Capítulo 3
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— Felicidades.
Sasuke asintió, y rodeó con su brazo el cuello de Sakura. Habían hecho oficial su noviazgo y eso era motivo de celebración para la rubia; ella era testigo de todo lo que había sufrido en silencio su amiga por él y, que por cosas del destino quizá, ahora era feliz sabiendo que arriesgó muchas cosas para lograr el sueño que tanto anhelaba. Durante ese trayecto Ino podía percibir lo amargo del amor, lo que un corazón verdaderamente estúpido era capaz de hacer o decir por dicho sentimiento, sin embargo también percibió que hasta el corazón más estúpido podía destruir barreras que impidiesen el éxito de sus anhelos y sueños más profundos.
Pero ella había dejado de tener un corazón estúpido hace mucho.
Los malos momentos habían atravesado su debilidad como estacas, ya no, ella sería libre y no dejaría que su corazón fuese preso tan fácilmente.
— Es bueno ver que lo has logrado Sakura — dijo y sonrió amargamente — iré a dar una vuelta.
— ¿No quisieses tomar algo antes de irte? — preguntó Sasuke — La casa invita.
Susano'o era la cafetería que había sido abierta hacia dos días, importantes socios de los Yamanaka también, sin embargo, Ino ya tenía intención de ir a Izanagi's.
— Muchas gracias, será otro día.
Salió y fijó su vista en su reloj «seis y media de la tarde, si me doy prisa, puedo...» apresuró el paso, cerrarían en meno de media hora, su ventaja era que no estaba muy lejos.
Al estar frente al local, divisó gente en su interior, estaban en servicio aún.
Entró y se sentó en uno de los lugares que más cerca de la salida estaban. Sacó su teléfono, y tecleó enviando un mensaje.
— Ya decía yo que no vendría.
Se giró encontrándose con unos negros orbes que la veían cálidamente. Ella sonrió sin ningún pensamiento en mente, sonrió vacía; como si no tuviese respuesta. Y cuando la obtuvo respondió:
— Tenía mejores cosas que hacer.
Volvió su vista al teléfono sintiendo incómodo el momento, Sai detrás de ella, aclaro su voz para no parecer que su respuesta le había incomodado.
— ¿Qué desea ordenar?
— Té blanco.
No tuvo el tacto de verlo, Sai asintió aun sabiendo que ella no lo vería y se dirigió a la cocina. Ino suspiró dejando el teléfono a un lado, sentía los párpados en pesados del sueño.
«Quiero... Llegar a casa»
Minutos después el mesero regresó, sirviéndole el té en aquella taza decorada con grabados de rosas que a Ino, le pareció simplemente bonita.
— No hay muchos clientes de nuevo — dijo sujetando la taza — ¿Me obsequiaría de nuevo su compañía por cinco minutos?
Sai dudó. Miró a ambos lados y, se dejó caer en la silla frente a ella.
— Sirvete un poco — le dijo Ino, mientras llevaba una galleta a su boca.
— ¿Y cómo estuvo su día? — preguntó el pálido, tomando un sorbo de té.
— Eso no importa.
— A mi sí me importa.
— Te hubiese mentido.
— Trataba de sacar conversación, no tenía nada mejor que decir.
— Mejor otra cosa.
— ¿Cómo qué?
— Hagamos lo que ya nadie hace; conocernos.
Sai la miró fijamente, ella no deshacía su sonrisa, la bonita sonrisa que había llevado en su mente todo el día. ¿Conocerlo? No sabía exactamente la intención de esas palabras, de igual forma no sabía el porqué de aquellos sonoros latidos que se daban en su pecho, sentía que explotaría en cualquier instante.
— No hay mucho por saber, de parte mía. Sin embargo, me imagino que has de tener alguna anécdota interesante por contar.
Ino suspiró, «anécdotas» las únicas anécdotas que venían a su mente eran, de puros amores que no funcionaron, de las veces que pidió atención y nunca se la dieron, su familia y las constantes críticas y ni hablar del perro que había hecho pipí en su zapato.
Decidió que dejaría lo de las anécdotas para otro momento, antes de que tomara la cucharita de té e intentase cortarse las venas dramáticamente.
— En realidad no, pero... En cuanto las tenga, te las contaré.
— ¿Sueles venir seguido?
— Sí. Me gusta relajarme aquí, por cierto ¿tienes hermanos?
— Uno mayor ¿y usted?
— No, y puedes dejar el formalismo a un lado.
Sai sonrió tímidamente.
— ¿Cómo te va con el amor?— preguntó, y se arrepintió de haber preguntado al escuchar la carcajada limpia de la rubia.
— ¿En serio preguntas eso? ¡maldita sea! — rió aun más, y Sai podía sentir que disminuía de tamaño por la vergüenza.
— Perdón.
— No no no, perdona mi mal comportamiento. No te preocupes, bueno contestando tu pregunta; ni puta idea de cómo me va.
Sai tapó disimuladamente su boca para evitar que su sonrisa se viera.
— Que fuerte vocabulario. — dijo, haciendo que la mirada de Ino se volviera pesada.
— Lo siento, me enojo y no mido mis palabras.
Ino terminó su té. Tomó su teléfono en manos y se puso de pie.
— Me he tardado seis minutos, lamento el minuto de más — dijo, acomodando su bolso.
— No hay problema, es un placer hablar contigo.
— Tan halagador — cortejó la rubia — bueno, espero volver a verte mañana.
— Lo Ansío mucho.
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