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DIECISÉIS: CULPABLE

CULPABLE

Miércoles 18.02 P.M
CIENTO DIECISIETE HORAS DE ATRACO

     No escuchaba nada, las voces de mi cabeza se quedaron en silencio cuando vi a Moscú caer al suelo de rodillas. Su careta cayó al suelo con manchas de sangre en ella lo que nos hizo caer en cuenta que la situación se nos había ido de las manos hace mucho tiempo, pero tuvimos que ver caer a otro de los nuestros para darnos cuenta de ello. Jugamos con fuego por más de cien horas metidos en este lugar, creyendo que todo estaba controlado, que siempre había un plan para solucionar nuestros errores. Que idiotas fuimos pensando que llevábamos la suerte de nuestra parte a cada paso que dábamos.

     Nairobi pasó por mi lado corriendo mientras que yo no podía moverme, estática y con mi respiración agitada tardé un par de segundos en volver al ahora.

     Tokio estaba frente a mí, pues había vuelto exclusivamente en busca de venganza por Berlín y yo, pues al final fui mi idea la de sacarla de aquí como un regalo para la policía que nos custodiaba afuera de la fábrica. Corrí hacia Denver empujando a Tokio que seguía vestida como los GEOS montada en la moto del bando contrario, Silene no me respondió mi acto pues también era consciente que es este segundo no era la protagonista.

     Creo que por primera vez Tokio no era el problema.

     Los gritos eran muy confusos, todos decían cosas diferentes sin que nadie se lograra poner de acuerdo. Me arrodillé a la altura de Moscú lanzándome al suelo sin pensar en el golpe de mis rodillas contra el piso, él tampoco entendía mucho de lo que estaba pasando, eso lo podía ver en su rostro a simple vista. No lo culpaba, éramos un caos desde siempre, tenía más que claro que las situaciones así nos ponían demasiado nerviosos porque nos costaba admitir que no teníamos respuestas a pesar de hacer todo lo posible para encontrarlas.

     La sangre personalmente no me era un problema, el tema era que esta estaba brotando sin parar del abdomen de nuestro compañero, mi cabeza empezó a doler de una manera horrible a la vez que mi pecho se contraía ante la ansiedad que invadió mi cuerpo. Levanté la vista y lo primero que me fijé fue en como Denver gritaba cosas que no lograba procesar porque en ese momento todo se detuvo, ese líquido espeso color carmesí que cubría mis dedos me hizo caer de golpe en una realidad que había intentado ignorar desde que entramos a este lugar con la esperanza de salir con millones en nuestros bolsillos y todos tomados de las manos con una sonrisa en el rostro.

     ── ¡Ayuda, ayuda!── los llamados de auxilio de Denver a mi lado me ayudaron a volver en mí misma. Pasé una mano por mi rostro mientras que mordía mi labio hasta sentir algo, lo que sea que me recordara que todavía estaba viva── Por favor. ­­

     ── ¡El botiquín!── exclamó Nairobi corriendo hacia nosotros.

     ── ¡Traed el puto botiquín!── volvió a gritar Denver, en los meses que lo conocía jamás lo había visto tan asustado. Habíamos tenido a los jodidos GEOS a menos de diez metros de nosotros cuando ocurrió el tiroteo de la bodega, pero esto no tenía comparación para él, no cuando literalmente su familia estaba en el medio.

     ── ¡Tápale la herida! ── me ordenó Nairobi.

     Con dificultad llevé mis manos donde se notaba que había impactado la bala, la gente se seguía moviendo a nuestro alrededor intentando ayudar. Moscú se aferraba con la respiración entrecortada al brazo de su hijo que le pedía constantemente que le siguiera manteniendo la mirada fija.

     Todo era un puto caos en estos momentos.

     ── Tranquilo, esto es un raspón en el costado, nada más── habló Moscú con un hilo de voz a causa del dolor, Denver por su parte parecía que en cualquier momento terminaría por perder el control── Tranquilo.

     ── De lado── sugirió Tokio, que en ese momento su presencia era lo que menos me importaba.

     Con la ayuda de todos se nos hizo fácil, cuando lo hicimos Moscú no pudo contener un intenso grito de dolor que realmente me dolía más a mí al verlo en esa situación.

