mi corazón es tuyo, mi alma te pertenece
JongIn entró en la habitación silenciosamente, tratando de hacer el menor ruido posible para evitar alterar a la persona descansando en el interior.
Había permitido que un suave efluvio cargado con su aroma se deslizara lentamente por el lugar para que él supiera que estaba aquí, a su lado, y el movimiento en la cama fue la respuesta que obtuvo cuando él lo identificó. Fue su pequeña bienvenida.
No hubo palabras de por medio, pero JongIn se quitó las botas, dejó los puños de oro en la mesita de noche y se deshizo del gran abrigo negro que le cubría. Luego se acostó en la cama junto al frágil cuerpo, y esperó pacientemente a que él se relajara y finalmente le permitiera acercarse un poco más.
Cuando esto ocurrió, sus hombros se aflojaron, se acomodó un poquito mejor en la cama y tanteó un abrazo gentil.
El contacto no era fácil, lo sabe, pero están trabajando en ello lentamente, con pequeños pasos. Hacer esto hace una semana era imposible, pero KyungSoo era fuerte, él lo estaba intentando y JongIn sabía cuáles eran los límites que no podría cruzar jamás.
Su KyungSoo no rechazó el gesto; afortunadamente, este parecía ser uno de sus días menos malos y JongIn exhaló un suspiro de alivio antes de rodearlo un poco más con su olor, cubriéndolo de él hasta que KyungSoo encontró comodidad.
—No debiste haber venido —repitió las palabras acostumbradas, bajas, débiles. Se habían vuelto una rutina desde lo que había sucedido, y como cada vez que las escuchaba, JongIn sintió un pellizco doloroso en su corazón—.
De alguna forma se las arregla para parecer seguro de sí mismo, fuerte, inmutable, lo que un alfa debería ser en una situación como esta. Él se convirtió en el apoyo de KyungSoo aunque estaba destruido por dentro; fue gentil y delicado cuando en su interior hervía la furia y el indomable deseo de venganza.
Era de esa manera. Tenía que ser de esta manera.
JongIn cerró los ojos, le besó la frente tentativamente y descansó su mejilla sobre su coronilla, un contacto atento y afectuoso que KyungSoo no rechazó.
—No podía no venir. ¿Comiste hoy, Soo? ¿El doctor ha dicho algo?
KyungSoo se mantuvo en silencio, por supuesto que lo hizo, y no se movió más después de eso. Aparentemente la conversación había terminado en ese momento.
No lo presionó, sin embargo, y simplemente se mantuvo ahí, abrazándolo y llenándolo de su calor y de su aroma. Intentando lavar los terribles y retorcidos recuerdos e infundirle una vida que se escapaba de su cuerpo.
Mi pequeño corazón que ha sido destruido y convertido en polvo y cenizas. El hombre feliz que se escurre entre mis dedos. ¿Cómo puedo hacerte sentir mejor? ¿Cómo te devuelvo la felicidad?
Las cejas de JongIn se arrugaron ligeramente y su corazón latió a toda marcha cuando el pequeño cuerpo de KyungSoo comenzó a temblar en su abrazo, cuando los sollozos débiles rompieron el silencio de la habitación y le atormentaron de principio a fin. No lo consuela ni dice algo al respecto, no lo hace porque sabe muy bien que sería algo inútil y una pérdida de tiempo, no obstante, se mantiene fielmente a su lado y lo estrecha contra su cuerpo, le permite llorar en su pecho y aferrarse con todas sus fuerzas a su camisa.
JongIn siente que la tela se humedece y adhiere a su piel ahí donde las lágrimas de KyungSoo hacen su recorrido, y él lo arrulla suavemente, acariciando lentamente, inofensivamente, el hombro tembloroso y preocupantemente delgado de su amor.
Es de esta manera hasta que KyungSoo es capaz de conciliar el sueño y JongIn lo mira intensamente a través de la oscuridad de la noche.
Mientras le seca las lágrimas de las mejillas hundidas y observa sus ojos hinchados debido al llanto recurrente, le hace una promesa íntima. A KyungSoo y a sí mismo.
Yo los mataré sin ningún tipo de piedad. Te lo juro, mi amor.
. . .
—Las leyes son claras. Quien actúe en contra del bienestar físico y emocional de una persona será sancionado; quien actúe en contra de la honradez de un hombre o una mujer será castigado con todo el peso de la ley. La muerte es la opción; si la víctima está comprometida, entonces la pareja estará en todo su derecho de cobrar venganza para recuperar el honor de su prometido. Nos regimos por las reglas establecidas dejadas por nuestros antepasados. Somos hombres y mujeres de sangre fogosa, por lo tanto, el castigo es completamente comprensible dada nuestra historia. ¿Por qué es un problema entonces?
Los Ministros y Consejeros reunidos en la habitación parecieron tan tensos como una vara de hierro clavada en concreto; por su parte, la expresión de JongIn, que se encontraba sentado a la cabeza de la mesa rectangular donde todos se habían congregado, fue inamovible; mantenía la misma fuerza demoledora en su mandíbula apretada, sus ojos oscuros desplegaban todo el poder letal tras sus intenciones afiladas y sus músculos se veían amplios y duros bajo su ropa cara y bien elaborada.
En ese instante, él, más que un hombre fuerte y aguerrido, era el monarca aterrador que una vez había sacudido a los bárbaros en sus propias tierras, el hombre que protagonizaba los cuentos que infundaban temor y respeto en los más jóvenes. Kim JongIn, el alfa superior de casta pura, El Vengador.
El Ministro Jang, el hombre que se jactaba de su diplomacia y moralidad y se creía superior por mantener a raya las pasiones de su propia naturaleza, le echó un vistazo. Era viejo y las canas llenaban su barba y bigotes, y de alguna manera se las arreglaba para parecer insondable en una situación tan tensa como la que estaban viviendo actualmente.
En otro momento, JongIn sentiría admiración. En este, sin embargo, se sentía completamente desdeñoso.
—El problema, Su Alteza, es que usted no es un campesino. Sus sentimientos son comprensibles dada la gravedad del asunto, pero debe recordar que es un Rey, que es nuestro Rey, y su deber se extiende más allá de la barbarie. Las habladurías del exterior nunca serán beneficiosas para nuestra nación, la gente, además, se dejará llevar por su imagen y creará desazón en los corazones del pueblo. Ha habido paz en Zurim, ¿vamos a romperla ahora, cuando las cosas han estado mejorando?
Los ojos de JongIn parecieron brillar con una peligrosidad latente; eran filosos cual espadas, eran violentos, turbulentos y desenfrenados. Era aterrador: ver esta mirada y encontrar una expresión pétrea en su rostro duro. Incluso alguien como el Ministro Jang se sintió profundamente incómodo con una visión como esta.
—Ministro Jang, ¿está diciendo que no haga nada para recuperar el honor de mi prometido porque tengo que mantener una imagen correcta para mi pueblo? ¿Yo, Kim JongIn, debo conformarme con ver a esos malditos gusanos en una prisión ventilada, con tres comidas al día y derecho a un oficio mientras mi compañero sufre y muere un poco más con cada día que pasa? ¿Usted está siendo especialmente ridículo el día de hoy?
—¡Su Alteza!
Los alaridos, gritos ahogados y miradas incómodas lo fueron todo en esa habitación. JongIn piensa que es increíble el hecho de que una estancia tan amplia pueda parecer asfixiante en este momento, cómo todas estas personas parecían gallinas sin cabeza mientras su ira silenciosa crecía.
JongIn tenía que recordarles quién estaba al mando, quién era el jodido Vengador.
Sus manos no estaban limpias, no lo estaban desde que era un hombre joven; fue criado por su padre para ser un maldito luchador dispuesto a dejar su cuerpo y alma en un campo de batalla por su tierra, por su país; era una máquina de guerra que no le temía a la muerte. En esencia, era un hombre sin corazón lleno de instintos básicos y una fuerza bruta superior.
Y todo eso había estado en reposo absoluto desde que KyungSoo apareció y se mantuvo a su alrededor como una hermosa florecilla que florecía y se volvía hermosa en medio de un campo sangriento.
Él era la única persona capaz de hacer que el Rey de Zurim sonriera y desplegara amabilidad; él era su corazón, su único motivo para mantenerse en calma. Entonces, si algo le ocurría a KyungSoo, no había razón para ser gentil ni amable.
Porque si alguien lo tocaba, si alguien lo lastimaba, JongIn desataría su furia y se encargaría personalmente de joder todos los sentidos del maldito hijo de perra.
JongIn no era una buena persona en general, era bueno por y para KyungSoo. Así, sin él, su naturaleza desalmada simplemente renacía directamente de las tinieblas.
Y, aun cuando todo esto era obvio, aun sabiendo lo que esto significaba, un desgraciado se había atrevido a hacerle daño. Un jodido enfermo se atrevió a dañar a mi tesoro.
JongIn no se estaba quedando de brazos cruzados.
El Ministro Park, sentado a su derecha, agudizó su mirada celeste sobre los hombres reunidos. Él, contrario al Ministro Jang, era un hombre de armas tomar; fue su cómplice en las planeaciones y estrategias militares durante sus años de guerra y turbulencia, por lo tanto, su relación era bastante buena —JongIn incluso podría decir que era estrecha—. Entonces, porque le conocía, JongIn no puede impresionarse cuando él toma la palabra.
—Su Alteza tiene razón. Estamos hablando del futuro Consorte Imperial que ha sido vilmente agraviado. Nosotros, más que Reyes, Ministros y grandes señores de la alta sociedad, somos hombres instintivos; nuestros límites son claros, las leyes son explícitas. Si no cumplimos con esto en una personalidad tan importante como Sus Altezas, ¿qué clase de ejemplo estamos dándole a nuestro pueblo y a los pueblos hermanos? ¿Que estamos dando pie a graves abusos dentro de la monarquía, que la gente puede hacer lo que le venga en gana con nuestros hombres y mujeres? ¿Nuestro pueblo tiene más derechos que nosotros por el bien de nuestra imagen? Le respeto, Ministro Jang, pero esto es absolutamente ridículo.
El Ministro Jang se ha sonrojado profundamente en este punto. Se sentía atacado, era visible dada su expresión prontamente alterada, pero JongIn no tenía el deseo de reparar aquello ni hacerlo sentir cómodo. Park tenía razón, había expuesto de forma mucho más agradable sus propios pensamientos, y a raíz de ello hubo varios asentimientos mostrando apoyo.
Él era bueno en eso, y se sentía agradecido de que trabajara a su favor una vez más.
—El Ministro Park tiene razón. Si soy honesto, no debería haber ninguna razón para prohibirle a Su Alteza tener su venganza. Él ha dedicado su vida a su país y a su pueblo; es un Rey competente que vela por la seguridad de su reino; nuestra paz se la debemos a él. No creo que sea un gran problema que Su Alteza actúe de acuerdo a nuestras costumbres y honre al señorito Do. Será un alivio para Su Alteza Do KyungSoo y también será un escarmiento para nuestra sociedad.
Muchos más asentimientos y palabras de apoyo con una seguridad férrea.
Era porque estos hombres también tenían hijos, tenían hijas, y temían por ellos. Eran de un nivel inferior a JongIn y, no obstante, la osadía de unos cuantos tocó lo único que era intocable en esta tierra. ¿Qué quedaría para ellos, entonces?
Nadie quería vivir en esa incertidumbre, y si El Vengador apareciese para corregir el infundir un poco de temor, la mayoría no iría en contra de él.
Además, KyungSoo siempre fue bastante querido debido a su personalidad suave y amable. Era casi imposible no simpatizar con su agonía.
Así pues, viéndose superado en número y en cuestiones políticas, el Ministro Jang exhaló y asintió pesadamente.
—¿He de suponer que los padres de Su Alteza y el señorito Do están de acuerdo con su proceder?
—Junto a mí, somos los más interesados en que esto ocurra lo más pronto posible —respondió JongIn con absoluta seguridad y el Ministro Jang lo miró directamente—.
—Entonces no hay nada más que decir.
El Ministro Park observó a todos los presentes con masculina solemnidad y extendió el documento presentado por JongIn frente a él, el sello real húmedo y firmemente tomado en su mano.
—Así, debido a la mayoría de votos, la solicitud de Su Alteza ha sido aprobada.
El sello cayó sobre el papel y con ello la sentencia había sido firmemente colocada en bandeja de plata para JongIn.
. . .
Se habían comprometido en matrimonio desde el nacimiento de KyungSoo.
Fue un acuerdo político formado por sus padres, ellos no tuvieron opción al respecto. JongIn lo ha pensado algunas veces, y otras tantas llega a varias conclusiones; él podría haberlo odiado; tenía cuatro años cuando la madre de KyungSoo le dio a luz, tan solo cuatro años y sabía lo que sería de su vida. Podría haber sido fatal, podría haber sido un desastre.
Pudo haber sido muchas cosas terribles, pero no lo fue.
Creció con la idea de que tenía un compañero valioso; su madre le había dicho que era un alfa afortunado por haber encontrado un buen enlace, porque en el mundo de la política, esto era fundamental. JongIn también fue instruido para ser nada más que formal y cortés con KyungSoo, para que este se sintiera cómodo y seguro y no fuera completamente miserable a su lado. Era el plan, nunca se imaginó que habría amor.
El tirón en su corazón y en su mente, sin embargo, fue algo completamente nuevo, algo que sus padres no le habían advertido ese día, cuando se encontró por primera vez con la familia Do.
Para ese entonces, JongIn ya era un niño frío y duro cargado con un ceño fruncido permanentemente, con ambos puños cerrados a ambos lados de su cuerpo para darle una imagen aún más ruda, aún más adulta y carente de inocencia infantil. Su padre estaba haciendo un buen trabajo al crearlo a su imagen y semejanza, a pesar de los reclamos y comentarios ponzoñosos de su madre.
No había nada que le gustara especialmente. A los cuatro años, JongIn ya era retraído y distante.
Pero entonces su madre le había instado a acercarse a la cuna de KyungSoo, a mirar a su prometido por primera vez, y cuando la obedeció y sus ojos se encontraron con el dulce rostro de un bebé dormido, algo pareció encenderse en su mente y en su pecho. Fue un chasquido que había llenado su cuerpo de calor, que le hizo sentirse abrazado y cómodo, reconfortado y comprendido por primera vez en su vida.
JongIn no pudo dejar de mirarle.
Había sostenido los bordes de la cuna y se había alzado en las puntas de sus pies para tratar de verle mejor; el ceño fruncido se había deshecho, los hombros se habían relajado y sus ojos oscuros brillaron de una forma singular. Fue la primera vez que JongIn pareció un verdadero niño, y esto fue algo que había conseguido un bebé ajeno a su propia fascinación y maravilla.
Sin poder describir sus sentimientos y sintiéndose abrumado por ellos, JongIn desvió su mirada hacia su madre y le dijo con una expresión confundida que, por una vez, pareció adorable y entrañable:
—Mamá, siento mucho calor en el pecho y mi corazón late muy rápido... ¿va a salirse de mi cuerpo?
La madre de JongIn se sintió perpleja por un momento y su mirada se enfocó realmente en su hijo. Ella siempre le quiso, fue una madre gentil y agradable, sin embargo, JongIn siempre había sido inaccesible. La única persona cercana a su hijo era su propio esposo, y por ello se sentía impactada al ser la elección del niño para solucionar sus dudas.
No la hizo sentirse menos feliz y su propio corazón comenzó a latir a toda prisa, justo como el de su pequeño niño.
Ella le dio un codazo a su esposo, como diciéndole "¿ya ves? No todo es brutalidad, tonto", y sonrió brillantemente para JongIn. Se inclinó hacia él y colocó una mano reconfortante en su delgado hombro.
