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Capítulo IV

Capítulo IV:

El desembarco tuvo lugar unas semanas después, luego de una travesía un tanto complicada por la persistencia del clima, todavía, invernal sobre Rusia y las aguas del Mar Negro se habían vuelto complicadas de transitar y más por el congelamiento de las mismas. Arribar a Italia fue más que un alivio para los hermanos Mario y Doménico, quienes tuvieron muchos problemas a bordo, sobre todo para dormir y recuperarse del clima gélido, así como también el movimiento. Pero al desembarcar se toparon con las densas columnas de humo negro, gris y casi plateado que se elevaban por los Cielos, dando a conocer de la marcha y los combates que tanto españoles como franceses estaban teniendo para defender la Península Itálica y ver quién sería el Amo de esas tierras. 

Las columnas de desplazados, campesinos en su mayoría, que huían dejando sus campos atrás, en llamas, saqueados, su ganado confiscado, al igual que las tierras que les pertenecía. Las ciudades les daban albergue pero también corrían los rumores de que podían haber espías, agentes Pro-Francia y eso despertaba una gran paranoia en las filas nacionales. 

Desde su Cuartel General en el Norte de Italia, el Rey Francisco I y sus Generales, entre ellos el Comandante Jean Pierre Languedoc, Principal Jefe de las huestes francesas, recibía las noticias acerca de los éxitos que estaban cosechando y más con las rebeliones de las Ciudades Italianas del Este, Noreste y Noroeste, llevando a que se pasaran a su bando, aunque otras se mantenían fieles a la causa española y al Rey y Emperador, quien había llegado para hacer frente y recuperar las posiciones de su familia.

- El General Chaiteurs recibió refuerzos para asegurar la frontera pero hemos tenido que trasladar la ruta de suministros por el Norte, atravesando los Alpes Suizo-Italianos ya que, como es consecuencia de esto, los Italianos están llevando a cabo bombardeos desde las fortalezas y encima nos tiene cerrado hacia Verona.- Advertía uno de los Consejeros Militares de Francisco I.

- ¿Qué hay de Parma? ¿Aún no han podido doblegar a los que se alzaron contra mí?.- Inquirió el Monarca de Francia con tono serio.

- El Capitán Trudelles ha tenido problemas: La población se ha negado en reconocerlo como su Rey y las tropas ítalo-españolas junto a las alemanas están marchando hacia allí. Vemos un plazo de dos semanas para resistir, si es que las columnas de Trudelles y las de Rosellón se apresuran en su marcha.- Advirtió el Consejero Militar Trudonte.- 

Francisco I extendió sus hombros sobre el mapa y vio que había una zona que le llamaba bastante la atención. Se trataba de una vieja Ciudad que, antaño, había funcionado como la Capital del Imperio Romano de Occidente.

- Rávena.- Dijo el Rey de Francia.

- ¿Disculpe, Su Majestad?.- Se acercó Milleris.-

- Que las tropas marchen hacia Rávena y de ahí podremos cerrarles el paso en las rutas de suministro desde allí, montando puestos de avanzada y fortalezas.- Ordenó éste, siendo franco en su decisión final.

- Entendido, Señor.- Respondieron los Consejeros y Militares.

- Quiero que tomen Rávena, que cierren el paso a los Italianos y con ello forzaremos a Carlos I/V para que firme la paz, cediendo estas tierras a Francia.- Ordenó, impartiendo aquellas directivas y varios partieron hacia el frente.

- ¿Algo más? ¿Qué haremos con lo sucedido en París?. En Italia y Suiza se está empezando a correr rumores de las "Masacre de San Bartolomé", Mi Rey y no parecen ser buenas noticias que digamos, incluso el Papa Julio II ya está enterado de ello.- Advirtió el Consejero Normandie.

El Rey permaneció en silencio, no dijo nada al respecto de lo que estaba ocurriendo en París. Las novedades se estaban volviendo noticias y éstas eran transmitidas por los mercaderes de aquellas tierras ubicadas en los Alpes. Muchos que tenían familiares en la Capital de Francia temían por su seguridad e incluso enviaban Embajadas para esa región, con el fin de averiguar si no habían muerto a manos de las tropas reales. 

- Quiero que apresen a todo Suizo e Italiano que cruce por los Alpes. Monten una "Guardia Permanente" y todo aquel que venga desde Francia, que sea detenido inmediatamente, bajo cargos de "conspiración" y "complicidad" con esa rata de Juan Calvino.- Ordenó, mientras que se iban dirigiendo para llevar a cabo las órdenes. 

Normandie y Milleris salieron del Cuartel General instalado, caminando por los senderos que conducían hacia el campamento de las tropas francesas e italianas rebeldes. El aire fresco de la Primavera, llegando el Amanecer, los mantenía despiertos y llevaban varios días así, deambulando y trazando nuevas ofensivas para reconquistar las plazas perdidas. 

- ¿Qué crees, Normandie?.- Preguntó su amigo pelirrojo.

- ¿Sobre lo ocurrido en París?. Es un asunto muy serio. Esto puede traernos muchos problemas en el Futuro.- Advirtió Normandie, caminando cerca del otro y tratando de llegar a una conclusión.- 

- Nunca en mi vida creí que un tema religioso, desde la Edad Media, volvería a golpear Europa y esta vez es más serio. Nos estaremos viendo obligados a enfrentarlo en Francia y quién sabe en qué otras regiones.- Advirtió Milleris, mientras que el viento movía sus cabellos rubios.

- A este paso y con el Ejército en Italia, nos veremos obligados a luchar en varios frentes. El Rey Francisco I está cometiendo un gravísimo error en subestimar a sus adversarios. Los Italianos son gente guerrera, no se van a quedar de brazos cruzados. Recuerda lo que le pasó a los Anjou durante las "Vísperas Sicilianas", los expulsaron a patadas. Esto mismo está pasando en Parma.- Señaló el pelirrojo con tono serio.- Escucha, si llegamos a perder esta guerra, al volver habrán muchos problemas.

- Solo espero no tener que lidiar con los Calvinistas Hugonotes, los mismos a los que Su Majestad mandó a fusilar y ejecutar durante la "Noche de San Bartolomé". Lo único que podemos esperar es que esta guerra termine pronto y volver a Francia.- Finalizó el rubio y de ahí pusieron rumbo hacia una habitación que tenían para dormir un poco tras semejante semana de reuniones importantes.

Basilio, Lyudmila, Sofía, María, acompañados por los Hermanos Mario y Doménico y con un nutrido Contingente de Milicianos Italianos pusieron rumbo hacia Rávena, atravesando regiones que habían sido saqueadas por los Franceses, sus campos incendiados, las casas destruidas junto a sus poblaciones expulsadas de allí. 

- No se separen, llegaremos a las proximidades de Rávena antes del Crepúsculo.- Pidió Mario, mientras que los conducía junto a Coligliari, Capitán de las Milicias Locales de esa región y un nutrido Destacamento ítalo-hispano con arcabuceros, ballesteros y mosqueteros.

- Mario.- Le llamó Doménico, quien se encontraba en la parte superior de las colinas y su hermano cabalgó hasta llegar hasta su posición.- 

- ¿Qué sucede?.- Preguntó el hermano mayor y éste se quedó sorprendido al ver que, debajo de esas ondulaciones del terreno, pudieron divisar el avance de las huestes francesas que iban hacia el Centro y Sur de Italia.

Se le secó la garganta, no podía creer lo que tenía sus ojos y al espolear a su caballo, el italiano marchó, a velocidad, para donde se encontraban el Capitán Coligliari y el Teniente Germán Paz de Asturias.

- ¿Qué ocurre?.- Preguntó el español.

- Hay que ir desde el Oeste, los franceses están avanzando desde el Norte para el Centro y Sur.- Les contó esas novedades.

- Mierda y Rávena está en el medio de todo. Déjenme enviar un mensajero para que lleve las noticias hasta allá.- Pidió Coligliari pero tuvo que desecharla al instante, el peligro de que fuera interceptado resultaba mucho más complicado, serio, para ellos, así que se tuvo que seguir con el plan de Mario.

Marcharon hacia el Oeste, evitando cruzarse con los enemigos. En muchos persistía el deseo de combatir contra los extranjeros y así recuperar sus tierras, sin embargo, sus Comandantes tenían la orden de no entrar en fase de lucha hasta que estuvieran en Rávena. 

María cabalgaba cerca de ellos pero mantenía un profundo silencio, siempre a base de señas y gestos con sus manos y el rostro, la joven Paleóloga llevaba toda una Armadura con Yelmo que le cubría el cuerpo, con excepción de su rostro y en donde muchos pensaban que se trataba de un hombre, debido a que no parecía ser una persona femenina en el pleno sentido de la palabra. En un momento dado, tal y como Mario había dejado establecido, terminaron llegando hasta Rávena, rodeada por aquellas colinas, la ciudad enfrente y con uno de los promontorios que se alzaban cerca de ellos, los condujeron hacia un antiguo edificio desgastado por el paso del tiempo y de ahí vieron al hombre que los estaba esperando, de pie y exhausto pero sin dejarse vencer por las adversidades. 

Basilio fue el primero en desmontar y corrió para abrazar a su Tío Nicolás, quien respondió a aquel gesto y de ahí se sumaron Lyudmila, Sofía y María, quien se había quitado el Yelmo, revelándose ante ellos, dejando sorprendidos a los Soldados y Milicianos que los acompañaban. Los ojos del griego historiador y arqueólogo se empaparon de lágrimas, sin soltarse de aquel agarre tan especial. Se sentía feliz de ver a sus sobrinos nuevamente tras muchos años de estar fuera de Moscú.

- No saben la felicidad que me da el verlos a ver, niños. Dios, ya están crecidos y pronto llegarán a la adolescencia.- Quedó sorprendido Nicolás y tras reírse de aquello mismo, respiró hondo.- Me da un gusto enorme de que estén aquí. Me imagino que sus padres no se lo tomaron con mucha facilidad.- Añadió éste.

- No, ellos no querían que fuéramos pero fue Genadio quien dijo de que a la familia no se la abandona, por lo que nos vinimos desde Moscú hasta aquí.- Respondió Lyudmila con franqueza en su voz.

- Ya veo.- Comprendió el historiador, mientras que se ajustaba sus lentes.

- Igualmente, tío, ¿por qué no nos enviaste una carta?. Tu "desaparición" nos tuvo preocupados a nosotros.- Indagó Sofía con curiosidad y eso no lo podía negar Nicolás, por lo que les hizo una seña para que le acompañaran hasta el interior del viejo edificio de piedra.

Iluminados por las antorchas y resguardado por una "Guardia de Mosqueteros Españoles", fueron alcanzando una zona que los dejó sorprendidos al tener, frente a ellos, a aquel personaje que había sido el responsable de la "Caída del Imperio Romano de Occidente". Basilio dio el primer paso y posó su mano sobre la base de mármol.  Sintió el frío y el pasar de las Eras, los Siglos que transcurrieron desde el año 476 D.C en adelante. Llegando al Siglo XVI; el chico sintió que todo su Mundo crecía y se ampliaba hasta donde sus ojos podían alcanzar con la vista.

Maravillado. Palabras que él mismo podía escribir, plasmar en algún libro de la Historia para la posteridad. Cerró los ojos, intentando evitar que lo vieran llorar de la emoción y al voltearse, éste supo de que era tarde para ocultar ese sentimiento que llevaba consigo.

- Esto...Esto es como si estuviera soñando...No...No puedo creer que lo tenga tan cerca mío.- Alegó el chico con emoción en sus ojos, mientras que Nicolás caminaba hacia él y ponía su mano en los hombros.

- Lo es. Llevó su tiempo y no solo eso, sino de que he hallado esto.- Mostró aquel antiguo libro de cuero duro color marrón oscuro, alzándolo ante la vista de sus sobrinos.- El "Diario de Sir Percival".- Añadió y los ojos de los chicos brillaron como si fueran Perlas por esa información contenida en sus páginas.

- ¿Podemos...?.- Inquirió María pero justo llegó un Soldado de la Infantería Española.

- ¡Los Franceses se acercan!.- Alertó éste y de ahí salieron al exterior, encontrándose con los presentes estaban movilizando la Artillería, la Caballería y demás fuerzas que eran apostadas en los muros para proteger el lugar de cualquier intento de invasión enemiga.

Nicolás y María fueron los primeros en subir a las empalizadas levantadas, al viejo estilo Romano y con ello observaron el Norte. El horizonte estaba plagado de columnas de humo de distintos colores y los cañonazos, ubicados en la distancia, llevaron a que tomaran el tiempo para establecer una defensa.

- Saben que necesitan Rávena para cerrarles el tránsito a las rutas de suministros que tienen las Ciudades Italianas a favor de España. El tema va a ser aquí.- Advirtió Nicolás a la Princesa que tenía a su lado.- ¿Qué piensas hacer?.- Preguntó, mientras que ella se colocaba el Yelmo en su cabeza.

- Saldré a combatir, como debe ser. Que Basilio y sus hermanas se queden aquí.- Pidió la joven.

