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SEIS: DOLOR

DOLOR

CINCO MESES ANTES
Viernes 20.39 P.M.

Sinceramente era bastante complicado acostumbrarse al hecho de que nadie me llamara por mi nombre en ningún momento. París era extraño de escuchar, incluso había veces en que ni siquiera me daba vuelta cuando me llamaban por el nombre de ciudad, pero al parecer era así para todos al principio. Somos un grupo bastante diverso, como por ejemplo Berlín, él era un tío bastante serio, elegante y medio loco, pero que me causaba mucha curiosidad conocerlo y entender como funcionaba la psicología del líder de la banda.

Esto de vivir en Toledo era un cambio bastante drástico para mi vida. De pasar a las calles llenas de ruido de Madrid por las noches, las fiestas, el movimiento. Pasé dormir en mitad del silencio de las noches en medio del campo, el frío, las madrugadas tranquilas, levantarse temprano de Lunes a Viernes para llegar a clases, después el Sábado y Domingo dedicarme a ver los apuntes quizás estudiar un poco o simplemente dormir hasta muy tarde.

Quizás no era tan malo como lo pensaba.

La persona con la que mejor me llevaba en ese momento era Río, tuve la oportunidad de conocerlo un poco. Un chico realmente decente, inocente, bastante tímido y como yo no era muy sencillo de hacer amigos.

Los primeros días de encierro habían sido medio incómodos para todos nosotros. Pasar las 24 horas del día en una casa con ocho desconocidos con nombre de ciudad por todas partes, sonaba bastante extraño.

Pero no todo era tan tranquilo como parecía, cada mañana era una clase en donde el Profesor nos daba maestría de lo que en cinco meses sería el atraco de nuestras vidas. Primero comenzamos con lo básico, de lo que iba a tratar la situación, cómo entraríamos sin ser abatidos en el primer día. Y hostia que cabrón el tío para tener todo tan bien preparado.

Era día viernes pasado las ocho de la noche. Habíamos cenado por separado, yo con Río nos servimos un par de golosinas que había comprado el Profesor para que nos alimentaramos todos los días.

── Oye ¿qué edad tienes Río?── pregunté sentada en la silla mientras sacaba patatas del plato.

── Veinte ¿y tú?── respondió tímido, él siempre era así.

── Veintitrés, no somos muy adultos al parecer── sonreí y él también── Creo que somos los más jóvenes.

Nos pasamos como una hora hablando de todo y de nada. Analizamos cada miembro del equipo e incluso al Profesor, hasta que en medio de nuestra conversación escuchamos la icónica risa de Denver desde el pasillo acompañado de al parecer Tokio.

── Hola chiquitos── saludó ella tomando un poco de comida de nuestro plato, algo que me molestó un poco── ¿Están en alguna aburrida charla?

Río le sonrió como si nos hubiese tirado el mayor cumplido, entonces me di cuenta de lo pillado que estaba Río por esa chica y como se le notaba a mi inocente amigo.

── Supongo que no tan aburrida como la suya ¿no?── solté media antipática mirando a Denver desde mi lugar── Pero sé que quieres unirte, ¿me equivoco?

Tokio me miró seria pero de inmediato se le formó una sonrisa en su rostro. Tomó asiento a mi lado para finalmente agregar.

── Me agradas, niñita── dijo a lo que solo levanté la cejas a la vez que masticaba una patata frita.














Sábado 6.25 A.M.
DIESCISIETE HORAS DE ATRACO

En la vida había aplicado tan bien la frase de el tiempo es dinero, que de dinero joder. Según Nairobi, nuestra falsificadora de confianza, cada hora imprimíamos ocho millones de euros. Eso era como 1.400 planchas de papel moneda de las que cortábamos 140.000 billetes de 50 euros. Una locura total.

Miré la hora de mi reloj al despertar del sofá en el cual dormí solo tres horas, aquí el tiempo de descanso era un privilegio que no teníamos. Y ya era turno del relevo.

Bajé las escaleras al lugar donde dormían los rehenes que estaban siendo custodiados por Denver. Él solo se paseaba entre los sacos de dormir con la M-16 en mano por cualquier cosa.

── No deberías ver a la gente dormir de esa manera, Denver── me acerqué a él con una sonrisa solo de verlo── Que pareces medio psicópata con el arma.

Él me miró unos segundos y después le di un beso cortito en su boca. Sentir su tacto eran mil maneras de desequilibrarme.

── Es que quería ir a dormir con una chica pero lamentablemente no se pudo── me susurró cerca de mis labios.

── ¿No te da cosa mi cara de insomnio? Estoy en pintas de insomnio con ojeras y todo.

── Estás preciosa── me respondió tomando mi mejilla con su mano.

── Anda a dormir mejor que después no hay tiempo── le solté un último beso en la mejilla y fui a hacer guardia hasta que los rehenes despertaran.

━━━━ ◦ ❖ ◦━━━━

Todo a esa hora de la mañana estaba tan calmado, solo se escuchaba las máquinas funcionar con nuestro dinero en el fondo. Parecía que el plan iba sobre ruedas.

El Profesor eran nuestro Gran Hermano. Controlaba la radio de la policía y 18 cámaras, todo gracias a las habilidades de Río. Entonces si alguien nos quería joder, lo sabríamos con la suficiente antelación.

Solo con veinte horas adentro se fabricaron 58 millones de euros, entonces a ese punto del plan, todo les parecía posible a todos.

Pero esa era solo la calma antes de la gran tormenta que se nos venía y lo que el resto del equipo no sabía. Estas primeras horas serán amenas para todos pero así funcionaba el ser humano. En condiciones de aislamiento cambia su conducta y ahora pensar en un grupo de ellos se convertiría en un desastre, era solo cuestión de tiempo.

Pasaron una hora con un poco más, era la hora de que los rehenes se levanten, por lo que fui con cada uno y los moví delicadamente para que se vayan levantando. Unos eran más agresivos a mi tacto pero los estudiantes estaban más dóciles que ayer.

── París, cariño── dijo Berlín desde el altillo── Tu turno.

Acomodé el M-16 en mi espalda mientras me encaminaba en dirección a Mónica Gaztambide, ella era la indicada para esta parte del plan.

── Mónica, necesito de tu ayuda, sígueme── ordené caminando a una oficina que era de Arturo Román.

── ¿Me vais a matar?── preguntó con voz temblorosa.

Simplemente le sonreí un poco en plan maniática entretanto buscaba un boli para poder escribir en el papel que llevaba en la otra mano.

── Es bastante obvio que hagas esas preguntas, están en una situación de peligro con muchos rifles apúntandolos en la cabeza── seguí escribiendo tranquilamente. Mónica solo miraba de pie sin entender nada── Si te sirve de algo, esto acabará más pronto de lo que imaginas pero ahora es solo el comienzo.

── Entonces, ¿no nos matareís?── preguntó la rubia esperanzada.

── No Mónica, te juro que no vamos a matar a nadie── respondí levantando mi mirada hacia ella── Pero hay que poner orden y la única forma de que alguien aprenda... ¿sabes cuál es?

Ella negó.

── El dolor es el método más efectivo para someter un grupo── expliqué terminando la carta── Es tan solo mirar la historia de la humanidad, al principio todos eran iguales pero naturalmente se formaron las jerquías para generar orden. Mira esto como algo bueno, las armas quizás no están destinadas a mataros pero si pueden ser disparadas.

Me puse de pie con el papel en la mano para posicionarme junto a ella que intentaba respirar regularmente.

── Te garantizo la vida Mónica, la tuya y la del resto de los rehenes── le susurré── Pero también habrán muchos gritos y si no quieres ser uno de esos, tendrás que seguir órdenes.

── Vale── respondió rápidamente asintiendo nerviosa.

── Supongo que entendiste, no pude ser más clara contigo── le pasé el papel en la mano para que la secretaria lo empezara a leer── Te elegí a ti porque tienes aspecto confiable, algo que es realmente fundamental, la primera impresión es la base para crear confianza pero ya entenderás que no puedo sacarme la careta frente a la policía.

── ¿L-a la policía?

── Quiero que leas eso, saldremos al frente de la Fábrica a hacer esa petición── expliqué mirando por la ventana el fiestón montado de policías con los medios── Voy a ir contigo, estaré al lado tuyo todo el tiempo. Va a ser un espectáculo, ya verás.

── ¿Saldremos solo las dos?── preguntó menos nerviosa que antes, quizás porque sabe que no la llamé para fusilarla.

── Tú, yo y unos cuantos más para marearlos un poco──me encaminé hacia la puerta de salida── Vamos guapa.

Las dos comenzamos a caminar de nuevo con los rehenes restantes, en el camino me encontré con Tokio que me dio una nalgada como saludo, cosa de chicas. Antes de llegar con el resto le tomé el brazo a Gaztambide y le susurré una última advertencia.

── No se te olvide que llevaré un arma, pero esta vez me daré la libertad de dispararte frente a toda España si se te ocurre pasarte de lista, secretaria── al terminar la solté con cierta brusquedad.

━━━━ ◦ ❖ ◦━━━━

Unos minutos después tenía a Mónica a punto de salir al exterior. No iríamos solas, también estaba Helsinki y Berlín de nuestro equipo mientras que de relleno tendríamos diez rehenes más.

── Ni se les ocurra hacer ninguna tontería mis muchachos── habló Berlín con la careta puesta── Recuerden que todos somos del mismo equipo.

── Un movimiento sospechoso y los van a colar a tiros── agregué yo al lado de Gaztambide── Porque les aseguro que todos van tener un francotirador personal. Vaya suerte la de Mónica que tendrá dos.

Miré a la rubia que estaba bastante nerviosa sobretodo ahora de nuestras advertencias. Tokio que estaba de guardia ahora abrió la puerta metálica de la cual salimos todos cubiertos con los monos rojos y máscaras. Cuando Berlín soltó la orden nos quedamos quietos a una distancia prudente de la entrada de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.

── Quítate la careta, por favor── le ordené a Mónica a la vez que le pasaba un megáfono para que diera el discurso escrito.

Les pido por favor que no nos disparen. Mi nombre es Mónica Gaztambide y soy una rehén que les viene a leer un comunicado en el nombre de los atracadores. Adentro somos 67 rehenes en perfecto estado de salud y bien atendidos. Hasta el momento no hay víctimas ni heridos.

Vamos vestidos todos de la misma manera por lo que es imposible distinguirnos de los atracadores, así que cualquier otro intento de asalto puede costarnos la vida a cualquiera de los inocentes.

Mientras Mónica leía a mi lado el papel escrito, yo solo pensaba que la policía estaba segura de que la persona al lado de ella era un atracador. No era muy difícil adivinarlo, el verdadero dilema era si se atreverían a disparar o no, era una probabilidad de cincuenta a cincuenta.

Cuando entramos de manera tranquila nuevamente a la fábrica, en donde me saqué la máscara para finalmente poder respirar mejor. En realidad no me atreví a apostar en ningún momento que no me dispararían cuando yo era el blanco más fácil y seguro, pero al parecer a la policía no le dieron los huevos de arriesgarse frente a tantas cámaras y toda una opinión pública así que no tardé mucho en retirarme de ese lugar, no sin antes felicitar a Mónica por su buen trabajo con el discurso. Fui al comedor a tomar un café para despavilarme, ahí estaba durmiendo Denver en el mismo sillón que yo hace unas pocas horas, se le veía tan tranquilo que me dio pena despertarlo.

Solo me quedé ahí, mirándolo como respiraba de manera regular que me calmó sólo el hecho de verlo. Me puse en cuclillas para quedar a la altura del sillón en el cual descansaba, lentamente pasé mi mano por su rostro, luego por su cabello y finalmente por sus labios.

── No deberías ver a la gente dormir── susurró con voz ronca, iba medio adormilado aún.

Me reí de su comentario, miré si estaban las puertas cerradas y cuando lo comprobé me acerqué a dejarle besos suaves por toda su cara para terminar en su boca.

Era un beso tan suave que me estremecí hasta yo.

── No sabes como me encanta que me despiertes así──me dijo mientras se ponía de pie── ¿Qué hora es ya?

── Ya van a ser las nueve, eres un flojo, Denver── lo regañé y me fui a servir un café.

── Joder, se me pasó muy rápido todo.

Cuando la máquina terminó de hacer su trabajo me serví la taza en la mesa. Denver solo se arreglaba el mono que le quedaba jodidamente perfecto al cabrón porque le marcaba la espalda de manera espectacular y se le apretaba al abdomen.

── ¿Acaso me estás acosando, París?── se hizo el ofendido a la vez que se amarraba los cordones de las botas.

── Es que creo que te quiero comer── solté dándole un sorbo a la amarga bebida.

Denver levantó una ceja y se empezó a acercar a paso lento. Luego me tendió una mano para ponerme de pie de la silla, a la cual le correspondí media caliente ya, pero me sorprendió cuando que en vez empezar a comernos en ese instante me abrazó tiernamente.

Nos quedamos así como un minuto, me encantaba su olor natural, siempre le decía que era como un bebé pero nunca me creía y se reía. Me mataba sentir su respiración tan cerca de mi piel, era de una de las tantas cosas que me encantaban de él.

── ¿Qué pasa Denver?── le susurré acariciando su cabello.

── ¿Me puedes responder algo? Pero con la verdad tía, que no me salgas con mentiras porque ya me dijieron que eres bastante buena en eso── reí ante lo último, no me gustaba que él crea que yo era capaz de mentirle.

── A ti no te miento, idiota.

Sentí como soltó un suspiro pesado.

── ¿Tú crees que soy un mierda?

Me tomó tan por sorpresa que incluso me quedé callada un momento. Sentí como su corazón empezaba a latir más rápido y el mío también. Entonces me separé un poco de Denver para poder tomar su rostro de ojos brillantes entre mis frías manos.

Nos miramos a los ojos un momento hasta que él habló.

── ¿Qué significa eso?── preguntó triste.

La pregunta me descolocó mucho, Denver era la persona más segura de sí misma que había conocido y ahora estaba dudando de él mismo.

── No, Denver, porque eres lo más bueno que he conocido en esta mierda── le dije completamente en serio── Jamás pienses en eso, por favor, estás hecho para cosas grandes.

Ninguno de los dos dijo nada. Denver se agarraba de mi cintura mientras que yo le acariciaba las mejillas. Solo nos mirábamos, hasta que sentí sus labios sobre los míos pero esta vez mucho más rápidos, veloces, intensos y brutales. Su lengua pasó a mi boca en pocos segundos con su roce exquisito. En ese segundo tenía todo lo que necesitaba para relajarme, solo él y me asustababa pensar en que estaba enamorada de Denver.

Lo que no sabía era que quizás era la última vez que volvería a probar todo de él.


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