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UNO: CIUDADES, SERÁN CIUDADES

CIUDADES, SERÁN CIUDADES

CINCO MESES ANTES
Jueves 10.45 A.M.

Exactamente las 10:45 de la mañana según el teléfono cuando ya llegaba a la dirección dada por el Profesor. Se trataba de una casa, o más bien dicho como una súper casona en las afueras de Toledo. Mirando la fachada y sacando conclusiones apresuradas me creía que ahí entraban más de diez personas sin problemas. Vamos, daba un poco el rollo a American Horror Story: Murder House.

Era un clima medio de madrugada, un frío de mierda que me obligaba a usar una chaqueta de color negra un poco suelta con unos jeans celestes claros y unas zapatillas compradas con un poco de dinero robado. Eran blancas, muy bonitas, ahora se encontraban hechas mierdas con la tierra del camino que me había tocado caminar unos quince minutos en la soledad absoluta después de bajarme del bus.

Para mi sorpresa de ladrona, futura atracadora, en una banca se encontraban un grupo de personas, ocho o nueve contando rápidamente, no les tomé demasiada atención ya que todos me observaban muy callados, como si esperaran que les dijiera algo pero en lo absoluto. Me fijé que ninguno de ellos conversaba con el otro, se veían incómodos y tensos, por lo que concluí nuevamente que ninguno se conocía con el otro. Solo pude reconocer la cara del Profesor, que se le notaba sonriente a más no poder.

── Buenos días señorita──me saludó el Profesor extendiendome su mano educadamente── Le soy sincero, pensaba que no iba a venir.

── Lamento el atraso, mi madre me ha obligado a venir porque dice que quiere dos mil cuatrocientos millones── ironicé metiendo la manos en los bolsillos nerviosa ya que mi mamá estaba bastante lejos de pedirme algo así.

Una risa se hizo notar entre el grupo, demasiado peculiar para mis oídos casi maniática, no voy a mentir que me hizo gracia. Me encontré un muchacho que captó mi atención en cuestión de segundos por su apariencia, mientras le observaba un hombre mayor le golpeó en el brazo desviando mi atención de allí. Al momento, el Profesor aplaudió para llamar la atención del resto del grupo que seguía sentado como si fueran todos nuevos en la misma escuela.

── Entremos por favor.

Todos empezaron a caminar formando involuntariamente una hilera horizontal, lo que aproveché para analizar al grupo. Una muchacha de chasquilla y melena fue la primera en entrar al lugar, seguida de un joven de que se intentaba escondres atrás de su capucha gris que se notaba el nerviosismo. Tras él, un hombre mayor de barba frondosa con toques blancos caminaba acompañado del muchacho de los ojos claros que me guiñó un ojo descaradamente. Por último dos hombre grandes, robustos e intimidantes a la vista que se susurraban cosas entre ellos que me eran intendibles ya que era otro idioma.

── ¿No piensa pasar usted, señorita? El código del caballero dicta que las damas van primero──sonó una voz áspera que me llegó a dar escalofríos──¿O se está arrepintiendo a último minuto?

Di la vuelta asustada para ver de quien se trataba. Me encontré con un hombre delgado de facciones marcadas, muy bien distinguido de los demás físicamente hablando. Llevaba un traje de color azul combinado con una corbata roja de lo que parecía ser seda pura. Algo que me parecía muy incómodo al estar yo simplemente con mis zapatillas combinado con mi chaqueta que no valía mucho dinero. Quizás la invitación traía código de vestimenta y yo ni me he enterado.

── ¿Vas a un matrimonio vestido de pingüino?── solté un poco molesta.

── Para las ocasiones especiales── se acomodó la corbata a propósito── La impresión es muy importante cuando vas a conocer gente, sobre todo tus futuros colegas── sonrió.

No le respondí por lo extraño que se había tornado esta pequeña charla, tan sólo me dispuse a seguir con mi camino y finalmente entrar a la casa que tal como me lo esperaba en un principio era gigantesca a reventar. De inmediato recordé las típicas casas que aparecían en las películas de terror; que por dentro es toda gris y humeda, con un frío qué te daba miedo tan sólo pisar dentro de esta. No había ni un mueble que decorara porque todo estaba cubierto por sábanas sucias que daban muy mala impresión. Ah

── Joder, esta casa de noche debe ser una puta pesadilla──hablé para mí misma── A lo Bates Motel.

── Más que la casa, me parece que aquí nosotros seremos los mounstruos──me dijo el mismo tipo que inmediato le agarré el gusto intimidante a su profunda voz.

Empecé seguir el camino señalado por el Profesor, tuve que subir unas angostas escaleras de madera que a cada paso rechinaba un escalón más fuerte que el anterior, un poco cliché la verdad si se pensaba en todas las casas de las películas de miedo, pero seguía siendo igual de aterrador. En lo más alto de la subida nos esperaban el Profesor en la puerta de una habitación que daba a una aula improvisada con sus nueve pupitres con las respectivas silla, en la cual todos estaban sentados como una maldita escuela.

Me vi obligada a tomar asiento entre una de las dos primeras filas que eran los únicos vacíos. Quedando así absolutamente adelante de un pizarrón que tenía que tenía escrita la palabra Bienvenidos  en mayúsculas con una tiza blanca en una letra tan grande hasta los hombres grandes de al fondo podían verla perfectamente. Estábamos absolutamente envueltos en un silencio sepulcrar, nadie se conocía al parecer porque que nadie hable se me estaba haciendo incómodo. Todos esperando que nuestro Profesor empezara la primera lección (de muchas), y así fue.

── Bueno, primero que todo, muchas gracias por aceptar... esta oferta de trabajo── titubeó un poco con la última frase lo que volvió a provocar esa singular risa principio del mismo chico.

── Quiero darles la bienvenida nuevamente y que conozcan cual va a ser su nuevo refugio durante cinco meses en donde vamos a estudiar como dar el golpe alejados del mundo ── tomó la tiza del escritorio para seguir escribiendo── Vamos a poner unas cuantas reglas.

Antes de que el Profesor pueda hablar, un hombre de edad tomó la palabra antes que nuestro maestro.

── ¿Cómo qué cinco meses aquí encerrados? ¿estamos locos lo que nos pasa?── preguntó molesto por la nueva información.

Sinceramente, tomó la voz por todos porque yo me unía a esa pensamiento, es que cinco meses es exagerado tan solo pensarlo. Hay golpes a bancos que se estudian un par de semanas o máximo un mes, pensándolo a lo grande. Tantos meses conviviendo en este lugar como si fuera un internado era algo descabellado. Pero como siempre, de aquí en adelante, nuestro Profesor se quedaría siempre con la última palabra y la razón.

── La gente estudia durante años una carrera que se da una titularidad en el mejor de los casos te da un sueldo── nos explicaba con una chispa de pasión en sus ojos detrás de sus gruesas gafas── Un sueldo de mierda que no alcanza para vivir.

Las nueve personas sentadas en esa sala escuchamos atentamente, algo así como unos corderitos escuchaban a su pastor, nosotros nos diferenciamos mucho en ese minuto.

── Ahora dígame, ¿qué son cinco meses comparados a esto?── nos cuestionó el Profesor, y el mismo silencio le dio la respuesta── Nada, no es nada.

El silencio que había en ese ático era equivalente a que si la sala estuviese por completo vacía, como si la mejor lección de vida hubiese sido dada en ese momento y todos estuviéramos pensando cómo nuestras vidas encajan en esas sencillas palabras. Como era de esperarse nadie dijo nada por lo que nuestro Profesor empezó a hablar de nuevo y esta vez nadie se atrevió a meterse a interrumpir.

── He estado planeando este golpe para no volver a trabajar en mi vida y vosotros tampoco... ni vuestros hijos.

No voy a mentir, se me pusieron los pelos de punta con sólo escuchar eso. Dándome cuenta que esta mierda no era nada parecido a infiltrarse en negocios internacionales o sacar una inofensiva billetera de una cartera completamente descuidada. No era robarle un dulce a un niño pequeño. Me había metido en un lío gordísimo.

── Bueno── empezó a escribir en el pizarrón letras sin coherencia entre ellas── Ahora no se conocen entre ustedes y quiero que se siga manteniendo así.

En ese instante el Profesor soltó las tres reglas de oro de este plan maestro. Solo tres sencillas reglas que debían ser cumplidas, ¿qué podría salir mal?

1. NADA DE NOMBRES
2. TAMPOCO PREGUNTAS PERSONALES.
3. MENOS RELACIONES PERSONALES.

No pude evitar reírme ante la última regla de oro que tenía. Joder, es solo de mirar a mi alrededor, sinceramente no había muchas opciones como para elegir.

── Quiero que elijan un nombre, algo sencillo puede ser un número o planetas── nos propuso El Profesor para suplir la primera norma de oro.

── Rollo señor 23 y la señorita 17── bromeó el chico de los ojos claros mientras usando sus encantos intentaba coquetear con una chica de pelo corto que usaba chasquilla a mi derecha.

No fue necesario compartir una conversación con él para saber que ese debería ser el todas mías del grupo, se le notaba en la ropa de chulo que llevaba y la confianza que traía encima lo hacía un estereotipo bastante notorio.

── Bueno, es que aquí hay un problema porque yo no puedo recordar mi número de teléfono y voy a recordar tantos números──reclamó el hombre mayor que se había también quejado por los cinco meses encerrados en una casona.

── Por eso te lo digo── agregó el chico con la confianza de que me pareció bastante extraña. Quizás al parecer ellos se conocían desde antes de venir aquí, curioso.

── ¿Planetas?── habló por primera vez el chico de la capucha que tanto misterio traía── Yo podría ser Marte y este Urano── agregó señalando al todas mías.

── No, no, no, yo no soy Urano── se negó rotundamente el otro muchacho── Que tiene muy mala rima.

 ── Vale, que tampoco podemos ser planetas── agregué un poco tímida por ser la primera vez que hablo al frente de toda esta gente── Qué son ocho planetas y somos nueve personas.

Todos se quedaron en silencio como si hubiese hecho el mayor descubrimiento de la historia, yo misma me quería pegar por sentirme una empollona en el primer día, pero el Profesor me mira con satisfacción en su rostro, como si se hubiese alegrado de que alguien se hubiese dado cuenta de ese pequeño detalle mientras todos debatían entre si ser Marte o Urano.

── Excelente observación── se dirigió directamente a mí── Por eso vamos a hacer ciudades ¿entendido? ciudades; y usted va a ser la primera en elegir.

Y frente a ese privilegio terminé eligiendo la ciudad más linda del mundo, París, la ciudad del amor, de las luces y de la elegancia. Ahora durante cinco meses y el atraco todos me van a conocer por esa ciudad y me encanta.

Me presentaré resumidamente. Desde este momento quedo bautizada como PARÍS; ladrona por obligación y nada orgullosa de ello. Con nada que ganar tampoco que perder. A pesar de mi entorno delictual, estudié psicología por lo que me llamó El Profesor para complementar su plan maestro desde otra perspectiva. Con el talento de poder convencer a cualquier persona a compartir mis ideales a pesar de lo malos que fueran estos, si me convenía a mi era suficiente. Puedo conversar cinco minutos contigo y podré saber tus debilidades pero también tus virtudes y eso es exactamente lo que pasó. Como me dijo El Profesor la primera vez que nos vimos en esa plaza Madrid; una manipuladora llevada a sus ideas. En resumen más de robar se me da mejor estafar y mientras tú me miras a la cara, otra persona te va a poder quitar la cartera sin que tú ni siquiera te des cuenta cuenta de eso hasta que necesites sacar tu tarjeta para pagar tu comida, yo la estaré usando para ropa.

El hombre con quién hablé antes de entrar es BERLÍN en resumen un ladrón profesional de guante blanco y coincidentemente su mayor golpe fue en París, robando más de 400 diamantes de un valor incalculable. Ingresó en el mundo del crimen para mantener el altísimo nivel de vida al que está acostumbrado desde la cuna. El hombre a cargo de la banda porque sabe tener modales finos pero también sabe ser brutal y directo cuando le conviene. Su talón de Aquiles son las mujeres y esa será la circunstancia que ponga en riesgo su liderazgo.

La chica de la chasquilla es TOKIO, dura e impulsiva con un aparente falta de empatía. Su vida fue un balancín, Tokio ingresó del mundo el crimen con 14 años siguiendo los pasos de su novio de 28 y desde entonces alternado períodos de normalidad con su empleo convencional, con otros ligados a todo tipo de atracos, eso sí cada vez más audaces. En uno de ellos; una furgoneta de Prosegur en la calle Puente que terminó en tiroteo con el resultado de 3 muertos uno de ellos su novio. En búsqueda de captura desde entonces.

El señor que reclamó al principio es MOSCÚ; minero, la silicosis y el asma lo alejaron de la mina y terminó una cerrajería. Es capaz de hacer cualquier cosa con metal y por supuesto abre cualquier cerradura. Esa habilidad y una etapa de precariedad económica lo llevaron el crimen y en los últimos años ha sido condenado por atracos, estafa, el robo de varias joyerías y su gran especialidad agujerear caja acorazadas. Como todos tiene una debilidad y está su hijo, la cabeza loca del grupo que nunca ha echado carrera y con el que ahora comparte una misión.

Su hijo, y personalmente mi perdición, es DENVER, macarra de extrarradio un poco corto de miras, impulsivo. Alternó su juventud entre los botellones del parking del Caprabo y las barracas de la feria. Coqueteó con todas las drogas posible y quizás por tal abuso hay una conexión en su cerebro que salta muy resible sin motivo alguno por lo que genera tensión por donde pasa y es mejor no tratar en exceso con él. Su padre es su único anclaje con la humanidad y los sentimientos, haría cualquier cosa por él. Es pura sangre caliente y en un atraco con una bomba de relojería. La única persona de la banda con la capacidad de en cinco meses poner mi mundo de cabeza de todas las maneras posibles. Un huracán.

El muchacho de la capucha es RÍO, un chico que ha pasado su infancia programando y hackeando. Una adolescencia con las miradas en la red, esa capacidad y esos conocimientos hicieron jefe técnico de una empresa seguridad siendo aún muy joven. En lo personal, creo que todo ese saber no fue acompañado con un grado de madurez equiparable, así de pronto se vio metido en hackeos y roturas de sistema de seguridad que poco tenían de juego. Terminó en búsqueda y captura por la Interpol, situación de la que lo rescató el Profesor. Es el maestro tecnológico del grupo

Al fondo de la sala se encontraba una mujer fumando un cigarrillo despreocupada de su entorno. Ella es NAIROBI una persona con una dura infancia que tuvo que ganarse la vida realizando falsificaciones, abandonada por su novio y familia. No tuvo otra opción que el delito para salir adelante. Su faceta "creativa" le vino muy bien y de pronto era una cotizada falsificadora de todo tipo de cosas siempre que tuvieran valor material. Pero eso no era todo además de un talento para el detalle, tenía una gracia la jodida.

Y por último cada plan perfecto necesita un par de fuerza bruta; HELSINKI y OSLO. Dos serbios que complementa la fuerza bruta del grupo, poco se sabe de ellos más allá del evidente pasado de violencia y dureza que han vivido y la poca inclinación al diálogo que tienen que se reduce simplemente a hacerse preguntas ante las dificultades que muestra. A veces prefiero llamarlo Pinky y Cerebro. Helsinki y Oslo son los soldados de choque perfecto en el plan del Profesor.

Finalmente, nuestra cabecilla y maestro del plan el PROFESOR, que nos ha obligado a llamarlo así. Treintañero, barba, gafas de pasta. El cerebro de la operación. Un hombre que nadie asociaría a ni un plan criminal. De fina ironía y autodidacta, es la antítesis de cualquiera de los individuos que integran esta banda. De inteligencia superior, ha planeado durante años hasta el mínimo detalle de la operación. Parece saberlo todo, anticiparse a todos desde su puesto de observación en el exterior pero lo personal siempre creo que algo puede salir mal.

── ¿Profesor, qué vamos a robar?── preguntó Tokio al fin.

El Profesor en vez de dar una respuesta con su mano apuntó al fondo de la sala. Todos miramos hacia atrás y pudimos observar una maqueta perfecta de lo que todo español podría reconocer en cualquier parte.

── La fábrica Nacional de Moneda y Timbre.

Listo, acababa de confirmar que se nos fue la olla.

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