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VEINTIUNO: TODA TU HISTORIA


TODA TU HISTORIA

Domingo 18.39 P.M.
CINCUENTA Y DOS HORAS DE ATRACO

Me había quedado aún tirada en el suelo de ese baño desde que Río se había ido hace un poco más de diez minutos. Sumando todo ya llevaba un poco más de una hora encerrada en este lugar y convenientemente nadie se había atrevido a entrar ni de casualidad.Estaba sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la fría pared negra.

La puerta se abrió por primera vez desde hace rato, levanté la vista para encontrarme con la única persona que deseaba ver, aunque no mutuamente. Denver llegó de hacer su turno de vigilancia y al mirarme se quedó pasmado sin saber qué hacer. Involuntariamente giré los ojos, era impresionante cómo las coincidencias estaban jugando en mi contra en el peor momento.

── Joder, diez mil metros cuadrados y te vengo a encontrar en todas partes, ¿qué haces aquí, París?── preguntó Denver sin entender mucho.

── Tú tranquilo, tampoco te estaba esperando── respondí con un nudo en la garganta.

Él siguió con su camino, pasó al baño y después salió a lavarse sus manos. Todo mientras yo le miraba desde el suelo sin decir una palabra y lo único que podía pensar al verlo lavarse las manos era que guapo que se veía. Antes de irse no pude evitar soltar algo que tenía guardado como una presión en mi cuerpo que no me dejaba tranquila.

── No sé si lo sabías, pero te odié tanto── dije ganándome si atención.

Denver giró y frunció el ceño ante mi frase tan carente de contexto.

── Cuando creí que mataste a Mónica, de verdad te odié como no tienes idea── me reí amargamente pasando mi mano por mis ojos── Creí que eras un asesino.

Él bajó la mirada al piso, suspiró y volvió a cerrar la puerta, aunque esta vez con el cerrojo, dejándonos encerrados en ese lugar.

── Ni siquiera te molestaste en mirarme y jamás me dijiste por qué── habló Denver acercándose lentamente para poder sentarse a mi lado── Sentí que destruí lo más lindo que tenía.

── No fue tu culpa── sentí mis ojos llenarse de lágrimas── Fui yo, siempre fui yo.

── ¿Oye, estás bien?── me preguntó preocupado al verme tan débil── Hey, no llores por favor, me duele verte así.

Giré mi cabeza en su dirección y lo pillé mirándome directamente, cerré los ojos y dos lágrimas cayeron una cada lado mi mejilla. Denver no tardó en pasar su mano suavemente por mi rostro para secarlas pero no era suficiente porque la pena seguía ahí.

── Perdóname, París── suplicó en voz baja.

Negué.

── No, no tengo nada que perdonarte, eres literalmente la mejor persona con la que he tenido el privilegio de estar en toda mi vida── confesé susurrando, como si fuera el mayor secreto que escondiera── Yo lo siento.

Él tomó mi mano despacio, como si fuera esa primera vez en el patio de la casona de Toledo a las cinco de la madrugada. Y de ese patio pasamos a esta fábrica, distinto lugar pero con el mismo sentimiento tan cómodo de antes.

Vi la hora de mi reloj, eran las ocho de la noche. Era mi turno de descanso pero como siempre, no le hacía caso a los horarios de sueño impuestos, joder, si no lo hacía en mi casa menos en este lugar.

── ¿Sabes que odio el dinero?── dije riendo a pesar de que mis ojos se aguaban cada segundo.

Denver frunció el ceño al escucharme, estaba confundido, no entendía por qué estaba de esa manera. Triste, pero yo sabía que aún así él intentaba hacer algo.

── ¿Pero tú sabías que estamos acá por dinero, cierto?── volvió a preguntar levantando una ceja.

Suspiré.

── Está sobrevalorado, no entiendo cómo hay gente que de verdad piensa que el dinero trae la felicidad pero no es así── respondí apretando un poco más su mano.

── Lo siento, París, pero no te estoy entendiendo nada── confesó Denver avergonzado.

── El dinero me destruyó la vida.

La expresión de Denver se volvió a una mucho más seria, apretó sus labios y simplemente se dedicaba escucharme y yo a fluir.

── La verdad que yo nunca fui de las personas que le faltó algo, siempre tenía todo lo que yo quería; juguetes, ropa o cosas quizás a veces eran innecesarias pero yo las veía alcanzables── hablé con un nudo en la garganta, a la vez que Denver me miraba con sus ojos claros brillando como dos piedras preciosas── Tampoco quiero que me veas como una avariciosa, ostentosa ni nada de eso. Sólo que en ese lado de la balanza se ve las cosas diferentes.

── Sabes que nunca podría verte de esa manera── dijo Denver sonriendo un poco intentando no hacerme sentir mal.

Inevitablemente también le sonreí al escucharle decir eso, de verdad que Denver tiene un corazón tan puro que no conocía de rencores ni resentimientos el chaval. Mientras que yo era todo lo contrario.

── Todo esto porque mi padre era dueño de una empresa que nos daba el nivel del apellido que nosotros teníamos. En ese momento éramos la élite── suspiré cerrando los ojos── Hasta que un día... todo se fue a la mierda, no fue de golpe, las cosas se empezaron a desmoronar de a poco.

La mano de Denver se puso en mi pelo, acomodando un mechón de mi cabello suelto atrás de mi oreja suavemente. Como si fuera una muñeca de porcelana que le caían lágrimas y le costaba hablar cada vez que avanzaba.

── París, ¿estás segura que quieres hablar de esto? No me malinterpretes por favor── me tomó ambas manos y las acarició con sus pulgares── Quizás no soy la persona más indicada para ayudarte y no quiero hacerte más daño.

La sinceridad de sus palabras se reflejaba en sus ojos, cosa que me rompió mucho más. Lo único que se me pasó por la cabeza era que no me merecía a alguien como Denver.

No le respondí con palabras, simplemente pasé mi mano por su rostro lentamente, sintiendo su piel áspera por su pequeña barba creciendo. Me tomé un momento para poder tocar un segundo sus labios con mis dedos pero no me atreví a besarlo, solo necesitaba su compañía.

── Éramos una familia relativamente feliz; yo con mis padres y mi hermano Marcos, un año mayor que yo el cabrón aunque siempre me trataba como si fuera mi padre── sonreí, luego tomé mucho aire para poder seguir hablando── Todo era de puta madre, disfrutábamos como familia, salíamos de viaje seguido y nos quedábamos en nuestras casas.

── Vamos, que disfrutabas de la buena vida, ¿no?

── Hostia, claro, buena vida── me reí sarcásticamente y me sequé la mejilla en un movimiento rápido── Habían veces que nuestro padre no pasaba la navidad con nosotros ya que estaba en otros países manejando más trabajo, pero a nosotros no nos molestaba porque... joder, era dinero y eso siempre nos venía de puta madre. Lo único que pensábamos con Marcos era poder crecer lo suficiente para poder tomar el mando de esa empresa── me giré a ver a un atento Denver y apoyé mi cabeza nuevamente en la pared── Era nuestro sueño, la única meta que teníamos. Nos hacía ilusión dejar el nombre de nuestra familia más alto de lo que ya estaba. Incluso, nosotros no celebrábamos nuestros cumpleaños, lo veíamos como un año menos para poder llegar a la cima. Con Marcos cuando teníamos un poco más de diecisiete años ya teníamos planes y estrategias comerciales para poder llevar mucho más lejos estos proyectos en los que nuestro papá trabajaba.

Tomé una pausa para fijarme un momento en Denver, si estaba siguiendo lo que le estaba contando o me estaba expresando muy mal. Como si pudiera leer mis pensamientos él asintió dándome el pase para seguir desahogándome. Vaya paciencia la que estaba teniendo.

── Por distintas cosas en un momento me dejó de interesar tomar el mando de esa empresa, mi padre siempre nos incitaba a que nosotros teníamos que ser los más competitivos, los mejores, los más inteligentes, los más estrategas── apoyé mi cabeza en la pared de ese baño── Habían momentos que ya no sabía si mi padre era más que un instructor o un jefe de familia.

── Y Marcos, se tuvo que hacer cargo de vuestro negocio── infirió Denver.

── En el cumpleaños número dieciocho de mi hermano, mi padre se lo llevó a Francia a una sede para que pueda hacer un curso de economía y manejo de negocios── recordé en el momento── Creo que se fue dos meses y cuando volvió se fue a tope con la empresa.

Solté las manos de Denver y me puse de pie para estirar un poco las piernas después de estar tanto rato sentada en el suelo, mientras que él se había quedado aún sentado en el suelo mirando mis movimientos cuidadosamente, como si por mi estado medio inestable fuera capaz de hacer cualquier cosa.

── Mi padre y Marcos eran los más unidos, incluso estaba segura que él quería más a mi hermano que a mi. Es que iban de arriba abajo con muchas más ideas con entusiasmo. Tenían tanto futuro juntos── me quedé parada frente al espejo del baño── Me acuerdo que un día Marcos no quiso ir a la oficina, simplemente se quedó en casa con la excusa de estar enfermo. Era un día normal, hasta que lo vi colarse al estudio de nuestro padre── abrí la llave del agua y simplemente la dejé correr── No le di importancia porque siempre hacía eso últimamente, es que estaban mucho más metido en esas cosas de economía, informática por lo que pasaba mucho tiempo en ese estudio pero si hubiese sabido las consecuencias── suspiré y cerré los ojos fuertemente── Lo habría sacado a punta de puñetazos si era necesario.

Cerré la llave y levanté la vista al espejo, me miré a mi misma a los ojos a través del reflejo. No tenía nada de buena pinta, los pupilas verdes brillaban del llanto y se combinaban con el rojo de mis ojos. Las mejillas estaban levemente rosadas, en resumen tenía un rostro bastante lamentable.

── Esa misma tarde estábamos comiendo en familia; mi madre, mi padre, mi hermano y yo. Nos tocaba comer el postre── por primera vez sonreí de verdad por volver a recordar── La tarta de frambuesa que hacía mamá, que además era la favorita de Marcos pero se negó por primera vez en dieciocho años a probar un solo bocado de su dulce preferido. Esa noche me fui a colar a su habitación a ver qué le pasaba, obviamente me preocupaba su repentino cambio pero no me quiso decir nada... estaba muy extraño── me aferré al duro lavamanos para intentar buscar estabilidad en algo── Marcos se le notaba desesperado, tenía miedo de quedarse en su propia casa y no sabía cómo ayudarlo── sentí otra lágrima caer.

Recordaba todo perfectamente.

Escuché como Denver se puso de pie preocupado, luego pude ver su reflejo en el espejo, se había parado atrás mío atento a que no me pasara nada. Lo que él no sabía era que yo no podía sentir algo más que dolor de volver a mirar para atrás y reconstruir las piezas rotas por primera vez después de siete años.

── Pasaron un par semanas en donde mi padre con Marcos no se volvieron hablar ni a mirar de la misma manera. Todo era muy tenso en ese ambiente donde supuestamente tendría que ser un hogar── sentí mi voz quebrarse pero lo intenté disimular lo mejor que pude── Hasta que vi a Marcos salir con una maleta de la casa para no volver jamás a ese lugar.

La mano de Denver se posó en mi hombro delicadamente. Cosa que agradecí porque su contacto me tranquilizaba.

── Días después con Marcos nos juntamos en un café para poder conversar al respecto── seguí contando detalladamente── Incluso recuerdo que mi madre me había dicho que por favor hiciera todo lo posible para que su hijo vuelva a la casa. Mi hermano llevaba un portafolio y me empezó a explicar lo que realmente pasaba.

Me di la vuelta para ver a Denver directo a los ojos. Su expresión era lo que más me dolía de ver, su preocupación me hacía sentir peor porque él solo tenía buena voluntad y yo no tenía solución.

 ── La empresa mi padre estaba lavando dinero con el que después le estaban vendiendo armas a los terroristas compradas con billetes sucios── Denver se pasó una mano por su cabello.

── Hostia puta── lo escuché susurrar despacio.

── Eso era lo que amasaba nuestra fortuna, eso era lo que nos sustentaba── solté llena de rabia── Un fraude y algo que con mi hermano habíamos creído por años, esa empresa que era nuestro mayor orgullo. No se trataba más que violencia muerte y sin saberlo teníamos las manos manchadas de sangre── miré el suelo sabiendo lo que venía ahora── Marcos me dijo que iba a denunciar todo esto rollo, no podía quedarse callado porque nuestro papá estaba literalmente pasando armas en tierras conflictivas... con gente inocente en medio.

── Joder París, que no te termino de entenderte la movida esa── suspiró él frustrado y el ceño fruncido── Lo siento.

── El dinero que generaba el negocio era lavado de manera ilegal, después con esa pasta se compraban armas de guerra en el mercado negro y finalmente esas cosas se vendían a las tierras conflictivas── volví a explicar de manera más sencilla, luego lo volví a ver── ¿Quedó más claro?

── Hostia con el suegro.

La cara de impresión de Denver era cada vez mayor, todo lo que le estaba contando era mi historia. Lo que llevaba guardado por tanto tiempo y la presión del atraco me obligó a explotar encerrada en un baño.

── Estaba perdida viviendo con un criminal, yo sólo pensaba en la violencia que habíamos creado. Marcos y yo teníamos mucha información peligrosa, muy poderosa que podía hacer caer a los más grandes.

── Dime que lo hicieron caer.

── ¿Alguna vez jugaste ajedrez, Denver?── pregunté y pude ver a través del reflejo del espejo como negó.

── Que esa cosa es para los intelectuales y yo no soy nada de eso── me respondió.

── Cuando el rey se ve amenazado por el peón activa toda su defensa para evitar la coronación── expliqué de la manera más sencilla posible── Bueno, y eso fue lo que exactamente pasó── solté un par de lágrimas pronunciando mis palabras── Y sin saberlo esa fue la última vez que vi a mi hermano. Porque dos días después encontraron el cuerpo de Marcos sin vida en una bodega, amarrado a una silla con un disparo en la cabeza, fue ejecutado a sangre fría.

Me di vuelta, Denver tenía sus ojos abiertos a más no poder e incluso noté como se le volvían con un ligero rojo que resaltaba en ellos. Se acercó un poco lentamente mientras que caían mis lágrimas involuntariamente al recordar tanto dolor.

Sentir su abrazo fue reconfortante, me aferré a la tela de su uniforme fuertemente a la vez que me sacaba el rostro contra su cuerpo. La mano de Denver se posó en mi pelo dejando delicadas caricias allí, algo que él sabía por experiencia que me calmaba.

Me llevó despacio a sentarnos en el piso nuevamente, en el mismo lugar que antes y así quedamos. Yo a su derecha por lo que Denver pasó su brazo por mis hombros atrayéndome mucho más a él, me sentí protegida mientras cada vez podía volver a calmarme. Unos momentos después se atrevió a dejar pequeños y cortos besos sobre mi mejilla, acción que me dejaba los pelos de punta al sentir sus labios sobre mi piel.

── Pasaron años y jamás desapareció la pena que me consumió por completo── dije más calmada a comparación de unos minutos antes── Perder a Marcos... mi único hermano, mi familia.

Ese dolor nunca abandonó mi cuerpo, se me quedó grabado en la memoria y en el alma. El asesinato de mi hermano fue una de las cosas que marcó mi vida, también me cambió para siempre. Salí de mi hogar sin mapa ni brújula, ya no pertenecía a nada ni era nadie. No se me pasó ningún momento por la cabeza que mi complejo pasado me vendría a atormentar en este atraco. Pero a veces las cosas dan tantas vueltas que te dejan en un lugar que jamás creíste terminar alguna vez, como yo acá metida en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.

── Lo lamento, París.

No me sorprendió escuchar esas palabras, era lo típico que una persona respondía al escuchar de la pérdida de algún ser amado de alguien.

── No termino de entender cómo nuestra mayor aspiración en la vida fue la que nos terminó destruyendo── volví a secarme una lágrima.

── Hey, tranquila cariño── susurraba en mi oído cuando pasaba su mano por mi mejilla── Te juro que quisiera poder quitarte todo ese dolor París, pero no sé que puedo hacer.

Apoyé mi cabeza en su hombro para sentir un poco mejor el calor de su cuerpo, su olor tan familiar me devolvía a la Tierra.

Estar, era todo lo que necesitaba hacer Denver para hacer sentirme un poco mejor.

── Toda esta situación inevitablemente me recordó a Marcos── confesé en un hilo de voz── Cuando Berlín me dijo que habías ejecutado a una rehén porque ponía en riesgo nuestro plan. Además de la misma manera en la que Marcos...── suspiré al no encontrar las palabras adecuadas── Fue volver a abrir una herida que jamás cerré. No podía volver a vivir la misma historia dos veces.

── No tienes puñetera idea como me arde el pecho al sentir que te recordé a una mierda como esa, cariño── dijo Denver tomando mis mejillas para obligarme a mirarlo── Escúchame por favor, yo no podría hacerte daño ¿me entendiste? Te lo juro por lo más sagrado.

── ¿Ahora entiendes por qué le tengo manía a los asesinos?── pregunté con cierta gracia en mi voz.

── Vamos y con justa razón── hizo una pausa── Nunca me imaginé nada de esto.

── Perdí a toda mi familia── respondí apreciando cada centímetro de su rostro── Y te perdí a ti también.

Denver rápidamente negó y juntó nuestras frentes despacio. Su aliento chocaba con mis labios lo que me torturaba al tenerlo tan cerca.

── Tu nunca me perdiste── dijo en voz baja── Yo siempre fui tuyo.

Sentí un escalofrío al escucharle decir eso. Subí mis manos a su cara y lo atraje hasta mis labios, su calidez era todo lo que había extrañado. Lo escuché soltar un pequeño gruñido de su boca, todo iba lento y calmado. Era algo diferente a los besos anteriores, al menos yo lo sentí de esa manera y me traía loca de pies a cabeza.

Pasé mi pierna por encima de su cuerpo, quedando así él abajo en una posición mucho más cómoda. Denver tocaba donde se le daba la puta gana a la vez que su lengua se colaba por mi boca.

── Creo que te extrañé── solté contra sus labios con la respiración agitada.

── Pues se te nota── rió.

Volver a escuchar su risa fue algo que me devolvió una parte de felicidad en medio de nuestro crudo entorno. Segundos después volví a atacar su boca con la misma intensidad que antes, sentí sus manos apretarme el culo lo que hizo que tirara mi cabeza hacia atrás. Aprovechando eso, Denver se lanzó a mi cuello dejando varios besos en él lo que me hacía retorcer de las cosquillas pero gemir de la excitación.

Dejé caer mi mentón en su cuello sintiendo su perfume natural de siempre. Lo necesitaba a él y no lo sabía.

 ── Oye, Cenicienta que no creo que sea el mejor lugar para... ya sabes── Denver se pasó la mano por su pelo medio nervioso── Que puede entrar alguien en cualquier momento.

Yo me quedé en ese lugar, sobre él, mientras que Denver posó sus manos en mi cintura para que no me moviera de allí. La verdad que tampoco me quería ir. De la nada me reí demasiado, lo que hizo que él me mirara con rostro de no entender qué cojones me pasaba ahora.

── Joder ¿acaso me llamaste, Cenicienta?── levanté una ceja incrédula── No me jodas que te acuerdas de esa chorrada.

── ¡Claro que me acuerdo! Pedazo de borracha que estabas── sonrió haciendo que sus claros ojos brillaran── Menudas gilipolleces soltaste esa vez.

Denver se reía pero yo me escondí en su cuello roja de la vergüenza que traía encima recordando el ridículo que pasé esa noche junto a Tokio y Nairobi.

Decidí quedarme en esa posición, sintiendo su olor, su calor, su respiración aún agitada. Denver pasaba sus manos por mi espalda y yo por su cuello, eso era todo lo que necesitaba y lo que yo quería.

Realmente en ese momento, en un baño sentada en el frío suelo estaba en lo más cerca de la plenitud e incluso sentía una completa libertad estando encerrada en la fábrica.

Tomé el rostro de Denver y simplemente lo observé. Sus pupilas dilatadas volvieron su mirada más oscura, sus labios un poco más hinchados estaban rojos. Involuntariamente sonreí sin mostrar mis dientes, entonces él dejó un fugaz beso en mis labios y luego me volví a acomodar en su cuello. Porque en los brazos de Denver y con sus labios besando mi piel me di cuenta que la había cagado como no estaba permitido, estaba enamorada hasta las trancas del chico con nombre de ciudad.




parís y marcos.
SIETE AÑOS ANTES



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