Capítulo V
Capítulo V:
El primer cañonazo provino de parte de las tropas ítalo-hispanas, quienes respondieron al avance de la Caballería e Infantería de Francia. El impacto dio contra una de las "Alas" formadas, provocando que una explosión mandara a atrás a los primeros enemigos. Aún así, los Generales de Francisco I, en especial Languedoc, ordenaron redoblar la marcha para alcanzar la Ciudad de Rávena, avanzando con el propio Monarca de Francia al frente.
Pronto, como una oleada de hormigas que crucen el camino o una manga de langostas hambrientas, los Ejércitos de Francia, España, Italia y el Sacro Imperio chocaron en las afueras de Rávena, desatando un feroz combate nunca antes visto.
Desde su flanco, comandando el "Ala Derecha", María iba galopando, a toda velocidad, cargando contra los Franceses, quienes no tenían tiempo a nada para responder. Los que portaban armas de fuego empezaron a tirar contra la muralla y darles órdenes a los artilleros para que dispararan los cañones contra las posiciones enemigas dentro de la urbe.
En Rávena, el primer impacto dio contra un edificio, el cual almacenaba aceites, los cuales eran inflamables y una pequeña chispa de la bala de cañón provocó un incendio en la planta alta, justo en donde se utilizaba dicho sector como almacén y bodega, llevando a que los dueños del inmueble salieran de su interior, llamando a los vecinos, quienes trajeron baldes con agua, provenientes de los aljibes y el río que pasaba por allí, para combatir las llamas.
Un segundo impacto francés golpeó una zona perteneciente a las Milicias, un pequeño "hipódromo", llevando a que los caballos salieran disparados de los establos, presos del pánico y corrieran por las calles.
Francisco I de Francia observaba la situación y sonrió con tranquilidad, sereno de que iba a ganar.
- Redoblen los bombardeos, traigan las catapultas y que se sumen a los cañones.- Ordenó.- Que la Caballería siga cumpliendo su rol y así darle vía libre a la Infantería.-
- A la orden, Su Majestad.- Sentenció el Comandante Jean Phillip-Champollion, mientras que se dirigía a sus "Alas Militares" y con ello daban por iniciada la marcha.
- "Lo que haya pasado en París fue una demostración del poder que nosotros, los Reyes de la Dinastía Valois, no vamos a permitir ni a tolerar de que un grupo minoritario religioso nos vengan a causar problemas. Las "Guerras de Italia" serán el "Punto de Inflexión" para acabar con la presencia de ellos en los "Cantones Suizos". Una vez que tomemos el Norte de la Península y expulsemos a los Calvinistas del país vecino, los Hugonotes no tendrán adónde ir. Quedarán "empantanados" en la "ciénaga" que ellos mismos han alimentado y empapado con sus ideas. Ya lo verán".- Pensó Francisco I, viéndose aquellas imágenes de la "Masacre de San Bartolomé", donde las calles de París se cubrieron de sangre derramada por las incontables víctimas civiles que cayeron bajo el yugo de la espada y el arcabús durante esa noche tan especial para los religiosos y más al ser tener, como hecho, una boda muy importante, dentro de la Realeza.
La Infantería Francesa inició su avance, apoyada por la Caballería de su país, dando los primeros metros ganados y con ello obtuvieron el pase libre hacia las colinas que rodeaban a la Ciudad de Rávena.
Desde sus posiciones en las murallas, aguantando el incesante bombardeo de los cañones enemigos, Basilio no sabía cuánto tiempo más iba a poder resistir larga espera para combatir en el exterior. Aún sostenía la espada y el arcabús ya estaba cargado, listo y con la pólvora y las municiones a su lado pero la cuestión era que no sabía si lo dejarían salir afuera.
- ¡100 metros!.- Alertó uno de los vigías italianos al reconocer que los franceses habían ganado una buena porción de terreno hacia Rávena y algunos de sus cañones ya estaban instalados en las colinas para un "refuerzo" a los que llevaban en la Retaguardia. Abajo de la muralla, el chico miró a la Infantería de aquel país, de las antiguas Galias, armados con espadas, lanzas, arcabuces, ballestas y arcos, sin olvidarse de las temidas picas. Los "Batallones de Piquetes" colocaron sus armas en posición de firmes y apuntando en la dirección por donde avanzaría la Caballería ítalo-hispana comandada por "El Gran Capitán", Cagliari y María, llevando a que Basilio tragara saliva y de ahí oteara el horizonte.
- ¡Que la Caballería retroceda! ¡Que retrocedan! ¡¿En dónde está el Segundo Comandante Luperco?!.- Llamaba el chico a viva voz y justo salió un hombre de barba negra desde el interior de su tienda, corriendo hacia las murallas.
- Yo soy Luperco. Envíe a Cagliari para que abriera una brecha, ¿qué ocurre?.- Preguntó y al ver que el chico le hacía señas, éste fue subiendo hasta llegar a su puesto.
- Mi Segundo Comandante, vea.- Señaló y de pronto se quedó blanco como el papel.
Luperco observó cómo los "Batallones de Piquetes" tenían una buena posición para empalar a sus adversarios. Sin perder un segundo, llamó a un "Mozo de Caballería" para que le trajera a su caballo, subió y de ahí galopó, acompañado por los refuerzos para advertirles del peligro.
- No llegarán.- Oyó Basilio la voz de Sofía, quien estaba cargando su arcabús.- Lo mejor que podemos hacer es llamar su atención.- Señaló.
- Buena idea, hermanita.- Le apoyó Lyudmila y ésta llamó a un Destacamento de Ballesteros, los cuales se parapetaron en la muralla y a su señal lanzaron una lluvia de flechas y dardos que tomaron desprevenidos a los franceses.
Acto seguido, vino la carga de los arcabuceros y mosqueteros, los cuales estaban dentro como fuera de la urbe, disparando con sus armas de fuego contra aquellos adversarios, provocándoles bajas entre muertos y heridos.
La pólvora y el humo que dejaban dichas armas en el aire, desaparecía y luego volvían a cargar para continuar con el enfrentamiento armado. Muchos Infantes atacaban con sus espadas en mano y otros con trabucos que, una vez que tuviera en el tiempo suficiente para recargarlos, volvían al ataque. Por su parte, los "Batallones de Piquetes" de Francia fueron tomados por sorpresa cuando les tiraron aquellas flechas desde las murallas y luego vinieron los bombardeos con cañones desde la fortaleza y la Ciudad de Rávena.
- ¡AL ATAQUE!.- Un grito provino, por parte, del Segundo Comandante Luperco, quien arremetió contra aquellas líneas enemigas, apoyado por los refuerzos de la Caballería ítalo-hispana-germana, consiguiendo abrir un importante "hueco" en las posiciones para que pudieran atacar los Contingentes que María Paleóloga estaba guiando.
La chica mantuvo a su corcel domado, tranquilo y con una serie de importantes avances, consiguió meterse dentro de las filas francesas, aplastando todo intento de organización. Con su espada en mano, daba mandobles y tajos contra todo oponente que se interpusiera en su camino, haciendo volar la sangre por todas partes.
Uno de ellos tuvo la "suerte" de tirársele encima, llevando a que se cayera del caballo y éste se quedara quieto. Acto seguido, al dirigirle un puñetazo contra el rostro, la joven agarró su espada y le ensartó en la zona del estómago, llevando a que el francés se le quedara viendo y con ello procedía a quitarse el Yelmo que le cubría el rostro.
- Jejeje, ¿quién lo diría?. Soy el "primer" francés que muere a manos de una Guerrera.- Le mostró sus respetos antes de morir.
