6
Al día siguiente, Ron se sentía en extremo agotado. El grupo se despertó cerca de las nueve de la mañana, y para ese entonces, tenía unas ganas tremendas de orinar. Había sentido sed a mitad de la madrugada y se había bebido el agua derretida de los hielos, pero nadie le había dejado siquiera un balde, o algo donde poder hacer lo suyo. Cuando sintió la puerta del taller abrirse y vio a su hermano entrar, se incorporó tan rápido como pudo y casi trotó hacia él.
—Dime donde está el baño —le dijo, con prisa.
—Ven.
Jeffrey lo guio por el pasillo hacia el fondo. Ron vio al pasar varias habitaciones más, una cocina, la puerta del patio trasero, y una habitación con la puerta cerrada por fuera. Una vez llegó al baño, Jeffrey cerró la puerta y se quedó esperando afuera. Luego de un minuto, Ron salió, sacudiéndose las manos mojadas. Le asombraba la pulcritud y limpieza del baño en comparación con otros sitios del lugar, pero no dijo nada. Solamente se dejó guiar de nuevo por el pasillo hacia el salón común. Algunos desayunaban los restos de pizza fría del día anterior, otros se hallaban en la cocina preparándose huevos con jamón.
—Bueno, creo que podrías ir despidiéndote de tu hermano —dijo Jason en cuanto vio a Ron—. Agradece que Jeff intercedió por ti.
Ron miró a Jeffrey de nuevo, casi rogándole con la mirada.
—Vámonos de aquí, Jeff. Por favor.
—Valoro que hayas venido, Ronnie. Y lamento que hayas arriesgado tanto para nada —respondió.
—¿Por qué? —insistió. —¿Por qué eres tan putamente obstinado? ¡Tienes una familia detrás, nos tienes a nosotros! No puedes hacer esto.
Jeffrey puso los ojos en blanco.
—Ronnie, ya hablamos de esto, hombre. ¿De verdad tengo que repetir todo lo que hablamos anoche?
Ron entonces asintió con la cabeza. Tenía un torbellino de emociones a flor de piel, también tenía ganas de hacer muchas cosas. Tenía ganas de gritarle a la cara a su hermano que era un tonto, un maldito tonto que creía estar jugando a ser delincuente cuando en realidad solo estaba arruinando su propia vida. También quería gritarles a aquellos matones que miraban la escena como si fuera una telenovela, que no eran más que unos palurdos drogadictos de poca monta, que habían podrido la mente de su hermano menor, y que si tenían un poco de empatía lo convencieran para irse con él. Sin embargo, hacer tanto lo uno como lo otro era un suicidio a cartas vistas, así que, asintiendo con la cabeza, tomó una decisión final. La que, sin saberlo, marcaría en su vida un antes y un después.
—Le prometí a Suzie que no volvería a casa hasta traerte de nuevo, sano y salvo. Pero sí, es cierto, ya eres un hombre adulto, aunque yo siga recordando ese niño que siempre hacía travesuras y se refugiaba en sus hermanos mayores. Así que, si no puedo convencerte de que vengas, me quedaré yo contigo.
Todos hicieron silencio, mirando la situación con asombro, y Ron sintió el peso de sus propias palabras. Lo había meditado durante toda la noche anterior, a decir verdad, y sabía lo que aquello significaba. No sería policía, no sería alguien de bien, no volvería a ver a su hermana, renunciaría a todo lo que conocía como su vida normal. Había pensado durante toda la madrugada si valdría la pena, y aunque no lo sabía, de lo que sí estaba seguro es que si se marchaba de allí y le daba la espalda a su hermano, jamás podría vivir en paz consigo mismo. Jeffrey no le escribiría tarjetas por navidad para preguntar como estaban él y Suzanne, tampoco vendría a visitarlos cada un mes a compartir la mesa con ellos. Se devanaría la cabeza día a día pensando si aun continuaba con vida, sin tener ningún contacto con él. Y no podría resistir una vida así.
—¿De qué mierda hablas, Ronnie? ¿Es que has perdido la puta cabeza? —le preguntó Jeffrey, mirándolo con extrañeza.
