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Capítulo dos

A Mark no le hacía ninguna gracia tener que soportar el mal humor de su hyung, pero lo quería mucho, así que lo único que podía hacer era apartarse de la cocina y no estorbar. Por eso, miraba a KyungSoo desde afuera, esperando a que en cualquier momento sirviera la comida.

—¿Ya le dijiste que no puede quedarse? —preguntó KyungSoo sin dignarse a verlo.

Mark se sorprendió por la pregunta.

—Creí que ya se llevaban bien... —respondió. El felino le dio una mirada de advertencia y Mark retrocedió un poco—. Perdón, es que... no me parece una mala persona, hyung, y creo que está solo. Podría necesitar de nosotros por un tiempo.

KyungSoo dejó caer con fuerza el cucharón de la sopa sobre la olla. Eso solo podía significar que el menor se estaba metiendo en problemas al desatar la furia de la fiera.

—¿En qué habíamos quedado?

El humano caminó hasta él para abrazarlo por la espalda.

—Hyung, no te enojes conmigo, ¿sí?, solo pienso que no deberías actuar como los míos. Él necesita ayuda, deja que se quede unos cuantos días para que recupere sus fuerzas y luego le diremos que se vaya.

KyungSoo no estaba muy contento con eso, pero odiaba admitir que Mark tenía un punto a su favor en todo lo dicho. Se estaba comportando como un maldito egoísta, al igual que los asquerosos humanos de la ciudad.

—Dale esto y luego veremos —habló, entregándole un tazón con sopa de pollo.

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—¿Nunca te has preguntado por qué los lobos tienden a aullar cuando alguno de su especie lo hace?, ¿o por qué los perros persiguen su propia cola?

Y ahí estaba el pequeño e hiperactivo humano, que no dejaba de hablar hasta por los codos con el híbrido lobo. JongIn devoraba su comida mientras escuchaba pregunta tras pregunta e intentaba responder algunas.

—Wow, te gusta mucho su comida —señalaba Mark, impresionado—. KyungSoo hyung cocina muy bien, por eso abrió este restaurante en la pequeña posada.

JongIn se encogió de hombros.

—Me gusta más la crema de zapallo.

—Qué lástima, eso es todo lo que hay por hoy —respondió KyungSoo, entrando al pequeño comedor que conectaba con la cocina para dejar unas cajas llenas de conservas y enlatados.

JongIn siguió con la mirada los movimientos de KyungSoo, permaneciendo en silencio.

—¡Hyung! A JongIn le gusta mucho tu comida —dijo el menor, intentando salvar la situación.

KyungSoo sonrió de lado y miró al lobo, enarcando una ceja.

—Pues tiene buen gusto.

La tensión podía cortarse fácilmente con una tijera, pues se sentía tan palpable que podría fácilmente disfrazarse como una persona, sentarse e intercambiar unas cuantas palabras con ellos también. JongIn no pretendía seguirle el juego de guerra de poder, por lo que se limitó a terminar de comer y apartar el tazón. Todavía tenía algo pendiente por resolver, y si quería llevar la fiesta en paz era mejor mantenerse quieto.

—¿Podemos hablar? —solicitó una vez que vio a KyungSoo terminar de ordenar las cajas.

Mark se sorprendió por el inesperado pedido.

—Ah... Yo los dejo entonces.

El menor se puso de pie y se apresuró a salir del comedor para dejarlos solos. KyungSoo se detuvo delante de él, distanciado solo por la angosta mesa, y se cruzó de brazos a esperar lo que fuere que el lobo tenía por decirle.

—Es gracioso que ahora quieras hablar —se burló—, ¿tus sentidos han vuelto a su lugar?

Pero JongIn no respondió a su pregunta sarcástica.

—Sé que no confías en mí...

—No tendría por qué —interrumpió el felino.