Aún así, la joven Paleóloga quedó sola, en medio del entrecruzado campo de batalla donde, ahora, se estaban enfrentando con espadas e incluso a puño limpio. Un Germano atravesó el pecho a un italiano Pro-Francia. Uno de esa etnia, pero perteneciente al bando Hispano, mató a un francés de un tiro en la cabeza con su arcabús. Dos cayeron decapitados cuando un jinete solitario, perteneciente a la Caballería de España, los tomó por sorpresa y lo último que sintieron fue el filo de su espada contra la carne, sus cuellos cercenados, las cabezas que rodaron por el piso y la sangre que se estaba entremezclando con la tierra en una masa viscosa y roja.
María oyó un grito y vio que un par de Franceses iban hacia ella, por lo que volvió a colocarse el Yelmo y de ahí golpeó su pecho con la punta de la espada, llamándoles a combatir. Lo tomaron como una "invitación" y se lanzaron. El primero iba armado con una cimitarra obtenida y/o regalada por los Otomanos cuando hicieron una alianza con ellos en la "Cuarta Guerra Italiana", por lo que le cerró el paso a la chica y de ahí trazó un golpe en el aire, casi dándole en un hombro pero ella lo empujó, ganando unos centímetros y un par de segundos de más.
- ¡Al carajo, voy a ayudarla!.- Exclamó Basilio.- ¡Lyudmila, Sofía, agarren esas armas y vengan!.- Pidió y tras tomar a tres caballos de pelaje blanco, negro y marrón, montaron en ellos y éstos galoparon, a toda velocidad, para el frente de combate.
Las puertas se abrieron y con ellos salió la Infantería Imperial junto a los famosos "Tercios Españoles" y los arcabuceros bajo el mando del propio Rey de España y Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, Carlos I/V. Los tres hermanos notaron a aquel famoso sujeto cabalgar cerca de ellos, montado en su caballo, con la lanza y espada en mano, luciendo su Armadura, igual que en aquel cuadro que había pintado Tiziano hacía muy poco tiempo durante su campaña en Muhlberg, donde miraba hacia el horizonte, con el ideal de crear un "Imperio Cristiano Universal". El propio Monarca se abría camino, cuando llegaron al campo de batalla, hasta donde se encontraban los enemigos apostados y listos para impedirles avanzar.
Con la lana en mano, atravesó a uno y luego lo tiró hacia atrás. De ahí blandió, con su mano derecha, la espada y decapitó a un segundo francés antes de que pudiera dispararle con su arcabús. Basilio lo miraba y sentía una profunda admiración por aquel hombre. Él había sido quien pidió su ayuda, a aquella familia conocida como los "Últimos Bizantinos" y le era un honor hacer pie en medio de tantas historias que deseaba conocer sobre su Pasado y de cómo los Paleólogo pudieron sobrevivir tras el fin del Imperio Romano de Oriente al caer en las manos Otomanas en el año 1453 D.C
Envalentonado, el chico atacó y se cruzó con un grupo de oponentes, quienes fueron para darle pelea. Un francés cayó atravesado por el filo de la espada del chico. Dos cayeron por obra de los arcabuces que Lyudmila y Sofía portaban, tomándose su tiempo para recargarlos y de ahí volver a ejecutar la misma "maniobra" de antes.
Lyudmila tampoco se quedaba atrás, ya que se había armado con una daga y con ella plantó cara a los enemigos que intentaban tomarla a ella y Sofía como prisioneras. Al primero que se acercó, le ensartó la punta de su arma blanca contra la mano, llevando a que saliera de allí, cubriéndose la herida. Un segundo la intentó atacar por detrás pero su hermana menor fue más rápida y consiguió asestarle un tiro en el pecho con un trabuco que estaba escondido en su vestido.
Acto seguido, Basilio corrió y se unió a sus hermanas, formando una auténtica "Fuerza de Élite" que hizo retroceder a los oponentes para darles tiempo, tanto a los Italianos, Españoles y Alemanes para que se prepararan y consiguieran hacerles emprender la retirada de la Ciudad de Rávena. Los cañonazos de ambos Ejércitos no cesaban y aunque las primeras Divisiones de Carlos I/V consiguieron apoderarse de las colinas, desbaratando las posiciones de los Franceses, éstos continuaban siendo un dolor de cabeza por el tema que los movía: La conquista de esa urbe a cualquier precio.
Por donde uno mirara, tanto Carlos I/V como Basilio, sus hermanas y María, el campo de batalla estaba repleto de cuerpos sin vida, sus Armaduras con agujeros por las armas de fuego, las espadas empapadas de sangre, la misma que ya cubría buenas partes de esa zona, los cañones destruidos o capturados, caballos que deambulaban de un lado para el otro sin sus jinetes, otros que colgaban como si fueran marionetas, heridos, sangrando a más no poder.
Sin embargo, lo único que podía cambiar la situación era ver quién tomaría la región. España y Francia se disputaban ese control desde los tiempos en los que los "Reyes Católicos" fueron instalándose en el Sur de Italia, sobre todo en Nápoles y Sicilia, llevando a que la Familia Anjou tuvieran que ceder esas plazas importantes a sus enemigos emergentes. El resentimiento campaba a sus anchas y Francisco I lo reconocía. Pronto, el General Champollion y el Comandante Languedoc llegaron hasta donde éste se encontraba, mientras que se quitaba su Armadura y la enviaba a reparar cuanto antes a los Armeros y Herreros.
- ¡Mi Rey!.- Le llamó el primero. Éste se volteó y lo miró.
- Es solo una demora, podremos continuar más adelante, cuando lleguen los refuerzos.- Sostuvo el Monarca de Francia.
- Me temo de que no se podrá.- Sostuvo el Comandante Languedoc con seriedad.
- ¿Qué estás queriendo decir?.- Intervino Francisco con todo serio y antes de que pudiera formar nuevas oraciones explosivas contra el militar, éste extrajo una carta sellada, entregándosela a él.
La abrió y sus ojos se quedaron clavados en el contenido de la misiva. Le costaba digerirlo bien, a fondo hasta que terminó por cerrar su puño libre, el derecho y con el otro se guardaba la carta en sus bolsillos.
- ¡¿Cómo es posible que las tropas no llegarán mañana por la sublevación de las otras ciudades?!.- Bramó hacia los Oficiales que tenía a su lado.
- Le advertía que no iban a tolerar nuestra presencia y parece que han recibido apoyo de los "Cantones Suizos".- Advirtió Mitterrand con expresión tranquila pero manteniendo un "equilibrio" para no despertar más bronca en aquel hombre.
Podía sentirse esa hostilidad en el aire y cuando Francisco I se volteó para verlo, interpretar lo que aquel Oficial había dicho, supo de que no era el momento ideal para lanzarse contra él.
- No me importa, que los cañones barran a esos perros inmundos de una vez.- Ordenó.
- Hemos perdido las posiciones en las colinas, Mi Rey.- Advirtió otro de sus Consejeros y éste se lo veía muy nervioso, temblando del miedo por lo que acababan de recibir.
Era un bombardeo de desgracias para los franceses y cuando supieron de que no habría forma de revertir el efecto provocado sobre sus filas, el Monarca solo tuvo una única cosa por decir, tal vez sería la más sensata de todas pero, por ahora, se la reservaba en emplearla.
Basilio no paraba de acabar con todo aquel que se interpusiera en su camino, ya tenía su espada y el peto de la Armadura empapados por la sangre que manaba de los cuerpos de sus enemigos. En un momento dado, aprovechando que sacaba su arma de melé del cuerpo de un adversario caído, éste miró y disparó contra un francés que venía hacia ellos, hiriéndole y tuvo que ser sacado por sus Camaradas de Armas del lugar.
- ¡Huyan, malditos! ¡Huyan!.- Les gritaba él en su idioma natal, cosa que llegó hasta los oídos de Francisco I.
- ¿Griegos? ¿Qué hacen aquí?.- Se preguntó éste.
- Son conocidos como los "Últimos Bizantinos", Mi Señor.- Le explicó el Capitán DuBloc de la "Guardia Real".
- ¿Bizantinos?. Pero si ha pasado un buen tiempo desde que cayó Constantinopla.- Se volteó el barbudo peli negro hacia éste.-
- Lo sabemos pero muchos decidieron no quedarse a vivir bajo el reinado de Mehmed II El Conquistador, por lo que eligieron irse de allí, buscarse un nuevo hogar y lo hallaron en el Principado de Moscú, adonde llevaron las Insignias Imperiales.- Le hizo recordar DuBloc y eso provocó que unos recuerdos vinieran a la mente de Francisco I.
En esas imágenes del Pasado, aquellos flashbacks, se lo podía ver a él, cuando era un niño, rodeado de su familia, en el Palacio de París, recibiendo a un tal Andrés Paleólogo, quien pedía, casi a gritos, desesperado, por recibir ayuda para recuperar Constantinopla y los demás dominios griegos caídos a manos del Imperio Otomano, que el Despotado de Morea y Trebisonda estaban resistiendo pero que no sabía hasta cuándo iban a durar por lo que, en vista de las circunstancias, él se había organizado aquel "viaje" por Europa para buscar lo que necesitaba pero no lo conseguía. Lo vio irse del recinto, acompañado por unos "Guardias Reales", gritando y deseándoles lo peor por no haberle prestado la ayuda necesaria.
De vuelta al Presente, un ya adulto Francisco I comprendió muy bien aquellos eventos de su niñez y más cuando notó que aquella ayuda nunca fue brindada.
- Nosotros no estábamos capacitados como enviarle tropas a Constantinopla. Nuestros Ejércitos se hallaban, aún, recuperándose de la "Guerra de los 100 Años". Habían sido unos años muy terribles para nosotros, la economía y más para la sociedad junto a la política tras la "Peste Negra" que fue otro factor de suma importancia para que esto terminara. Ahora que lo veo bien, ese tipo nunca le cayó bien a mi padre, era demasiado testarudo, engreído y hasta tengo entendido que vendió sus "Títulos Nobiliarios" a los "Reyes Católicos" de España.- Recalcó el peli negro y veía que uno de sus Consejeros asentía con la cabeza.
- En efecto, Mi Señor.- Respondió.- Pero, Mi Rey, si me permite, veo que esta ofensiva no es, solamente, con el fin de tomar la Ciudad de Rávena por cuestiones estratégicas, militares y hasta podría decir religiosas, ¿hay algo más que nos deba contar?. Si es que nos lo permite.- Sostuvo éste y de ahí, por el rabillo del ojo, el Rey de Francia respiró hondo aquel aire frío italiano.
- Vengan.- Pidió y ellos comprendieron que quería hablarlo en secreto con sus Consejeros y Generales, en privado.
La "Contra-Ofensiva Paleóloga" fue un rotundo éxito y Francia debió iniciar la retirada, paulatina, de sus huestes y con ello, en el Cuartel General instalado por Francisco I, éste se hallaba reunido con sus Consejeros y Generales. El lugar, a puertas cerradas y vigilado por los miembros de la "Guardia Real" en la entrada, impidiendo el paso a cualquiera que quisiera ingresar para hablar con el Monarca Francés. Éste, estirando sus brazos sobre la "Mesa de Mapas", señaló la Ciudad de Rávena, la cual estaba marcada con una "Flecha Roja" como objetivo principal de la conquista.
- Ustedes me preguntaron por qué es tan importante esta urbe que, en el Pasado, fue la última Capital del Imperio Romano de Occidente.- Comenzó a rememorar lo dicho por sus hombres y nadie dijo nada. Lo sabían a la perfección.- Bien, para empezar, la Ciudad de Rávena, no solo es de un importante valor estratégico, militar, político, económico y hasta religioso, sino también histórico, algo que va más allá de los deseos de recuperar las antiguas posiciones de mis Ancestros, los Anjou. Tenemos que retroceder en el Tiempo hasta llegar a los primeros años de la Edad Media, más bien ubicados en lo que hoy es Inglaterra, antiguamente conocida como Britania.- Remarcó el peli negro con un tono histórico en su voz y haciendo énfasis en sus dichos.
