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Capítulo IX

Capítulo IX:

Los siguientes días después de aquella emboscada llevada a cabo por los Mongoles, el grupo de refugiados y militares Bizantino-Otomanos continuaron con la marcha hacia Rusia. Les llevó su tiempo, el atravesar los más accidentados valles y montañas que conducían el Helesponto, se lo podía considerar como la "Hazaña más Arriesgada" de la Historia de esa época. Muchos rememoraban el increíble viaje que habían hecho la "Expedición de los Diez Mil", aquellos Griegos de diversas Polis que fueron reclutados por el Príncipe Ciro El Joven, quien se disputaba el Trono del Imperio Persa contra su hermano, Artajerjes I y lo que llevó a la Batalla de Cunaxa, donde el rival terminó perdiendo y ganó el usurpador. La pérdida de Ciro El Joven y la posterior muerte de los Comandantes durante una emboscada, les llevó a que fueran liderados por el historiador, militar y filósofo Jenofonte, quien consiguió conducirlos por páramos desconocidos para ellos, atravesando distintos riesgos y que, al final, consiguieron llegar al Helesponto, donde despertó la emoción en las tropas agotadas. 

Ahora, en el Siglo XV D.C, mucho tiempo después de esa gran aventura, eran, nuevamente, los griegos pero acompañados por aquellos a los que consideraron sus enemigos, los Otomanos, quienes avanzaban hacia el Este de Europa.

Durante un buen tiempo, se estuvieron cubriendo las espaldas, avanzando con cautela, enviando "Grupos de Avanzadilla" para ver si el camino estaba despejado o no. Si era así, la segunda opción, se combatía de forma simultánea y rápida. Si encontraban un campamento Mongol, muchas veces abandonado, verificaban de que el lugar no tuviera trampas como en la comida, ya que, muchas veces, al igual que en los Pozos de Agua, éstos ponían veneno y los Otomanos ya tenían esa experiencia "agendada" a su forma de ser después de lo ocurrido en la Batalla de Ankara cuando fueron derrotados por Tamerlán de Asia Menor. 

Por su parte, Celim se estaba recuperando de las heridas, aunque era Rea quien lo cuidaba, junto a los médicos y de que ella, siempre, iba al frente de sus tropas para cuando había hacer las "Noches de Guardia", enviando patrullas a los pasos montañosos y de ahí fueron cambiando el panorama geográfico hasta dar con las mesetas de Anatolia y finalmente cruzar hacia el lado Griego que estaba bajo el control de las huestes de Mehmed II.

La Primavera fue asentándose. Para ellos era un alivio, un cierto sentimiento de su Pasado Pagano cuando Deméter volvía a ver a su hija, Perséfone, tras haber pasado parte del año en el "Inframundo" del Emperador Hades, llevando a que la Naturaleza y la vida se abriera camino. Una tarde, con Celim ya dado de alta, el Otomano rubio salió a cabalgar, encontrándose con Rea, quien estaba observando unos manzanos que iban floreciendo.

- Así te quería encontrar.- Bromeó la Princesa Guerrera.- ¿Qué hay, grandote?.

Lo tomó por sorpresa; aunque reconocía que aquella chica era jugar bromas de ese tipo debido a su personalidad fría. La conocía desde aquellos tiempos en los que se conocieron en Bizancio, tras la caída y ahora se la veía más tranquila pero manteniendo la guardia en alto ante posibles emboscadas enemigas.

- El médico de León dijo que estoy mejor. La herida comenzó a cerrarse, así que no hay de qué preocuparse.- Aportó el rubio, mientras que ella le invitaba a tomar asiento a su lado. Al hacerlo, notó que la muchacha suspiró hondo, soltándose sus cabellos.- ¿Pasa algo?.

- Cuando te hirieron, creí que estaba viendo tu muerte.- Respondió y se giró para verlo de cerca.- Créeme, parecía una pesadilla. Ya había visto morir a muchos de los míos en el Pasado. Mis padres durante la reconquista de los Paleólogo contra los "Cruzados" y a muchos de mis amigos en la Batalla de Constantinopla. Era como estar atrapada en un "Bucle", no sabes qué hacer y luego te miras al espejo. Piensas, tratas de razonar y decirte: "La guerra es así. No existen las palabras, tienes que pelear o morir en el campo de batalla" pero hay veces en las que me he replanteado si, de verdad, las conversaciones de paz podían surtir efecto. Lo hicieron los alemanes con su Emperador del Sacro Imperio con el Sultán para obtener vía libre e ir a Jerusalén, ¿por qué no podíamos probar ese camino?.- Indagó la chica, mientras que recostaba su cabeza contra las piernas del Otomano.

- Esa pregunta es sumamente interesante, Rea, pero tampoco podemos vivir de ese estilo. Imagina un Mundo donde solo existan las palabras para que se resuelvan asuntos sumamente complicados. Imagina un Mundo donde el que cometió atrocidades es perdonado y se vuelve bueno. ¿En dónde estará la Justicia para aquellos que cayeron en esa "espiral" de muerte, sangre y destrucción?.- Movió Celim su mano derecha al aire y con la otra acariciaba los cabellos de la chica.- Nadie conocerá la misma. Todo será una "amalgama" y no puede existir eso. Tampoco habría Mal y éste depende del Bien, así como las Sombras sin la Luz. Compartimos un "Equilibrio" en este Mundo desde que el Ser Humano pisó estas tierras por primera vez. Tenemos historia, cultura, mitología, Dioses, religión, gastronomía y eso es lo que nos identifica como pueblo, civilización, sin ella, no seríamos nada.- Le decía Celim, cosa que le interesaba oír a Rea aquellas palabras.

- Comprendo.- Dijo ella y permaneció en silencio.- A veces pienso que, tal vez, la "Peste Negra" no fue un castigo de Dios. Él no haría una cosa así, sino de que tales circunstancias que desconocemos nos ha alejado de la Naturaleza y ha levantado muros que nos impide saber más allá de ello.- Dijo y de ahí miró el rostro del Otomano, quien le sonrió, tranquilo y de ahí compartieron un tierno beso.

- Je, parece que la Princesa halló la "Paz".- Señaló el rubio.

- Que te bese y demuestre mi amor, no quiere decir que vaya a dejar de lado mi lado guerrero, combativo.- Sostuvo ella, sonriendo con complicidad y dándole unos pequeños codazos contra el pecho.

- ¡Esa es la mujer que me encanta!.- Exclamó Celim por aquella fascinación suya hacia Rea.

- Y ahora, cariño, sigamos con la marcha, nos están esperando y ya quiero conocer cómo será Rusia y si hay Mongoles en el camino, mi espada está sedienta de su sangre, lo mismo mi arma de fuego.- Finalizó y tras ponerse de pie, enfilaron hacia donde se encontraba la enorme caravana de refugiados y Soldados, reanudando el viaje hacia el Este.

El cruce hacia el Helesponto, con sus aguas cristalinas que bañaban sus costas de arenas amarillas, casi tan parecidas al Oro, eran un atractivo para aquellos grupos que buscaban un nuevo hogar. No tardarían en llegar, solo tenían que confiar en que el camino estuviera despejado, que no tuvieran dificultades como encontrarse con los Mongoles y para ello León enviaba a sus mejores jinetes de la Caballería Bizantina-Otomana para revisar los senderos y pasos montañosos. 

De vuelta en cuando, como salidos de la nada misma o de la niebla, aquellos grupos armados aparecían, acampando cerca de sus posiciones, por lo que había desviarse del camino original y de ahí atravesar otros que eran algo complicados y fue así, en una extensa semana cargada de mucha emoción pero sin batallas.

A su vez, en Rusia, el Rey Iván III se encontraba atendiendo sus obligaciones, sobre todo en la recuperación de territorios y en especial los Principados caídos a manos de los Mongoles de "La Horda de Oro" y las luchas contra las Repúblicas de de Nóvgorod y Pskov, así como también rebeliones internas y unas guerras contra la Mancomunidad Polaco-Lituana. En Política Exterior consiguió poner fin al vasallaje que tenían, como relación, el Gran Ducado de Moscovia con "La Horda de Oro", firmando un Tratado de Amistad con el Kan de Crimea y consiguiendo expulsar al Gran Khan Ahmed, quien se retiró hacia las Estepas de Siberia con su gente, mientras que los Rusos ganaban en lo que se conoció como el "Gran Encuentro del Río Ugrá". Se preparó una segunda ofensiva contra Moscú pero el Gran Khan Ahmed fue asesinado por Ivaq Khan de "La Horda de Nogái", poniendo fin a "La Horda de Oro" y poco después el "Kanato de Kazán" pasó a la condición de vasallaje y también mantuvo muy buenas amistades el Kan de Crimea y el Imperio Otomano. 

Entre otras labores que hizo el Monarca, mientras que estaba ocupado, fue visitado por uno de sus allegados, quien entró en el Salón del Trono para hablar con él, mientras que, desde las murallas de Moscú, los vigías estaban expectantes de lo que sus ojos eran testigos. Varios Soldados de la "Guardia Real" salieron de sus puestos para avisar a sus Comandantes de turno de lo que estaba ocurriendo. Los civiles se sentía atraídos, miraban hacia afuera, por las ventanas de sus casas, en medio de una mañana un tanto fría, algo que parecía ser una "mancha" que crecía sin parar. 

- Llama a Nikolay.- Pidió un Capitán de la "Guardia Real" a su Camarada de Armas de que trajera al Comandante de ese Distrito.

- ¿Serán los Mongoles?.- Preguntó un Soldado a su amigo.

- Si lo son, que se preparen, les daremos una "cálida bienvenida" con estas bellezas.- Acarició el segundo uno de los cañones que estaban posicionados y listos para bombardear a cualquier Ejército invasor, así como también se veía a los Soldados que iban tomando los arcabuces y mosquetes junto a las ballestas y arcos para dar combate.

La Caballería ya estaba reunida y el propio Rey Iván III El Grande estaba con sus tropas, listo para combatir, ante las Puertas amuralladas.

- ¿Eso es lo que le dijo Valery?.- Inquirió una de las Comandantes.

- Sí, dijo que nuestros efectivos en sus "Puestos de Avanzada" han visto una importante concentración de personas. No sabemos de dónde han venido pero tememos de que pueda tratarse de algún plan de invasión por parte de los Suecos o los Polaco-Lituanos.- Advirtió el Rey, mientras que iba recibiendo su espada recientemente afilada por uno de los Maestros de Herrería que tenían allí.- Escuchen, aguardaremos, no vamos a entablar combate hasta ver si envían alguna Embajada para parlamentar con nosotros. En el caso de que se produzca algún tipo de ataque, entonces allí vamos a responder, por ahora mantengan el "Estado de Alerta" pero no hagan nada.- Pidió el Monarca a sus Ejércitos.

Leo notó que León y Helena habían detenido la marcha. El Oficial Imperial se acercó para ver qué pasaba, por lo que sostenía un catalejo en sus manos y observaba el horizonte.

- Algo no me gusta de todo esto.- Advirtió la esposa de León, mirando lo que podía acontecer en cualquier momento.

- Se están armando. ¿Acaso nos tomarán como enemigos o algo peor?.- Inquirió Rea, quien se acercó hacia ellos.

Nadie sabía nada al respecto. Podía sentirse esa atmósfera de tensión en el aire, como si una gran cuchilla los atacara. 

Desde sus puestos de observación, sobre las murallas y con las armas listas, las tropas permanecían a la espera de nuevas órdenes pero nada. En un momento dado, un jinete ruso entró en escena, cabalgando hasta llegar hasta el Rey, al cual le dio un informe de situación. Lo leyó y de ahí permaneció en silencio, analizando, parte por parte, lo que iba a decir a continuación. Esperaba de que aquellas personas no fueran hostiles, el resentimiento hacia los Mongoles, todavía, estaba fresco entre la población por los años de vasallaje y tributos que tuvieron que pagar al "Gran Khan" y ahora, verse de nuevo con esa gente, no iba a ser nada placentero ni amable. 

Apretó el puño con fuerza y de ahí se dirigió hacia donde estaban los Soldados de la Primera Línea de Defensa.

- ¡Quédense quietos todavía! ¡Que nadie mueva un músculo!.- Ordenó el Rey y subió las escaleras hasta llegar a la parte superior de las mismas, oteando el horizonte con un catalejo que le dio uno de los Comandantes. 

Miró y analizó esa "mancha". No se movían, no había un solo movimiento de parte de esa gente, por lo que solo quedaba esperar aunque algunos militares estaban un tanto impacientes.

- ¿Lanzamos un disparo de advertencia, Mi Rey?.- Preguntó uno de los cañoneros que se encontraba con sus Camaradas de Armas ante uno de los ya citados.

- No, todavía no.- Pidió el Monarca.- Esperen a...

- ¡SE MUEVEN!.- Lanzó un grito de advertencia uno de los vigías y de ahí fueron reamándose.

Iván III miró hacia el Sur y era cierto lo que decía ese observador: Esa enorme "mancha" iba avanzando hacia donde estaban ellos. Algo no estaba bien y no habían mandado ni una sola Embajada para dialogar. Para él, su vista corta, era imposible saber qué clase de enemigos eran. No podía identificar su bandera, estandarte, banderines y escudos. Se preguntaba si podían tratarse de grupos de asaltantes de caminos o bandas de forajidos que solo debían ser reprimidos. Aún así, el hombre de barba castaña permaneció en su puesto y de ahí regresó, con el catalejo en mano, para observar bien de cerca de qué clase de enemigos podía tratarse.

El aire se volvía tenso, Leo mandó a llamar a los escuderos, algo presentía de que podía salir mal, así que éstos fueron llegando. Helena y su marido les acompañaron, mientras que Rea y Celim llevaban el Águila Bicéfala de los Paleólogo, la cual fueron alzando para que pudieran ver aquellas personas desde las murallas.

Avanzaban en formación cerrada, escudos en mano, armas listas. La mano de uno de los Comandantes de Rusia permanecía temblando ante la posibilidad de que se desarrollara una batalla. Tragó saliva y miró al Rey. Éste permanecía en silencio, su respiración se volvía más pesada, casi ahogada por la tensión reinante y la incertidumbre de lo que podría ocurrir. 

- ¡Están a casi 500 metros!.- Alertó un Soldado en el Norte.

- ¡400 Metros!.- Anunció otro y la distancia fue decreciendo más y más hasta que vieron de qeu ya no se podía permanecer callados.

- ¡Van a tomar las Puertas! ¡Estén preparados!.- Ordenó otro de los Comandantes.

- ¡No, no disparen!.- Respondió Iván III, quien destruyó el silencio y señaló hacia el frente, en donde pudo divisar un objeto que brillaba con todo su esplendor.- ¡Transmitan mis órdenes, rápido!.

Como si fuera un reguero de pólvora, aquellos militares hablaron y nadie movió un músculo. Casi cometían un gravísimo error y fue entonces que el Rey de Rusia bajó a toda velocidad, desde las murallas, alcanzando las Puertas de la Ciudad. Éstas se abrieron y fue acompañado por su "Guardia de Élite", quienes lo protegían de cualquier intento de ataque.

Desde el exterior, León y Helena pudieron respirar tranquilos. Ahora se podía sentir que la tensión iba decayendo y de ahí notaron que venían caminando el Monarca de Rusia y sus acompañantes, a modo de Embajada, con la misión de recibirlos en su nuevo hogar.

- "Constantino, hermano mío, cómo me encantaría volverte a ver: He cumplido con mi palabra. Ahora tenemos un Futuro para nosotros".- Pensó León, mientras que tenía un fuerte abrazo con el Rey Iván III de Rusia.

- ¡Sean bienvenidos a mi Patria, hermanos!.- Exclamó el castaño, emocionado, llevando a que se produjeran festejos por el arribo hacia esas nuevas tierras.

Esa mañana, con los festejos y la bienvenida que recibieron los Bizantinos, entre comida, agasajos, bebida y desfiles militares que éstos y los Rusos llevaron a cabo con los Otomanos, pudieron establecerse y formar un Futuro tras la caída de Constantinopla. León era el que más se sentía feliz por lo que había conseguido, al igual que Helena, Leo y Rea. 

Había sido una dura y ardua travesía. Cruzaron muchas zonas complicadas, de difícil acceso, plagadas de adversarios y sobre todo aquel encuentro con los Mongoles de "La Horda de Oro", en donde tuvieron unos cuantos caídos pero sus sacrificios no iban a ser en vano. Habían caído luchando por sus causas, sus motivos para pelear y en especial por su pueblo y la Patria que los vio nacer, crecer y convertirse en grandes Guerreros que dejaron todo en el campo de batalla y que, ahora, descansaban en paz en el Túmulo levantado por sus Camaradas en su honor. 

Finalmente, los Bizantinos habían alcanzado Rusia y ahora podrían continuar con el "Legado de los Paleólogo", remontar desde cero y renacer desde las cenizas donde ya habían ardido en el fuego de la guerra, la discordia y las luchas por el poder. 

Era el momento de volver a empezar una nueva página en la Historia.

[Y el próximo capítulo es el final de este Primer Arco y de ahí pasaremos al Siglo XVI en el Segundo Arco, el cual contará con siete capítulos bien largos.

Espero que les guste, amigos. Nos estamos viendo. Mando saludos y agradecimientos para todos ustedes y que tengan un excelente comienzo de día Viernes de mi parte, Camaradas.

Hasta el próximo capítulo.].


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