Honne; Prólogo
Sus dedos terminaban de colocar aquellas pequeñas perlas brillantes que ahora adornaban sus orejas, sintiendo el corsé sobre su camisa, siendo lo suficientemente ajustado como para marcar aún más la afinidad de su cintura, una de sus mejores virtudes físicas. Su negro cabello era decorado por diminutos listones que no cumplían ninguna otra función más que la estética.
Se sentía hermoso.
El día de la fecha habría un elegante y exclusivo baile en el castillo de Daegu para la selección de Omega del heredero al trono. JungKook estaba ciertamente emocionado y nervioso, si bien pertenecía a la clase alta, sus padres lo obligaban a que por lo menos intentase algo más allá, algo que depare un mejor futuro para la familia y su desarrollo económico, además de que era una tradición que jóvenes y bellos Omegas de sangre azul se postulasen para que sus manos sean tomadas por Alfas pertenecientes de las dinastías más poderosas.
¿El problema? Jeon JungKook no era hijo de un Rey, ni tampoco contaba con ser familiar de alguno, simplemente era un joven hermoso con una vida cómoda y padres amorosos de la alta sociedad que han hecho de todo para darle aquella vida a sus dos únicos hijos; Jeon Soomi, una Alfa testaruda y desconfiada, y Jeon JungKook, un Omega dulce pero decidido y sensato.
─¿En qué piensas, hermano?─ La voz de aquella Alfa llamó su atención, provocando que alejara su cabeza de la pequeña ventana que yacía en la carroza que los trasladaba en dirección a Daegu, un viaje algo largo, puesto que ellos provenían del distrito de Busan.
─No creo interesarle mucho al príncipe, no provengo de una familia de reyes ni nada de eso, simplemente soy yo.
No era algo que precisamente lo desanimara, solo que sabe que va a estar rodeado de Omegas hermosos portadores de apellidos con mucho poder, era como un caso imposible, eso, quizá, lastimando su autoestima.
─Tienes que dejar de pensar tanto las cosas, uno nunca sabe las vueltas de la vida. Eres único, JungKook, y da igual si ese hombre no te escoge, tampoco es que estemos desesperados porque te cases con él, la buena vida ya la tienes.
─Madre y Padre no opinan lo mismo.
El silencio reinó, más no uno incómodo, simplemente su hermana acariciando su hombro en lo que liberaba un poco de sus feromonas para calmar a su hermanito menor, eso siempre ha funcionado con ellos. JungKook amaba sentirse protegido y más si venía de su querida hermana, más no admitiría eso, destruiría su orgullo.
El carruaje se detuvo indicando que ya habían llegado a su destino, pronto el Omega y el resto de su familia estaban siendo dirigidos hacia la entrada del castillo, escoltados por guardias reales a sus costados.
El pelinegro abrió con cierta impresión sus grandes ojos extravagantes, no creyendo la hermosa y detallada decoración que se encontraba hasta en el más mínimo y recóndito lugar del salón. Claro que sería lujoso, era un castillo.
No supo cuándo fue que el ambiente había cambiado, no para mal, solo que ahora el lugar se encontraba lleno de familias millonarias que bailaban y comían sin parar, y eso no fue todo hasta que se hizo una inmensa fila frente a los tronos del Rey, la Reina y el Príncipe; fila cuya finalidad era demostrar a cada Omega que consideraban dignos para pasar el resto de su vida con el futuro Rey, además de llevar a sus herederos.
JungKook solo permanecía sentado a un costado del ojo de la tormenta, bebiendo para calmar sus nervios, no tenía ni la más mínima idea de lo que diría para impresionar al príncipe y ser el elegido de entre los cientos de donceles.
─Aquí estás.─ Su amada madre apareció de la nada para tomar la suave mano de su hijo y dirigirlo hasta la punta de la extensa fila, sería el último Omega en presentarse.
Por lo menos tendría tiempo para pensar en qué decir.
O eso creyó cuando ya estaba frente a aquellos tres grandes y aún no tenía ni la más mínima idea de qué soltar por sus labios, solo pudo atinar a mostrarse decidido e inclinarse en una perfecta reverencia, por suerte se había encargado de aplanar y deshacerse de cualquier arruga que se encuentre molestando en su costosa y bella vestimenta blanca.
─Majestad, él es mi hijo, Jeon JungKook, un Omega fértil e inteligente, sabe hacer muchas cosas; leer, escribir, cocinar, primeros auxilios-
─¿Usted es el Rey de Busan?─ El padre de JungKook se desconcertó ante la pregunta del príncipe tras haberle interrumpido, más solo contestó un "No".
El heredero no parecía emitir palabra alguna, analizaba de pies a cabeza al precioso Omega que tenía frente a sus narices; cuerpo lo suficientemente voluminoso de a cuerdo a lo que su casta le permitía, altura promedio, pero claramente mucho más bajo que él, piel lechosa y aparentemente suave, pero la mejor parte era aquel rostro con rasgos definidos y dulces a la vez. Labios bañados en el color natural de las moras y colorete igual de ligero.
Sin embargo, aquellos hermosos y distintivos ojos raros se llevaron toda su atención, puesto que cada uno contaba con un color diferente; el de la izquierda era un azul zafiro y el de la derecha verde como la piedra Jade, hermosos y con un brillo especial parecidos al de la galaxia misma. Un Omega bellamente particular.
El príncipe se había perdido tanto que su padre tuvo que hablar por él y aclararle a la familia Jeon que pronto recibirían respuesta alguna.
El futuro Rey, Min Gue-Sung, se hallaba aún perplejo en su lugar.
JungKook se había retirado hacia las afueras del castillo en cuanto la gente volvió a gozar de la noche entre bailes y bullicio. Estaba cansado, nervioso, sus piernas temblaban y sus mejillas aún no apagaban el candente fuego que las quemaban desde que se percató de la tan intensa y casi ojeante mirada del príncipe.
─Por favor, manténgase dentro del castillo, señorito.─ Una voz gruesa y demandante tomó por sorpresa al chico, volteó y vio que se trataba aparentemente de un guardia por su distintivo traje y la filosa espada a un costado de su cintura; un hombre más alto que él, de cabello rubio y piel dorada, claramente un Alfa.
─Lo siento, pero por favor déjeme tomar aire aunque sea unos minutos.─ Utilizó su voz sutil, la que usaba usualmente cuando le pedía cosas a sus padres. Ah, un Omega algo caprichoso.
─Me estaría comprometiendo, Omega.─ El hombre observaba con detenimiento al joven, esperando reacción alguna.
─No diré nada, lo prometo.─ Sus ojos brillaron para el hombre, mientras que acomodaba su postura a una más recta, manteniendo aquella calmada voz que ciertamente demandaba atención.
Y el Alfa se retiró sin acotar palabra alguna, quedándose en la puerta por la parte de adentro del castillo, debía seguir con su trabajo y un Omega no sería un gran problema.
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