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DIECINUEVE: LA VERDADERA FAMILIA

LA VERDADERA FAMILIA

Jueves 09.21 A.M.
ONCE HORAS DESDE EL TIROTEO

   El reloj no se detuvo jamás, sin embargo el tiempo parecía no avanzar en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre donde cada atracador había perdido la sonrisa e ilusión con la que había entrado, incluyéndome. En ese momento me encontraba sentada contando los billetes que Nairobi se encargó de imprimir con toda la calidad para nosotros, al final estaba segura que mi amiga fue la única que no había fallado en su misión porque desde que llegamos las máquinas no habían dejado de sonar, día y noche recordándonos cuál era nuestra misión. Sacar millones de euros para después desaparecer sin dejar rastro.

   Desaparecer. Quizás era eso lo que más ansiaba en este minuto ya que pensar que Moscú estaba debatiéndose entre la vida y la injusta muerte me dolía el pecho. Desaparecer también para no escuchar nunca las calumnias que estaban diciendo sobre mí en los medios de comunicación más importantes de Europa.

   Llevaba la cuenta de un fajo, más de tres mil euros tenía en la mano, joder, no recordaba la última vez qué había tenido la oportunidad de sostener tanta pasta mi mano, parecía irreal que cientos de fajos así estaban a puntos de ser nuestros.

   Los rehenes que habían accedido a nuestra oferta de millón se encontraban trabajando para nosotros, una completa locura. Miré por la ventana la oficina de al lado donde una chica joven empaquetaba nuestro dinero bolsa de plástico con la falsa ilusión de que en meses una parte del millonario botín llegaría a la puerta de su casa como recompensa.

   Por decisión propia había preferido venir a una sala vacía donde podría concentrarme mejor. Muy cerca de aquí la radio sonaba reproduciendo una rumba flamenca. Verde que te quiero verde, susurraba al unísono con la voz de la mujer que cantaba con un tono desgarrador. Una canción que no escuchaba con frecuencia por mi cuenta, aunque sí la conocía ya que era una de las preferida de mamá, y con el agradable recuerdo de su sonrisa seguía contando los billetes.

   ── Hey, pero si es la atracadora más guapa de la historia── levanté la mirada cuando la alegre voz de Nairobi desde la puerta me sacó de mis pensamientos── Te me desapareciste un rato, pillina.

   ── Necesitaba un poco de silencio── suspiré acomodándome en la silla── Tenemos que ir sacando el dinero ya, Río y Helsinki se están encargando de mover las bolsas con los rollos hacia el túnel. Y la verdad que yo también tengo unas ganas locas de salir de aquí de una puta vez.

   ── ¿Tokio está con Moscú?── asentí bajando la mirada a la mesa── ¿Y cómo está Denver?

   ── No lo sé── respondí en voz baja jugando con un billete entre mis dedos── Está picando como un loco allí abajo, quiero creer que va a llegar a tiempo, pero no lo sé.

   ── Joder, pobre chaval── se lamentó la morena tomando asiento frente a mí. Me limité a volver a asentir sin saber qué agregar── ¿Y tú?

   Fruncí el ceño: ── ¿Yo?

   ── Exacto, tú, mi vida── suavizó su tono a uno más maternal── Que con todo este lío nadie ha tenido el tiempo de procesar... ya sabes.

   ── Te refieres a lo de Berlín, ¿verdad?── bufé con pocas ganas. Anoté lo que había alcanzado a contar y lo ordené en un fajo que metí a la bolsa más arriba de la mitad con cientos de miles de euros── Sinceramente no tengo demasiadas ganas de discutirlo con Andrés. Igual también tengo muchas preguntas que me tendré que guardar para cuando salgamos.

   ── Vale, entiendo── se quedó un silencio medio incómodo── ¿Entonces el Profesor sabía que vosotros sois familia?

   ── Supongo.

   ── Que cabrón.

   Asentí mordiendo el interior de mi mejilla. Me pasé la mano por el rostro, las luces blancas ya me comenzaban a marear, bueno, toda la situación de estar bajo tanta presión me ponía de los nervios, además saber que teníamos las horas contadas encerrados en esta fábrica aumentaba la ansiedad de mi cuerpo.

   ── Es extraño porque nunca tuve una familia más allá de mis padres y mi hermano── susurré volviendo a contar los euros que me faltaban── Y de la nada, bum, tu tío es el mismo hijo de puta que le apuntó en la cabeza a la persona que amas── solté con tranquilidad── El mismo psicópata que me tiró al piso para quitarme de en medio y el que se aprovecha del miedo de una rehén sin darse cuenta que le está jodiendo la vida── levanté la vista hacia la morena frente a mí que se limitaba a mirarme con tristeza en sus siempre alegres ojos── Vamos, una joya.

   ── Joder tía, pues bien dicen que la familia no se escoge── fue lo único que soltó. Buscó entre los bolsillos de su overol unos segundos hasta que sacó una cajetilla de cigarros la cual me ofreció antes de sacarse uno── ¿Te apetece?

    Negué sin ganas. A la vez que tocaba los billetes sentía la necesidad de cuestionarme si realmente la vida de mis compañeros pesaba más que los fajos de dinero que tenía entre las manos. Nairobi, mi optimista empedernida que había perdido la sonrisa que tanta alegría me contagiaba, se fumaba ese cigarro con pesar escondido. La mirada seria y triste de nuestra falsificadora de confianza era la de todos nosotros.

   Sólo nos quedaba resistir un poco más, menos de siete horas exactamente.
























   Tomé mi cabello en una coleta alta, así sentía que no estaba tan desastrosa. Mis manos temblaban cuando sostenía la de Moscú, quien estaba bastante pálido con un hilo de sangre saliendo de su boca que limpié con cuidado. Él se limitaba a quejarse unos segundos, después me metía una vaga conversa que no duraba mucho debido a que perdía la consciencia por un momento ya que a medida que pasaba los minutos se iba desangrando cada vez más consecuencia de las heridas de su abdomen.

   Berlín nos hacía compañía, sin decir nada solo miraba a Moscú con un frío semblante y algunas veces me observaba con seriedad. Luego de unos minutos se fue con la excusa de traer más plaquetas, omitiendo que era la última bolsa que nos quedaba.

   ── ¿Dónde están?── preguntó Moscú viendo el techo.

   ── Ya están llevando las bolsas con el dinero al túnel── respondí con una sonrisa intentando darle ánimo── Río y Denver están picando como unos locos, sólo tienes que aguantar un poco más.

   ── Estoy cansado...

   Negué frenéticamente cuando esa corta frase salió de sus labios. Apreté mi agarre aferrándome a Moscú, sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas rápidamente y los recuerdos hacerme daño por dentro.

   ── No me digas eso── susurré conteniendo el dolor── No le puedes hacer esto a tu hijo, por favor.

   Moscú asintió con dificultad, sabía que estaba luchando, pero hay veces que por más que se intente no se siempre tiene la fuerza suficiente. Lo aprendí de la manera más dolorosa cuando tuve que dejar ir a la mujer más fuerte que conocí en mi vida. Sara.

   Estoy cansada. Fueron las palabras que usó mi madre para hacerme saber que su lucha contra la mortal enfermedad a la cual le plantó cara de la forma más valiente estaba llegando a su fin, su voz frágil y suave resonó en mi memoria con claridad. Se me rompió el corazón de la misma forma que hace dos años al ver a Moscú ahí, tan débil con su mirada brillante, su respiración pesada y lenta tal cual como ella en esa cama de hospital con la que tenía horribles pesadillas.

   No le deseaba a nadie pasar por algo tan doloroso y devastador como perder a un padre, mucho menos a Denver.

   ── Se lo he contado al chaval── soltó Moscú de la nada, mirándome fijamente.

   Quedé atónita al no entender a qué se refería, sólo fruncí el ceño con una expresión graciosa.

   ── ¿El qué?

   ── Lo que te hice── respondió en un susurro y me fijé como una lágrima caía por su pálido rostro── Que te abandoné en aquella rotonda en Martorell. He vuelto a ir a esa rotonda porque soñé que estabas limpiando parabrisas en aquel semáforo── siguió hablándome sin dejar de verme.

   Podía escuchar el dolor en sus palabras. Ahí me di cuenta que estaba delirando, quizás eran los medicamentos o estaba perdiendo la conciencia poco a poco. Juro que quería detenerlo, hacerlo volver en sí mismo, pero me quedé paralizada intentando comprender el sentido que lo que decía.

   ── Cogí el coche y conduje. Horas y horas porque quería solucionar mi error...── se volvió lentamente a observar el techo de la fábrica arriba de nosotros── Le enseñé tu foto a todo el mundo que pasaba por ahí.

   ── No hables, descansa── dije con dulzura.

   ── Y ahora tu hijo... me ha dicho que me odia── soltó apenado.

   ── No── lo interrumpí inmediatamente acariciando su cabello y le hablé claro── Tu hijo de adora. Da igual lo que diga en un calentón, nos pasa a todos. Pero estoy absolutamente segura que no te odia── le sonreí con lágrimas empañando mi visión── Eres su único cable a tierra.

   ── Pero me lo merezco... le quité a su madre.

   ── No. Lo hiciste muy bien── repetí tomando sus hombros con suavidad para que me prestara atención── Tienes un hijo maravilloso, bueno, fuerte y de un corazón noble... y si es así es gracias a ti.

   ── Hice lo que pude cariño... me salió un poco descarriado── se rió de su propio comentario al igual que yo── Pero conoció a una chica de la que está muy enamorado... tienes que ver su sonrisa cada vez que la mira, ni él se la cree que se haya fijado en él── confesó todavía creyendo que hablaba con la madre de Denver, su gran amor. Mi corazón latía con fuerza, con esa incómoda intensidad de estar apunto de largarse a llorar── Creía que no me daba cuenta cuando se arrancaba en la madrugada para encontrarse con ella. Al principio tenía miedo y estaba encabronado, pero lo dejé... porque nunca lo había visto tan centrado en ser mejor.

   ── Bueno, pues me la vas a tener que presentar── bromeé y Moscú asintió inocentemente.

   ── Me recuerda a nosotros── soltó. Tuve que esconder el rostro en mi mano para no llorar fuerte, la pena que invadía mi cuerpo quería estallar al verlo. Eran lágrimas de pena e impotencia de no hallar la forma en la que le pueda ayudar── Nunca había sido tan feliz como el día en el que te conocí. Si ahora tengo que ir algún sitio, me gustaría que fuera allí, a la fiesta del pueblo y bailar contigo, juntos. Con la luna...., bajo las luces de colores.

   Se estaba despidiendo, pero no de mí, del recuerdo del amor de su vida. Por eso estaba segura que Moscú estaba sufriendo más en ese segundo que yo al escucharlo.

   ── Te amo── murmuró despacio mirándome intensamente soltando unas lágrimas── Perdóname.
  
   Con dificultad levantó su mano intentando buscar mi mejilla, no lo detuve. Cerré los ojos con fuerza sintiendo que no podía aguantar más y cuando sus dedos tocaron mi rostro comencé a llorar con fuerza a la vez que Moscú me pedía perdón creyendo todavía fielmente que se trataba de la persona que él estaba viendo en su mente.

   ── Yo lo siento... pude haber evitado todo esto── mis arrepentimientos no servían de nada, sin embargo eran sinceros── Tenía que haberos cuidado a todos y os fallé.

























   No pude quedarme más tiempo, no porque no quisiera estar con Moscú acompañándolo, pero también la situación no era fácil. Después de esa conversación le pedí a Tokio que por favor se quedara con el padre de Denver ya que simplemente no podía más, verlo estaba jugando peligrosamente con mi ansiedad y por mi propia salud mental decidí salir de ahí con lágrimas en los ojos y las manos temblorosas sabiendo que nunca olvidaría esa charla.

   Fui caminando a la cafetería de la fábrica en el camino no me encontré con nadie ya que todos estaban demasiado ocupado en sus propias labores. Llamé al Profesor una y otra vez, sin embargo no conseguí respuesta ya que seguramente estaba del otro lado del túnel picando junto a los serbios cómo nos había prometido a Berlín a mí la última vez que hablamos. Corrí con cuidado la fina cortina de la ventana observando rápidamente unos segundos el exterior del lugar, la carpa policías que iban entrando y saliendo, periodistas reportando en vivo cada movimiento del lugar, GEOS custodiando la entrada esperando entrar para llevarnos por delante y gente la cual sólo se acercaba a mirar el epicentro del evento más grande de la década.

   Vaya que la habíamos liado.

   ── Creí que seguías con Moscú── la voz de Berlín rompió con la calma del lugar── Si no es así deberías de estar ayudando a Río y Helsinki a mover las bolsas con dinero hacia el túnel.

   Suspiré después de lanzarme hacia el sillón. No tenía ánimos de discutir mucho menos de odiar a alguien.

   ── Los últimos tres días he dormido menos de seis horas, esta es la primera vez que me siento y creo que me voy a desmayar si no me meto un café ahora mismo── dije con los ojos cerrados── Tampoco he comido así que tengo hambre y sueño, no te recomiendo que me toques los ovarios.

   ── Entiendo, saco bandera blanca.

   Traté de descansar, aunque se me hizo bastante complicado sabiendo que tenía la presencia de Andrés de Fonollosa a menos de diez metros es la misma habitación. Además, cada vez que intentaba concentrarme recordaba que Moscú estaba debatiéndose entre la vida y la muerte, no podía estar tranquila.

   ── Toma── abrir los ojos cuando Berlín me habló. Me estaba extendiendo un vaso con café humeante el cual me pareció bastante tentador a la vista── Cappuccino latte vainilla, y a juzgar por la cantidad de veces que te he visto beberlo me atrevo a asumir que es tu preferido.

   Lo miré unos segundos con recelo no quería darle la razón, pero si acepté su ofrenda de paz.

   Susurré un gracias por buena educación y le di un sorbo la bebida que estaba hirviendo, por lo que me quemé la lengua causando una risa en Berlín quien tomó asiento mi lado.

   ── Pensé que te quedarías más tiempo con Moscú── soltó de repente.

   ── Tuve que ir al baño.

   ── Mentir para no dar explicaciones no debería ser un hábito── lo miré con el ceño fruncido y el vaso entre mis manos cerca de mi boca── Lo vi en tu rostro, te recuerda tu madre, ¿cierto?

   ¿Realmente quería tener esta conversación? En otro momento estaba segura que me hubiese puesto de pie, no hubiese tardado cinco segundos en abandonar esa sala pero por alguna razón preferí quedarme y responder, hace tantas horas, incluso días, que no estaba en un lugar tan tranquilo como lo era esta cafetería.

   ── Ya viví esto antes. Tomar su mano y esperar lo que era inevitable, mirando el monitor cada minuto mientras le pedía que luchara un poco más── agregué en un tono sereno── No quiero que Denver viva eso.

   ── Algunas veces la vida no es justa.

   Asentí dándole un sorbo pequeño al café.

   ── Nunca se lo dije a nadie, vaya, tampoco sé para qué te lo digo ahora, pero antes de irse... Sara me dijo que te buscara── confesé sintiendo como giró su vista hacia mí── Prefería que me quedara contigo que con mi padre. "Busca a Andrés al te va a cuidar", pero que podía esperar de alguien que ni siquiera se fue a despedir de su propia hermana.

   El solo hecho de recordar y recitar las palabras de mi madre invadía de pena mi corazón, pero no tenía fuerzas para llorar, tampoco quería que Berlín ne viera de esa manera débil, frágil y sensible. Pero en el fondo no era necesario ver de frente el rostro del atracador al mando para saber que mis palabras le habían llegado.

   ── Tanta lealtad con un plan y tan poca con tu propia familia.

   ── Cuando te vi llegar la primera vez a Toledo me quedé helado, te pareces mucho a ella── respondió finalmente con la fría voz profunda a la que me había acostumbrado escuchar sólo dar órdenes y soltar ironías── Sobre todo en su personalidad. Sara siempre fue la mediadora entre Sergio y yo, pero teníamos que tener cuidado con ella para no hacerla enojar porque era bastante cabrona. Sabía cómo atacarnos y una que otra vez nos sacó de quicio solo para conseguir lo que ella quería.

   ── Nos contaba historia sobre ustedes tres, le hacía feliz recordarlos── hice una pausa para observar Andrés── Cuando con mi hermano preguntábamos si algún día nos ibais a visitar, ella nos decía que la próxima Navidad porque estabais de viaje y teníais una vida muy ocupada. Joder si eso no es querer.

   Miré a Andrés esperando que me respondiera, no sabía si me esperaba una disculpa o algún arrepentimiento de su parte, aunque por lo menos hubiese agradecido que haya dicho algo porque de esa forma no me sentiría hablando sola como en ese momento. Creo que jamás lo había visto tan tranquilo, su seriedad ya no reflejaba serenidad. Berlín se quedó absorto mirando la pecera a su izquierda, ese tranquilo acuario en donde los peces dorados nadaban de un lado a otro en un espectáculo hipnotizante para cualquiera.

   ── Vale── solté mientras me ponía de pie y caminaba para la puerta sosteniendo el vaso de café a la mitad── Se acabó el descanso, buena charla.

   Pero fue una palabra la que me detuvo.

   ── "Espeluznante"── dijo con un aire gracioso sin perder su tono característico intimidante.

   Me giré para verlo porque estaba de espaldas con la mirada fija en la salida. Fruncí el seño en su dirección y su expresión me hizo ver que era la reacción que él esperaba.

   ── ¿De qué cojones hablas?

   ── La primera palabra de Marcos, vamos, ¿acaso ya no lo recuerdas?── me preguntó con una sonrisa y mi mandíbula se tensó como reacción── Una elección poco común para un niño, la mayoría parte con mamá o papá, pero tu hermano eligió la palabra más complicada para un chico de un año y siete meses. Igual fue culpa de las caricaturas que veía, joder, nunca las entendí pero a él le encantaba── sonrió── Como si supiera de lo que trataba.

   ── ¿Cómo sabes esas cosas?── interrogué, descolocada.

    Se puso de pie, acercándose.

    ── Porque estuve ahí. Marcos fue mi primer sobrino y yo lo adoraba como si fuera mi propio hijo── contestó duramente deteniéndose a un par de pasos── ¿Y sabes cuál fue tu primera palabra?

   Tragué en seco a la vez que sus ojos se clavaban en los míos. Siempre me había parecido curiosa la mirada de Berlín porque más allá de generar autoridad o temor, me transmitía algo ya conocido que decidí ignorar, ahora estaba completamente segura que los ojos de Andrés eran los mismos que de Sara, el mismo tono y compartían la misma intensidad.

   ── Andrés.

   ── Exactamente── asintió levantando ambas cejas── Cuando naciste quería lo primero que dijeras fuera algo más espectacular que espeluznante, entonces lo que hice fue que cada vez que te visitaba te sentaba en mis piernas y te repetía mi nombre── se tapó la boca con su mano cuando se le escapó una risa cargada de nostalgia── Dios, tu madre no creía que funcionaría, tú sólo tenías un año pero cuando me mirabas sentía esa conexión.

   ── Y-yo... no recuerdo nada de eso── susurré sin expresión en mi cara.

   ── Claro que no, si eras una cría qué no podía dar cinco pasos sin caerse, por eso tenía que seguir todas partes para que no te golpearas contra el suelo.

   ¿Qué se supone que debía responder? ¿Era acaso una extraña disculpa disfrazada de memorias compartidas de mi niñez? Viniendo de Berlín todo era posible, se trataba de una persona espontánea que la mayoría de las veces que hablaba era para hacer daño y realmente estaba esperando una daga de su parte.

   ── No entiendo a qué viene todo esto del álbum de recuerdos.

   ── Que lo que me dijiste sobre el honor entre ladrones me parece una mierda── dijo alzando la voz. Abrí los ojos asustada y Berlín soltó aire para para elegir mejor sus palabras── Quiero entiendas una cosa... París, puedo comprender que nunca me llegues a perdonar no haber estado, que jamás me consideres de tu familia, que no me consideres tú tío ni nada cercano... pero ya sabes que la lealtad es un valor importante en mí, y aunque no lo quieras tú sí eres mi familia.



















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No quiero llegar al próximo capítulo, soy llanto. Pero antes podemos hablar de la escena Moscú y París, la escribí aguantándome las ganas de llorar, eso fue un reto.

Y obvio que la escena entre Berlín y París la amé escribir, me encanta la tensión que existe entre ellos de tener tantos temas pendientes y tan poco tiempo /llora otra vez.

También tengo una pregunta importante, ¿cuál sería su nombre de ciudad?

Y para finalizar, primero les invito a comentar más y agregue gráficos en los apartados 😔😔

Eso es todo, el final está más cerca de lo que creen, la cuenta regresiva comienza...


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