- Ellos no saben a quedar de brazos cruzados. Defenderán esta posición a cualquier costa.- Advirtió Nicolás, mirando a la chica.

- Si lo hacen, si salen al campo de batalla, yo los protegeré. No me gane el apodo de la "Princesa de las Mil Máscaras" por nada.- Respondió ella y tras subirse a su caballo de batalla, blandir la espada, salió cabalgando para el frente junto a la Caballería.

Al frente, los Ejércitos de Francia estaban marchando hacia la Ciudad de Rávena. Los Generales y el Rey Francisco I iban al frente, mientras que los artilleros tomaban posiciones de tiro para los cañones. En un momento dado, el Monarca francés ordenó parar el avance, alzando una mano al aire y con ello quedaron detenidas las primeras filas de la Infantería Ligera y Pesada. Los que llevaban arcabuces y mosquetes permanecían con el Rey de Francia y la Caballería también.

- La Ciudad de Rávena.- Inspiró hondo aquel peli negro. Sus Generales se acercaron hasta él.- La última Capital que emplearon los Emperadores desde el Siglo III al V D.C para escapar de la decadente Roma. La misma que vio su caída en el año 476 D.C cuando el Jefe Odoacro de los Hérulos y sus Ejércitos llevaron a cabo un golpe contra el Emperador Rómulo Augusto, siendo éste un niño colocado por su padre, el General Flavio Orestes y su familia. Odoacro mandó al chico a Nápoles con los suyos, perdonando su vida y enviándole un estipendio de 6000 Sólidos. Los Hérulos se establecieron en Italia, consiguiendo las mejores tierras y con ello tuvieron a su Rey de Italia, el hombre que causó la "Caída del Imperio Romano de Occidente", además de querer traer de regreso a Julio Nepote, ya que ellos apoyaban al verdadero Emperador.- Señaló el Rey y de ahí quedó un momento en silencio.

- Todos los Generales han llegado a la conclusión de que, una vez derribada esta última "Línea de Defensa", todo el Norte de Italia quedará bajo su control, Mi Rey.- Le informó uno de los militares que estaba a su lado.

- Lo sé.- Comprendió Francisco I.- Lo sé.- Repitió esa palabra y quedó con los ojos cerrados un momento, sintiendo el viento que venía desde el Mar Mediterráneo acariciar su rostro, barba y cabellos.- Que se preparen para tomar esta zona.- Ordenó y de ahí se dio por iniciada la ofensiva.

Primero avanzó la Caballería de Francia, acompañada por los Batallones de Arcabuceros y Mosqueteros. Los cañones comenzaron a bombardear las primeras posiciones enemigas, sobre todo el área de la muralla, donde varias secciones se desprendieron, cayendo contra el suelo, cubriendo el mismo con el polvo y los escombros. 

- ¡Que abran las puertas!.- Ordenó el Capitán Cagliari del 3*Batallón de Mosqueteros a Caballo.

Pronto, saliendo en formación, las tropas ítalo-hispanas fueron hacia el campo de batalla bajo el mando de María Paleóloga. La muchacha estaba vestida, de pies a cabeza, con su Armadura que la protegería de los disparos, así como también con su Yelmo y gracias a su "aspecto" varonil, ésta enfiló para donde avanzaban los Franceses.

Basilio corrió y oteó el horizonte, viendo el combate que se estaba desarrollando en esos momentos. En sus manos sostenía el "Diario de Sir Percival", pensando en sus secretos, lo que aquel Caballero del Rey Arturo pudo haber visto y lo que los unía, tanto Romanos, Griegos Bizantinos y lo ocurrido en los tiempos de la Alta Edad Media.

- No me voy a quedar de brazos cruzados, si entran, denme una espada.- Pidió a uno de los Soldados que se encontraba allí.- Sé combatir, mi abuelo Genadio me entró junto a mis hermanas.- Alegó y viendo que Nicolás asentía con la cabeza, demostrando que era verdad lo que su sobrino decía, le hicieron entrega de aquella arma para que pudiera defender la fortaleza por si el enemigo conseguía entrar.

 [Nos quedan tres capítulos y termina esta Segunda Saga. ¿Qué pasará de ahora en adelante? ¿Lograrán vencer a las Fuerzas de Francia?. Eso lo veremos en el capítulo V.

Cuídense, amigos. Nos estamos viendo y hasta la próxima.

Buen Domingo de mi parte, Camaradas.].


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