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Capítulo II

Capítulo II:

Un cañonazo tras otro se hicieron sentir sobre las tierras de Lepanto, Grecia. Allí estaba teniendo lugar una de las batallas más feroces entre la "Liga Santa" y el Imperio Otomano, quienes medían sus fuerzas durante aquel encuentro y no cedían ni un ápice del terreno. Por su parte, parapetados en una fortaleza y respondiendo a los bombardeos enemigos con sus cañones y armas de fuego, una muchacha de largos cabellos rubios, ojos celestes, lápiz labial rojo, cintura esbelta y con una Armadura de Placas que cubrían su pecho y espalda, no paraba de disparar contra los invasores. 

Cuando un grupo consiguió abrir una brecha en la muralla, la chica fue a ayudar a sus Camaradas de Armas, entre ellos habían españoles que habían ido allí para frenar el avance de los Otomanos en Europa, ya que, bajo el reinado del Sultán Solimán I El Magnífico, dicho Imperio había dejado atrás la "Paz" que impuso Mehmed II El Conquistador y ahora estaban abocados en conquistar nuevas tierras y no se detenían ante nadie. Pronto, los Ejércitos Cristianos y Otomanos chocaron en un feroz combate y la muchacha rubia se abrió paso, matando a todo enemigo que se interpusiera en su camino.

- ¡Eh, Asteria, deja un poco para nosotros!.- Pidió un hombre joven, cabello y barba castaña clara, vestía una chaqueta con botones café, pantalones rojos y botas, además de contar con un peto y el Casco español. La joven ensartó a otro Otomano que venía para asestar su golpe letal, mientras que ella se giraba para hablar con su amigo.

- ¡Ahhh, vamos, Miguel de Cervantes Saavedra, no seas aguafiestas!.- Bromeó la rubia y de ahí hizo una seña para que los cañoneros dispararan contra las posiciones enemigas, justo en donde estaba emplazada la Artillería enemiga, consiguiendo una importante victoria, momentánea, contra el invasor.- ¡Mejor muevan las patas, chicos, que si no me aburro!.- Les "invitó" y de ahí tomó su arcabus, con el cual disparó contra un grupo de adversarios que iba subiendo aquellas colinas hacia las fortificaciones.

Miguel no se iba a dejar replantear eso y con sus Camaradas se unieron para despejar el camino, consiguiendo asegurar la pendiente y con ello obtener una importante victoria sobre los Otomanos, quienes no cejarían en dar batalla hasta conseguir lo que buscaban.

Al llegar el Atardecer, ambos bandos pactaron para poder retirar a sus muertos y heridos, sepultar a los primeros y darles asistencia médica a los segundos. Dentro de la fortaleza, mientras que las murallas eran reparadas y la Flota de la "Liga Santa" patrullaban las Costas Griegas, Asteria se había quitado su peto para poder respirar. Sus atributos, un tanto prominentes, herencia de sus Antepasados, le impedían respirar bien y tuvo que conseguir que le forjaran una protección un poco más acorde al tamaño de sus pechos, por lo que, ahora, podía sentirse mejor. Vio que el escenario quedaban las secuelas de la Batalla de Lepanto, sobre todo en las playas, en donde los barcos, tanto amigos como enemigos, eran pasto de las llamas y los cuerpos de los caídos cubrían la región, "pintando" las aguas con su sangre. 

Dirigió su mirada, hacia abajo de las colinas, para donde estaban los prisioneros Otomanos, los cuales serían entregados a cambio de la libertad de los Cristianos tomados como rehenes por los enemigos, mientras que se apoderaban de todo lo que habían dejado esos adversarios, en especial la pólvora, comida, pertrechos de guerra y los cañones. 

- "No me imaginé una lucha así...Tan igualitaria, tan...aterradora...Uno tiene que agradecerle a Dios de que estamos vivos. Hoy tuvimos bajas, al igual que en los otros días y aunque mi personalidad sea de una mujer duran y fría, aguerrida, también tengo ese sentimiento de empatía hacia mis Camaradas de Armas, ya que muchos tienen a sus familias en España, Inglaterra, Francia, el Sacro Imperio, Italia, etc. Aún así, esta guerra no parece tener fin y el Rey y Emperador Carlos I/V tendrá que tomar una decisión o de lo contrario tendrá muchos frentes por los cuales atender, al igual para sus descendientes".- Pensaba la mujer, mientras que caminaba de un lado a otro de la cima y veía que algunos estaban preparando la cena de esa noche.

Una mano se movió en el aire y ella fue hasta ellos, encontrándose con Miguel de Cervantes Saavedra, quien estaba encendiendo el fuego y sus Camaradas estaban preparando carne con papas y especias como orégano y otras especias.

- Bueno, bueno, pero miren a quien nos trajo este Crepúsculo: A la bella Señorita Asteria Paleóloga.- Murmuró uno de los amigos de Miguel, Fernando, quien venía de Murcia.

- Oh, vamos, chicos, no sean así. Hacen que me sonroje.- Bromeó la rubia, llevando sus manos hasta la cara y riéndose de ello. Luís, otro de los Camaradas de Armas, le invitó, haciendo a un lado sus cosas, para que se sentara con ellos.

Lo hizo y de ahí, tras calentarse la comida que habían preparado, disfrutando de su aroma y gusto. Asteria probó los primeros bocados, la sazón que Fernando y Luís le habían puesto a la cena era un tanto picante, por lo que tuvo que tomar agua de vez en cuando, evitando no despertar las sospechas y risas de sus amigos.

- Oigan, no sé si se enteraron, pero parece que los Otomanos van a pedir la paz.- Les comunicó Luís esa información.

- ¿De dónde la sacaste?.- Inquirió Asteria con dudas.- Hasta recién estuvimos peleando contra ellos, no creo que piensen ceder estas "Plazas de Armas", ya que las necesitan como zonas de vital importancia estratégica por el Mar Mediterráneo.- Argumentó y hundió su cuchara en el contenido de su plato redondo.

- Lo dijo el Comandante Vázquez de La Cruz, parece ser que los Otomanos se reunieron con ellos y piensan pactar una retirada, permitir que conservemos estos territorios y que se mantendrán alejados de Europa.- Argumentó el joven de cabello pelirrojo.

- Espero que sea verdad. Esta guerra ha tomado mucho tiempo y encima deseo volver a ver a Rusia para ver a mi familia.- Pidió la chica rubia, quien sentía un dejo de pesar por la distancia que le separaba de los suyos.

- ¿Extrañas mucho a Aria y a tu familia?.- Preguntó Miguel y ella asintió en silencio.- Yo también. Sobre todo mi novia. Nos íbamos a casar este año pero justo me enrolé en el Ejército y más porque necesitaba ganar algo de dinero, ya que en mi familia no estamos del todo bien, en el plano económico.- Señaló el que sería el futuro autor de "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha".

- No sabía eso, amigo.- Quedó Asteria, al igual que Fernando y Luís, sin palabras al oír esa revelación.- Ojala puedas volver con los tuyos. Yo quiero volver a ver a mi abuelo, Genadio y Aria, mi hermana, ya que a ella la enviaron para combatir a los Corsarios de Inglaterra y otras Naciones, en defensa de los buques españoles que navegan hacia América.- ¿Me pregunto cómo estará?.

- Tranquila, ya volveremos a casa, solo queda esperar a que los Otomanos y nuestros Comandantes acepten la paz y así terminaremos con esta locura.- Apuntó Miguel, poniendo su mano en los hombros de la chica, quien los miró y de ahí tomó su odre con agua.

- Entonces que así sea.- Señaló.- Ufff, esperen, esto puede sernos de utilidad.- Habló la chica y de ahí les pidió que guardaran silencio y vigilaran. Acto seguido, dentro de una caja que llevaba consigo, sacó una botella de vino que pasó a compartir con sus amigos.

- ¡No! ¡Jajajajaja, la mejor de todas, Asteria!.- Exclamó Luís, emocionado.

- Por eso tenía ganas de brindar, así que, amigos, por una vuelta a casa pacífica.- Pidió y tras chocar sus vasos, dieron por sellado aquella promesa.

Por su parte, volviendo a España, la lucha contra las Fuerzas Corsarias de Inglaterra estaba escalando su punto más álgido. Los españoles y la "Armada Aqua" habían preparado toda una "pantalla de humo". El plan era hacerles creer que tendrían el camino para avanzar pero, para los ingleses, aquello terminó siendo una trampa y para ello tuvieron que dividir a su flota para romper las defensas, evadir el fuego de los cañones y de ahí lanzar una contra-ofensiva hacia las fortificaciones. 

Para evitar una brecha, Aria ordenó que varios buques formaran una "Cadena" y con ello impedirles a las naves principales que pudieran estar a tiro de cañón, de los suyos. Drake y Raleigh miraban el desastre que se estaba gestando frente a ellos. El primero notó que varios barcos de los suyos estaban ardiendo, los supervivientes se tiraban a las aguas y otros eran tomados prisioneros por los españoles, mientras que la Artillería en las fortalezas no paraba de bombardear a todo navío que no fuera el de ellos.

- ¡A este paso nos vamos a quedar con la mitad de la flota!.- Exclamó Drake.- ¡Robert, Raleigh y los demás, conmigo, vamos a hacer un abordaje contra la Nave Insignia!.- Ordenó el Corsario, desenvainando su espada.

No sabían si eso podía considerarse una misión suicida pero ninguno de los otros Caballeros ingleses iba a decir que no, así que enfilaron para el buque enemigo y de ahí fueron junto a los suyos, manteniéndose unidos y evitando el fuego de los cañones. En un momento dado, lanzando los ganchos y cabos, se lanzaron al asalto, tomando por sorpresa a la tripulación de Aria. 

En medio de los disparos de arcabus, los mosquetes, los cañoneros que se encontraban en la planta baja del navío, aún disparando y dejando estelas de humo, además del sonido de las espadas desenvainadas, todo estaba llevando a una feroz confrontación que terminó por estallar en el Puente de Mando y las Cubiertas. 

Aria había conseguido reunir a los suyos y en medio del fuego que estaba consumiendo parte de su barco, ordenó una feroz carga contra los Corsarios que no paraban de venir abordo. Un grupo de arcabuceros griegos, rusos y españoles dispararon contra los Corsarios, quienes también portaban esas armas. Acto seguido, mientras que los citados iban preparando y cargando las suyas, la chica se lanzó al ataque contra los ingleses, barriendo a una buena cantidad de enemigos, uno tras otro, apoyada por su tripulación y así iban ganando más terreno en el barco que se iba hundiendo.

Su espada estaba empapada de la sangre Corsaria y empapaba el piso, formando pequeños charcos. Respiraba hondo, estaba agitada pero no rendida y fue entonces que dirigió su mirada hacia donde estaba Sir Francis Drake, el cual avanzó hacia ella, con su arma en mano, listo para pelear.

- Se nota que los perros de la Reina Isabel I de Inglaterra no pueden vivir sin fastidiar a los otros.- Le lanzó esas palabras al rival, quien se mantuvo firme.- 

- No nos vea como si fuéramos esos sucios Piratas. Nosotros estamos bajo la Ley de Su Graciosa Majestad, así que no debería considerarnos como los otros, Señorita Aria.- Repuso el inglés, mientras que ella se ponía de pie.

- Aún así, hay una cosa que nos separa y es esta: Nosotros servimos a la Patria y al Rey de Rusia sin cometer robos contra otras Naciones, Corsario.- Respondió la chica con un tono seco.- Ya que vinieron a pelear, hagámoslo porque las palabras ya no sirven aquí.- Sentenció y apuntó con su espada, cuyo filo fue reflejado por el Sol del Mediodía.

- Que así sea.- Aceptó Sir Francis el enfrentamiento, esa invitación para luchar.

Espada en ambos, ambos contendientes se lanzaron a una feroz embestida de metales. Las armas de los contendientes colisionaron, separando a Aria y Sir Francis Drake de sus Camaradas de Armas. Mientras que Raleigh, Robert y Noray continuaban con la ofensiva, ésta se iba volviendo cada vez más agitada, debido, en especial, a la feroz resistencia que ofrecían las tropas hispano-griegas-rusas contra los ingleses. Con un rápido movimiento, la chica trazó un golpe descendente que pudo evadir el oponente antes de que le diera en el cuello pero unos jirones de su capa salieron despedidos por el impacto afilado.

- Luchas bien.- Le felicitó Drake a ella.

- Siempre estudio los movimientos de mis enemigos. No soy una tonta que se lanza al combate previo y gracias. Admiro el valor de los rivales, aún de ellos, en el combate.- Explicó la muchacha, girando sobre sus talones y de ahí se defendía de las arremetidas que daba el inglés contra ella.

En un momento dado, la espada del rubio inglés casi le atravesaba su peto pero terminó alzándose, deslizándose hacia arriba y con ello terminó alejándose del pecho. Drake, por su parte, miraba a sus colegas y éstos no iban bien en aquel asalto y su flota se estaba viendo diezmada por los cañoneos de las naves enemigas y de las fortalezas.

- A este paso terminaremos todos muertos.- Observó Raleigh con decepción.- No podemos quedarnos aquí.

- ¡Nadie se mueve sin que Sir Drake lo ordene!.- Advirtió Noray.

Esas palabras podían tomárselas como una advertencia pero estaba en lo cierto y más con la presencia de los enemigos que les tenían rodeados. Aún así, durante el combate, el inglés consiguió redoblar sus pasos y recuperar un poco del terreno perdido.

Aria, por su parte, evitaba cada mandoble que éste le enviaba, cualquier desvío o error podía costarle caro. Aprovechó los pocos segundos de "paz" para secarse el sudor frío que perlaba su frente y con ello arremetió, en repetidas ocasiones, contra el rival, quien tampoco se mostraba agotado.

Una patada le dirigió a su oponente. Ella lo esquivó y de ahí le tiró con un un escombro caído, sin ninguna suerte. Utilizando la poca energía que le quedaba, Drake atacó a la joven y con un rápido movimiento, el filo de su espada bajó por debajo de su ojo, sin lastimarlo pero causándole un dolor en la piel, llevando a que se agarrara dicha zona y de ahí comprobó la herida causada, mientras que la sangre corría.

- Ganan esta batalla pero nos volveremos a ver. Fue un gusto haber combatido contra ti, Aria Paleóloga. Me haré cargo de que tu historia se cuente entre los "Hermanos de la Costa".- Prometió Sir Francis Drake y con educación le tendió su mano, llevando a que ella lo hiciera y llevándola con sus Camaradas para, acto seguido, irse de allí junto a Robert, Noray, Raleigh y los otros y con una flota totalmente diezmada.

Desde las fortificaciones, los españoles vitorearon y cantaron victoria por la retirada de las naves enemigas pero Aria estaba herida y siendo asistida por el Doctor De La Torre, quien examinó la zona afectada.

- ¿Perderé la movilidad del ojo?.- Preguntó la chica.

- No, tranquila, solo fue una herida superficial, aunque le quedó de esta manera.- Señaló el médico y tomó un espejo, mostrando el reflejo de la joven, notando que esa cicatriz adquirió la forma de un rayo.- 

- Hmmmm.- Pensó Aria, murmurando acerca de que, por suerte, su destino no fue peor.- No me quejo de esto. A él también le causé una herida, así que estamos a mano.- Recordó la muchacha y tras descansar un tiempo, llegó un mensajero para hablar con ella acerca de algo.

- Un mensaje para usted, Señorita Aria.- Dijo y comenzó a recitarle lo que le había llegado hasta él.- Su hermana, Asteria, está volviendo para Rusia tras combatir en Lepanto. Victoria de España y la "Liga Santa", los Otomanos no van a fastidiar más, aceptaron la paz y se retirarán de las cercanías de Grecia, aunque mantendrán sus posiciones en la misma pero sin avances.- Informó éste, llevando a que la muchacha se levantara. Por fin volvía a ver a su hermana.- 

- Muchas gracias, Emisario. ¿Algo más?.- Agradeció y luego preguntó por eso.-

- Sí: También las necesitan en Rusia, hay un asunto pendiente con respecto al Tío de sus primos, Nicolás, ya que no se lo ha vuelto a ver desde hace un montón.- Añadió el chico y tras recibir una bolsa con monedas de Oro, salió del Hospital de Campaña, dejando a la muchacha pensativa acerca de esos últimos acontecimientos vividos para todos los Paleólogo.

No perdió ni un segundo y pocos días después, tras despedirse los militares imperiales de España, puso rumbo para Rusia, justo en el mismo momento en el que Asteria también estaba haciendo lo mismo, desde Grecia. 

Llovía y hacía frío para ser Primavera en Italia, parecía que el Invierno se negaba a irse de esas tierras Boreales y para entonces, Nicolás había emplazado un pequeño campamento y reclutado a unos cuantos milicianos locales, a favor de España, para formar una "Guarnición" alrededor del viejo promontorio, además de establecer unos cuantos cañones para defenderla de cualquier avance enemigo. Durante varios días, él estuvo estudiando la Estatua de Odoacro y en uno de los recovecos que había por allí, el joven halló un pasadizo que lo condujo hacia el interior de una "Biblioteca".

Su interior era de piedra y madera, unos cuantos estantes con libros antiguos, además de encontrarse con varias Águilas Romanas y de ahí, avanzando con cuidado, tomó los que estaban allí y comenzó a leerlos junto a los pergaminos.

Aquello iba a ser un tesoro que debía resguardar a toda costa y más si los franceses llegaban hasta allí, los debería sacar y ponerlos a salvo. 

El tiempo fue pasando y tras leerse varios de los documentos, uno de los libros que tenía en su poder, terminó siendo un diario que le llamó la atención y de ahí comenzó a mirar bien quién era su autor. La firma le parecía extraña y con la poca iluminación allí presente, el joven arqueólogo debió encender un par de antorchas y tomar un pequeño lente para analizar bien la letra del que fue su autor.

Grata fue su sorpresa cuando lo descubrió, pocos minutos después.

- Sir Percival...- Quedó sorprendido ante ese descubrimiento.- No puede ser, pero...pero...pero ' si él formó parte de la Mitología Britana, jamás se supo si era de verdad o no.- Se detuvo un momento y comprobó de que todo era auténtico, real.- Él fue quien inició con la búsqueda del Santo Grial, algo que, incluso, en las "Cruzadas", muchos tomaron la iniciativa de enrolarse para ir a "Tierra Santa" y encontrarlo pero jamás hubo novedades de esto. Ni siquiera de los "Templarios". Ahora que lo veo, el "Diario de Sir Percival" debe venirse conmigo, lo mismo todos estos documentos y pergaminos. Si los dejo aquí, será un botín para el Rey Francisco I de Francia.- Señaló con preocupación y tras guardar ese tesoro intelectual, partió, a toda prisa, hacia el exterior.

- ¡Señor Nicolás Paleólogo!.- Le llamó uno de los Milicianos que se encontraba afuera, apostado en su puesto y éste salió corriendo, con los tesoros en su mano, para ver qué ocurría. 

Al salir hacia el exterior, el joven historiador y arqueólogo se topó con densas columnas de humo negro, varias ciudades del Norte de Italia estaban ardiendo bajo el fuego de la guerra.

- ¡Nos lo han informado nuestros exploradores: Los Franceses han tomado Parma y Módena, siguen avanzando, no parece haber forma de frenarlos! ¡Los comanda el propio Rey Francisco I!.- Le explicaba el joven Miliciano, quien le recitaba cada palabra de lo vivido por sus agentes.- ¿Qué lleva ahí?.

- Algo que es de suma importancia y que lo une al Pasado de la Familia Paleóloga, desde el Siglo V D.C.- Respondió el chico, mientras que guardaba todo en una serie de valijas ligeras y las llevaba a su espalda para no agotar a su caballo.- Mario, escucha, te voy a encargar a ti y a Doménico de que vayan para Rusia, hay un barco que los está esperando en el Puerto con dirección hacia Moscú, quiero que le lleven esto a mi familia, es muy importante. Se los confío.- Pidió y tras entregarles el caballo, ambos jóvenes se miraron entre ellos.

- ¿Y usted qué hará?.- Preguntó el hermano de Mario, Doménico.

- Me quedaré aquí, los Franceses no podrán atacar una posición antigua si es que estoy aquí, además de que cuento a un grupo de Sacerdotes aquí junto a un puñado de Milicianos y Soldados.- Les impartió esas órdenes a los dos muchachos y sin decir nada más, se subieron al caballo y partieron, a todo galope, para el Puerto de Venecia, en donde estaba abordaron aquel navío con rumbo a Rusia.

[Disculpen la demora, tuve un pequeño "Bloqueo de Escritor" y hasta pensaba en suspender la escritura por unos días pero ya se ha ido. Dios, cómo detesto esta porquería.

Por otro lado, en el capítulo III que viene será muy importante, sobre todo del navío ruso que va para allá con los tesoros hallados por Nicolás.

Nos estamos viendo, amigos. Cuídense y buen inicio de día Miércoles de mi parte.].






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