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Capítulo VIII

Capítulo VIII:

1917. Un año que pudo ser considerado el peor de todos para los Europeos. Aquel comienzo se pensó que la suerte de las armas estaba inclinándose a favor de la "Triple Alianza" y con la declaración de la "Guerra Submarina sin restricciones", la cual llevó a que muchos barcos mercantes fueron torpedeados y hundidos, entre ellos de procedencia Norteamericana, llevó a que el país del Norte se uniera a la contienda, aportando armas, municiones, comida, entre otros pertrechos. Para el Zar Nicolás II, aquello era una total falta de respeto y más al enterarse, por los periódicos, de ese ingreso. 

- ¡Esto es intolerable! ¡¿Quién los llamó para que se sumaran a la guerra?!.- Bramó el Monarca, mientras que desayunaba con su esposa e hijos, acompañado por los Ivanisevic.

- Han llegado informes desde Londres acerca de los barcos hundidos y muchos han cuestionado al Gobierno del Presidente Woodrow Wilson por la tragedia del "S.S Lusitania", Su Majestad.- Respondió Antonov ante las quejas del Monarca, quien puso su mano contra la cabeza y su esposa, la Zarina Alejandra, intentaba calmarlo del ataque de furia tenido.

- Esto es inoperable, inaudito y repugnante.- Dijo, meciendo de su cabeza de un lado para el otro.- ¿Cómo es que terminamos así, Capitán Antonov? ¿Cómo?. Ahora solo veo a mi pueblo muriendo de hambre, acogiendo a un tipo desconocido y que les promete cualquier cosa a cambio de unirse bajo su bando. Nosotros...Nosotros...Nosotros éramos el Imperio Ruso. Sometimos a los Tártaros, conquistamos más allá de nuestras fronteras, llegamos al Caucaso...No lo entiendo...No lo comprendo, ni todas las palabras del Mundo podrán ayudarme a describir lo que siento...Nuestras tropas se están amotinando, perdemos hombres, caballos y recursos en una guerra que nadie pidió...la flota se niega a atacar a los alemanes y ellos están metidos en nuestras fronteras...- En aquel momento, Antonov miró a los ojos a Nicolás y éste tenía unas lágrimas que bajaban hasta brillar en sus mejillas.

Conmovido, adolorido por ver a su Zar sufrir, el joven rubio se arrodilló ante él. Sus botas tocaron el suelo y de ahí, tomando las manos de ambos Zares, besándolas, éste hizo su mejor esfuerzo para que cambiaran las cosas.

- Por favor, Su Majestad...Se lo suplico, por el bien de todos ellos, del pueblo y la Patria, en especial para sus hijos...Por favor...Ceda el poder a un Gobierno Provisional y váyase cubierto de gloria antes que morir. No quiero que les pase nada a usted y los suyos.- Fue el ruego que hizo Antonov, casi al borde de las lágrimas y el llanto. Nunca había tenido una cosa. Un militar no podía llorar pero, en aquellos momentos tan críticos de la Primera Guerra Mundial y la popularidad que Lenin estaba ganando, solo quedaba jugar la "Última Carta" que les quedaba.- Mi familia ha protegido a los Reyes y Zares desde que 1453 D.C en adelante...Solo piense, lo mismo usted, Mi Zarina, piense que esto puede tener un buen final...Nada más le pido.- Pidió pero ante el dolor, la conmoción sufrida y demás, no hubo respuesta hasta que llegó una, en forma de aviso urgente y traída por un mensajero.

Mientras tanto, en el Frente Occidental, dejando Francia y tras haber enterrado a Tjaden, solo quedaban Paul, Kat, Albert y Detering. Aquel granjero simpático y joven se lo veía mucho más pálido, demacrado por el paso de la guerra, la muerte de muchos amigos suyos y lo mismo al ver el sufrimiento de los caballos que eran empleados en la lucha le destruía su corazón. Él había sido testigo de cómo uno de esos majestuosos y bellos animales sufría de una herida, producto de la metralla de las bombas que caían desde el lado francés y tuvo que ser sacrificado para que no continuara con su dolor. Ahora, aquel rostro jovial estaba convertido en uno cargado de pesadez y tristeza, deseando volver con su esposa, sus tierras y sus caballos.

Iban avanzando junto a otros tantos Soldados que iban a pie o en camiones, incluso en carretas. La ruta principal estaba atestada de vehículos, algunos de ellos eran ambulancias donde estaban los heridos que serían llevados a los trenes para los hospitales o iban a los de campaña para que recibiera un tratamiento médico.

Al lado de los Alemanes, venían Camila, su Destacamento, ella tomada de la mano de Luykan, su prometido y también se hallaban Fiodor, el Comandante Udeski, el Dr. Kodorov y los Soldados rusos que les acompañaron en todo el viaje.

Cargaban sus armas, municiones y mochilas militares, los nuevos Cascos "Stahlhelm" de Acero les protegían, habiendo dejado los "Pickelhaube" de Cuero que no podían resistir a la metralla y los escombros. El sonido y el arrastre de los vehículos, así como también de los caballos era notorio. Había nuevas órdenes, el "Alto Mando Imperial" aguardaba la hora de poder lanzar su ataque decisivo contra París con el fin de tomarla, cerrar el paso a Inglaterra y con ello ordenarle a Rusia que abandone la lucha, sin embargo y más por la edad de aquellos jóvenes Soldados recién llegados al frente, el ingreso de EEUU había sido considerado una total burla y falta de respeto. Aún así, nadie discutía, todos estaban callados y tras las muertes de Westhus y Tjaden, lo único que esperaban aquellos jóvenes era volver a casa, reencontrarse con sus familias, abrazarlos y agradecerle a Dios de que habían conseguido salir adelante.

La marcha era silenciosa, nadie decía nada. Algunos Soldados tenían la mirada perdida, estaban agotados, otros se los veía exultantes, listos para combatir, sin ningún problema. Los conductores de los camiones y los cocheros parecían "máquinas"; no emitían palabra alguna. En aquellas carretas iban Oficiales del Alto Mando Imperial, así como también se hallaban muchos militares pertenecientes a la Aristocracia Germana y Austro-Húngara, luciendo sus uniformes impecables y las condecoraciones mientras que los Soldados iban sucios por el barro, la lluvia, el frío, el agotamiento, las batallas y la comida que deseaban probar. Un cañonazo resonó en la lejanía, luego otro. Podía tratarse de algún bombardeo aislado pero nada más que eso. 

Camila, de pronto, se quedó dormida en los brazos de Luykan, soñando, esperando poder volver a ver Rusia y con ello a su familia. Mientras tanto, Fiodor veía a su hermana tranquila, serena, rodeada por su pareja y los Irlandeses hasta que sintió que alguien le ponía una mano en su hombro.

- Finalmente lo conseguiste, amigo.- Oyó hablar a Paul y éste sonrió.

- No lo niego, por un momento, creí que no podría volverla a ver. Temía de que me pasara algo en el frente.- Resaltó, dejando salir ese miedo de su interior.

- No tienes por qué ocultarlo. Mira a tu alrededor, todos están en la misma situación.- Alegó el joven rubio alemán, mostrando aquellas caras agotadas y sin sentimientos que expresar más que la añoranza del hogar y el calor de la familia.- Pronto llegará el día en el que esta guerra se terminará y nosotros seguiremos con nuestras vidas. Muchos nos casaremos, tendremos trabajo, otro se graduarán de la Universidad, armarán a sus familias, nosotros envejeceremos, nos volveremos viejos pero siempre recordaré este momento.- Dio aquel mensaje reflexivo y de ahí miró a su amigo ruso.- Un día de estos, cuando esta lucha acabe, nos reuniremos, todos nosotros, en un café que conozco en Berlín. Allí hacen unas tortas de chocolate artesanal suizo que es un manjar de los Dioses, para chuparse los dedos, así como también iremos a cenar a un restaurante donde voy con mi familia, allí hacen la mejor carne. Se derrite en tu boca.- Relataba y eso animaba a los Soldados.