—No se saldrá, cariño; simplemente te sientes emocionado. ¿Te gusta el pequeño Príncipe KyungSoo?
JongIn volvió a mirar al bebé y sus ávidos ojos oscuros recorrieron el rostro redondo, las mejillas gorditas y sonrojadas y el cabello oscuro y escaso sobre su pequeña cabeza. Tenía una boca pequeña y rosada, ojos llenos de largas pestañas rizadas y una nariz diminuta. Él era sencillamente un bebé encantador. Era difícil que no le gustara a alguien.
JongIn asintió con sinceridad y llevó una de sus pequeñas manos a su pecho, palmeándolo ligeramente sobre la ropa bonita que su madre había elegido para él.
—Él es bonito —dijo con honestidad y luego se volvió hacia la madre de KyungSoo. Ella también era bonita, con largo cabello negro y brillante, piel tan clara como la leche y una mirada suave. JongIn se paró correctamente ante ella, aún con una mano en la cuna y le dijo con absoluta seguridad—. Su Alteza, prometo que me volveré muy fuerte y cuidaré muy bien de KyungSoo. Nunca dejaré que le pase nada.
La madre de KyungSoo pareció realmente sorprendida, no obstante, su propia madre y su padre se vieron bastante orgullosos al escucharlo.
JongIn había sido nada más que solemne, con su pequeño pecho hinchado y una mirada pétrea sobre la mayor; fue adorable en cierta forma, y la madre de KyungSoo lo vio de esta manera después de salir de su estupor inicial. Ella sonrió amablemente y asintió, dándole la importancia que ella creía que el pequeño merecía.
—Está bien; me siento más segura ahora que tengo tu promesa. Trabaja muy duro, JongIn, ¿está bien? Yo también me encargaré de que KyungSoo sea un buen niño para ti.
Fue el turno de JongIn de asentir y luego devolvió su mirada al bebé tranquilo, cubierto de sábanas blancas y ropas delicadas.
Era gracioso que sus padres creyeran que sus palabras fueron cosa de un niño cautivado, una promesa que se perdería en algún momento de su vida. Afortunadamente, JongIn realmente lo mantuvo.
. . .
JongIn educó su expresión mientras se adentraba en la amplia habitación a oscuras.
Un vistazo general le hizo saber que su prometido no estaba en la cama, ni en el salón, ni en el balcón, y esto lo detuvo momentáneamente en su sitio con una mano en el picaporte y la otra empuñada ligeramente a su lado.
El aroma de KyungSoo se había reducido hasta el punto mínimo, así que buscarlo a través de su olor sería infructuoso. Entonces él entra tentativamente en la profundidad de su mente y en ella encuentra una pared bien construida, prácticamente impenetrable y devastadoramente helada. La toca con suavidad, una caricia apenas perceptible en el material duro e impersonal, y una vaga respuesta llega a él.
Las barreras se aflojan un poco, solo lo suficiente para hacerle saber que KyungSoo está bien, y JongIn tiene que exhalar con alivio.
No se había dado cuenta de lo tenso que había estado hasta ese momento, del nudo lleno de desesperación apretándose en su garganta y el temblor en sus manos.
Como venía ocurriendo durante la última semana, él siente temor en este punto del día. Él teme que, al llegar en la noche a las habitaciones privadas de su compañero, KyungSoo se haya ido, que su alma rota finalmente haya renunciado a la vida y se haya entregado al alivio de la muerte.
Es una sensación por demás estresante, le eriza la piel y lo vuelve extremadamente sensible. Vivir de esa forma: temiendo lo peor durante sus horas de trabajo lejos de su omega, esperando malas noticias, siendo consciente del lento transcurso del tiempo y luego venir aquí para ver a su amor como un cascarón vacío, es por mucho lo más difícil que JongIn ha enfrentado en su vida. Más que una guerra, más que las dificultades que representa el trono, rodearse de incertidumbre y sentir esta vulnerabilidad le hace un hombre miserable.
Porque no tiene el control de esto. Nunca podría tener el control de los sentimientos y las emociones de KyungSoo ni de esta situación en específico.
JongIn se armó de valor y se alejó de la puerta de la habitación. Con las defensas un poco más bajas en la mente de KyungSoo, él tenía su permiso para acercarse y buscarlo. Encendió las luces y su aroma fluyó en el lugar, afirmando aún más su presencia en la estancia. Colocó su saco en la silla más cercana, se quitó las botas y reanudó su búsqueda.
Efectivamente, no se encontraba en las zonas más visibles de la habitación. El salón de descanso estaba vacío, los sofás se encontraban limpios e inmaculados, sin ninguna cosa fuera de lugar; le arrebataron la esperanza de que KyungSoo se haya sentado en ellos para dejar la cama por su propia voluntad, y con el corazón desesperanzado observó el balcón vacío. Las puertas estaban cerradas y las cortinas se hallaban abajo, dejando el lugar a oscuras.
JongIn las sujetó, corriéndolas ligeramente para dejar entrar la luz de la luna y de los edificios cercanos y se dio la vuelta para buscar en el baño.
La puerta estaba cerrada, pero si JongIn agudizaba sus sentidos podía ser capaz de escuchar el agua corriendo. Tocó dos veces, tentativo y precavido, y no obtuvo respuesta.
—¿Soo? ¿Estás ahí, corazón?
Su toque en la piedra que formaba sus muros fue un poco más fuerte, un poco más seguro, e insistió a través de su lazo telepático para ver si podía obtener algo de su parte.
Cualquier cosa. Por favor.
"¿KyungSoo? ¿Puedo entrar?"
KyungSoo no contestó vocalmente, pero las barreras se derrumbaron repentinamente y una enorme ola cargada de dolor, vulnerabilidad, desesperanza, miedo, asco e impotencia le golpeó con tanta fuerza que tuvo que tomarse un momento para inhalar y recuperar el aliento.
Todas estas cosas, estas emociones corrosivas, eran impropias de KyungSoo.
Nunca lo había sentido de esta manera, la telepatía emotiva nunca fue tan oscura, nunca fue tan cruda, tan profunda, y sentirlo de él, de su pequeño rayo de esperanza, de la única persona que fue capaz de tocar verdaderamente su corazón para enseñarle a amar gracias a su calidez, fue completamente devastador. Fue un golpe seco en su estómago.
JongIn no pudo soportarlo por más tiempo y abrió la puerta. El baño tenía las luces encendidas, la ducha estaba abierta y el agua caía con fuerza. KyungSoo no estaba a simple vista, pero JongIn fue capaz de captar los sollozos ahogados por el sonido del agua; buscó en la ducha y bajó la mirada, y ahí lo encontró.
Acurrucado como una pequeña bola lamentable, KyungSoo temblaba en una esquina oscura; el agua de la ducha caía sobre su cuerpo vestido y su cabello largo estaba suelto, cubriendo los laterales de su rostro pálido como un manto oscuro.
JongIn jadeó y no tardó en acercarse a él. Su nombre quedó atrapado en su garganta apretada y su cuerpo cayó a su lado, lo tomó de los hombros y lo atrajo a su propio cuerpo para abrazarlo con fuerza. KyungSoo no se resistió en ningún momento; lloró amargamente, hipando y gimiendo y hundió su rostro helado en su cuello mientras empuñaba su camisa con impotencia, con dolor.
Tanto dolor. Tanta agonía.
—Oh, KyungSoo... mi KyungSoo...
Susurró sobre su cabeza, un llamado obvio de su alma, y sus ojos se humedecieron, el ardor fue perceptible en su nariz y sus brazos lo arrullaron con más fuerza, intentando protegerlo de sus miedos, de sí mismo, de darle un poco del amor que él le había dado a JongIn de esa forma suya tan desinteresada. De hacerle ver que él estaba ahí.
—¿Por qué? ¿Por qué me hicieron esto, JongIn? ¿Por qué lo han hecho? Estoy tan sucio, soy tan inmundo... no puedo vivir de esta manera, no puedo, ¡no quiero recordarlo más, no quiero escucharlos, ni sentirlos en mí! Quiero que pare... quiero que se detenga... por favor, haz que pare... haz que pare, te lo suplico.
Y acompañándolo en su dolor, en su sufrimiento, JongIn lloró silenciosamente a su lado, él lloró su impotencia mientras KyungSoo se desarmaba contra su pecho, mientras temblaba y suplicaba.
No se movieron en mucho tiempo, ambos siendo bañados por el agua de la ducha, llorando uno contra el otro y abrazándose apretadamente.
Se aferró a KyungSoo en todo momento, y más tarde, después de que él se quedó dormido y JongIn tuvo que levantarlo, cambiarlo y acostarlo en la cama con ropa limpia, seca y mullida, mientras miraba los moretones, los rasguños y las contusiones en su cuello, en sus brazos y en sus piernas, y notaba los vestigios desgarradores de las lágrimas en sus ojos completamente hinchados, JongIn recurrió a su propia fuerza de voluntad, a su determinación insondable.
Él iba a cumplir su juramento así encontrara la muerte en el camino. Él iba a darle descanso al alma corrompida de KyungSoo, le daría un poco de toda esa paz que necesitaba con tanta desesperación. Él les haría pagar cada una de sus lágrimas, sus sollozos, sus gemidos y temblores temerosos y angustiosos.
JongIn se encargaría de esto.
Y El Vengador rugió furiosamente en su interior.
. . .
Las visitas no habían sido tan continuas como cualquiera lo habría pensado.
Los Do y los Kim mantenían monarquías fuertes, inquebrantables, llenas de poderío y prosperidad. Es de esperarse entonces que los Reyes se encontraran lo suficientemente ocupados y retrasaran sus viajes de una nación a otra a favor de resolver los asuntos nacionales.
No fue un problema durante sus primeros años de vida, cuando su padre comenzó a insistir en sus entrenamientos físicos y su madre envió a una horda de profesores detrás de él todos los días. Pero cada vez que KyungSoo tenía que irse después de una visita que duraría un par de días, JongIn siempre se mantuvo ausente y distante.
Su madre notó de inmediato el cambio de humor y el aislamiento debido a la decepción y tristeza que dejaba en él la partida de KyungSoo.
Fue solo cuestión de tiempo para que sus padres llegaran al acuerdo de aumentar la comunicación entre ambos —porque aparentemente KyungSoo mantenía un comportamiento similar al de JongIn por algunos días y su madre se sentía preocupada por él—. Fue de esta manera que JongIn comenzó a recibir dibujos coloridos, algunos regalos infantiles y cartas escritas por la madre de KyungSoo —porque el pequeño Do aún era demasiado joven para escribir correctamente—, pero que llevaban el mensaje fiel y honesto que KyungSoo quería transmitirle.
Entonces la tristeza mitigó un poco y él pudo reponerse de la falta del chico y volver a sus deberes con un poco más de facilidad. Porque sabía que pronto recibiría algo de KyungSoo que le haría feliz y le permitiría olvidar todos los malos ratos que pudo o no haber pasado sin él.
Este no era el caso, no obstante, porque KyungSoo y sus padres habían llegado recientemente a Zurim para verlos.
JongIn no se encontraba en el palacio cuando KyungSoo y sus padres descendieron del auto real, en cambio, él había estado en el campo de entrenamiento desde que terminó su clase de Ética, de pie durante un largo tiempo mientras era reprendido.
Su padre había concertado una sesión de entrenamiento con el alfa Capitán del ejército, que había llegado recientemente al palacio luego de una victoria agradable y dulce en las fronteras, y él estaba enseñándole todo lo que JongIn debería saber como futuro regente del país cuando no estaba dándole una regañina.
El hombre podría haberle dado miedo; tenía numerosas cicatrices en su rostro bronceado, su altura era imponente, tenía dientes amarillentos y disparejos y un par de ojos distantes que hablaban de las secuelas que la guerra había dejado en él. Era más frío, más duro y más aterrador que cualquier hombre que haya visto antes, pero JongIn solo podía hallar en él a un maestro sabio, honorable y ejemplar.
JongIn nunca fue un niño normal; su falta de temor podría haber sido natural dada su personalidad fuerte y reservada y, aún así, el propio Capitán Choi se siente secretamente impresionado por ello.
No es algo que le haya dicho a nadie, por supuesto, pero esto facilitó la naturalidad en la relación entre ambos y permitió que su entrenamiento y sus instrucciones fueran mucho más llevaderas.
O al menos lo habían sido cuando JongIn no fue golpeado por otros niños y perdió en la contienda.
Su rostro amoratado y sus rodillas sangrantes fueron lamentables y el Capitán Choi frunció el ceño al verlo. JongIn no había bajado la mirada mientras lo evaluaba con disgusto, todo lo contrario, mantenía la barbilla alzada y el ceño fruncido con fuerza.
—¿Cómo pudiste perder contra tres idiotas? ¿En dónde quedaron los conocimientos que has obtenido de mí, eh? ¡¿Acaso estoy entrenando a un chico estúpido?! ¡Responde!
—No soy estúpido —dijo con seguridad, sin alzar la voz y mirándolo directamente—. Ellos eran mayores que yo y también eran más fuertes. Perdí porque fui débil, no porque no haya tratado de defenderme con lo que me ha enseñado, maestro.
—¿Así que lo hiciste? ¿Lo pusiste en práctica? ¿Al menos conseguiste darles un buen golpe?
JongIn permaneció en silencio por un momento y luego asintió con firmeza.
—Sí a todo. He perdido, pero he luchado lo mejor que pude todo el tiempo.
—Entonces tendremos que aumentar tu fuerza. No puedo permitir que el próximo Rey de Zurim sea vencido tan fácilmente —JongIn no dijo nada al respecto, aceptándolo de inmediato a través de su silencio. El Capitán Choi se posicionó frente a él y cruzó los brazos frente a su amplio pecho—. Hablaré con Su Majestad; probablemente tus sesiones de entrenamiento sean mucho más extendidas y difíciles de lo que son ahora a partir de mañana, así que mentalízate eso. Ya tienes ocho años, por lo tanto, tienes que aprender realmente el significado de ser un alfa de casta pura. ¿Lo entiendes, verdad?
JongIn asintió con solemnidad y el Capitán Choi exhaló silenciosamente.
Finalmente, Choi pareció ablandarse y dejar el mal humor de lado para centrarse en las cosas importantes. Una expresión seria y consistente se apoderó de su rostro desfigurado y su aroma fue especialmente autoritario. No estaba enojado, tampoco era feliz, pero era suficiente para JongIn.
—Sé que es difícil, chico, y que aún eres joven; no soy un imbécil por eso, no obstante, no es posible que un futuro Rey sea tacleado por unos pocos imbéciles, ¿cierto? Tu destino es proteger al país, debes ser alguien competente, y es algo que debes saber desde ahora. Toma esto como una lección más; si un pequeño hijo de puta te golpea y te humilla, asegúrate de que no lo haga nuevamente. Sé más fuerte, más listo y más rápido que ellos. Solo entonces la gente podrá respetarte. Así te harás un nombre en la historia de este país.
JongIn no dijo nada, pero bajó ligeramente sus barreras, y el mayor pudo notarlo. Sus hombros se habían hundido un poco y sus ojos parecían menos oscuros, menos duros y más conscientes y atentos.
—Tu madre quiere que aprendas a ser un hombre de palabra, que sepas dialogar y no ser un imbécil, y eso está bien, pero nosotros estamos regidos por nuestros instintos y los alfas son un jodido dolor de culo. Y tú tendrás que lidiar con muchos de esos hijos de puta para demostrar tu valía. Tu padre es listo al querer que sepas esto durante tu juventud; no quiere amargar tu vida ni hacerla complicada, él quiere que seas plenamente consciente de dónde estás parado y lo que necesitas aprender para sobrevivir. ¿Puedes comprender eso, Alteza?
—Yo lo hago, Capitán Choi, y no siento ningún tipo de resentimiento por ello. Aprenderé, creceré y seré un buen Rey, digno y fuerte para mi reino. Daré mi mayor esfuerzo, es algo que puedo prometer.
Sus miradas se encontraron la una a la otra. La determinación y la obstinación era visible entre heridas y expresiones heladas, y en ese momento ellos no podían parecerse más de lo que ya lo hacían.
Tal vez por eso se llevaban tan bien.
Choi asintió, y cuando estuvo a punto de ordenarle dar inicio a sus ejercicios de calentamiento, una voz dulce y entusiasmada le interrumpió repentinamente.
—¡JongIn! ¡JongIn, hola!
JongIn se volvió de inmediato y Choi pudo notar el momento exacto en el que la vida misma llenó su cuerpo. Cómo se había transformado en una persona completamente diferente y un brillo sorprendente se apoderaba de su mirada oscura e intimidante.
Él incluso sonrió ampliamente, abiertamente, para el niño que llegaba a ellos.
Verdaderamente sorprendente.
Choi alzó las cejas ligeramente cuando el pequeño chico rechoncho y resplandeciente se abalanzó directamente a los brazos de JongIn con completo entusiasmo, comodidad y naturalidad, dando por sentado que era bien recibido, y JongIn lo sostuvo de inmediato, delicada y suavemente con sus manos llenas de sangre seca y lastimadas por el entrenamiento matutino.
Él también pudo notar el aroma suave de ambos niños entrejuntándose inconscientemente, acercándolos y estrechando su lazo aún más a pesar de su juventud e inexperiencia.
Al menos el amor es algo que él tendrá asegurado en esta vida.
—¡Soo! ¡¿Cuándo llegaste?! ¡¿Por qué no me dijiste nada?!
KyungSoo se alejó de su pecho y sonrió sinceramente, mostrándole el huequito faltante de uno de sus dientes delanteros.
—¡Era sorpresa! Ow... estás lastimado. ¿Por qué? ¿Te duele? —su sonrisa se borró de inmediato al verlo correctamente y JongIn negó y lo tomó de la mano con delicadeza—.
—No duele, solo ha sido un accidente.
—¿Un accidente?
—Sí. Tropecé con una roca y me caí. Fui descuidado, por eso me golpeé.
KyungSoo desplegó uno de sus mejores pucheros y estiró una mano para acariciarle la mejilla inflamada que comenzaba a amoratarse.
Por supuesto, KyungSoo era un niño pequeño que había sido cuidado y mimado desde que nació; fue amado y protegido en todo momento como el pequeño Príncipe Do y el futuro esposo del Príncipe Heredero Kim, por lo tanto, él no podía distinguir un golpe provocado por una pelea a uno ocasionado por un accidente. Fue bueno de alguna forma: saber que él era cuidado de esta manera y que nadie lo molestaba, también lo ayudó a salirse con la suya exitosamente.
Los pequeños dedos fueron suaves sobre su piel hinchada y JongIn dejó caer su rostro contra ellos, aceptando el contacto abiertamente.
—Debes tener cuidado, JongIn.
—Sí, lo tendré. Yo t...
JongIn se calló de inmediato cuando KyungSoo se puso de puntillas y dejó caer un beso extremadamente suave y dulce en su herida; JongIn abrió los ojos cómicamente, suspiró con torpeza y sintió un calor desconocido en su rostro.
Su corazón latía a toda prisa en su pecho y su olor se había descontrolado ligeramente, saliendo en oleadas para envolver a KyungSoo en él. Una vez KyungSoo dio un paso atrás sonrió nuevamente, sus grandes ojos empequeñecidos por la amplitud de la misma y sus pequeñas manos aferrándose a la suya más grande y fuerte.
—Mamá dijo que de esa forma no dolerá tanto... ¿te sientes mejor?
El Capitán Choi carraspeó y les dio la espalda para sonreír burlona y divertidamente para sí mismo y el color se profundizó en las mejillas de JongIn mientras asentía con torpeza.
—¡Sí! Yo lo hago. Gracias, KyungSoo.
—Está bien —dijo con complacencia, sintiéndose orgulloso por haber sido de ayuda, y observó todo a su alrededor con renovada ilusión y felicidad—. ¿Podemos jugar, JongIn?
JongIn pareció un poco contrariado y le echó un vistazo de reojo al Capitán Choi. Este lo miró por encima del hombro y se encogió de hombros, sin darle demasiada importancia.
—Tu padre lo ha permitido, me lo ha dicho a través de la telepatía, así que puedes irte por hoy.
El alfa más joven se inclinó en una reverencia respetuosa que KyungSoo no tardó en imitar y, sin incorporarse, murmuró:
—Lo agradezco, maestro. Daré lo mejor de mí el día de mañana.
Luego se irguió, afianzó su agarre sobre la mano de KyungSoo y le dio una sonrisa suave y afectuosa.
—Vamos ahora, Soo ¿a qué quieres jugar?
Fue cuando los escuchó lo suficientemente lejos que Choi giró para mirarlos mientras se alejaban tranquilamente.
JongIn nunca lo supo, pero en ese momento él sonrió como un padre orgulloso de su propio hijo.
. . .
JongIn entró tempestivamente en el cuarto de descanso de las criadas. Su ceño fruncido expuso con facilidad su delicado estado de humor, que el alfa no estaba para juegos tontos y que se encontraba en el borde.
Los ojos relucían de un rojo furioso, el color de la ira y de la fiereza de su propia naturaleza, y sus músculos se habían hinchado peligrosamente. Era fácilmente el hombre más duro y peligroso de todo el país en ese momento, y es por eso que los criados no tardaron demasiado en ir a él para atender sus necesidades.
Nadie quería ser incompetente frente a un hombre que no tenía ningún tipo de raciocinio. Nadie quería enfrentarse realmente a un Rey descontento.
El jefe de los criados, Zang, dio un paso al frente con el cuerpo formando una reverencia perfectamente ensayada y los ojos bajos, y le preguntó con suavidad, desplegando su instinto omega para intentar suavizar su estado de ánimo.
No funcionó, por supuesto, porque en este punto JongIn y KyungSoo eran prácticamente una pareja apareada y solo las feromonas de su compañero serían de ayuda, no obstante, JongIn agradece secretamente la atención y el intento del hombre.
—¿Hay algo que podamos hacer por usted, Alteza? ¿Necesita algo?
—¿Dónde está Im JiHyun? —fue lo único que dijo y el jefe Zang se tensó un poco ante su fuerte y contundente tono de voz—.
Hubo un par de segundos de incómodo silencio y finalmente una mano dubitativa se alzó en una de las zonas más alejadas de la habitación. Los ojos de JongIn cayeron sobre la mujer de inmediato, delgada y de aspecto determinado, y la mirada de JiHyun se encontró directamente sobre con suya.
—Soy yo, Alteza —dijo ella en voz baja y JongIn le hizo una seña antes de darse la vuelta y salir del lugar—.
Escuchó los pasos presurosos de JiHyun mientras lo seguía lejos de los cuchicheos tensos y agitados de los criados que dejaban atrás, y JongIn la condujo hacia una de sus oficinas, la más cercana que tenía a su disposición en ese momento. Entraron en ella y JongIn se giró para mirarla después de que ella cerró la puerta y agachó la mirada con las manos sujetas en su frente.
No perdió el tiempo en introducciones estúpidas e inútiles, pues sabía que el tiempo estaba corriendo y con él se agotaba su paciencia y su propio autocontrol; entonces él simplemente fue al grano y le preguntó:
—Fuiste quien se encargó de cuidar de KyungSoo ese día, ¿cierto? Quien le cambió de ropa y lo bañó después del accidente.
JiHyun no dudó en asentir y sus manos se apretaron un poco más contra su falda.
—Sí, Alteza, fui yo.
—Ese día te di una orden. ¿La seguiste?
JiHyun volvió a asentir, esta vez con más vigor y seguridad, y se atrevió a mirarlo nuevamente, directamente a los ojos.
—Lo hice, señor.
JongIn se sintió aliviado de inmediato. Había temido que en medio de todo ese descontrol la chica no lo hubiera escuchado o se hubiera descuidado a favor de atender las necesidades de KyungSoo —que sería bastante comprensible—, pero, por fortuna, ella era competente; le había oído y había seguido al pie de la letra su palabra.
Le quitó un peso de encima.
—Entonces tráelo a mí cuanto antes. Y asegúrate de no manipular nada con tus manos desnudas.
Luego de decir aquello, JongIn se sentó en la silla tras el escritorio y cerró los ojos por un momento; estaba luchando contra el instinto de dar un paso atrás y simplemente volver a los brazos de su amor dormido y vulnerable para velar su sueño y protegerle mientras descansaba, pero sabía que no podía hacerlo. Si volvía, JongIn sería débil y se olvidaría de las cosas importantes que debían resolverse cuanto antes. Y olvidar es lo único que JongIn no quería hacer.
Tenía trabajo por delante, cabos sueltos que atar y un par de armas que extender. Tenía que traer la justicia a su hogar, a su KyungSoo, así que no podía eludirlo y retroceder. No en este punto. No después de ver a KyungSoo completamente deshecho bajo la ducha como un ser pequeño, solitario y lamentable.
Asqueado de sí mismo y de lo que era.
No. No estoy olvidando. No estoy retractándome. Es algo que debe hacerse, y debe ser pronto.
—Usted... obtendrá justicia para Mi Señor, ¿no es cierto, Majestad? —preguntó JiHyun con cuidado, con un tono de esperanza que fue fácilmente perceptible, y JongIn abrió los ojos para mirarla—. Los encontrará, ¿no es cierto?
Y JongIn notó el temblor en su voz, la palidez de sus nudillos fuertemente apretados y el brillo singular en su mirada.
Ella aguardaba con paciencia, a pesar de sentir toda una avalancha de emociones en ese instante, y suspiró cuando JongIn finalmente asintió.
—Lo haré.
Solo esas dos palabras bastaron para que los hombros de JiHyun cayeran y una lágrima rebelde se deslizara sobre su mejilla. La limpió rápidamente y asintió con firmeza, volviendo de inmediato a su posición inicial.
—Muchas gracias, Majestad. Traeré de inmediato lo que me ha pedido.
JongIn la miró en silencio mientras lo reverenciaba y se marchaba, y una vez se encontró solo, suspiró largamente.
.
JiHyun regresó no mucho después. Trajo todo lo que JongIn necesitaba en una bolsa plástica que depositó sobre el escritorio y dio dos pasos atrás, permitiendo que JongIn la tomara y examinara el contenido con ojo crítico.
Dentro se encontraba la ropa que KyungSoo había utilizado esa noche. No había sido lavada y fue guardada meticulosamente en esta bolsa apretada para que el aroma se conservara mientras JongIn llevaba a cabo la sentencia final sobre la situación.
La extrajo del interior y sus ojos vagaron rápidamente sobre la túnica tradicional de Jinam, el hogar de KyungSoo. JongIn la identificó de inmediato; KyungSoo se había visto increíblemente hermoso en ella; el rosa suave combinó muy bien con su piel pálida y los pequeños diamantes deslumbraron a quien le mirara.
JongIn recordó quedarse sin aliento por su belleza, recordó la sonrisa tímida aunque satisfecha de KyungSoo al verle completamente anonadado por él y recuerda sus ojos brillantes cuando se encontraron frente a frente, sin mucho espacio entre ellos.
Había sido una imagen dulce y hermosa.
Era una pena que más tarde simplemente dejó de serlo.
Su mirada se detuvo sobre las manchas de sangre que habían estropeado la tela y su puño se apretó con impotencia cuando su mente trajo el sonido de los gritos de KyungSoo pidiendo ayuda a través de su lazo telepático. Cuando sintió el temor y la angustia líquida recorriendo sus venas, cuando el corazón de KyungSoo se rompió porque JongIn no llegó a tiempo para cuidarlo.
Sus uñas rompieron la piel de sus palmas y la sangre brotó y se deslizó por su muñeca, empapando la manga de su chaleco oscuro.
Su nariz, por su parte, se movió de inmediato y se hundió en la túnica arruinada. Estaba el olor de KyungSoo, agrio y amargo por el dolor y el temor, y tres olores más que resultaron desconocidos, intrusos a su compañero.
Frunció las cejas y se concentró en estos tres aromas, estudiándolos y guardándolos en su olfato finamente entrenado. Sería fácil encontrarlos para un hombre como él; ni siquiera tenía que molestar y angustiar a KyungSoo con preguntas que le harían sentirse mal nuevamente.
Para un cazador puro de sangre que no le teme a la muerte, esto era perfectamente posible.
Luego de un par de minutos de estudio minucioso, de sincronía con su alfa y los olores bien asentados en su cuerpo cada vez más ansioso y frenético, JongIn alejó la túnica y miró a JiHyun con un hormigueo incesante en sus colmillos y su pecho.
—Prepara una bolsa de viaje de inmediato; me llevaré a Wangdoo, así que ata su bozal y sus correas.
JiHyun asintió de inmediato y JongIn guardó la ropa de vuelta en la bolsa, se puso de pie con esta en mano y encendió la chimenea con un botón de la esquina. Él no dudó en arrojarla al fuego caliente y observarla consumirse entre las lenguas azules y naranjas.
No necesitaba ver esto nunca más, traer esa noche a la actualidad sería aún más contraproducente para él y para KyungSoo.
—También quiero que lo cuides —dijo esto en voz baja, mucho más suave y accesible ahora que estaba hablando de KyungSoo—. Protégelo de sí mismo y trata de sacarlo de su mente mientras no estoy aquí para encargarme por mi propia cuenta. Por encima de todo, no dejes que se derrumbe; no lo dejes morir. Porque si él lo hace, yo, y en consecuencia, este país, moriremos con él.
JongIn estaba seguro de ello, completa y plenamente. Para JiHyun fue sencillo saber que su solemnidad y la fuerza de sus palabras no eran nada más que el destello de una verdad palpable.
Porque era de esa manera.
Los ojos claros de JiHyun lo admiraron con reverencia y aceptación y ella formó una pequeña inclinación respetuosa, siguiendo con este sentimiento solemne de gran importancia.
—Yo lo haré, Su Majestad. Y muchas gracias por hacer esto por el honor y el bienestar de Mi Señor.
JongIn no dijo nada por un momento, aún absorto en las lenguas de fuego y en cómo la ropa desaparecía entre ellas, carbonizándose y siendo irreconocible. La belleza y el horror siendo rápidamente consumidos.
—No tienes que agradecerme por algo que debo hacer. Luché toda mi vida por personas que no conozco, gente que no es mi familia ni me conoce realmente; ¿cómo no podría luchar por KyungSoo, el hombre que amo? No tendría sentido.
—Mi Señor es afortunado por tener su afecto, Majestad.
JongIn parpadeó y giró el cuello para mirarla por encima de su hombro.
Ella, la amiga más cercana de KyungSoo y quien lo había cuidado desde que ambos eran niños, la criada que atendió sus heridas y le hizo reír con diversión, a quien respetaba por ser un soplo de aire fresco para su amor durante los días más duros, cuando separarse por causas externas era inevitable. La única persona a la que le confiaría la vida de su compañero y la única mujer con la que podía ser realmente honesto.
Él ni siquiera necesitó pensarlo, mucho menos dudar, cuando le dijo a cambio:
—No es así. Soy yo quien es afortunado.
Porque KyungSoo le había enseñado de amor y calidez. Porque JongIn fue capaz de conocer la piedad y la adoración cuando él nació.
Porque JongIn dejó de ser una máquina y fue una persona sensible cuando él llegó a su vida.
Por supuesto, era JongIn quien tenía suerte de tenerle.
Era él quien lo agradecía profundamente.
. . .
JongIn era plenamente consciente de la fiereza de su padre, de su dureza a la hora de hacerle entrenar y del peso de sus palabras solemnes y embravecidas.
"No te distraigas cuando estés fortaleciendo tu cuerpo. Cuando entrenas, llevas el peso de tu nación sobre tus hombros. Si te permites ser vago, tu nación caerá y será imposible para ti repararla. Sé firme; debes superponer los deseos y las necesidades de tu gente a las tuyas, de lo contrario, serás un Rey inepto".
JongIn tenía problemas con la ineptitud. Él quería ser un buen guerrero, quería que los enemigos le temieran, que se orinaran al verle desenvainar su espada y pidieran clemencia al presenciar su desenvolvimiento en el campo de batalla como un elemental especializado en la telepatía.
Quería ser igual de capaz que su propio padre y luego, cuando fuera un adulto propiamente dicho, superarle con creces.
Así pues, debido a su propia obstinación, era imposible sacar su cabeza de su culo cuando estaba en el campo de entrenamiento. No obstante...
—¿JongIn? ¿Terminaste con tus ejercicios por hoy?
No obstante, esta persona siempre iba a ser la excepción a su propia regla irrompible.
JongIn giró de inmediato, sudado, sucio y agitado, y sus ojos se posaron sobre el rostro de su mejor amigo y prometido en matrimonio.
La gente suele susurrar en los pasillos del palacio y del pueblo que JongIn normalmente posee un rostro intimidante y aterrador para tratarse de un niño de catorce años de edad; que es un demonio en un cuerpo demasiado joven, que está preparándose para crear el infierno en la tierra.
Ellos tienen razón en cierta parte y, aún así, todo eso queda completamente tachado y eliminado cuando KyungSoo aparece a su lado.
De un modo extraño, JongIn siente que toda su dureza y sus bordes filosos se contraen y derrumban al verle. Él es capaz de sentir cómo su corazón late a toda prisa, como algo se retuerce en su interior, como, en esos momentos solitarios donde solo son ellos dos, puede ser un buen chico, amable y gentil, para él.
Es extraño y también es natural. Es porque lo quiere, JongIn lo sabe, y porque es completamente débil ante la sonrisa brillante y pura de KyungSoo.
"Alguien así debe ser protegido para siempre. Sería un placer cuidarlo y hacerlo feliz toda mi vida".
JongIn sonrió gentilmente y asintió solo para hacerle feliz. Porque, por supuesto, él no había terminado con sus deberes del día, pero habían transcurrido tres meses desde la última vez que vio a KyungSoo, y lo extrañaba.
Realmente lo echaba de menos.
—¿Qué estás haciendo aquí, KyungSoo? Vas a ensuciar tus zapatos —dijo cariñosamente mientras se acercaba y KyungSoo se encogió de hombros con bastante simpleza y naturalidad—.
—Su Majestad, la Reina JiYeon, me ha dicho que has estado entrenando durante cinco horas continuas, así que le pedí permiso para preparar un pequeño almuerzo para ti. Sé lo mucho que te esfuerzas cuando estás entrenando y que siempre olvidas alimentarte y cuidarte correctamente, así que he venido a hacerme cargo por ti.
KyungSoo extendió entonces una cesta de mimbre mediana que desprendía un olor realmente delicioso desde su interior y JongIn sintió un vuelco en su corazón al ver las mejillas redondas del Príncipe suavemente sonrojadas, presentando cariñosamente el almuerzo para él.
JongIn tomó la cesta con ambas manos, sintiendo una reverencia impresionante ante su gesto atento, y un calor extraño, profundo y completamente valioso y agradable se asentó en su pecho.
El agotamiento por el esfuerzo físico fue completamente olvidado y, en cambio, JongIn admira al niño dulce y gentil que se convertirá en su esposo en el futuro. Él se fascina y maravilla por su atención, por su rostro y por su sonrisa, por su ser cálido y generoso.
—Además, se trata de un regalo de mi parte... porque te extrañé mucho durante este tiempo —admitió, no sin una timidez encantadora y un rubor aún más pronunciado sobre sus mejillas, y JongIn se acerca un paso más, deja la cesta bien sujeta con una mano y la otra encierra la de KyungSoo con suavidad y delicadeza, temiendo dañarlo con sus palmas duras y violentas—.
—También te he extrañado... y muchas gracias, KyungSoo, es muy valioso para mí.
KyungSoo le aprieta la mano con poca fuerza y JongIn es capaz de distinguir la satisfacción y la alegría en su mirada ambarina sin necesidad de penetrar las profundidades de su mente.
Así es él: como el agua cristalina y transparente, un libro abierto. Brillante y precioso con su alma pura.
—No ha sido nada, JongIn. Ahora ven, vamos a sentarnos; tienes que comer y yo tengo que contarte tantas cosas.
Y, una vez más, JongIn lo complació.
Sabía que sería reprendido por su padre —a pesar de las posibles objeciones de su madre porque "están comprometidos, DonHyuk, deben pasar tiempo juntos para que se conozcan, no te comportes como si tuvieras un palo en tu real trasero"—, sabía que lo esperaría un entrenamiento mucho más fuerte y doloroso por esto; pero escuchar a KyungSoo hablar sobre sus días en su gran palacio solitario, las historias divertidas sobre su futuro cuñado, las buenas notas y el gran desempeño de KyungSoo en sus clases de control telepático y las flores que KyungSoo había plantado en su jardín era mucho más entretenido e importante.
"Incluso después de sufrir a causa de los castigos de mi padre y mi más que seguro aislamiento absoluto luego de esto, seguiré pensando que ha valido la pena. Solo por verlo sonreír y reír de esta manera, justo a mi lado, siento que soy capaz de soportar cualquier cosa en este mundo".
Y es algo que siempre se mantuvo.
La bestia en su interior y el salvajismo nato han sido silenciados.
. . .
Wangdoo rugió cuando JongIn lo manejó hasta descender al suelo firme.
Sus alas se batieron a cada lado de su cuerpo acorazado, sus colmillos brillaron bajo el sol y sus grandes patas le afirmaron sobre la tierra.
JongIn bajó de él de un salto, las botas se hundieron en el suelo y su mirada recorrió los alrededores.
Este había sido el lugar donde le habían arrebatado la vitalidad a KyungSoo.
Se trataba de un vasto espacio abierto lleno de un espeso follaje hermoso y majestuoso, vibrando con la delicadeza y la elegancia características de la alta alcurnia; además, las montañas llenas de rosas suaves y rojos profundos en su extensión, las linternas en sus formas florales y el lago iluminado por la variedad de colores, le daba ese aire impresionante y etéreo.
El lugar pertenecía a un Duque conocido y JongIn lo había alquilado para hacer su fiesta de compromiso privada, en compañía de algunos miembros de la nobleza. La celebración pública se había llevado a cabo solo dos semanas antes y su madre y sus suegros habían venido del planeta Arty, donde habían decidido vacacionar, para verles.
A KyungSoo le había encantado con solo mirarlo, así que JongIn no había tardado en elegirlo como opción definitiva. Desafortunadamente, tan hermoso como era, el Bosque de la Luna guardaba el momento más espeluznante de sus vida.
La belleza nunca podría ser igual mientras sus recuerdos se mantuvieran frescos.
JongIn caminó con seguridad hacia el lago, la zona más escondida y alejada de la mansión del Duque, y se internó en el bosque sin segundos miramientos. Wangdoo encogió sus alas y, amenazante y orgulloso, se mantuvo en su lugar.
Los sentidos de JongIn se agudizaron y pusieron en alerta máxima mientras esquivaba ramas azules y apartaba hojas rosas. Recordaba el camino, lo había recorrido esa noche, así que su cuerpo se mantuvo e movimiento todo el tiempo.
Lo arrastraron a una zona alejada de la multitud. KyungSoo se había quedado solo por un momento, y eso fue suficiente para que se lo llevaran de mi lado y lo trajeran a este horrible lugar. Sin dudas, ellos sabían adónde debían ir.
Probablemente también tenían esta intención desde el principio.
Sus dientes se apretaron hasta crujir y su paso se apresuró. Esquivó el follaje saludable y espeso y finalmente llegó al lago calmo y silencioso.
JongIn lo observó todo detalladamente, con el ceño fruncido y una estela de feromonas violentas saliendo en oleadas de su cuerpo. Los músculos estaban tensos, los colmillos y sus ojos cambiantes hormigueaban y parecía más grande de lo que era.
Ni siquiera las aves se habían atrevido a cantar en su presencia.
Las botas se hundieron en la tierra blanda mientras se dirigía a las orillas del lago y se agachó en el lugar exacto donde había encontrado a KyungSoo.
No olía a él, ni al miedo, ni a la salinidad y virilidad del sexo, no olía a sangre, a desesperanza y a excitación. La hierba y los bosques frescos estaban en su máximo apogeo; JongIn tomó un puñado de tierra y la apretó en su mano con impotencia.
Él observó cómo esta se deslizó entre sus dedos a medida que la dejaba caer nuevamente a sus pies y luego cerró los ojos firmemente.
Aún podía sentir el cuerpo frío y débil de KyungSoo entre sus brazos, la sangre entre sus piernas, brotando de su piel rota y maltratada, escuchar los gemidos llenos de agonía y ver las lágrimas en las esquinas de sus ojos, las mejillas golpeadas.
Aún está tan fresco: el daño que le han hecho a mi hombre.
El pensamiento despertó un instinto feroz y deseoso de matar; sus dedos volvieron a hundirse en la tierra y la removieron con frenesí y desesperación mientras las imagen de su prometido cobraba fuerza, mientras recordaba como le habían arrebatado su honor, su orgullo, su vida.
JongIn había dejado de ser un hombre amable. No quería volver a serlo, tampoco.
Sin descanso y con el corazón apesadumbrado, él no volvería a ser esa persona hasta matarlos, hasta escuchar sus súplicas y verlos de rodillas ante él.
Apartó un puñado de tierra con vigor y el gruñido animal que había estado reteniendo en su garganta fue expuesto finalmente, rompiendo el silencio abrumador y espantando a las aves que se habían quedado escondidas entre las ramas de los árboles.
Se tomó un momento para volver a calmarse y enfriar su mente. No conseguiría nada dejándose llevar por sus sentimientos. Él debía ser fuerte, debía ser firme y seguro en un momento como este; era la misión más importante a resolver, así que permitir este tipo de flaqueza estaba prohibido.
Abrió los ojos nuevamente y su mirada cayó sobre el hueco que había cavado, y entonces su pulso se aceleró y sus cejas se juntaron apretadamente al detallar un fino trozo de tela que se dejó entrever tímidamente entre los gránulos cafés.
Lo tomó de uno de sus bordes y tiró de él, y entonces este trozo de tela quedó al descubierto.
Era una buena tela, de alguna prenda de gala, y parecía nueva. Ella estaba sucia, obviamente, pero no podía negarse su buena calidad y la posición exacta donde la había hallado.
JongIn comenzó a sospechar.
Habían pasado algunos días y esto había estado bajo la tierra en todo momento, así que, por supuesto, era natural que el olor del petricor quedara impregnado en ella y le dificultara la localización a través del mismo. De todas formas, JongIn no era alguien que se rendía fácilmente.
Llevó la tela a su nariz y aspiró largamente, con concentración y obstinación.
Cualquiera en su posición lo habría dejado a un lado, lo habría creído un imposible y una pérdida de tiempo, pero JongIn era un alfa de casta pura como ningún otro; era una máquina de matar que no conocía los límites.
Sus sentidos estaban más desarrollados que los de un alfa común, y como rastreador, JongIn estaba bien dotado. Diseccionó entonces todos los aromas que se encontraban sobre el trozo de ropa en buen estado y, luego de tensos segundos llenos de concentración, pudo encontrar algo fino y suave.
JongIn aspiró la tela contra su nariz con más fuerza y vigor. El ceño fruncido hablaba de su obstinación y seriedad, y un nuevo gruñido nació en su garganta cuando pudo sentir una pizca del aroma de KyungSoo sobre ella. Un poco más tenue y escondido, algo completamente diferente se mostraba.
Y una vez accedió al recuerdo de los olores impresos en la ropa de KyungSoo, JongIn halló la similitud.
Apretó la tela en su mano y se puso de pie de inmediato para volver por el camino que había recorrido. No tenía sentido permanecer ahí por más tiempo sabiendo que no encontraría nada más y ya tenía lo que estaba buscando, así que se reunió nuevamente con Wangdoo, montó en él y tiró de sus riendas para que se lanzara al cielo.
Esta vez su fortuna mejoraría porque no estaba dejando al destino actuar en ello. JongIn lo estaba haciendo por su propia cuenta, y eso significaba un éxito seguro.
.
No espero más tiempo y JongIn sobrevoló los cielos de su reino y descendió de su compañero alado al llegar a la ciudad abierta.
Él le dejó nuevamente para poder moverse por las callejuelas y la multitud y Wangdoo le dio una mirada brillante y profunda; estaba deseándole suerte, esa bestia sabia. Lo golpeó en el pico un par de veces y entonces se echó a andar con los hombros rectos y una mirada impenetrable y avasalladora.
La gente se apartó naturalmente de él; bajaron la mirada; susurraron a su espalda.
Todo el reino fue consciente de lo que le había sucedido a KyungSoo, y aunque nadie sabía nada sobre el estado actual del futuro esposo del Rey, los rumores iban y venían.
Era de esperarse. Había pasado mucho tiempo desde que algo como esto ocurrió en las tierras de JongIn y, por encima de todas las cosas, hacia una figura tan destacada como KyungSoo.
La gente sentía lástima y también temor. Lo primero era dirigido a su prometido, porque KyungSoo siempre había sido un hombre dulce que recorría las calles de su pueblo con una sonrisa, jugaba con los niños y hablaba, entusiasmado, con los ancianos; él se hacía querer.
Lo segundo, por supuesto, era debido a él mismo y a su furia descontrolada.
JongIn, después de todo, nunca fue un hombre cálido. Tenía un deber y una posición en ese mundo, y fue por ello: por su propio honor y su orgullo, que luchó incansablemente por mantenerlo. JongIn era egoísta y frío, y todos sabían que si él no hubiera contado con las ataduras que lo mantenían sujeto a un imponente trono, nadie más le importaría, nadie más despertaría el mas mínimo impulso e interés que podría sentir con su compañero.
Así pues, con el prometido real siendo atacado de esta manera, sentir temor era natural.
JongIn no miró a nadie mientras continuaba con su camino y se escurría entre calles silenciosas y poco iluminadas. Los aerodeslizadores y dragones de fuego retumbaron sobre su cabeza, el pitido de los autos le acompañó en todo momento, y él se mantuvo inmutable.
Se estaba dirigiendo directamente hacia una de las personas más capaces e inteligentes que trabajaban bajo su mano. Era el encargado de la seguridad de su palacio, alguien que no había fallado ni una sola vez en una tarea que involucrara a la red o a las cámaras.
Su genio oculto tras la computadora que era su arma. Kim JongDae.
Le había confiado su vida y la de KyungSoo en más de una ocasión, así que el tipo tenía su respeto. Fue su error no tenerlo en su ceremonia para que pudiera monitorizarlo todo, pero KyungSoo fue insistente sobre dejarlo libre esa noche porque tenía una cita especial con MinSeok, su esposo, y que debía confiar en el cuerpo de seguridad del Duque porque solo sería por esa noche.
No debió haberlo hecho; en ese momento, no debió haber escuchado y complacido a KyungSoo.
Pero no puedo devolver el tiempo para arreglar las cosas. Lo único que puedo hacer por mi hombre es encontrar justicia para él y, de esa forma, darle descanso a su agitación.
JongDae había insistido en no vivir en el palacio. Se había hecho con toda su mierda en su casa porque "no pienso hacer de mi trabajo mi hogar. Mi esposo merece algo mejor que eso", así que JongIn le había proporcionado la mejor tecnología del planeta y JongDae se dedicó a monitorizar todo desde su oficina abarrotada. Utilizó comunicadores discretos para tratar con la seguridad del palacio y, de vez en cuando, jugaba con su paciencia. Aún así, él nunca dejó de ser eficiente.
Luego de dejar a un lado el bullicio de la calle central, JongIn se encaminó hacia una de esas casas enormes y genuinamente cómodas de la clase alta. JongDae vivía en la quinta, una construcción pintada de un cálido tono crema que era muy del estilo de MinSeok, con un jardín cuidado por el dulce y amable omega y numerosas fotos y cuadros vistosos que él mismo había pintado.
JongIn había estado ahí las veces suficientes como para verlo todo, saber dónde se encontraba cada cosa y reconocer las nuevas adquisiciones de MinSeok y su impulso decorativo. Entonces, al visualizarla, apuró el paso y no se molestó en tocar la puerta porque esta se abrió de inmediato.
El rostro compungido y preocupado del esposo de JongDae apareció ante él y JongIn le dio un breve asentimiento como saludo.
—Dae te ha visto llegar; él está en su oficina y espera por ti.
No hizo falta la aparición de más palabras luego de eso. JongIn caminó con fuerza y orgullo hacia el pasillo, dobló a la derecha y abrió la puerta de la oficina.
JongDae se encontraba sobre su silla y le daba la espalda. Frente a él, numerosas pantallas exponían imágenes a tiempo real de las cercanías de su propia casa, de la calle principal y de algunas zonas importantes de la ciudad.
Sin exageración alguna, JongDae era los ojos y oídos de JongIn.
—¿Qué tienes para mí? —fue lo primero que dijo, sin tonterías y directo al grano—.
Fue una de las cosas que le hizo sentir complacencia. JongDae solo jodía cuando sabía que podía hacerlo, y cuando no, él era malditamente profesional.
—Busca a la persona que portaba algo como esto en la fiesta de compromiso; huele a cuero desgastado, tómalo en cuenta.
JongDae tomó la tela que JongIn colocó a su alcance y lo estudió minuciosamente, y luego de un momento, él asintió y comenzó a pulsar algunas pantallas y hacer clics en otras más.
—Lo tendré en algunos minutos, estuve observando los vídeos de las cámaras de seguridad del lugar desde que escuché lo que había pasado, así que creo que sé quién es tu hombre.
Esto despertó un sentimiento ansioso en JongIn. Su alfa se removió con entusiasmo y sus colmillos se alargaron instintivamente, listos para ponerse en marcha, hundirse en carne putrefacta y arrebatar vidas sin valor.
Su mirada cayó fija en las pantallas brillantes y en los movimientos seguros y expertos de JongDae. Le escuchó susurrar algunas cosas, tantear otras más y, finalmente, reproducir las imágenes de la noche de la celebración.
JongIn frunció el ceño y se inclinó más cerca para poder apreciarlo todo de mejor forma. Ahí podía ver a KyungSoo sonriendo brillantemente a su lado, sus gentiles ojos encogidos por la felicidad y miradas amorosas, completamente suaves, dispuestas para él.
Tuvo que apartar la mirada de aquella escena para evitar caer en lamentaciones y furia y admiró a la gente que los rodeaba con fiereza.
JongDae adelantó un poco más la cinta de vídeo y finalmente pausó la imagen cuando apareció la figura de un hombre. La señaló y luego lo miró con fijeza.
—Creo que es él. Mientras veía las cintas de seguridad me di cuenta de que el tipo era extraño. Rondaba a los invitados y tenía una expresión ausente que me dejaba un sabor amargo en la boca; al principio pensé que tal vez era lento mentalmente, pero resultó ser un maldito asqueroso. Si lo ves bien, notarás que la tela y su traje se parecen. Mismo tono, aparentemente misma textura y actitud sospechosa.
JongIn asintió a cada uno de sus comentarios, lenta y pensativamente. Su mandíbula se apretó y escupió con severidad.
—Investígalo. Ve que su olor coincida con el que te he dado.
JongDae acató con seguridad y se volvió para retomar su trabajo sobre las computadoras.
—¿Cuánto tiempo te tomará?
—Veinte minutos. Te daré un registro detallado, así que, ¿por qué no acompañas a MinSeok mientras tanto? Se ha estado quejando porque lo he dejado solo. Míralo un rato y come algo con él. Me sentiré mejor si es de esa manera.
Al principio no quería aceptar. No tenía el deseo ni el humor para estar rodeado de alguien más, ciertamente no de un omega embarazado, pero su parte racional supo que no conseguiría nada acechando a JongDae y que su ansiedad lo haría un hombre impaciente e intratable, y eso solo complicaría todo.
Finalmente tuvo que asentir y salió de la oficina. MinSeok se encontraba en la sala de estar, así que JongIn se dirigió hacia allí y se sentó en el sillón desocupado frente al suyo.
MinSeok parpadeó con sorpresa al verle llegar y un momento después le dio una sonrisa amable; él comenzó a desprender feromonas apacibles que naturalmente otorgaban paz y, sorprendentemente, JongIn realmente se relajó en su asiento.
—¿Cómo se encuentra él? —preguntó suavemente, con tacto y gentileza, y JongIn lo miró de inmediato, directamente a los ojos suaves que le miraban sin malicia ni maldad—.
De haber sido otra persona, JongIn habría gruñido en advertencia y habría expresado de inmediato su inconformidad y lo mucho que le jodía el tema, pero MinSeok nunca había sido nada más que amable y comprensivo. Era esa clase de omegas gentiles que era imposible odiar, de la clase de su KyungSoo, así que, naturalmente, tenía un punto a su favor.
Y él está embarazado. No puedo ser un imbécil.
—Lo está intentando —fue lo único que dijo al respecto y los ojos de MinSeok brillaron con entendimiento—.
—Conozco a KyungSoo, él es fuerte y podrá superarlo con el tiempo.
—Es lo único que deseo.
Después de ese breve intercambio, MinSeok se mantuvo respetuoso y comedido todo el tiempo.
En algún punto se había levantado e ido en busca de algunas galletas y una bebida para tratar de calmar su agitación interna, y aunque no funcionó exactamente, JongIn no pudo rechazar o despreciar su gesto.
El tiempo de espera fue silencioso en gran parte. MinSeok era tranquilo y no solía hablar demasiado y JongIn estaba demasiado concentrado en sus problemas y en lidiar con su mierda como para ser una buena compañía.
Por fortuna, y para no dar rienda suelta a un sentimiento extra de culpa, MinSeok no pareció molesto ni incómodo por ello. Él estaba bien con solo tenerlo ahí, cerca, para eliminar la soledad que provocaba un esposo ocupado, y JongIn estaba bien con eso.
Fue mientras MinSeok tarareaba una dulce canción de cuna mientras acariciaba su vientre hinchado cuando JongDae llamó a JongIn desde la oficina. Ambos cruzaron una mirada conocedora y el omega asintió con una breve sonrisa, despidiéndolo silenciosamente. Entonces JongIn marchó hacia donde se encontraba el beta, abrió la puerta y se acercó a él con un par de largas zancadas.
JongDae se hizo a un lado de inmediato y señaló una de las pantallas más cercanas.
—Ahí lo tienes. Su nombre es Zen Ywah, y es un alfa de veintiocho años. Proviene de una familia de clase media, no está prometido ni tiene hijos; aparentemente es una escoria desagradable. Tiene varias quejas de acoso a su nombre y sus padres silenciaron a algunas personas para evitar que su reputación se empañara aún más (el esfuerzo no fue suficiente, la gente aún le repudia).
—Háblame de los Zen, ¿qué clase de personas son? ¿De dónde vienen y en dónde se encuentran actualmente?
JongDae ni siquiera se inmutó, él respondió de inmediato.
—Inicialmente vivían aquí y dirigían algunos negocios del área agrícola; eran bastante prósperos, pero entonces se mudaron repentinamente a Osan y trataron de surgir nuevamente allá (lo que, bueno, es bastante difícil y lo sabes). Últimamente han querido tantear las cosas aquí una vez más y por ello han ido a la celebración. Era una buena oportunidad para hacer algunos lazos y hacerse con unos cuantos contactos que en su condición no podrían rechazar.
JongIn apretó la mandíbula.
Osan era conocida por ser una ciudad de locura donde la corrupción bullía y la injusticia era pan de cada día. Era el lugar perfecto para que una rata como Ywah se escondiera e hiciera de las suyas sin tener muchas repercusiones gracias a su posición económica, así que, por supuesto, todo esto estaba conectado con los rumores y su escena con KyungSoo.
Ha salido de su alcantarilla de mierda para dañar a mi compañero, para crear agitación en mi maldito país, para herir personas inocentes de la peor forma posible... ciertamente nadie va a extrañar a ese tipo y yo seré feliz llevándome su vida con mis propias manos.
—¿En dónde está? —preguntó en un susurro que intentaba no ser un gruñido y JongDae le lanzó una breve mirada—.
—Fue llevado a las afueras de la ciudad, en el campo que se encuentra entre Yue y Longshang. Sus padres tenían una pequeña cabaña privada bien escondida ahí para descansar y relajarse del trabajo. No ha salido en varios días... también he conseguido a un par de sujetos más —agregó en voz baja y los ojos de JongIn se clavaron con fuerza sobre el beta—. Estuvieron con él durante gran parte de la noche, así que es probable que hayan sido los que le han acompañado en su movimiento contra el joven KyungSoo.
JongDae tocó un par de zonas en las pantallas brillantes y un sonido suave se escuchó en la habitación. Entonces extrajo un par de hojas de la impresora y se las tendió.
Eran los perfiles de dos hombres de edad media. JongIn conocía a uno de ellos: era el sobrino del Ministro Jang, el tipo silencioso y escurridizo que solía ocultar su olor como un jodido cobarde; el segundo era un pobre diablo que gozaría del mismo destino que los otros dos.
Finalmente, sus aromas de registro coincidían con los que había detectado en la ropa de KyungSoo.
El instinto golpeó con fuerza, ansioso por salir en busca de esa escoria ahora que sabía quiénes eran. Se incorporó, dobló las hojas en un cuadrado que guardó en su bolsillo y luego le palmeó el hombro a JongDae con gratitud.
—Hiciste un buen trabajo, puedes descansar ahora.
—Gracias... hazlos pagar, JongIn, y no dudes en comunicarte conmigo si necesitas algo más.
JongIn asintió, se miraron por un momento y luego dio un paso atrás y salió de la oficina; cabeceó en dirección a MinSeok como despedida y abandonó el hogar Kim.
Wangdoo aún le esperaba, y el palpitar en su corazón era fuerte y continuo.
La adrenalina nunca había sido tan bienvenida.
.
JongIn acechó la casa de aspecto destartalado en ese campo de trigo.
A simple vista parecía una cabaña que había sido echada al olvido, con su estructura envejecida dando la imagen de que con cualquier pequeña alteración podría venirse abajo.
JongIn lo sabía mejor.
El interior era una cosa completamente diferente. Si la escoria de Zen estaba ahí, eso quería decir que contaba con las cosas más básicas y un sistema de calefacción en muy buen funcionamiento.
Escondido entre el crecido trigo, los ojos de JongIn brillaron con espectativas.
Su alfa le impulsó a caminar lentamente, silenciosamente, hacia adelante. Tenía el corazón corriendo a toda marcha en su pecho y su nariz obtuvo amplias bocanadas del aroma de los alrededores. A pesar de la distancia, JongIn fue capaz de percibir el suave rastro del cuero en su camino, y eso solo le hizo saber que, de hecho, JongDae no se había equivocado.
El maldito estaba ahí, acurrucado en la podredumbre de su ser mientras aguardaba la llegada de la muerte.
Siguió su camino sin atreverse a aumentar el ritmo o ser descuidado en lo más mínimo. Trabajando bajo presión durante gran parte de su vida (si no es que desde que pudo ser consciente de las cosas en su niñez), fue fácil para él hacer un trabajo limpio.
JongIn era un ser de instintos. Como un alfa de casta pura, ellos estaban superdesarrollados, era un hombre hiperconsciente de su entorno y de lo que debía hacer. Estaba sincronizado directamente con su naturaleza más salvaje, con sus deseos primitivos. Él era esa clase de hombre.
Selló su aroma cuando llegó a la parte trasera de la casa y tomó una pieza delgada de alambre que había clavado en su cabello recogido, la llevó a la cerradura y comenzó a trabajar.
Podría haber roto el pomo fácilmente, pero JongIn no quería hacer un trabajo descuidado. No. JongIn quería que ese maldito Zen se sorprendiera, quería que sintiera tanto miedo que se cagaría en sus pantalones al verle ahí.
Quería darle un susto silencioso antes de torturarlo sin compasión.
La cerradura cedió luego de unos cuantos intentos y JongIn empujó la puerta en silencio.
Todo estaba oscuro debido a la caída de la noche y no había nada encendido. JongIn no se sorprendió por ello; Zen debía ser discreto si no quería ser descubierto (afortunadamente, él no era muy listo).
Cerró la puerta detrás de él y comenzó a caminar por la estancia. El olor de Zen también había sido reducido a lo más mínimo y se encontraba alojado de forma dispersa en diferentes direcciones. Fue un efluvio extremadamente suave para que él se encontrara escondido ahí, así que siguió el rastro del aroma donde se concentró con más fuerza y este lo llevó directamente a un pasillo a la derecha.
Un pasillo que no llevaba a ninguna parte y cuyo único objeto que permanecía ahí era un gran cuadro de la familia Zen que definitivamente había visto días mejores.
Dudo que un idiota como ese sienta compasión por su familia y se dedique a mirar este cuadro al punto de que su olor se haga más fuerte en esta zona, por lo tanto...
JongIn estiró la mano y comenzó a pasarla con firmeza por encima de la pared. Dio un par de toques aquí y allá, escuchando atentamente el sonido de regreso, y cuando notó una anomalía supo que lo había conseguido. Se apresuró a hundir su mano directamente en el centro del pecho del señor Zen y un pequeño crujido resonó antes de que la pared se deslizara y le dejara ver una nueva zona.
Esta vez hubo una bombilla encendida, así que pudo reducir el alcance de su vista y se amoldó a la tenue iluminación con rapidez. Lo admiró todo con avidez, y ahí estaba: una pequeña trampilla a sus pies.
Su alfa se removió con satisfacción mientras tiraba de ella y daba con unas escaleras de madera que se encontraban en buen estado, cerró la trampilla sobre su cabeza y descendió por las escaleras con aparente tranquilidad.
El piso escondido era mucho mejor de lo que encontrarías en el piso superior; estaba perfectamente equipado, bien iluminado y con muchas comodidades. Como el hogar perfecto para una familia que necesitaba descansar; un escondite ideal para un hombre que huía de la mierda que había hecho.
Ahí, el aroma del cuero vencido era fuerte y viajaba libremente por todas partes. También olía a alcohol, a comida nueva y también a comida podrida. Sus puños se apretaron y él fue en busca de su víctima.
El pobre idiota se encontraba acostado en un sofá y miraba algún programa de mierda en la pantalla gigante frente a él. JongIn hizo todo lo posible para no dejar que su ira fluyera mientras se acercaba parsimoniosamente, sin que sus pies produjeran ningún tipo de sonido, y se posaba directamente detrás de él.
Mirándolo desde donde estaba, JongIn no pudo suprimir una mueca llena de asco y, con los dientes ligeramente apretados, murmuró:
—Espero que hayas tenido unos días agradables, porque estos serán los últimos que vivirás, Zen Ywah.
Ywah dio un salto en su lugar y el olor del pánico y el horror en su estado más puro lo abordaron, impregnaron todo su ser y lo rodearon como una súplica y un mantra que pedía misericordia.
Fue una mezcla de éxtasis para JongIn.
Sus pupilas se dilataron, sus colmillos hormiguearon y sus músculos comenzaron a ensancharse. Más que Kim JongIn, el Rey de su imperio, era un hombre que buscaba desesperadamente la venganza en nombre de su amor; era una criatura sin escrúpulos, violenta y deseosa de la sensación de la sangre corriendo por sus manos.
Él era una bestia, y no estaba haciendo nada por cambiar eso.
—¡S-su Alteza! ¡Y-yo... y-yo no..!
JongIn estiró el brazo y rodeó su garganta con su mano, lo alzó sin ninguna dificultad y lo acercó a su rostro.
La palidez invadió la cara sudorosa de Zen y sus manos viajaron a su muñeca para apretar y buscar el aliento que se escapaba de sus pulmones.
—Dime... ¿de verdad creíste que podrías huir de mí? —preguntó, la mandíbula apretada y los dedos tensándose en los músculos de su cuello—. ¿Realmente pensaste que ibas a burlarte de mí después de lo que hiciste? ¿Eres tan malditamente iluso e idiota?
JongIn lo arrojó al suelo y Zen tosió ruidosamente y se llevó una mano a la garganta. Las lágrimas corrieron sobre sus mejillas y su pecho se alzó y hundió rápidamente, tratando de obtener aire, demostrando su agitación interna, todo bajo su mirada helada y peligrosa.
—Solo quiero que respondas una cosa —continuó con una voz suave y aterciopelada que erizó la piel del otro alfa y le hizo sollozar en su lugar—: ¿Jang MinHo y Zo JungChen fueron tus cómplices esa noche?
Zen no habló, y esa fue la razón perfecta para dar inicio.
Sin segundos miramientos, JongIn alzó la pierna y pateó su rostro fuertemente. Un diente salió volando del interior de su boca y la sangre salió a borbotones junto a un sollozo y un quejido agudo.
Zen se retorció en el suelo, cubriendo su cara con ambas manos en un vago intento de reducir el dolor, y JongIn se acuclilló sin ningún cambio de expresión, lo tomó del cabello y le alzó el rostro por segunda vez. Entonces, mirando su primera pincelada en ese cuerpo podrido, sonrió ampliamente y colocó su mano sobre la mejilla inflamada.
—Será mejor que me lo digas antes de que se agote mi paciencia. Tú no quieres que me ponga creativo para sacarte información, ¿cierto?
—S-señor, estaba ebrio... y-yo no sabía... ¡yo no sabía..!
JongIn le dio un puñetazo certero en el pómulo y un nuevo río de sangre se desprendió de su piel rota para correr sobre sobre ella, entintándola de un profundo carmesí completamente tentador. Gruñó violentamente a un palmo de distancia de su rostro y Zen tembló violentamente, llorando como una maldita escoria cobarde y sin valor.
—Era mi maldita fiesta, ¿cómo no ibas a saberlo? E incluso si no lo supieras, has hecho algo imperdonable. Sí o sí morirás esta noche, así que será mejor que hables ahora mismo.
Zen simplemente lloró desconsoladamente, desesperadamente, y JongIn supo que no obtendría nada de forma pacífica.
Entonces tendrá que escupirlo por las malas.
Estrelló su cabeza contra el suelo y, debido a la fuerza del impacto, Zen se desmayó de inmediato. JongIn lo tomó del cabello y tiró de su cuerpo sin ningún cambio de expresión, sin ningún tipo de consideración, y lo arrojó sobre una silla cercana. Le quitó el pantalón y la ropa interior y lo ató a la misma apretadamente, dificultando la respiración y el movimiento, y luego comenzó a rebuscar en el lugar.
Cuando halló todo lo que necesitaría, lo colocó sobre una bandeja que dejó en una mesa vacía y arrojó una buena cantidad de agua helada sobre la cabeza de Zen.
Este despertó con un grito ahogado, sus ojos se enfocaron en él con rapidez y sus temblores y espasmos regresaron con violencia al ver su rostro oscurecido por la ira.
JongIn tomó el primer objeto sobre la bandeja, un cuchillo filoso para cortar carnes que relucía bajo la luz de las bombillas, y acarició el costado del mismo con sus dedos, lo paseó por encima de su mejilla sangrante y bajó lentamente por su garganta, su pecho, sus piernas; JongIn se detuvo sobre su miembro.
Los ojos de Zen brillaron con entendimiento y los gritos y sollozos dieron inicio. JongIn sonrió, presionó un poco más el objeto punzante contra su masculinidad y se deleitó con el olor del orine y el horror llenando la pequeña estancia.
Sin advertirlo, sin nada que diera aviso de lo que estaba a punto de ocurrir, JongIn hizo un rápido y limpio movimiento con la muñeca y el pene fue cortado con la pulcritud y la experiencia que solo un guerrero es capaz de portar.
Escandalosa, la sangre salpicó por todas partes y el miembro cortado cayó al suelo. JongIn lo pisó con fuerza y luego lo pateó lejos de su vista.
Los alaridos desgarradores rompieron el silencio de la noche, opacaron el ruido del televisor y el gorgoteo de la sangre liberada y la carne siendo mutilada.
Esto estaba a punto de comenzar, y él iba a disfrutarlo completamente.
.
El arte es subjetivo. JongIn lo sabe perfectamente.
A KyungSoo le fascinaban los cuadros preciosos llenos de maravillosos y atractivos paisajes que evocavan otros mundos, otras naciones, y los admiraba durante horas enteras con una bebida caliente y una sonrisa apacible en sus labios. Él se mostraría imperturbable en ese instante, también parecería profundamente pacífico y cómodo, como si encontrara calma entre sombras y luces y pudiera fundirse en el sentimiento agradable que transmitían las pinturas.
Él era así de sensible.
JongIn no lo era tanto.
No poseía esa vena artística ni era capaz de ver más allá de dibujos y pinturas bonitas que servirían como decoración para una sala transitada; él realmente no era tan bueno en ello. O al menos no en ese tipo de arte.
JongIn consideraba que algo era artístico e impresionante cuando tenía que ver con KyungSoo. Si le miraba, él podría sentir emociones tan profundas que podría estar fácilmente conectado con la fascinación que su compañero experimentaba por las cosas bellas.
Todo lo que era hecho a su nombre, todo lo que lo componía, era verdadero arte, y lo que había creado aquí, lo que había finalizado después de tanto trabajo duro y emocional, era la obra mas impresionante y enorgullecedora que había salido de sus manos.
JongIn se limpió las palmas llenas de sangre con un trapo y sintió un breve alivio en su alma cuando el silencio absoluto le rodeó.
El trabajo estaba hecho, y la imagen macabra y tenebrosa fue expuesta como un trofeo detrás de él, justo en la puerta de la cabaña. El cuerpo sería comido por los buitres si no era encontrado pronto, y creía que ese era un final agradable.
Despojado de todo respeto, humillado y torturado sin compasión hasta que dejó de respirar... él lo merecía.
JongIn también había conseguido un nuevo factor que tranquilizó la agitación en su interior. Fue la confirmación de Zen; y esos hijos de puta serían los siguientes en su lista.
Estuvo dispuesto a montar a Wangdoo e ir en busca de ellos de inmediato, pero entonces, mientras sobrevolaba las nubes en medio de la noche tranquila y ajena a lo que había ocurrido en esa cabaña, recibió un toque que lo hizo cambiar de opinión por completo.
Era KyungSoo llamándolo.
JongIn bajó la guardia, se deshizo de la hostilidad restante y le dio paso a su mente, dándole cálidamente la bienvenida.
"¿Soo, cielo?"
"J-JongIn... ¿en dónde estás?"
Su voz fue suave, temblorosa e inestable. Era lo que había quedado de él: sus dudas, su alma en pedazos, los pequeños trozos del corazón roto que apuñalaron su seguridad.
Aún así, JongIn no se atrevió a lamentarse y a hundirse en la negatividad. KyungSoo estaba llamándolo, y eso era suficiente para hacerle sentirse feliz y emocionado.
"¿Sucede algo, corazón?" Dijo en cambio, sin atreverse a revelar lo que estaba ocurriendo en ese momento por temor a su reacción. KyungSoo no dijo nada por un instante y Wangdoo lanzó un gruñido satisfecho al encontrarse volando tranquila y libremente.
"Es solo... yo... yo te extraño. ¿P-puedes venir esta noche, por favor?"
Su corazón saltó en su pecho y un suspiro abandonó su boca.
El viento le alborotó el largo cabello y la ropa oscura y Wangdoo bajo su cuerpo se sintió firme y seguro. Sus palabras le habían provocado tanta felicidad que fue imposible no sentirse emocionado y profundamente agradecido, fue inevitable sentir cómo una parte del peso que llenaba su alma desaparecía para aliviarlo de su carga.
JongIn no pudo resistirse, no pudo negarse.
Si KyungSoo le necesitaba, si KyungSoo le había buscado, él no podría hacerlo a un lado por nada. Sin importar lo que estaba a punto de hacer, sin importar su esfuerzo y su necesidad, KyungSoo sería siempre su prioridad, y así, él aceptó su petición.
"Está bien, llegaré en un momento. ¿Quieres que consiga algo para ti?"
"No... solo te quiero aquí, conmigo, abrazándome hasta poder conciliar el sueño".
JongIn desvió a Wangdoo del camino que había tomado inicialmente y se dirigieron al palacio real, yendo directamente a su encuentro con su prometido.
"Me tendrás. Estaré pronto ahí, ¿de acuerdo? No tengas miedo, todo estará bien".
"Gracias... te quiero, JongIn".
JongIn cerró los ojos y apretó su agarre en las riendas de Wangdoo.
No había sido consciente de lo mucho que había extrañado escucharlo decir aquello, así que ahora, después de hacerlo, se sentía bien, muy bien. Hay calidez en su corazón.
Y también siento una tímida esperanza creciendo poco a poco en mi interior.
"Te amo, KyungSoo. Lo hago con toda mi alma".
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Le había dado la orden a ChanYeol de encontrar a Jang MinHo y Zo JungChen antes del amanecer. Ellos seguirían escondidos en el mismo lugar mientras no supieran que Zen Ywah había muerto, y JongIn quería aprovechar esa ventaja.
Le recomendó trabajar en conjunto con JongDae como una sugerencia final (que no era una recomendación en sí, más bien una segunda orden) y luego de obtener su asentimiento se dirigió a la ducha para deshacerse de la porquería que le impregnaba antes de encontrarse con KyungSoo.
Se dio un baño concienzudo y cuidadoso en una de las habitaciones para invitados. Limpió la carne bajo sus uñas para eliminar la sangre seca alojada ahí, se lavó el pelo y talló su piel. Él hizo un buen trabajo, ya acostumbrado a estas acciones posteriores a la muerte, y, unos cuantos minutos después, salió vestido y destilando suavemente su aroma natural.
Así, fue en busca de KyungSoo.
Los pasillos se encontraban vacíos y silenciosos, iluminados con la ayuda de las lámparas dispersas y los rayos de las lunas filtrándose a través de los ventanales pulidos. Caminó en piloto automático; cruzó a la derecha, luego a la izquierda y luego se dirigió hacia la puerta cerrada al final del último corredor.
Como cada noche desde que el incidente ocurrió, JongIn se detuvo frente a la madera blanca, tomó una bocanada de aire y entró luego de dejar un par de toques como aviso.
KyungSoo no respondió, pero pudo escuchar cómo las sábanas eran movidas y un suave sonido proveniente de la cama. JongIn cerró la puerta detrás de sí mismo y su miraba viajó de inmediato hacia donde sabía que se encontraba KyungSoo.
Su prometido tenía el cabello suelto, cayendo sobre sus hombros y su pecho vestido con un camisón para dormir, su rostro pálido era iluminado por la lámpara encendida a su lado y la sábana gruesa lo cubría casi por completo.
Sus ojos se encontraron rápidamente y sus hombros se aflojaron cuando sintió el aroma de su compañero llamándolo tímidamente, invitándolo a acercarse. Y JongIn lo hizo.
Acortó la distancia que los separaba y, sin decir palabra, se acostó a su lado en el gran colchón. Descansando sobre su costado, JongIn pudo mirarlo adecuadamente, reunir los pequeños datos que componían su expresión aparentemente tranquila y los rasgos que le hacían hermoso, y estiró una mano tentativa que buscaba acariciarle la mejilla hundida.
KyungSoo cerró los ojos, pero no se apartó. Suspiró cuando sus pieles entraron en contacto y dejó caer su rostro sobre su palma enorme por un momento.
—Estás aquí —murmuró y JongIn lo tomó y lo atrajo hacia sí mismo cuando escuchó su voz temblorosa plagada de un suave alivio—. Volviste.
—Lo estoy. Estoy justo aquí —susurró contra su coronilla, inhalando el olor natural de su prometido, y cerró los ojos mientras lo envolvía con su calor y experimentaba nuevamente las emociones y los sentimientos que sentía única y exclusivamente cuando lo tenía tan cerca, aferrado a su cuerpo con fuerza—.
—L-lamento si te interrumpí, es solo que... yo...
—Shh, tranquilo, está bien. No hace falta disculparse, no hace falta, mi amor. ¿Estás bien? ¿Te sientes bien?
La mano de KyungSoo apretó su camisa, su nariz se hundió en su pecho y él asintió brevemente mientras se acurrucaba aún más y se apropiaba de su olor.
—Te extrañé. No me dejes solo, por favor, no ahora. No te vayas.
—No lo haré, no lo haré; me quedaré justo aquí. Te lo prometo, me quedaré aquí contigo.
—Gracias —murmuró y JongIn pudo oler la salinidad de sus lágrimas—. Te amo. Muchas gracias por no abandonarme, gracias por tu paciencia. Te quiero tanto.
JongIn le acarició el cabello suave y parsimoniosamente, buscando apaciguar su agitación y distraerlo de su dolor. Lo abrazó con más fuerza y suspiró largamente de esa forma, entrelazados y buscando sanar sus heridas con ayuda del otro.
—Gracias por dejarme estar aquí, por no apartarme. Gracias por ser tan fuerte... te amo, KyungSoo.
KyungSoo sorbió silenciosamente y exhaló con alivio, con comodidad. Finalmente lo estaba recibiendo nuevamente, finalmente, JongIn veía una pequeña mejoría.
Esa noche, ambos durmieron sin ser víctimas de inquietantes pesadillas.
. . .
La gente solía pensar que un guerrero de la talla de JongIn (fuerte, indomable, aterrador e imponente) tenía todo lo que un alfa podría desear y, de cierta forma, ellos no se equivocaron.
JongIn tenía poder, tenía un gran estatus y una posición consolidada en el mundo de la guerra. Era un alfa con todas sus letras, era el orgullo de la nación.
Lo único que podía distar de lo que le era otorgado por lo demás era su experiencia en los temas de la carne y la cama. Porque JongIn no la tenía en absoluto.
Para un hombre de su categoría, vivir rodeado de mujeres y omegas no sería extraño, incluso era esperado como el típico cliché de alfa que meaba lejos. No era su caso, sin embargo, nunca lo había sido.
Era extraño, pero una persona letal como él tenía una convicción de acero, era impenetrable e indestructible. Fue devoto a KyungSoo desde el día que lo vio por primera vez; incluso en ese entonces, JongIn supo que él era la única persona que podría aceptar en su vida para vivir a su lado y reposar en su cama.
Así pues, con su amor, su veneración y su pasión siendo provocados por una única persona, JongIn no sentía la necesidad de buscar esto en alguien más. Era KyungSoo, siempre sería KyungSoo.
Entonces, a los veintidós años, JongIn solo podía ser experto en el manejo de armas, en la toma de decisiones para la mejoría de su país y en la peligrosidad de la guerra. Él también tenía conocimientos bastante profundos en lo que respecta al amor, porque lo sentía todos los días al pensar en KyungSoo, leer sus cartas y tenerlo cerca cuando podían visitarse.
Y este era uno de esos días donde JongIn podía explorar al máximo sus sentimientos y sus emociones.
Yaciendo uno junto al otro en el campo de flores ubicado en los terrenos privados del palacio, JongIn suspiró tranquilamente, sintiéndose especialmente relajado después de mucho tiempo; sonrió cuando el sonido de la hierba le alertó de la cercanía disimulada de KyungSoo y su corazón saltó un poco en su pecho al sentir el roce de los dedos de KyungSoo contra su piel.
No se movió, no obstante, y permitió que esto se desarrollara, que fluyera con completa naturalidad y sin apurar las cosas. Él disfrutó de la inocencia de los toques delicados, del calor que podían compartir gracias a sus cuerpos juntos, del olor suave y dulce de KyungSoo, del tirón en su corazón. Lo hizo porque solo cuando KyungSoo estaba cerca podía experimentarlos nuevamente, porque ellos se mantendrían dormidos y aletargados con su ausencia y no despertarían hasta tenerle a su lado.
JongIn solo podía sentir esta clase de sentimientos, esta clase de amor, con y por KyungSoo.
El viento desordenó su cabello e hizo bailar su aroma y el de KyungSoo hasta juntarlos y hacerles perderse en alguna parte del mundo, viajando juntos como uno solo. Fue un pensamiento atrevido que evocaba lo que sería una unión, un emparejamiento adecuado, y esto le hizo sentir ligeramente avergonzado, con un nuevo ardor molestándole la piel.
KyungSoo y él apareándose sobre sus sábanas, siendo una sola entidad... JongIn se sintió repentinamente receptivo a la idea. La abrazó y la aceptó como todo lo que incluía a KyungSoo.
Y como si supiera que estaba pensando en él en ese instante, KyungSoo tomó el valor de tomarlo de la mano y entrelazar sus dedos con firmeza.
JongIn abrió los ojos y giró el rostro para poder mirarlo, y ahí encontró sus grandes ojos surcados con un manto de gruesas pestañas oscuras, unas mejillas suaves ruborizadas preciosamente y un cabello danzante que parecía relucir bajo la luz del sol.
Suspiró al observarlo, al repasar cada facción, cada pequeña cosa que lo componía y, una vez más, quedaba encantado con lo que veía.
No era la primera vez que se tomaban de las manos, ellos lo habían hecho numerosas veces a lo largo de los años (por sus juegos, para guiar el camino, para aferrarse, para sentir seguridad...), pero en esta ocasión todo pareció diferente. Era más intenso y, a la vez, más íntimo de lo que podría haber sido en otro momento y en otras circunstancias.
Tal vez era debido al estado de quietud absoluto, a la soledad, al hermoso lugar que los mantenía ocultos o al embellecido rostro de KyungSoo. Probablemente era porque su compañero había crecido, porque él se mostraba como un joven con deseos y secretos que parecían ser susurrados tímidamente a través de su mirada intensa; porque ahora, con la adultez rondándolo, KyungSoo comenzaba a difuminar la línea que los habían mantenido respetuosamente alejados durante todos esos años.
Sea lo que sea, era imposible no notar la diferencia, y su corazón se agitó fuerte y violentamente al descubrirlo.
El enlace entre sus manos se profundizó cuando JongIn apretó suavemente, dándole seguridad y demostrando su propia satisfacción por el toque y por el significado secreto detrás de él. No hizo falta que dijera nada, con ello y con su mirada cayendo directamente en los ojos de KyungSoo fue suficiente.
Con un aspecto tímido y completamente encantador, KyungSoo sonrió y acercó un poco más su rostro al suyo tentativamente, determinando si podía hacerlo o si debía mantener la distancia entre los dos.
Con ello hubo un cambio sutil, aunque fácilmente perceptible, entre ellos y JongIn tragó en seco y estiró su mano vacía hasta que entró en contacto con la piel de su rostro.
Su prometido suspiró con encanto y sus dedos tantearon la sedosidad sonrojada de su manto pálido y perfecto; surcó las dulces pecas sobre sus mejillas, recorrió el puente de su nariz, bajó y se deslizó amablemente sobre el arco de Cupido y, para finalizar, tocaron por primera vez la textura delicada y agradable de sus labios cálidos.
KyungSoo los entreabrió como un pequeño acto reflejo y JongIn los acarició; el superior, el inferior, y luego bajó para sostenerlo amablemente de la barbilla redonda.
Los ojos de KyungSoo resplandecieron y su sonrojo fue verdaderamente encantador y por demás precioso en su rostro juvenil. JongIn se encontró encantado, fascinado como nunca lo había estado antes, y el calor alojado cómodamente en su corazón creció cuando KyungSoo se acercó aún más y sus narices se rozaron afectuosamente.
—JongIn —susurró en un suave hilo de voz y JongIn cerró los ojos cuando sus labios rozaron los suyos en medio de su llamado—. Quisiera... por favor...
Y eso había sido todo.
JongIn eliminó la distancia ridícula que los separaba y ahí, en ese campo silencioso y en completa soledad, lo besó por primera vez.
Fue torpe y descoordinado, terriblemente inexperto, pero sentir la boca de KyungSoo sobre la suya, experimentar con él y probar su textura y su sabor con sus labios había sido suficiente para hacerlo perfecto.
Cuando se alejaron, KyungSoo consiguió acurrucarse entre sus brazos y su aroma se endulzó significativamente mientras una suave risita emocionada abandonaba su boca. JongIn había sonreído y lo había abrazado apretadamente, comprendiendo perfectamente el sentimiento abrumador y el éxtasis en medio de todo aquello, y no dudó en hacerle saber sobre su propia emoción, sobre su propia felicidad.
Le besó la coronilla con gentileza y KyungSoo salió del escondite en su pecho para mirarlo con tanto amor y con tanta alegría que pudo haberse sentido sin aliento por un momento. Y así, determinado y completamente seguro de sí mismo, KyungSoo le confesó con dulzura:
—Te quiero, JongIn. Infinitamente.
Indescriptiblemente feliz y sintiéndose aceptado y amado, JongIn lo apretó contra su cuerpo y aspiró su aroma con vitalidad.
—Y yo a ti; siempre te he querido y siempre te querré. Para mí, tú lo eres todo.
Y como si quisieran sellar sus palabras, ellos volvieron a besarse dulce y torpemente.
Fue de esta manera durante toda la tarde, y el hormigueo en sus labios perduró incluso después de separarse, cuando KyungSoo tuvo que volver a casa con sus padres.
El recuerdo fue suficiente para mantener el anhelo y las expectativas elevadas hasta el momento que volvieran a encontrarse.
. . .
Cuando JongIn despertó, KyungSoo ya lo había hecho y se encontraba mirándolo atentamente, sin ninguna expresión a la vista en su rostro pálido y delgado.
Él no se había movido de su lado, decidiendo permanecer apoyado en su pecho y abrazado a su cintura, y JongIn se sintió aliviado por ello. Movió su mano suavemente y la colocó en el negro y lacio cabello desordenado para acomodarlo un poco y deshacerse de los nudos y el desorden sobre su frente.
Los rasgos de KyungSoo parecieron suavizarse con el toque gentil y finalmente hubo emociones surcando sus facciones hermosas.
JongIn nota de inmediato lo mucho que había extrañado despertar a su lado. Hace unos días, cuando KyungSoo fue atacado, había tenido que abandonar la cama muy temprano para poder trabajar en su caso y luchar por su derecho de venganza, luego se había ido por otro par de días y amanecer a su lado fue imposible.
Antes de eso, ellos no habían dormido juntos en muchas ocasiones -mayormente ocurrió cuando eran niños-, pero cuando lo hicieron, fue especial por muchas razones.
Esta era la primera vez que lo enfrentaba directamente después de compartir un tiempo juntos luego de lo que había ocurrido. El silencio se extendió por un tiempo más.
—¿No te sientes asqueado por tenerme a tu lado durante tanto tiempo? —fue la pregunta que acabó con la extrema quietud, y también fueron palabras que llegaron directamente al corazón, pesándole y doliéndole profundamente—.
JongIn se aseguró de mantener una expresión tranquila y un toque continuo en su cabeza y, posteriormente, sobre sus hombros rígidos.
—¿No lo haces tú, KyungSoo? —fue su respuesta, igualmente suave y calmada, y las cejas de KyungSoo se arrugaron con confusión e incomprensión—.
—¿Por qué debería hacerlo?
Los dedos de JongIn recorrieron la curva de su hombro y al ver que KyungSoo no se había estremecido por ello, incómodo por el toque, JongIn se sintió realmente victorioso.
—Porque soy un asesino, KyungSoo, y porque no es un secreto para nadie el hecho de que realmente no soy una buena persona. No soy un hombre compasivo, no soy un hombre atento, ni siquiera me importa realmente el bienestar de los demás y cumplo con mis tareas por la obligación que representa mi posición. Todo lo que me hace medianamente decente se debe a ti, así que ¿no son razones suficientes para sentir temor y asco?
Las cejas de KyungSoo se fruncieron aún más y su mano cubrió su brazo y lo apretó con firmeza. Los dedos de JongIn dejaron de moverse y él simplemente mantuvo un agarre gentil alrededor de sus hombros mientras aguardaba sus palabras.
—No es de esa manera, no es así en absoluto, JongIn.
—Lo es —le aseguró con naturalidad, sin inmutarse demasiado y pareciendo perfectamente bien con ello—, lo es y ambos lo sabemos, Soo. Tú eres lo único que realmente me importa; soy egoísta, soy un hombre aterrador y sin escrúpulos. No debería ser de esa manera y, no obstante, es así.
KyungSoo permaneció en silencio luego de ello y JongIn le dio su tiempo para reponerse y aceptar la realidad. Finalmente, luego de un minuto que pareció eterno, KyungSoo volvió a mirarlo y llevó una de sus manos pequeñas a su mejilla.
La dejó descansando ahí y sus facciones comenzaron a relajarse poco a poco, hasta hacer de ellas el conjunto de detalles preciosos que lo componían. Sus dedos se entretuvieron con su pómulo y el camino de los pequeños vellos que formaban los inicios de una barba extraña y JongIn giró un poco el rostro y besó su palma con dulzura.
—Aun así, yo no puedo odiarte ni sentir repulsión hacia ti.
—Yo tampoco puedo hacerlo.
—JongIn...
—Lo que sucedió no ha sido tu culpa, KyungSoo, jamás podría ser culpa tuya. Ha sido una situación que se ha salido de nuestras manos y que, lamentablemente, te ha afectado directamente de una manera terrible y aterradora. Yo no puedo perdonarme por ser descuidado y no poder protegerte, soy ciertamente responsable por ello, pero tú, cariño, tú eres una víctima en todo esto. Sabiéndolo, ¿cómo puedo sentir asco por ti?
—P-pero mi pureza... es algo que ya no tengo, JongIn, es algo que me han arrebatado. Mi honor, mi dignidad, no tengo nada de eso, no tengo valor como omega, yo no...
Sintiéndose incapaz de seguir escuchando aquello, JongIn acortó la distancia y superpuso sus labios en los suyos.
KyungSoo se paralizó por un momento y JongIn se encargó de no iniciar ningún tipo de movimiento, siendo cuidadoso y encontrándose atento ante un posible rechazo, pero entonces su compañero se había relajado contra su cuerpo, había sollozado bajo sus labios y le había apretado la nuca para acercarlo aún más hacia sí mismo.
JongIn lo besó con ternura, con delicadeza, como si temiera lastimarlo, y KyungSoo devolvió el toque, lo hizo con los labios temblorosos y su mano persistiendo en su rostro, buscando un ancla a su seguridad y hallándola fácilmente en él.
JongIn dejó que su aroma fluyera un poco más, que lo envolviera y le brindara protección y comodidad, y, al alejarse, dejó caer su frente sobre la suya y retomó las caricias tranquilizadoras en su brazo y espalda.
—Tu pureza aún se encuentra en tu corazón, está ahí junto a tu gentileza, junto a tu humildad y tu sencillez; eso no ha cambiado, mi amor, sigues siendo la persona más hermosa que he tenido la dicha de encontrar en esta vida —KyungSoo sollozó y se movió para esconderse nuevamente en su cuello. JongIn no lo alejó, permitiéndole acurrucarse en su abrazo y dándole la bienvenida al contacto que KyungSoo podía darle—. En cuanto a tu honor... yo te lo devolveré; lo haré por ti, cielo. Nadie va a arrebatártelo jamás, nadie te ensuciará nuevamente. Yo lavaré estas heridas, las sanaré y te acompañaré en el proceso. Hasta que estés bien y encuentres consuelo, yo trabajaré duro por ti. Solo tienes que confiar en mí... solo confía.
.
JongIn dejó a KyungSoo en la cama con una mirada significativa y un beso en la frente. Parecía pensativo, más no ausente, y eso aligeró su carga.
Luego de observar a su compañero y de pasar la noche con él para cuidar sus sueños y acariciarlo cuando lo necesitaba, JongIn se había llenado de una nueva determinación y fortaleza. Su resolución fue más fuerte que nunca, y con ello, su idea sobre el trabajo que tenía pendiente se afinó y volvió puntiagudo.
Entonces se separó de KyungSoo cuando no pudo prolongarlo por más tiempo, se cambió de ropa y salió de la habitación con los hombros rectos y los puños apretados.
KyungSoo no había dicho nada, pero él sintió su mirada persistente en su espalda.
—¿ChanYeol ha llegado, MoonKyu? —le preguntó al asistente computarizado que ya se encontraba en funcionamiento y la voz amable del sistema le respondió de inmediato—.
—Sí, Su Alteza. Él se encuentra en las mazmorras actualmente.
—¿Está solo?
—No, señor. El señor Park ha traído consigo a dos prisioneros. ¿Quiere que lo convoque ante usted?
—No hace falta, yo me encargaré de la situación a partir de este momento.
JongIn sintió una sonrisa naciente en sus labios y sus colmillos hormiguearon con la llegada de las altas expectativas y el deseo de matar.
Tronó su cuello con un movimiento rápido y experto y dejó atrás el pasillo que conducía a su habitación y a su vida misma.
Aparentemente tendría su diversión a primera hora del día, y no había nada mejor que eso para hacer feliz a un hombre.
La justicia, la venganza y un delito por honor eran, después de todo, unos de los manjares que una persona como él podría saborear eternamente.
Ignoró a los sirvientes temerosos y temblorosos que encontró a su paso y no mostró ninguna señal de desconcierto o vergüenza por los gritos ahogados y los cuerpos apartándose rápidamente de él al verle llegar. Probablemente en este punto los rumores habían llegado al palacio -de la captura de Jang MinHo y Zo JungChen y la muerte repentina de Zen Ywah-, así que no se sorprendió demasiado por haber despertado sentimientos amargos en su personal.
Mientras se dirigía a las mazmorras, JongIn le dio la orden a MoonKyu de que convocara al Ministro Jang hacia las mismas. Los guardias abrieron las puertas para él y JongIn bajó las escaleras, recorrió los pasillos limpios y llegó a la celda indicada (la única ocupada y llena con el aroma agrio del terror), abrió la puerta y luego la cerró a su espalda.
ChanYeol se encontraba ahí con una mirada indescifrable y los brazos cruzados sobre su amplio pecho, y un poco más allá, sujetos a un par de sillas y con una iluminación tenue sobre sus cabezas, estaban los prisioneros.
JongIn se acercó al alfa con una expresión en blanco y se detuvo justo a su lado. El sonido de sus pasos alertó a Jang y a Zo y este último gritó como un hombre que se encontraba cara a cara con la muerte.
JongIn lo ignoró.
—Hiciste un buen trabajo, Park. ¿Te han dado muchos problemas?
ChanYeol negó y su postura pareció relajarse al verle.
—No fue así; ninguno se había enterado sobre la muerte de Zen, así que fue bastante sencillo. JongDae también fue de mucha ayuda.
JongIn asintió.
—¿En cuánto al cuerpo de Zen?
—Fue encontrado muy temprano por la mañana. Le dieron el aviso a sus padres y estos no pudieron hacer ningún reclamo porque todos sabemos lo que el tipo había hecho y por qué hiciste lo que hiciste. Tomaron sus cosas y se fueron, dejando el cuerpo atrás. BaekHyun está esperando alguna orden sobre qué hacer con él a continuación.
—Déjenlo ahí. Que la gente lo vea por un par de días para que tomen conciencia sobre sus acciones y lo que pueden y no pueden hacer; luego, cuando haya hecho su trabajo, arrojenlo a los territorios de los citus para que devoren lo poco que quede de él. Esa escoria no merecía una muerte digna, y mucho menos un buen entierro.
Fue el turno de ChanYeol para asentir y el silencio fue roto por los sollozos agudos de Zo. Por supuesto, ellos habían escuchado todo y comenzaban a sentir la desesperación y el vestigio de lo que sería un final extremadamente doloroso e indigno.
Jang, por su parte, trataba de mostrarse sereno e imperturbable y clavó sus ojos oscuros sobre los de JongIn con lo que parecía una imitación de baja calidad de lo que debería ser determinación.
—Mi tío no lo permitirá. La gente del reino se levantará en tu contra por tu brutalidad y tú te quedarás sin nada.
JongIn arqueó una ceja y sus brazos se cruzaron.
—Tu tío no podrá hacer nada por ti; un violador es un violador y nadie se atrevería a hablar a favor de uno, mucho menos un miembro del Ministerio. Por otra parte, realmente me importa una mierda lo que haga la gente. Nadie podrá detenerme; después de lo que le han hecho a mi compañero, ¿crees que habrá alguien capaz de enfrentarme? ¿Crees que la burla de una amenaza va a cesar mis deseos de asesinarlos a ambos a sangre fría y darles una muestra del infierno que ha vivido KyungSoo? No tienes una jodida idea de lo que dices.
Con esto, Zo sollozó aún más fuerte y el rostro de Jang palideció hasta alcanzar un punto sorprendente.
JongIn se mantuvo en silencio y luego de algunos minutos la puerta de la mazmorra se abrió. El Ministro Jang entró con el ceño fruncido, claramente confundido, y se acercó a JongIn de inmediato.
Él parecía tan pulcro e inmaculado como siempre, con su pelo platinado peinado hacia atrás en una coleta baja y sus ropas bien acomodadas alrededor de su cuerpo. Él había llegado cargado del beneficio de la ignorancia y dispuesto a servirle; por esa razón fue aún más perceptible su sorpresa y horror al ver a su sobrino en esas circunstancias.
—¿MinHo? ¿Qué...?
—¡Tío! ¡Tío, por favor, ayúdame!
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué te tienen ahí? ¿Su Alteza? ¿Puede decirme qué está ocurriendo?
JongIn sabía detectar a un mentiroso cuando lo tenía ante él; normalmente dejaban pequeños rastros que los ponía al descubierto, como la ligera alteración de su respiración, un cambio en su olor y postura, una retracción sutil de los músculos... eran cosas que había visto muy seguido, pero no pudo encontrar ninguno de estos signos en el Ministro Jang. Por ello, JongIn contestó con firmeza y no implicó demasiadas cosas en el asunto:
—Tu sobrino ha sido uno de los hombres que ha atacado a KyungSoo, él y la mierda a su lado.
Los hombros de Jang se desplomaron y su rostro palideció; él negó una sola vez y luego miró a su sobrino con horror, con decepción, como si hubiera sido mortalmente traicionado. Probablemente era de esa manera; para un hombre que trataba de mantener una vida recta y daba pie al diálogo, esto fue un golpe directo y tremendo a su reputación y a su corazón.
JongIn no sentía remordimiento ni lástima, pero podía entender el sentimiento amargo que estaba experimentando en este momento.
—No puede ser... MinHo, ¿cómo te atreviste?
—Tío, por favor, yo...
—¡¿Cómo pudiste hacer algo como eso?! ¡¿Cómo tuviste valor para deshonrar a un omega?! ¡¿Quien te crees que eres, quién crees que somos nosotros?!
—¡Estábamos ebrios, no sabíamos lo que estábamos haciendo! ¡No fue mi intención! ¡No quería hacerlo!
—¿De verdad? Eso no es lo que muestran las cintas —dijo ChanYeol con una voz tan profunda y helada que incluso el Ministro Jang tembló en su posición—. JongDae estudió muy bien los vídeos que administró el sistema del Duque y también fue capaz de encontrar a aquel trabajador peculiar que contrataron para borrar las primeras partes de las grabaciones de esa noche. Las grabaciones comprometedoras donde claramente estaban planeando un asalto, las grabaciones donde arrojaron la muestra del deseo que sintieron por el joven Do. Honestamente, creo que todos fueron bastante conscientes de lo que estaban haciendo y, por ende, necesitan el máximo castigo por su crimen —la mirada de ChanYeol se centró entonces en el Ministro Jang y le dijo con solemnidad—. Las pruebas están a tu disposición por si las necesitas, pero todo está lo suficientemente claro y no hay nada que hacer al respecto.
Los ojos de Jang parecieron increíblemente brillantes en ese momento y JongIn no lo miró mientras se secaba las esquinas de los mismos con la manga. En cambio, él dijo fríamente:
—La pequeña escoria que tienes por sobrino me ha dicho que no ibas a permitir que actuara sobre él, así que mi pregunta es esta: ¿vas a defenderlo de todas formas y serás responsable de las consecuencias que esto podría traerte, o me lo entregarás y me permitirás hacer mi trabajo sin oponerte?
Entre esas consecuencias se encontraban la pérdida de su posición elevada, el señalamiento social, el abandono a los principios que había promovido durante años, la humillación y la deshonra a su nombre y a su familia. La reprobación pública.
Jang perdería tanto por un pobre diablo sin valor... y Jang también tenía hijos, y uno de ellos era un omega.
Tomó una inhalación profunda y se obligó a sí mismo a endurecer sus rasgos. Él miró a JongIn con tambaleante determinación y apretó los puños para darse fuerza y valor.
Fue suficiente para obtener su respuesta antes de exponerla para todos ellos.
—Me limitaré a seguir nuestras leyes y las decisiones que se han tomado en la junta. Los delincuentes deben ser procesados con el mayor peso posible, independientemente de la identidad de los mismos, por lo tanto, dejaré que usted asuma su posición y haga con ellos lo que crea conveniente, Su Alteza.
—¡¿Qué?! ¡Tío, no lo hagas! ¡Por favor, no lo hagas!
—¡Cállate! ¡Yo no tengo tal cosa como un sucio violador por sobrino! ¡Eres una de las peores artimañas que puede haber en este mundo y yo no voy a abogar por un ser inmundo y despiadado como tú! —exclamó mientras lo señalaba con fiereza, los ojos brillantes invadidos con emociones profundas y el pálido rostro pareciendo inusualmente envejecido en un periodo de tiempo ridículamente corto. Eran los signos de la decepción y de la pérdida—. Has dejado de ser parte de mi familia, y compadezco a tus padres, que en paz descansen, por tener a un miserable como tú por hijo. Honestamente, espero que te pudras en el infierno, MinHo, por lo que has hecho. No tienes perdón de nadie.
Con esto dicho, MinHo pareció romperse por primera vez en todo ese tiempo. Él comprendió realmente la seriedad del asunto, que esto era delicado y que nadie, absolutamente nadie, iba a meter sus manos al fuego por él.
Que su vida llegaría a su fin y que, cuando ese momento llegara, no habría ni una sola persona que sentiría compasión por él.
Y entonces lloró. Él lloró miserablemente como un pequeño idiota y el Ministro Jang se volvió hacia JongIn y agachó la mirada con vergüenza.
—Lamento todo lo que ha sucedido, Su Alteza, juro en nombre de mi familia que no sabía que él había sido parte de todo esto; me siento avergonzado por mis palabras iniciales en la junta y le aseguro que estas no tuvieron nada que ver con una posible defensa para MinHo. Yo aceptaré un castigo si lo cree necesario.
JongIn lo observó largamente y luego de algunos segundos, respondió:
—Habría un castigo si estuvieras envuelto en todo esto, sin embargo, al no ser el caso, tú y tu familia quedan absueltos de toda culpa. Quería que supieras lo que estaba ocurriendo y por eso te he llamado aquí; ahora que todo ha sido dicho, puedes irte. Yo comenzaré con mi trabajo en breve y dudo mucho que quieras ver eso.
Jang asintió, formó una reverencia y le agradeció sinceramente antes de irse. Él no miró atrás ni una sola vez.
ChanYeol aprovechó que se había retirado y acercó un carrito con varios objetos punzantes y aterradores en él; JongIn solo necesitó echarles un vistazo para que su instinto se encendiera y su piel hormigueara con altas expectativas.
—Creí que los querrías. Me mantendré al margen, pero espero que me permitas quedarme para ver.
—Hazlo —dijo con contundencia y luego tomó la primera herramienta del carrito. Su mirada oscura se posó sobre los ojos brillantes y cargados de emociones de ambos hombres y una sonrisa torcida llenó sus labios—. MoonKyu, insonoriza la mazmorra y asegúrate de que nadie entre.
—A su orden, señor.
Por un par de horas, los gritos y la sangre saliendo a borbotones fue lo único que se escuchó en la sala.
.
Cuatro horas más tarde, con su sed aplacada y el cuerpo limpio, completamente libre de sangre y transpiración, JongIn estuvo a punto de regresar a la habitación con KyungSoo cuando este lo encontró a mitad de camino con los ojos más abiertos de lo usual, la respiración agitada y el sudor corriendo por sus sienes.
Tenía el cabello suelto, ropa de cama y los ojos extrañamente brillantes, y JongIn tuvo que detenerse en seco para devolverle la mirada con sorpresa.
Él había salido de su alcoba. Él realmente se había atrevido a dejarla atrás por su propia cuenta.
Su corazón comenzó a latir con rapidez y suspiró disimuladamente cuando KyungSoo dio un paso más cerca, luego otro y otro más, hasta detenerse ante él con el pecho agitado y su olor saliendo en oleadas de su pequeño cuerpo tembloroso. Él incluso estaba descalzo... parecía un pequeño niño perdido y la imagen provocó algo en su interior.
—¿KyungSoo? ¿Estás bien? —susurró suavemente, con gentileza, dudando en acercar su mano para tocarlo debido a aquella expresión desesperada que exponía en ese instante—. ¿Tú...?
—¿Es verdad? —lo interrumpió sin ningún tipo de consideración, el brillo en sus ojos aumentando y los labios temblando violentamente—. ¿Lo que dicen es cierto? Tú... ¿tú los mataste?
El silencio fue abrumador entre ambos y los ojos de gacela de KyungSoo exigieron respuestas. Fue lo único realmente visible en ellos; no había alegría, no había alivio, no había nada más que el desbordante deseo de tener conciencia sobre la situación.
JongIn no pudo huir de ellos. No pudo suavizar las cosas ni esconderle nada, no siendo observado de esa manera tan intensa, con sus ojos resplandecientes fijos sobre los suyos impidiendo desvíos y mentiras. JongIn era débil ante él; todo lo que KyungSoo quería, él se lo daría. Y esta no fue la excepción.
—Sí —murmuró sin desviar la mirada, agrupando su aroma en un recóndito en su interior para que este no influyera en las emociones, reacciones o decisiones de KyungSoo. Él estaba dispuesto a tomar toda la responsabilidad por sus acciones—. Es completamente cierto. Los busqué y les hice pagar por lo que hicieron; y yo no me arrepiento de haberlo hecho. Todas las cosas que les hice, las cosas horribles y salvajes que hice, las volvería a hacer una y otra vez si con ello podría devolverte un poco de paz y limpiar tu nombre. Si con ello podrías avanzar. Y siento mucho si mi imagen se distorsiona, si te doy miedo y decides que es demasiado para ti, yo...
Sorprendentemente KyungSoo lo interrumpió de nuevo, no obstante, esta vez fue con un abrazo apretado, tanto que incluso un hombre como él se sintió abrumado.
JongIn permaneció estático en su lugar por una fracción de segundo y luego devolvió el abrazo con la misma fuerza e intensidad. Hundió sus manos en sus hombros y su nariz en su cuello y aspiró una profunda bocanada de su aroma dulce cargado con alivio. Alivio de entre todas las cosas.
Fue suficiente para relajarse, para permitirse esto con completa plenitud y encontrar calma después de tanta agitación.
Al alejarse para mirarlo nuevamente, las lágrimas habían abandonado los preciosos ojos de KyungSoo y corrían con libertad sobre sus mejillas pálidas; sus labios temblaron con tanta fuerza que parecía a punto de morir de frío y sus manos se apretaron duramente en su ropa. Estaba anclándose a él nuevamente, aferrándose con tanta desesperación que JongIn podría ser capaz de sentir su sujeción directamente en su alma.
—Lo hiciste... lo hiciste por mí, JongIn... de verdad lo hiciste. Yo... yo...
—Está bien, está bien. Todo estará bien, cariño. Te amo, mi amor, te quiero. Todo estará bien a partir de ahora.
JongIn le acarició el pelo, le besó la frente y lo acunó en su pecho mientras susurró palabras tranquilizadoras y KyungSoo lo aceptó, sollozó con sentimentalismo y rodeó su cuello con su brazo para aumentar la cercanía y el calor que podría obtener de la unión de sus cuerpos.
Entonces, sin esperarlo realmente, KyungSoo atrajo su rostro al suyo y juntó sus labios suavemente; por primera vez desde que todo esto comenzó, su compañero estaba iniciando un contacto íntimo y extremadamente personal entre ellos, y aunque agridulce, fue perfecto.
JongIn acunó su mejilla y lo sostuvo de los hombros mientras lo besaba ahí, en medio de ese pasillo poco transitado. Se aferró a sus labios con insistencia y los acarició con los suyos amablemente, con ternura y delicadeza. KyungSoo tembló en sus brazos y le devolvió el beso con la misma parsimonia, con los labios moviéndose temblorosamente contra los suyos pero insistiendo en el toque, en mantenerse contra su boca hasta sentirse mejor.
Una vez consiguieron alejarse, JongIn dejó caer su frente sobre la suya por un par de minutos y luego lo tomó en sus brazos; KyungSoo rodeó su cuello y sus caderas con brazos y piernas, dejó caer su cabeza en su hombro y no dijo nada mientras JongIn lo llevaba de esta manera hasta su habitación.
Los pocos criados que encontraron en el camino se apartaron con miradas bajas y movimientos nerviosos y JongIn no dudó en cerrar la puerta -que se encontraba abierta debido a la carrera desenfrenada de KyungSoo- y llevarlos hacia el balcón. Se sentó en el sofá de descanso y acomodó a KyungSoo en su regazo, y así, sintiendo el agradable calor del sol acariciando sus pieles y siendo recibido por las plantas que KyungSoo no había visto en varios días, JongIn pudo suspirar con tranquilidad.
Finalmente.
Cerró los ojos mientras KyungSoo se acurrucaba cómodamente contra su cuerpo y se dedicó a acariciar su espalda estrecha y delicada, su cabello desordenado y su coronilla.
—Gracias, JongIn.
JongIn se detuvo por un momento, pero no se movió de su lugar. Luego, al recomponerse, retomó sus caricias y besó su cabeza afectuosamente.
—Estoy aquí para ti. Siempre, KyungSoo.
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