—Hablo de que no puedo continuar adelante como si no hubiera sucedido nada en absoluto, sin tener el mínimo contacto contigo, preguntándome a cada rato si estás vivo o muerto —dijo Ron—. Eres mi hermano menor, carajo, y te amo, aunque seas un imbécil la mayor parte del tiempo. No te voy a dejar aquí, marcharme y seguir viviendo como si nada. Ayer me hablaste un montón de cosas del pasado, pero te olvidaste de mencionar una muy importante.
—¿Cuál?
—¿Recuerdas lo que prometimos cuando entramos en la secundaria? Siempre nos cuidamos mutuamente, no importa la circunstancia, ni la edad, los hermanos siempre estaríamos unidos. No voy a hacer de cuenta que no lo prometimos, volver y decirle a Suzie que no te encontré solo para cubrirte. Tu decisión no solo te ha afectado a ti, sino a nosotros también, a toda la familia, y ahora ya no se puede hacer nada con eso. La has jodido pero que muy bien, y ahora hay que tirar para adelante.
Jeffrey no dijo nada, solo asintió con la cabeza mientras encendía un cigarrillo. Finalmente, luego habló.
—No lo sé, Ronnie... yo no soy el líder aquí.
Jason, quien estaba mirando la escena junto con los demás, se recogió el largo cabello canoso en una coleta, se levantó del sillón, y le hizo una seña a Ron.
—Ven —le indicó.
Ambos hombres entraron al taller donde Ron había dormido la noche anterior, Jason cerró la puerta, y luego se recostó en ella.
—¿Sabes lo que estás haciendo? —le preguntó.
—Supongo que sí, no quiero perder a mi hermano —respondió Ron.
—¿Y estás completamente seguro de ello?
—Sí.
Jason se acercó a él, y lo miró directamente. El pendiente con forma de cráneo que colgaba del lóbulo de su oreja, se bamboleó de un lado al otro.
—Tú no formas parte de este mundo, amigo. Somos gente que, si debemos matar a alguien, lo hacemos. Nuestro negocio no es un buen negocio, nuestras vidas no son buenas vidas, ¿comprendes lo que te estoy diciendo? Tu hermano ha elegido, déjalo y vete. Es lo mejor que puedes hacer por ti, porque una vez que entras a los Rippers no sales, a no ser que vayas con los pies por delante a la incineradora —dijo.
—¿Sabes? Te haré una pregunta —respondió Ron—. ¿Qué son esos hombres para ti? —dijo, señalándole hacia la puerta cerrada.
—Son mis colegas, mi familia.
—¿Darías la vida por alguno de ellos si fuera necesario?
—Ni de broma, aquí cada uno elige como vivir y morir. Ellos no morirían por mi, ni yo por ellos.
—Entonces no son tu familia como dices. Jeffrey es mi hermano, y para mi, es importante —Ron sintió una oleada de repentino coraje. Ya daba lo mismo que pasara con él, las cosas se hallaban demasiado torcidas como para remediarlas, así que se acercó emparejándose aún más con Jason, mientras le picaba con el dedo índice en el pecho de la chaqueta de cuero, al mismo tiempo que hablaba—. Como veo que no puedo sacar a mi hermano de aquí, entonces aquí me quedaré. Si pueden aceptarlo, genial. Y sino me tendrán que meter una bala, porque de otra forma no se librarán de mi. Tú haz lo que quieras.
—Tienes huevos, no te lo voy a negar —dijo Jason. Le hizo un gesto con la cabeza mientras se dirigía hacia la puerta, abrió, cruzó el pasillo y volvió a la sala principal con Ron siguiéndolo detrás. Entonces se plantó frente a Jeffrey, y le señaló a Ron.
—¿Tu hermano es alguien honorable? —le preguntó.
—Sí, claro.
—¿Podemos confiar en que no va a traicionarnos a la primera oportunidad?
—Demonios, sí.
—Bien, entonces podrá quedarse, pero tú serás responsable de él, Jeff. Tendrá que hacer algo por nosotros si quiere ser un Ripper más y probar su valía. Si cumple, tú le enseñarás sobre el negocio, tendrá su propia chaqueta y se ganará su reputación con el tiempo, como todos nosotros lo hemos hecho —dijo Jason. Luego se giró para mirar a Ron—. ¿Tienes una motocicleta?
—No, uso un Camaro del sesenta y siete.
