QUINCE: LA PROPUESTA
LA PROPUESTA
Jueves 14.02 P.M
DOS SEMANAS ANTES DEL ATRACO
Esa vez decidieron comer en el comedor de la casona, pues el clima no nos acompañaba como días anteriores. Había tanta lluvia que ni siquiera pude dormir en la noche al escuchar algunos truenos en la madrugada y últimamente tenía el sueño un tanto sensible, por lo que cualquier ruido me despertaba. Lo bueno es que Denver me había hecho compañía en mi habitación, por lo que cada vez que me levantaba en la madrugada él me metía conversa de cualquier tema hasta que yo volviese a dormir.
Tomé el abrigo más grueso que encontré en el desorden de mi armario ya que en esta casona las heladas se sentían más. Salí de mi habitación cuando los gritos de Nairobi retumbaron por todo el lugar ordenando a todo el mundo que el almuerzo estaba servido.
── Joder, parece que habían que mandarles invitación── escuché al acercarme. Sin querer se me salió una risita al encontrarme con Nairobi en modo cocinera, cosa que llamó la atención de ella── ¡Al fin! Alguien se dignó a aparecer.
── Sabes que no me pierdo una comida hecha por ti, guapa── le di un beso en la mejilla.
── Dos cosita, cariño. Primero que eres un amor y te ves muy adorable con ese abrigo que te hace ver como un oso── me sonrió de vuelta. Luego señaló la cocina── Segundo, te toca poner la mesa.
── ¿Estás de coña?── levanté una ceja molesta.
── No, partiste── me ordenó.
Toda mi vida me han servido, de pequeña nunca me había tocado ordenar la mesa para comer o lavar los platos después porque ese trabajo siempre era de las empleadas que trabajan en mi hogar. Obviamente nada de eso teníamos aquí, por lo que me había tocado a fuerzas quedarme callada y obedecer sin chistar.
── Disculpa la demora── la voz de Río se hizo presente── Joder París, acaso nunca escuchaste que el primer llamado es siempre para poner la mesa. Pringada.
Le di una mala mirada que mi amigo me correspondió con una carcajada de burla.
── Helsinki es el peor ayudante de cocina que existe. Ahora falta que me toque a mi darle de comer, tócate los cojones── seguía regañando Nairobi mientras llevaba los platos a la mesa.
No pude evitar soltar una risa y ayudarla con lo que me pedía, total, a mí me tocaba cocinar esa vez pero como todos saben lo mala que soy en ese tema Nairobi se ofreció para preparar un almuerzo decente para el grupo ya que la última vez uno que otro terminó con malestar. La cocina no es lo mío, nunca tuve la oportunidad de practicar o que mi mamá me enseñara sus recetas secretas de la abuela siempre tuvimos sirvientas que mi familia pagaba.
Una de las cosas que apreciaba del grupo era cuando todos nos encontrábamos a la mitad de una conversación luego de terminar de comer, era gracioso porque cada uno tenía distintas personalidades y sacaban temas de conversación totalmente diferentes. Personalmente Berlín era un tanto más interesante ya que siempre llevaba las charlas a un lado más profundo, lo que aburría a Denver y Río que se encargaban de hacer bromas con todo lo que sea posible, lo peor era que se complementaban entre ellos.
Esa noche no había logrado dormir bien, además de los ruidos estruendosos de los truenos cada vez quedaba menos tiempo para el gran día donde finalmente entraríamos a la fábrica. Los pensamientos me terminaban carcomiendo cada noche al imaginar que pasaría cuando pusiéramos un pie en ese lugar, he llegado a tener pesadillas en donde acribillan a mis compañeros siendo yo la única sobreviviente y terminando en la cárcel con cadena perpetua.
La comida estaba buena a pesar que en esa ocasión no tenía apetito, entonces me centré en la conversación que al parecer estaba interesante ya que todos estaban participando.
── ¿Y si no sale bien?── Río se atrevió a preguntar por primera vez en casi cuatro meses de encierro── ¿Qué va a pasar si no sale bien?
Uno que otro sonrío ante la inocencia del chico que al parecer le pareció una broma, pero a mí me pareció una pregunta interesante que ponía en duda todo lo que estábamos estudiando y cuestionaba si realmente estábamos haciendo lo correcto.
── Nos jodemos── solté sin pensar en los duras que habían sido mis palabras. Miré a mi alrededor y me fijé que me observaban como un bicho raro por lo que me hizo sentir incómoda── ¿O no?
── A ver, cachorrito, pues lo mismo de siempre── saltó Nairobi a salvarme de tal comentario── De vuelta al trullo, uno que otro cigarrito en el patio, los cuatro langostinos por Navidad, los vis a vis a veces.
── Un lujo, vamos── ironizó Río.
── Los jodidos es si sale bien── dijo Tokio── ¿Qué coño vamos a hacer con tanta pasta?
── Mira yo me voy a tirar un Maserati color azul cielo despejado── contestó Denver primero, lo miré con una ceja alzada y el se dirgió hacia mi── ¿Qué, te mola la idea?
── Se nota que no sabes de autos── respondí chasqueando la lengua con actitud indiferente── Un Maserati es conformarte con muy poco.
── ¿Tú dices?── me preguntó él sorprendido.
── Yo me pillaría un Lamborghini Huracán, el mejor auto exótico. Vamos, que si quiero un auto quiero el más caro── confesé abriendo la botella de cerveza golpeando el bordillo de la mesa── Pero si tú te conformas con un Maserati allá tú, además que te va a sobrar bastante dinero.
── ¡Pimba!── saltó Río entre risas── Y te la comes.
── Bueno, con esa pasta me voy a hacer un gimnasio de artes marciales── agregó acercándose a mi rostro finalmente lanzándome el humo de su cigarro contra la cara, haciendo que lo empujara.
Todos rieron, incluso Berlín que estaba apoyado en una de las paredes bebiendo una copa de vino y vistiendo un traje de terciopelo verde oscuro que había elegido para este almuerzo tan banal, pero con su elegancia le subía de categoría.
── Y un garitazo de tres pisos, ¿eh?── seguía fantaseando Denver con todos los millones de euros que imprimiríamos── Con unos altavoces que te sangren los oídos pam, pim, pam, pum.
No pude evitar atragantarme con la cerveza que tenía en la boca al escuchar cada tontera que soltaba Denver, a veces no sabía qué la había visto si de un segundo a otro se transformaba en un completo idiota, pero al mismo tiempo estaba segura que nadie me hacía reír tanto como él. En mitad de las risas Moscú no tardó en soltarle una hostia directa a la nuca de su hija ya que sabía que estaba haciendo el payaso.
── A este con tres millones le sobra── se burló Nairobi.
── Yo me quedo con el resto── levanté la mano como si fuera una subasta.
── A ti te lo regalo todo── susurró clavándome sus ojos azules como dagas.
Mordí mi labio con una sonrisa sintiendo como mis mejillas empezaban a tomar calor. Rápidamente le dejé de tomar atención en otra cosa para no llamar la atención de la mesa, me tuve que tragar la curiosidad cuando vi como Helsinki le susurraban algo a Oslo en su idioma, al parecer se estaban burlando de nosotros porque después ambos se rieron mirándonos a Denver y a mi.
── Y para ti unos pulmones── se dirigió a Moscú que estaba fumando── Que lo tienes hechos mierdas desde la mina.
── ¿En eso te lo vas a gastar? ¿en unos pulmones?── le preguntó su padre incrédulo, como si le pareciera un chiste aunque conociendi a Denver estaba segura que ese cabrón iba en serio── Anda, ya te vale.
── ¿Y se puede saber donde coño va a sacar unos pulmones?── fue esta vez Tokio la que habló a la vez que estaba concentrada en liar un porro.
── ¿No hay gente que vende riñones? Pues habrá gente que venda pulmones── explicó obvio, como si nosotros fuésemos unos imbéciles.
Hasta el mismo Profesor que se encontraba jugando a los origamis, se rió de la estupideces que soltaba Denver.
── Pues yo una bodega en la provenza── la calmada voz de Berlín nos cayó a todos cuando se acercó a servirse más vino. Lo miré de reojo y éste me miró de vuelta como si estuviera interesado en mi reacción── Siete hectáreas de viñedo para cultivar mi propio vino en barricas de roble.
── Vaya── susurré llevando la botella hacia mis labios con la intención de darle un largo trago.
Hace años, con mi hermano éramos tan sólo unos críos cuando nuestro padre había comprado una bodega en la provenza de regalo de aniversario número diez con mi madre. Ahí con Marcos jugábamos haciendo desatre por donde pisábamls, sin saber lo importante que era ese sitio para Sara. Todavía recuerdo perfectamente una vez que volteamos una caja con botellas de cristal llenas de vino, nos llevamos una buena y aprendimos a tenerle aprecio a ese licor por el trabajo que llevaba hacerlo.
── Pero tío, puedes ir al supermercado que te dé la gana y comprarte la botella que te salga de los huevos── soltó Río frunciendo el ceño.
── Por el arte.
Por el arte. Esa corta respuesta detonó la risa de toda la mesa como si hubiesen escuchado el mayor disparate que se haya dicho. Me quedé seria mirando fijamente a Berlín, él me correspondió el gesto de una forma intensa y diferente, quizás estaba exagerando la actitud del atracador al mando que de por sí ya era confusa, sentí que me quería decir algo más. No pude encontrarle gracia a su respuesta como los demás ya que había usado la misma frase que contestaba mi madre cada vez que le preguntábamos lo mismo, que prefería hacerlo ya misma para contribuir al arte.
── Pues yo quiero una isla── soltó Tokio haciendo caerme de la nube en la que me había montado.
── Y yo otra── agregó Río.
── Pues ponte tres── se apuntó Denver.
── No sé, es que tres ya son── multitud le contradijo la de la chasquilla con cierta gracia.
── Anda, que lo que vosotros quereis es un archipiélago── bromeó Nairobi.
── Pues yo quiero una islita que tenga una casa enorme── comenzó a fantasear Río con una sonrisa en la cara── Con un balconcito que esté pegado el mar que me lance de la cama de cabeza al agua.
No voy a mentir que quedé un tanto sorprendida por las aspiraciones de mi único amigo en este sitio, ya que creía que iba a pensar algo más tirado a la idea de un Maserati como había dicho Denver, o en comprarse el último móvil del mercado. Pero su idea era tan sencilla que me pareció buena, al final no pedía tanto y algunos aseguraban que menos era más.
── Pues por fin alguien inteligente── habló Moscú sentándose en la silla que estaba libre a mi lado.
── Yo creo que algunos primero tenemos que arreglar alguno asuntillo que otro. ¿No? vamos por lo menos yo sí── agregó Nairobi dándole una calada a su cigarro. No pude evitar regalarle una sonrisa al recordar la historia de su hijo Axel y ella también me la devolvió porque sabía que había entendido a lo que se refería── Mira luego con lo que me sobre pues para un avión para conducirlo yo.
── Pudiendo tener un piloto buenorro── la cuestionó Tokio.
── Que no tía, lo que mola es vacilar al de la torre de control── sonrió la morena── Decirle; "mira dame pistas pa la más artista".
── ¿Cómo se te ocurren tantas cosas, tía?── pregunté riendo, a lo que Nairobi solo alzó los hombros sin respuesta── Te adoro.
── Yo a ti, Parisina── me lanzó un beso desde su lugar.
── ¿Y tú, París?── me preguntó Berlín con curiosidad── Ahora que estamos en este lindo grupito de sueños, por qué no nos cuentas el tuyo.
Miré al resto del grupo que se habían quedado en silencio esperando mi respuesta, me hizo sentir inmediatamente incómoda tener tantos ojos sobre mí cuando en realidad no tenía nada interesante que contar.
── No tengo idea, perdón.
── Una mierda, ¿me vas a decir que no te has quedado pillada una noche pensando en qué hacer con toda la pasta cuando salgamos?── me insistió Río.
── Ni siquiera sé si vamos a salir vivos de esa fábrca── solté, luego me sentí como esas personas que le cuenta de los niños que Papá Noel no existe y le rompe el corazón. Bueno, así mismo vi como le rompía las ilusiones a mi amigo por lo que rápidamente me retracté── Mira, pues no lo sé, quizás me compre un helado o me tome un café.
── Anda, París, que estamos hablando de millones de euros── habló una Tokio persistenta y un tanto burlona de mi vaga respuesta── Piensa un poquito más, date un gusto.
── Antes de esto yo tenía todo el dinero que necesitaba, y la verdad no es algo que extrañe── confesé quitándole el cigarro de las manos a Denver y darle una calada generosa. No me sentía nada bien hablando de mi pasado, era algo que jamás he comentado y no me apetecía hacerlo── Y antes de que alguien me pregunte para qué cojones me metí en esto, pues para escapar. Eso es lo único que pienso en las noches, Río.
Agradecí la disimulada sonrisa de Río que alzó un poco su botella de cerveza en mi dirección. Miré a Denver de reojo que se había quedado pillado mirando la mesa, como si mi respuesta no le hubiese caído del todo bien o no fuese la que esperada.
Después de mi reflexión que dejó a todos callados, el Profesor se atrevió a hablar para romper las tensiones que había provocado mi respuesta.
── Si compramos todas las cosas, digamos, por un precio no sea un precio caro, un precio muy caro── finalmente dejó de lado el cisne de papel que había hecho con un una cartulina roja, disimuladamente lo tomé de la mesa para empezar a jugar con este── Aún así no seguirás sobrando muchísimo dinero. Si vamos a robar grande... soñad a lo grande.
── Pues yo sacaría un disco de corridos── confesó Moscú dándole un sorbo a su vaso de vino── Y que en la portada aparezca todo mi careto, así.
El padre de Denver hizo un gesto gracioso con la cara seria, más bien como de tipo malo que no le quedaba porque él era muy tierno y adorable.
── Vas a hacer como el Bertín Osborne pero con treinta kilos más── soltó Río causando un poco más de risa en el grupo.
── Uy, no mi niño, Bertín canta rancheras. Yo te he dicho corridos── lo corrigió como si se tratara del mismo Profesor── Que es algo muy diferente.
── Enséñale lo que es un corrido, papa── lo incentivó Denver emocionado como crío── Enséñaselo.
── Que no hombre, que no── se negó
Todos lo empezaron animar a coro como un público eufórico que esperaba a que su cantante favorito saliese a cantar al escenario.
── ¿Cómo me voy a poner yo a cantar?── nos preguntó intentando que desistieramos.
── Canta, canta.
De la nada Moscú me tocó el hombro por la espalda, me di la vuelta sin entender hasta que comenzó.
── Por la falta de tus labios, lloré por primera vez. Y maldigo conocerte, por no dejar de quererte── cantó finalmente, me llevé una mano al pecho actuando dramáticamente emocionada. El padre de Denver tomó mi mano para seguir con su corrido── Yo mi esposa quize hacerte, sin amor busqué la suerte, fui tirando de pistola y el destino trajo... muerte.
De la emoción Denver también se unió a su padre con una botella en la mano y un cigarrillo en la otra. Ambos se empezaron a pasear por alrededor de la mesa cantándoles a las chicas mientras que yo me quedé observando con una sonrisa.
── María, mi vida, mi amor, no dejaré de quererte── se pusieron a bailar entre ellos. Me giré a ver como Nairobi había prendido el encendedor en dirección a ambos en señal de respeto y admiración al concierto acapella muy bonito que se habían montado entre los dos── Ya no volverás a verme.
Por primera vez en mucho tiempo dejé de pensar en que todo podría salir mal luego. Cuando Moscú junto a Denver se pusieron a bailar y a cantar en una escena preciosa, algo dentro de mí me hizo extrañar a mi familia al verlos tan felices y volver a recordar que en un momento de mi vida yo también lo había llegado a ser. Cuando terminaron todos aplaudimos, tenía la piel chinita sin darme cuenta.
Río que se había puesto de pie disimuladamente para traer la radio en donde justo había un disco corridos en uno de los estantes, cuando la música alegre comenzó a sonar me sacó me sacó a bailar a lo que acepté de bailar con él. En el fondo vimos que también estaba Helsinki y Oslo bailando como una pareja un corrido que nunca había escuchado en mi vida, el Profesor nos observa como si fuésemos niños malcriados jugando en plena clase, pero sabía que en el fondo también estaba disfrutando un momento de respiro entre tanta presión que causaba de pensar en el futuro
── ¡Cambio de pareja!── grito Río para poder bailar con Tokio.
Me di la vuelta encontrándome con el traje verde oscuro de gamuza de Berlín que me miraba divertido. Ambos nos miramos fijo como si intentáramos analizar al otro pero al final estaba tan relajada que sólo solté una risa y él también, puso una mano en mi cintura y con la otra tomó mi mano y nos pusimos a bailar lentamente cuando la canción cambió.
── Lo de la bodega me parece una buena idea── solté para meter algún tema de conversación── Mis padres tenían una.
── A mi hermana le gustaba ese tipo de cosas── confesó sin dejar de mirame a los ojos ni tampoco de guiar nuestro baile── Dejé de tener contacto con ella por diversas razones, creo que ésta sería buena forma de poder recordarla.
── Tu hermana tenía buenas ideas── dije y casi pude ver una peuqueña sonrisa dibujarse en los serios labios de Berlín, lo que se me hizo un tanto raro por la sensación que me dio ya que era un tanto familiar ── Una pregunta, ¿acaso te he visto antes?
── Recordaría haber visto un rostro como el tuyo antes── contestó de inmediato.
── ¡Cambio!── gritó Denver atrás de mí, tomándome de la cintura y dándome la vuelta para poder bailar con él── ¿De qué estabais hablando?
Levanté una ceja ante su pregunta que intentaba disimular celos de su parte, me acequé a su oreja para susurrarle lentamente.
── De como un Lamborghini es mejor que un Maserati, cariño.
Al final de ese coitidiano almuerzo había llegado a una conclusión de que el dinero no podría comprar jamás la que felicidad. Que el dinero viene y va, yo más que nadie sabía eso, me di cuenta que lo más importante que tenía en mi vida eran estas personas que estaban disfrutando de un agradable momento en esta habitación aquí, ahora.
━━━━ ◦ ❖ ◦━━━━
La tarde pasó de lo más tranquila, lo único productivo que hice fue salir a correr un rato junto a Río, el problema fue que duramos quince minutos y ambos nos cansamos, por lo que al final terminamos en su habitación repasando partes del plan que eran un tanto más complejas de entender a la primera aunque nos las arreglamos de tener todo claro antes de la cena. Después fue él quien trajo unas tostadas junto a dos tazas de Cola-Cao caliente por el frío, lo único que hice fue pasar mi día junto a él, sentía que necesitaba un descanso del resto de la banda, no era nada malo, pero hace días que no conversaba en plan tranquilo.
Cuando ya fue una hora prudente me tuve que ir a mi habitación, no me di el lujo de esperar a Denver despierta esa vez. Me puse un pantalón cómodo junto a un polerón que era mucho más grande que yo y me tiré sobre la cama de una buena vez. El sonido de la lluvia hizo todo el trabajo de relajarme lo suficiente para caer dormida en cosa de minutos, con la esperanza de que esta fuera una noche tranquila.
Claro que no.
No sé cuánto tiempo pasó desde que perdí la noción del tiempo y la verdad que me sentí bastante decepcionada cuando el reloj me avisó que solamente había logrado dormir unas tres horas con cincuenta minutos, lo peor es que ese había sido mi nuevo récord. Tenía el brazo de Denver sobre mi cintura, me di la vuelta intentando no despertarlo quedando más cerca, con su respiración chicando con la mía en un tranquilo compás, no pude evitar acariciar su rostro despacio, llegando a la conclusión que la única manera que estuviese calmado era durmiendo.
Todo iba bien hasta cuando un trueno sonó en un ruido que me hizo saltar, ese sonido tan de la nada que me hacía recordar perfectamente al de una bala saliendo del cañón de un arma. Ese puñetero ruido me hizo volver a la misma pesadilla que había logrado arrebatarme la tranquilidad durante días, y que nuevamente lo había vuelto a lograr.
Me senté en el borde de la cama con la respiración agitada, mi cuerpo sudaba lo que me obligó a quitarme el polerón quedando en una ligera polera que no ayudaba nada con el frío, aún así no sentía nada de la temperatura ambiental de mi habitación. Lo tomé y me pasé una manga por el rostro que era una mezcla de transpiración con lágrimas que amenazaban con escaparse.
── ¿París?── la voz ronca de Denver se hizo escuchar en mitad del silencio. Sentí como se removió en las sábanas, yo seguía de espaldas── ¿Todo bien?
── Claro, vuelve a dormir, anda── respondí sonriendo forzadamente.
── Ven aquí que tengo frío, mírate lo desabrigada que estás── palmeó el gran espacio libre a su lado. Levanté una ceja divertida ya que al final sonó igual a su padre── Vente pa' acá, no muerdo.
Rodé los ojos ante su insistencia, parecía un niño pequeño que le habían quitado el peluche para dormir. Me metí bajo la sábana junto a él, me tapó y yo me acomodé la almohada dispuesta a seguir durmiendo, sin embargo mi mente me estaba jugando una mala pasada y cada vez que cerraba los ojos las pesadillas volvían a tal punto que ahora me daba miedo hacerlo.
── No está todo bien── dijo pasando su mano por mi rostro para acomodarme el cabello sobre mi cara── Llevas días sin poder dormir, ya no sé qué hacer contigo.
── Déjame tranquila, ¿vale?
Me di la vuelta dándole la espalda pero no me sirvió de mucho cuando los brazos de Denver pasaron por mi cuerpo logrando girarme nuevamente quedando frente a frente. Abrí la boca un poco haciéndome la enojada con él, aunque no le importó demasiado cuando dejó un beso en la punta de mi nariz.
── ¿Qué pasa contigo?── susurró usando un tono más serio.
── ¿Y si no salimos? No sé, es que el pensamiento de... morir ahí adentro no me deja en paz── confesé finalmente, sentía como si me sacaran un peso de encima muy grande── ¿Qué pasa si todo esto es una mentira? Qué se yo, quizás estamos estudiando como entrar al jodido matadero del cual no vamos a salir nunca.
── Hey, hey, hey, tranquila── me interrumpió tomando mis mejillas entre sus manos── ¿Qué pasa? ¿Por qué ahora te pones a pensar esas cosas?
── He soñado estos días que os matan a todos vosotros en mitad del atraco── susurré con temor de que algún día se vuelva verdad── Os meten un disparo... y la única que queda viva soy yo.
── Que turbia, tía── sonrió un poco── Deja de ver tantas películas.
── Joder, gracias por comprenderme, cabrón── solté volviéndome a girar pero esta vez más bruscamente.
Tomé la almohada y la abracé sintiendo el lado frío de esta, cerré los ojos con la lluvia de fondo esperando que de un segundo a otro finalmente consiga volver a conciliar el sueño pero al mismo tiempo la bronca que le tenía a Denver era mucho mayor. Me mordí el labio para no gritarle por burlarse de mis temores, era algo mínimo y sentía que le estaba pidiendo demasiado.
De pronto sentí como su brazo pasaba por mi cintura casi por completo, un escalofrío bajó desde toda mi espalda cuando el aliento de Denver chocó con mi helada piel. Escondió su boca en mi cuello esperando que le dijera algo, en silencio agradecí el calor de su cuerpo ya que tenía un frío de cojones, sus manos me empezaron a hacer cariño de una forma tierna. Todo estaba callado entre los dos hasta que se atrevió a soltar una palabra.
── Perdona── murmuró entre el sueño y el arrepentimiento── Te prometo que no va a pasar nada, ¿vale? Yo te voy a cuidar, lo sabes.
── Sí, pero eso no nos garantiza nada── dije indiferente a sus promesas── En la mesa, cuando me preguntaron qué iba a hacer después de salir... era la única que no tenía nada que responder.
── Cásate conmigo.
Abrí los ojos a más no poder, me di la vuelta de un salto unos momentos después que soltó esa frase. Denver se alejó un poco ya que fui un tanto brusca, esta vez fue a mi la que una risa se escapo pensando que estaba de juego pero vaya sorpresa me llevé cuando su expresión era totalmente seria.
── ¿Cu-cuál es el chiste?
── Lo que dijiste── expliqué obvia con una sonrisa.
── No era una broma, París── soltó seriamente.
Un suspiro quedó a la mitad en mi pecho, mi boca no podía cerrarse de la impresión porque simplemente había quedado descolocada ante su extraña propuesta. Me senté en la cama y con una mano logré prender la luz de la mesilla de noche, me giré a ver a Denver que se tallaba los ojos con sus manos.
── ¿Qué?── repetí en voz alta ya que en mi cabeza era lo único que sonaba.
── Según tú me dices que no tienes nada que hacer cuando salgamos de esa fábrica, ¿cierto?── asentí cruzada de brazos, él por su parte se paró de rodillas sobre el colchón mientras que yo lo observaba── ¿Y si nos casamos después de eso?
── Joder, entonces como no estoy ocupada, pues me caso, claro── ironicé caminando de un lado a otro── Que así no funcionan las cosas, Denver.
── ¿Tú te piensas que no lo sé? Pues claro que entiendo de qué va la cosa── me tomó del brazo para que me quedara quieta de una jodida vez── Eso es un compromiso para toda la vida, y esto dispuesto a hacerlo... si tú quieres.
── Hey, que ni siquiera sabemos cómos nos llamamos. Somos simplemente Denver y París, un par de ladrones── bufé riendo.
── ¿Y qué importa eso?── puso ambas manos sobre mis mejillas, sus ojos azules brillaban── ¿Sabes cuál es mi plan después de este robo? Tú, yo y mi padre, tú toda preciosa vestida de blanco caminando por la playa...
── Denver── susurré quitándome sus manos de mi rostro── Es que no puede ser.
── ¡Daniel!── exclamó. Cerré mis ojos soltando todo el aire de mis pulmones podían contener, tragué en seco e conscientemente mis labios formaban un puchero── Yo quiero estar contigo, como Denver y como Daniel.
No puede ser.
── La madre que te parió── dije en voz baja sin poder entender en qué momento la situación se salió de control── Esto es muy fuerte, tío. Digo, yo vine por el dinero, no para casarme con nadie.
── Vale, me queda clara tu respuesta── se bajó de mi cama, cabreado rumbo a la puerta. Puse los ojos en blanco al verlo dramático que podía llevar a hacer y antes de que se vaya lo tome por las muñecas para que se quedara y me escuchase── ¿Qué quieres?
── ¿Puedes calmarte?
Él no dijo nada, literalmente lo empujé de ambos brazos como pude aunque él igual cedió y los puse suavemente al rededor de mi cintura, apoyé mis manos en sus hombros a la vez que Denver, o Daniel, ni me miraba a los ojos por lo resentido que había quedado por mi negativa.
── ¿Por qué saliste tan cabeza loca, eh?── le pregunté como a un niño, este no me respondió por lo que tuve que tomar su mejilla para que por lo menos me mirara a la cara── Solo tú haces esas cosas, mira, es un poco fuerte esto teniendo en cuenta que mi relación más larga duró como dos años y nunca me casé.
── Mi relación más larga duró tres meses── confesó un tanto desanimado── O semanas, ya ni me acuerdo.
── El punto es que creo que no estamos preparados todavía para algo tan chungo, pero quiero estarlo── acaricié su pelo, a veces llegaba a ser como un bebé de lo tierno── Primero salgamos de esa fábrica con todo el dinero y después veamos qué hacer. Una cosa a la vez.
── Entonces, ¿te acabo de proponer matrimonio y me dijiste que no?── alzó una ceja apretando mi cuerpo contra el de él.
── Es más bien como... espere en línea── su risa tan ruidosa me hizo reír también, tuve poner mi mano sobre su boca para que se callara y no llamara la atención ya que las paredes de aquí era como de papel── Por cierto, lindo nombre, Samuel.
Esta vez fui yo la que soltó una carcajada al ver su mirada seria sobre mi, solté un pequeño grito me tomó del piso para lanzarme a la cama nuevamente. Me estiré para volver a apagar la luz de la mesilla cuando ya tenía nuevamente sus labios sobre los míos, mi cabeza se fue a otro mundo olvidando todos los temores que habían dado inicio a esta extraña conversación, sus manos se colaron sobre mi ligera pijama haciendo que mordiera su labio para que siguiera.
── Te vienes con nosotros, ¿vale?── en el hueco de mi cuello── Mi padre y yo podemos ser la familia que necesitas.
── Me parece un trato justo── respondí con una sonrisa.
── Y nos casamos en la playa── mi expresión se volvió seria de un segundo a otro, lo que al parecer le hizo gracia porque se largó a reír sobre mi── Te estoy jodiendo, si entendí que estoy en lista de espera.
No pude más cuando lo volví a atraer. Jamás pensé empatizar con el tío que menos me agradaba del lugar, me sentía querida con él a tal punto que si no hubiese tenido la cabeza fría cuando me pteguntó, seguramente hubiese aceptado su loca idea de casarnos en la playa con su padre como testigo. Lo quería, sí, pero no estaba lista para algo tan formal como Daniel lo había soltado tan de la nada, prefiero creer que lo hizo para subirme el ánimo aunque seguramente lo olvide en un par de días o en mitad del atraco donde ninguno de los dos va a poder pensar en el otro.
── Creo que esta noche tampoco vas a poder dormir── su voz ronca contra mi oído me lo confirmaron.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro