En el despacho de su mansión, Hanson esperaba la llegada de sus socios, bebiendo un Martini con limón y observando por el ventanal del balcón hacia el jardín ornamental del patio trasero, iluminado por los focos nocturnos. Estaba furioso, con una mezcla de emociones de todo tipo. Furia, dolor, intriga, impotencia, todo conjugado en el torbellino interno de su cabeza. Mecía el vaso con lentitud, haciendo que los dos gajos de limón flotaran sobre sí mismos en el alcohol, hasta que la puerta se abrió, por detrás suyo. Se giró sobre sus pies y lo vio, allí estaba Carlos Ortíz, mejor conocido como Papá Muerte, seguido del matón personal de Hanson.

—Déjanos solos, Phil —le dijo a su hombre.

El matón asintió con la cabeza, y se retiró cerrando la puerta al salir. Entonces Papá Muerte se acercó a Hanson, y lo envolvió en un abrazo.

—Siento mucho tu perdida, en verdad —le dijo.

—Gracias, Carlos. ¿Dónde está Beckerly? —preguntó.

—No lo sé, me ha dicho que te dijera sus condolencias por su parte, pero no ha podido venir.

—¿Qué no ha podido venir? ¿Qué puede ser mas importante que la muerte de mi hijo? ¡Maldito infeliz!

—No tengo idea. ¿Cómo fue?

Hanson se acabó su Martini de un trago, y luego señaló el minibar. Le temblaba la mano compulsivamente, y por primera vez en todos los años de sociedad que llevaban juntos, Papá Muerte se preocupó por él.

—¿Quieres un trago?

—Whisky, por favor. Anda, cuéntame como fue.

Hanson se dirigió hacia el pequeño mueble de madera, abrió la puertita de cristal y sacó un vaso limpio, sirviendo en él una generosa medida de Glen Alba.

—Quiso tomar el banco Chase por su cuenta, el muy tonto. No duró ni media hora.

—Oh, cielos... ­—murmuró Papá Muerte.

—Se metió allí dentro a la fuerza, con unos tipos que tienen la misma experiencia o menos que él. Mataron a tres guardias, redujeron a los clientes, y Peter tomó algún empleado para que lo llevara hasta el deposito de criptomoneda —se sirvió otra copa más para él, y con los dos vasos en la mano caminó, extendiéndole uno a su colega—. Quería seguir mi plan, pero se le fue de las manos. La policía llegó, se dio cuenta que no tenía todas las puertas de acceso controladas, e ingresó por el acceso de carga. Lo tomaron por sorpresa, hubo un tiroteo, y Peter murió.

—No imagino lo que debes sentir ahora mismo.

—No, Carlos, no te imaginas. Pero te diré una cosa —dijo Hanson, luego de darle un trago a su bebida. La lengua comenzaba a ponérsele pastosa, pero no importaba—, te juro por Dios que intenté instruir a ese chico lo mejor que pude, enseñarle todo lo que sé. ¡Si me hubiera escuchado no se habría precipitado, y ahora estaría vivo! ¡Siempre fue un imbécil, y aunque lo llore con amargura, nunca dejaré de decirlo! Porque el deber de un buen padre, también consiste en reconocer cuando tu propio hijo es un tonto que no veas.

—Hanson... —Papá Muerte se acercó a él y le apoyó una mano en el hombro, le preocupaba el hecho de cómo aquel hombre hablaba desde la perspectiva del dolor. —Debes calmarte, y dejar de beber, pensar con la cabeza fría. ¿Sabes algo más de la situación?

—Todo lo que sé, es que estamos fritos. El plan para vaciar los depósitos de criptomoneda del Chase ya no sirve, deberé darle explicaciones a Kahlil y el resto de los interesados. Peter nos ha jodido, y nos ha jodido bien.

—No te preocupes por ellos, encontraremos la forma.

—De todas formas, no es mi mayor preocupación por el momento.

—Entonces, ¿por qué nos has mandado llamar? —preguntó Papá Muerte.

Hanson lo miró con una sonrisa, el rostro desencajado por el alcohol y el llanto de unas horas atrás, y levantó su copa de whisky hacia él.

—Porque vamos a averiguar quien fue el maldito policía que abatió a mi hijo. Y tú me vas a ayudar —dijo.