—... no te pediré que lo hagas tampoco —continuó—, pero te prometo que no soy uno de los soplones —le escuchó bufar, sabía que no le creía—. Ya sé que uno de ellos diría lo mismo, pero te aseguro que no haré nada para lastimarlos. Tampoco me gusta pedir ayuda y no busco aprovecharme de tu generosidad, por lo que, quiero saldar mi deuda de algún modo.

—No tienes que hacerlo, solo vete de aquí.

—Si me voy ahora es probable que me cacen pronto —confesó—, así que me voy a deshacer de mi orgullo y a pedirte ayuda esta vez. Te apoyaré con el restaurante, te ayudaré con lo que necesites, pero a cambio déjame quedarme unos días aquí y comer lo que sea que sobre.

KyungSoo podía jurar que el lobo tenía una mirada suplicante en este momento, esa mirada que había visto tantas veces en los híbridos que MinSeok ayudaba. Si él hubiese seguido con vida, apostaba a que estaría regañándolo por comportarse de ese modo, y hubiera corrido a auxiliar a JongIn. Fue inevitable sonreír ante el recuerdo.

—¿Entonces? —insistió, JongIn, al capturarlo con la guardia baja.

Si el híbrido no se comportaba como un imbécil arrogante, todo estaría bien. Y si por alguna razón no cumplía con esto, entonces lo echaría de la posada sin chistar.

—Hay reglas que debes seguir, si quieres quedarte —señaló. JongIn le puso total atención—. Los híbridos como tú y yo no nos mostramos ante los visitantes. Ellos ocupan el segundo y tercer piso, nosotros nos quedamos en el primero, el que está detrás de la cocina, hay un acceso que te lo mostraré después. Podrás quedarte en el cuarto que está a lado del mío.

»El que era de MinSeok«, recordó.

A JongIn le pareció extraño que, siendo el dueño de un lugar tan grande, se la pasara escondido en un recóndito espacio, pero decidió no cuestionarlo.

KyungSoo siguió con sus indicaciones.

—Nada de lo que veas es tuyo, así que no lo tomes sin preguntar antes.

—Bien —aceptó el lobo, encogiéndose de hombros.

—Espera, aún hay más —indicó—. No puedes salir a la hora que quieras y volver como si nada. Solo salimos de noche y usamos capuchas o gorras para ocultar las orejas. La cola es imposible ocultar, pero al menos llamaremos menos la atención si cubrimos nuestra cabeza.

El lobo quiso protestar, pero no estaba en posición para hacerlo.

—Y evita que un huésped te vea —advirtió por último—. No pueden hacernos nada en esta zona, pero tampoco quiero que hablen y esparzan rumores.

—De acuerdo.

—Si quieres algo, pídeselo a Mark, él te ayudará.

Finalizó con su discurso, y se giró hacia la alacena para tomar unos cuantos paquetes de sopa instantánea y llevarla a su cuarto. Antes de salir, la voz de JongIn lo detuvo.

—Soy Kim JongIn, por cierto.

KyungSoo solo giró un poco para mirarlo. No entendía a qué venía eso ahora, y se lo hizo saber con su expresión en blanco.

—Antes... No te dije mi nombre completo —agregó con timidez el lobo.

El felino cayó en cuenta de ese detalle recién ahora.

—Ah... Okay —respondió en seco, y antes de retirarse por completo hacia su habitación, también agregó: —Do KyungSoo.












°∆~•~∆°

La convivencia fue más fácil de llevar de lo que los tres pensaron. Ya una semana había pasado desde que el híbrido lobo llegó muy malherido a la posada. KyungSoo evitaba todo tipo de contacto con JongIn, aunque a veces le era imposible no intercambiar algunas palabras. La mayor parte de las veces, Mark era usado como intermediario, tanto así que un día se hartó y dijo:

—Hablen ustedes, ¡por Dios! Están uno frente al otro, ¿qué les pasa? —renegó. El chico terminó de comer y tomó su plato vacío para llevarlo al lavadero, dejándolos solos por primera vez en siete días.

