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Arco I: 1453 D.C

Capítulo I:

https://youtu.be/EHkdxDVMKOA

Un halcón levantó vuelo desde las Montañas de Armenia, batiendo sus alas y desplegando toda su majestuosidad sobre los Cielos, aún nocturnos, de una época que estaba por terminar. El ave rapaz se elevó y comenzó a planear, moviéndose, gracias a los vientos que soplaban, fríos, de aquellas regiones. En un momento dado, bajó la cabeza y notó a un jinete solitario, el cual galopaba sobre esas tierras alejadas de cualquier rastro de la civilización. Si los animales pudieran expresarse, hablar y pensar como los Humanos, aquel halcón se habría quedado sorprendido al ver que el misterioso jinete no venía solo. Más hacia el Norte, un importante campamento desplegado por incontables Ejércitos llamados a la guerra, estaban apostados allí y, al llegar las primeras luces del Amanecer, se oyó un grito, un llamado para la oración, en una lengua que éste no conocía. Pronto, éste se alejó de allí con rumbo desconocido y dejando el escenario para los que estaban allí apostados.

Una extensa fila de tiendas, tanto para los guerreros como los establos para los animales se hallaban desplegados hasta donde alcanzaba la vista. Dentro de lo que debía de ser el Cuartel General de sus líderes y Comandantes, fue hasta donde llegó el jinete solitario. Éste se bajó del caballo, dos mozos corrieron para asistir al animal y llevarlo hasta un río para que pudiera refrescarse y descansar tras semejante viaje. 

El que iba con el equino era un hombre de casi dos metros de altura, cabello rubio como su bigote de color rubio igual al Sol y el Oro. Vestía un conjunto de prendas negras junto a una bufanda y cubre-boca de seda rojo que le cubría sus fosas nasales para evitar las tormentas de polvo de los desiertos. Éste fue fue caminando, con paso tranquilo, cimitarra enfundada, hasta llegar a la tienda principal, en donde se encontraban los máximos dirigentes de esas huestes. 

Un grupo de "Guardias Reales" le impidieron el avance, colocándose en posición defensiva hasta que notaron su aspecto, por lo que se hicieron a un lado y lo dejaron pasar.

- Allah seni korusun, Asker ["Alá lo bendiga, Noble Soldado"].- Le dijo un Clérigo que se encontraba allí reunido, en su lengua Otomana. El Guerrero se quitó la cimitarra y la dejó sobre un perchero para las armas y de ahí avanzó hasta hacer una reverencia frente al Sultán Mehmed II El Conquistador. Aquel joven Monarca acababa de llamar a sus Ejércitos para terminar con la última parte de la "Campaña contra Bizancio". 

Rodeado por sus mejores Consejeros y Generales, el Sultán se puso de pie y recibió al guerrero de cabello y bigote rubio. El sonido de su Armadura que resonaba por la tienda Central, el paso que daba. Podía atisbarse el sudor que perlaba su frente tras estar bajo muchos días bajo el Sol. Su rostro presentaba un ligero rubor por el calor y tras sacarse el yelmo, pasó a refrescarse con un poco de agua que le trajo un Sirviente. No prestó atención al Monarca hasta que, luego de unos minutos, comprobó el error que estaba cometiendo, por lo que tomó una toalla y se secó la cara, procediendo a arrodillarse ante él.

- No hace falta que lo hagas ahora, Celim.- Le comunicó Mehmed a éste, quien se quedó sorprendido y de ahí negó con la cabeza.

- Perdone mi falta de respeto hacia usted, Mi Señor.- Respondió el hombre con tranquilidad en su voz.- Pero no puedo fallar a los protocolos y más ante su persona.- 

Una sonrisa cruzó por el rostro del Sultán y apoyó su mano sobre los hombros del Soldado. Éste lo miró unos segundos, descifrando el "mensaje" que le estaba comunicando y de ahí se puso de pie, inmediatamente.

- Dejemos eso de lado. Por favor.- Le invitó Mehmed y le señaló el camino hacia la mesa de diálogo. Acto seguido, el Otomano tomó asiento en la punta, teniendo de frente a su gente de mayor confianza. Su rostro cambió a una expresión neutral y seria, mientras que comenzaban a hablar.

- Señor.- Comenzó a hablarle un hombre ya avanzado en edad pero que se mantenía firme en su papel.- Esta reunión que ha convocado con el Emperador de Bizancio es una completa pérdida de tiempo. Ellos están muy debilitados y proceder con nuestro avance, en retrasarlo, solo los podría beneficiar a ellos.