- Invítanos a nosotros también, Paul.- Se acercó Kat, riéndose y poniendo su mano en los hombros del chico y de Fiodor.- Ya que tanto lo mencionas, eso le abre el apetito a más de uno.- Comentó el hombre joven de cabello y bigote rubio.

- Es un deseo que guardo en lo más profundo de mi corazón: Ansío volver a ver a mis padres y mi hermana. Abrazarlos, así como también a Kemmerich.- Respondió Paul, mirando al Cielo y lanzando un suspiro.- Quiera Dios que pueda volver a caminar después de quedar en muletas.

- Perdón, ¿quién es esa persona?.- Preguntó el Comandante Udeski.

- Es un amigo nuestro, combatió con nosotros a principios de 1916 contra los Franceses pero resultó herido. Lo llevaron a casa pero se lo ha visto muy decaído, deprimido.- Contó el chico aquella historia, viéndose imágenes de lo ocurrido en ese año.

- Esta guerra ha dejado muchas cicatrices en todos nosotros, la tierra misma sangra y llora, las familias que han perdido a un hijo en las trincheras, así como también los países afectados, solo saldrán victoriosos los miembros de las Industrias Bélicas y los vendedores de armas, nadie más. Los que derramaron su sangre en las tierras de Lieja, Verdún, Somne, Ipres, etc, solo será para llorar y nada más. La guerra es así, ya no es como era antes, donde peleábamos por la Patria. Aunque, también sonando desde esta perspectiva, muchos lucharon por ella, cada quien. No hay con qué darle ni tampoco ni negarlo. Nos tocó vivir un momento histórico, pero el tema es ver qué pasará y que nunca más se vuelva a repetir.- Fue la voz de Luykan, dando a entender de que siempre habría esperanza después de tanta sangre derramada y guerras injustas. Él yacía con Camila, acurrucada contra su pecho, mientras que ya podían divisar las fronteras del Imperio Ruso.

Pronto, aquella comitiva y los Destacamentos Imperiales arribaron hasta aquel lugar: Su Patria estaba cerca, alcance y por ello debieron seguir adelante. Paul fue el primero en acercarse, dio un paso al frente y mostró sus respetos con la venia militar. De ahí le siguió Kat junto a Detering, quien, a pesar de estar pálido y deprimido por lo vivido en la guerra, tenía que estar allí para despedirse de sus amigos.

Pronto, en medio de aquellas fronteras, el rubio alemán le dio un fuerte abrazo a Fiodor, casi con lágrimas en sus ojos, llorando y de ahí ambos se quedaron en esa postura, sin querer soltarse, como si temieran lo que les deparaba a ambos. Habían sobrevivido a la muerte muchas veces pero, ahora, desconocían su Futuro, lo que les esperaba al volver a su hogar. 

Kat los dejó que se quedaran abrazados, no importaba si había que volver ahora, este era un momento demasiado emotivo por lo que optó por esa decisión, mientras que fue hasta el Comandante Udeski, el Dr. Kodorov y Luykan, justo cuando Camila se despertaba.

- Adiós, amigos míos, ojala que, después de esta tonta guerra, podamos volvernos a ver uno de estos días, en aquel restaurante que les dijo Paul.- Fue el deseo pidió el joven rubio y de bigotes.-

- No sé cómo agradecerles por todo lo que han hecho por nosotros. Tiene que haber...- Intentó el prometido de Camila en darles una recompensa pero Kat alzó su mano al aire, tranquilizando las cosas.- Descuida, chico, no hace falta. Cumplimos con nuestro comprometido. Hagamos esto: Si vienen a Berlín y luego pasan por Sajonia, en donde yo vivo, los invito, a todo ustedes, a comer para Año Nuevo. Mi esposa y yo hacemos un banquete de Reyes que les va a gustar.- Puso esa condición, alegre y tranquilo.

- Cuenta conmigo.- Prometió Udeski y de ahí se dieron un apretón de manos junto a un abrazo. Lo mismo pasó con el Dr. Kodorov y con ello fue el turno de Detering.