KyungSoo permaneció en silencio, revolviendo lo que quedaba de su comida en el plato. La penetrante mirada de JongIn sobre él lo inquietaba, ¿por qué tenía que ser tan feroz? Como un estúpido se sentía igual que Caperucita en el bosque, indefenso y expectante, queriendo hacer mil preguntas, pero decidiendo optar por el silencio como su mejor elección.

—Me gusta tu crema de zapallo —confesó de pronto el lobo, captando la atención del felino.

KyungSoo parpadeó un par de veces antes de lograr conectar las palabras.

—Ah... No es la gran cosa, solo es una crema.

—Lo sé —agregó—, aun así es buena, el sabor es delicioso.

¿Era un halago sincero o palabras al azar para sacar un tema de conversación? Aunque recordó que ya lo había mencionado antes. ¿En serio tenía gustos tan básicos? Como sea, para qué darle más importancia.

—Gracias.

—Nunca antes había tenido una verdadera comida —comentó para continuar la conversación—, es agradable tener mi primera experiencia de esta forma.

KyungSoo bufó.

—No creo que sea algo asombroso. Es un platillo como cualquier otro —le restó importancia.

—En la manada no teníamos este tipo de cosas, cada uno cazaba para sobrevivir.

El híbrido felino casi escupe lo que se había llevado a la boca. ¿Había escuchado bien? ¿Solo... cazaba?

—Eres un híbrido, no un lobo completo, ¿quieres decir que has pasado la mayor parte de tu vida como uno de ellos?

JongIn negó con la cabeza.

—Solo cuando debíamos comer.

—¿Acaso nadie sabía cocinar algo?, ¿freír un huevo? —preguntó sorprendido.

—No había tiempo para eso, no teníamos un lugar para llamarlo "nuestro", no existían ese tipo de cosas. He vivido como un nómada casi toda mi vida, pero no soy una bestia, también he aprendido a tener modales.

Si preguntaba cómo, ¿sonaría muy entrometido? No era de su incumbencia, pero tenía curiosidad, solo que ya se había creado una imagen ante él, no quería derrumbarla.

—He visto a los humanos desde lejos, he aprendido un poco de ellos —continuó—. ¿Sabes? Hay un sinfín de cosas que los híbridos como yo, que viven lejos de la civilización, desconocen. Pero yo me arriesgué a ir más lejos para averiguar lo que no nos dicen.

—¿No es eso algo estúpido? ¿Por qué arriesgarías tu vida solo para ver lo que ellos tienen y lo que nosotros jamás podremos?

JongIn bajó la mirada hasta su plato ya vacío.

—Porque tengo un lado soñador muy terco y otro que es curioso. —Otra vez elevó su mirada para verlo a los ojos—. ¿Sabes qué vi? Los híbridos que viven en la sociedad creen que son libres, pero su concepto de libertad es retorcido y mediocre. Creen que porque tienen una casa en donde dormir y comen en platos elegantes lo tienen todo. Pero... lo cierto es que son sus esclavos. Viven, respiran y se mueven por ellos y para ellos, ¿por qué estarías contento con una vida así?

KyungSoo tragó saliva. Le generaba cierta incomodidad escuchar aquellas palabras.

—Entonces me di cuenta —dijo con una sonrisa triste en los labios—, unos no conocen nada más que eso y otros... —bufó—. Otros son demasiado cobardes como para huir.

Los ojos de JongIn fueron tornándose en un rojo tan oscuro como la sangre, un tono diferente al que KyungSoo había visto en ocasiones anteriores.

—Cada uno puede hacer con su vida lo que se le venga en gana pero ¿qué hay de los demás?, cómo se supone que algún día alcemos nuestra voz para exigir un trato justo, si ellos viven cómodamente con sus humanos, demasiado ocupados en servirles con las orejas hacia abajo y la cola metida entre las piernas.

El sentimiento de rebelión también estaba dentro de KyungSoo, de hecho, antes de conocer a MinSeok, era un híbrido muy revoltoso y lleno de ira contra el sistema. Poco a poco entendió que él solo no podría destruir un mundo que cimentaba sus muros a base de los restos de los suyos. Sabía que no estaba solo en esto, pero ¿cuántos serían capaces de luchar? JongIn no estaba del todo equivocado, aquellos humanos habían comprado a los de su especie, vendiéndoles la idea de una libertad que no tenía pies ni cabeza. Sin embargo, cada noche se seguía acostando con la ingenua idea de que las cosas cambiarían algún día.

"Esperanza", le había dicho una vez su mejor amigo. El patético sentimiento que se escondía en el fondo de su pecho se llamaba esperanza.

—Supongo que correr, como lo he estado haciendo por años, es lo único que me queda, ¿no?

El felino decidió no responder, no porque no quisiera, sino porque por primera vez no estaba seguro de tener una respuesta.

—¿Puedo tener un poco más de crema? —solicitó JongIn.

KyungSoo se sorprendió por el repentino cambio de tema y, no pudo ocultarlo, le pareció gracioso.

—Vas a volverte amarillo de tanto comer esto —bromeó, siendo esta la primera vez que soltaba una broma desde la muerte de su amigo.

JongIn se rio bajito.

—Voy a correr el riesgo.

.

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Mark había traído una consola —de Dios sabe dónde— para amenizar sus noches, cuando ya todos se iban a dormir. Cuando KyungSoo se dispuso a ir a la cama, escuchó un ruido proveniente del cuarto en donde se estaba quedando su invitado. Se acercó a la puerta para tocar, pero antes de hacerlo identificó la voz de ese mocoso. Entonces, abrió la puerta.

—¿Qué están haciendo? —preguntó al hallarlos in fraganti a los dos.

Mark le puso pausa al juego.

—¡Hyung! Estamos jugando con la Playstation. ¿Quieres unirte a nosotros? JongIn le agarró el truco bastante rápido.

KyungSoo resopló.

—Vete a dormir que mañana tenemos mucho que hacer desde temprano.

—¡Pero hyung...! —protestó el menor.

—Ahora, Mark.

El chico frunció el ceño e hizo puchero, apagó el artefacto y se fue del cuarto, dándole pisadas fuertes al suelo como un niño berrinchudo.

—Tú también debes dormir, te esperan muchas cosas que hacer en la cocina mañana —le indicó, y retrocedió un poco para cerrar la puerta.

Pero JongIn lo detuvo.

—KyungSoo...

—¿Sí?

Las palabras se quedaron atrapadas en la garganta del lobo, como si tuviese miedo de decirlas y provocar un malentendido. KyungSoo lo vio dudar por un momento hasta que meneó la cabeza, y sonrió.

—Ten una buena noche.

KyungSoo lo sintió extraño, pero aceptó las palabras.

—Tú igual —respondió—, descansa.











°∆~•~∆°

La última hoja del árbol cayó, y con ella, el fin de una estación llegó.

La breve estadía de un visitante inesperado se hizo más larga de lo prometido. Las rencillas se desvanecieron como el polvo que se lleva el viento, y la tranquilidad se posó sobre ellos como una manta cálida para atenuar el frío clima que calaba sus huesos.

KyungSoo no podía asegurar que consideraba a JongIn como un amigo, pero el híbrido se había ganado poco a poco su confianza, por lo que, se sentía cómodo a su alrededor. Sesenta días conviviendo habían hecho posible que no se sacaran los ojos mientras intentaban tener una charla. JongIn se encontraba completamente curado y podía irse en cualquier momento si así lo deseaba, aunque... KyungSoo se había acostumbrado a su presencia, así que una despedida ahora se sentiría extraño, mas no lo detendría.

—Hyung —le llamó Mark, llegando hasta él con pasos acelerados—. ¿Vas a querer que te compre eso?

KyungSoo dirigió su mirada hacia el calendario en la pared del comedor. No se había percatado de que hoy era ese día, con razón andaba un poco acelerado y acalorado. Había sido muy descuidado como para olvidarlo, felizmente Mark se lo hizo recordar.

—Sí, por favor —contestó. Metió su mano en el bolsillo del pantalón para sacar unos cuantos billetes y entregárselos al menor—. JiSoo sabe cuáles uso, solo pídeselos.

—Está bien, hyung, ya vuelvo.

El pequeño humano salió del lugar con el recado en mente. Minutos después, recordó que debía decirle también que le pidiera a JongIn dormir en su cuarto esa noche, pues sería incómodo para todos si el lobo llegaba a escuchar algo.

—¿Qué huele tan dulce? —preguntó el susodicho detrás suyol.

KyungSoo dio un respingo por la sorpresa. ¿Qué dijo?, ¿dulce?, ¿ya estaba comenzando a mostrarse?

—Se me derramó algo de vainilla, estaba haciendo la masa para un postre —mintió.

JongIn buscó con la mirada el horno, el cual estaba apagado. Entonces, miró con el entrecejo arrugado al felino.

—¿En dónde lo estás preparando?

KyungSoo se alertó y se apresuró en cambiar de tema.

—¿No tenías que estar pelando un saco de papas?

—Ya lo hice —respondió.

—¿Tan rápido?

Las primeras veces JongIn había sido un desastre en la cocina. Se demoraba horas para cortar una zanahoria y ahora hasta terminaba de pelar todo un saco de papas en menos de veinte minutos.

—¿Ocurre algo? —indagó JongIn al notar la inquietud del otro.

—No, no pasa nada —le aseguró KyungSoo—, solo estoy sorprendido. Si ya terminaste con eso, ¿puedes ayudarme enfrascando las especias? Ya está siendo tarde, debo encargarme de servir la cena, Mark vendrá a repartirla.

—Pero ya no hay especias... —dijo algo apenado por hacérselo saber recién—. Olvidé decírtelo, lo siento.

¡Demonios! Si tan solo se lo hubiese dicho unos minutos antes de enviar a Mark a comprar, pudo haberle dado el recado completo. Afortunadamente, era de noche, quizá no sería mala idea enviar a JongIn a comprar, después de todo, la tienda no quedaba tan lejos.

—¿Puedes ir por ellas? —le pidió.

—Claro que sí, tú indícame en dónde las consigo.

KyungSoo le dio las indicaciones rápidamente y le entregó el dinero para que fuera a comprar. Una vez que lo vio salir con la capucha arriba, se dispuso a ir a la cocina a preparar la cena. Mientras estaba en el proceso, un fuerte mareo lo atacó seguido por un hincón en la parte baja de su vientre.

—Mierda —maldijo.

Esperaba que Mark se apresurara en volver con la medicina o estaría en grandes problemas.

La campanilla de la entrada sonó, alertándolo de un nuevo visitante y escuchó a Taeil hablar con ellos, pero la voz grave de un hombre insistía en ver al dueño.

¿Por qué carajos pedían ver al dueño en ese preciso momento? Mark siempre se encargaba de lidiar con ello y ahora que no estaba, ¿quién se supone que lo haría?. Doble mierda.

—¡Apártate! —ordenó el hombre.

A KyungSoo no le quedó nada más que colocarse su gorra y salir. Caminó de prisa hacia el mostrador, con el fin de ocultar su cola también.

—Buenas noches —saludó, ganándose la mirada del hombre y sus dos acompañantes—. ¿Qué desean?

Los hombres caminaron con una pose altiva hacia él.

—¿Eres el dueño? —cuestionó el que venía haciendo escándalo desde hace un rato.

KyungSoo no se intimidó ni por un segundo, pero el dolor y el calor iba incrementando, por lo que se sintió un poco indefenso.

—Soy el encargado del lugar y prefiero que no me tutee, no nos conocemos —advirtió.

Los hombres se rieron como si hubiera hecho algún tipo de broma.

—Eres mucho menor que yo ¿y me pides que no te tutee? —resopló—. No creí que el encargado de esta mugrosa posada fuera tan arrogante.

»El arrogante es otro«, pensó.

—Creo que se ha equivocado de lugar —señaló—, será mejor que vaya a buscar uno mejor para pasar la noche, pues claramente mi posada no es de su agrado.

El rostro del hombre se tornó rojo por la ira.

—¿Qué estás diciendo, maldito bastardo?

Sin preverlo, KyungSoo tenía las manos del hombre alrededor del cuello de su camisa y jalaba de él hacia adelante con mucha violencia. Su cola quedó a la vista del tipo, quien al verla formó una mueca de asco con su boca y lo soltó como si fuese un estropajo.

—¿Un híbrido? —preguntó indignado—. ¿Eres un híbrido y te diriges a mí de esa manera?

—Este es el lugar en donde vivo —respondió KyungSoo, sintiendo que la fuerza en sus piernas lo comenzaba a abandonar—, usted es el que me está faltando el respeto.

El hombre bufó.

—¿Desde cuándo los híbridos hablan tan bien, eh? ¿Ya se olvidaron que ustedes fueron un experimento de laboratorio? ¡Deberían extinguirse! Son una abominación.

—Largo de aquí —ordenó KyungSoo con una voz muy débil. El sudor comenzaba a mostrarse por sus sienes.

—¿Qué dices, hijo de puta?

—Wow, wow, wow —Mark vino corriendo para auxiliar a su hyung, en cuanto regresó a la posada y se percató del problema—. Señor, no nos alteremos, por favor.

—¿Y tú quién eres, mocoso?

—Soy el hijo del dueño del lugar —mintió—. Yo administro la posada en su ausencia.

El hombre se rio con sorna.

—¿Un niño? ¿Me crees estúpido?

La discusión estaba en un punto muy acalorado y Mark era solo un chiquillo que intentaba apaciguar la ira de unos tipos grandes. KyungSoo se ponía cada vez más débil y eso lo hacía sentir impotente. Necesitaba la maldita medicina ahora.

—Señor... No, yo-

Un golpe al rostro del menor llegó de sorpresa y no pudo esquivarlo, Mark fue derribado en un abrir y cerrar de ojos. KyungSoo lo vio caer y no pudo hacer nada más que lanzarse encima del hombre con la furia que había almacenado en todo ese rato. Sin embargo, el felino era demasiado ligero para el tamaño de ese desgraciado, sería noqueado en cualquier momento, pero no se dio por vencido. El otro sujeto lo tomó del cuello y apretó con fuerza; era obvio que pretendía matarlo.

KyungSoo ya comenzaba a ver puntos negros en el aire y se le hacía muy difícil respirar. Debió haberlo imaginado... Un híbrido tan pequeño y delgado como él jamás podría contra un humano de ese tamaño. Y mientras se odiaba por eso, su consciencia se alejaba más y más de su cuerpo, hasta que hubo momento en el que ya no sintió la presión que ejercía el humano sobre su cuello.

Cayó al piso, rendido, tosió e intentó recuperar el aliento tomando grandes bocanadas de aire. Su visión se fue aclarando otra vez, por lo que pudo ver una silueta conocida enfrentando a aquellos hombres. Escuchó gruñidos, golpes y algunos alaridos, hasta que todo se detuvo y los hombres se fueron. Oyó la voz de Mark llamándolo, pero no podía responder. Su garganta ardía, probablemente sus cuerdas vocales se habrían dañado un poco. No tenía fuerzas para ponerse de pie nuevamente, porque además del daño físico, las olas de calor y dolor en sus partes íntimas llegaron con fuerza.

