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CAPÍTULO I

"Así estás bien, Evelyn"
Viernes, 08:30 a.m.

Me despierto por un insoportable dolor de cabeza, un olor familiar entra por mis fosas nasales, un olor a hospital. El pitido en mi oído hace que intente llevar mis manos a él para rascarme, pero es imposible.

Tanto mis manos como mis tobillos estaban atados.

Fuerzo un poco mis extremidades intentando zafarme, al mismo tiempo buscando entender cómo diablos había llegado a allí.

Sin resultados observo lo que me rodea, no hay mucha luz, la claridad que hace que el cuarto no esté cien por cien oscuro entra por la única ventana en la habitación, debajo de ella, una mesa, con utensilios de medicina, jeringas, tijeras, tenazas, alicates...

Asustada por lo que veo pataleo y grito por ayuda, no parece que haya nadie cerca, y si lo hay, hacen oídos sordos.

Pestañeo con rapidez observando la mesa bajo la ventana, cada uno de ellos ahora contenía sangre a su alrededor y luego de echar otro vistazo por el lugar, todo estaba, cubierto repentinamente del espeso líquido carmesí.

Grité inconscientemente y una silueta de mujer se puso a mi lado, con una tijera ensangrentada y una sonrisa malévola, no veo su rostro, solo los brillantes ojos escalofriantes y sus dientes afilados resplandecientes como una daga, más la tijera la cual estaba acercando a mi cara, en dirección a mis ojos.

—Hora de cerrar los ojos— su sonrisa se hace más amplia y su voz es rasposa, grito rogando que alguien me socorra al sentir como la punta de la tijera entra en contacto directo con mi ojo derecho. —, dulces sueños Evelyn.

Y despierto.

***

—Entonces señorita Braden, otra vez soñaste con ese hospital — cruza las manos la psicóloga dirigiéndose a mí.

—Es lo que le estoy comentando Doctora Jane — comenzó a anotar algo en la carpeta que tenía en manos y acomoda sus lentes.

—Repito la pregunta que hice la sesión anterior, ¿Tiene algún trauma o recuerdo molesto en un hospital?

—Como mismo respondí la otra vez. No, no tengo nada que ver con hospitales.— respondo y ella suspira profundamente.

—¿Algún familiar es doctor o tiene a alguien importante en sala de emergencias quizás? —niego con la cabeza y se quita los lentes poniéndolos a un lado junto a la carpeta para levantarse del asiento y tomar algunos papeles que tiene en la mesa. —. Han acudido a mí varios pacientes con esos "síntomas" a lo largo de tres años, hay una víctima de ello que vive lo suficientemente cerca para usted. Si le interesa le puedo dar la dirección.

—No veo en que me puede ayudar —alcé los hombros, me miró directamente y su expresión se tornó seria ofreciéndome el papel.

—Lo inquietante de ello, es que tengo constancia de que sólo ella de todos los que he diagnosticado, sigue con vida — mi pulso se aceleró dando fuertes latidos y tragué con fuerza formando un nudo en mi garganta.

—Bien, tomaré la dirección.— afirmo tomando el papel y ella asiente brevemente con la cabeza.

—¿Irás a verla?

Tomo mi bolso levantándome de mi sitio. —No prometo nada —me despido de la psicóloga y salgo de la sala, no sin antes guardar la dirección en uno de los bolsillos de mi falda ajustada.

Suelto un gran suspiro al salir de allí cuando cierro la puerta, demostrando mi alivio por haber acabado con aquella cita semanal que tengo con la psicóloga desde que este extraño sueño ha estado atormentándome.

Miro mi reloj y me doy cuenta de que nuestra sesión se había extendido un poco más del tiempo planeado.

—Mierda, llegaré tarde —hablo en voz alta para mí misma y corro para salir del edificio, teniendo un poco de cautela al bajar las escaleras, pero aún así sin detener mi paso.

Logro bajarlas con éxito y sin un tacón mal dado.

—Lo siento— al pasar por la puerta choco con varias personas por mi apuro, pero alcanzo a cruzar la salida, estando ahora en la acera de la entrada.

Saco del bolso mi celular y comienzo a marcar el número de mi compañera de trabajo, alzando también a la vez la mano para conseguir un taxi.

—¿Hola?— contesta ella.

—Claire, que bueno que respondes, mira, necesito que...— ella no me deja terminar y un auto se detiene ante mí.

—Necesitas que ponga una excusa porque otra vez llegarás tarde, ¿verdad?— enuncia Claire con una voz sosa, diría que acostumbrada.

—¿Hacia el centro?— aparto el celular separándome del micrófono y el chófer asiente —. Sí, eso, muchísimas gracias, te compro el almuerzo de hoy, bye.— me monto en el auto, cuelgo la llamada y guardo el celular en el bolso.

Recupero el aliento allí sentada, saco de mi bolso un pequeño espejo y comienzo a retocar el maquillaje.

No estaba tan mal, solo corrí un poco.

Intento alizar el cabello hacia atrás con las manos, ya que algunos pelos rebeldes me hacían ver desaliñada.

—Así estás bien, Evelyn.

Escucho una voz tenue, gruesa y casi inaudible, muy cerca de mi oído recorriendo todo mi cuerpo como la electricidad haciendo que mis pelos se pongan en punta.

—Disculpe, ¿Dijo usted algo?— el señor me mira con confusión, como si fuera una loca, mediante el espejo retrovisor.

—No señorita, no he dicho ni una palabra desde que se montó en el auto.— cuando responde me doy cuenta de la diferencia del tono, el chófer tenía la voz más aguda que la de hace un momento.

Quizás estoy alucinando ya que no he podido descansar, ni comer muy bien.

¿O las pastillas hacen efecto a esta hora?

—Ya llegamos señorita, son veinte. — me sorprende el chófer sacándome de mis pensamientos.

—Debería bajar un poco el precio, ¿no cree?— saco el dinero de mi bolso y abro la puerta para salir, sin recibir una respuesta de él. —. Que tenga buen día.

Camino rápido, no corro, solo camino apresurada, demostrando a mi alrededor que estoy apurada pero que soy una trabajadora decente.

Sí claro, a quién engaño, ¡estoy llegando media hora tarde!

—Llega tarde señorita Braden.— se detiene delante de mí el tan odioso compañero que se sienta en el escritorio frente al mío con un anuncio tan claro como el agua.

—¡No me digas! No lo sabía — abro los ojos con sarcasmo y él muestra desprecio, repulsión, asco —. Y por qué no está usted en su lugar de trabajo señor... ¿Dick?— hago una burla a su apellido.

—Dickson. Evelyn, mi apellido es Dickson.— lo ignoro y continúo a paso acelerado hasta mi pequeño puesto.

Me siento y la silla giratoria da una pequeña vuelta junto a mi respiración agitada.

Unas rueditas sin aceite se deslizan hacia mi lado izquierdo.

—Casi no lo logro, el único que me fue difícil controlar fue a Josh— menciona Claire cerca de mí —. Incluso salió a buscarte.

—Tonterías, con lo fácil que es mantener quieto al Dick, solo debes darle par de papeles para que haga y listo.— sacudo la mano y me recuesto al espaldar.

—Pues, ya que llegaste, ¡a trabajar!— ella regresa a su escritorio y yo me acerco al mío.

Comienzo a impacientarme y jugar con un bolígrafo mientras espero que la vieja computadora se prenda.

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