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TRECE: PLAN CAMERÚN

PLAN CAMERÚN

Miércoles 09.01 A.M.
CIENTONUEVE HORAS DE ATRACO.

    Mis piernas temblaban al escuchar el sonido de las puertas de metal abrirse, mi mano no podía quedarse quieta. Mordí mi labio bajo la careta esperando que la reportera entrara al lugar que era nuestro ya, en esos segundos recordé las palabras de Denver, estaba arruinando la oportunidad de mi libertad. Entregaría mi identidad, la cual había intentado ocultar cinco meses bajo el nombre de París con el resto de mis compañeros.

   Mi respiración era irregular, tenía que calmarme como sea posible porque este era el peor momento como para sufrir un ataque de pánico frente a una cámara que transmitiría a toda España. Cerré los ojos un momento al ver por los hoyos de los ojos de la máscara venir a una mujer con micrófono junto a un tipo que traía una cámara de televisión cargada en el hombro con señal en vivo.

   Ahora o nunca.

   Tenía a Nairobi, Berlín a cada lado y Denver a mi espalda apuntando con su arma a los recién llegados por si cualquier cosa llegara a salir mal. Aunque de alguna forma los intentaba ver como una muestra de apoyo ya que la ansiedad que sufría en ese momento parecía hacer que mi pecho llegaría a estallar y me largaría a llorar del susto de las consecuencias que me traería hacer esto. Hace un par de minutos había pensado en arrepentirme y dejar a Berlín hacer esto, pero no podía hacerle eso a la banda.

   Me jodía admitirlo, necesitaba que alguien me diera un abrazo para decirme que todo estaría bien. Que era lo correcto entregar mi nombre y mi pasado para que la policía con el CNI hicieran lo que creyeran conveniente. Necesitaba que Denver me sostenga la mano y me susurrara que iba a estar ahí cuando esto termine, pero no nos hemos vuelto a hablar desde lo de la cámara acorazada.

   Las puertas se volvieron a cerrar con esas dos personas notoriamente austadas aquí adentro, ellos se lo buscaron. Solté un suspiro y no pensé mucho cuando me quité la máscara de Salvador Dalí que le pasé a Helsinki cuando pasó por mi lado después de abrir y cerras las puertas.

   ── Buenas tardes── saludé amablemente extendieno mi mano hacia la entrevistadora. Era joven, igual o mayor a mí me atrevería a decir. Correspondió mi saludo tomando mi mano sin poder ocultar su rostro de sorpresa al ver a una chica joven metida en el lío del siglo── Pueden llamarme París, pronto vais a saber mi nombre, mi historia. Así que prefiero guardar un poco el misterio por la emoción.

   ── Señorita, ¿puede ponerse esto, por favor?── me solicitó ella. El camarógrafo me extendió un micrófono que tuve que conectar para que el audio se escuchara lo mejor posible. Cada palabra que saldría de mis labios maracaría la historia de este atraco.

    Dejando mis temores anteriores de lado, me dispuse a cooperar con lo que me pedían. Enganché el pequeño micrófono a la tela del overol con tal de que quedara cerca de mi boca lo suficiente. La chica le hizo una señal al camarógrafo y éste inmediatamente levantó el pulgar disimuladamente, confirmando que ya estábamos en vivo.

   Vaya, que de pequeña quería salir en la tele, jamás imaginé que sería de esta forma.

   ── Bueno, París── empezó a hablar la entrevistadora intentando ocultar los nervios. Tenía pequeños indicadores que no podía ocultar── Tengo que preguntarte primero por qué han permitido que un equipo de periodistas entren a emitir en directo.

   Que comience la función.

   ── Vosotros no lo sabéis, la gente solo cree en las cosas que dicen por televisión── suspiré mirando al suelo── Este es un momento decisivo para cada persona que está aquí adentro. Estamos cómodos con esto pero era necesario de su presencia para hacerlo público. Por favor, venga conmigo. Adelante.

   Mientras caminamos al hall de la fábrica podía imaginarme a todos los grupos de policía con reconocimiento facial intentando encontrar mi nombre, mi cara, mis antecedentes, robos, estafas. La última vez que se me dio la cara en la calle, quiénes eran mi familia. Y Marcos, ya que de alguna forma llegarían a él.

   Fui la que entró primero seguida de la entrevistadora, su compañero y atrás los míos. Los once rehenes que habían escogido la libertad y que antes habíamos cometido el error de esconderlos, ahora estaban de pie viendo sin dar crédito como una entrevistadora se paseaba junto a un cámara filmando todo.

   ── Estos son los rehenes que por fin serán liberados── dije intentando sonreír, como si me doliera la partida de once desconocidos que nos habían servido como esucudo humano── Yo solo quería darle las gracias── solté una pequeña risa carente de simpatía── Sé que suena estúpido de mi parte pero vosotros habéis tenido valentía y coraje que habéis demostrado.

   Me acerqué a la chica embarazada que había ayudado el primer día que habíamos llegado acá ahora su expresión era de miedo era mucho más tranquila. Me quedó mirando un momento e incluso podría apostar que me sonrío un poco. Con ella me gustaba platicar en los ratos que me tocaba cuidar a los rehenes en un momento me confesó que era una niña que se estaba debatiendo en un par de nombre qué le hacía ilusión. Yo sólo me límite a escucharla.

   ── Sobre todo a ti. Te lo digo en serio cuando aseguro que vas a hacer una madre de la hostia ── le dije poniendo ambas manos en su gran panza ella puso sus manos sobre las mías apretando sobre ellas── Me gusta Amelia. Es muy bonito.
  
   La chica asintió son las mejillas sonrojadas y sus ojos cafés brillantes.

   ── ¿Por qué han tomado la decisión, justo ahora, después de cinco días de de cautiverio, liberar a los rehenes?── se escuchó la voz de la entrevistadora a mi espalda, distrayendome en lo que estaba.

   ── ¿Cinco días?── pregunté con una falsa incredulidad── Es sorprendente lo rápido que se te pasa el tiempo cuando tu vida sólo depende de eso. Cuando no sabes qué va a pasar la próxima hora que oara nosotros podría ser la última. Lo que para vosotros allá afuera fueron días, para nosotros sólo fue un par de jornadas, ¿cierto?

    Me di la vuelta al fijarme que un par de rehenes estaban asintiendo dándome la razón. Joder que bonito esto, y que de la hostia estaba saliendo. Me acerqué un par de pasos a la entrevistadora que todavía no me perdía el. Atrás de ella pude ver a Nairobi, la reconocí por el cabello negro, largo y liso que se le escapaban por la gorra y la careta.

   ── Insisto que esto no es fácil para nosotros, la situación ya es crítica── miré al suelo y mordí mi labio dando una expresión de preocupación e incluso pena── Estamos en un punto en donde no nos queda otra vía más que la rendición. Por eso está usted aquí, porque si nosotros saliéramos por nuestra propia cuenta nos acribillarían antes de escuchar alguna palabra de nuestras bocas.

   Rendición, la palabra que nadie se esperaba pero que todo el cuerpo de policía quería escuchar de nuestras bocas. Es que podía imaginar también lo descolocados que estarían en este momento al pensar que el grupo de atracadores iba a salir por la puerta grande con las manos en alto y las metralletas vacías. Un jodido espectáculo digno de recordar para siempre.

   ── Este gesto es el principio del fin── confesé con la voz temblorosa── Helsinki, ya es hora. Pueden irse.

   Los rehenes se empezaron a mover en una mona fila india hacia la salida a la libertad. Al final de ellos iba Helsinki enmascarado, que fue nuevamente hacia el botón para abrir las puertas. Cuando estas se empezaron a mover, un sudor frío recorrió mi cuerpo. Estábamos dejando ir a nuestros salvavidas, las razones por las cuales nosotros seguíamos con vida, en vivo y en directo estamos quedando como los puñeteros mártires del atraco.

   ── Vamos a ir soltando rehenes hasta pactar un trato para pactar una rendición más favorable para nuestros intereses── improvisé en ese mismo momento mientras veíamos como iban saliendo.

   ── ¿Han tomado la decisión de entregarse?── me preguntó la periodista sin poder creer el giro que había tomado la situación.

   ── Hemos tomado conciencia de que hemos perdido.

   La chica le hizo un gesto al cámara para que enfocara el momento de gran emoción la primera buena noticia que estaba ocurriendo en la fábrica de la moneda, la liberación de once rehenes a cambio de nada, pareciendo que empezábamos a ceder. Pero ese no era el verdadero punto, había reconocido públicamente que la situación era crítica y que no teníamos más opción que rendirnos, cuando en realidad los teníamos donde los necesitábamos. Literalmente había admitido que este era el principio del fin aunque eso nada de mentira tenía, las horas en este lugar se estaban acabando era un reloj de arena que está dado vuelta y que ya no le quedaba nada.

   A la vez que estaba ocurriendo el mágico momento en donde los rehenes al fin alcanzaba la libertad añorada, había guiado al cámara y a la periodista hasta la sala de mandos que habíamos adaptado con una mesa en la que se encontraba descansando el cuerpo de Oslo. Junto a nosotros estaba Nairobi, Helsinki y Berlín, los tres enmascarados.

    Me limitaba a mirar al suelo sintiendo un nudo en la garganta al ver el cuerpo de mi compañero sin vida. No me hacía falta fingir en lo absoluto ninguna emoción para que mi expresión diera a notar la pena que sentía. No me había dado el tiempo de llorar o sufrir, Oslo era nuestro compañero uno de los nuestros, la persona con la que compartimos cinco meses. La persona que me había salvado la vida al ofrecerse a ir donde la muerte me esperaba.
  
   ── No sé si alguna vez usted haya visto un cadáver ──dije con la voz baja para mantener el respeto. Ella negó en silencio, atenta a cada una de mis declaraciones── Para algunos de nosotros también en la primera vez. Usted vino a mostrar la verdad, ¿cierto? Esta es la verdad. No estamos yendo de rositas de arriba para abajo, hemos sido apaleados y estamos siendo vencidos── me quedé en silencio un momento, aprovechando de asimilar la situación. No era fácil digerir la muerte de uno de tu equipo, podría haber sido cualquiera de nosotros── S-si quiere, puede comprobrarlo. Es importante que le crean... que sepan que le digo la verdad.

   La periodista asintió dudosa de sus acciones, igualmente se terminó acercando al cuerpo sin vida de Oslo. Puso sus dedos sobre la carótida, parte del cuello con la que usualmente se mide el pulso, aunque esta vez no sentiría nada.

   Miré a Helsinki, no le podía ver el rostro pero su postura era demasiado rígida.

   ── No tiene pulso, ha fallecido── confirmó la entrevistadora mirando a la cámara.

   ── Los rehenes se unieron y le golpearon en la cabeza, fue sólo un golpe con un fierro que estaba tirado en el suelo. Un movimiento brusco fue suficiente para matarlo, no había nada que hacer── confesé mirando el cuerpo de Oslo que seguía con la careta puesta── Posiblemente para la gente ahí afuera este hombre sólo sea un ladrón──me tomé un tiempo para pensar mis palabras── Pero para nosotros era mucho más, un amigo, también era familia. Y nadie nos preparó para perder a un amigo, es una de las razones por la que nos hemos dado cuenta que estamos perdiendo. No queremos perder más de los nuestros

   ── L-lo siento── susurró la entrevistadora con sus ojos llenos de compasión.

   ── Aunque salgamos con diez millones de euros en los bolsillos, o sin nada. Ya nada valió la pena, porque hay cosas que el dinero no compran y él su vida es algo que nos quitaron. No los culpo el instinto de supervivencia muy fuerte── miré a mis tres compañeros que me seguían con la mirada── Cuando hay una muerte de por medio, ya nadie tiene razón.

   ── Esto es lo que está pasando, no lo quieren mostrar que somos gente sencilla que tenemos cosas que perder y nos han pisoteado como han querido. Nosotros no tenemos ni voz ni voto para defendernos porque nuestras palabras no valen nada── caminé a otro sitio para evitar ver el cadáver del serbio── Nos han quitado la dignidad frente a todos difamando a uno de los nuestros, Andres de Fonollosa... mi familia.

   Vaya que me había costado decir eso, la primera vez que admitía que con Berlín llevamos la misma sangre y tuvo que ser frente a miles de personas. Pero usaría esa conexión familiar como recurso para crear simpatía por nosotros, al ver que aquí también existían lazos familiares. Cuando consigan mi nombre ya no habrá forma de ocultarlo.

   ── ¿Me está diciendo que la policía miente a la opininión pública?

   ── ¡Claro que lo hace! Es la única arma que tienen contra nosotros. A veces me pregunto qué quieren ganar, qué creen que conseguirán si nos matan, porque es lo que realmente quieren hacer. No tendremos derecho a juicio, ni a defendernos── hablé fuerte, molesta, para que cada persona que estuviera mirando esto pueda sentir mis palabras frías── ¿Y para qué les va a servir matarnos? Si va a venir otro hijo de puta peor que nosotros. El problema para ellos es el puñetero dinero que les estamos quitando, simplemente un trozo de papel marcado. ¿Saben cuál creo que es el problema? El sistema que se encargó a través de sus normas poner a unos más arriba y otros abajo, se encargaron de alimentar nuestra rabia.
  
   Mis palabras quedaron en el aire, todavía sentía mis mejillas rojas por el calor que me había subido. Miré disimuladamente a mis compañeros y vi como Nairobi asentía levantando el pulgar en forma de aprobación. Sabía que lo estaba haciendo bien pero no estaba manipulando a nadie, no estaba mintiendo, no inventé nada esta vez. Eran realmente mis palabras la que están brotando como cuchillos filosos de verdades enterrándose en la sociedad.

   Nuestros invitados se quedaron en silencio, también la entrevistadora nos daba miradas incómodas hasta que después de un rato en el que nadie agregó nada, abrió una libreta que ya traía la mano y empezó a buscar en los papeles lo que creo que eran preguntas preparadas para hacerle a los atracadores.

   ── Queremos saber de los rehenes, específicamente de los jóvenes hijos de empresarios influyentes.

   Asentí con una pequeña sonrisa, sabía que de alguna forma terminarías preguntando por los críos, específicamente los niños pijos tenían prioridad sobre cualquier otro. Y de paso le cumpliría una promesa al atleta.

   ── ¿Le digo una cosa?── solté una risa pequeña── El día que estamos acá, encontramos a Pablo Ruiz tomándole fotos desnuda a Alison Parker, la mismísima hija del embajador. Esos chicos están jodidos desde antes que nosotros llegáramos── confesé alzando una ceja── Sé a lo que se refiere su pregunta, ellos están bien. Pero su problema va mucho más allá de que estén encerrados como rehenes.

   Ahí está. Un disimulado golpe a la clase alta de este país, exhibiendo las travesuras de los niños ricos. Ordinariamente llamado populismo.

   La chica siguió con la entrevista.

   ── Me había hablado de Andrés de Fonollosa, asegurando que era un familia── dijo ella observándome── ¿Hablaba literalmente?

   Suspiré y desvié mi vista hacia el hombre enmascarado que era Berlín, lo pensé unos segundos. Realmente todavía no era capaz de ver a Berlín como alguien al que se le pueda llamar familia, había recibido la noticia hace menos de un día en un lugar en donde lo que menos hay es tiempo para pensar.

   Aunque iba a hacer lo necesario para ganarme al público, y si tenía que defender a Berlín demostrando lástima por él, no tenía más opción.

   ── Andres de Fonollosa fue difamado y tengo la autorización de él para que busquen en los sumarios esas causas guardadas── respondí desafiante── Yo antes no entra a este lugar revisé los expedientes de cada persona que está acá, y aquí ninguno es un asesino a sueldo o un proxeneta. Ensuciaron la imagen de él y mancharon el nombre de nuestra familia. Espero que los haga sentir orgullosos, y cuando se tengan que parar frente a la opinión pública a desmentir mis palabras sin pruebas los voy a ver y sabré que por lo menos hemos ganado algo.

   ── París, tus palabras van mucho más allá de un atraco. No son un grupo de ladrones cualquiera, eso lo notamos, ¿cómo os definiríais vosotros?

   Vaya, tengo de admitir que esa pregunta fue muy buena. Pero la respuesta era suficiente para ganarse el corazón de la abuelita que estaba en casa mirando desde su sillón a los atracadores llorar por televisión.

   ── Somos los errores de la sociedad, a esos que no quieren ver a los ojos porque los encierran y nadie quiere mirarlos de frente porque les da miedo conocer al monstruo que crearon.

   Aquella mañana no sabía que habíamos sido trending topic mundial mi cara quedó pasmada en miles de pantallas, noticias, redes sociales y agentes había quedado muda en la cafetería las cafeterías de los taxis éramos el puto equipo de Camerún jugando contra Brasil sin zapatos, y todos querían que ganemos.

━━━━ ◦ ❖ ◦━━━━

    Tenía mis codos apoyados sobre la mesa mira un lugar fijo la pecera los peces moverse por el lugar encerrados como nosotros la entrevistadora y el cámara ya se habían ido. El Plan Camerún había concluido la perfección y el costo había sido mi condena eterna, ya nunca sería libre y cuando llegaramos a abandonar este lugar mi cara adornaría cada frontera.

   ── Ese discurso fue espectacular── la voz de Berlín se hizo presente a mis espaldas no me giré a verlo no tenía ningún motivo o una victoria que celebrar── ¿Te enteraste de que El Profesor me intenta salvar a Tokio?

   Asentí sin ánimos, la verdad no me desagradaba la idea de que Tokio fuera libre de nuevo y empezara en otra parte. Que desapareciera y aprovechara esa cortina de humo que le iba a regalar El Profesor.

   ── No te voy a mentir, me siento orgulloso de que hayas logrado engañar a todo un país── si yo hablando verle sentándose en una silla── Pude sentir tu dolor, tu sufrimiento fue tan genuino que dudaría.

   ── Tenemos derecho a ser escuchados aunque no resuene── susurré mordiendo mi labio.

   ── Nairobi tenía razón, yo no podría haberlo hecho mejor.

   No decía nada, tampoco tenía ánimos de hablar sólo asentía sin saber lo que me decían.

   ── Eres como yo, un escorpión── soltó Berlín de la nada llamando mi atención.

   ── ¿Perdona?

   ── El escorpión es un animal con la capacidad de tener varios colores y ocuparlos en el momento preciso. Cuando tienen algo en mente se vuelven agresivos voraces y territoriales── explicó el jugando con sus manos mirándome fijamente── ¿Sabías que los escorpiones son considerados como unos animales mágicos? Los egipcios siempre han tenido fascinación por poseerlos. Pero se no puede encerrar a un animal salvaje ¿cierto?

    Apoyé una mejilla sobre mi mano sin entender lo que me quería decir, comprendía el significado de las palabras pero no entendí el punto al que quería llegar. Quizá este era otro de sus juegos mentales que hacía Berlín espontáneamente y luego terminaba teniendo sentido.

   ── ¿Qué clase de metáfora estás intentando armar?── alcé una ceja.

   ── Yo soy el tipo de escorpión que siempre está dispuesto a clavar su aguijón cuando se siente amenazado── explicó Andrés siguiendo con su inútil teoría── Mientras que tú eres distinta, prefieres caminar por la mano de alguien buscando el lugar donde poder clavar el aguijón.

   ── ¿Esta es tu forma de crear lazos familiares?──  pregunté de nuevo rodando los ojos.

   ── No perdonan ni retroceden, tampoco pueden probar su propio aguijón, no podrían cruzar una coraza tan dura── se quedó segundos en silencio, seguramente pensando una estupidez que agregar── Hasta que conociste Denver.

   ── ¿Por qué cojones los metes? Pensé que lo odiabas.

   ── No te voy a mentir, no es de mi completo agrado──confesó── Pero tú tampoco puedes negar lo que sientes por él.

   ── Personalmente te encargaste de romper lo que teníamos cuando me confesaste lo que había pasado con Mónica── dije cansada de la conversación── Y ahora me pides que reflexione lo que siento por él. Vaya ridiculez.

   ── Joder, que es Denver, no puedes esperar mucho de él── respondió Berlín estirándose en la silla── Todos nos equivocamos. ¿Acaso no fuiste tú la que se lió con un argentino la verbena?

    Abrí un poco la boca sorprendida: ── ¿Cómo sabes eso?

   ── Las noticias vuelan── alzó los hombros── Ahora que estamos en confianza déjame decirte que los de la Pampa no besan nada mal.

   ── No estamos en confianza── interrumpí de inmediato── Y creo que te faltó algo, un pequeño consejo, si quieres evitar el ataque de un escorpión no te acerques.

── ¡Se están escapando!── nos avisó Nairobi al entrar a sala de mandos, con ese grito nos hizo volver a la realidad y salir de la charla── Vamos.

   Río buscó un ordenador que tenía escondido y se puso a hackear el sistema seguridad bloqueando la puerta. Yo no entendía nada, todo ocurría demasiado rápido, sólo me dispuse a buscar mi pistola cagandome en todo porque eso estuviese ocurriendo otra vez.

   ── ¿Ahora el chico se los nuestros?── preguntó Berlín sorprendido de la colaboración repentina de Aníbal.

   ── Le he dicho lo de Tokio── contestó Nairobi cargando su arma.

   ── ¿Dónde está Denver?── pregunté.

   En problemas.

━━━━ ◦ ❖ ◦━━━━

   Bajamos corriendo las escaleras para encontrarnos con una situación difícil ¿Qué tan idiotas tenemos que ser para cometer el mismo error dos veces?

    ── Arturo, hijo de la gran puta── susurré levantando el arma, pero para mi desgraciada suertr no tenía un tiro limpio desde mi lado.

   Su escudo era él.

    Arturo Román, el director de la fábrica, nuestro rehén estrella. Tenía agarrado a Denver con su antebrazo en el cuello ahorcándolo e inmovilizándolo por completo mientras que con la otra mano sostenía una pistola en la cabeza del atracador. Mi respiración se detuvo por un segundo, pensé que me iba a derrumbar pero por primera vez puse la mente fría ante una situación de presión. Mis sentidos se alertaron, los ojos de Denver no salían de los míos pero yo estaba demasiado concentrada en buscar una solución para poder sacarlo de ahí.

   ── He bloqueado la puerta── dijo Río apuntando a Arturo── Ya no podéis salir.

   ── ¡Atrás!── gritó el rehén  nervioso de ver a todos los atracadores iban a por él.

   ── Arturo, baja la pistola── habló nuevamente Río haciendo de policía bueno.

   ── Arturito── intervino Berlín caminando tranquilo── Sé que te gusta mucho el cine, pero esta película se te está yendo de las manos.

   ── Ni un paso más o le pego un tiro── amenazó Román acercando el cañón a la cabeza de Denver que cada vez estaba más rojo── Yo puede que no salga con vida de aquí, pero este no vuelve a reírse en su puta vida.

   Con la risa de Denver no, cabrón.

   Berlín me miró serio, estaba segura que no era capaz de ocultar la preocupación de mis ojos, cuando de la nada Andrés sacó el arma de su funda y la levantó hacia Arturo con rabia.

   ── Berlín, Berlín, calma── susurró Nairobi en un tono tranquilizador.

    En ese momento por una entrada externa llegaron Helsinki con Moscú, este al ver a su hijo siendo encañonado por un rehén de facultades mentales inestables, por decirlo de alguna forma, estuvo a punto de perder el control. Era natural, un padre siempre va a proteger a su hijo, ya lo hizo una vez intentando entregarse a la policía por Denver, y ahora no sé qué iba a pasar.

   Observé al fondo de la escena, atrás de Arturo estaba Mónica Gaztambide, la secretaria que había besado Denver. La rubia estaba de pie al lado del botón que abría y cerraba las puertas de la fábrica, aunque gracias a Río ya no funcionaba más. Gaztambide presenciaba la escena con temor, por un momento cruzamos miradas, fue un tanto incómodo pero no había tiempo de una conversación de mujeres.

   ── ¡Abridme la puerta!── exigió Arturo a los gritos.

   ── Este ataque de locura va a terminar mal y lo sabes──  intenté razonar aunque en el fondo me moría de las ganas de pegarle un tiro.

   ── Vale, vale, tranquilo── interrumpió Moscú colgando el M-16 en su cuerpo tratando de razonar nuevamente con él── Vamos a hablar como personas civilizadas. Suéltale y, si quieres salir, yo te ayudo.

   Con Río que estaba a mi izquierda, nos miramos con el ceño fruncido ya que ninguno de los dos creía las palabras de Moscú, simplemente porque eran imposibles de cumplir.

   ── Abrirme la puerta ya── repitió otra vez el director como si fuera una puñetera grabadora.

   Nairobi y Berlín se miraron un momento analizando la situación, no les bastó decir ninguna palabra cuando los dos levantaron su arma al mismo tiempo a la misma dirección. Una coordinación digna de película sinceramente.

   ── Aquí no se abre ninguna puerta── sentenció Nairobi.

   ── ¿De verdad crees que no?── preguntó Arturo riéndose── Mira voy a contar hasta cinco y luego le voy a pegar un tiro. No tengo nada que perder y me importa una mierda todo ¿estamos? Así que vosotros mismos.

   ── Arturo, te juro que si no sales con otro disparo de esta, yo misma te voy a dar de hostias como saco de boxeo── amenacé presa de la rabia que tenía y el temor que me recorría el cuerpo.

   ── A ver, atrévete hija de puta──me respondió desafiante── Cinco, cuatro, tres, dos, uno...

   Cada uno estaba buscando el tiro perfecto para eliminar Arturo de una vez. Lo que no sabíamos era que la persona responsable de salvar a Denver fue el mismo Denver.

   Un golpe certero en el estómago del director con el codo de Denver lo dejó sin aire, un grito de dolor sucumbió el lugar asustando a todos tanto a los rehenes como a nostros. Cuando Arturo cayó al suelo intentando recuperar el aire que perdió, la pistola resbaló de sus manos, Denver enojado y lleno de ira la agarró desde el piso para luego apuntarle a él.

   ── ¡Me cago en tu puta madre!── gritó Denver con la sangre hirviendo.

   ── N-no, n-no res-respiro── se lamentaba Arturo Román en el suelo intentando recuperar el aliento para formar unas vagas palabras con un hilo de voz── Ayuda.

   Bajamos las armas aliviados, solté un suspiró con el que sentí como mis pulmones descargaron tanto aire acumulado que estaban a punto de reventarlos. Miré a mi lado donde estaba Río y le di una pequeña sonrisa ladina de agradecimiento por salvarnos el culo por segunda vez. Él en respuesta asintió entendiendo lo que le quería decir.

   ── Ve── susurró Río señalando con su cabeza a Arturo y Denver.

    Le hice caso y me acerqué unos pasos el director de la fábrica que seguía chillando en el suelo. Puse una mano sobre el hombro de Denver despacio, haciendo que se girara un poco, lo suficiente para ver que era yo.

   ── Deja ver eso── le dije suavemente a Denver, levantando su mandíbula con mi dedo índice. Tenía el cuello rojo por la presión ejercida por Arturo pero no tenía marcas grandes ni muy rojas── Vas a estar bien. No es nada.

   ── Ponte de pie, gilipollas── ordenó Denver serio apuntando al suelo.

   ── No puedo── gimió Román en posición fetal como un niño pequeño── M-me duele.

   ── Que no te he preguntao si te duele la pancita, cabrón── habló nuevamente Denver perdiendo la paciencia── ¡Que te levantes, joder!

   Ese grito fue suficiente para que hasta el mismísimo Arturo dejara de jadear del dolor. Este se puso de pie bajo la atenta mirada del resto de rehenes y la banda, mientras que Denver seguía su cabeza con la pistola como un francotirador. Cuando el flamante director de la fábrica se puso de pie, sorpresivamente Denver bajó la pistola de mala gana. El ojiazul giró su vista hacía mi y solo me dijo cuatro palabras.

   ── Como te enseñé, Cenicienta.

   ── ¿Cenicienta?── pregunté divertida.

   ── Me enseñaste que las princesas también daban de hostias.

   El jodido apodo me hizo retroceder meses a la casona de Toledo, fue inevitable no soltar una sonrisa, pero de esas de verdad. Le pasé mi pistola a Denver y este se hizo a un lado. Arturo me miraba sin entender nada hasta que mi puño impactó su mejilla con la fuerza suficiente para volver a tirarlo al piso. Cayó al suelo volviendo a gritar del dolor más fuerte, ahora agarrándose la mejilla lastimada.

   Los gritos de los rehenes no me afectaron en lo absoluto, lo llamaba justicia divina y se sentía bien liberar un poco de tensión ¿no?

   ── Helsinki, llévatelo── ordenó nuestra atracadora al mando, cabreadísima con todos── Y vosotros... ¡adentro, joder!

   Me quedé de pie en el mismo lugar sacundiendo mi mano un poco, mirando como el serbio agarraba a Arturo de los hombros sin nada de cuidado. Lo levantó del piso como si se tratara de un bulto, cuando Román pasó por mi lado intentó decirme algo pero no pudo hablar.

   ── Te lo dije── escuché la voz de Berlín por mi espalda── Un escorpión.


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