—Dale esto y llévalo a su cuarto, por favor —le escuchó decir a Mark.

Pronto su cuerpo fue rodeado por unos fuertes brazos que lo levantaron en el aire y lo llevaron hasta su dormitorio. Con delicadeza fue depositado sobre la cama, en donde comenzó a retorcerse de dolor.

—Bebe esto —le escuchó decir, pero KyungSoo estaba demasiado ocupado en no partirse en dos por el dolor que ignoró la orden.

Era todo lloriqueos y jadeos antes de ser apresado en la cama y sentir unos fríos labios sobre los suyos. KyungSoo abrió bien los ojos, encontrándose con una mirada feroz de color rojo, pero no un rojo oscuro como habían sido las otras veces, este era más como dos brillantes rubíes, tan penetrantes y demandantes que decidió perderse en ellos, mientras que un líquido de sabor amargo se mezclaba en su lengua y pasaba por su garganta. Los ojos rojos se apartaron de él, lentamente, uniéndose a un rostro al cual por fin pudo darle forma.

—JongIn —jadeó al darse cuenta de quién lo había ayudado.

El lobo emitió un gruñido cuando KyungSoo tomó su mano e intentó atraerlo hacia él.

—Duerme —le pidió con una voz más grave.

—Ayúdame... Por favor...

JongIn sabía bien que KyungSoo hablaba por la excitación que le causaba su celo y, si bien el olor que desprendía casi nublaba sus sentidos también, entendía que no podía ceder a sus instintos. Si alguien debía mantener la cabeza en su sitio, en un momento como este, sería él.

—Por favor... —gimoteaba el felino, con los párpados demasiado pesados como para mantenerlos abiertos.

El supresor era fuerte, lo haría dormir pronto; sin embargo, el instinto de KyungSoo parecía resistirse, debido a que la medicina había sido tomada algo tarde. JongIn quería ayudarlo, no le desagradaba la idea de tenerlo abajo de él, llamando su nombre y suplicando por más. KyungSoo era un híbrido demasiado atractivo a sus ojos y una pareja bastante prometedora, pero no podía tomarlo así, no cuando el felino lo había salvado de la muerte. ¿Qué clase de retribución sería esa?

—Cierra los ojos, KyungSoo.

El nombrado chilló bajito.

—Duele... Haz que ya no duela... Por favor...

La súplica era casi tan desgarradora como ver a un cachorrito llamar por su madre. Por lo que, JongIn no pudo no hacer nada al respecto. Se puso de pie y rodeó la cama para echarse del otro lado, tomó entre sus brazos al frágil híbrido que seguía quejándose, y lo abrazó, brindándole el calor que solo uno de su clase podía dar perfectamente. Desprendió ciertas feromonas y lamió sus pequeñas orejas negras por detrás. Sus manos descendieron hasta la entrepierna del híbrido gato y dio leves masajes. Sí, claramente había un bulto ahí que indicaba una erección, así que deslizó su mano debajo del boxer para frotarlo, mientras que su otra mano hacía su camino hacia la entrada del felino.

KyungSoo se retorció de placer al sentir su miembro ser atendido con tanta delicadeza y soltó un gemido más agudo, cuando los dedos del lobo tocaron su punto dulce. Se corrió tan pronto como las simulaciones de embestidas y las frotaciones en su falo fueron más rápidas. Estaba exhausto, fuera de sí y completamente abrumado.

Sus ojos fueron cerrándose poco a poco y su respiración entrecortada encontró su camino para ser fluida otra vez.

Arrullado por unos fuertes brazos, KyungSoo encontró la paz que su cuerpo buscaba, y antes de caer en un profundo sueño pudo escuchar el susurro suave de su salvador.

—Descansa, KyungSoo.

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