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𝟏𝟐. ── Révision, capítulo doce.

WARNING.    MENCIÓN DE TEMAS SENSIBLES.
Violencia verbal, sangre, suicidio y descripción gráfica de vomito o ataques de pánico.

─ ✩ 𓎩 ✩ ─
/ ... POUR VOSTRE DÉGUSTATION ... /
RIVER NORTH, CHICAGO, 2022.
Révision*, Capítulo Once𓈒

Esa mañana se sentía como si le estuvieran arrancando los dientes.

Sydney Adamu percibió que todo estaba mal con Carmen Berzatto cuando cruzó el umbral de la puerta trasera minutos antes que Jolene — Ante los ojos de la sous, algo extraño pasaba en ambos. Ver los grandes ojos cafés de Jo aproximarse de manera apresurada y ligeramente estresada le parecía inusual. Jolene era una mujer fuerte, una mujer que parecía soportar cualquier tipo de dolor o estrés, tanto que ni siquiera en esos dos meses en los que se había desvivido por sacar adelante su panadería la había visto tan estresada. Pero, esa mañana lucía distinta. Extraña, fuera de lugar.

Jolene ingresó por la puerta principal del restaurante, mostrando un aspecto desordenado como si no hubiera dormido en toda la noche. Llevaba el cabello en una coleta desordenada y no llevaba maquillaje. Parecía ansiosa, a diferencia de Carmy a su lado que lucía limpio y su cabello aún estaba húmedo, apestando a jabón, sin embargo cuando la mujer entró en su campo de visión pareció más pálido de lo normal.

La pelinegra irradiaba irritación cada vez que Carmy elevaba la voz a su lado, y Sydney los observaba de reojo, esperando que alguien más a su alrededor notará que algo andaba mal.

— "Pero fue la costra con cilantro sobre la tierna de carne..." —leía cuidadosamente Ebrahim, entrecerrando los ojos y Syd notó que seguía la línea del texto con el dedo índice para no perderse.

Jo había ingresado apenas unos segundos antes, saludando a Sydney, quien pasó a su lado con una pila de envases de plástico destinados a los envíos de esa mañana. Tina llegó casi al mismo tiempo, acompañada de su hijo. La presencia de la recién llegada, junto al joven adolescente que Jo ya conocía, hizo que la pelinegra sonriera, abriendo los ojos con sorpresa.

Un "¡Buenos días!" animado y burlón resonó entre la gente que la rodeaba al notar la presencia de la pelinegra. Era la primera vez que se veía a la curiosa pareja desde el cumpleaños de la panadera, por lo que no era sorprendente que, siendo un grupo de amigos y bromistas, se burlaran de ellos. Jo se acercó a la estación del chef para quedarse a su lado, mientras Carmy comenzaba a cortar las cintas para la división de los lugares esa mañana. A un lado, Sydney le gritaba a Ebrahim para que dejará de leer lo que Jo pareció reconocer como la estúpida reseña de la que Marcel le había hablado esa mañana.

— ¿Me prestas la camioneta? —preguntó en un murmullo, inclinándose ligeramente hacía el hombre, mientras Carmy alzaba un poco el rostro para verla.

— ¿Qué? —respondió con el ceño fruncido. Jo suspiró con molestia, sintiendo dolor de cabeza y sudando después de haber corrido casi cuatro cuadras. No había sido una mañana particularmente buena para ninguno de los dos. Habían tenido una discusión esa mañana, lo que llevó a que Carmy llegará casi cuarenta minutos tarde y Jo una hora tarde a su trabajo. A pesar de ello, ella le sonrió cuando soltó el plumón que tenía en la mano—. ¿Para qué carajos quieres la camioneta?

— Marcel entregó el dinero, iremos a firmar los papeles antes de que a Kol se le ocurra otra puta forma retorcida de manipularnos —sonrió sin mostrar los dientes. Carmy pareció notar la falsedad en su rostro, un impulso de ira le recorrió la espalda, se enderezó, mirándola directamente a los ojos mientras ella le sonreía como si no hubieran estado gritándose mutuamente durante los últimos cuarenta minutos—. Marcel no tiene auto y el mío sigue en el taller. ¿Y las llaves?

— ¡Diecisiete minutos para abrir! —gritó en respuesta mirando al reloj, haciendo que Jo diera un brinco del susto y maldijera mentalmente al chef por gritarle prácticamente en la cara; ya estaba suficientemente nerviosa esa mañana—. ¿Irás a ver a Kol, ahora, en serio?

El «ahora» resonó en la cabeza de ambos. La inusual falsedad por parte de Jolene parecía haber agotado la poca paciencia que tenía esa mañana, y el hecho de haberle sumado el nombre de "Kol Nightly" a su pequeño problema con su novia lo hizo temblar de rabia. Jolene notó la incredulidad e incomodidad en el rostro de Carmy, pero el corazón le golpeaba en el pecho y, aunque estuviera molesta, parecía adherirse a su papel de intentar no agravar más el problema y salir lo más pronto posible del Chicagoland.

— No estoy yendo a Disneylandia, necesito esa firma, Carmen. —respondió.

Richie Jerimovich cruzó el umbral de la cocina con un chiflido burlón que llamó la atención de la pelinegra. Jo volteó a verlo y éste le sonrió de oreja a oreja mientras sacudía un periódico en mano y en el otro sostenía un café con el característico logo de "GMM" que representaba a su panadería. 

— ¿Desaliñado? No es más que un pobre imbécil, ¿no? —sonrió mientras se acercaba a la mujer dejando un suave beso sobre su mejilla—. Buenos días, hermosa.

— Yo dije lo mismo. —agregó Carmy mientras suspiraba, desde que Richie se había enterado de su relación parecía tener toda la intención de querer recordarle que Jolene era su mejor amiga, y desde entonces no dejaba de llamarla o estar al pendiente de todo lo que hacía o no la chica junto a un montón de demostraciones cariñosa que en realidad no le importaban porqué sabía que no exactamente nada más que los celos y miedo de su primo por sentirse reemplazado.

— Buenos días, Richie. —Jo cerró los ojos, recibiendo la picazón de la barba de Richie sobre el rostro.

— Oigan, ¿por qué habló de un Risotto*? No tenemos Risotto en el menú. —Richie le dio el periódico a su amiga que lo tomó con frustración dejándolo caer sobre la barra de metal frente a ella llamando la atención de Carmy que la miró de reojo con molestia.

— Iré a buscar las llaves. —Jo levantó las manos mostrando sus palmas y se dirigió a la oficina a su fondo. Carmy la miró irse en silencio.

— Es un plato en el que está trabajando Sydney. —le respondió a Richie, su primo frunció las cejas y miró a Jo haciéndole un ademán a su primo un poco confundido.

— Está de malhumor, uy —se burló de la actitud de su amiga mientras se acercaba a su primo para golpear su hombro dándole apoyo—. Supongo que es la mierda que me contó Marcel, ¿no? Por "accidente" llegó a su mesa, no haremos eso, ¿verdad?

— No, no lo haremos. ¡Quince minutos para abrir, chefs!

Jolene giró sobre sus talones al notar que la oficina había sido completamente reorganizada. En el umbral de la puerta, se quedó inmóvil, observando un entorno que ya no guardaba rastro de la antigua oficina de Michael Berzatto. Un escalofrío le recorrió la espalda, sumiéndola en una sensación intimidante. Se preguntaba en qué momento todo había cambiado tanto, ¿cuánto tiempo se había marchado como para que Carmy o Sydney decidieran que era momento de tirar a la basura cara recuerdo de su amigo? Sería mentira si negará que eso la hizo enfurecer un poco. Sus mejillas ardieron y su corazón pareció hacer pequeño, llenándola de punzadas que no conocía — Un pequeño detalle de madera pegado en la pared, donde antes colgaban un sinfín de llaves ya no estaba, lo único que quedaba era la mancha sobre la pared sucia, ella suspiró. Arrastró sus pasos, dejando su abrigo sobre la silla de Carmy en la oficina y acomodando algunos cabellos rebeldes de su coleta improvisada.

— Sé que quieres que me largue, solo dime dónde están las llaves. —murmuró de nuevo. Carmy volvió a sus quehaceres con cintas y un menú desconocido para Jo. Hacía tanto tiempo que no trabajaba en The Beef que no reconocía el sistema. Ni siquiera se había enterado de que ahora ofrecían servicio de entrega a domicilio, y todos llevaban el mismo uniforme, incluso Richie y Tina, que había abandonado su clásico mandil con un beso gigante en la parte delantera.

Se sentía como una extraña por primera vez en tantos años.

— ¿Qué mierda, Jolene? —Carmy la miró, soltando el plumón. Jo notó cómo Fak, detrás de ambos, levantaba las cejas sorprendido por la escena tragando saliva—. Deja de poner palabras en mi boca, te pedí que habláramos y tú me mandaste a la mierda. ¿Qué carajos quieres de mí?

— Quiero que dejes de hablarme como si fuera una mierda —intentaba mantener la calma, pero con la mirada perdida en el entorno notó que Fak se retiró al darse cuenta de lo que sucedía, y murmuró tomando el brazo del chef—. Te pedí que me dieras tiempo, Carmy. ¿Qué tan difícil es esperarme? ¿Por qué tienes que gritarme o mirarme como si te hubiera escupido en la cara? ¿Qué mierda te pasa a ti?

— ¿Y es que Richie te un puto secreto de estado para que sea tan complicado hablar conmigo? —otra pregunta que aumentó la frustración de Carmy. Jo apretó la mandíbula, y sus labios volvieron a formar esa línea recta; no veía ese rostro molesto en Carmy desde hacía tanto tiempo—. Cuando quieras decírmelo, adelante, pero tengo razón para estar molesto cuando lo único que quiero es que dejes de estar tan rara conmigo.

— Estás comportándote como un auténtico idiota —le replicó. La visión de su enfado generó un atisbo de nerviosismo en Carmy, pero su propia irritación superaba con creces cualquier inseguridad. Cuando sintió ese pequeño dolor en el pecho a causa del chef, inhaló profundamente y negó—. Puedes estar molesto, pero no tienes derecho a tratarme como si fuera la peor persona del mundo. Tengo que trabajar y necesito firmar esos papeles. Dame las llaves, Carmy, por favor.

Una vez más, Jolene evitaba el hecho de que algo estaba mal entre ellos, alimentando la furia en el chef como si arrojará leña a un fuego que él había apagado hace tiempo. ¿Por qué no podía admitir que algo no estaba bien y por eso se mostraba tan distante? Los únicos momentos en los que sentía que ella actuaba como la conocía eran fugaces, y siempre había gente a su alrededor. Mantener las apariencias, hacer creer que todo estaba bien, que nada le afectaba, era incluso peor que no decir nada, que simplemente quedarse callada y simular frialdad. Odiaba las mentiras, odiaba los secretos, odiaba sentir que había algo que no podía controlar.

Jolene era la causa de la ansiedad y el pánico que lo atormentaron toda la noche anterior, y a ella parecía no importarle en absoluto — Tampoco pareció notar las estúpideces que salían de la boca de Sydney o Richie a unos metros de ella.

— ¡Primo, hazme un favor y cierra la maldita boca! —volvió a elevar la voz, miró a Jo sin decirle nada, entrecerró los ojos unos momentos para recobrar la concentración y evitar que el sudor en sus palmas interfiriera con su escritura. Ella bufó, casi en berrinche, al ser completamente ignorada en su petición, y maldijo en voz baja—. Sydney, ¿las cajas? Gracias. ¡Escuchen, chefs! Empezaré con los pedidos para llevar en diez minutos, así que haremos la cuenta, ¿entendido? ¡Para todo el día! Syd, ensaladas, cuenta.

— Veinticinco para el día, chef. —respondió la sous mientras tomaba una cubeta llena de zanahorias ya limpias y listas para ser cortadas, Jo le sonrió a duras penas cuando pasó por su lado.

Jolene no percibió cuándo Richie se aproximó para molestarla una vez más. Lo golpeó, desahogando su frustración, mientras Carmy, con una mirada fugaz, observaba cómo ambos se enzarzaban en una pelea física que Richie estaba ganando al empujar a Jo con la palma sobre su cabeza, riéndose de su debilidad y gran diferencia de altura. Mientras tanto, Carmy continuaba repasando la lista de pedidos para esa mañana. Sin embargo, Jo terminó abruptamente la pelea cuando el nombre del principal interés de su socio fue llamado.

Casi mordiendo a Richie, este se dio por vencido y se alejó, llamándola "animal" por poner fin a la pelea de esa manera. Marcus, por otro lado, parecía tan distraído que Jo pudo percibirlo en su tono de voz; estaba decidido a complacer a Marcel en cuanto tuviera la oportunidad.

Marcel Jerimovich se había convertido en el diablillo de los celos y las provocaciones sobre el hombro izquierdo de Marcus. Hacía semanas que Jolene sabía que ambos panaderos pasaban sus días libres juntos, y lo que empezó como una broma extraña sobre ellos "siendo pareja" por parte de Marcel tomó otro rumbo cuando Marcus comenzó a acortar sus horas de trabajo en The Beef para poder viajar a Grummies y cocinar o trabajar gratis junto al experimentado panadero. Se estaba volviendo un problema que no habían notado hasta que Jo se movió detrás de su novio para divisar a Marcus aún con la vista metida en un manga pastelera llena de lo que Jo pensó que era mermelada.

— Estoy algo retrasado, ahora los adelanto. —dijo sin preocupación, Jo levantó las cejas sorprendida al verlo tomar el tazón de metal apenas listo para mezclar apenas harina y huevo para los pasteles.

— Marcus, sí sigues jodiendo con las donas te voy a joder todo el puto día, ¿quedó claro? —le respondió el chef, sin pensarlo miró a Jo casi en súplica y la pelinegra suspiró, ¿a quién le importaba ya si iba tarde a la cita que iba a salvar a su panadería del intento de boicot más grande que habían vívido? Podría quedarse en River North y ayudar a su novio exaltado a guiar a sus trabajadores como si fuesen pequeños niños de kínder para que hicieran su trabajo—. Gracias, Jo.

No le tomó mucha importancia al chef, se adelantó hasta la área de Marcus y se hizo pasó entre el hombre para quitarle la manguera pastelera. El hombre más alto que ella pareció molestarle y ella sonrió con irónica mientras ladeaba la cabeza divertida.

— Oh, ¿te molesta? —movió cómicamente la manguera frente el rostro de Marcus que pareció no parecerle gracioso la actitud de la panadera—. Marcus, ¿por qué no hacemos tú trabajo y después te devuelvo tu experimento, quieres? Mientras más rápido seas, más rápido podré irme de aquí.

— Dame eso, Jolene —le arrebató el artefacto de una manera grosera, Jo frunció la ceja y miró a Marcus bajar el rostro un poco desanimado—. Sólo intento hacer algo que valga la pena.

— Inténtalo en tus tiempos libres, y no mientras tengas a casi siete personas esperando un pastel de dos capas —respondió la mujer levantándose de puntillas para observar mejor las letras de los pedidos colgados sobre la barra de metal arriba de ella—. Saca los pasteles, mientras hago la mezcla y los meto a los moldes, tú cortas, ¿sí?

Fueron momentos efímeros, milésimas de agonía, en los que Jolene, enfocada en la lista de pedidos de repostería de The Original Beef of Chicagoland, giró su cabeza hacía Tina que gritaba y maldecía el nombre de Carmen Berzatto. Todos, en silencio, observaron el espectáculo.

Primer diente. Se sintió como si le arrancarán una molar; una sensación aguda y dolorosa.

— Mierda, ¿qué pasó, Syd? —Carmy cruzó el umbral de la cocina, su mirada se fijó directamente en la máquina llena de papeles esparcidos, la descomposición apresurada de las órdenes resonando como el tintineo ominoso de un reloj.

Sydney apareció en el campo de visión del chef y la panadera a su lado. Jo dejó a un lado el lugar de Marcus para dar apenas dos pasos hacía adelante, junto a Tina, que observaba a la joven con incredulidad. Sydney, con las manos ligeramente temblorosas, se acercó rápidamente a la máquina de órdenes, tartamudeando y visiblemente preocupada; sus dedos, congelados por la tensión, temblaban al tocar los botones.

«No sé» en tartamudeos salió de su boca y Jolene solamente pudo cerrar los ojos sabiendo exactamente lo que estaba apunto de pasar. Su cuerpo fue golpeado en el estómago por la angustia casi de inmediato y deseó tanto no haberse levantado de la cama esa mañana o, en el mejor de los casos, estar muerta justo ahora.

— Dejaste abierta la opción de pre-ordenar. —Carmy la miró con incredulidad, Sydney pareció temblar del pánico al notar la mirada del chef, y mientras Richie se acercaba para unirse a la confusión de todos los demás, Carmy escuchó una disculpa vaga de la sous.

— ¿Qué significa? —preguntó Richie confundido..

— Significa que tenemos setenta y ocho porciones de pastel de chocolate. Noventa y nueve papas fritas. Cincuenta y cuatro sándwiches de pollo, treinta y ocho ensaladas, doscientos cincuenta y cinco sándwiches de carne para entregar en ocho minutos. Así que sí, Syd, mierda.

Segundo diente. Ese colmillo afilado de control y estabilidad había sido arrancado.

Lo peor que pudo escuchar fue la risa de Richie en la habitación. Esa pequeña risa burlona la hizo explotar; toda la furia o estrés que estaba recorriendo sus venas fue tocada por el estúpido sonido salido de la garganta larga y sucia de Richie. "Yo te lo dije", Sydney levantó la voz de inmediato gritándole al hombre que la apuntaba con burla, levantando ambas cejas mientras sonreía de oreja a oreja. Las mejillas de Sydney tomaron calor, y un fuerte escalofrío recorrió su espalda cuando gritó furiosa en su defensa.

— ¡Cierren la boca los dos, déjenme pensar por un puto segundo! —gritó Carmy. Jo volvió a sobresaltarse detrás suyo, aferrada a la idea de que cuando abriese los ojos su amiga hubiese arreglado el problema. Sin embargo, cuando los abrió para mirar al chef, lo vio recargarse un segundo sobre el metal de la cocina. No sabía qué pasaba por su mente y mucho menos qué estaba sintiendo, pero ella se sintió culpable y de alguna forma sabía que esto de alguna forma era su culpa, ella había dado luz verde a cada idea de Sydney, ella había provocado esto al no hablar o poner un alto—. Maldita sea, te lo dije. Te dije que nos faltaban cosas, te dije que tu comida no estaba lista.

Sydney Adamu tenía que aprender dos cosas en el mundo de la cocina: prevenir y callar.

— ¿Esto qué tiene que ver con mi comida? —ofendida miró al chef. Esfuerzo, dedicación y sacrificio, era lo que había dado al lugar desde el momento que fue contratada incluso como ayudante. Un mínimo error, un diminuto tropiezo había sido suficiente para que sus intentos de levantar ese lugar fuesen ignorados y desechados como alguna vez fueron sus platillos en su trabajo emergente fracasado.

— ¡Chef, basta! Cállate —volvió a gritar el rubio, la mujer pelinegra sentía una presión más fuerte en el pecho cada que los recuerdos de cada persona o momento dondequiera que hubiese un poco de violencia y el rostro lleno de ira y rabia de Carmen le mostraban esos recuerdos como si fuese una vívida película; era un puto milagro no haber sido la detonante de esa bomba—. Chefs, vuelvan a sus estaciones. Tomen toda la carne cocida, córtenla, póngala en su jugo. Traigan los treinta dos pollos, póngalos a grillar. Tina, salchichas, hamburguesas, hotdogs todo en la parrilla. ¡Preparen todo, en esté puto instante!

Suponía que así como era un maldito milagro no haber sido la causante del sufrimiento de Carmen Berzatto también era un maldito infierno haber entrado por esa puerta minutos antes por pura inercia, igual que fue por pura inercia que su cuerpo se moviese de dónde estaba para dirigirse directamente hasta Tina que parecía estar tan perdida y frustrada por todo lo que tenía que hacer, así que la mujer se acercó lista para ayudar a la mujer que consideraba como su propia madre. Tina le agradeció a Jo de inmediato y ambas se movieron rápidamente entre la estación de carnes para comenzar a cocinar y cortar la carne, descongelar y traer desde el refrigerador, todo en cuestión de minutos que parecían correr aún más rápido ahora que el corazón de Jolene le golpeaba contra el pecho tan rápido que comenzó a causarle dolor.

Iba a morir de un puto ataque cardíaco, ojalá, rezaba por ello. Ojalá un ataque cardíaco hubiese tomado a Marcel por haberle metido mierda en la cabeza a Marcus esa mañana, la anterior y la que siguió antes de ella.

— Marcus, ¿qué carajo estás haciendo, aún trabajas en esa mierda? —le gritó Sydney a Marcus.

— ¿Por qué las agresiones? Jolene va a mezclar los ingredientes, los pasteles están en el horno...

— ¿Qué? —el escuchar el nombre de la chica pareció chocar algo en su cerebro y de inmediato la buscó en la cocina, Jolene soltó el cuchillo en mano soltando un quejido de inmediato cuando notó que la filo de éste había rozado por todo su dedo índice hasta su palma cortándole, gimoteó de dolor y Sydney pareció escuchar—. Hay cuatro pasteles y... ¿Ni siquiera están cortados?

Fue un movimiento involuntario, quizás. Tal vez fue el estrés y la pérdida de control que tuvo su cuerpo para no notar que lo que estaba sobre la tabla de cortar no era una zanahoria sino más bien su mano intentando recordarse a sí misma dónde estaba, pero el cuchillo entró, lastimándola de inmediato y casi lo lanzó si no hubiese pensando que podría lastimar a alguien más por su incompetencia y falta de experiencia con esa clase de comida. Extrañaba tanto su cocina.

— ¿Estás bien, corazón? —preguntó Tina cuando volteó a la área de cuchillos donde Jolene intentaba ayudar, la mujer mayor pareció preocupada y Jo asintió de inmediatamente, nerviosa y rápida para evitar que se notara el ardor y dolor que sentía ahora mismo—. ¡Jeff, oye, tú chica!

— Tina, estoy bien —bufó frustrada, Jo se alejó de la área dispuesta a caminar hasta el lavadero a unos pasos detrás de ella sino fuese por otro grito de Carmen preguntándole a Tina "qué pasaba" entrando de nuevo a la cocina. Había salido enojado siguiendo el paso a todos a su alrededor viendo que cada uno estuviese haciendo su trabajo, Jo apretó la mandíbula molesta y volvió a tomar aire intentando calmarse, el dolor de su mano punzante y el estrés que sentía sobre el pecho parecía convertirse en una clase de odio asqueroso por la voz del chef—. ¿Podrías dejar de gritar? Es una puta cocina cómo de cinco centímetros, te podemos escuchar todos.

Richie quién fue golpeado por su primo al pasar por la entrada de la cocina levantó las cejas. Se había olvidado por completo de presencia de la mujer, no podía verla pero al escuchar su grito hizo que todo se detuviera por un segundo hasta que el chef entró por completo a la cocina y todos volvieron a moverse tan rápido como podían.

Tal vez era egoísta. Tal vez simplemente había aprendido a no entrometerse jamás en la vida de su primo mucho menos se trataba de The Beef, pero esa mañana lo último que le importaba era defenderse a sí mismo o alguien más por cosas que él ya sabía que iba a pasar. Richie prefería tener el sabor de la victoria en la lengua y dejar que los demás se pudrieran en su propia tumba mientras él se aferraba a su última gota de bondad al ayudar al desastre que habían ocasionado aquellos que llamaba "niños" — Ni loco iban a entrometerse entre lo que estaba sucediendo entre Jo y Carmy.

— ¿Qué dijiste? —Carmy se apresuró a decir a la defensiva, Jolene había cruzado la área de carne para volver a la máquina rota y recibir al chef mirándola de pies a cabeza—. Ve por las putas llaves y lárgate con tu puto ex novio pero no me digas cómo hacer mi trabajo.

Tercer diente. Premolares, cruciales para triturar los problemas.

— Vas a callarme, Carmen, ¿dime? —ni siquiera le importo las pequeñas gotas de sangre que terminaron en el piso, Sweeps quién miraba todo a su frente busco la mirada de Tina que preocupada por la situación estuvo apunto de entrometerse pero Ebrahim la detuvo tomándola por la muñeca y negando con la cabeza pacíficamente—. Llenas a todos con esa mierda de "un error pasa" y después estás gritándole a cada persona dentro de está cocina, aquellos que solamente intentan hacer su puto trabajo en paz, ¿qué tal si te digo cómo tratar a mis trabajadores, Carmy? ¿Qué vas a hacer, vas a gritarme, vas a sacarme?

Sydney Adamu sintió cómo una intensa presión se apoderaba de la parte trasera de su cabeza, mientras un nudo se formaba en su garganta, un aviso del posible vómito inducido por el impacto del estrés. Sus manos sudaban, y el temblor que recorría su mano derecha temblorosa no hacía más que agrandar su ansiedad.

La visión de la mano sangrante de su jefa, que empujaba al chef con la otra mano, creaba un cuadro aterrador. El odio en la mirada del chef, que se clavaba en Jolene, la sumía en un miedo absurdo. Sydney se sentía atrapada en el ojo del huracán, temiendo por Jo, temiendo por Carmy.

— ¡Oigan, ya! No tenemos tiempo para esta mierda —intervino entre ambos, obligando a Jolene a tambalear unos pasos al quitarle su única mano sana del chef. Carmy, esta vez, volteó a ver a Sydney y se movió rápidamente, inquieto, buscando el momento exacto para expresarse, observando el trabajo de Sweeps y el intento de "organizar las órdenes" de Sydney—. Los haremos en cinco, básicamente luego podremos...

— No. Basta, manda todo eso a la mierda y ya —Carmy dio dos pasos hacía atrás escuchando como su sous divagaba entre palabras, órdenes y un intento de mantener la cordura que ya no le servía—. Muévete. Qué te muevas. ¡Lárgate de mi estación, chef, ahora! ¡Lárgate, carajo! Gracias. Entonces, setenta y seis carnes, treinta y cuatro pollos, ¿sí? Doce papas fritas, doce purés, ahora mismo. ¡Gracias!

Podía entenderlo, al menos intentarlo, por lo menos de las únicas dos mujeres que estaban a su lado, una podía intentarlo. Sydney se movió apenas el grito resonó en su oreja, primero se quedó confundida y totalmente perdida, pero el segundo grito la hizo huir despavorida, regresando junto a Marcus, temblorosa y molesta hasta la médula, pasó junto a Jolene, quien se había movido hasta el lavamanos para limpiarse la sangre restante sobre su mano; la mujer escuchó todo desde su lugar mientras sonreía irónicamente a la herida de su mano.

Los gritos de Carmen resonaban en sus oídos, Richie y Sydney peleando a sus espaldas, mientras sonidos ensordecedores la hacían perder el control sobre sus propios pensamientos. Se tallaba frenéticamente la mano herida, intentando limpiar la sangre sobre su palma, viendo el corte limpio del cuchillo atravesar toda su palma. Se disoció unos minutos, inmersa en el dolor; no pudo evitar sentir una sensación de repugnancia que iba más allá.

— Jo, ¿estás bien? —Richie tocó su hombro con delicadeza, mirando por encima de ella. No respondió, y si no fuera porque acercó la toalla limpia que descansaba sobre su hombro, no hubiese notado que ella estaba llorando—. Mierda, necesitas suturar eso, voy a llamar a Marcel, tranquila, estarás bien.

— Estoy bien... —repitió vagamente para sí misma y para el hombre. Jo tomó la toalla por inercia y la enredó en su mano mientras se dirigía hacía la salida.

Necesitaba salir de allí mismo, ahora.

Un estruendoso golpe resonó a sus espaldas. Sydney y Richie se lanzaron gritos mutuos, pero sus palabras perdían sentido a medida que Jolene luchaba por mantener la cordura y entender lo que ocurría entre el dolor en la su palma y cuerpo.

— ¡Ensalada! ¡Cierren la puta boca! —bramó Carmy, interrumpiendo el caos. Jo tropezó con el chef, y el estruendo metálico de una bandeja al caer al suelo la devolvió a la realidad, encontrándose con la mirada del rubio—. ¿Por qué sigues aquí? Deja de ser una molestia y vete a la mierda.

— Eres un idiota. —la mujer escupió las palabras, dejando caer la toalla en su mano y lanzándosela al chef. Él, aturdido, la recogió, notando el rojo empapado en la tela blanca. Determinada a no escuchar más la voz de Carmen Berzatto, Jo empujó al hombre que parecía gritar su nombre en medio de preguntas sin respuesta, volviéndose por un instante para buscar a Richie.

Un deseo abrasador de muerte la envolvía. Anhelaba desplomarse, perderse en el suelo y dejar que cada gota de sangre abandonara su frágil cuerpo, liberándola del fuego y la agonía que consumían hasta el último rincón de su piel. Nunca antes había sentido una urgencia tan profunda por su muerte y la de otros — Quería gritarle a Carmen Berzatto, no con palabras, sino con un grito desgarrador de frustración y dolor que resonará en su pecho hasta quedarse sin voz. Llorar lo suficiente como para arrancar el dolor que le oprimía el pecho.

— ¡Jolene! —Carmen volvió a gritar, pero Jolene lo ignoró mientras arrastraba casi los pies para abandonar la cocina. Su pecho se movía agitadamente, y Carmen reflexionaba sobre cómo no había percibido hasta ese momento la culpa y la soledad que se acumulaban en su propio pecho.

— Carmy, lo hice. Descubrí qué estaba haciendo mal —Marcus sonreía. ¿Cómo podía hacerlo? Cualquiera en la cocina hubiese deseado tener la misma suerte o habilidad que Marcus para poder ignorar todo lo que sucedía a su alrededor. Una dona glaseada estaba su mano, una perfecta dona rellena de mermelada que Marcel Jerimovich le había ayudado a crear, el trabajo de dos meses en su mano—. Quería hacer una dona con masa, pero debía usar levadura. Y le...

Ironía o karma, cualquier de las dos estaba pudriéndolo. Sudaba, sus palmas sudaban, su piel se había enrojecido de los gritos que había sacado desde su pecho y por su puesto su pecho estaba trabajando para tranquilizar individualmente su corazón acelerado que seguro pretendía causarle un paro cardíaco. Sea cómo sea, estaba cansado de idiotas, estaba tan exhausto de personas que no podían hacer algo más que por ellos mismos.

Por lo menos tenía algo en común con Marcus y era su impulso por querer ser el mejor.

— ¿Por qué me estás jodiendo? ¿Te estás burlando de mí? ¿Por qué te burlas de mí, eh? ¡Regresa a tú maldita estación, muévete! —su rostro se endureció, la efímera compasión que había sentido al ver a la mujer abandonar la cocina lo golpeó antes de que la ira volviera a nublar su juicio. La dona cayó al suelo, al igual que la mirada aturdida de Marcus—. Escuchen todos, son un montón de imbéciles.

Jolene pudo notar a Richie mirarla desde lejos, aún manteniéndose sobre el umbral, Ebrahim se acercó a la chica para ver su herida y comentarle con una voz pasiva y suave que todo iba a estar bien, por otro lado Fak se ofrecía a sacarla de The Beef en ese instante al verla pálida y sudorosa. Se sentía tan idiota y débil en ese momento. Su padre tenía razón, era una mujer débil y patética que jamás podría hacer algo por sí misma, una mujer bajo la palabra de dos hermanos que podían hacerla sentir una mierda con un poco de gritos, o eso quería decirse a sí misma para mantenerse en su cabeza sin lastimar a nadie.

Fue el grito de Richie quejándose, y el grito ahogado de Sydney mientras Carmen le seguía enojado. Una disputa tonta que arruinó el día de Richie junto al coraje que Sydney no podía sacarse del cuerpo debido que no tenía el suficiente valor para enfrentar al hombre que la había puesto en esa situación, todo había sido una acción-efecto-consecuencia que ahora había resultado en Richie siendo apuñalado. Fue ver a su amigo sonreírle con ironía como ella lo había hecho al ver su palma llena de sangre, verlo salir llevándose a Ebrahim consigo para revisarse sin que el supuesto dueño se preocupara un poco por la situación de ambos. Fue escuchar a Carmy gritarle a Tina y ver a Marcus tomar la bandeja de sus donas hasta afuera de la cocina, fue cada segundo después de ver a Sydney caminar hasta los casilleros atónita, harta.

Fue el último diente arrancado ese día. O fueron todos los restantes que aún quedaban en una boca adormecida.

— ¿Dónde carajos está Marcus? —golpeó el metal de la estación de envíos, sobresaltando a todos a su alrededor por la furia que conseguía emitir su acción violenta, Carmy miró a su alrededor—. ¿Por qué todos están actuando como una bola de inútiles hoy? Mierda.

— ¿Inútiles? —bufó Jolene, le dio una mirada al pasillo que conectaba la cocina con el recibidor del restaurante mirando a Richie de espaldas siendo revisado por Ebrahim. En otro momento hubiese sido gracioso ver al hombre con los pantalones abajo con otro hombre arrodillado a su frente pero en ese momento solamente le causó pánico. Jo se movió unos pasos más. El espacio entre la máquina que aún desprendía papeles y un Carmen mirándola confundido la hizo soltar una risa frustrada—. ¿Quieres que hablamos de putos inútiles, Carmen?

— ¿En serio vas a joderme ahora? —replicó—. ¿Quieres venir a joderme ahora o quieres venir a lloriquear conmigo por el estúpido rasguño en tu mano? Dime, Jolene, ¿se siente mejor huir? Toma la puta camioneta y corre de tus problemas, huye de todo lo que haces para luego culpar a otros de lo inútil que eres, pruébale a todos que para lo único que sirves es para fingir que estás bien hasta que realmente te necesitan, aléjate de mí como te alejaste de tú familia, de tu puto trabajo, de Michael, no me interesa una mierda lo qué quieras hacer.

Neil Fak se quedó quieto, en silencio dio dos pasos hacía atrás y el joven chico que se había metido en problemas con su madre por faltar a la escuela se arrepintió de haber sido suspendido esa mañana. Fak volteó a ver a Richie que aún miraba hacía la ventana, el hombre le grito a Richie llamando su atención y después con un ademán indicó la cocina rápidamente. «Ayuda» fue lo que se formuló sobre sus labios.

— ¿Inútil yo? Tú puto proyecto para que te sientas menos miserable lo estoy pagando yo. ¿Por qué estás reflejando tus problemas conmigo? —gimoteo, el dolor en su palma la hizo moverla para esconderla detrás de su espalda formando un puño tembloroso y lleno de sangre—. ¿Quieres saber porqué estoy actuando raro, Carmen? Me he estado desviviendo dos putos meses para mantener el restaurante que nos dejaron a ambos, qué por sí no lo recuerdas, es de ambos, ¿te parece bien gritarle a cada persona qué conozco desde hace más de cinco años cómo se te de puta gana? Quieres jugar a atacarme por una puta niñada, a tratarme cómo mierda y a cada persona aquí, sintiéndote un puto rey con tus Estrellas Michelin.

Richie frunció el ceño y se encaminó hasta la cocina para notar lo qué pasaba. Tina seguía en su labor, contra el fuego y un montón de carne a su lado miró a Richie apretando los labios y el hombre le dio una mirada apaciguadora para calmarla. Mientras caminaba no vio a Marcus ni a Sydney, pero notó el rostro de su primo tenso y confundido por la repentina voz de la pelinegra que temblaba del coraje.

— Eres un puto narcisista que viajó de un lado al otro en todo el mundo, aprendiendo mierda tras mierda sólo para demostrarle a toda tu familia lo inútiles que eran, ¿no? ¿eso te satisface Carmy, te gusta hacer sentir a todos cómo unos inútiles? —siguió, apretando los labios sus cejas se fruncieron y su rostro comenzó a tener color cuando sus mejillas se tornaron rojas, Carmy no parecía tener intención de interrumpirla y luego Jo sonrió—. Es tanta tú urgencia de ser alguien, ¿no? ¿A dónde te llevó tu puto berrinche de mediocridad y inutilidad, Carmen?

— ¡Jolene, cállate! —gritó Richie. Parecía notar la intención de la mujer, la conocía. Conocía esa mirada llena de cansancio y furia, esa mirada llena de cada palabra que había guardado en su mente debido a cada momento de frustración o dolor que se había tragado. Dejarla hablar iba a hacerlo cumplir su propia palabra, y Richie no estaba tan seguro si lo que quería era tener razón en ese momento.

— ¿Ahora sí te importa? ¿No fuiste tú el que me dijo que por eso Michael jamás quiso que nos conociéramos? Qué éramos una puta bomba de tiempo, tenías razón, Rich —sus palabras parecieron sorprender al chef que levantó la mirada por primera vez y ella aparentó una sonrisa—. ¿Querías saber que fue lo que dijo tu primo? Lo tienes, somos la pura misma mierda, según Richie, según Natalie, somos el proyecto fallido de Michael Berzatto. Somos una puta decepción, quizás Michael se mato para no tener que soportar el dolor de tener que vernos ser un par de inútiles.

Otro grito por parte de Richie llamando su nombre le aturdió los oídos. Le temblaban las piernas y su cuerpo parecía tan débil como un pedazo de papel, ni siquiera supo cómo pudo arrastrarse entre Richie, —empujándolo cuando él la tomó entre sus brazos molesto y preocupado—, y la salida de The Beef. No se enteró como su cuerpo después de terminar de hablar y dejar al chef a su frente con unos ojos completamente destrozados y llenos de frustración y dolor, pudo continuar lo suficiente como para salir del restaurante tras el sonido de la campana que le daba bienvenida a un cliente.

Se apoyó contra la pared, sintiendo cómo el mundo giraba a su alrededor. La realidad se desdibujaba en el dolor de su culpa.

El mareo la venció, y se hincó en la acera. Pensando que iba a desmayarse. El asfalto frío se sintió como un apoyo momentáneo. Sintió la primera arcada subir por su garganta y se dobló, vaciando no solo su estómago, sino también su relación con Carmy Berzatto.

Una liberación violenta de todo el estrés volvió. Otra arcada haciéndola sentir lo suficiente débil como para comenzar a llorar bufando por un poco de clemencia contra un cuerpo que parecía castigarla por abrir la boca.

El sonido de sus propios sollozos se mezclaba con el asqueroso líquido espeso que salía de su boca.

— ¿Jo? —una voz se dibujó entre su mente nublada por el asco y lágrimas encima—. Vámonos de aquí, levántate.

Lo último que notó antes de perderse otra vez en el mundo de arcadas y gemidos de dolor fue el dolor en su brazo al ser abruptamente levantada por alguien para sacarla de la entrada del The Original Beef of Chicagoland.





































© TERRALISE, SWANN'S BOOKS
2023, THE BEAR SERIES BY FX
A CARMY BERZATTO FANFIC





























Sin manual culinario debido a que esté capítulo pasa en absolutamente casi 20 minutos. Sin un mensaje muy largo porqué se trata del punto de inflexión antes de final del Vol I.

Por favor, no me odien. Yo pido piedad ahora porqué no saben la cantidad de dolor que sentí al escribir esté capítulo y lo mucho que sufriré escribiendo el siguiente. 😭

THE BEAR MEJOR SERIE DE COMEDIA. MEJOR ACTOR, MEJOR ACTRIZ, MEJOR DIRECTOR Y GUIÓN. GANAMOS, esté capítulo es en honor a eso, en honor a el capítulo siete y al amor que le tengo a esté libro y serie. Bienvenidos a los nuevos lectores y un abrazo increíble a mis lectores de cajita, no saben lo feliz que me siento cuando se tardan en votar y luego aparecen de la nada haciéndome suspirar de alivio. NO ME ABANDONEN, Y AQUELLOS LECTORES FANTASMA. VOTEN, POR FAVOR VOTEN. 😭

Nos veremos muy pronto porque no quiero dejarles sufrir tanto, ni tampoco sufrir yo también. COMENTEN, VOTEN, AYÚDENME. ME MOTIVAN A SEGUIR AQUÍ, A SEGUIR ESCRIBIENDO.

Gracias por el primer kilito de votos y los casi 10K de leídos. <<<3

— Lily.

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