—Bueno, al menos tienes buen gusto. Podrás guardarlo en el desarmadero de atrás hasta que hagamos sitio en el garaje. Tómate una cerveza, o algo, mientras nosotros decidimos que harás —le dijo, dándole una palmada en el brazo. Jeffrey se acercó a él, que miraba a Jason con una mezcla extraña de emociones. Rod, el enorme tipo que había golpeado a Ron, se puso de pie del sillón, mirando la escena, y se acercó a Jason con expresión alarmada.
—¿Qué haces? No podemos aceptarlo, ni siquiera lo conocemos. Este hijo de puta nos venderá con la policía a la primer oportunidad —dijo.
—Tranquilo, Rod —respondió Jason—. Su sentimiento de protección a la familia es muy fuerte, si fuera otro simplemente se hubiera encogido de hombros y habría dejado a su hermano a la suerte. Y tal vez sea un buen tipo. Démosle una oportunidad.
—Los Rippers no necesitan más gente nueva, estás cometiendo una gran equivocación.
Dicho aquello, Rod volvió a su sillón con gesto ensombrecido, negando con la cabeza. Murmurando maldiciones, abrió la bolsa de cocaína que había encima de la mesa, tomó de su cintura una navaja retráctil y usando la punta como pala, recogió un poco de polvo blanco y aspiró con fuerza. De pronto, Ron se sintió bastante mal con todo aquello, como si estuviera caminando sobre una fina cuerda a una altura de dos mil metros. Jeffrey lo miró de reojo, y le tomó de un brazo.
—Ven, tomemos algo —le dijo.
Lo condujo por el pasillo hacia el fondo, atravesaron la espaciosa cocina, bastante desordenada. Había platos, ollas y cubiertos para lavar, la puerta del refrigerador tenía un enorme poster con el logo de la banda, había una mesa central de madera donde aún descansaban restos de cebolla picada, cascaras de algunas frutas y vasos vacíos, donde las moscas preferían posarse, al parecer. Jeffrey abrió la puerta del refrigerador y sacó dos latas de cerveza Summer's. Le ofreció una a su hermano, y luego se encaminaron a la puerta que comunicaba con el patio trasero.
Al salir, Ron se sintió como si hubiera cruzado una barrera a otro mundo. El resplandor de luz solar era intenso a pesar de que el cielo se hallaba nublado, y el patio era aún mucho más grande que lo que había visto el día anterior, desde afuera. Había un claro libre de chatarra ni bien salir, y aquello se extendía al menos unos trescientos metros cuadrados a la redonda. Los murallones que cercaban el terreno con el exterior eran altos, de al menos ocho o nueve metros según imaginaba Ron, y al fondo había un montón de motocicletas arrinconadas. Todas estaban por completo desarmadas, formando una pila que se elevaba en una suerte de montaña de hierro y óxido de casi tres metros. Ruedas, chasis, partes de motores, horquillas y asientos, seguramente utilizaban sus propias motocicletas como repuestos de otras. En el rincón opuesto había un horno de ladrillos refractarios, con una chimenea de al menos unos seis metros y puerta circular de hierro. A un lado del horno había una serie de sistemas de mangueras aisladas conectadas a un soporte de hierro especial, para contener hasta cuatro tanques de propano o gas natural. Al ver aquello, Ron sintió un escalofrío que le recorrió la espina dorsal.
—Allí es donde se deshacen de los cuerpos, ¿no es así? —preguntó.
—Sí, es ahí.
—Espero nunca tener que verlo en funcionamiento.
—Yo tampoco —dijo Jeffrey. De un chasquido rompió el cerrojo de su lata de cerveza, y la levantó levemente hacia su hermano—. Salud.
Ron abrió la suya y ambos bebieron un trago.
—Sigo pensando que todo esto es una puta locura —murmuró.
—Aún estás a tiempo de largarte de aquí, Ronnie. Valoro realmente que hayas venido por mi, pero sé que esto no es lo tuyo.
—Olvídalo. Le prometí algo a Suzie, y si no puedo cumplirle, entonces no tiene sentido que vaya de nuevo a casa.
—¿Abandonas tu carrera, así, sin más? ¿Ni siquiera te trajiste ropa contigo o parte de tus pertenencias? Puedo enviar a alguien a que las vaya a buscar, si quieres.
