Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

VEINTIDOS: ANDRÉS DE FONOLLOSA


ANDRÉS DE FONOLLOSA

Jueves 15.37 P.M
CIENTO TREINTA Y SIETE HORAS DE ATRACO

     ── ¿Entonces hay boda a la vista?── preguntó Río sonriente── Supongo que estoy invitado.

   Caminábamos por las bodegas de la fábrica cumpliendo una de nuestras últimas tareas, Berlín nos había mandado a poner cargas de explosivo plástico en las entradas para así evitar la entrada de la policía por ahí. Yo las pegaba en las puertas y Río era quien las activaba, no teníamos mucho tiempo, nuestra salida estaba lista, lo único que nos faltaba era sacar las últimas bolsas de dinero directo hacia el hangar.

   Me giré a mirar a Río que esperaba ansioso una respuesta, negué riéndome.

   ── Vete a poner explosivos en el almacén, anda── le ordené siguiendo con lo último que me quedaba antes de irme.

   Inmediatamente escuché los pasos de mi amigo alejarse. Una sonrisa se formó en mi rostro de tan sólo imaginar aquella imagen en mi mente, pero la fantasía no me duró mucho cuando un intenso ruido se empezó a escuchar desde el otro lado. Me quedé un momento quieta guardando silencio, al notar que el ruido no venía desde adentro procedí a tomar la metralleta ya cargada y dar un par de lentos pasos hacia atrás.

   La policía estaba intentando entrar por aquel acceso, lo cual significaba que habían activado las cargas de C4. Aquellas explotaron inmediatamente, las cosas sucedieron tan rápido que no recuerdo nada más que la luz cegadora frente a mis ojos expandirse, el polvo alzándose mientras caía directamente al suelo golpeando cada parte de mi cuerpo contra la cerámica.

   Todo se fue a negro.

   No lograba escuchar nada, tampoco abrir los ojos. Me empecé a remover en el piso sin saber qué había sucedido, solamente sentía un intenso pitido en mis oídos cada vez más intenso mientras que cuando traté de respirar sólo pude sentir la tierra entrando por mi boca obligándome a toser tantas veces que perdí la cuenta. Por ese minuto perdí la conciencia de mi alrededor, olvidé dónde me encontraba y todo lo que estaba sucediendo.

   Gritos incomprensibles de fondo.

   ── Río── susurré adolorida al reconocer a lo lejos la voz de Aníbal.

   Abrí los ojos con dificultad, todo era un caos. Estaba siendo arrastrada por el piso por Río que me agarraba del chaleco antibalas que traía puesto, aún no lograba divisar bien las formas ya que seguía aturdida por el golpe recibido, aunque estaba segura que eran ráfagas de disparos lo sonaba estruendosamente cerca.

   ── ¡Avancen!──exclamó uno de los GEOS.

   Los láseres color verde eran para asegurar la precisión del tiro, por lo que al verlos cada vez más encima mi mente finalmente estaba logrando procesar todo lo que se encontraba sucediendo. Abrí los ojos de golpe, los escudos que protegían a los GEOS eran una fortaleza que los cubría de los disparos que Río lanzaba en respuesta para protegernos. Las piernas no me respondían, pero de alguna manera y de un momento a otro mi cuerpo volvió en sí, ignorando las heridas de mis brazos o que una de las balas había logrado rozar con mi pierna.

   ── ¡Mi arma!── grité poniéndome de pie.

   ── ¡Levanta, coño!── respondió desesperado, entregándome la metralleta que traía en la otra mano.

   La adrenalina calmaba mis dolores por completo, levanté el M-16 en dirección al escuadrón que se nos venía encima peligrosamente rápido hacia nosotros. El intercambio de disparos parecía no ceder de ninguna parte teniendo en cuenta que junto con Río solamente éramos dos en contra de un escuadrón de unos ocho policías tácticos que nos tenían casi agarrados. Alcanzamos a correr un par de metros ya que mi amigo cayó al suelo debido a una bala que impactó en su chaleco, nos vimos obligados a detenernos cubriéndonos con un estante, ahí recién pude fijarme en lo sucia que estaba, con el overol hecho mierda y una herida en mi pierna que ardía intensamente.

   ── ¿Te dieron?── dije jadeando.

   ── No── respondió Río recuperando el aliento.

   Volví a descargar una ráfaga de disparos en contra los GEOS, todos estos impactaron en los escudos rebotando en todas direcciones. Rápidamente ellos también lanzaron fuego de respuesta bajo la orden del encargado de la operación.

   ── ¡Mierda!── grité cubriéndome con mis brazos la cabeza.

   ── ¿Qué coño hacemos?── me preguntó asustado.

   Incliné mi cabeza hacia el pasillo por donde se acercaban para que me ayudara, así ambos comenzamos a disparar en ataque. Los teníamos a menos de diez metros de nosotros y con Aníbal no podíamos resistir mucho porque fácilmente nos superaban en número de armas. Cuando nos tocaba cubrirnos los impactos de las balas sonaban contra el metal de la frágil estantería que nos separaba de los policías dispuestos a cazarnos.

   Lancé un descargo de frustración contra los putos escudos blindados, no podíamos hacer nada si nuestros disparos no les hacían daño, era ridículo gastar nuestra munición contra una pared impenetrable.

   ── Hay que dispararle a los pies── pensé en voz alta con la suerte que mi compañero logró escucharme.

   Mi respiración agitada no me dejaba pensar, lograba escuchar perfectamente cómo se nos venían acercando y me negaba a quedarme quietecita esperando que nos atraparan. Estaba recordando todo lo que habíamos perdido en el camino, a nuestros compañeros caídos, joder, estábamos jodidamente cerca como para venir a perder la partida al último momento. 

   Justo frente a mí tenía un carrito, por lo que una de las ideas más desesperadas pasó por mi cabeza, aunque la verdad era que lo había visto en una película de acción, por lo que tenía una oportunidad de funcionar. Ahora mismo no teníamos muchas opciones.

   Le pedí a Río que me cubriera una última vez, este asintió sabiendo lo que quería hacer por lo que cuando me acosté sobre aquella tabla con ruedas fue él quien me empujó con la fuerza suficiente en el momento preciso para poder descargar una ráfaga de disparos directamente a los pies descubiertos de los GEOS. Sólo cuatro segundos demoré de llegar de un extremo a otro, los conté en mi cabeza, seguido me bajé cubriéndome con un mueble lo suficientemente alto para protegerme. Llevé una mano a mi pecho sintiendo una ansiedad que jamás había experimentado, cerré los ojos un segundo con la esperanza de lograr el control de mi propio cuerpo en un ambiente lleno de balas apuntándome, sin embargo una sonrisa se formó en mis labios cuando mi compañero alzó los pulgares felicitándome contento.

   ── ¡Recuento!── se escuchó la voz de un hombre proveniente del grupo táctico.

   Había funcionado, y eso me llenó de alivio de que los disparos habían cesado de parte de los policías que se encontraban organizándose nuevamente para armar una nueva estrategia de ataque.

   ── ¡Han herido a varios agentes, señor!

   ── ¡Te cubro!── exclamé en dirección a Río.

   No esperé su aprobación cuando levanté la metralleta en dirección al grupo de GEOS. Solté disparos sosteniendo el fusil con fuerza, sin piedad de mantenerlos a raya, ellos ya nos habían dado y no pensaba en contenerme si se trataba de una situación extrema. Por su parte, Río logró cruzar sin problema posicionándose a mi lado, por mientras pensaba cómo cojones nadie escuchaba todo el desastre que estaba quedando en las bodegas, y no menos importante era la cantidad de munición que nos iba quedando a este punto.

   ── Denver me propuso matrimonio y todavía no le he dicho nada── confesé asustada. Miré a a Aníbal a mi lado que frunció el ceño, volví a mirar al frente cada vez más nerviosa sin ser completamente consciente de lo que estaba diciendo── Me da miedo que se aburra de una vida conmigo y me deje en medio de un país como Indonesia.

   Nos sincronizamos para volver a disparar contra el equipo táctico. Estos venían a saco, al parecer el ataque anterior solamente nos había regalado unos cortos segundos ya que se seguían acercando con todo.

   ── ¿No es una conversación que deberías tener con él?── cuestionó tratando de seguirme la corriente.

   ── Joder, quizás es la clarividencia de estar a punto de ser arrestada.

   Volvimos a atacar, sin embargo esta vez sentía la metralleta más liviana. Al parecer las cargas se estaban vaciando y junto a Río estábamos metidos en un laberinto sin salida.

   ── Bueno... siempre serás bienvenida en mi isla── sonrió Río. Ambos nos encontrábamos destrozados física como mentalmente, jadeantes de resistir buscábamos consuelo en nuestras cortas charlas── Me vas a tener que ayudar a escoger cortinas, muebles, el color de las paredes...

   Reí. Después nos volvimos a posicionar para disparar, pero esta vez fue diferente porque desde el fondo vimos llegar los refuerzos de los GEOS los cuales protegidos por los escudos blindados no lográbamos hacerles daño, al contrario, se movían mucho más rápido y ágiles que antes. Lo que significaba que ya la policía tenía conocimiento de que estábamos acá, y no tardarían en enviar a todo el escuadrón de España si era necesario con tal de agarrarnos.

   ── ¡Vienen!── exclamé sintiendo mis manos temblar.

   ── ¡Corre, joder!── me tomó de la mano guiándome entre los extensos pasillos de aquel almacén. Me giré un par de veces para disparar como defensa, veía de reojo aquellos trajes color negro y el reflejo de los láseres verdes aproximándose.

   Con Río no nos quedó más opción que cubrirnos con un par de cajas lo suficientemente altas como para protegernos, confiando en la resistencia de la madera nos vimos nuevamente perdidos. Él me señaló algo a lo lejos, le seguí con la mirada dándome cuenta que se refería a la puerta que daba al interior de las oficinas de la fábrica, la podíamos ver a la distancia como nuestra salvación sabiendo que todavía no estaba todo perdido, sólo teníamos que llegar hasta allí. Aunque ahora era una misión imposible con decenas de metralletas sobre nosotros esperando que nos asomáramos para reventarnos.

   ── ¡Ahora!── exclamé desgarrando mi voz para hacerme escuchar.

   Mi compañero me siguió, fue ahí donde nos dimos cuenta que estábamos a menos de cinco metros de distancia. Era inútil tan sólo creer que podríamos llegar, ambos lo sabíamos.

   Unos segundos de silencio después de aquel última ráfaga de ataque nos dieron un momento para respirar. Admitir que estaba a punto de ser arrestada era una sensación horrible que no se me olvidaría jamás, mis manos temblaban sin poder tomar la metralleta con precisión, fue ahí donde cerré los ojos con fuerza soltando la confesión que me traía guardada hace un buen rato.

   ── Creo que estoy embarazada── solté sin querer volver a abrir los ojos. Mi corazón se me salía en cualquier momento del pecho sintiendo unas horribles ganas de llorar justo ahí── Y sé que no es el mejor momento, pero no quería que la primera persona que se enterase fuera un policía interrogándome.

   Nuevamente el silencio. Solté un pequeño sollozo cuando Aníbal me dio un abrazo cargado de cariño, lo miré y él también traía sus ojos color cafés brillantes llenos de ilusión, fue en ese momento que las balas de parte de los GEOS nos volvieron a atacar haciéndonos caer en la realidad que nos envolvía. Limpié mi rostro con mi brazo, de alguna manera me sentía aliviada de haber compartido con alguien finalmente el pensamiento que me estaba quitando el sueño estos últimos días.

   ── Vas a ser una mamá de la hostia── dijo con una sonrisa triste que compartimos, negué con un par de lágrimas cayendo por mi rostro── Sí, y Denver va a ser el tío más feliz del mundo con tremendo notición. Merecéis ser felices.

   ── No me hables como si no estuviésemos despidiendo, por favor── rogué a pesar de saber que se acercaban por nosotros. Río tomó su metralleta revisando cuánta carga le quedaba, miró de reojo al grupo táctico y se volvió a verme tomando mi mano firme── ¿Qué piensas?

   ── Que tienes una boda a la que asistir, la tuya, así que corre── me respondió tranquilo. Dejó un beso en mi mejilla inesperadamente que me dejó sin palabras── Te quiero, amiga.

   ── ¿¡Qué haces!?── grité al ver cómo Aníbal se ponía de pie apuntando con su M-16 disparando sin piedad ni cuidado. Lo traté de cubrir sin lograr nada debido a que fueron cosas de cortos segundos cuando cayó al suelo a causa de los disparos directos a su cuerpo── ¡Río!

   Salí de mi escondite directo a donde se encontraba tirado, no me importó en lo absoluto estar al descubierto, me interesaba saber si seguía con vida. Sentí miedo, lo admito, no podía perder a otro hermano porque no me lo perdonaría jamás, fue por ese amargo recuerdo que al notar que el bendito chaleco había detenido las balas me alivió, tomé su rostro entre mis manos tratando de despertarlo moviéndolo de lado a lado desesperadamente que me diera una señal que me indicara que estuviera consciente.

   ── París── habló arrastrando las palabras── Te dije que te fueras.

   ── ¡Apártate de él! ¡Las manos arriba!── me ordenó un hombre. Los puntos verdes estaban todos sobre mi cuerpo, levanté las manos resignada, derrotada── ¡Apártate de él o abriremos fuego!

   ── ¡Estamos desarmados, joder!── exclamé llena de ira.

   ── ¡París, abajo!

   Reconocí perfectamente aquel grito de Denver seguido de un destello de disparos, me lancé al suelo al quedar en medio del fuego cruzado y rápidamente agarré uno de los escudos blindados que a uno había soltado ante el ataque sorpresa de otro atracador. Tomé una metralleta perteneciente a la policía, lo supe porque no era la misma que las nuestras, entonces con esa me limité a defenderme cubriendo mi cuerpo de los disparos que me lanzaban.

   ── ¿¡Dónde cojones estaban metidos!?── les grité molesta.

   Denver y Tokio fueron nuestra salvación en el momento más tenso que me había tocado vivir encerrada en la fábrica. Gracias al cielo Río recuperó la consciencia más rápido que yo hace unos minutos para poder ayudarme, le pasé el arma que traía mientras yo me encargaba de protegernos en mitad del pasillo. 

   ── ¡Mierda, salgan!── bramó Tokio sin dejar de cubrirnos.

   Seguimos retrocediendo aprovechando la ventaja que nos daban nuestros compañeros, cuando estábamos cerca Denver me tomó de la mano para levantarme y ponerme atrás de él ordenándome que comenzara a correr. Le hice caso, yo fui la primera en correr hacia las escaleras dejando caer el escudo en el camino por el peso seguida por Río junto a Tokio atrás de nosotros, finalmente Daniel subió las escaleras logrando dejar a la policía atrás, pero no nos podíamos confiar ya que finalmente habían logrado entrar.

   ── ¿Cómo estáis?── nos preguntó Tokio al vernos tan desastrosos── Joder, se ven mal.

   ── ¿Qué te pasó, París?── esta vez fue Denver quien se acercó, señalando mi pierna.

   ── Sólo rozó── le resté importancia mirando a Río de reojo sabiendo que aquello que le había dicho no se le quitaba de la cabeza.

   ── Que puto susto me acabas de meter── me tomó de la mano entrelazando nuestros dedos con fuerza── Ahora te quiero quietecita al lado mío.






















   Con Denver empezamos a correr por las oficinas de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre sabiendo que en cualquier momento nos podían empezar a dar de tiros por cualquier lado. Después de casi cinco días de atraco habíamos logrado conocer perfectamente ese lugar, además que el Profesor los había obligado aprendernos los planos de las instalaciones, cosas que ahora mismo agradecía porque llegamos rápidamente al museo donde se encontraba Berlín custodiando a un pequeño grupo de rehenes.

   ── La policía ya está dentro── informé sin rodeos.

   ── Hay que llevar la Browning a la cámara acorazada tres── nos dijo Berlín cambiando su semblante serio a uno más intenso.

   ── Tokio y Río están en eso── respondió Denver.

   ── ¿Qué hacemos con los rehenes?── pregunté apurada.

   ── Tú sabes, querida París── me sonrió el atracador al mando.

   ── ¡Todo el mundo desordenado, de espaldas y de rodillas, ya!── dictaminé pasando por el lado de Berlín── ¡Vamos que no tengo todo el día!── exclamé al ver que algunos se ponían nerviosos.

   ── Bueno, todos no── intervino Berlín tomando a uno de los rehenes por la muñeca y sacándole la careta con gracia── Ariadna se viene conmigo.

   Me quedé quieta mirando la escena de aquella chica con miedo ante los ojos de Andrés, no alcancé a intervenir cuando ya se la había llevado en compañía de Helsinki. Miré a Denver que se había dado cuenta de mi preocupación, él solo negó y me hizo un gesto para apurarnos. Dejé a los rehenes de rodillas amenazándolos con la metralleta y después de una corta despedida procedí a abandonar en museo de la fábrica en compañía de Daniel.

   Creo que nunca había corrido tanto en mi vida, tuvimos que tomar otro camino hacia la cámara acorazada ya que el pasillo principal lo habíamos llenado explosivos dejándolo inhabilitado.

   ── ¿Qué te pasó en la pierna?── habló Denver mientras bajábamos las escaleras rápidamente.

   ── Estoy bien── respondí sin preocuparme. Entonces se escuchó a lo lejos unos gritos en masa, nos quedamos estáticos con Denver hasta que me di cuenta de lo que se trataba── Están en el museo, corre.

   Creo que en mi vida había corrido tanto como esa última hora, seguimos bajando piso por piso por las escaleras de emergencia sabiendo que nuevamente teníamos una pequeña ventaja ya que ahora mismo la policía se debería estar encargando de la evacuación de los rehenes lo cual eran un par de minutos suficientes para escapar antes que nos encuentren. Las últimas plantas fueron más rápidas, miré hacia arriba fijándome en todo lo que habíamos bajado en menos de dos minutos.

   Seguimos directo hacia la cámara acorazada número tres en donde se encontraba el túnel que desembocaba al hangar del Profesor. La ametralladora estaba instalada, y Nairobi con Helsinki terminaban de sacar los dos últimos sacos de dinero restantes.

   ── ¡Hay que salir ya!── advirtió Denver sabiendo que en cualquier momento nos pillaban.

  ── Estaban en el museo hace unos minutos, ya deben estar en el sótano── dije viendo como Berlín llegaba también a la cámara acorazada en compañía de una asustada Ariadna Cascales del brazo── ¿Dónde está Río y Tokio?── le pregunté a mis compañeros.

   ── Están de camino al hangar── me respondió Helsinki.

   ── ¡Vamos, salid ya!── ordenó Andrés.

   Nairobi lo miró intensamente con el ceño fruncido, sin embargo Helsinki la arrastró con él sin darle tiempo de hacer preguntas. Los dos bajaron las escaleras directo al túnel, me quedé parada mirando a Berlín el cual no estaba haciendo nada por abandonar la fábrica, al contrario de Denver el cual ya estaba ansioso por irse de ese lugar como yo, pero cuando me tomó de la mano para que lo siguiera de un movimiento brusco lo alejé para ir directo donde se encontraba Andrés esperándonos que nos vayamos.

   ── ¡Berlín, nos vamos!── grité saliendo de la cámara acorazada caminando hacia él.

   ── Ya saben donde estamos, París, márchate── habló dándome dándome la espalda.

   Fue en ese momento que supe lo que pasaba por su mente, no me miraba a la cara no porque no quisiera verme, más bien no quería despedirse. Fue entonces que lo tomé del hombro con fuerza para que se girara y quedar frente a frente.

   ── Ni se te ocurra── susurré con la mandíbula tensa del enojo.

   ── Denver, llévate a París, yo aguanto.

   ── ¿¡Cómo que tú aguantas!?── pregunté alzando la voz. Denver nuevamente trató de tomarme del brazo, aunque otra vez no me dejé, mis palabras empezaron a salir con dificultad del miedo que sentía── ¡No hay manera que aguantes!

   ── Si entran al túnel estamos todos muertos── explicó con calma.

   ── ¡Tenemos que salir ahora, París, no hay tiempo!── me gritó desesperadamente Denver a mi espalda.

   ── ¡Déjame tranquila!── regañé mirándolo molesta, después me volví a Andrés que seguía con su serio semblante── ¿Qué estás haciendo, Berlín?

   ── Alguien se tiene que quedar a la trinchera── volví a negar sin creer ninguna de sus palabras, lo que causó su enojo y que me volviera a gritar perdiendo la paciencia── ¡Nos están pisando los talones!

   ── ¡Nos vamos todos juntos!── exclamé alzando la voz tan fuerte que Ariadna se asustó por mi oscuro temperamento. Solté un suspiro pasándome ambas manos por el rostro, después tomé los hombros de Andrés para que me escuchara── No puedes hacer esto, no puedo perder a nadie más. 

   Al parecer mis palabras surtieron efecto inmediatamente ya que su expresión cambió a una más suave, Berlín cerró los ojos un par de segundos.

   ── No me puedes dejar sola── murmuré.

   ── Tú puedes convencer a cualquiera de lo que sea, menos a mí── contestó actuando indiferente── Además que tú no estás sola. Denver, si la quieres tanto como dices, llévatela.

   ── ¡No me toques, Daniel!── le advertí con furia desmedida── ¡Vámonos, Andrés! Deja de dar tantas vueltas con esta conversación de mierda porque lo único que hacemos en perder el tiempo, joder.

   La tensión que se vivía en ese momento era cada vez más alta, sólo quedaban tres atracadores de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre a la vez que el equipo de GEOS ya se encontraban bajando las escaleras.

   ── No me vengas a dar órdenes── envolvió mi brazo con sus dedos con fuerza atrayéndome a él. Lo miré con una mezcla de ira y frustración, Andrés rápidamente me soltó tomando mi rostro entre sus manos como nunca lo había hecho y su mirada nunca había sido tan cercana── Hazlo por Denver, porque ten por seguro que si tú no te vas, él tampoco se va a mover de aquí.

   ── No lo metas en esto, Andrés.

   Y fue en ese segundo que lo intenté entender, Andrés me sonrió de forma sincera acariciando mi rostro sabiendo que le recordaba a mi madre, su hermana. Cerré los ojos dejando caer un par de lágrimas que jamás pensé derramar por Berlín, él también 

   ── Olivia, mereces ser feliz── susurró dejando un beso en mi frente. Miró a Denver haciéndole una señal con la cabeza para que me llevara── Váyanse antes de que sea demasiado tarde.

   Daniel me tomó por la cintura arrastrándome a la cámara acorazada a la vez que gritaba el nombre de Andrés rogándole que me siguiera, lo último que vi fue él aguantándose las lágrimas viendo como me alejaba sin vuelta atrás. No pude hacer nada cuando ya me encontraba bajando las escaleras del túnel con Denver siguiéndome los pasos para evitar que me devolviese, aunque en el fondo no lo iba a hacer. El camino se me hizo eterno dentro de ese pequeño lugar iluminado por pocas linternas, el no poder encontrar paz al saber que habíamos dejado a Berlín dentro de la fábrica rondaba por mi cabeza sabiendo que pude haber hecho un poco más e incluso todavía no asumía el hecho de que finalmente estaba dejando el lugar del atraco más grande de la historia.

   Denver me hablaba mientras caminábamos por el túnel, pero yo no podía responderle, él trataba de hacerme entrar en razón mientras que mis pensamientos se habían quedado en la cámara acorazada. 

   Me detuve cuando una ráfaga de disparos se empezó a escuchar a lo lejos.

   ── No podemos dejarlo solo── dije mirando a Denver.

   ── Y yo no puedo dejar que vuelvas a esa puta ratonera, no hay salida── tomó mi mano suavemente── No me lo hagas más complicado, por favor── me rogó en voz baja.

   Asentí. Seguimos caminando lo poco que nos quedaba sintiendo la claustrofobia de ese túnel, por lo menos no fue tanto cuando me encontré de frente nuevamente con otra escalera para subir al hangar donde nos esperaba un emocionado Profesor que nuevamente nos abrazó con alegría de vernos salir de la Casa de Moneda y Timbre.

   ── Ya estáis aquí── acarició mis hombros y miró a Denver── ¿Dónde está Berlín?

   ── Se ha quedado adentro── respondió él mirando al suelo con las manos en las caderas── Teníamos los GEOS encima y se ha empeñado en cubrir el túnel.

   ── Nos ha salvado la vida── susurré.

   Nuestras respuestas no le cayeron nada de bien, Nairobi y Helsinki se acercaron sin poder creer lo que habíamos dicho. El Profesor se alejó un par de pasos para hablar a través de intercomunicador con Andrés, Nairobi me empezó a interrogar acerca de Berlín, aunque la detuve un momento porque tenía toda mi atención en un solo lugar.

   Caminé por aquel hangar oscuro, sucio y vacío a excepción de una solitaria mesa desordenada. Toqué el teléfono rojo con el que nos habíamos comunicado decenas de veces con nuestro cabecilla, papel de origami rojo, también en los dos monitores que tenía interceptadas las imágenes de las cámaras de vigilancia de la fábrica donde se veían a los policías entrando por los pasillos que hace menos de diez minutos habíamos caminado en total libertad. Este era el centro de operaciones del Profesor.

   Tomé el intercomunicador que estaba tirado sobre unos archivos abiertos, miré al Profesor un par de metros usando uno igual y no resistí en ponerlo en mi oreja con la esperanza que algo pueda cambiar con eso.

   ── Andrés, vamos a volar el túnel, tienes que salir de allí── se inquietó el Profesor.

   Del otro lado de la línea se lograba escuchar perfectamente los disparos cruzados.

   ── Joder, primero París y ahora tú── contestó Berlín sonando agitado── ¡Los tengo encima, es tarde. Marchaos ya!

   ── No me voy a ir sin ti, ya lo sabes── le insistió el Profesor.

   Me giré a verlo apegando el auricular a mi oreja, jamás lo había visto nervioso, su pierna temblaba con sus manos mientras que no se podía quedar quieto. Helsinki, Denver y Nairobi lo observaban nerviosos sin saber qué hacer; si esperar instrucciones o ponerse en marcha por sí solos.

   ── La decadencia no está hecha para mí── el fuerte sonido de un par de disparos lo interrumpieron── ¿Te imaginas cayéndoseme la baba o perdiendo el control de mis esfínteres?── soltó una pesada carcajada── No, hace falta valor para eso, prefiero esto.

   ── Sal, por favor── rogó en voz baja.

   ── ¡Sergio, no me jodas!

   ¿Sergio?

   Quedé helada ante aquello, me giré a verlo con el ceño fruncido tratando de contenerme, era demasiado que procesar y el lugar era el menos indicado. Sergio también me miró sabiendo que había logrado escuchar aquello al notar que tenía el auricular en mi poder. Tragué en seco sintiendo tantas cosas que no era capaz de comprender nada, negué sin poder creerlo con la esperanza que todo sea una confusión porque prefería eso a admitir que con el Profesor compartíamos más que un atraco.

   ── ¿Qué?── musité dolida.

   ── Helsinki... vuela el túnel.

   El serbio sacó el detonador a la vez que Sergio se giró desesperado, con lágrimas en los ojos totalmente incapaz de aceptar la idea de dejar a su hermano dentro.

   ── ¡Helsinki, es una orden!── volvió a repetir Berlín más imperativo que la primera vez── ¡Soldado, vuela el túnel!

   El Profesor corrió directo hacia Helsinki para detenerlo, fue Denver quien se tuvo que poner en medio evitando que Sergio le quitara el detonador al serbio. Corrí donde Daniel para ayudarlo, tomé al Profesor por los hombros tratando de detenerlo, fueron varios forcejeos entre los tres tratando de calmarle, con Denver gritándole por favor se calmara, pero comprensiblemente nos fue imposible, mucho más cuando una explosión nos asustó a todos. Sentimos el piso temblar y vimos la tierra salir disparada por el túnel que ahora se encontraba derrumbado.

   ── ¡Andrés, no!── gritó entre sollozos.

   Sergio cayó de rodillas con lágrimas cayendo por su rostro. No pude hacer más que dar un par de pasos hacia atrás, resignada a no poder hacer más.

   ── Cuidé de nuestra sobrina aquí adentro, ahora te toca cuidarla afuera. París es lo único que nos queda de Sara, Sergio── se despidió. Cerré los ojos haciendo un esfuerzo por ocultar mis emociones sabiendo que el Profesor se encontraba mucho peor que yo── Te quiero mucho hermanito.

   Sergio le seguía gritando a Helsinki a pesar de que él sólo se limitó a cumplir con las órdenes, abrazaba a Denver llorando sobre su hombro llamando el nombre de Andrés repetidamente como si de algunas manera sirviera de algo, sin embargo lo único que conseguía era aumentar su propio dolor ante la inminente pérdida de su hermano. 

   ── Me he pasado la vida siendo un poco hijo de puta, pero hoy... creo que me apetece morir con dignidad.

   Ráfagas de disparos se escucharon por el auricular, un grito de guerra por parte de Berlín me aseguró que esas habían sido sus últimas palabras. Me limité a quedarme quieta, observando como Sergio caía de rodillas al asumir la realidad que Andrés no volvería. Daniel trataba de consolarle sacando fuerzas de no sé dónde ya que hace unas horas éramos nosotros quiénes le dábamos el pésame a él por el fallecimiento de su padre, pero ahí estaba.

   Nairobi puso una mano sobre mi hombro al notarme tan ausente, no pude reaccionar ante su contacto sabiendo que ahora mismo Berlín estaba dejando la vida en la Casa de la Moneda.

   ── Fonollosa abatido, repito, Fonollosa abatido── la voz del mismo hombre que me había ordenado alejarme de Río sonó por última vez.

   Dejé el auricular en el mismo lugar que lo encontré velozmente, como si este quemase. Nairobi se cubrió el rostro con ambas manos tratando de tranquilizarse, aunque en el fondo estaba totalmente segura que le afectaba más de lo que a mi amiga admitirá. Por otro lado Helsinki miraba al piso sin decir ni una palabra por respeto al duelo, pero como un soldado, esperando instrucciones porque él sabía que el plan todavía no acababa para los vivos.

   Caminé hacia Sergio que seguía en el suelo, tomé su mano con cuidado y también su rostro para que me observara. Sus lágrimas caían sin consuelo por su rostro ante el dolor tan reciente, cuando me vio se quedó estático al parecer creyendo que armaría una bronca, fue por eso que mis frías palabras le sorprendieron.

   ── Tenemos que seguir── hablé con dificultad, sabiendo que en cualquier momento mis nervios me traicionarían cuando oí mi propia voz temblar── Yo sé que ahora te duele mucho porque se trata de alguien que amas, pero si te echas para abajo ahora... tan cerca, nada de esto habrá valido la pena.

   Fueron las mismas palabras que Berlín me había brindado, ese consejo de tío al que no le había tomado el peso hasta ahora. Estaba totalmente rota al igual que el Profesor, pero uno tenía que tener los pies en la tierra mucho más ahora que vendrían por nosotros en cualquier momento cuando lograran descubrir la ubicación del hangar.

   Sin hacer ruido alguno Sergio se puso de pie sabiendo que tenía razón, puso una mano sobre mi hombro pudiendo notar el dolor en sus ojos y él en los míos. Éramos un desastre en cuestión de aspecto; sucios, desaliñados, con las prendas rotas, agotados tanto física como mentalmente e incluso me había olvidado de la herida que causaba ardor en mi pierna, pero de si de algo estaba segura era que no nos dejaríamos caer tan fácil, era una cosa de familia.

   ── Cambiaos de ropa.

   Helsinki y Nairobi hicieron caso inmediatamente abandonando aquel sitio directo a sacarse el mono rojo que tanto nos había acompañado. Miré a Denver que me estaba esperando para alistarnos, pero una risa se me escapó a pesar de la tristeza que reflejaba mi mirada.

   El atraco más grande de la historia finalmente había acabado.










. ⠈. ⠈. ⠈. ⠈. ⠈. ⠈. ⠈. ⠈ . ⠈. ⠈.⠈ೃೀ.⠈. ⠈.

✦•······················•✦•······················•✦

. ⠈. ⠈. ⠈. ⠈. ⠈. ⠈. ⠈. ⠈ . ⠈. ⠈.⠈ೃೀ.⠈. ⠈.

Feliz Navidad!! Este es el último capítulo, le sigue un pequeño final y luego un epílogo, por lo que queda muy muy poquito de este libro.

Igualmente acabo de subir el día de hoy una nueva historia de Chris Evans, por si alguien quiere pasar por ahí <3

Les mando un abrazo y espero que hayan tenido unas lindas fiestas






Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro