Capítulo VII
Capítulo VII:
Un par de días habían pasado desde el fin del Imperio Romano de Oriente, los Otomanos habían conseguido un digno botín con pequeño saqueo, el cual fue controlado por la "Guardia Personal" de Mehmed II, evitando que se apropiaran de las riquezas que tenían los civiles comunes y corrientes, solo los Palacios y Mansiones de los Aristócratas fueron presa del pillaje y con ello vinieron las primeras medidas y obras de gobierno que llevó a cabo el Sultán unas cuantas semanas después. Éste se hallaba en la explanada que daba, hasta ahora, conocida Santa Sofía de Constantinopla, la cual estaba siendo rodeada por una serie de Minaretes, las famosas Torres donde un Clérigo llamaba a la oración desde el Amanecer hasta el Crepúsculo, siete veces al día.
Otra de sus labores fue coronarse como "Kaiser I Rum", siguiendo el mismo estilo que los Emperadores de Roma y Bizancio, además del linaje de sangre que llevaba consigo su familia al casarse con Princesas de la segunda civilización. En la cuestión religiosa, cumpliendo con su palabra, de no convertir a los Bizantinos al Islam, permitiendo la tolerancia religiosa y de que pudieran continuar con sus vidas sin problemas, nombró a Genadio Scholarios como nuevo Patriarca de la Iglesia Ortodoxa, convirtiéndose en Genadio II.
En la infraestructura, al principio, él decidió quedarse en su tienda de campaña, ya que ninguno de los Palacios le llamó la atención, ordenó levantar el "Gran Bazar" y nombrar a Zaganos Pasha como su Visir, siendo uno de los más importantes dentro de su gobierno.
Una tarde, mientras que inspeccionaba las labores de la construcción en donde estaba Santa Sofía de Constantinopla, la cual sería una Mezquita, notó que aquel Soldado de cabello y bigote rubio se acercaba hacia él, con paso tranquilo y le susurraba algo al oído.
- Es León Basileus Paleólogo.- Le comentó, en voz baja, lo que tenía para transmitirle.
- ¿Sucedió algo?.- Preguntó Mehmed.
- Será mejor que venga conmigo, Su Alteza.- Pidió el rubio y, dejando el cuidado de la vigilancia a Pasha, Mehmed acompañó a su Lugarteniente hacia donde estaba el Palacio Imperial, ahora convertido en un hospital para curar a los heridos de la guerra.
Dentro podía verse a los médicos y enfermeras asistir a aquellos que aún presentaban lesiones tras haber defendido a su Patria del enemigo. Celim intentó pedirle que esperara para que trajera a una "Guardia de Élite" pero el Sultán le detuvo, caminando hacia el interior, tranquilo, sin temor con ser atacado por alguno de los Soldados que permanecía allí. Avanzó, mirando para todas partes, viendo que muchos de los que estaban allí estaban callados, otros presentaban una furia silenciosa en sus rostros, mientras que eran calmados por el Personal Sanitario. Llegó hasta una Sala, la cual estaba custodiada por un grupo de Soldados Bizantinos, armados con picas y espadas y al llegar hasta allí, uno de ellos alzó su mano, impidiéndole continuar.
- No puede pasar, Su Alteza.- Le informó éste.
- Al Sultán no se le impide el paso: Cambien de orden.- Les impartió Celim aquella directiva pero el compañero del Soldado le apuntó con su pica.
- ¿Y si mejor te empalo ahora mismo, perro sarnoso?.- Le espetó, amenazante, casi rozando el cuello del rubio Otomano y éste estuvo por desenvainar su espada, llevando a que se produjera un efecto dominó en todo el "Hospital de Campaña".
Celim se puso adelante de Mehmed, pero el Sultán también llevaba su espada de guerra. Eran dos contra un nutrido grupo de militares Bizantinos. El Lugarteniente miró hacia la puerta, ¿dónde estarían los refuerzos? ¿Acaso nadie había visto de que estaban en problemas?. Parecía que la tensión era tan delgada como un hilo de coser, solo faltaba que alguien lo cortara. El sudor le perlaba el rostro, lo mismo a los defensores que estaban allí. Una, dos, tres, cuatro, cinco y más gotas bajaron, a toda prisa, desde sus frentes contra el piso.
- ¡Envainen sus armas, ahora!.- Oyeron, al principio de todo, unos pasos, luego una voz femenina bien potente tronó dentro del "Hospital de Campaña", llenando los corazones de asombro y nervios a la vez. Los Soldados e incluso los dos Guardias Bizantinos depusieron sus actitudes. Celim fue el primero en voltearse, al oír esa voz y se quedó cautivado con la persona que venía adelante de ellos.
Se trataba de una mujer alta, delgada, atractiva, ojos dorados, con tres marcas de belleza bajo el ojo derecho, cabello negro, labial rosa. De su vestimenta podía apreciarse un vestido largo, color violeta y que marcaba muy bien su cuerpo junto a semi-Armadura de Placas que llevaba sobre su pecho, hombros y piernas. De cintura esbelta pero aguerrida personalidad, la citada entró, haciendo sonar sus botas contra las baldosas del piso, mirando a los que habían causado el pleito.
- ¡¿Así creen que van a arreglarse las cosas?! ¡¿Iniciando otra guerra?!.- Preguntó, llevándose sus manos a la cintura y luego cruzándose de brazos.- ¡¿Acaso son estúpidos o tengo que estar detrás de ustedes todo el tiempo?! ¡¿Quién fue el inicio esta pelea?!.- Ordenó respuestas pero nadie dijo nada, ya que miraban para otro lado, llevando a que ella "bajara" su personalidad fría.- Muy bien, veo que son todos compinches en esto, se cuidan sus espaldas y no quieren delatar a nadie pero les advierto que eso, conmigo, no resultará, así que van a hablar o ordenaré de que reciban 10 latigazos y serán 10 más por complicidad.-
- ¡No!.- La voz del Soldado que había iniciado la disputa se oyó y éste dejó su puesto en la entrada, avanzando hacia donde estaba la mujer.- Lo siento mucho, Princesa Rea, fue mi culpa.
Rea lo miró con esos ojos y un aura de gelidez absoluta. Meneó la cabeza, de lado a lado, sintiéndose indignada y decepcionada de aquel militar, por lo que quedó pensativa un momento.
- No hace falta, Señorita.- Intervino Mehmed pero ella no le escuchó.
- Soldado, por lo que casi provoca con su pelea, debería mandarlo a azotar pero no lo haré. Permanecerá en el calabozo por unos días, máximo 5 y pensará lo que hizo. Ese es mi castigo para alguien que rompe las reglas. Entregue su arma.- Pidió tras dictar su sentencia y éste cumplió con le dijo la chica, dejando a Celim y al Sultán sin palabras al ver como una mujer era la que dominaba una situación como esa, aunque, dentro del Ejército Otomano, muchas de las citadas eran guerreras y combatían al lado de los hombres.
El Guardia Bizantino fue escoltado por dos Soldados que estaban allí, mirando hacia el suelo, decepcionado y furioso consigo mismo, pero también molesto por la presencia de aquellos dos Otomanos que detestaba con toda su alma. Acto seguido, Rea respiró hondo y volvió hacia los que estaban allí reunidos.
- Lamento mucho esta pequeña "insurrección", Su Alteza.- Habló ésta, mientras que iban caminando por el Palacio Imperial.-
- No hace falta que te disculpes, Princesa. Entiendo muy bien que muchos no se sienten complacidos con esta nueva Era pero no lo puedo negar, llevar su tiempo una adaptación de este estilo.- Argumentó Mehmed.- Dígame, ¿qué es lo que estaba ocurriendo detrás de esas puertas?.- Deseó saber el Monarca del Imperio Otomano.