—Déjalo. Supongo que la vida se me ha reiniciado a partir de esta mañana —dijo Ron. La verdad era que se sentía extraño. Como si de repente aquellas pequeñas cosas no importaran en absoluto: su ropa, su colonia para después de afeitar, o su carrera. Una carrera a la que se había enfocado por amor y respeto a su padre, y a la que todavía no le había cogido demasiado gusto. Tal vez todo pasaba por alguna razón, pensó. Tal vez esta suerte de "nueva vida" estaba sucediendo por algo.
—Como prefieras.
Ambos hermanos permanecieron un momento en silencio, mientras Jeffrey sacaba el paquete de cigarrillos del bolsillo, y tomaba uno directamente con los labios. Lo encendió después de guardar el paquete, y sopló el humo con lentitud.
—Tengo el presentimiento de que ese tipo enorme me va a matar en cualquier momento —comentó Ron. Jeffrey se rio levemente.
—¿Rod? Ni de broma —dijo—. Es rudo, claro que sí, y no confía en ti. Los Rippers son un grupo muy cerrado, solo estás aquí respirando a mi lado porque eres mi hermano, y yo me he ganado mi lugar para que confíen en mi. Cuando te conozcan podrás estar tranquilo.
—Si tú lo dices... —respondió, no demasiado convencido. Luego preguntó en susurros, como si estuviera confiándole un delito: —¿En serio no vas a contarme del negocio?
—No todavía. Ya has escuchado a Jason, hasta que no cumplas con lo que te pidan, no serás un Ripper de forma oficial. Así que no puedo hablarte nada de nuestros asuntos.
—No tienes ni idea de que me van a exigir, ¿verdad?
—No, ni por asomo. ¿Asustado?
—Preocupado, diría yo —Ron bebió un nuevo trago de cerveza, e hizo una mueca. Era horrible, quizá la cerveza mas barata y cruda que había tomado en su vida—. Imagínate si me piden que mate a alguien.
—¿Y qué?
Ron miró a su hermano como si no lo conociera en lo más mínimo. Parpadeó un par de veces y luego preguntó:
—¿Y qué? ¿Me lo preguntas en serio, y así como así?
—Pues claro. ¿No querías ser policía?
—Sí.
—Pues si fueses policía, sería lo mismo. Hay agentes que pasan cuarenta años de su vida sin disparar ni una sola vez su arma de reglamento, y hay otros que a la primer semana de tomar el cargo ya tienen que abatir a un delincuente. ¿Y vas a ponerte a lloriquear por eso?
—Bueno... pues no —respondió Ron, sintiéndose aturdido.
—Entonces no me vengas con mariconadas. Seguramente te pidan lastimar a alguien, como mínimo. O quizá, si tienes suerte, robar una motocicleta de otro grupo. Ruega para que sea lo último.
—¿Por qué lo dices?
—Aquí no es como los buenos barrios de Carolina del Sur donde nos criamos, hermanito —dijo Jeffrey, luego de dar una pitada a su cigarrillo—. La mayoría de bandas de motociclistas son buscapleitos, y asesinos. La minoría solo son imbéciles, aparentando que son rockeros para traficar droga. Y la gente común y corriente es víctima de ambas situaciones. De una forma u otra, nadie se mete con alguien de otro grupo si es un novato como tú. Digamos que hay formas mejores de suicidarse.
—Vaya por Dios...
—Pero tranquilo, sea lo que sea, confío en que lo harás bien —le dijo Jeffrey, luego de fumar otra pitada.
—¿Sabes? De a ratos me cuesta creer que estemos aquí, en un sitio como este y charlando de estas cuestiones, como si estuviera alucinando o algo por el estilo —comentó Ron, mirando a su hermano de reojo—. ¿Cuánto tiempo ocultaste todo esto?
—Mucho —aseguró—. Ustedes estaban muy acostumbrados a que mi vida personal era una mierda, y yo estaba acostumbrado a no contar nada de mi vida tampoco. Cuando el hecho de reservarte todos tus asuntos para ti mismo se vuelve rutina, es cuando todo se hace más fácil.
—Te has vuelto un puto extraño para mi, Jeff.
