4
Cuando iban casi a llegar al final del pasillo, vieron que desde el otro lado, cubierto por la pared que se bifurcaba a la derecha, un brazo arrojaba algo hacia ellos. Un objeto redondo, pequeño, que cayó con un golpe sordo encima de la alfombra.
—¡Cuidado, atrás! —gritó Ron, cuando vio de lo que se trataba. Sujetó a Jason y Rod al tiempo que los hacía retroceder, y entonces la granada explotó. El estruendo se sintió en los oídos de Ron como si le hubieran estallado los tímpanos de un bofetón, y al instante se sintió atontado. Sintió que algo se clavaba en su hombro izquierdo y en su espalda, aunque en la espalda solo sintió el golpe, ya que aún tenía puesto el chaleco antibalas. Debía ser metralla, pensó.
El empapelado de las paredes se hizo girones, en medio de la confusión, los gritos de varios hombres y algunos disparos. Parpadeó un poco, de forma aturdida, y vio a sus colegas. Jason estaba bien, al igual que Rod, quien solamente tenía sangre en la pierna izquierda. Sin embargo, los que se llevaron la peor parte fueron quienes estaban más adelantados en el radio de la explosión: Beckerly, y al menos ocho de sus hombres. Yacían en el piso, entre el polvo que volaba y el daño de la explosión, muertos. A Beckerly le faltaba un pie, su cuerpo estaba destrozado del tórax hacia arriba, y algunos de sus hombres, los que aún quedaban vivos, se encontraban en mal estado. Algunos habían quedado instantáneamente ciegos, al recibir la metralla casi de forma directa en el rostro. Otros, sin embargo, se hallaban todavía demasiado aturdidos como para continuar adelante.
Dos hombres asomaron por el pasillo, con sus ametralladoras en alto, pero algunos de los Rippers se encargaron de ellos, junto con Ron, quien también empuñó su Scar para dispararles. Dios, como le dolía levantar el brazo izquierdo, pensó. Se miró de reojo el hombro un instante, para comprobar que estaba sangrando, y corrió hacia el final del pasillo, bien pegado a la pared.
La sala que veía era extensísima, casi tanto como la anterior o incluso un poco más. La escalera que habían visto al principio del pasillo también era de mármol, como por la que habían subido, con la única diferencia que al llegar a un rellano se dividía en dos. El decorado era muy similar, a golpe de ojo, Ron pudo ver un piano, muchos cuadros caros, plantas de interior y muebles finos, como sillones, minibares, mesas, bibliotecas, una chimenea a leña, y muchas otras cosas más. También había varias puertas: a los lados, por lo cual Ron imaginó que debían dirigir a otras habitaciones de la enorme residencia, y luego una gran puerta final, saliendo del pasillo a la derecha, tras dos enormes columnas decorativas.
Un montón de hombres, al menos una treintena, comenzaron a descender desde la escalera principal hacia el salón, en una algarabía de gritos y exclamaciones de "¡A por ellos!" y "¡Mátenlos a todos!". Sin dudarlo, Ron apuntó, esforzando su brazo herido, y comenzó a disparar. Pudo abatir a tres, los cuales rodaron escaleras abajo, mientras que sus compañeros devolvían el fuego cruzado. Sin embargo, antes de cubrirse nuevamente, Ron vio como de algunas puertas salían aún más hombres de Hanson, disparando a mansalva. Entonces se dio cuenta que Jason tenía razón, no serían suficientes para matarlos a todos.
A la balacera se unió Jason y Rod, quien cojeaba de la pierna sangrante, herida con la metralla de la granada. Asistieron a Ron en el fuego cruzado lo más que pudieron, junto con varios miembros de los Rippers, pero era inútil. Por cada uno que mataban, volvían a aparecer dos más, desde alguna puerta, desde algún pasillo, desde las escaleras. Jason disparó un cargador entero de su fusil de asalto, se cubrió tras la pared del pasillo, mientras volaban esquirlas de cemento y empapelado en todas direcciones, y luego de recargar volvió a efectuar algunos disparos más, abatiendo a algunos hombres. Despeinado, sucio de polvo y agitado, miró a Ron con expresión asustada. Y pensó que jamás había visto de aquella manera a Jason, ni siquiera en los peores momentos.
—¡Son demasiados, Ronnie! ¡No tenemos tantas balas, ni hombres! —exclamó, por encima del sonido de los disparos rebotando en las paredes y el suelo.
—¡Tenemos que avanzar, Hanson nos está dando con todo lo que tiene! ¡Si nos quedamos aquí, nos van a encerrar!
Sin esperar a que Jason le respondiera, Ron salió de su escondite, disparando lo más agachado posible que podía, hasta situarse tras una de las columnas de la enorme sala. El brazo izquierdo no paraba de sangrar, pero, aunque cada vez le costaba más esfuerzo levantarlo para sostener el Scar, continuaba resistiendo. Jason no se movió de su sitio en el pasillo, bien cubierto tras el recodo de la pared, pero Rod hizo el mismo movimiento que Ron, para acompañarle en la cobertura. Corrió hacia él, efectuó dos disparos, y luego se derrumbó al suelo antes de llegar a su posición. Una bala le dio directo en el lado izquierdo del cuerpo, Rod supo que estaba jodido en cuanto sintió la dificultad para respirar correctamente, y el gusto a sangre metálica en su boca. Sin duda había dañado algo vital, pensó.
—¡Rod, por Dios! —exclamó Ron, ayudándolo a levantarse. Efectuó algunos disparos de cobertura y entonces saltó de dos largas zancadas hasta la segunda columna, para cubrirse mejor, ya que Rod era tan corpulento que él solo necesitaba toda la columna entera. —¡Dime que estás bien!
Rod se tocó con la mano derecha, la sacó empapada en sangre, y entonces volvió a sostener el rifle. No se daba cuenta, pero estaba empezando a tomar un color muy pálido, y aún así, asintió con la cabeza.
—¡No te preocupes por mi, dispara con todo lo que tengas! —exclamó, con la voz agitada.
Ron asomó de su escondite tras la columna para efectuar una serie de disparos, mató a tres hombres más, que estaban a los pies de la escalera, y al levantar el fusil de asalto otra vez, lo tuvo que dejar caer debido al dolor que le causaba la metralla en su hombro. Con rapidez, sacó su pistola de la cintura, y continuó disparando a algunos hombres de Hanson. Se volvió a cubrir contra la columna en cuanto sintió el clic del arma descargada, y mientras recargaba, de pronto todos hicieron silencio, las balas dejaron de sonar, los hombres ya no disparaban. La repentina calma lo aturdió, tan solo oía su propia respiración y la de Rod, quien hacía un ruido sibilante en cada inspiración ronca. Hasta que pudo oír a alguien gritar.
—¡Policía, ven a saludar! ¡Mira a quien tengo aquí!
Observó de forma solapada hacia la dirección del sonido, y sintió que su mundo entero se derrumbaba sobre los hombros. Annie descendía las escaleras, vestida con un traje rojo, de fiesta, el cual ya se notaba bastante arrugado y con algunas manchas de suciedad. Llevaba las manos atadas, estaba golpeada, con el rostro desencajado por el dolor del hombro que se había dislocado, y la dirigía un hombre cincuentón con traje formal gris. Sabía quien era, lo había visto demasiadas veces en las fichas y expedientes de investigación, el rostro de Hanson jamás podría olvidársele ni en mil años.
—¡Déjala ir, es a mi a quien quieres! —exclamó.
—¡Muchas veces soñé con este momento, policía! ¡Y es irónico, ahora que te tengo aquí, no quiero matarte! ¿Sabes qué sería mejor? ¡Dejarte vivir el resto de tus días sabiendo que ahora tu amiguita me pertenece! —hizo una pausa, Ron lo miró, apenas asomando la cabeza por el borde de la columna. Lo vio sonreír, llevaba una Desert Eagle en la mano derecha, y entonces bajó la escalera lo más rápido posible —¡Acábenlos de una vez, dejen al policía con vida! ¡Quiero que los vea morir a todos! —exclamó.
Al instante, los casi diez hombres que aún le quedaban a Hanson, abrieron fuego otra vez. Ron podía sentir las balas impactar en las columnas, pero aún así intentó ver hacia donde se dirigía Hanson. En el estruendo del tiroteo, Annie gritó su nombre, y la vio caminar con él hacia la parte trasera de la escalera. Allí debía haber alguna puerta, o algún pasadizo, algo que lo llevara a Hanson a la salida, pensó, con el cerebro embriagado de adrenalina.
Apuntó y disparó nuevamente otra ráfaga de balas con su pistola, y luego de vaciar el cargador, volvió a cubrirse para recargar el último cargador que le quedaba. Tenía la espalda y el rostro empapados de sudor, y cada segundo que tardaba en recargar nuevamente el arma, era un segundo desperdiciado en poder perseguir a Hanson. No se lo perdonaría jamás si lograba escapársele junto con Annie. Si eso ocurría, ya no tenía manera de volver a encontrarlo, sabía bien que esta era la única oportunidad que tenía para salvarla, ya que nunca volvería a estar tan cerca de ella.
—¡Jason! —gritó por encima del sonido de las balas, en cuanto hubo terminado de recargar la pistola. Se aseguró de que, desde su cobertura, Jason le estaba mirando, y entonces continuó: —¡Tengo que ir tras él, cúbreme con todo lo que tengas!
—¡No! —exclamó Rod. Al verlo, Ron comprendió que estaba gravemente herido. Luchaba por mantenerse en pie, su costado izquierdo sangraba profusamente, y cada vez estaba más pálido. —¡Yo te cubro, ve tras este hijo de puta! ¡Dame tu rifle!
Ron tomó el Scar del suelo, y con su mano sana, se lo lanzó hacia Rod, quien lo atrapó en el aire. Entonces se tomó un instante para ver como se acomodaba ambas armas, apoyando las culatas en las axilas, y asintió con la cabeza en cuanto Rod lo miró.
—Gracias... —murmuró, aunque no pudiera oírlo. No era justo, pensó. Rod no tenía por qué morir así, no tenía que morir por él.
—¡Vamos, vamos! —gritó. Y luego levantó ambos rifles, girando hacia los hombres de Hanson, mientras rodeaba la columna. —¡Mueran, hijos de perra, mueran!
Abrió fuego al tiempo que caminaba hacia adelante, cojeando, mientras que Ron, sin dudar, también salió de su escondite tras la columna y lo más rápido que pudo, comenzó a correr hacia detrás de la escalera principal, disparando a su vez. Desde su cobertura en el pasillo, Jason vio la escena, con los ojos llenos de lágrimas. Sabía cual era el destino de su viejo amigo Rod Gumb, sabía que tenía que apoyarle, porque él había elegido acabar así.
—¡Disparen, con todo! —ordenó a los Rippers que tenía junto a él.
Las balas salieron despedidas en todas direcciones, mientras Jason y sus hombres salieron del pasillo sin dejar de disparar. Diezmaron a los hombres de Hanson en poco tiempo, tal vez con la esperanza de poder salvar a Rod de una muerte segura. Sin embargo, el tiroteo era demasiado. En cuanto el último de los secuaces de Hanson cayó muerto, y el silencio volvió a retumbar de forma sepulcral en la enorme sala, Jason miró al centro, y vio en el suelo el cuerpo acribillado de Rod aún sosteniendo las armas. Se acercó a él, aún respirando el intenso olor a pólvora y sangre, y arrodillándose a su lado, se permitió llorar. No había llorado desde la muerte de Mary, su chica, pero necesitaba hacerlo por Rod. Él había sido el primer Ripper a su lado desde que fundó el grupo, y también había sido el mejor, pensó, mientras le cerraba los ojos.
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