     ── No tiene agujero de salida── informó Helsinki observando la espalda la cual se encontraba intacta── La bala sigue adentro.

     ── ¡Nairobi! ── la llamó Berlín de un grito.

     A este punto la situación se me estaba volviendo agobiante, sentía que las personas a mi lado solo me quitaban el aire para respirar, tragué en seco y me llevé las manos ensangrentadas a mi cabeza. Pasé mis dedos por las sienes intentando calmar el dolor que me estaba atormentando durante los últimos minutos, de pie se encontraba Río mirando todo sin saber mucho en qué aportar, aunque la verdad no había mucho que él pudiera hacer por Moscú. Con Aníbal nos miramos tan solo un segundo en donde nos dimos cuenta que realmente estábamos jodidos, no nos hizo falta un intercambio verbal para saber que ambos en el fondo estábamos aterrados de saber cómo probablemente esto iba a terminar.

     ── Me cago en la puta── Denver levantó la vista con sus ojos rojos a más no poder y con la cabeza de su padre entre las manos manchadas de la sangre del mismo── Se está desangrando.

     ── Tranquilo, yo tengo sangre a punta pala── intervino el mismo Moscú, con un hilo de sangre saliendo de sus labios── ¿No ves que he comido muchas morcillas?

     Nairobi llegó corriendo lo más rápido posible con el botiquín en una de sus manos, cuando la morena llegó le dimos espacio para que tuviera acceso. Tomé la morfina de la caja mientras que Río abría la jeringa, hasta yo misma me sorprendí que pude pasarle el frasco a la que ahora estaba haciendo de enfermera, porque yo no era capaz de mucho.

     Denver se sacó la camiseta gris que empezó a usarla para limpiar un poco la sangre, pero la verdad no servía de mucho. Tampoco lo culpaba, a pesar de todo ninguno de nosotros sabía exactamente cómo reaccionar.

     Helsinki hizo el trabajo de inyectar la morfina a la altura de la clavícula, Berlín me dio un par de tijeras para que cortara la tela del mono rojo para así tener ya acceso directo a la herida. Entonces me obligué a mí misma a tener la cabeza fría, olvidarme del dolor que se hacía cada vez más insoportable para hacer un par de cortes, tomé un extremo y sin pedirlo Denver fue el que tomó el otro, conté hasta tres en voz alta para que al final ambos rajáramos con fuerza el overol, dejando al descubierto lo que nos terminó por dejar sin aliento.

     De la herida brotaba sangre sin parar, para nuestra mala suerte habían sido tres balas que habían logrado entrar al abdomen de Moscú. Si una ya era peligrosa habíamos triplicado el porcentaje de peligro, eso se vio reflejado en el pesado silencio que se hizo presente, los gritos desaparecieron casi por arte de magia al caer en la cruda realidad que nos chocó de frente en mitad de una curva mientras que nosotros estábamos manejando el camión a ciegas.

     No fui capaz de despegar la vista de esas heridas, seguía sosteniendo en mis manos el trozo de tela empapada. Pude sentir la mirada de Denver sobre mí por lo que instintivamente lo miré y no me equivoqué, porque sus ojos azules eran una ventana transparente que reflejaban infinito miedo y confusión, pero lamentablemente no iba a conseguir respuestas conmigo por más que yo quisieras dárselas. La verdad era que no podía conseguirlas con nadie, ahora mismo estábamos caminando por encima de una cuerda floja sobre un abismo con la vida de su padre en sus manos siendo nosotros unos malos equilibristas.

     ── Le... le voy a poner una vía── habló finalmente Nairobi, siendo sus palabras carentes de seguridad sobre sus acciones.

     El resto se puso en marcha nuevamente, la morena se puso a hacer lo necesario con la ayuda de Tokio y Helsinki. En la mitad de todo Denver no aguantó más y sobre su voluntad se vio obligado a soltar la mano de su padre por su propio bien, Moscú lo vio alejarse sin decir nada puesto que tampoco había mucho que agregar.

     Una mano en mi hombro me tomó por sorpresa, dejé la jeringa de lado para girarme un tanto saltona todavía ya que mi cuerpo aún no había logrado tranquilizarse. Me encontré con Río de pie, fruncí el ceño sin entender al principio, pero el chico me señaló disimuladamente con la mirada a Denver, este último se paseaba de lado a lado por el hall de la fábrica pasándose ambas manos por su cabeza totalmente frustrado.

     ── Vuelvo en un segundo, ¿vale?── le sonreí a Moscú sin poder contener el miedo de mis palabras y cuando intenté soltar su mano pude sentir como la apretó un poco más. Realmente quería quedarme con él en todo momento a pesar de no tener idea qué hacer, pero tampoco podía dejar que Denver se empezara a perder entre sus propios miedos── Ya vuelvo.

     Caminé hacia Denver que seguía sin poder mantenerse quieto, caminaba de lado a lado como un reloj de pared antiguo. Cada vez que me acercaba más podía sentir su angustia, a este punto no podía odiarlo, ninguno de los dos tenía tiempo para pensar en lo que había pasado cuando ahora mismo estábamos manchados de sangre.

     ── Oye── susurré tocando su espalda.

     Denver se dio la vuelta con la respiración entrecortada, sus ojos azules habían soltado una lágrima que se empeñó en ocultar porque a pesar de todo seguía manteniendo su orgullo intacto que no le permitía que no le vieran llorar. Con un poco de temor a su reacción pasé mi dedo por encima de su labio para poder limpiarle la sangre que lo manchaba, era completamente extraño verlo de esa manera por lo que ya tampoco tenía idea de cómo poder tratarlo.

     ── Que le metieron tres tiros, París── susurró mirando desde lejos como Nairobi alzaba la bolsa con el suero. Su voz estaba a punto de quebrarse en cualquier palabra, y su mirada estaba totalmente perdida en medio de un laberinto el cual no parecía tener una salida── Son tres tiros, joder...

     ── No, Denver, por favor── tomé tu rostro con una mano para que me mirara. Fue en ese segundo que tuve la mente fría porque no podía perderlo a él también. Por un momento en su rostro me pude ver, esa mirada oscura y aterrada cuando los doctores diagnosticaron a mi madre de cáncer terminal, sin remedio por lo que sólo me quedaba darle la mano a esperar lo inevitable. Recuerdo que estuve al borde del descontrol a punto de caer en un shock emocional que terminó con una parte de mí, y eso era algo que no quería que Denver pasara porque a pesar de todo lo que haya pasado entre nosotros, no le deseaba ese horrible sentimiento a nadie── Escúchame porque esto te lo voy a decir solo una vez; esto es como un carrusel y nunca para de girar, por eso no puedes echarte a morir ahora.

     ── ¿Y qué cojones vamos a hacer?, ¿eh? ¿Acaso hay una solución?

     La frustración de no tener respuestas claras me consumía por dentro, eso al parecer lo pudo ver en mis ojos porque dejó de interrogarme al darse cuenta que no sacaría nada de mí. Mi vista se quedó en su torso desnudo, específicamente en las desordenadas manchas de sangre que hacían contraste sobre su pálida piel, sus manos no dejaban de temblar y en un movimiento rápido se la llevo hacia el rostro para limpiarse una lágrima que no había logrado controlar mientras que yo me sentía la persona más inútil del planeta al no poder hacer nada por ninguno de los dos.

     Nos quedamos de pie unos segundos desde nuestro apartado lugar, viendo como el resto de la banda estaba haciendo lo que el Profesor nos había enseñado en una vaga clase de medicina. Mis brazos abrazaban mi cuerpo ya que inexplicablemente empecé a sentir frío en mitad de la adrenalina de la situación, bajé la mirada a mis zapatos fijándome que había dejado unas difusas huellas carmesí sobre el suelo que delataban mi ubicación, entonces fue en ese momento, mirando mis botas negras que me di cuenta que cuando hay sangre derramada de por medio ningún bando tiene la razón.

     Levanté mi mirada hacia Denver a mi lado, mi expresión fría era una farsa que con los años había logrado perfeccionar y ahora me estaba sirviendo de mucho porque mi estabilidad era un jodido papel mojado, fácil de romper. Los ojos azules del hijo de Moscú se despegaron de su padre por un segundo como si supiera que yo le necesitara decir algo, fue solo un momento en donde sentí una conexión que juré que había perdido ya que solo mirar nuestras expresiones sabíamos que debíamos estar preparados para cualquier cosa porque al parecer no habíamos pensado en todo.

     Quería tomar su mano en señal de contención, o simplemente poner mi mano sobre su hombro. Pero seguía abrazándome a mí misma incapaz de moverme, por lo que solo un hilo de voz triste y poco esperanzador salió de mi boca siendo la última frase que cruzaría con Denver.

     ── Lo siento mucho.































     ── ¡Pues me cago en su puta madre!── grité llena de ira directamente al teléfono que nos comunicaba al exterior. A mi lado tenía a Berlín mirándome seriamente, como si me juzgara en silencio por mi explosiva actitud repentina. Dejé nuevamente el teléfono en su lugar haciendo sonar un golpe seco por toda la sala de reuniones, apoyé una mano sobre la mesa mientras que con la otra formé un puño que llevé hacia mi frente intentando mantener la compostura── No van a meter a un médico ni de coña, estamos solos.

    ── ¿Y no lograste conseguir nada?── me preguntó alzando una ceja── Me sorprende viniendo de ti.

     ── Podría haber logrado algo con Raquel Murillo, pero me contestó el hijo de puta del Coronel Prieto y el mejor trato que hubiese conseguido con ese cabrón son dos aspirinas por todos nuestros nombres── solté enfurecida, si la Inspectora Murillo hubiese estado en la otra línea la historia hubiese sido totalmente distinta porque sabía cómo llegar a ella, por eso le solicité al Profesor que hiciera todo lo posible por ponerla en el caso del atraco. Aunque de poco me sirve ahora cuando al parecer anda desaparecida de la carpa, al menos eso me dijeron cuando pregunté por ella── Machista, autoritario, narcisista que lo único que busca es sacar a Alison Parker para evitar que este lío se vuelva internacional. En su jodida vida nos hubiese ayudado ni con un vaso de agua.

     Era jodidamente irónico como había logrado convencer a Berlín de por lo menos intentar llamar a la carpa para negociar la entrada de un cirujano que nos pudiera ayudar. Como ya se nos estaba haciendo costumbre, el Profesor no se había dignado a contestar nuestras llamadas constantes dándonos saber que nuevamente lo teníamos desaparecido de nuestro radar, pero ahora no teníamos tiempo como para sentarnos todos en la mesa para esperar su jodida llamada de control cuando unos de los nuestros se desangraba en el piso de abajo por lo que luego de discutir con nuestro atracador al mando accedió a hacer solo una llamada para intentar salvar a Moscú con una operación pero con la condición de que yo fuera la que hablara por el equipo.

     Accedí sin problemas pensando que me iba a ir mejor, pero nada salió como lo esperé cuando la última frase que escuché desde el parlante fue que tendríamos otro cadáver en la banda.

     ── Cálmate un poco── la áspera voz de Berlín me hizo sentir escalofríos de lo fría que era. Abrí los ojos de golpe al sentir como su mano se reposaba sobre mi hombro suavemente── ¿Necesitas algo?

     No duré ni un segundo cuando de un brusco movimiento le obligué a que se alejara, mientras que sentía como con mis ojos lo estaba quemando por su parte él ni se inmutó a algo porque así era siempre, y yo ya me había cansado de intentar descifrarlo.

     ── No necesito un abrazo, no necesito tu contención ni tu apoyo. No estuviste en toda mi puta vida y tampoco vas a venir a ahora para hacer el papel de tío compasivo, no te queda── dije molesta, solté un bufido de enojo ante su silencio indiferente── ¿Sabes? Sí, necesito una cosa, que te alejes.































     El agua salía del grifo en un chorro constante por donde yo pasaba mis manos, de inmediato el líquido incoloro pasaba a tener un tono carmesí que me recordaba que nada afuera estaba bien. Tiré mi polera al suelo para limpiarme el cuerpo de la sangre que había traspasado la tela, mis nudillos dolían al intentar sacar las manchas de la tela roja del overol, bajo mis uñas había una fina línea color rojo que intentaba sacar con agua, jabón y nada más porque tampoco era que estaba en una lavandería.

     Mi sujetador color blanco estaba teñido por un pequeño salpicado, no era nada, pero verlo ahí y saber que era sangre de Moscú me daban ganas de quemarlo. Me apoyé en el lavamanos con ambas manos aferradas mirándome fijamente al espejo, unos mechones castaños caían por mi rostro ardiendo, mis ojos no tenían color, lo sabía porque así de vacía me sentía en ese momento de saber que nuestra única manera de sacar vivo a ese buen hombre era hacer su trabajo. Repasaba en mi cabeza si realmente había alguna manera en la que todo este se podría haber evitado, si quizás fue mi culpa, hice memoria de menos de cuarenta horas hacia atrás para ver qué cojones salió mal. La verdad fue una tortura concluir que todas las flechas apuntaron al mismo lugar, Silene Oliveira.

     Desvié la mirada de mi propio reflejo cuando unos pasos se escucharon en la puerta del baño aproximarse, una pequeña risa irónica se escapó de mis labios al fijarme de quién se trataba. Tokio seguía vistiendo su traje de policía con el cual había logrado burlar la seguridad del sitio más custodiado de España, realmente admirable. Aún así las consecuencias que había dejado su acto de osadía nos tenía a todos moviéndonos a todas partes desesperados, la chica a mi lado se sacó la parte de arriba del su uniforme con incomodidad, seguramente mi presencia no es del todo de su agrado, para qué mentir si la de ella tampoco me tiene muy contenta.

     Seguí limpiándome a mí misma, llenaba de agua mis manos para acercarlas a mis mejillas intentando imaginar que estaba sola en ese lugar. Por su parte, Tokio se inmutaba a sacar nuestros uniformes color rojo de una bolsa de plástico limpia sin decir nada, como si ambas intentáramos ignorarnos mutuamente porque a decir verdad en ese momento era lo mejor que podíamos hacer, o eso creía hasta que Silene se atrevió a romper el gélido hielo que habíamos formado en ese baño.

     ── Las balas siguen adentro, se está desangrando y el tiempo se nos acaba── habló sonando extrañamente tímida. Tragué en seco para volverme a mirar al espejo, antes de ponerme la polera color gris me volví a observarla con una expresión de seriedad en mi rostro que la intimidó ya que siguió hablando sin que yo se lo hubiese pedido── La única esperanza que tenemos ahora mismo es terminar de cavar el túnel de salida, Denver está picando como un loco en la cámara acorazada, por si quieres ir a ayudarlo.

     Mordí mi labio asintiendo sin estar convencida, me vestí amarrando las mangas del mono rojo a la altura de mi cintura. Recogí las prendas manchadas del suelo pensando en Denver ya que Tokio lo había mencionado, independiente de en su momento haber sido una extraña clase de pareja con él, podía estar segura que fue empatía que sentí en ese momento porque sabía lo jodido que era tener a uno de tus padres en una cama muriéndose mientras que el peor enemigo que tenías frente era algo mucho más grande que tú; el tiempo pisándote los talones mientras la muerte amenaza con llevárselo.

     ── Ojalá te hubieses quedado afuera, que mejor hubiese preferido huir como siempre lo haces── solté en un susurro analizando entre mis manos la polera manchada en sangre que tenía que tirar a la basura. Pude escuchar como Tokio dejó de moverse, cerró el grifo de agua en un segundo descolocada por mis sorpresivas declaraciones── En que quizás la mejor opción hubiese sido... no abrirte las puertas de la fábricas y que ellos te hubiesen acribillado a tiros, pero no a él.

     Me animé a mirarla por primera vez, sentía rechazo, lamentablemente era demasiado rencorosa desde pequeña y la vida me había enseñado a ser así. Tokio me miraba con los ojos abiertos a más no poder mientras que su mirada e empezaba a cristalizar de a poco pero su expresión fría no quería ceder ante sus emociones de clara falta de empatía.

     ── ¿Qué dijiste?── se atrevió a preguntar con un hilo de voz.

     ──Que te lo dije, joder, cuando casi matan a Río por tu culpa, por se tan impulsiva y tan jodidamente descerebrada. Te advertí que la próxima baja iba a ser tu culpa, y mira tú, no me equivoqué al parecer── dije dejando caer al suelo la camiseta gris. La castaña ladeó la cabeza mordiéndose la lengua con ese rostro de rebeldía combinado con querer provocarme, se acercó un par de pasos a mí quedando a una distancia menos de un metro entre nuestros rostros── Porque si Moscú llega a morir, será tu carga para siempre porque no encuentro a otra persona más responsable que tú. Eres un jodido gato negro que maldice a quién se pone adelante para salvarte... como fue con tu novio.

     Cuando creí que me golpearía me sorprendió que hubiese buscado otra manera de manifestar su ira, se sacó la polera color negro de policía y la lanzó con rabia contra la pared atrás mío. 

     ── ¿De quién fue la idea del robo al camión blindado, tuya o de tu novio?── pregunté mientras Tokio perdía el control intentando ignorarme intentando limpiarse, pero ya me habían repetido demasiadas veces que me había logrado convertir en una hija de puta capaz de destruirte con palabras frívolas, y me lo terminé creyendo── ¡Pues ahora tu novio es un cadáver, y tu madre también!

     Al escuchar el bajo ataque que use en mi defensa, Silene dejó de pasar de mí para caminar en mi dirección tomándome del cuello con una mano para empujarme contra la pared haciendo que mi espalda chocara contra esta.

     ── Venía a matarte, hija de puta── me susurró contra mi oreja sin ejercer presión alguna sobre mi garganta, era solo para mantenerme quieta── Primero iba ir a por Berlín, luego por ti para cargarme a la familia entera.

     ── Nada nuevo para ti, ¿no? Pues como saltas de piedra en piedra, pero son charcos de sangre── respondí tirando mi cabeza hacia atrás── A cada paso tuyo dejas un cadáver detrás.

     ── ¡Cállate!

     De mala gana me soltó el cuello, intentó irse a pero le seguí un par de pasos.

     ── ¡No aprendiste a la primera, porque nadie de acá te importa en realidad!── tomé su muñeca con brutalidad y la levanté a la altura de nuestros rostros quedando su mano roja frente a frente de nosotras── Intenta lavártelas todas las veces que sean necesarias, pero están manchadas para siempre.

     Soltando una pequeña lágrima de su ojo, Tokio bajó su mano sin dejar de mirarme, nunca me había sentido tan fría desde que llegué a este lugar porque era casi sádico ver como lograba quebrarla por dentro. Quizás en un par de minutos me arrepintiera de esto o tal vez no, la verdad es que no me interesa saber eso ahora cuando se nos había terminado de ir todo a la mierda por culpa de ella. La chica de la chasquilla no me agachó la mirada en ningún momento a la vez que me di cuenta que sus ojos marrones brillantes se volvían oscuros porque sus palabras fueron igual de frías que su personalidad.

     ── ¿Por qué no dejas de buscar un culpable en mí, París? Mira un poco más allá de lo que te conviene, piensa en cómo pudiste haber evitado algo que tú misma creaste── se plantó frente a mí de manera intimidante que no dejé que me afectara── Fue tu idea envolverme en cinta como un regalo de cumpleaños  y sacarme de este lugar, ¿crees que Berlín no me lo recalcó en la cara antes de entregarme a la policía? No supiste manejar la situación y te mejor solución fue expulsarme como un perro a la calle, pensaste que te ibas a librar de mí de esa forma para irte con Denver de la mano al fin del mundo pero por culpa de una decisión tuya volví. ¿Segura que podrás mirarlo a la cara después de esto?── mi respiración se detuvo cuando sus palabras hacían sentido para mí, mi boca se secó aunque intentaba mantenerme lo más seria posible aunque sus palabras eran de doble filo── Si quieres buscar un culpable párate frente a un espejo y mira tu reflejo, porque eres tú la única que pudo haber evitado esto.

     No pude decir nada en mi defensa, a pesar de todo en el fondo seguía estando vulnerable al ver la imagen de Moscú en mi mente cayendo al piso con tres impactos de bala en su pecho, no se lo merecía. Tokio pasó a mi lado sin agregar nada más, ambas nos habíamos hecho mucho daño escupiéndonos verdades que dolían y la verdad que yo no fui benevolente con la chica que estaba segura que también sentía culpa. Golpeó mi hombro a propósito para abrirse paso en el baño completamente vacío, sus pasos le alejaron porque lo pude escuchar acompañado de unos sollozos que salían de Silene Oliveira.

     Me llevé una mano a la boca cayendo en cuenta inmediatamente que de alguna manera Tokio llevaba razón en sus palabras, unas lágrimas salieron de mis ojos porque ya no aguantaba más esta horrible presión. Recordé que Berlín me había pedido un consejo para poner a esa chica en una posición que dejara de ser un problema para la banda, y sin consultarle a nadie le recomendé que la sacara donde los lobos disfrazados de policía nos esperaban para despedazarnos. Nunca pensé en Silene después de ver como Helsinki abría las puertas de la fábrica para que Andrés la empujara sobre una mesa con ruedas, yo seguía enfocada en el plan mientras que seguramente la chica con nombre de ciudad de Tokio me odiaba en silencio cuando lo vio todo perdido frente a Raquel Murillo dictándole sentencia antes de tiempo.

     Me había quemado la cabeza pensando qué podría haber hecho para que Tokio no hubiese vuelto a este infierno que nos daba dinero, y la respuesta era tan fácil que preferí ignorarla, nunca tendría que haberla sacado.

     ¿Era realmente mi culpa? No lo sé, pero en este momento yo era lo más parecido a un responsable que había encontrado por mi cuenta.

     Mis lágrimas de rabia caían a la vez que con mi otra mano trataba de no hacer ruido, quería escapar porque como la misma Tokio había dicho no me daba el cuerpo para ver a Denver o a Moscú a la cara cuando la culpa me carcomía. Me había largado a llorar en silencio en mitad de ese baño, mis piernas comenzaron a flaquear por lo que me puse en cuclillas para que mi cuerpo no cediera ni cayera sobre el suelo, mi estómago empezó a a doler mientras mi garganta ardía. Sentía como mis mejillas se mojaban por culpa de mis propias lágrimas logrando hacer que me odie más a cada segundo por no poder controlarme.

     En un momento llegué a perder la noción del tiempo, por lo que no podía responder con seguridad absoluta si estuve así un par de minutos o un largo tiempo, de lo único que estaba segura en ese momento era de los golpes en la puerta que hicieron que levantara la mirada para encontrarme con Río mirándome con un rostro de pena que me dieron ganas de seguir llorando. Pero intenté no hacerlo, me puse de pie secándome el rostro con mis propias manos bajo la atención absoluta de Aníbal que no se había movido ningún paso de su lugar.

     ── ¿Qué tanto me miras?── solté enojada, quizás en otro momento mis palabras hubiesen ido con un toque de suavidad. La expresión de Río fue de sorpresa, aunque ni se inmutó en molestarse por mi desagradable tono de voz, más bien en el fondo los dos sabíamos que él intentaba comprenderme── Estoy bien, puedes irte, joder.

     Fue como si todo lo que hubiese dicho fuera al aire porque Río no me hizo caso, tenía una expresión tan inocente y amable que me había olvidado que todavía quedaban personas buenas en este lugar. No sabía qué hacer para ayudarme, lo cual comprendía porque yo tampoco le había dado mucho con lo que trabajar, mientras que se empezó a acercar a mí a paso lento, tímido, yo pude sentir como quería volver a estallar en llanto de rabia. Yo era de esa clase de personas con la que todos querían desahogarse porque según ellos siempre tendría un buen consejo para dar o algo de ayuda que decir, pero no no era capaz de hacerlo por mí misma, nunca había encontrado una persona de confianza como para contarle mis problemas después de la muerte de mi hermano por lo que me acostumbré a estar sola en todo sentido y a guardar los sentimientos en una caja de metal, cerrar con llave para finalmente tirarla al río.

     Los brazos de Aníbal rodearon mi cuerpo antes de que yo vuelva a sollozar, apoyé mi mejilla en su hombro cerrando los ojos lo más fuerte posible. Sin quererlo seguía llorando, joder, solo sentía como me apretaba contra su cuerpo a la ver que dejaba caricias por mi espalda para que me tranquilizara.

     ── ¿Qué te pasa?── me preguntó en voz baja después de unos segundos.

     ── Tengo miedo── confesé en un susurro── Ya no puedo más, no quiero ver más gente morir, Río. No puedo.

     ── Hey, que Moscú no está muerto, París.

     ── Ya, pero tiene tres disparos en el estómago y los hijos de puta de allá afuera no quieren meter a un cirujano── solté con rabia, apretando la tela del uniforme rojo de él── Intenté enmendar mi error, pero no pude.

     Al decir esa última frase dejó de darme caricias en mi espalda, más bien me tomó por los hombros y se separó un poco tomándome por los hombros con una mirada totalmente curiosa en sus ojos, junto a una expresión de sorpresa.

     ── ¿A qué te refieres?── frunció levemente el ceño en mi dirección.

     ── Si no hubiese sacado a Tokio de la fábrica, nada de esto hubiese pasado. Ella tiene razón── dije mordiendo mi labio sintiendo por primera vez como era un desahogo total── Hasta tú me odias por eso, lo vi cuando ni siquiera me querías mirar en el momento que te enteraste que fue había sido idea mía. 

     ── Primero, yo no podría odiarte de ninguna manera, tú lo sabes── me interrumpió de golpe── Segundo, nada de esto es tu culpa, no puedes poner todo el peso sobre ti cuando no lo mereces. Nada de lo que está sucediendo está relacionado contigo, ¿sabes de quién es la culpa?── negué con un pequeño puchero en mis labios── De nosotros, los putos locos que decidieron entrar a este lugar firmando el contrato asumiendo todos los riesgos. Tú no eres ni un error o un riesgo, eres mi amiga.

     Me quedé mirándolo un par de segundos, sus ojos no me mentían y eso me hacía sentir un poco más segura. Miré al techo soltando un suspiro acompañado del aire de mis pulmones, pensaba que terminaría por colapsar como cada uno aquí adentro que en algún momento del atraco se veía superado de cualquier forma, pero agradecía que Río fuera mi cable a tierra en esta ocasión.

     ── Te besaría si no estuviese enamorada del cabrón de Denver── sonreí a duras penas, logrando que él me devolviera el gesto con un poco más de ánimo, aunque no me duró mucho el subidón ya que mencionarlo me hizo acordarme de él── No puedo verlo a la cara, está mal y siento que no puedo ayudarlo, está metido en su propia burbuja de querer encontrar una solución... pero si no la hay, quizás nos odie para siempre por haber metido a Moscú en esto. Y sinceramente no sé si pudiese vivir con eso.

    ── Si de algo estoy seguro es que ese hombre está jodidamente coladísimo por tus huesos, podrías entregarlo a la policía ahora mismo y te seguiría amando porque junto a Moscú, sois lo más importante para él── habló Aníbal dejándome helada, me volví a recargar en su hombro intentando descansar un poco a la vez de encontrar un poco de calor en mi amigo── Ese tío venía por la pasta, ¿te acuerdas cuando el Profesor nos preguntó qué queríamos hacer con todo el dinero y Denver salió con la flamante idea del Maserati?── reí asintiendo, esos recuerdos me hacían feliz,  aunque el contraste con el presente era una putada── Vino por el dinero, y termino quedándose por ti.

     ── Hace años perdí a mi madre y te juro que todavía me duele como el día que ella partió. No quiero que Denver pase por eso también. No se lo merece.── confesé separándome de Río── Pero lo veo a la cara y no puedo olvidar lo que hizo, y sí, antes que me preguntes soy una rencorosa de mierda.

     ── ¿Tú no fuiste la que se besó con un argentino la noche de la verbena? ── preguntó. Me di la vuelta hacia él levantando una ceja y los brazos cruzados, logrando intimidarle y que se retractara de sus palabras, porque en este minuto no era un tema que le convenía sacar── Y supongo que tampoco le contaste lo que pasó esa noche, ¿no? Apuesto que yo no podría caminar porque Denver me hubiese partido las piernas.

     ── ¡Aníbal!── grité ahogando una carcajada a la vez que sentía mis mejillas arder── ¿Puedes callarte de una jodida vez? Eso pasó hace más de cinco meses, ya está, dijimos que no íbamos a hablar de eso.

     En un segundo la sonrisa en el rostro de Río se esfumó, le agradecía que a pesar de la situación intentara hacerme sonreír u olvidar aunque sea un segundo que el plan junto al equipo se estaba cayendo a pedazos como el Imperio de Babilonia. Aún así las palabras de Aníbal me dieron vuelta más de una vez por mi cabeza.

     ── No sé ni la mitad de relaciones como tú, que seguro nos tienes sacados las ficha a todos── suspiró dejando caer sus brazos a los costados── Mira, yo no me quiero meter en vuestra relación, pero ahora mismo Denver te necesita porque eres lo único que tiene.

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