- Cuando esta guerra termine, voy a dedicarme a que se imponga una ley para que, nunca más, vuelvan a emplearse caballos ni otros animales en los conflictos. Es una promesa.- Juró el campesino.- Adiós, amigos. Cuídense y buena suerte.

Y de ahí quedaban Paul y Fiodor. Ambos amigos, alemán y ruso, de dos Imperios, aquellos que pudieron ser enemigos pero terminaron siendo amigos. Se miraron al rostro, una vez que terminaron de abrazarse y de ahí el segundo le dio un beso en ambas mejillas, a modo de despedida como hacían en su tierra natal. 

- Nos mantendremos en contacto a través de las cartas.- Prometió el Archiduque de los Ivanisevic.- Te lo prometo. Ha sido un gran honor el haberte conocido a ti y a los demás, Paul Baumer.

- Lo mismo digo. Nunca creí que, en medio de tanta muerte, me haría amigo de uno que pertenece a la "Triple Entente". Sorteamos muchos obstáculos pero lo logramos, salimos adelante y eso es lo que vale todo.- Respondió, sonriendo a pesar de las lágrimas.- Te escribiré todo el tiempo que pueda, lo juro.- Dio su palabra y con ello, tras darse un último abrazo, se separaron, partiendo, cada uno de los grupos, a sus respectivos frentes.

A pesar de las lágrimas y la emoción, Fiodor se dio la vuelta. No debía haberlo hecho pero no podía quedar como un tono cuando vio a Paul, Kat y Detering hacer el "Ave César" frente a sus propios ojos, como si fueran tres Legionarios de Germania que se despedían de sus amigos de Roma. 

Fue así que, juntando valor, alzó su brazo y efectuó aquel saludo bajo el Sol de Octubre del año 1917.

- ¡"Ave César"!.- Se oyó la exclamación de aquellos tres alemanes y un ruso hasta que se perdió en los confines de las fronteras Eslavas.

De ahí, enfilando con los suyos, Fiodor fue el primero en pisar las tierras rusas, sentir el regreso a la Madre Patria tras un largo tiempo y con ello, en volver a ver a los Zares y su familia.

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Camila se despertó, producto de un charco con agua que estaba en la carretera, produciendo un sacudón en el carruaje. Ella abrió sus ojos, estaba con Luykan y su gente. Se sintió reanimada, mirando hacia el lugar que les rodeaba. Los campos de Rusia estaban allí, podía verse a los campesinos que estaban trabajando pero al momento de saludarlos, éstos dejaron lo que estaban haciendo y se quedaron pasmados al verla.

- ¿Es...Es...? ¡Condesa Camila Ivanisevic!.- Oyó la voz de una mujer mayor, la cual fue corriendo junto a su marido para recibirla. Ella se bajó y abrazó al matrimonio de edad, los cuales tenían lágrimas en los ojos.- ¡Pequeñita, no sabes lo mucho que te extrañamos!.- Exclamaba ella, casi sin poder contener la emoción que se cernía sobre ella y su marido.

- Muchos te dieron por muerta. Nosotros no, sabíamos que volverías pero...- En ese momento, el granjero puso una expresión seria al respecto, justo cuando se escuchó un cañonazo que provino desde San Petersburgo, oyéndose hasta donde estaban ellos.

- ¿Qué está pasando?.- Preguntó Fiodor.

- Su Alteza, Mi Condesa, desde que se fueron las cosas se han ido complicando aún más.- Les dijo la esposa del campesino.- No sé por dónde empezar pero seré breve y concisa en lo que les diré: Ha estallado una revolución. Ese sujeto, Vladimir Ilich Ulianov, mejor conocido como Lenin, ha alzado al Ejército Imperial en contra de los Zares bajo la bandera del Socialismo. Es una de color rojo con una Hoz y un Martillo unidos, representando al Campo y la Industria. Mucha gente se ha unido a él y sobre todo los militares, hartos de los fracasos y derrotas en la guerra, por lo cual nos hemos retirado y firmado la paz con los "Imperios Centrales" de Alemania, Austria-Hungría y Turquía.- 

- Y no solo eso, dicen que han llegado hasta la Capital y la están atacando. Será mejor que vayan, niños, vayan y protejan al Zar, por favor. Se los suplico.- Pidió el campesino, al cual se lo podía notar muy desesperado por lo que se estaba viviendo en aquellos momentos.

- Cuídense, amigos. Buena suerte.- Les deseó Camila, abrazando a aquellos viejitos y de ahí reanudaban la marcha para San Petersburgo.

Por donde avanzaran, podían observar los pueblos del interior que llegaban hasta las fronteras, con sus casas destruidas por los bombardeos, los campos con profundos agujeros, producto de las granadas de la Artillería y los combates. Habían Soldados del Ejército Imperial posicionados allí, manteniendo las zonas bajo su protección, armados con sus rifles, fusiles y ametralladoras junto a los nidos y trincheras. La bandera nacional flameaba, ¿a qué se había referido aquella pareja de campesinos. Eso era algo inquietante: Lo desconocido, el miedo que los azotaba y llevaba a que tuvieran que redoblar la marcha.

De golpe, otro cañonazo, mucho más cercano, llevó a que se tiraran al piso y de ahí vieron levantarse una columna de humo por los Cielos.

- ¡Valor, Camaradas Imperiales, valor que ya llegamos! ¡Los Zares de la Familia Romanov nos necesitan!.- Les arengaba y animaba Camila junto a Fiodor y Luykan para que continuaran avanzando.

Finalmente, tras una larga marcha, el Contingente consiguió llegar a San Petersburgo pero la Capital se hallaba revolucionada. Gente de aquí para allá, asaltando las casas de los Aristócratas e incendiando los Puestos de Avanzada, sin embargo, el verdadero clamor y grito de guerra era una enorme multitud que estaba asaltando el "Palacio de Invierno", dirigidos por aquel hombre calvo pero con algo de cabello negro y barba con bigotes, animando a la gente para que tiraran abajo a los corruptos y explotadores.

Las enormes rejas cedieron, los Guardias que custodiaban el edificio se rindieron pero no fueron fusilados, sino de que permitieron que la gente entrara al mismo. El corazón de Fiodor se vino abajo, igual que aquellas edificaciones durante los bombardeos y que se venían abajo. Podía oír disparos y con ello, desde el interior del "Palacio de Invierno" salía el Capitán Antonov junto a la "Orden de los Caballeros de Sarajevo", los cuales estaban repeliendo a los atacantes hasta que tuvieron que ceder los combates al ver llegar aquel sujeto, el Líder de la "Revolución de Octubre".

- Primo...¡Primo Antonov!.- Le llamó Fiodor, quien fue corriendo junto a Camila para verlo.

El sujeto de barba y bigotes alzó su mano, su orden era que nadie disparara o abriera fuego sin su orden. Los Soldados bajaron las armas cuando vieron llegar a aquellos jóvenes, quienes se reencontraron con él. Los Destacamentos que partieron allí se abrieron paso, consiguiendo arribar hacia la entrada y así formar un "Cordón de Seguridad" para que no se complicarán aún más las cosas por la tensión reinante.

- ¡Dios, Fiodor, Camila, no saben lo mucho que me alegra de volverlos a ver!.- Exclamó el Capitán de los Ivanisevic.- Que nuestros Ancestros dignos los hayan guiado bien en este viaje.

Aquel hombre los miraba, respiró hondo y con ello estaban los efectivos que estaban protegiendo ese emblemático símbolo que representaba para ellos. Desde el interior del mismo emergieron las tropas revolucionarias y civiles que salían de allí con prendas y joyas, pero, lo que llamó la atención de Fiodor era que estaban cubiertas de sangre.

En el interior del Palacio, los padres de Fiodor y Camila contemplaron la triste escena, al igual que el Dr. Kodorov y el Comandante Udeski, quienes habían conseguido entrar, encontrándose con que los Ivanisevic estaban a salvo. 

En una sala contigua, allí yacían los cuerpos sin vida de la Familia Imperial. El Zar Nicolás II y su esposa, la Zarina Alejandra I habían sido fusilados, incluyendo los niños. El corazón de Kodorov se colapsó cuando vio a los pequeños, incluyendo a Alexey, el heredero al Trono Imperial, abrazado a sus hermanas. Lo mismo pasó con Udeski, quien descubrió que aquellas personas se habían ensañado hasta con los Sirvientes y los perros. Ni siquiera los pobres animales pudieron salvarse, ya que también encontró, entre los muertos y en una pose de que había muerto protegiendo a los niños y a sus padres, al perrito de raza "Gran Danés". Éste presentaba varios disparos de armas de fuego y notó a un revolucionario con su mano vendada.

- Ese animal de mierda me mordió varias veces. Se lo tenía bien merecido.- Dijo un hombre joven, de cabello negro con una barba abundante y frondosos bigotes, además de vestir de negro junto a una boina.- ¿Y ustedes qué miran?. Salgan de aquí. Se terminó la Era Imperial. Los Romanov han muerto.- Advirtió, mostrando su arma.

- ¡MALDITO!.- Gritó Udeski, lanzándose contra él. Consiguió darle un puñetazo en la boca del estómago pero cuando iba a hacer Justicia por ellos, oyó que alguien venía hasta él, encontrándose con Fiodor, Camila, Luykan y Antonov. Este último, también, al igual que los otros, con lágrimas en los ojos, detuvo al Comandante de la Caballería Imperial, evitando un derramamiento de sangre en vano.- ¡TE MALDIGO, YÁKOV YUROVKSI! ¡LOS MALDIGO A TODOS USTEDES, SOCIALISTAS DE MIERDA! ¡EL MUNDO LOS ODIARÁ Y CUANDO LLEGUE UN DÍA, EN EL FUTURO, REZO A DIOS PARA QUE SUCEDA, QUE USTEDES SERÁN EXTERMINADOS DE LA FAZ DE LA TIERRA!.- Lanzó aquella maldición contra el barbudo pero éste se burló y se fue de allí. Pronto, Udeski cayó de rodillas al piso y abrazó a los niños Romanov sin vida, derramando lágrimas, así como también al perrito que aquellos sujetos habían matado injustamente.

Camila fue hasta el Comandante de la Caballería y lo tomó de los hombros, hallándose debilitado por todo lo vivido en esos momentos. Antonov, viendo que todo aquello había sido la gota que colmó el vaso, volvió al exterior y pronto se encontró con el hombre que lideraba a los revolucionarios.

Ambos se miraron de frente, ninguno dijo nada hasta que fue el segundo quien rompió el silencio.

- Ya estoy enterado de lo sucedido. Antes de que lo sepan, yo nunca ordené matarlos. Desgraciadamente, ahora, no puedo tomar la Justicia en mis manos ni tampoco castigarlos pero sí puedo decirles esto: Váyanse de aquí. Respetaré sus vidas, lo mismo sus propiedades.- Dio aquella opción pero Antonov no iba a dar su brazo a torcer.

- ¿Para qué? ¿Vivir sin Patria? ¿Ver esa puta bandera llena de odio hacia aquellos que progresan flamear y que envenenen la mente de los niños?. Ahora atiéndanse a las consecuencias, Vladimir Ilich Ulianov.- Negó esa oferta, mientras que daba un paso al frente.

- Joven Capitán Ivanisevic, estamos a poco de conseguir una paz duradera mientras que continúe la guerra. Por favor, acepte mis condiciones. No podemos desatar un nuevo conflicto en estas tierras.- Pidió Lenin pero el rubio le dio la espalda, por lo que el otro tuvo que respirar hondo y menear la cabeza.- Veo que ya has tomado tu decisión. Que así sea.- Sentenció y salió del "Palacio de Invierno"

Dentro de la Sala, Udeski estaba intentando recuperarse, mientras que el Dr. Kodorov buscaba por si habían sobrevivientes pero no encontraba a ninguno por allí de entre los fallecidos.

- Un momento...¿En dónde está Anastasia?.- Preguntó Camila.- No está aquí...¿Será que...?.- Dijo pero al momento de hablar, notó que Antonov entraba allí y no solo eso: Las ventanas se abrieron y una ventisca gélida ingresó allí, haciéndose presente aquel hombre de espesa barba y largos cabellos negros como la noche junto a esos ojos y su forma de vestir, tan parecida a un Sacerdote Cristiano Ortodoxo. 

Camila casi lanzó un grito de terror cuando se topó con Grigori Rasputín. Aquel quien era apodado "El Monje" fue hasta ellos y luego se presentó ante Antonov.

- La Sangre de la que te hablé ya se ha derramado.- Dijo, señalando a los recientemente fallecidos.- Pero el Martillo de Ares está por golpear sobre estas tierras.- Hablaba con aquel lenguaje "encriptado" que ponía los pelos de punta a cualquiera.- Ahora sabes lo que debes hacer. Lo mismo ustedes.- Se acercó a Fiodor, Camila y Luykan, a los cuales les dio un beso en la mano.-

- ¿Qué quiere decir? ¿De dónde salió este hombre?.- Preguntó Kodorov.

- Mi nombre es Grigori Rasputín. He tenido muchos encuentros con el primo de ustedes, Fiodor y Camila Ivanisevic, pero no hay tiempo para presentaciones. Se avecina la "Guerra Civil Rusa" y con ello solo habrá un ganador.- Se presentó con educación ante todos ellos.- Aún así, este no es su lugar, ya no. El Capitán Antonov ha estado juntando a la mayor cantidad de personas, entre civiles, militares y profesionales de distintas ramas, para que puedan irse a la Europa Septentrional, los Balcanes.- Les explicó con aquel tono profético.

- ¿Huir? ¡El sitio de nuestra familia es aquí y proteger a la gente de Lenin! ¡No podemos escapar y dejarlos atrás!.- Exclamó Camila, viendo que aquello significaba, en pocas palabras, un exilio eterno.

- Escuche bien, Condesa Ivanisevic: Esta tierra ya ha caído y si quieren que su familia persista en el Futuro, entonces deben irse de allí. Ya el Imperio Ruso ha caído, los Símbolos Imperiales serán salvados pero ustedes también deben irse cuanto antes. Yo los acompañaré.- Aquellas palabras sonaron "hipnóticas" en la mente de Camila, la cual dejó de lado todo tipo de hostilidad y con ello miró a los presentes.

- Perdón.- Se acercó Fiodor.- ¿Cuánto va a durar esta guerra que usted habla?.- Fue al grano pero Rasputín no supo qué respuesta.

- No existe un límite para las mismas pero sí una cosa: Será una que dividirá a Rusia en dos. Habrán muchos que querrán su tajada pero ustedes deberán seguir lo que ya le he dejado a su primo. Los ayudaré en todo lo que pueda, mientras que comienzan los combates, luego de ello, partiremos, todos juntos, para los Balcanes.- Fue la respuesta futurista que dio, llevando a que el clima se volviera frío y comenzara a nevar.

La primer nevada sobre una tierra que había visto la sangre de sus Monarcas ser derramada.

Se había producido la "Revolución de Octubre", un gobierno provisional bajo el mando de Kerensky y con ello la futura y temida "Guerra Civil Rusa".

[Tal y como dije en el capítulo anterior, ahora es cuando entramos en una de las rectas más importantes dentro de la Historia de los Ivanisevic: El fin del Imperio Ruso y la llegada de los Bolcheviques.

Ahora: ¿Harán caso a las palabras de Rasputín cuando estalle la guerra?. Todo esto y más lo veremos en el capítulo que viene.

Cuídense, amigos. Mando saludos y agradecimientos para MrR199shadowbellatrixLucasAbad0 y los demás seguidores.

Cuídense y que tengan un buen comienzo de fin de semana para todos ustedes, Camaradas.]. 

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