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Capítulo III

Capítulo III:

Una auténtica demostración de fuerza había tomado a los gauchos y civiles, tanto naturales como extranjeros, que integraban a la población de la Isla Gran Malvina y su rebautizada Capital, Puerto Argentino, con la llegada de la "Legión Águila", compuesta por una gran variedad de grupos étnicos y comandados por aquella chica de cabellos rubios como el Sol, el trigo y el Oro, ojos celestes y uniforme imperial con un estoque para su espada. El propio Antonio Rivero, Líder de la Rebelión, pensó de que podría tratarse de alguna treta, una jugarreta por parte de los ingleses pero cambió de opinión cuando llegaron las huestes citadas. 

A su vez, Inglaterra no se había quedado de brazos cruzados y decidieron enviar una "Fuerza de Tareas" integrada por varios navíos con cañones y hombres armados con el fin de recuperar las Islas y su Capital, llamada "Port Stanley" pero la cuestión era que entre los malos vientos y la falta de una coordinación exacta, además de la distancia, entorpecían las maniobras de ataque y más ante el problema que representaba ir a luchar a una tierra que ellos desconocían. 

Desde el Cuartel General instalado en Londres, el General Douglas Hayes, entrado en los 40 años, se encontraba bebiendo una taza de té traída por uno de sus Sirvientes mientras que refunfuñaba ante la carta que le habían enviado sus Superiores.

"Del Alto Mando y por orden expresa de Su Graciosa Majestad, la Reina Victoria I al General Douglas Hayes: Es nuestro deber informarle de que ha sido nombrado Comandante de la Fuerza de Tareas que emprenderá acciones para sofocar la revuelta ocurrida en Porta Stanley, Islas Malvinas. Partirá dentro de una semana con las naves de guerra listas y con las tropas asignadas.

Desde ya le deseamos buena campaña.

Lord John Ponsonby, Primer Vizconde y Embajador del Reino Unido en la Confederación Argentina"

Aquel militar de cabello rubio con tonos un tanto canosos arrugó la carta y la tiró a la chimenea, mientras que le ponía un poco de azúcar a su té, maldiciendo a aquella "Víbora" de Ponsonby por haberle destinado una misión imposible y alejada de su tierra natal. Los años en los que había luchado por la Corona se vieron mermados por las nuevas generaciones de militares de oficina, flojos, incompetentes y que no tenían espíritu de lucha. Aquellos a los que había enfrentado, en duras peleas verbales y hasta casi irse a las manos, le llevaron a muchos juicios e incluso la amenaza de degradarlo pero, por petición de su familia, fue destinado a un trabajo de oficina, cosa que le repugnó y más al tener que ver y oír a los que no eran nada más que parásitos.

- Años luchando, incluso me rompí el culo por proteger a la Corona de Napoleón Bonaparte I de Francia ¿y qué recibo?. Esto, rodeado de idiotas, cobardes que se cagan en los pantalones al oír el primer tiro de cañón. Yo amaría por volver a escuchar semejante melodía, es tan placentera como el olor de la pólvora en los combates.- Decía aquel hombre rubio, mientras que miraba hacia los muelles, donde se estaban embarcando sus fuerzas.- Esos chicos, si no conocen muy bien el terreno, el clima e incluso a su enemigo, se convertirán en la presa de los argentinos.- Miró con seriedad y hasta demostrando un tono paternal, ya que eran jóvenes los que iban hacia allí.- Si los idiotas de nuestros "primos" del otro lado del Atlántico, los Norteamericanos, no se hubieran metido con esas islas, yo estaría tranquilo, dirigiendo a mis tropas contra los revoltosos en Europa. ¿Acaso se olvidaron de que sigue presente la amenaza contra las Monarquías?. Son todos unos idiotas buenos para nada.- Aportó el General y de ahí oía que alguien abría la puerta.- Adelante.

- Buenos días, Mi General.- Saludó un muchacho pelirrojo, quien hizo una reverencia y portaba su uniforme de Oficial.

- Aww, Joven Thompson. Por favor, entra y siéntate.- Le invitó el militar al chico, quien obedeció y de ahí pasó a servirle un poco de té.- ¿Te han asignado como mi Lugarteniente?.

- Así es, General.- Respondió Jeremy pero el rubio canoso alzó una mano al aire.

- No me trates de esa manera, te conozco desde hace años y hasta podría considerarte como mi hijo. Dirígete de un modo más normal.- Le aconsejó, animándolo al joven y éste asintió, aunque estaba algo nervioso.- Bueno, ¿qué noticias me traes?. Ese cerdo de Ponsonby va a mandarnos al culo del Mundo por unas islas que ni nos pertenecen.- Señaló con bronca.

- Y que lo diga. Muchos Soldados están con dudas y hasta algunos han presentado "Reportes por Enfermedad" o que van a ser padres. No quieren ir, en simples palabras, quieren quedarse aquí, con sus familias y yo los entiendo.- Habló Jeremy, mientras que se reclinaba en la silla y miraba hacia el techo, lanzando un suspiro.- Maldita sea, no veo la hora en la que me vaya con mi novia y mi familia a la campiña para dedicarme al campo. Lejos del campo de las guerras- Argumentó y Douglas podía ver unas ojeras muy marcadas en los ojos del joven.

- Te entiendo pero escucha: Vete a dormir un rato, lo necesitas. Estás como un zombie y eso te hará daño, sobre todo de que vamos a estar en medio de un clima gélido.- Le aconsejó y tras levantarse de su asiento, Thompson se despidió de Douglas.

- Gracias, iré a descansar un rato. Estaré atento a cuando me llamen.- Sostuvo y tras cerrar la puerta, el rubio canoso se quedó mirando hacia afuera, con sus manos contra la espalda, pensativo, mientras que veía pasar a un grupo de Oficiales que reían escandalosamente y sin parar.

- Imbéciles, me gustaría que tuvieran las mismas agallas que yo tuve por defender a este país y ustedes van robándole tierras a otros que ni daño nos hicieron. Se nota que solo piensan en el dinero pero la gente la está pasando muy mal con el hambre por las calles.- Mostró una expresión de ira, apretando los dientes y de ahí se daba la vuelta, cerrando las cortinas.- 

¿Quién lo diría?. Pocos días después, habiendo llegado la hora de embarcarse, tanto el General Hayes como el Teniente Thompson fueron despedidos, con los mejores honores y hasta pompas, en Londres, por sus colegas y Camaradas de Armas. La propia Reina Victoria I estaba allí, deseándoles buena suerte, mientras que él, frío y duro, se giraba, ordenaba levar anclas, que desplegaran las velas y lanzar un ruego a Dios de que la travesía no se convirtiera en un viaje sin retorno. 

Los días se volvieron monótonos, aburridos. Muchos de los Infantes de Marina y Soldados Británicos estaban cansados, miraban, desde la cubierta, la extensa e infinita superficie del Océano Atlántico, algunos no hacían nada más que dormir en sus literas, casi todo el día, salvo para la hora de almorzar y cenar. Otros estaban entrenándose para el desembarco, pero tampoco faltaban las peleas por tonterías, rencillas porque a alguien le había desaparecido sus botas, un paquete de tabaco o incluso de que robaban la comida de las bodegas, llevando a que Hayes tuviera que asumir el papel, no solo del Comandante de la "Fuerza de Tareas", sino también el de "Comisario", "Alguacil", evitando de que todo escalara en un posible motín.

- ¡Esto es una estupidez! ¡Vamos hacia unas tierras que no son nuestras!.- Exclamó uno de los marineros.- 

- ¡La enfermería está llena de Soldados que presentan casos de mareos y hasta envenenamiento en la comida!.- Protestaba uno de los médicos ante Hayes, quien se hallaba en su Camarote, agarrándose la cabeza, cansado y con unas profundas ojeras.

- ¡Señores! ¡Señores! ¡SEÑORES!.- Se levantó el viejo General, poniéndose de pie ante ellos.- ¡¿Acaso creen que soy un estúpido?! ¡Ya sé de que hay tres millones de problemas aquí y en las otras naves pero recuerden que aceptamos encabezar esta empresa para recuperar esas tierras! ¡Y tampoco soy un ciego ignorante, Señor Hobbs, ya sé que esas no nos pertenecen pero debería decírselo a Su Graciosa Majestad al respecto!.- Apuntó hacia el marinero.- Ahora, por favor.- Pidió, bajando el tono de voz y tomando una pastilla para el dolor de cabeza.- Vayamos resolviendo, uno por uno, estos asuntos, ¿sí?. Doctor Fredericksen, trasladaré a los que no están tan enfermos a los otros navíos.- El médico asintió con la cabeza.- Perfecto, ahora que sus protestas están satisfechas, dejen pasar a los demás miembros.- Pidió y de ahí fue instaurando el orden en su flota hasta que llegó el día en el que arribaron a su destino. 

Hacia el Amanecer, desde las playas, un húngaro estaba vigilando la línea de la costa cuando divisó una formación en el Horizonte. Éste llamó a su compañero y le transmitió el mensaje que debía llevar a caballo hasta la Comandancia y alertar a los presentes de que el enemigo ya había llegado. No tardó un rato en llegar y de ahí arribó el alerta para Tanya y Rivero, quienes tomaron las armas y se prepararon para enfrentarse al enemigo.

- Adelante, que desciendan los botes.- Ordenó Hayes a los suyos.

- Varios cabos están humedecidos y corremos el riesgo de que se destruyan los mismos al descenderlos.- Advirtió el Coronel Colbert, mientras que se escuchaba el chirrido de los cabos que estaban, en su mayoría, atascados y costaban descender los botes al agua. El General británico maldijo ese momento en su voz, para sus adentros, aquella maniobra fallida significaba un presagio.

- Que traigan aceite, de prisa, tenemos que tomar la costa ya mismo para establecer una cabeza de playa.- Ordenó Hayes, mientras que se secaba el sudor frío de su frente.

- ¡A la orden, Mi Lord!.- Exclamaron los militares.

Desde la línea costera, Tanya tenía un telescopio en su mano, observando y calculando cuántos barcos eran y a qué distancia estaban. Rivero, José Antonio y los suyos estaban preparando el plan de ataque para cuando desembarcaran, sin embargo, la chica se adelantó, chasqueó los dedos e hizo unas señas a los suyos, quienes desplegaron arcos y ballestas, encendiendo sus flechas y teas, formando una línea perfecta de tiro hacia los navíos.

- ¿Qué hacen?.- Preguntó José Antonio.

- Los británicos tienen la "costumbre" de atacar con sus cañones, nosotros les daremos una "cálida" bienvenida.- Respondió Tanya, mientras que sus arqueros y ballesteros tensaban y de ahí mantenía su mano en el aire, suspendida.

- Hay demasiada calma. Mucha.- Advirtió el Teniente Thompson, observando con un telescopio la posición, el lugar al que iban a desembarcar. El General Hayes caminaba de un lado para el otro, inquieto, nervioso, fumando su pipa a más no poder y tratando de calmar los nervios.- "No soy supersticioso, pero siempre han dicho que, al momento de una operación militar, si algo no sale de acuerdo al plan, es allí donde pueden surgir problemas muy serios, demoras".- Pensó aquel muchacho hasta que notó un brillo muy raro en la costa.

- ¿Lo viste?.- Preguntó el Coronel Colbert, señalando hacia ese punto.- Allí, mira, otra vez.-

Jeremy asintió y volvió a mirar con el telescopio, notando aquel brillo y luego desaparecía. Parecía que estuviera "corriendo" de un lado para el otro, sin embargo, cuando las cañoneras estaban por iniciar un "Bombardeo de Saturación", con el objetivo de diezmar la moral del enemigo, al momento de voltearse, percibió algo en el aire. Un tintineo.

Se volvió, girándose sobre sus talones y pudo ver cómo unas misteriosas "puntas" caían desde el Cielo, cubriendo, por unos segundos, el Sol y de ahí impactaban contra las cañoneras "King Charles" y "Wessex", produciendo un incendio en las cubiertas de ambas.

- ¡EVAQUEN LA NAVE! ¡A LOS BOTES SALVAVIDAS!.- Pedía el Capitán Watson del "King Charles I". Las llamas habían empezado a extenderse por gran parte de la cubierta, llegando hasta el mástil principal, consumiendo madera, sogas y la vela, incluso poniendo en riesgo al Vigía Wells, quien tuvo que pegar un salto y arrojarse a las gélidas aguas y siendo rescatado por el primer bote que fue arriado. 

- ¡NO PODEMOS PERDER LOS SUMINISTROS Y LAS ARMAS, CAPITÁN, TENEMOS QUE APLACAR LAS LLAMAS!.- Se acercó el Contramaestre Terry, cargando varios baldes con agua pero sus esfuerzos eran en vano. Una explosión hizo temblar al barco y el agua, provocando olas que golpearon al "Wessex" por completo, haciéndolo, casi, colisionar, con los otros navíos que estaban cerca, cosa que amortiguó el timonel a toda prisa.

Hayes se quedó mudo, ¿acaso los argentinos se estaban defendiendo de esa manera?. No, él no había combatido durante las "Invasiones Inglesas" pero había oído las historias de muchos Soldados y de los Comandantes Beresford y Whitelock, quienes tuvieron a cargo esa misión, de que los civiles y militares se habían defendido como auténticos Leones. Ahora parecía estar viviendo la misma escena, pero desde otra época muy alejada a las de inicios de 1800.

- General, están evacuando al "King Charles I". Ha volado el polvorín. Imposible de recuperar.- Se acercó Colbert para darle ese mensaje sumamente importante.  

De golpe, desde las cañoneras "Yorkshire", "Dolchester", "King Henry VIII" y "Anna Bolena" se empezaron a oír una serie de cañonazos directos contra las posiciones enemigas, llevando a que Hayes corriera para hacer señas.

- ¡NO! ¡AÚN NO ES EL MOMENTO, NO ABRAN FUEGO! ¡PAREN! ¡DETENGAN LOS BOMBARDEOS!.- Ordenaba a viva voz pero era en vano lo suyo.

Los proyectiles estaban impactando cerca de las líneas costeras, aún así, los rebeldes no se movían ni un centímetro. Tanya los miraba con una sonrisa burlona en su rostro, por lo que alzó su mano al aire y de ahí hizo un nuevo gesto para que un nuevo "Escuadrón" disparara sus flechas contra los objetivos. 

Los Capitanes de aquellos navíos estaban expectantes, parecía que el plan había resultado, a pesar de los gritos del General Hayes, quien intentaba detener los bombardeos hasta que fue tarde. Cundió el silencio, el aire mismo parecía que se volvía mucho más gélido hasta que, de repente, lo oyó venir.

- Oh no...- Alzó la cabeza, por instinto y allí y las vio venir. Una gran cantidad de flechas en llamas cayeron contra las cañoneras. La "Yorkshire" empezó a incendiarse por completo, muchos tripulantes saltaban a las gélidas aguas y nadaban hacia los botes, provocando que muchos tuvieron que arrojarlos de vuelta para evitar el sobrepeso. El "King Henry VIII" presentaba una serie de incendios en la proa y la cubierta. La vela principal estaba ardiendo sin parar y los marineros luchaban por extinguir las llamas que amenazaban al Arsenal. La Cañonera "Anna Bolena" y el "Dolchester" maniobraban para evitar aquella letal lluvia de proyectiles. Se podían oír gritos y habían heridos, así como también algunos desgraciados que fueron alcanzados por las flechas, quedando tendidos, inertes, contra el piso, mientras que la sangre comenzaba a correr sobre las vetas de la madera y los médicos intentaban salvar a la mayor cantidad de heridos.

Hayes sintió que se le secaba la garganta, su estómago se achicó. Tapó su boca con la mano derecha, intentando no vomitar ante tanta presión que estaba sufriendo. Se sintió enfermo, pálido, su presión sanguínea bajó y fue asistido por el Teniente Thompson.

- ¡Traigan a un médico, de prisa! ¡El General Lord Hayes no está bien!.- Pedía a viva voz, mientras que llegaba uno de ellos.

- Está muy débil.- Examinó el Dr. Huntington.- Debemos llevarlo al "Camarote del Comandante" inmediatamente.- Pidió cuando, de golpe, una explosión hizo temblar a la nave Central.

Thompson corrió hacia la proa y vio, horrorizado, cómo lo que quedaba de la Cañonera "Yorkshire" había estallado, producto de las llamas desatadas, alcanzando al Arsenal, llevando a que se partiera a la mitad, mientras que su tripulación y el Capitán habían conseguido huir de allí. 

- Teniente...Teniente...¡Teniente Thompson!.- Hizo Hayes el mayor esfuerzo para ponerse de pie.- ¡Que toquen retirada, debemos poner a los barcos fuera del peligro!.- Pidió éste y se desmayó contra la camilla.

El pelirrojo supo que ya no había opción para desembarcar, en aquellos momentos, sobre la Isla Gran Malvina y asaltar la Capital. Meneó la cabeza. Era un suicidio, aquellos botes no podrían hacer frente a la posible defensa y quién sabía si el enemigo había conseguido levantar fortificaciones alrededor de la pequeña urbe capitalina. Él también sintió que su corazón latía a más no poder por semejante acto de defensa.

Miró hacia la costa, los botes salvavidas dieron media vuelta, incluso aquellos que habían descendido al principio, tuvieron que posponer el desembarco, mientras que los supervivientes del "Yorkshire" eran recogidos por el "Dolchester" por órdenes del Capitán Lord Wallace de Sussex. 

- ¡Lord Wallace, nos retiramos, transmita esta orden del General Lord Hayes!.- Le informó Thompson y de ahí se hicieron cargo de dicha tarea.- "Sean quien sea el o los que están dirigiendo la defensa de las Islas...debo felicitarlos. Eso, a pesar de ser una maniobra muy primitiva, de la Edad Media en atacar a los barcos con flechas en llamas, ha llevado a que me siento orgulloso de mis enemigos. Estoy seguro de que el General Hayes querrá conocerlos, al igual que yo...Solo espero que esto no dure tanto tiempo".- Pensó el pelirrojo, sintiendo esa mezcla de respeto pero también de preocupación.

Pronto, la "Fuerza de Tareas" retrocedió. Atrás quedaba el naufragio del "Yorkshire", el cual había perdido a 15 tripulantes, así como también el Arsenal que había volado por los aires por los incendios desatados y de ahí partían para una zona donde pudieran trazar mejor el plan de asalto y recomponer las filas.

A su vez, en las playas y acantilados, en medio de los restos que dejaron los cañonazos, Tanya dio el aviso de que los Británicos se estaban retirando, por lo que miró a su gente. Algunos gauchos e indios estaban atendiendo a un par de heridos, sin embargo, la muchacha notó algo más.

- Hay tres muertos de nuestro bando, Tres ballesteros y un arquero. Eran de España y uno inglés: los Hermanos Pedro y Ramiro Berenguer y John Watson. Mantuvieron su posición y consiguieron volar por los aires el navío enemigo que vimos.- Le informó el Teniente Békési de Hungría, señalando el lugar en el que estaban los caídos, cubiertos por unas sábanas blancas.

- Quiero verlos, por favor.- Pidió la muchacha y el húngaro ordenó sacar aquellas cubiertas, revelando los cuerpos de los caídos, quienes presentaban heridas en el pecho y cuello, producto de la metralla lanzada.

Rivero y José Antonio se acercaron pero permanecieron a unos metros para respetar ese momento. La muchacha besó las manos de los tres caídos y depositó una Moneda de Oro sobre sus ojos.

- Como en la Antigua Grecia y Roma.- Dijo Antonio Rivero al italiano emigrado a la Argentina, dando aquel susurro.- 

- Ustedes han cumplido muy bien su misión. Ahora pueden partir en paz, Camaradas. Espero que puedan reunirse con los suyos en los Campos Elíseos y en el Valhalla.- Les deseó ella, mientras que desenfundaba su espada y hacía aquella seña de respeto proveniente de los tiempos de la Antigua Roma.- ¡SALVEN NUESTROS CAÍDOS! ¡SALVEN NUESTROS HERMANOS DE ARMAS!.- Dio aquel grito para que se oyera por todo el lugar.

- ¡SALVE!.- Exclamaron sus tropas.

- ¡MILES SUM, MILES ROMANUS!.- Dio aquel grito en Latín Antiguo, proveniente de las "Legiones" y éste se expandió entre los suyos, oyéndose, además, el golpe de las armas contra unos escudos que portaban consigo.

- Veo que, a pesar de ser Cristiano Ortodoxos, todavía conservan ese Paganismo dentro de ustedes.- Indagó José Antonio, acercándose a Tanya, quien se levantaba del suelo y de ahí partían para incinerar los cuerpos de los caídos a la manera Celta.

- ¿Disculpe?.- Preguntó la chica pero el italiano señaló hacai aquel camino que tomaron sus hombres.

- Eso: Ustedes son Paganos pero manteniendo su fidelidad a Cristo.- Apuntó.

- Lo seremos, porque es parte de nuestra Naturaleza. Ustedes, los Italianos, también han sido Paganos hasta que el Emperador Teodosio I El Grande declaró al Cristianismo como la nueva religión del Imperio Romano pero cometió excesos muy terribles como cerrar el Templo de Júpiter Óptimo Máximo y prohibir los "Juegos Olímpicos", así como también condenar al fuego los libros de Hipatia de Alejandría, cosa que San Anselmo le recriminó, muy duro, al Emperador Romano, de que estaba cometiendo actos muy horribles. Sí, aunque lo sea, por nuestra sangre sigue fluyendo ese espíritu Pagano donde veneramos a nuestros Ancestros, admiramos a las Deidades del Panteón pero también somos Cristianos Ortodoxos por Bizancio.- Dijo la chica con un tono tranquilo pero serio.- Ahora, ¿eso es un problema...?.- Preguntó, deteniéndose al no saber el nombre de aquel joven.

- José...José Antonio de Italia.- Se presentó.

- Tanya Ivanisevic, 4*Condesa de Moscú, Kiev, Minsk y los Balcanes, incluyendo Serbia.- Dijo ella, estrechando su mano y besándola, además de hacer lo mismo en sus mejillas.

- ¡José, Señorita Ivanisevic, vengan, Antonio Rivero ha llamado a una nueva reunión y de ahí vamos a prepararnos para "recibir" a los ingleses!.- Se acercó uno de los indios Charrúas para informarles acerca de lo que iban a hacer a continuación.

- Andando.- Pidió Tanya y partieron, de regreso, para Puerto Argentino.

[Ufff, lamento mucho haberme demorado en actualizar este capítulo. No saben cuánto lo lamento pero que tuve que cerrar otros frentes y demás, quedé fusilado y sin mucha inspiración. Igualmente seguiré, así que no se preocupen.

Bueno, hemos conocido a nuevos OC, en el bando Británico y veremos cómo sigue la historia. 

Espero que les guste. Mando saludos y agradecimientos para ElLinternaVerde2814FMrR199eltíorob95 y los demás seguidores.

Cuídense, amigos y que tengan un buen día Domingo de mi parte.].

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