❝No están destinados a funcionar❞

Jamás llegue a imaginar que mi vida en Seúl terminaría así, tenía: un trabajo estable y de buen pago, un hombre que me amaba, casa propia, planes de casarme y tener bebés.

Sin embargo todo lo que viví fue una mentira, mientras yo presumía de la suerte que tenía, se acostaban en mi casa y en mi cama la que decía ser mi amiga y el hombre que me hizo creer que me amaba.

En ese entonces, me encontraba tan enamorada que no fui capaz de percibir la realidad que estaba antes mis ojos, pero sus miradas indiscretas y sus acciones despertaron mis sospechas.

Me sentía asqueada de acostarme en la misma cama donde ellos estuvieron, no podía aguantar estar rodeada de los recuerdos dolorosos.

Hice lo que toda mujer que se respeta a sí misma haría: fui a que me leyeran el tarot.

La tarotista se llamaba Margot. Tenía mechones de cabello rubio platinado y sus brazos estaban repletos de tatuajes. Miró una vez las cartas y me dijo tres cosas que cambiarían mi vida.

Primero, dijo que me iba a despedir de Séul donde había estado 24 años y que consideraba que iba a ser mi hogar por siempre. Segundo, me dijo que mi carrera iba a ser un camino con muchos giros inesperados, pero que debía estar abierta a cualquier posibilidad. Tomó una pausa antes de su tercera predicción y me dijo: “Estás en una relación”

“No”

“¿Acabas de terminar una relación?”

“Sí”

“Esto va a ser delicado” me comentó. “Pero te lo tengo que decir: Él es tu destino. En este momento no está listo, pero en tres años va a regresar a ti, mientras saldrás con otros, pero con ellos no va a funcionar”

Odio admitirlo, pero era lo que quería escuchar. Quería que me dijeran que las mariposas en el estómago que sentí cuando mi ex y yo nos conocimos por primera vez seguían significando algo. Quería sentir que había tenido la razón cuando les decía a mis amigas que él era el amor de mi vida. Quería esa confirmación y aquí la tenía, ¿Cómo ella iba a estar equivocada?

Sus primeras dos predicciones se cumplieron con rapidez.

Seis meses después de la lectura del tarot, cansada de trabajar en la misma empresa de la que decía ser mi amiga, tomé una decisión sorpresivamente apurada.

Tenía que comenzar nuevamente sin mentiras ni engaños.

Fue en esa oportunidad que llegue a “Pueblo del Luna” una pequeña comunidad, rodeada de vida y tranquilidad.

No estaba segura de qué iba a hacer ahí, pero sabía que tenía que irme de Séul.

No hay editoriales en Pueblo del Luna por lo que, como se predijo, mi carrera tuvo un giro en el que aproveché mis capacidades alternas y me dediqué de tiempo completo a dar clases de Pilates.

La mujer que me leyó el tarot ya había acertado en dos cosas y ni siquiera había pasado un año.

Luego en una fiesta organizada por amigos, encontré a Jung Hoseok, el hombre con el que no iba a funcionar, a decir de mi lectora de tarot. Más bien, volví a encontrar a Hoseok; habíamos salido en el colegio, diez años atrás.

Me hizo reír mientras estábamos entre cervezas tomadas a medias y vasos rojos de fiesta. Era alto, con una cara gentil y una inmensa sonrisa que no podía contener. Me sentía cómoda en su presencia.

Una semana después fuimos a caminar por una reserva natural y nos empezamos a reconocer. Después de eso empezó a llamarme desde su trabajo y a enviarme mensajes desde sus viajes de campamento.

Cuando salíamos a cenar con amigos solía poner su mano sobre la parte baja de mi espalda y me quedaba casi sin aliento.

“Tengo un afecto profundo por ti”, me decía, con aquella sonrisita.

“Tengo un afecto profundo por ti, también”, le respondía.

Se me olvidó rápidamente que no estaba destinada a estar con él.

Después de casi un año en Pueblo del Luna regresé a Séul para un trabajo que me había comprometido a hacer antes de salir con Hoseok.

Para mantener viva la relación a distancia, nos visitábamos cada ciertas semanas y nos extrañábamos terriblemente cuando no estábamos juntos.

Me enamore de Hoseok, profundamente. No hubo un rayo inmediato de certeza, sino un calentamiento gradual que se volvió algo muy dulce. Quería casarme con él, y le dije que eso quería. Soñaba con pintar los muros de nuestro hogar y con sacar a pasear a nuestros perros; me imaginaba todas las maneras en las que íbamos a construir un futuro.

Siete meses después, terminé mi trabajo en Séul y decidí que tenía que hacer una última gran mudanza. Esta vez quería probar mi suerte como escritora en Los Ángeles, un nuevo giro en mi camino.

Hoseok estuvo de acuerdo con que debía hacerlo. Dijo que su trabajo en bienes raíces era relativamente transferible a otro sitio y que me iba a alcanzar pronto. Le creí.

Aquel exnovio que era mi supuesto destino había estado en Los Ángeles para estudiar un posgrado durante los dos años que pasé enamorándome de Hoseok. En mi traslado a Los Ángeles desee que, cuando él se graduara, se fuera a mudar de regreso a Corea para no tentarme a pensar en un destino que ya no quería. Pero cuando llegué a la cuidad, una amistad en común me dijo que el plan de ese exnovio era quedarse ahí.