esa persona, por la que te arriesgarías a romperte el corazón.

— Hace unos días.

— ¿Tan poco y ya te gusta?

— Sí.

— No creo que estés enamorado. Tal vez sea pasajero, un amor efímero quizá.

Sai negó y pasó una mano por su oscuro cabello suspirando.

— Tal vez, pero eso lo sabré sabré con el tiempo. Sin embargo, no quita el hecho de mis latidos sonoros hacia ella y es que a veces siento que con tan sólo verla... Mi mundo se llena de color.

Ino sonrió.

— ¿Tu mundo estaba en blanco?

— Hasta que la conocí.

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