Capítulo 12
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Te quiero.
Pensarlo era más fácil que decirlo, Sai estaba frente a ella, con las rodillas juntas y enrolladas, ambos cabían sobre ese sofá, hablaban de cosas que curioseaban sus mentes. Ino dio un sorbo más a su té y miró a Sai, sintiendo una sensación sobre su piel.
—¿Tienes sueño? — preguntó, mirando la hora en su celular: eran las dos de la mañana y el sueño comenzaba a afectarle.
— Un poco — dijo dejando sobre la mesa la taza vacía. Volvió su vista hacia ella y le sonrió — Pero hablar contigo me entretiene así que ¿qué anhelas para tu futuro?
— No te cansas de hacerme preguntas cierto — bromeó— Supongo que felicidad, aunque no es fácil encontrarla en estos días.
— Si llegas a encontrarla en este jodido mundo, aprovechala lo más que puedas Ino.
— ¿Y tú anhelas?
— Yo alucino.
— ¿Con qué?
— Contigo arriba mío.
La rubia rió y luego contagió a Sai de la risa. Se acercó a el y se dejó caer sobre su cuerpo, por unos instantes Sai sintió su aliento esfumarse. La cabeza de Ino estaba sobre su pecho y ella podía escuchar la sinfonía de latidos acelerados que componía el corazón de Sai.
— Bien, si eso quieres. — murmuró, se acomodó aún más sobre él y cerró los ojos.
— Ino...
— Silencio Sai, quiero dormir.
— ¿Así? — cuestionó el azabache mirando los rubios cabellos que se encontraban sobre el y las puntas le llegaban hasta su barbilla. Apartó un poco el cabello de ella sin incomodarla.
— Dijiste que querías que estuviera encima tuyo.
— Sí — dijo él — Pero no me refería a esta situación. Tú sabes a que me refiero.
La Yamanaka levantó el rostro para encararlo, Sai le guiñó el ojo.
— Idiota — rió levemente Ino haciendo que Sai esbozara una sonrisa.
Entonces dado que también él moría de sueño, abrazó a la rubia y durmió junto a ella, pensando que esa situación era mucho mejor que haber hecho el amor.
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Ino comenzó a abrir los ojos lentamente, se despertó con cuidado puesto a que aún seguía sobre Sai. Con cautela se dirigió al baño y cepilló sus dientes, se bañó y vistió.
— Oye, despierta, Sai ¡qué te levantes! — tocaba el pecho del pálido con suavidad, admitía que le gustaba el físico de él y tocarlo tan suavemente le erizaba los vellos de la nuca haciéndole sentir en su estómago que había una revolución. Esfumando cualquier pensamiento pecaminoso siguió intentando levantarlo; palpaba suavemente la mejilla de éste hasta que por fin pudo conseguir que abriera los ojos.
— ¿Ino? — se levantó y comenzó a fregar sus ojos mientras cabeceaba por el sueño — Buenos días ¿qué hora es?
— Hora de que te des prisa si no quieres ser despedido.
Sai levantó el rostro inmediatamente.
— ¡Diablos! — exclamó, se colocó los zapatos y tomó su chaqueta mientras giraba el picaporte con prisa.
— ¡Sai espera! ¿No piensas desayunar?
— Lo siento Ino, debo irme.
Se marchó del lugar dejándola confundida, su vista giró hasta la cocina y se dirigió para cocinar. Desayuno primero, buscar a Sai después.
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