—Bah, solo dices eso porque estás dolido, y enojado con mis acciones. No te culpo, pero sabes bien que mientes. Jamás podré ser un extraño para ti, ni para Suzie. De otra forma, las cosas no serían así.
Ambos permanecieron un instante más en silencio. Jeffrey bebió otro largo sorbo de su lata de cerveza, y luego continuó.
—Pero entiendo lo que sientes, y te acostumbrarás a ello.
—¿Ah sí? ¿Y qué siento precisamente? —dijo Ron, mirándolo sin comprender.
—Como si este no fuera tu lugar, como si nada de esto estuviera pasando, como si fuera una maldita broma de Dios. Como si acabases de atracar un banco, y estuvieras ahora mismo corriendo con tu coche y el maletero lleno de dinero, preguntándote a ti mismo que mierda acabas de hacer, ¿sabes? Esa adrenalina que te cosquillea por todos lados, algo así.
—Nunca he atracado un banco.
—Ni yo —aseguró Jeff—. Te usaré otro ejemplo. ¿Recuerdas a los Waters?
—¿Los vecinos que vivían junto a nosotros, antes de mudarnos de Carolina? Como olvidarlos...
—¿Recuerdas lo que sentiste cuando les rompiste el cristal de la ventana con la resortera?
—Sí, claro que sí.
—Pues es lo mismo.
Ron asintió con la cabeza, y se mantuvo en silencio. Podía entender perfectamente a lo que se refería. Y tenía toda la razón del mundo, en aquel preciso instante lo sentía rodar por sus venas, ese corrientazo de ansias cuando sabes que te has metido en problemas, o que las cosas van muy mal a tu alrededor. Un movimiento cerca de la puerta le llamó la atención, era Jason. Miró a ambos y les hizo una seña.
—Vengan un momento —dijo.
Ambos entraron, dejándose guiar por Jason hacia la sala principal. Una vez allí, miró a Ron fijamente.
—Ya tenemos algo para ti.
—¿De que se trata?
Jason miró a Rod, y el continuó hablando en su lugar.
—Ya que has tenido el valor de seguirme hasta aquí, supongo que no hace falta que te pregunte si sabes quien es el Duque. Me has visto tener un lio con él.
—No, no hace falta.
—Bien —asintió con la cabeza. Se tomó un instante para encender un Camel que guardaba tras una oreja, y aspirar una profunda pitada—. El Duque lleva en su mano derecha un anillo muy característico, al parecer una insignia de familia. Quiero que lo mates, en mi nombre, y me traigas el anillo como prueba.
Ron sintió que de repente un calor súbito se apoderaba de su rostro. Parpadeó un par de veces y lo miró como si hubiera perdido la cordura.
—¿Qué lo mate? ¿Y cómo voy a hacer eso? —preguntó.
—No lo sé, hombre. No es mi problema ahora, sino el tuyo. ¿Quieres ser un Ripper, y cambiarle el pañal a tu hermano cada vez que se cague encima? Pues ve, mata al Duque, y tráeme su anillo. De la forma que lo hagas, no me interesa —respondió Rod. Luego señaló a Jeffrey—. Dásela, va a necesitarla.
Jeffrey se levantó sutilmente la chaqueta por la espalda y de la cintura extrajo una Magnum 45 automática. La tomó por el caño y se la ofreció a Ron, que la miró un segundo. Luego sus ojos saltaron a su hermano como gritándole silenciosamente "¿Pero qué demonios haces con esto encima?". Por inercia, estiró un brazo y la tomó con la mano derecha. Estaba fría, y pesaba.
—El mecanismo es simple, solo quita el seguro y tira la corredera hacia atrás —dijo Jeffrey.
—Lo sé, la conozco... —balbuceó Ron. —¿Tengo un plazo para hacer esto?
—Hasta esta noche. Si para mañana al amanecer el Duque no está muerto, tú lo estarás en su lugar —dijo Rod.
—Bien, ya tienes tu tarea. Procura ser cauteloso y evitar testigos —agregó Jason. Le apoyó una mano en el hombro, y la calavera de su anillo en el índice pareció resplandecer por un momento—. No nos falles.
Lo palmeó un par de veces, y salió rumbo a la enorme pieza donde guardaban las motocicletas. Con la mente en blanco, Ron miró a su hermano, y le preguntó:
—¿Tienes otra cerveza?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro