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TRECE: EL CABALLO DE TROYA


EL CABALLO DE TROYA

TRES MESES ANTES
Miércoles 15.26 P.M.

── ¿Alguno de vosotros sabe lo que es un caballo de Troya?── preguntó el Profesor mientras se paseaba por la sala de clases.

── No sé, pero la rima te la digo fácil── respondió Denver causando que sonriera.

── ¡No!── le retó el Profesor adelantándose a su jugada── Un caballo de Troya

── ¡Lo que me sale de la polla!── gritó Denver como si el Madrid hubiese metido un gol al último minuto.

Mientras todos se reían de la idiotez que había soltado Denver, al parecer a su padre no le hizo tanta gracia porque le dio una hostia desde el asiento de atrás cosa que lo dejó callado en un segundo.

── Ay── se quejó su hijo mientras se tocaba la cabeza.

── ¡Que te calles y te concentres de una puñetera vez!── regañó Moscú volviendo a sentarse── Perdón.

Cuando el Profesor miró a Denver sin pizca alguna de gracia en su rostro, él cambió su expresión a una más seria. Miré a Denver con una sonrisa, me entretenía la espontaneidad que solo él poseía, lo malo era que la usaba en los peores momentos.

Él giró su vista hacia mi lugar, al ver que le sonreía me guiñó el ojo coqueto y después me tiró un beso disimuladamente lo que me hizo ruborizar en un segundo. Entonces me vi obligada a tomarle atención al Profesor.

── Los griegos estaban en guerra con los troyanos, un día los troyanos encontraron en la puerta de su ciudad un caballo de madera ¡un enorme caballo de madera!── nos explicaba el Profesor sentado en su escritorio── Y así que llevados por su vanidad pensaron que era un objeto de rendición de parte de los griegos, entonces abrieron las puertas... y lo metieron dentro.

── Pero si no me equivoco el caballo estaba hueco y repleto de griegos ¿cierto Profesor?── hablé yo recordando las historias que me contaba mi madre hace años.

── Exactamente, París── me dio la razón el Profesor── Esa noche los troyanos perdieron la batalla.

── Y toda la lección de historia para qué mierda es entonces── dijo Tokio ya cansada.

── ¿Por qué no te callas un rato, tía?── saltó Nairobi enojada── Nos tienes hasta la coronilla y más arriba.

Desde hace unos días ya que Tokio y Nairobi no se llevaban para nada bien debido a una pelea que llegó hasta los manotazos hace en una de las clases que nos enseñaron a sacar una bala. La tensión entre ellas era evidente y obviamente ninguna iba a dar su brazo a torcer. Cuál de las dos era más cabezota.

── Intentarán entrar, quizás el de la Cruz Roja o el de las pizzas pero lo que está claro es que nos intentarán colar a alguien── siguió el Profesor como si nada hubiese pasado── Y será nuestra oportunidad de intentar colocarles nuestro caballo de Troya.

Entonces supe que hacer, usar mi propio caballo de Troya.














Era un poco más de las diez de la noche y como ya era costumbre tenía a Denver acostado en mi cama como si fuera la de él. Cada vez ese hombre me encantaba más como era de personalidad pero lo que más me gustaba era como cambiaba cuando le daba mimos en su pelo.

Me encontraba acostada en su pecho, a ninguno nos apetecía follar esta noche. Sólo nos estábamos aprovechando de disfrutarnos de otras maneras.

── Hueles como un bebé── susurré contra su cuello── Deja de robarle el perfume a Río.

── Es lo más falso que he escuchado── soltó su risa característica.

Me puse a darles pequeños besos en su cuello, cosa que sabía que Denver disfrutaba bastante y yo también. Hasta que finalmente llegué a sus labios, donde dejé pequeños besos en ellos mientras él solo acariciaba mi espalda.

── Creo que me traes loco, tía── susurró él.

Yo reí ante eso, cada comentario romántico que intentaba tirar se me hacía tierno de escuchar pero a Denver no le gustaba que me riera de esas cosas. Lo intentaba pero los comentarios melosos no eran mi fuerte, era más de joder para demostrar el cariño.

── Joder, París, que no me hace gracia, si te lo digo en serio── me respondió Denver medio molesto── Te suelto algo lindo para que te rías como tonta.

── No seas llorón.

Le dejé un beso en la nariz y me alejé un poco para poder estirarme cómodamente en la cama y además porque moría de calor tan cerca de él. Y ahí estábamos los dos simplemente tirados en mi cama sin hacer nada como si no existieran las responsabilidades. Agarré la mano como instinto y Denver se la llevo a su labios para plantarle un pequeño beso en ella, cosa que me derritió el corazón.

── ¿Por qué te pusiste París?── preguntó de la nada.

── Porque es la ciudad más linda del mundo── respondí con una sonrisa── Además que mis padres se conocieron en París y se enamoraron en ese lugar, o eso me contaron.

── ¿Entonces eres francesa?

No pude evitar soltar una pequeña risa.

── No, soy más española que la madre que me parió── dije orgullosa.

── Oye, nunca me hablaste de tus padres, ni de tu familia tampoco── habló Denver sin saber del efecto que me causó escuchar eso.

   ── Hostia── susurré. No me lo vi venir.

No le respondí, no podía hacerlo debido a que ese tema era algo que era bastante cerrado en mi vida y que en años no pude hablar de eso. Y la verdad estaba segura de que Denver no era la persona indicada para hacerlo.

Denver se dio cuenta que no dije nada, que la sonrisa que tenía se borró en un segundo. Entonces haciendo el esfuerzo por comprenderme, me abrazó delicadamente pasando sus brazos por mi espalda y me acercó a su pecho desnudo. Yo solo estaba media descolocada pero él intentaba arreglarlo con caricias.

── París, si no quieres hablar de eso no importa ¿vale?── me susurró con nuestras frentes pegadas── Perdóname.

── No es tu culpa── acaricié sus labios con mi dedo── No tengo familia, por lo que jamás tendrás el problema de conocer a tus suegros.

Me sentí un poco más desahogada soltando esa pequeña verdad, no le mentiría inventando una historia falsa de mi vida pero no valía la pena hablar de eso. Denver me abrazó un poco más fuerte, me sentí realmente protegida, amaba cada contacto de él, aunque ese tema no dolía para nada, no sentía pena, ya no. Era parte de mi historia, eso era lo que soy.

Al menos eso era lo que prefería creer.

── ¿Quieres hablarlo?

Lo miré a los ojos, sus bonitos ojos azules lucían preocupados por mi respuesta. Creo que él se sentía peor que yo.

── No, cariño.

Vi como sonreía, entonces me di cuenta de como lo había llamado. Inmediatamente me arrepentí de ser una melosa que en ese momento solo me dejé llevar por el sentimentalismo. Me sentí sucia de ser tan... amorosa.

   ── ¿Cómo me llamaste París, cariño?── preguntó mientras se reía── Que linda eres mi amor, mi vida, mi reina.

Rápidamente me separé de él cabreada de que haya mandado a la mierda lo que le estaba contando, aunque prefería que se centrara en otra cosa. Agarré la almohada para tirársela en la cara mientras me ponía roja de la vergüenza, jamás le había puesto algún mote cariñoso ya que para mí siempre sería Denver. La mejor ciudad de todo el puto planeta.

── Oye, chulo, tienes que irte── me puse de pie para intentar ponerlo de pie pero él estaba haciendo contrapeso── Vamos, Denver, vete a tu habitación, pesado.

── ¿Desde cuándo esto funciona así? ¿eh?── se sentó en la cama buscando su polera entre las sábanas── Me dices cosas lindas y después me sacas como un perro.

Lo miré con el ceño fruncido y una risa oculta, igualmente le seguí el juego que él mismo se había montado.

── Es que ya viene el siguiente, entonces no te puede ver aquí── me crucé de brazos actuando molesta.

Denver se paró, lentamente se acercó con su cara de chico malo que me encantaba porque se veía tan sexy el cabrón. Además no llevaba polera lo que le daba puntos extra.

── Estoy seguro que ese gilipollas no puede hacerte gritar ni la mitad de como lo hago yo── dijo con voz ronca cerca de mi oído── ¿Todavía quieres que me vaya?

Maldito hijo de puta, sabía cómo tenía que hablar para que mis piernas temblaran o para que mi cuerpo deseara subirse al de él. Le mantuve la mirada por unos segundos, sus ojos eran preciosos, unas puñeteras gemas de color azul, estaba segura que eran como los de su madre porque Moscú tenía sus ojos cafés nada similares a los de su hijo.

Tomé la mano de Denver lentamente para acercarla a mi boca, me metí su dedo índice y lo lamí como si fuera una paleta. Todo eso mientras él solo miraba con las pupilas dilatadas de la excitación que traía encima.

── Ahora fuera── lo empujé a la puerta y luego se la cerré dejando a Denver caliente afuera── Buenas noches, guapo.

Los golpes en la puerta no se hicieron de esperar, hasta yo me sentí mal por como lo había dejado y conociendo de Denver, mañana no me hablará en todo el día por todo el calentón que le armé para que después lo echara a empujones como si se tratara de un perro.

Dejando la culpa de Denver de lado, busqué en mi pequeño armario lo que necesitaba ahora y después de unos minutos mirando entre las ropas lo encontré. Con una sonrisa me fui en camino a la habitación de Nairobi que era la que se encontraba más lejos después de la de Berlín. Toqué la puerta unas tres veces a un ritmo agradable, pasé cuando escuché como ella me dejaba entrar pero al verme al parecer estaba decepcionada de mi presencia.

── Permiso.

── ¿Qué haces aquí, tía?── preguntó Nairobi acostada en la cama haciendo no sé qué cosa── Anda, pasa, no será cosa de que te pillen.

No di ni un paso, me quedé para en el marco de la puerta haciendo una mueca de que por favor no me mate por lo que estaba a punto de hacer. Señalé atrás mío y de pronto apareció Tokio conmigo.

Tokio era mi caballo de Troya.

── ¡A ver, a ver! ¿qué hace esta tía contigo, París?── se levantó de la cama al ver la presencia de Tokio.

── Nairobi, por favor── dije yo igual de cabreada que ella── ¿Cuántos años tenemos, coño?

Nos quedamos las tres calladas esperando que Nairobi agarre de las mechas a Tokio o algo parecido pero el silencio que se había formado era incómodo de cojones. Incluso me arrepentí de haberla jodido con Denver porque estaba segura de que la estaría pasando quince veces mejor.

── Tokio, coopera, tía── le susurré.

Ella tomó un respiro profundo y finalmente accedió.

── Qué sé yo, joder, antes he visto eso y que me ha llamado la atención. Nada más── confesó Tokio indiferente, su falta de empatía se le notaba── Que no sabía lo que era.

── ¿Puedes decirlo ya?── pregunté cabreada de tanto show montado── Te juro que no es tan difícil.

── Perdón.

Pero la reacción de Nairobi no fue la esperada tampoco y se le notaba en la cara.

── Vale, perdonada── respondió y se fue a acostar mientras nosotras seguíamos de pie── Ahora fuera la francesa y la japonesa.

Con Tokio nos miramos sin saber que hacer, entonces fui a sentarme a los pies de la cama de Nairobi que me miró mal. Luego con una mirada obligué a Tokio a tomar asiento a mi lado. Era mi plan y no tenía que salir mal y si tenía que empezar a manipularlas para que dejen de joder cada vez que se ven, claramente lo iba a hacer.

── Per bueno, ¿se pueden pirar? Que no quiero palique, chicas.

Entonces Tokio soltó una pregunta que me dejó sin nada que decir.

── ¿Cuantos años tiene tu hijo?

Miré a Nairobi a ver como reaccionaba, ella se removió entre sus sábanas para sentarse. Se le notaba incómoda con la pregunta, tal y como yo hace unas horas junto a Denver. Conocía perfectamente esa sensación por lo que me di cuenta que todo era verdad.

Esa noche mientras todas nos encontrábamos en pijamas me enteré que Nairobi tenía un hijo de siete años llamado Axel, hacha en inglés porque según su madre él era un como una hacha. También nos contó que no estaba con su padre porque ese hombre jamás estuvo con ellos en ningún momento.

── Ese niño es un superviviente, ¿saben?── nos seguía contando ella con su mirada brillante── Es como esos corchos en medio del mar que nunca se hunden.

Sentí rabia mezclada con pena cuando Nairobi nos confesó que se lo tuvo que llevar de casa de su madre cuando Axel tenía tres añitos ya que el marido de su madre le daba anís cuando ella no estaba para que el pequeño no llorara porque a el tipo le encabronaba. Nos contó que se fueron a vivir los dos solos, que estaban de puta madre hasta que según ella misma, un día la cagó.

── Un día tuve que ir a por unas pastillas para vender y le dejé solo── seguía contando Nairobi ante la mirada atenta que le prestábamos Tokio y yo── Iban a ser cinco minutos y me la lío cabrón con el puto Spider-man de los cojones, ¡me cago en Spider-man!

No era buen momento para decir que Spider-man era uno de mis héroes favoritos por lo que decidí omitirlo por esta vez.

── Porque Axel quería ser un superhéroe decía y escalaba todo, escalaba que no veas── dijo con una lágrima cayendo, ver a Nairobi tan frágil me daba ganas de abrazarla como si fuera de mi familia── Y se salió a la terraza por la ventana y se subió a una silla... tres añitos tenía.

La respiración se me contuvo unos segundos, tenía el corazón apretado maquinando mil desgracias que me partía el corazón solo pensarlas. Tokio estaba igual de sorprendida que yo, ninguna se atrevía a preguntar que pasó finalmente por lo que la misma Nairobi nos tuvo que seguir contando.

── Entonces yo a los cinco minutos ya tenía montada la de Dios con la patrulla de policía, a los bomberos además yo con las pastillas con antecedentes y sin curro── pegó un suspiro── Para la puta trena.

Después nos habló de como en ese momento Axel, empezó a pasar de familia en familia de acogida, de mano en mano mientras que a su madre no le dejaron ni una visita, ni tampoco una llamada. Cuando Nairobi finalmente salió de la cárcel tampoco se lo devolvieron. Era obvio que eso pasara, psicológicamente para la justicia Nairobi pintaba como una madre drogadicta e inestable como para cuidar de un niño, así era el sistema. No obstante muchas veces las apariencias engañaban ya lo presencié con Denver creyendo que era un maldito insportable poco razonable y ahora con Nairobi que nunca me detuve a imaginarla a ella como madre.

── ¿No lo has vuelto a ver?── preguntó Tokio.

── No, pero sé donde está── respondió Nairobi con una sonrisa, misma sonrisa que siempre── Está en Canarias, con una familia que tiene un hotel.

 ── ¿Piensas llevártelo?

── Voy a llevármelo y punto final── nos miró a ambas con cara de advertencia── Y les voy decir una cosa a las dos, que en este atraco no la va a cagar ni yo ni nadie. Porque el que mee fuera del tiesto le destrozo la vida.

Ninguna de las tres pudo evitar sonreír ante la espontaneidad que poseía Nairobi.

── Sinceramente, pensé que todos los que estamos encerrados en este lugar, aprendiendo un plan que no sabemos si funcionará, están aquí por el dinero, pero de todos los planes que tiene la gente en este lugar── dije mirando a Nairobi, mis palabras iban completamente en serio── El tuyo es el mejor por lejos.

── París...── me tocó el hombro Tokio con una pequeña sonrisa── Ahora saca el verdadero caballo de Troya.

Supe a lo que se refería, porque Tokio era mi primer caballo de Troya y ahora venía lo bueno. Busqué entre las cosas que había dejado en el suelo para encontrar lo que tenía guardado en ese armario por más de tres meses.

── Una pregunta más, ¿les gusta el tequila?── pregunté sacando la botella nueva.

De esa manera nos montamos el mambo del siglo en la habitación de Nairobi. Primero empezamos con unos shots de tequila cada una, luego otro y el tercero hasta que ya no supe cuando perdí la cuenta.

Traía puesta una chaqueta de la lujosa marca Gucci que le pertencía a Tokio mientras me movía sensualmente al ritmo de la música. Nos reíamos de nada porque el tequila con limón ya estaba haciendo efecto en nosotras. Luego ni siquiera sé por qué, pero tenía a Tokio lamiendo mi cuello lento para quitarme el trozo de limón que sostenía en los labios mientras que Nairobi rodeada en luces navideñas se pegaba el twerk del siglo.

Cada una estaba a su bola, yo también me uní a mover el culo como los dioses mandan. Incluso llegué a saltar en la cama de Nairobi como una niña pequeña.

── ¡Una loba en el armario, tiene ganas de salir!── cantamos las tres al unísono de la música── ¡Auuuu!

Pero como todo lo bueno tiene su final, unos fuertes golpes en la puerta de la habitación nos obligaron a parar. Era el Profesor con su pijama de bibliotecario con cara de muy poco amigos, bajé de la cama con dificultad por los tacos que llevaba y me paré junto a Nairobi y Tokio. Las tres con cotillones diferentes, una con sombreros, otra con luces, lentes, bufandas, guantes e incluso yo tenía aún el shot de tequila en la mano que me acababa de beber hace un minuto.

── Tiene una cara de mala hostia el tío ese── le hablé intentando que sonara en secreto a Nairobi pero Tokio justo cortó la música y se escuchó todo── Joder.

── Son las 4:03 de la mañana── dijo el Profesor molesto── En unas horas hay clases, explosivo plástico.

── Disculpe, señor Profesor── se intentó disculpar Tokio pero le salió un poco más como una burla.

Atrás del Profesor apareció alguien más a curiosear, traté de enfocar mi vista y me di cuenta que era Denver sin polera con cara de sueño. Venía cabreadísimo porque se le notaba en la cara que traía.

── ¿Qué cojones está pasando aquí? No respetan el sueño ajeno me parece── alzó la voz Denver al vernos en esas fachas── ¿De qué están disfrazadas, trío de ridículas?

── Estaría muy bien que estén descansadas para mañana la clase── siguió el Profesor con su regaño.

── Lo siento, Profesor, nos hemos desvelado── intenté sonar coherente hasta que se escapó una carcajada de la nada.

── Le queda muy bien ese pijama Profesor── agregó Tokio con una sonrisa.

── A mí me gusta más el pijama que trae Denver── habló Nairobi jugando con las luces de su cuello── Que estás buenísimo, chaval.

Miré a Denver que rodó los ojos, entonces me acerqué a él como pude pero antes de llegar los tacones de Nairobi me jugaron una mala pasada e hicieron que me cayera. Lo bueno era que en ese momento Denver tenía los reflejos mucho mejores que los míos.

 ── No lo miren, perras── me volví a Tokio y Nairobi con el ceño fruncido── Que yo lo vi primero, ¿eh?

── Listo, a la cama ahora── dijo el Profesor después de la escena montada.

 ── ¿Los cinco a la cama?── preguntó Nairobi haciendo que me riera.

 ── Woo eso sería muuuuuuy extraño── dije entre risas incontrolables.

── No, cada uno a la suya── finalizó el Profesor abandonando la habitación── Denver, tu lleva a París a su cuarto y con cuidado que no te emborrache a ti también.

Nos quedamos los cuatro de pie, Denver se dedicaba a sostenerme de la cintura para evitar que me estampe contra el suelo por el mal equilibrio que llevaba encima.

── Ay, este tío me pone muchísimo, me pone muchísimo── alzó la voz la morena mientras se tocaba el cuerpo.

── Pues no se te nota── ironizó Tokio para luego soltarse en carcajadas sin sentido.

── ¿Y nosotros, nos podemos ir los dos a la cama?── le susurré a Denver con un puchero.

── ¡Denver, haznos un baile macho!── le gritó Nairobi emocionada── Así en plan stripptease, dale, aprovechando que ya estás sin polera.

── Lo siento señoritas, tendrá que ser otro día, lo que pasa es que me tengo que llevar a Cenicienta a su casa porque ya son más de las doce── dijo Denver, acto seguido me cargó en su hombro a la vez que le gritaba.

── ¿Dónde vamos?── pregunté dejando el escándalo de lado por lo que me puse a balbucear mientras me cargaba sintiéndome mareada── Denver, me gustas bastante tío, ¿lo sabías?

Entramos a lo que a duras penas pude reconocer como mi habitación. Él me dejó acostada en la cama encima de las sábanas y me quitó todas las cosas que traía encima hasta dejarme en pijama nuevamente.

Luego me acostó suavemente, como si fuera un bebé a punto de llorar.

── No me gusta que te miren── solté de la nada, tomándolo completamente por sorpresa── No quiero que les hagas bailes a lo chunda-chunda.

Denver se rió de esa forma peculiar que tenía, la verdad que soné como una niña pequeña celosa de que le miraran el juguete nuevo.

── A ti no te debería importar que me miren porque yo soy hombre de una sola chica── me explicó y se sentó en la cama── Y ella es preciosa, eso si cuando se emborracha se pone a decir incoherencias.

   No sé pero al escuchar eso me puse más contenta de lo que ya estaba gracias al tequila y sus grados de alcohol.

   ── Me puse celosa── admití sin más, estaba absolutamente segura de que estando sobria jamás lo hubiera dicho── Porque Denver es mío.

A pesar de la poca luz pude ver una sonrisa en su cara, después dejó un pequeño beso en mi frente y me susurró.

── Solo tú eres mi Cenicienta.


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