Ambos estaban paseando fuera del Palacio Imperial Dafne, aún continuaba con su rica arquitectura de Romana, en especial en su fachada y las columnas. Las escalinatas estaban intactas, no había sufrido daños con respecto a los bombardeos con los cañones y las catapultas, aunque los alrededores de la zona permanecía ciertos daños en la periferia. El viento provenía desde el Mar, fresco para ser un día de Primavera. Las reparaciones continuaban en las murallas, además de ir mejorando el armamento con un cargamento traído desde España y el Sacro Imperio Romano-Germánico.
- ¿Y eso?.- Preguntó Rea, señalando a un grupo de marineros que iban descargando una serie de cajas y extraían unas extrañas armas de fuego.
- Arcabuces.- Respondió Celim a la pregunta de la chica.- Los españoles y alemanes están empleando los mismos para la guerra. Dicen que pueden matar a un hombre en pocos segundos.- Le explicó éste, mientras que silbaba y uno de los grumetes traía aquella arma, tomándola y examinando la misma. Acto seguido, con el Sultán hecho a un lado, le indicó cómo dispararla, además de darle dos recipientes, uno que llevaba unas extrañas "pelotas" y el otro contenía pólvora.- Durante las llamadas "Guerras Husitas" fueron empleados por primera vez en el Sacro Imperio y ahora lo han llevado a España para terminar con la "Reconquista", aunque el Reino de Hungría y el Rey Matías Corvino los están empleando para combatirnos, por lo que hemos un contacto con los traficantes de armas para que nos suministren de estas bellezas.- Siguió contándole la mano derecha del Sultán.
Éste notó la belleza de Rea, fascinado por la Princesa Guerrera y fue entonces que ella apuntó hacia una pared de un edificio abandonado. Tomó posición de tiro y tiró del gatillo. Hubo una explosión y una cortina de humo blanco, dando, como resultado final, el impacto del proyectil contra la misma, dejando un agujero un tanto pequeño pero visible para el ojo humano. La mano derecha del Sultán quedó impresionado con el hábil manejo que la chica efectuó con esa arma. En un momento dado, ella le devolvió la misma a Celim, quien se quedó boquiabierto.
- Parece ser que las flechas van a pasar a la Historia; como todo lo que ocurre en este Mundo.- Argumentó Rea, acomodándose su cabello y aumentando más la atención del Lugarteniente rubio.- Su Alteza, sigamos, si desea.- Pidió y Mehmed II asintió, reanudando la marcha.- Usted había hablado acerca de lo que ocurría en esa Sala.
- En efecto y justo estaba por ir a ver a León pero no lo encontré por ninguna parte.- Alegó el Sultán y, para su sorpresa, notó que un toque de trompetas llamaron su atención, una "Guardia" de Soldados Bizantinos emergieron, acompañados por varios Otomanos y enarbolaron ambos símbolos de poder: La Cruz Cristiana Ortodoxa, la Media Luna Islámica y el Águila Imperial, formando un pasillo para que cruzara el cortejo fúnebre.
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Dirigidos por León, Helena y el Oficial Imperial Bashara, la comitiva llevó el cuerpo sin vida del Emperador Constantino XI Paleólogo a su descanso eterno, resguardado en un ataúd junto a su espada en sus manos, la Armadura y su capa, así como también la lanza que empleó durante la defensa de las murallas. Mehmed, Celim y Rea observaron el funeral, en silencio, callados, manteniendo una posición de firmes, mientras que enfilaba aquel grupo hacia el Cementerio, donde iba a ser enterrado junto a su esposa, quien había fallecido muy joven, al igual que él.
El "Mausoleo de los Paleólogos" había sido inaugurado después de la reconquista que hicieron al expulsar a los "Cruzados" del "Imperio Latino", desde Nicea y allí habían ido a descansar los restos de todos aquellos miembros de la Familia Imperial. Otro Destacamento de Soldados se hallaba allí y fueron guiando a la caravana hasta que llegaron allí y depositaron el ataúd con el Monarca fallecido. León era el que más sufría al haber perdido a su hermano y pidió unos minutos para estar a solas con él, siendo colocado al lado de Caterina Gattilusio, su segunda esposa y que, tras morir, nunca más volvió a casarse.
Una vez que el ataúd fue depositado en el Mausoleo, León se puso de pie, tras orar en silencio, cerrar sus ojos y depositar un puñado de tierra y flores en la tumba.
- Ve en paz, hermano mío. Te prometo que lo conseguiré.- Juró y de ahí vio de que llegaban Mehmed y los otros para hablar con él.
- Mahoma dijo una vez: "Una persona fuerte no es aquella que tira al suelo a su adversario. Una persona fuerte es la persona que sabe contenerse cuando está encolerizada. No paseis soñando con el Pasado y con el Porvenir, estad listos para vivir el momento presente".- Recitó el pelirrojo aquellas palabras tan valiosas y dejadas por el Profeta del Islam.- Tu hermano fue alguien muy digno de admirar, un excelente Comandante y un destacado Emperador, algo que no se volverá a ver o tal vez sí, en el Futuro pero será mejor que dejemos a los muertos descansar y nos enfoquemos en lo que deseabas contarme.
- Con gusto. Por aquí.- Pidió León, acompañado por su esposa y Bashara.
Llegaron las playas, aún habían restos de las naves Otomanas y Bizantinas hundidas y flotando por los alrededores de la bahía misma. El resto estaba siendo desguazado, sacado de allí, como las enormes cadenas que impedían el paso de la flota conquistadora. El aire de mar, fresco y agradable, era reconfortante para ser, todavía, Primavera aunque parecía que el Invierno no deseaba irse de allí. Las olas que llegaban hasta la orilla, acariciando, suavemente, las arenas doradas y el vuelo de las gaviotas.
- ¿Ya estará enterado de que muchos han optado por irse de Bizancio?.- Preguntó el hombre de cabello y bigote negro.
Mehmed no estaba lejos de aquellas informaciones que sus hombre le transmitían al respecto. Los Puertos estaban llenándose de muchos grupos que se dirigían hacia Europa Occidental, pero el que más le llamaba la atención era el de León, ya que estaba constituido, en su mayoría, no solo por civiles, sino también militares, antiguos miembros de la Corte Imperial, Sacerdotes y su familia. El joven miraba hacia el Mar Mediterráneo Oriental y permanecía callado, organizando cada una de sus palabras para poder darle una respuesta concreta al Sultán.
Fue entonces que, dejando de lado lo que estaba haciendo, enfiló para donde éste se hallaba.
- Sé que me hubiera gustado quedarme aquí y empezar de cero, pero mi gente necesita continuar creyendo en el "Legado de los Paleólogo". Este ya no es nuestro hogar, sino el suyo.- Se dirigió, con respeto, hacia el pelirrojo.- Ojala las cosas hubieran sido de otro modo...
- No tienes por qué darme explicaciones: Tal y como dije en Santa Sofía, ustedes son libres de seguir su destino, su Futuro y no voy a intervenir. Es verdad, ésta es nuestra ciudad ahora, pero también lo es para todo aquel que desee vivir aquí, respetándose sus creencias y propiedades. Aún así, tú lo ves de otra forma. No es lo mismo decir que ambos podríamos coexistir, sí, podría ser, pero tampoco no lo será. Estamos separados por una línea que nos diferencia de lo que somos. El Pasado de ambas civilizaciones y nuestros errores y logros yacen entre nosotros.- Habló Mehmed, poniendo su mano en los hombros del peli negro.- Ahora eres tú quien debe seguir este camino. Ve con ellos, sé su líder.- Le animó y él notó la calidez en las palabras del Sultán, llevando a que respirara hondo y con ello le agradeció por su comprensión y apoyo.
- A pesar de haber sido mi enemigo y el conquistador de este Imperio, agradezco tus palabras, Mehmed.- Dijo León y de ahí fue emprendiendo el rumbo hacia la urbe.-
- No es nada y yendo al punto Central, ¿adónde piensan ir?.- Preguntó el pelirrojo.
- Nos iremos para Rusia, en el Este. Allí han comenzado a expulsar a los Mongoles de "La Horda de Oro" y estos se siguen replegando.- Le contó Helena al respecto.-
- Hmmmm.- Quedó Mehmed pensativo un rato.- Es un poco complicado el camino hacia allí. Tengo entendido que Yarmuka, el nuevo Líder de los Mongoles, ha estado causando inconvenientes con ataques relámpago y saqueos a las caravanas. Además de que tienen una fuerte presencia en el Cáucaso y el Este de Rusia.- Les explicó sobre el estado de esos caminos.- Puedo darles una importante Fuerza de mis tropas, como escolta y protección.
- Te lo agradezco, pero tengo a un buen número de Soldados Bizantinos bajo mi mando.- Denegó León la ayuda de él.- No quiero ser muy problemático. Además, entre mis Oficiales, está Rea y Leo Bashara, quien se convirtió en mi Teniente.
- En lo absoluto, no lo será.- Replicó el Sultán, insistiendo en darles una mano.- Por lo menos hasta llegar a las fronteras rusas.
- Su Alteza.- Oyó la voz de Celim, quien caminó y quedó frente a él.- Si no es mucha molestia, me gustaría ser yo quien comande a la "Fuerza Expedicionaria" hacia el Este. Sería un enorme honor, para mí y mi familia, de que esté como su Comandante.- Pidió el rubio Otomano al Monarca.
- ¿Estás seguro?.- Preguntó Helena.- Será un viaje muy largo.
- No hay problema, yo los acompañaré y llevaré hasta tierras seguras. Conozco el camino.- Auguró éste, llevando a que tanto los Griegos como el Sultán se miraran entre ellos, extrañados por la amabilidad que tenía su Lugarteniente al respecto. Pero, viendo de que así funcionaban las cosas, desde su perspectiva, decidieron poner punto final al asunto.
Mehmed lo analizó un momento. Aún le resultaba, desde su punto de vista, muy raro de que su mano derecha deseara ir con ellos. Era una suposición suya, tal vez había algo más en el camino, aunque no deseaba ver cómo sería una posible campaña contra Rusia, ya que sus Ejércitos necesitaban reorganizarse, engrosar las filas tras las pérdidas sufridas y las luchas en los Balcanes continuaban, sumado a la resistencia de los Bizantinos en el Despotado de Morea y Trebisonda, así como también permanecía en duda si Andrés Paleólogo iba o no a traer refuerzos desde Europa para reconquistar Constantinopla. Aún así, el tema del viaje era el principal de todos los problemas, debido a que Rusia estaba, aún, luchando contra "La Horda Dorada" y sus Líderes, sobre todo Yarmuka y sus hermanos Guru y Yanyen de Siberia habían traído una serie de Ejércitos desde el "Kanato de Siberia" y estaban listos para desatar alguna ofensiva contra los territorios en disputa con los Rusos.
- Viendo de que Celim está en lo cierto: Es un viaje muy peligroso hasta allí y puede pasar cualquier cosa, en especial en las estepas y montañas con los Mongoles que vigilan esas regiones, por lo que voy a enviarles a una "Fuerza de Expedición" compuesta por mis mejores guerreros, en especial contarán con la Caballería y varios Batallones de Infantería, así como también de mis "Tropas de Élite" y la Artillería.- Concedió el Sultán esa parte de sus fuerzas para que fueran como una "escolta" durante el viaje.
Celim, ante el mensaje recibió, lo acató y fue para prepararse. Había un objetivo en mente y para ello, cada quien tomó su camino para ir juntado a todos los que se iban a ir, así como también idear un "Plan de Defensa" cuando estuvieran en marcha por el Este de Europa hasta llegar a Moscú.
[Bueno, en el capítulo que viene comienza el éxodo hacia esa zona, pero no será fácil. Ya lo verán.
Envío mis más profundos saludos y agradecimientos para todos ustedes, amigos. Cuídense y buen comienzo de fin de semana para todos ustedes, Camaradas.].
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