7
Al anochecer, Jason estaba agotado de conducir, y además Annie tampoco se sentía demasiado bien. A mitad de camino había tenido que detenerse para comprar un trozo de gasa y cinta quirúrgica, y curarle la ceja partida al menos para detener el sangrado hasta llegar al Steel Cat, donde Rod le daría algunos puntos de sutura. También había tenido que quitarle con su alicate cortaúñas de bolsillo, los trocitos de cristales que se habían clavado a las palmas de sus manos, en el momento en que Ron la había ayudado a salir del Camaro accidentado. Luego de ello, continuó conduciendo un poco más, y casi a las siete y cuarto de la tarde Jason encontró una posada modesta al costado de la solitaria carretera, donde poder pasar la noche y descansar. Pagó una sola habitación, la cual consistía en un cobertizo con una cama, considerando que era suficiente para al menos dormir algunas horas y descansar los adoloridos cuerpos. En el dormitorio, ayudó a Annie a lavarse un poco la cara, ya que tenía las manos vendadas, le cambió el improvisado vendaje y revisó su hombro. Sin duda estaba dislocado, la hinchazón en la articulación iba en aumento.
—¿Se ve muy mal? —dijo ella.
—Un poco. Puedo ponértelo en su sitio, pero va a doler.
—Hazlo.
Jason la guió hasta una silla, la hizo sentarse y aferrarse con fuerza a ella. Entonces le sujetó el brazo.
—¿Lista?
—Dale —asintió.
—Voy a contar hasta tres. Uno... Dos...
Jason no esperó hasta el tres. Jaló hacia arriba y luego hacia atrás con fuerza, el hombro hizo un crujido sordo y Annie apretó los dientes para no gritar. En el instante en que la articulación ya estaba colocada en el lugar correcto, el dolor pareció irse como por arte de magia.
—Sostén el brazo, así —dijo, indicándole que se sujetara de la muñeca con su mano libre—. Improvisaré un cabestrillo.
Jason se quitó la chaqueta y luego la camiseta de Iron Maiden que llevaba debajo. Annie vio con admiración que tenía toda la espalda y la mitad del pecho cubiertos de tatuajes, algunos nórdicos, otros con calaveras y cartas de póker, incluso hasta mujeres desnudas sentadas encima de gigantes copas de alcohol. Rasgó su camiseta al medio convirtiéndola en una sola tira, y anudando ambas puntas, rodeó el cuello de Annie con ella y luego apoyó el brazo para que se lo sujetara. Finalmente, volvió a ponerse la chaqueta.
—¿Mejor?
—Mucho, gracias.
—No sé tú, pero yo quiero dormir. Ha sido un día intenso —dijo Jason. El hecho de haberse despertado tan temprano para irrumpir en la casa de Perkins, junto con su posterior persecución y haber conducido tantas horas, le habían agotado las energías—. Tendremos que compartir la cama, espero que no te importe.
—No hay drama —respondió. Ambos se recostaron vestidos en la cama de dos plazas, y al instante en que sintió la comodidad del colchón, Jason no pudo evitar dar un suspiro, cubriéndose los ojos con el antebrazo. En medio del silencio de la habitación, Annie volvió a hablar—. Estoy preocupada por Ron. Ha salido como un loco a buscar a Perkins, temo por él. ¿Y si era una trampa?
—Ron es un tipo duro, sabrá como cuidarse las espaldas. Aunque me preocupa la posibilidad de que lo hayan emboscado. Por desgracia, no podemos volver para comprobarlo, solo tenemos que seguir hacia adelante. Aún nos falta un día entero de camino.
—Lo amo —dijo, sintiendo un nudo en la garganta—. Si le pasa algo malo, me muero.
—Se nota, lo sé. Él lo sabe. Trata de descansar, Annie. Ha sido un día duro, no podrás resolver nada por mucho que te preocupes, y necesitas recuperar energías.
—Sí, lo sé. Gracias por ayudarme, Jason.
—Nada que agradecer —sonrió él, sin mirarla. A medida que el silencio reinó entre ambos, también el sueño comenzó a vencerlos, hasta que cayeron rendidos.
Durmieron del tirón hasta casi las diez de la mañana del día siguiente. Ni siquiera se levantaron una sola vez para ir al baño, o beber agua. Durante la noche, Annie tuvo sueños muy extraños, quizá debido al golpe en la cabeza. Soñó con Ron, ambos casándose. Lo veía hermoso, vestido en su traje de etiqueta negro y ella envuelta en un vestido excesivamente grande y blanco inmaculado. Sin embargo, el cura que oficiaba la boda era Hanson. No le veía el rostro, pero sabía que era él. En su siguiente sueño, veía a Ron en un tiroteo junto con su hermano, los Rippers, y la policía. El fuego cruzado era intenso, hasta que finalmente Ron caía herido con una bala en el vientre, se quitaba la bala con los dedos y tras unos segundos de recuperación, seguía luchando. El tercer sueño ni siquiera lo recordaba.
Solo bebieron un café instantáneo, comprado en una maquina expendedora ubicada en el hall de entrada del lugar, y en cuanto estuvieron listos, Jason y Annie abandonaron la posada para continuar con su camino. Jason calculaba que en las próximas catorce horas podría estar llegando al Steel Cat, si es que apuraba el paso y cortaba camino por la autopista secundaria, que por lo general era mucho menos transitada que la principal.
Condujo durante dos horas en las cuales no ocurrió absolutamente nada extraño. Al llegar al desvío indicado, dobló a la derecha por Lanier road y en menos de cinco minutos ya estaba rodando por la autopista 23. Su idea era atravesar Gainesville y rodear Oakwood, entonces en menos de lo que se dieran cuenta, ya estarían llegando a las afueras de Atlanta. Cien kilómetros más adelante, algo le llamó la atención al mirar los espejos retrovisores de su motocicleta. A una buena distancia, pero siempre detrás suyo, conducían tres camionetas negras. A simple vista, parecían ser las mismas que conducían los federales que embistieron el Camaro de Ron, pero luego se dio cuenta que eran más grandes. Quizá unas Dodge de potente cilindrada.
Apuró un poco más el paso, mientras pensó que lo mejor era no decirle nada a Annie, o la asustaría. Tal vez solo eran ideas suyas, pero estaba seguro que aquellos vehículos estaban siguiéndolo. Sin embargo, la confirmación de los hechos no tardó en aparecer, en cuanto vio que también aceleraban para alcanzarlo, y no solo para alcanzarlo, sino que lo rebasaron y le cortaron el camino más adelante. Annie miró, alarmada.
—Oh Dios... —murmuró.
Desconcertado, Jason comenzó a aminorar la velocidad, mientras su mente trabajaba en infinitas probabilidades de escape. ¿Podría salirse del camino hacia la polvorienta banquina de tierra, y esquivar la barricada de vehículos? Era posible, pero por desgracia, tuvo que descartar esa idea rápidamente. De las camionetas descendieron al menos doce hombres completamente vestidos de negro, con chalecos antibalas, armados con gruesas ametralladoras y fusiles de combate, apuntando hacia adelante. A la cabecera de ellos había un hombre vestido diferente a los demás, de traje y corbata gris, con las manos a la espalda y cabello encanecido. Entonces supo de quien se trataba enseguida.
Jason no tuvo más remedio que detener la motocicleta en cuanto el grupo de hombres comenzó a caminar hacia ellos, acortando la distancia. ¿Cómo los habían encontrado? Se preguntó.
—Dios mío... es Hanson, tiene que ser él —murmuró Annie, aterrada.
—Lo sé. Estamos jodidos.
—¡No frenes, acelera! ¿Podemos huir?
Jason negó con la cabeza, entendía su estado, el miedo no la dejaba razonar.
—No podemos hacer nada, moriremos los dos, tienen armas muy potentes —respondió, con el ceño fruncido y gesto apesadumbrado. No sabía si tenía miedo por su vida, o enojo por la forma en la que había sido emboscado. Jason odiaba no tener las cosas bajo control, estar sometido a alguien más solo por tener mejor armamento y mayoría de hombres.
—¡Buenas, buenas! —saludó el hombre de traje, en cuanto estuvo a una distancia lo suficientemente cerca de ambos. —Me gustaría que apagues la moto, mi pelilargo amigo. Bajen, ambos.
—¿Quién eres? —preguntó Jason, levantando el mentón.
—¿Te parezco Santa Claus o algo? Mi nombre es Bill Hanson, supongo que tu amigo te habló bastante de mi, ¿verdad? —luego sonrió, colocándose una mano en el pecho. —Amo cuando la gente habla de mi, me hace sentir muy querido, ¿sabes? Ahora vamos, bajen de la motocicleta, o tendré que meterle un tiro a ambos para que me entiendan.
Jason hizo lo que le dijo, apagó el motor, y descendió de la motocicleta, ayudando a Annie a bajar.
—¿Qué quieres?
—Quiero a la chica, tan simple como eso —miró a dos de sus hombres, y asintió con la cabeza. Entonces ambos avanzaron hacia ellos con sus armas por delante. Jason comenzaba a sudar por la adrenalina, no podía creer que no hubiera un solo coche que pasara por allí en aquel momento, cualquier ápice de distracción como para poder matar al hijo de puta de Hanson de un disparo certero. Moriría después a manos de sus hombres, no le importaba en lo más mínimo, pero se lo llevaría por delante de un tiro como que se llamaba Jason. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, llevó la mano a la espalda, donde tenía la pistola. El movimiento fue rápido, pero uno de los hombres lo apuntó directamente al rostro.
—¡Eh, quieto imbécil! ¡Quita la mano de ahí muy despacio, o tu amiga no la cuenta! —exclamó.
—No vas a matarla —dijo, mirando a Hanson, mientras levantaba las manos con la pistola en la derecha—. Es tu as bajo la manga, solo vas a utilizarla para hacerle daño a Ron.
—Eres alguien muy perspicaz, teniendo en cuenta que solamente eres un motero que apesta a grasa de motor y marihuana —asintió Hanson, con la cabeza, mientras su hombre le quitaba el arma de la mano a Jason—. Claro que no la mataré, pero a ti es posible que sí lo haga. No me sirves para nada, ni vivo ni muerto, ¿cuál sería la diferencia? Incluso hasta podría darle un mensaje al brillante ex policía. Pero no soy un tipo que me guste la violencia innecesaria. Así que hoy es tu día de suerte, mi amigo. Te doy mi palabra que no te pasará absolutamente nada, siempre y cuando me entregues a la chica pacíficamente.
—Jason, no lo dejes que me lleve, por favor... —dijo ella, comenzando a llorar. Tenía miedo, estaba aterrada a más no poder, pero Jason negó con la cabeza.
—No puedo hacer nada, nos matarán a ambos —le dijo. Odiaba aquella situación, Hanson podía hacer lo que quería con ellos, y no tendrían ninguna chance de defensa. Eso era lo peor.
El hombre que no apuntaba a Jason a la cara, se colgó el fusil de asalto al hombro y sujetó a Annie por el brazo sano. Ella intentó resistirse lo más posible, pero estaba muy débil y adolorida como para evitar ser arrastrada por un hombre que era el doble de su tamaño. Jalándola como un animal, la subieron a una de las camionetas, mientras Hanson miraba la escena, con la sonrisa pintada en el rostro.
—Bueno, lamento que nos hayamos tenido que conocer en un momento tan delicado, pero te agradezco por tu cooperación, amigo pelilargo.
—Chúpame la verga, tú y tu diplomacia de mierda. Iremos a por ti, tenlo por seguro —respondió Jason, mirándolo fijamente.
—Eso espero.
Antes de irse, miró al hombre que apuntaba a Jason y asintió con la cabeza. Entonces este le dio un culatazo en el rostro con el fusil, haciéndolo desplomarse al suelo con la nariz empapada en sangre. Lo pateó en el estomago y en las costillas, haciéndolo rodar por el pavimento. Jason boqueó como un pescado, sin aire, dando quejidos ahogados de dolor. Una última patada en la espalda fue la que le paralizó en el suelo, sin poder levantarse. El hombre de Hanson se retiró de nuevo hacia las camionetas, que emprendieron la marcha perdiéndose en la distancia, con Annie en su poder.
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