Prologo
Motel Afrodita
Pasada la media noche.
Sam, el hombre más alto y Dean el que lucia mas maduro, salieron de la recepción ese jueves en la madrugada. Acaban de registrarse en el motel, con el plan de permanecer en el sitio al menos todo el fin de semana.
Caminaron al carro, un magnifico Chevy Impala del 67, que acusaba tiempo y dedicación, se notaba que era cuidado como una verdadera joya. Entonces Dean abrió el portaequipajes y saco los bolsos con sus pertenencias.
Luego vio a Sam, medio embobado. Su hermano dio un silbido y literalmente acaricio de una manera que provocaba los sentidos al Shelby GT500 negro estacionado a la derecha del Impala. —...Es hermosa...— Sam le comento a su hermano refiriéndose al auto cuando lo vio levantando una ceja exigiendo una explicación.
—Si...—sonrió de un solo lado de la cara —"Eleanor" es toda una nena.—Continuo la idea, era imposible ignorar la belleza de otro clásico, que parecía estar en las mismas condiciones del Impala y le lanzo el bolso correspondiente a su hermano para que lo cargara.
Ambos se encaminaron a la habitación 207... y al cruzar la puerta anterior a la suya se miraron confusos. Habían sentido algo extraño. Ambos se preguntaron si el otro lo había percibido, pero ninguno de los dos se atrevió a hablar. Fue como una oleada de calor en el cuerpo... que despertó sus hombrías de golpe, como si una chica hubiera estado sobre ellos a horcajadas restregándose sobre su ingle de una manera lujuriosa.
Dean fruncio el ceño, intentando no prestar atención al automático ardor, observando el viento que comenzó a ulular tomando mas fuerza de lo que le agradaba. Sam arrugo la frente viendo como se remecían los cables de la electricidad.
Sam corrió al baño en cuanto Dean abrió la puerta. El hombre de cabello claro y arrebatadores ojos verde esmeralda se tumbo en el sillón frente al televisor. Intentando mantener la cordura... pensando seriamente dejar encendido uno de los canales de porno del cable.
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Mientras al otro lado de la muralla en que respaldaban las camas gemelas de los Winchester, las estiradas y miserables cortinas cubrían por completo las ventanas de esa habitación single. Hope Colt, dormía placida. Indiferente a que los cables de la electricidad chocaban amenazando con un corte de luz. El viento insistía en empujar las ramas contra los vidrios. Cualquier chica de 17 años, perdida sola en un motel de mala muerte habría permanecido en vela. Hope no era una chica común.
Si alguien hubiese mirado al techo de la habitación se hubiera encontrado con esa caprichosa decoración que los ilusos jamas hubieran imaginado. Símbolos dibujados por la jovencita creando un campo de fuerza invisible invocando protección. Indescifrables para la gente corriente.
No había motivos para no descansar tranquila. Esa chica roncaba boca abajo, con una mano bajo la alomada, aferrándose a ella. Era una agradable noche para soñar... Ahí, en su mundo perfecto. Su novio nuevamente recorría su torso con innumerables besos. Dulce, cálido... deteniéndose en esas zonas, alejadas de todo morbo. Las mas sensibles para la rubia de cabello enmarañado, el seguía sobre su piel tan placido y calmo como recordaba. Hasta que ella sintió ese ardor inevitable, cuando la mano de su amor subió por el interior de su muslo. Perdida entre sus sueños... esa forma única de acariciar. Se le escapo un gemido que se mezclo en el aire agitado.
Hope dormida llevo una mano debajo de su pantalón del pijama. Sus dedos de inmediato se abrieron paso con soltura... resbalaron. Ella se estremeció. Cada vez mas fuerte mientras sus caderas comenzaban a elevarse provocando esa deliciosa fricción. Ajena a esa insistente tormenta de viento que amenazada con volverse en cuestión de minutos en un tornado casi al compás de su urgencia. Como si el viento lograra estremecerse con su propio sentir.
Palpitaba. Gemía... Su rostro se volvió dolor. Perdida entre las imágenes difusas, de esos recuerdos de Adam y todo lo bien que la hacia sentir.
Hasta que vino el estallido entre sus piernas.
—Mi amor... te voy a sacar del infierno...—grito jadeando desesperada con los ojos desbordándose de lagrimas, retorciéndose en medio de ese espasmo.
Luego aferrándose a la almohada obligada por la soledad reinante. Se revelo ese filoso puñal escondido, bajo la almohada, sobre la que posaba su rostro para dormir. —Bebé... no me abandones por favor— sollozo llena de angustia temblando de necesidad y deseo se acomodo en posición fetal tratando de calmar la angustia.
En medio del silencio. La imagen del rubio (el único motivo de esa chica para aferrarse a la vida) ...como una especie de fantasma de tristes ojos azules se acomodo sentado en la esquina a los pies del colchón viéndola con frustración.
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Bienvenidas a Hope|Colt.
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