- El Sultán sabe muy bien lo que hace, Malik.- Intervino el Comandante de los Bachibuzuk, Hunyadi de Hungría.- 

- Aún con la guerra, espero poder conseguir una victoria más bien diplomática. Ya hemos visto demasiada sangre derramada a lo largo y ancho de nuestras tierras. Los Mongoles, en el Pasado, nos destruyeron y tuvimos que empezar de cero. No olviden la senda que ellos dejaron. Recuerden lo que pasó en Bagdad cuando la arrasaron por completo.- Oyeron la voz de Mehmed, quien juntó sus manos y ejerció presión sobre las mismas.

- Y no nos olvidemos de Tamerlán El Cruel de Asia Menor.- Recordó el anciano Malik.

Un aura de terror cayó como un balde de agua fría sobre los Otomanos. ¿Podían olvidar el nombre de aquel feroz conquistador?. No, jamás. Aún tenían, bien fresco, cuando él y sus Ejércitos destruyeron ciudades enteras, masacraban a la población. Un vivo flashback de Genghis Khan cuando empezaron a expandirse hacia el Oeste. 

- La peor humillación, para nosotros, fue cuando capturó a Bayezid I El Rayo y lo expuso en una "Jaula Dorada".- Alegó Hunyadi, moviendo sus dedos, en un intento por controlar la ira.

- Él fue bien tratado por Tamerlán. Lo otro fue un simple hecho, una burla hacia nosotros pero no lo humilló como ponerle cadenas o cortarle la cabeza.- Intervino Celim.

- ¿Estás defendiendo a ese loco?.- Preguntó el húngaro pero el guerrero rubio negó con la cabeza.

- No, solo estoy viendo desde un punto de vista más constructivo: Si el Sultán desea que Constantinopla se rinda, entonces así será. Pero ellos están dispuestos a pelear, de ahí ya no tendremos más vuelta que dar.- Apuntó Celim con determinación en su voz.

Mientras que la charla proseguía, desde el exterior de la tienda Central, los Soldados que conformaban patrullas y recorrían la región, notaron que una polvareda se levantaba desde el Norte. Uno de ellos espoleó a su caballo y voló, rápidamente, hacia donde estaban reunidos los líderes Otomanos. Las banderas con la Media Luna Musulmana flamearon ante el incesante viento frío del desierto, el Satélite Natural brillaba a más no poder y sus Estrellas coronaban la Bóveda Celeste como si fueran las Perlas de la Corona. 

Los habitantes del campamento vieron que se acercaba una importante comitiva.

Desde el Norte, un poderoso Destacamento de Caballería marchaba junto a dos hombres. Uno de cabello y barba con bigote castaño, bien cuidado y con la Armadura Bizantino junto al Casco que portaba consigo. El otro era un segundo varón, aunque mucho más joven que el primero. Peli negro, sin barba pero bigote y llevaba un uniforme negro griego a su lado junto a las grebas como defensa, además de que iban con una espada enfundada.

https://youtu.be/WLXcZIFsadc

El que debía ser el líder de aquel grupo armado viajaba con el Águila en sus manos, un Estandarte donde flameaba la bandera de aquel Imperio y con ello la insignia de honor de su pueblo. El viento surcaba con fuerza, levantando columnas de arena y polvo pero, al estar protegidos por unas bufandas de seda que les cubrían los ojos, la boca y la nariz, el grupo continuaba con su marcha.

- No me agrada la idea de venir hasta aquí, hermano.- Dijo el hombre de bigotes.- No me fío, en lo absoluto, de estos infieles.- Apuntó con seriedad y un tono despectivo hacia los Otomanos, controlando su tono de voz para no levantar sospechas.

- Controla tu lengua, León. No vinimos aquí para empeorar las cosas. Además, esta gente nos puede dejar en paz, si llegamos a un acuerdo.- Le tranquilizó el castaño.- Ya estamos llegando a su campamento. Si conseguimos llegar a un acuerdo con el Sultán, entonces podremos mantener nuestras tierras a salvo.

León meneó la cabeza, no quería estar en desacuerdo con su hermano, pero ya conocía la Naturaleza de los Otomanos en la guerra. Ellos ya habían conseguido meterse en Europa y tenían dominados los Balcanes, Grecia y ahora amenazaban a Constantinopla, la Capital del Imperio Bizantino. Pronto, la comitiva llegó hasta el campamento y fueron recibidos por una nutrida "Guardia Real del Sultán", quienes tenían las espadas cimitarras envainadas pero seguían las órdenes de un Comandante que estaba allí, con ellos. El hombre de bigotes los miraba, analizaba con cada uno de los detalles que poseían. No se veían fieros, por ahora, pero cuando entraban en combate, eran de otro Mundo. 

En un momento dado, éste oteó la bandera de la Media Luna Musulmana, la cual se hallaba en sus estandartes, banderines y banderas que tenían consigo. Un Soldado les detuvo y pidió que esperaran allí, en las afueras del campamento. Tomaron a sus caballos y los llevaron hasta un río cercano, quedando en medio de otra cultura, civilización y religión.

- ¿Cuál es tu plan?.- Deseó saber León.- Como el Emperador Bizantino de la Dinastía Paleóloga tienes que saberlo.

Notó una sonrisa de tranquilidad en el rostro de su hermano, Constantino XI Paleólogo. Alzó una mano, mirando a su hermano para que se tranquilizara.

- El Sultán ha aceptado negociar conmigo para llegar a un acuerdo y evitar que nos ataquen. Tengo Fe de que esto funcionará.- Le explicó aquel sencillo objetivo que tenía en mente pero su hermano no pensaba lo mismo.- Vamos, León, todos están de acuerdo conmigo. Tú eres el único que piensa distinto.

- ¿Qué quieres que te diga, hermano? ¿Que te aplauda y baile en una pata?. Esta gente no es de fiar. Ya viste lo que hicieron en los Balcanes, nos destruyeron en la Batalla de Nicópolis. Tendríamos que haber sido más listos y así hubiéramos pactado con Tamerlán de Asia Menor. Ahora él ya no está entre los vivos y el Imperio Timúrida está en decadencia. Además, jamás pudimos levantar cabeza desde que expulsamos a los Cruzados de Constantinopla, nos dejaron en la bancarrota y hasta tuvimos una guerra civil por el trono, en donde pactamos con los Otomanos. ¿Qué nos pasó por la cabeza?. Podríamos haber buscado apoyo en Italia, el Sacro Imperio Romano-Germánico, incluso con otras tribus de Asia Menor pero no con estos...- Le espetó León con seriedad y un tono gélido. Estaba por emplear aquella palabra pero Constantino le tapó la boca, no era buena idea.

- Yo sé muy bien lo que estoy haciendo. Pero nunca podrían en peligro a nuestra gente. Reconozco que no aprovechamos el tiempo necesario para sellar una alianza con Tamerlán de Asia Menor, pero ahora ya no hay vuelta atrás. Ahora necesito también tu apoyo, hermano. Por favor, piensa en Helena y en nuestra familia.- Pidió Constantino XI, tomando las manos de éste y de ahí lo miraba de frente.- Júrame de que estarás conmigo y me darás tu apoyo.

Suspiró hondo y pensó un tanto para llegar a un acuerdo. El mismo Soldado que les había pedido que esperaran, ahora les invitaba a pasar. 

- El Sultán quiere verlos, Su Majestad.- Les informó aquel guerrero.

- Está bien, cuenta conmigo. Somos hermanos, compartimos la misma sangre y con ello estaremos juntos, en las buenas y en las malas.- Prometió el peli negro y al sentir una renovación espiritual dentro suyo, ambos iniciaron el camino hacia la tienda principal.

Todo rastro de ruido y conversaciones desaparecieron al instante, cuando las telas de la puerta se levantaron, dando paso al viento frío del desierto y la entrada de dos hombres, acompañados por un grupo de Soldados Otomanos y Caballeros Bizantinos, quienes llevaban consigo los estandartes y un Sacerdote Cristiano Ortodoxo portaba la Cruz Griega. Inmediatamente, los dos acompañantes se arrodillaron pero Mehmed les detuvo antes de que tocaran el piso.

- Assalamu Alaikum (La Paz sea contigo en Árabe).- Habló Constantino en un perfecto idioma ya citado ante el Sultán.

- Wa alaikum assalam (y la Paz sea contigo).- Respondió Mehmed, mientras que tomaban asiento y quedaban cara a cara. Dos Imperios, dos contendientes y uno solo quedaría a cargo de la política de ese lado del Mundo.

La mesa estaba servida, un par de platos tradicionales de los Otomanos y no faltaba el agua que compartían allí junto al vino. Sin embargo, en medio de la comida, León veía a un par de Generales del Sultán que conversaban entre ellos, así que azuzó el oído para prestar mayor atención y recopilar la mayor información posible que el enemigo les pudiera dar. 

- Su Alteza.- Se dirigió Constantino hacia Mehmed, respetuoso.- Hemos venido desde tan lejos para lograr la paz entre nuestros dos Imperios.

- Precisamente.- Reaccionó el joven peli negro Otomano.- Ambos hemos tenido que soportar muchas desgracias estos últimos años que han pasado. Ustedes han tenido esa temible "Peste Negra" que fue traída por los Mongoles desde Crimea, mientras que nosotros estuvimos en guerra contra el Imperio Timúrida, así que, en materia del contexto del que nos hallamos sumergidos, quisiera pedirles que firmen un "Pacto de Vasallaje" conmigo. El Imperio Bizantino pasará a estar bajo el pleno control Otomano pero no se tocarán las instituciones, será un poder compartido. El pueblo continuará gozando de sus derechos y libertades. No habrá persecuciones religiosas ni tampoco conversiones al Islam. Puedo asegurarles de ello.- Impuso Mehmed las partes de ese tratado.

La noticia cayó como un balde de agua fría para ambos hermanos. Se miraron. Constantino pudo "leer" el rostro de León la bronca que mantenía bajo siete llaves. Quería insultarlos a todos ellos y poner fin a la reunión pero notó que se iba conteniendo hasta respirar tranquilo. 

- En otros tiempos hubiera servido esto, Alteza, pero no ahora.- Respondió el Emperador Bizantino.- Tengo que decirlo, desde lo más profundo de mi corazón, que rechazo este "Pacto de Vasallaje", nuestros pueblos comparten diferencias y esto podría llevarnos a conflictos mucho más gélidos y más cuando los Selyúcidas invadieron nuestras tierras, incluyendo Jerusalén y masacraron a Cristianos como a Judíos y Musulmanes  que eran de su estirpe. 

- Hermano.- Intervino León.- ¿Qué habías dicho acerca de nuestra...?.

- Ahora comprendo lo que decías.- Se giró Constantino y le habló por lo bajo. Luego volvió hacia el Sultán y su gente.- Podemos volver a reunirnos y debatir sobre un nuevo tratado de paz, pero en éste se incluirá el retiro de los Ejércitos Otomanos de nuestras fronteras, así como también el pago de los daños de la guerra.- Agregó, cosa que enfureció a varios de los Visires y Valit (Gobernadores).

- ¡Miserable perro infiel!.- Bramó Hunyadi pero la "Guardia de Élite" de Mehmed lo detuvo.

- ¡Nada de derramamientos de sangre en vano!.- Exclamó el joven Sultán, levantándose y dando la orden de llevarse a aquel Vasallo fuera de su tienda hasta que se calmaran las cosas. Acto seguido, regresó a su asiento y buscó las palabras adecuadas para resolver el conflicto en ciernes.-Su Majestad, comprendo el daño que mis antepasados han causado en estas tierras pero también estamos buscando nuestro lugar donde asentarnos. Ninguna civilización ha progresado con palabras, también fue por el dominio sobre otras que ya estaban en decadencia y Bizancio está en esa misma situación.

- Entiendo lo que está queriendo decir: Sí, nosotros tuvimos bastante complicada la cosa cuando se fundó el "Imperio Latino de Constantinopla" y nosotros nos tuvimos que ir para Grecia. Aún así, nuestros pueblos no podrán coexistir, es un hecho lamentable que terminará provocando más guerras entre nosotros. Lo único que podemos hacer es volvernos a reunir y así...- Intentó Constantino en poner paños fríos a la tensión reinante pero ya era imposible dar vuelta atrás.

El Sultán se puso de pie y de ahí fue a reunirse con los suyos para discutir acerca de lo que se debía hacer a continuación.   

- Esperen aquí: Su Majestad necesita tomar una decisión.- Pidió Celim, mientras que les acompañaba hacia el exterior del Cuartel General, terminando rodeados por aquel pueblo y a la espera de una respuesta.

Aguardaban, el viento gélido del desierto soplaba, la calma precedía a la decisión. León quería tomar asiento pero no encontraba ninguno disponible. Constantino permanecía callado, mientras que su hermano daba vueltas y preguntaba por si había alguna silla para el otro pero todas estaban ocupadas.

- "Mehmed sabe muy bien de que este tipo de decisiones pueden serle de utilidad o no. Una guerra no le sirve para nada y podrían instalarse en el lado Oriental de Anatolia, dejando a Constantinopla en paz e incluso podría cedernos Grecia y los Balcanes. Puedo imponer la tolerancia religiosa pero...el tema es con los Católicos. Ellos no aceptarán a los Musulmanes en Europa. No, tal vez...tal vez necesite pedir una nueva reunión para dentro de un mes".- Pensaba el Monarca.

Dentro de la tienda Central:

- La propuesta del Emperador Constantino XI Paleólogo no es mala. Deberíamos aceptarla e incluso nos podríamos asentar en el Oriente de Anatolia. No entiendo por qué necesitamos tomar Constantinopla, Su Majestad.- Hablaba Nikado de Azerbaiyán.-

- ¿De verdad crees que eso lo podemos tomar como si fuera algo sencillo?.- Intervino aquel húngaro con tono serio.

- ¿Quieres que mueran más Soldados? ¿Eso es lo que te apetece tanto?.- Intercedió el viejo Mustafá, quien tenía más de 80 años pero era uno de los Lugartenientes más fieles a Mehmed II.- Ya tuvimos bastante con los Mongoles y Tamerlán. Muchos quieren irse a casa, desean ver a sus familias. Si aceptamos la propuesta de Constantino, todo irá bien.-

- Caballeros.- Oyeron la voz del Sultán, quien se puso de pie. Caminó un par de metros dentro de la tienda y los miró, uno por uno, a los ojos. Todos guardaron silencio, no se oía ni el vuelo de una mosca.- Entiendo sus decisiones por tomar. Comprendo cada una de ellas pero, lamentablemente, a mí tampoco me gustaría dejar olvidada la campaña que inició el anterior Monarca a mí, Bayezid I El Rayo. Sé que todos están esperando al botín de guerra pero ¿acaso estamos olvidando de que, del otro lado del Mediterráneo, están los Cristianos Católicos?. No podemos ni tampoco seremos admitidos dentro de Europa. Nos ven con malos ojos por las atrocidades cometidas por los Selyúcidas.- Argumentó, haciendo énfasis en el Pasado.- Hubiera optado por una rendición sencilla y listo: Serían Vasallos pero respetando sus leyes, tradiciones y demás. Ahora que lo veo, la mejor opción que yo decida a esto.- Sentenció y de ahí tomó asiento.

Las horas pasaron y cuando fueron llamados para volver al interior de la tienda, fueron recibidos por Mehmed II, quien ya había tomado su decisión final.

- Bueno.- Comenzó Constantino XI con la charla.

León pudo notar, en el rostro de aquel joven Sultán una expresión fría. Su intuición le decía que no podía bajar la guardia. ¿Acaso su hermano había cometido algún error?. No, era imposible, no se podía tratar de algo fuera de lo común pero esa mirada, ¿qué les estaba transmitiendo el Monarca del Imperio Otomano?. El sudor comenzaba a perlar por su frente.

- Se está poniendo nervioso.- Habló Milodak de Serbia, un Comandante vasallo de los Otomanos pero esas palabras llegaron hasta los oídos de Mehmed, quien lo miró con frialdad, llevando a que se callara.

- Hubiera y me encantaría haber aceptado una oferta donde nuestros intereses coincidieran pero...lamentablemente no puedo: Constantinopla deberá rendirse ante nosotros. Pero les prometo que no habrá persecuciones ni conversiones a la fuerza. Tienen mi palabra. Solo tienen que entregar la Capital y todo será más fácil.- Inquirió Mehmed, llevando a que esa noticia cayera como un balde de agua fría para los hermanos. León suspiró hondo y Constantino permaneció en silencio un rato.

- Me temo de que esa orden no la podremos cumplir, Su Alteza.- Respondió el Emperador, dándose la vuelta para irse.- Si tanto quiere nuestra Capital, entonces se topará con la férrea resistencia de nosotros, los Bizantinos. Yo también hubiera aceptado una paz duradera pero no todo puede ser así.  

- Entonces tendrá que ser de otra forma. Lo siento mucho, pero sangre va a correr, para ambos bandos pero ustedes conocerán la destreza de mis Ejércitos.- Finalizó el Sultán y tras una breve despedida formal, ambos Gobernantes dejaron atrás el campamento Otomano.

Ya afuera, los mozos de Caballería les devolvieron a sus equinos para partir, a toda velocidad, hacia Constantinopla.

La guerra acababa de comenzar.

Era el 28 de Marzo de 1453 D.C.

[Y con ello comienza esta nueva serie de historias de la Familia Ivanisevic, arrancando con la Dinastía Paleóloga, la última que gobernó el Imperio Bizantino o Imperio Romano de Oriente hasta 1453 D.C. 

Espero que les guste, amigos. Nos estamos viendo y mando saludos y agradecimientos para eltíorob95 y los demás que han comenzado a seguir esta historia.

Buen inicio de día Miércoles de mi parte, Camaradas.].

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