Nadie podía creer lo que acababa de decir. Estaba hablando de los tiempos de la "Mitología Artúrica".
- Usted siempre fue un gran seguidor de las obras y aventuras del Rey Arturo de Britania, Mi Rey.- Sostuvo un tercer Consejero de éste.
No podía negar aquella verdad dada por ese sujeto y asintió con la cabeza.
- En efecto: Es allí donde, según nuestros agentes que envíe hace un tiempo, con la misión de "evaluar el terreno para futuras fortificaciones" cuando, en realidad, el verdadero era encontrar algo, un objeto, más bien...- Allí, Francisco I, tomándose su tiempo y respirando hondo, fue armando la oración que necesitaba exponer sobre la mesa.- Según dicen, es un libro, uno muy antiguo y que, al parecer, perteneció a Sir Percival, uno de los miembros de "Los Caballeros de la Mesa Redonda".- Terminó por dar a conocer el verdadero motivo para la toma de Rávena.
Dar crédito a semejante noticia era tan exuberante, sorpresivo ya que ninguno de los allí presentes podía dar crédito a semejante y posible descubrimiento.
- Aún así.- Tuvo que reconocer Francisco I.- La Ciudad está bien defendida, nos tomaron por adelantado este momento y solo podemos esperar a que ocurra un...- No tuvo tiempo para dar por terminada su oración, de golpe, desde el exterior, el sonido de las trompetas y clarines de guerra anunciaban una nota que ellos conocían.-
- ¡RETIRADA! ¡RETIRADA!.- Gritaba un Oficial francés.- ¡QUE SE RETIREN ANTES DE QUE LLEGUEN LOS REFUERZOS DEL SACRO IMPERIO!.- Bramaba a viva voz, llevando a que levantaran las tiendas, tomaran las armas y otros pertrechos de la Logística, cargaran todo lo que había allí en las carretas, incluyendo los cañones que habían conseguido salvar, además de los barriles con la pólvora y las municiones para las armas de fuego.
El Rey de Francia salió al exterior, viendo cómo sus Ejércitos eran aplastados por las tropas enemigas. Apretó los labios con fuerza y reconoció, por un momento, en medio del campo, un objeto que sostenía un chico montado a caballo. Se quedó sin palabras al ver que se trataba del "Diario de Sir Percival" y estuvo a punto de ceder, víctima de las emociones negativas, en tomar un mosquete para dispararle pero no lo hizo.
Al lado de aquel joven cabalgaba la "Duquesa de las Mil Máscaras", María Paleóloga y con ella venía el "Batallón de Élite Dragón Negro", un pequeño pero nutrido grupo de Soldados Ruso-Bizantinos, quienes fueron hasta allí para protegerlos del enemigo. Fue así que, viendo que sus posibilidades de acceder a ese tesoro antiguo desaparecían en el acto, Francisco I, Rey de Francia, llamó a la retirada de sus huestes.
La Ciudad de Rávena se había salvado y con ello parte del Norte de Italia, sin embargo, la guerra continuaba pero con un importancia cambio en la balanza del poder.
[Y con este capítulo y el descubrimiento de dicho diario va a ser de vital importancia, ya que estará unido a mi próxima historia: "Super Driver Nexus: Holy Magician Warrios", la cual se estrenará el día 1*de Diciembre a las 00:00 hs (Hora Argentina).
Solo nos quedan dos capítulos, los últimos y termina esta Segunda Saga. La tercera a ver ser un poquito más larga e importante. Ya lo verán.
Bueno, amigos, les mando saludos y agradecimientos de mi parte. Cuídense y que tengan un excelente comienzo de día Martes de mi parte.].
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro