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OCHO: NO RECORDARÉ TU NOMBRE


NO RECORDARÉ TU NOMBRE

Martes 14.20 P.M.
OCHENTA Y NUEVE HORAS DE ATRACO

─ ¡París, para ya, joder!─ gritó caminando con paso apurado Denver atrás de mi. Lo que me hizo bufar porque ni siquiera estaba corriendo de él, solo caminaba rápido intentando dejar su presencia atrás, cosa que al parecer era imposible de ignorar.

Me detuve en seco, estábamos fuera de los baños en donde el silencio reinaba ya que no había compañeros ni rehenes cerca lo que hacía mucho más incómodo esta situación.

Todavía recuerdo las palabras de Berlín, recuerdo como me cayeron como un golpe seco del hielo más helado, lo que me paralizó en su momento sin poder reaccionar de ninguna manera. El silencio que se había formado en ese lugar era de los peores que me habían tocado vivir. Caí en cuenta que era la primera vez que alguien me ponía los cuernos, y eso me pasaba por caer en los encantos de un tío de carita bonita enmascarado con una careta de Dalí con nombre de ciudad. Pues vaya partido que me saqué, mi madre estaría dándome de hostias por imbécil.

También me di cuenta que ya no quería verlo.

Entré al baño para gente con movilidad reducida que era el que nadie usaba y cerré de un portazo, con ruido fuerte que seguramente se escuchó un par de metros más allá. Pegué mi espalda contra la madera reforzada que me separaba de Denver, y recordé las palabras de Berlín cuando recién entramos a este atraco.

Hazte cargo de tu respiración. Se repetía en bucle en mi cabeza cual mantra. Inhalando y exhalando como si fuera una máquina con la respiración automática desactivada. Tomé mi cabeza entre mis manos para no hacer una escena, porque no iba al caso en el contexto tan peculiar en lo que estábamos envueltos. Joder, lo que faltaba en el atraco para darle la pinta de reality show, el drama amoroso de dos imbéciles.

Los golpes en la puerta no se hicieron esperar. Eran brutos, violentos y deseperados que llegaban a asustarme.

─ París, por favor, escúchame un momento. Te lo ruego─ se escuchaba del otro lado muy cerca de la puerta. Como si su frente estuviese pegada a la madera─ Hey, necesito que me escuches. Aunque sea una última vez y después si quieres me voy a tomar por saco.

── Pues que pedazo de oferta.

Conocía lo suficiente a Denver, sabía que estaba siendo sincero en ese momento. Lo estaba rogando de verdad porque sus palabras lo transmitían con una claridad que nunca había conocido en mi vida, y me jodía que quería escucharlo. Necesitaba que me dijiera que no era cierto, que no era un tío capaz de aprovecharse de esa manera de la gente a la cual le estamos haciendo daño.

─ Vete, Denver─ susurré en voz baja como si me pudiera escuchar── Anda a hacer tu puñetero trabajo que para eso estamos metidos aquí.

─ Me importa una mierda el resto, me voy a quedar aquí hasta poder hablar contigo─ escuché decir desde el otro lado.

Apoyé mi cabeza contra la pared intentando procesar mis errores, cerré los ojos otros segundos esperando que se vaya para poder soltar lo que me consumía por dentro. Mis manos se volvieron un puño haciendo que mis uñas empezaran lentamente a enterrarse en las palmas de mis manos como reflejo y contención de las ganas de golpearlo que tenía era cada segundo más fuerte.

En mi interior era un sube y baja de emociones que me estaban haciendo perder el control. Cuando la rabia me llenó por completo el cuerpo abrí la puerta que nos separaba bruscamente, me encontré con que Denver estaba apoyado en la madera por lo que cuando hice eso casi cayó al piso. Avergonzado de su torpe actuar me miró con sus ojos azules brillantes. Vi que se quedó sin habla ni palabras al verme de pie esperando que empezara a dar un lamentable discurso intentando excusarse de sus acusaciones.

── París y-yo no...

── No quiero hablar contigo en medio del pasillo── interrumpí fría── En realidad no quiero hablar contigo, pero no hay forma de librarse de esta conversación. Entonces, hagámoslo rápido.

No podía mirarlo a los ojos un minuto seguido por lo que le di la espalda, aunque el reflejo del espejo me daba las vistas necesarias para ver como lentamente entraba y luego cerraba la puerta con seguro, quizás evitando que nadie venga a interrumpir o alguno de los dos salga corriendo de este baño.

── Perdóname, te juro que...

── ¿Lo hiciste?── pregunté evitando tanta vuelta que nos iba a llevar a lo mismo. Era mejor cortar las cosas de raíz, no valía la pena intentar salvar nada.

Me volví a mirarlo finalmente para enfrentarlo con el nudo en la garganta, estómago y todo el cuerpo en general. No dijo nada, solo me sostenía la mirada suplicante de lo que creo podría llegar a ser perdón, pero era cierto que el que callaba otorga y Denver se había encargado de responder sin decir ni una palabra.

No sé exactamente qué pasaba por mi cabeza cuando di un paso para quedar más cerca de él, esa cercanía peligrosa que habíamos creado en casi seis meses. La tensión entre nosotros todavía existía con la misma fuerza, lo noté cuando mis piernas querían flaquear al sentir su respiración contra mis labios, un mínimo movimiento de su parte o la mía le daba un giro a esta situación. Con una mano tomé su rostro a la vez que él estaba congelado por lo que estaba haciendo.

── ¿Sabes? Me cuentas cosas sin hablarme. Tus ojos dicen lo que tu boca quiere ocultarme.

Solté su rostro con un empujón leve hacia un lado para dejar de sentir su aliento contra mi piel. Dejé salir un suspiro que tenía contenido esperando que me afirmara algo. Me desesperaba el hecho que no soltara ninguna palabra, me sentía agobiada de estar con Denver encerrados por lo que intenté salir de ese sitio con todo contenido en mí. Hasta que su mano agarró firmemente mi muñeca evitando que siga mi camino, sus dedos se clavaron en mi piel con fuerza casi desmedida para quedarme. Inconsciente de mí solté un manotazo para que me quitara su agarre de mi brazo que rápidamente empezaba a doler de lo intenso que era.

── Me vuelves a tocar y te juro que te parto a hostias, pedazo imbécil── escupí encabronada.

── ¿Para qué cojones me dejaste pasar si ibas a hablar solo tú?── me preguntó con menos paciencia que antes── Y yo como un gilipollas persiguiéndote por toda la puta fábrica.

── ¡Di algo entonces!── solté gritando de la angustia que sentía── ¡Quiero escuchar cómo justificas que te hayas follado a una rehén!

── Que no me la follé, París── dijo tomando mi rostro con ambas manos── Es que tampoco me dejas hablar.

Con esa frase me di cuenta que no entendía nada de lo que pasaba.

── ¿Entonces acaso Berlín estaba de coña?

De inmediato sacó sus manos de mi cara, empezó a caminar en círculos pasando las manos por su pelo contagiándome la desesperación que sentía.

── Joder, que no es tan así tampoco── habló finalmente dejando de moverse y acercándose titubeante── Nos pilló e-en... un mal momento.

── ¿Qué mierda es un mal momento para ti?── reí ironicamente cruzándome de brazos─ A ver, intenta defenderte.

─ Jamás quise que pasara, te lo juro, de ninguna manera. Mónica se tiró sobre mí y no pude reaccionar ¿sabes?─ habló intentando que no se le cortaran las palabras mientras que mi mirada no reflejaba ninguna expresión─ Fue un error, te lo juro.

─ Joder, deja de jurar tanto Denver. Tus promesas dejan de tener peso cuando te encargas de cagarla─ solté a modo de consejo─ Si fuera tú, callaría para no darte una hostia.

─ ¡Dámela!─ me pidió acercándose─ De verdad prefiero que me agarres a golpes, y por lo menos me mires cuando te hablo.

Nos quedamos callados los dos, yo esperaba que alguno hiciera algo.

─ Por favor─ repitió cerrando los ojos, esperando sentir el impacto en su mejilla.

─ De verdad que literalmente te gusta resolver todo a los golpes ¿eh?─susurré molesta─ Deja de montar show que tenemos un puto atraco que sacar adelante.

Puse ambas manos sobre su pecho y empujé lo suficiente como para alejarlo a una distancia prudente. Mis ojos empezaron a arder ya sin poder controlarse, era un sentimiento que nunca había experimentado. La mezcla de pena amarga, rabia, desilusión e incluso enojo conmigo misma por ser tan crédula de caer en las tentadores caricias del tío ladrón con nombre de ciudad. Pues vaya partidazo.

── Vete a la mierda, Denver, te lo digo en serio── solté dándome la vuelta intentando disimular las primeras dos lágrimas que no quería soltar── Y cuando salgas cierras la puerta.

── París, no por favor.

Cerré los ojos fuerte intentando despejar mi cabeza de tantas cosas que me hacían daño. E intentar caer en cuenta que este no era el lugar correcto para crear drama.

── Tenemos que seguir con el puto plan── dije ignorando el tema── No tenemos que dejar que esto nos afecte.

── ¿Qué no nos afecte? París, tú afectaste mi vida desde que te conocí en Toledo── me respondió acercándose unos pasos. No podía seguir retrocediendo cuando me choqué con la pared── Nunca conocí a nadie que pensara que yo valía la pena, hasta que te conocí a tí. Y lograste que yo también me lo creyera, así que por desgracia te necesito. Estoy seguro que tú también me necesitas.

── Esto jamás iba a funcionar── susurré dejando caer mis lágrimas y usando ambas manos sobre su pecho para mantener la distancia── Quizás este era el golpe que necesitábamos para darnos cuenta que una historia de amor entre un par de criminales no tiene final feliz.

── No, no lo dejemos. Llegamos tan lejos joder── habló con su voz temblorosa y suplicante── No puedo hacer como que nada pasó.

── Tú te encargaste de destruirlo.

Esas palabras se clavaron en Denver, lo pude notar cuando una lágrima cayó por su mejilla. Al mismo tiempo quería llorar por verlo de esa manera, pero no podía. De fondo escuchaba las máquinas que imprimían nuestros billetes a saco. Ese era nuestro objetivo desde el principio y no había que perder la vista de ello. Denver era un daño colateral.

Igualmente una parte de mí no quería dejarlo ir.

── Hemos estado aquí encerrados unas noventa horas y... nos hemos mucho daño── confesé posando mi mano sobre su rostro, inmediatamente puso la suya encima── ¿Te imaginas una semana viviendo juntos?

── Menos cinco meses encerrados me bastaron para enamorarme de ti.

Suspiré pensando en lo que diría, sabía lo que hacía y como terminaría.

── Yo también te conocí en cinco meses pero en cinco minutos te perderé de vista── solté cerca de su oído. Era incapaz de mirarle a la cara── En cinco años no me acordaré de tu nombre.

Negó con sus ojos rojos, destrozando también una parte de mí.

── No te creo── dijo Denver.

── Solo somos Denver y París.

Pasé por su lado chocando su hombro para sacarlo de mi camino. Saqué el seguro de la puerta en cosa de segundos ya estaba afuera de ese baño. Con una mano arranqué la liga de mi coleta dejando que el pelo suelto cayera como estaba, seguí caminando confirmando que nadie me seguía. Fue ahí que las lágrimas empezaron a caer sin quererlo.

Que horrible se sentía darse cuenta que simplemente no.














Caminaba sin escuchar nada de mi entorno, ni siquiera sabía dónde ir porque tocaba el descanso. Joder, lo que menos podía hacer ahora era relajarme con tanta mierda en la cabeza. Tenía la curiosidad de saber qué pasó cuando cerré esa puerta dejando a Denver ahí con las palabras en la boca y sin la oportunidad de intentar arreglarlo.

Nunca en mi vida nadie me había confesado estar enamorado de mí, era la primera vez que alguien se declaraba aunque mi cabeza me quería jugar malas pasadas cuestionando si sus palabras eran realmente ciertas. Jamás me imaginé que terminaría de esa manera tan desastrosa además de dolorosa.

Entré a la sala de reuniones que agradecí que estuviera vacía en ese momento. Disfruté la soledad que era algo muy preciado en este lugar, me senté en el único sillón sin saber qué hacer pero rogando que Denver no se apareciera por aquí porque ninguno podría verse a la cara sin recriminarnos el daño que nos habíamos hecho mutuamente.

Quién clavó el puñal más profundo. Seguro que él porque aún me dolía.

Me acosté intentando dormir un poco aunque sabía que sería demasiado inútil. Efectivamente me dediqué a darme vueltas y más vueltas sobre el puñetero sillón hasta que lo encontré incómodo de tanto estar ahí, entonces finalmente me quedé sentada viendo el reloj girar sus palitos de manera casi tortuosa. Pensando en que El Profesor todavía no había llamado, el Plan Chernobyl, Berlín con Ariadna, Oslo sin salvación alguna por nuestra culpa.

Todo se vino abajo.

── ¿Cómo estás?── escuché la voz de Nairobi apoyada en el marco de la puerta mirando sin decir mucho. Cuánto tiempo estuvo ahí de pie, ni idea.

Suspiré dejando caer los hombros, me apoyé en el respaldo de la forma más holgazana posible. Bostecé por el sueño que me había bajado pero no me dejaba dormir, seguía alerta aunque estuviera exhausta.

── De puta madre── respondí.

Mirando al techo escuché sus pasos acercarse, luego una parte del sillón se había hundido cuando tomó asiento a mi lado. Las dos nos quedamos viendo hacia arriba un rato, sin decir ni una palabra. Simplemente admirando el aburrido diseño de ese techo que nos cubría de los policías que estaban afuera rayándose la cabeza por llevarnos a la trena por cadena perpetua.

── ¿No te duele el cuello?── preguntó cortando el silencio── Que ya después de un rato se vuelve incómodo.

── Creo que hoy no puedo sentir más dolor.

Me reincorporé en el sillón, subí mis piernas a la altura de mi pecho bajo la mirada de Nairobi. Apoyé el mentón en mis rodillas volviendo a poner atención en el reloj.

── Sabían que era una regla. Por algo están── susurró Nairobi con delicadeza── El tío resultó ser un idiota.

── Yo también me había enamorado de él── susurré a la nada── Creo que ambos nos rompimos el corazón.

── Ven aquí, Parisina── dijo Nairobi acercándose a mí. Pasó su brazo por mis hombros y me envolvió en un abrazo que me hizo sentir finalmente un poquito más de tranquilidad. No me resistí a nada, sólo puse mi cabeza en su hombro cerrando los ojos── Que no hay nada que un abrazo no arregle. Menos un corazón roto.

── Que puta vergüenza tener que verles la cara al resto después de esto── confesé.

Nairobi me hacía cariños en el pelo para tranquilizarme, hasta que de la nada se puso de pie. Yo sin entender nada la miraba en el modo somnoliento en el que esta.

── Vamos a ver, dame un momento, cariño── habló la falsificadora moviéndose hasta las estanterías de la sala. Abrió un par de puertas buscando cuidadosamente algo hasta que la tercera fue la vencida y finalmente sacó una botella del mismo tequila que habíamos bebido hace unas cuarenta horas con sus respectivos shots── Ala, pa la tusa.

Me paré caminando a la mesa riendo de lo loco que sería eso.

── ¿Quieres que nos pongamos a beber?── pregunté mirando como servía el licor hasta el tope── Nairobi, tía, que eso es mucho.

── No, París, ¿cómo se te ocurre? Estamos en pleno atraco y tengo trabajo que hacer── me extendió ambos vasitos── Son para ti.

── Y una mierda── dije sentándome en la mesa al lado del teléfono── Guarda eso. Vamos a contar billetes o algo, no soporto esto.

── Es que París, no te estoy preguntando. Somos amigas y de las de verdad ¿cierto?── asentí alzando una ceja── Pues ya está. Que estos dos y se te pasa. Mira que a mi me han servido esta maravilla.

── La madre que te parió── tomé el primer shot con duda. Lo vi un rato pensando que uno no tendría gran efecto── Bueno, ya está.

Tragué sin pensarlo, inmediatamente mi garganta empezó a arder. De un salto bajé de la mesa dando saltos de lo mal que lo estaba pasando mi cuerpo con las tonterías de Nairobi, corrí en círculos como una niña pequeña maldiciendo a todo el mundo desahogando mi cerebro excusándolo con el tequila.

── ¡Esa es mi París, coño!── exclamó Nairobi más feliz que nadie── Toma el otro y manda a ese cabrón a la mierda.

Le hice caso.

── Escucha una cosa tía── Nairobi me agarró de los hombros── Vales tres veces más que todos los euros que estamos imprimiendo. Tenemos que sacar este atraco adelante como sea, y sé que tú eres capaz de ponerte a toda la banda encima si es necesario── hablaba en serio, lo que hizo volver a la realidad bajando el alcohol── No es tiempo de echarse morir. No hoy.













No sé cuánto rato estuve ahí sentada compartiendo mesa con Allison Parker contando dinero hasta un punto del que llegamos a los ochenta mil euros entre ambas. No cruzamos muchas palabras, solo lo necesario para poder llevar la cuenta. Tampoco era algo incómodo, la chica se dedicaba a hacer su trabajo a la vez que me echaba malas caras, pero como una cría cualquiera, se le pasaba en unos diez minutos de no prestarle atención.

La puerta se abrió de golpe. Berlín estaba de pie ahí mirando, estaba agitado aunque aún así guardaba ña compostura.

   ── No tengo tiempo para darte el pésame por tu relación con Denver, pero debes subir ahora mismo.

   Cabrón.

Con toda la pereza dejé los fajos encima de la mesa con el lápiz y su libreta. Antes de salir le di un par de palmaditas en el hombro de Allison para que siguiera haciendo el resto.

── ¿Acaso los niños se están portando mal?── pregunté caminando a su lado.

── Se están saliendo de control── respondió él acelerando el paso── Creo que no me quedará otra que amarrarlos a la silla.

── Están asustados con lo que pasó con Oslo. Los GEOS estuvieron a un paso de que entrar a la fábrica── expliqué subiendo las escaleras casi atléticamente── Y con Denver se acabó.

── Lo anotaré.

Entramos a la sala de reuniones en donde me sorprendió verlos a todos. Incluso a Oslo, en el fondo del lugar nos daban la espalda ya que estaban mirando una televisión con las noticias de España.

── ¿Vosotros no sabeís que está prohibido usar medios de comunicación?── hablé dura y seria haciendo que se dieran la vuelta casi asustados, como los críos cuando les pillaban en medio de alguna travesura. No pude evitar pasar mi mirada por el rostro de Denver, pero rápidamente volví a sentir el ardor en mi garganta por el tequila que me recordaba que no había tiempo de lamentarse── Apagad eso que los distrae y de paso también los asusta.

── Escucha── ordenó Tokio.

── Hasta esta finca de Toledo se han desplazado más de cincuenta efectivos. Donde se encuentra la Inspectora al mando, el jefe de la unidad operativa GEO y agentes de la Policía Científica que continúan trabajando── hablaba la conductora del informativo. En la imágenes se veía la casa en donde habíamos pasado cinco meses conviviendo estudiando el plan. Ahora estaba rodeada por policías, agentes y todo Cristo── Según fuentes cercanas a la investigación podría ser el lugar donde los atracadores organizaron el asalto a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, que recordamos ha sido tomada por este grupo de anónimos ladrones por ya noventa horas.

── ¿Quién está ahí?── preguntó Río sentado en el sillón. Noté el titubeo en su voz a la vez que su pierna temblaba sin control── Hay un tío hablando con la policía.

── El Profesor── respondí acercándome a la pantalla sin creer lo que mis ojos veían.

── Han detenido al Profesor── repitió Tokio en la cara a Berlín.

── Pero si lo están interrogando en la puerta de la casa de Toledo── agregó Río obvio.

── No trae esposas── susurré para mí.

Nosotros en este momento éramos prioridad uno para todas las fuerzas policiales de España. Tener al cabecilla de un plan que está ganando más de ocho millones de euros por hora y tenerlo al interperie de su centro de operaciones, hablando con cuatro policías que se notaba que eran de un rango básico, tomando el aire de la tarde no tenía nada de sentido.

── ¿Desde cuándo necesita unas esposas pa saber que estás preso?── intervino Denver en mi contra.

── ¿Perdona, dijiste algo?── pregunté sarcásticamente.

La atención en nosotros no duró mucho tiempo, la televisión quedó en silencio dejando solo escuchar un pitido interminable a la vez que molesto con las letras de 'NO SIGNAL' plasmadas en la imagen. Dejándonos la horrible incertidumbre de saber qué más sabían de nosotros. Río fue el único que salió corriendo a revisar si los cables estaban bien conectados, sacó uno y lo sopló intentando limpiar la entrada e intentó nuevamente recuperar la señal perdida, pero fue inútil.

── Me cago en la puta, nos han cortado la señal terrestre── concluyó el hacker.

── No quieren que nos enteremos── agregó Tokio caminando en círculos ansiosa── Y si no quieren que nos enteremos es porque van a entrar.

── Tokio...── la llamé para que se calmara.

── Nos podemos quedar cruzados de brazos cinco horas esperando que vengan por nosotros── me soltó en la cara, luego se dio la vuelta hacia Berlín── O podemos poner en marcha el puto plan Chernobyl que cada vez me suena mejor.

La mirada de Berlín se clavó en Tokio, el silencio que nos rodeaba era casi descisivo. Nuestro atracador al mando se quedó pensando unos segundos, desvió la mirada hasta mí. Sabía lo que se refería sin soltar una palabra o alguna mueca.

Negué disimuladamente.

── El plan Chernobyl es para situaciones desesperadas. Y creo que esta no es la situación más desesperada que podemos aguantar── habló Berlín finalmente── ¿Lo es? Aviso, es un plan donde perderíais todo el botín.

Helsinki miró a Moscú un momento, unas miradas incómodas se empezaron a lanzar entre todo el grupo. Nairobi mordía jugaba con los accesorios de su mano nerviosa de la decisión que estaban a punto de tomar. Sin quererlo tuve la necesidad de fijarme sobre mi hombro, Denver miraba al piso con el mismo semblante incierto de todos en este lugar. Vaya estrés me bajaba por mi espalda.

── Yo personalmente no tengo ningunas ganas de renunciar── informó Berlín cortando el silencio── ¿Vas a renunciar ahora a todo por lo que luchaste tan duramente, Tokio?

No obtuvo ninguna respuesta de parte de ella.

── Chicos, que tienen al Profesor── volvió a repetir la misma historia── Que no va a haber ninguna luz al final del túnel porque van a estar los putos GEOS esperándonos. ¡Estamos en una puta ratonera!

── Dentro de cinco horas El Profesor va a llamar── interrumpió Berlín sin dejar de quemarla con la mirada── ¡Ja! Mira que me están entrando unas ganas locas de votar.

── Yo pensaba que esto no era una bonita democracia── solté irónica usando las mismas palabras que Berlín me dijo cuando me apuntó con un arma.

── ¿Quién sigue creyendo en El Profesor?

Un bombardeo interno de ideas se debatían al darle el beneficio de la duda a las palabras de Tokio. Si realmente nuestro gran hermano del Profesor estuviera de nuestro lado, en resumen nada de eso estuviera pasando. Si estuviera realmente de nuestro lado, no hubiese tenido que fregar mis manos con sangre de mi compañero, ni haberme puesto en la línea de fuego cuando nos líamos a tiros. Tampoco se hubiesen escapado rehenes con información.

}Su imagen hablando con la policía me hacía dudar de mis propios instintos de analista. Analista media borracha por los tequilas, además de víctima de insomnio por no haber dormido hace más de treinta horas e incluso un poco más. Todo eso sumado concluía que en este momento mi criterio estaba siendo muy afectado por mi estado.

Ahí fue cuando Berlín empezó con la ronda de preguntas.

── ¿Helsinki?

El serbio no tardó nada en responder.

── Yo creyendo en Profesor.

── ¿Río?

Rodé los ojos antes de escuchar alguna respuesta de parte de Río, nadie era tan ciego de no poder predecir su decisión. Estaba acojonado, y sin importar lo que sucediera él iba a seguir a su novia a cualquier parte, en su inocencia Aníbal era capaz de lanzarse al acantilado más profundo de la mano de Tokio. Porque el amor te hace ver las cosas de otro color hasta que te cega por completo.

── Yo creo en lo que veo. Y lo que veo es que realmente ya no podemos contar con El Profesor── dijo rápidamente y levantó la mirada a Tokio en busca de alguna aprobación── Estoy con Tokio.

Rodé los ojos.

── ¿Moscú?

── Yo entré aceptando unas reglas, y esas reglas no se han quebrantado aún── habló el padre de Denver mirándonos serio── Sigo creyendo en El Profesor.

Ya lo último parecía mantra.

Moscú tenía razón, las reglas todavía no se han roto por completo. Esa era la única razón que mantenía al equipo de pie en la misma habitación. Pero a este paso, las reglas del Profesor estaban a punto de ser quebrantadas por sus propios alumnos.

── ¿Denver?

Se me revolvió el estómago de solo escuchar su nombre de ciudad. Moví un poco la cabeza para verlo disimuladamente, aunque a diferencia mía, Denver no fue nada cauteloso cuando clavó su mirada en mí. Esperé que diera alguna respuesta al improvisado plebiscito, su respiración era tranquila a diferencia que la de Río e incluso Nairobi.

Mordí mi labio como reflejo de lo nerviosa que me ponía su mirada vacía de sentimientos. Ya lo había entendido, incluso toda la banda lo había entendido que Denver y París se acabó. Sobretodo con la respuesta final que soltó él sin quitarnos las miradas de encima.

── Yo voto por salir, pero ya. Que eso de tener un final feliz se me queda un poquito grande.

Cerré los ojos al escuchar sus palabras evitando sentir el puñal que clavó en nuestra historia. Ya no quería sentir más dolor, sentía que no podía con todo lo que me había tocado vivir en esta intensa, por decirlo menos, jornada de atraco.

── Nairobi.

Tokio dejó de moverse ansiosa en su lugar y le prestó toda la atenció a Nairobi, su amiga, compañera de borracheras durante todos estos meses. Era el voto que ella necesitaba para poder ganar esas elecciones.

La falsificadora mordía sus uñas mirando a su alrededor como toda la atención cayó en ella de un segundo a otro. Era consciente de que si su voto era para el bando rebelde de Tokio, esto acababa aquí y mi voto pasaría a no valer de nada ya que se cerrarían las votaciones con su decisión.

── Yo tengo una muy buena razón para seguir confiando en El Profesor── soltó ella evitando el contacto visual con cualquiera de nosotros. Su voz sonaba segura aunque al mismo tiempo temblorosa── Estoy con Berlín.

Dicho eso abandonó la sala de reuniones dejándome personalmente sorprendida de su respuesta. Jamás se me pasó por la cabeza que Nairobi estuviera de acuerdo con Berlín en alguna cosa, pero el dinero es capaz de demasiado aquí adentro. Y mientras nosotros decidíamos con una votación de sí y no, las planchas con dinero se seguían imprimiendo.

── Bueno París── me llamó Berlín── Empatas esto o se acaba las elecciones. Tú decides.

El resto de la banda miraba atento a mi respuesta, todo el peso cayó sobre mis hombros. Una respuesta que por más equivocada que fuera se podría cargar todo el plan. Ellos sin saberlo habían puesto la estabilidad del equipo en mis manos.

¿Realmente seguía creyendo en El Profesor?

Muchas cosas se mezclaron.

Había que saber retirarse de la partida cuando ya tienes el juego perdido, y quizás ese era el destino de la historia de los atracadores anónimos con caretas que tuvieron los cojones de meterse a la Fábrica Nacional de Moneda Y Timbre.

Al mismo tiempo me tocó darme cuenta de quiénes eran los aliados aquí adentro, al igual que el enemigo. Mi cabeza tenía un precio para la justicia española, pero la única que podía salvarme ahora era yo misma. Era momento de activar el instinto de supervivencia y elegir un bando.

── Estoy con Tokio.

El rostro de Berlín ni se inmutó en dar alguna expresión, ni aprobación o decepción de su parte. Solo dejó salir una sonrisa ladina de su parte.

── Joder── escuché a Tokio soltar sin creerlo.

── Eso no me lo esperaba── dijo Río riendo. Ni yo me lo esperaba.

── ¿Sabes lo que acabas de hacer, París?── preguntó Berlín acercándose un par de pasos a mi anatomía de manera amenazante.

Mi voz fue lo único que se logró oír.

   ── Que comiencen los putos Juegos del Hambre.

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