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𝟏𝟏. ── Lustrar, capítulo once.

─  ✩ 𓎩 ✩  ─
/  ... POUR VOSTRE DÉGUSTATION ...  /
RIVER NORTH, CHICAGO, 2022.
Lustrar*, Capítulo Once𓈒

¿En cuántos problemas más podría envolverla Michael Berzatto después de su fallecimiento?

En muchos, definitivamente, en muchos.

El día en que Jolene A'Dair descubrió que su mejor amigo la había nombrado heredera de "The Original Beef Of Chicagoland", fue extraño. Resultaba peculiar pensar que Mikey la hubiera designado como la legataria completa de algo tan crucial para él. Sin embargo, lo aceptó. ¿Habría sido mejor dejarlo en manos de su otro incompetente mejor amigo o del hermano chef famoso de Mikey, con quien jamás había hablado ni conocía? Tenía que aceptarlo aunque no quisiera, y esa decisión desencadenó una ola de mala suerte desde que firmó ese maldito papel de la herencia de Michael Berzatto.

¿Cómo es que la pérdida de su mejor amigo podía ser tan agridulce? Pero el efecto de Mikey Bear se trataba de eso: una vida agridulce.

— Van detrás, en la nevera; asegúrate de que el helado de pistache quede en la repisa de arriba para una mejor conservación. —Jo llevaba consigo una lista, su carpeta lila y su cabello atado en una coleta alta, mientras su mandil negro, salpicado de harina, destacaba entre los demás blancos. Un gesto de agradecimiento se formó con su mano izquierda cuando uno de sus compañeros colocó el helado de pistache dentro de la fría nevera, y ella sonrió satisfecha.

— ¿Por qué a los ricos les gustan tanto los sabores de helado tan extraños? Pistache, asco —comentó Marcel, mostrando disgusto en su rostro—. Podríamos intentar crear un helado de caviar. Ganaríamos una fortuna.

— Querido, jamás te dejaría cometer ese suicidio culinario —apretó el hombro de su amigo—. ¿Ya te dieron el horario de la entrevista?

Uno de los mayores desafíos de intentar llevar adelante el éxito de dos lugares distintos no era alcanzarlo, sino mantenerlo sin que el otro declinara. Pero, para suerte de Jolene y su "efecto Mikey agridulce", a veces la suerte estaba de su lado. Mientras la vida de Carmen Berzatto comenzaba a iluminarse, la de Jolene empezaba a brillar tenuemente con la ayuda del chef. Podría parecer romántico pensar que ambos se estaban ayudando mutuamente a no caer en la locura, ¿pero realmente era eso? No era demasiado incoherente pensar en lo difícil que era para todos mantener una relación casi a distancia debido a las ocupaciones del otro, y mientras The Beef avanzaba con la organización de Sydney Adamu, Grummies vivía su auge más grande gracias al esfuerzo de Jolene A'Dair.

Desde que Carmy formalizó su relación, encontrar un momento propicio para revelarlo a amigos y colegas se volvió un desafío. En NOMA* y el French Laundry, donde tener relaciones íntimas con colegas estaba prohibido, la situación se volvía aún más complicada, por lo cuál su relación actual era algo con lo que él chef no sabía lidiar — La dificultad de mantener una vida personal apartada del trabajo se intensificaba al tratarse de la jefa de Carmy y la mejor amiga de su hermano. La etapa de luna de miel oficialmente llegó a su fin, dando paso a un ciclo de incomodidad. Afortunadamente, ambos eran lo suficientemente ingenuos y temerosos como para abordarlo directamente, prefiriendo dejarlo pasar y reemplazarlo con la sensación de extrañarse mutuamente.

— Hoy, a las siete y treinta —el reloj de mano brillaba en su muñeca, apenas visible entre el resplandor del techo de la panadería—. Cerraremos a las cinco en punto; tienes tres horas libres, necesito que estés aquí treinta minutos antes.

— Estaré aquí dos horas antes, no me llevará mucho tiempo ponerme algo decente para una foto para el periódico, Marcel —dijo con una mirada sugestiva. Jolene había crecido en un entorno perfeccionista, y mantener su aspecto impecable era como una especie de habilidad. A pesar de su rostro hermoso y radiante que Marcel solía admirar en la cocina, la chica sabía cómo brillar aún más cuando lo deseaba, y esa tarde necesitaba que su amiga se viera como una princesa—. La cena del sábado es a las nueve, ¿puedes recogerme en casa a las ocho? No quiero que el tráfico nos retrase.

— ¿Por qué quieres llegar temprano hoy? ¿Hay algún problema entre tú y Carmy? —Marcel tenía la costumbre de fruncir el ceño y rascarse entre las cejas, y esa picazón lo molestaba en otras partes del rostro, lo que le daba una expresión de frustración combinada con incomodidad al intentar aliviar la irritación—. Necesitas descansar un poco, Jelly.

— Aunque tenga horas libres, tengo muchas cosas que hacer aquí. No voy a parar ahora que estamos tan cerca de alcanzar la meta —su rostro se alargó, mintiendo, y sabía que aunque intentara ocultarlo, su mentira sería evidente. Extrañaba a su novio, a Carmy. Ver su departamento vacío en las últimas semanas la agotaba, y evitaba pasar tiempo a solas si no podía regresar a casa y estar con el chef—. Está todo bien, ¿vas a llevar a alguien a la cena?

No todos estaban destinados a vivir en un cuento de hadas, pero mientras algunos luchaban por encontrar momentos de paz con su pareja, Marcel Jerimovich disfrutaba de toda la buena fortuna. Presumía de su increíble novia pelirroja, una periodista que no solo contribuía al crecimiento de la panadería-cafetería-repostería de Marcel, sino que también les aseguró un pase directo a la cena de celebración del aniversario del Chicago Tribune. Si alguien preguntaba a Jolene quién la había salvado, debía proclamar el nombre de Marcelus River Jerimovich a los cuatro vientos, ya que así era y seguía siendo.

El verdadero héroe de toda su historia era Marcel, y no podía darse el lujo de fallarle. Sí, extrañaba pasar tiempo con sus amigos, y extrañaba aún más a su novio de cabello rizado y tatuajes en todo el cuerpo, pero era una mujer adulta con dos negocios funcionales que estaban endeudados hasta la coronilla por su negligencia. ¿Qué clase de mujer seria si no se hiciese cargo de sus errores?

— A ti, claramente, veré a Maxine en la cena —la comisura de sus labios subió mostrando una sonrisa emocionada—. Pero, pensaba invitar a Marcus, ¿eso estaría bien?

Su amigo era un tramposo. Y desde que Marcel tenía más poder en la cocina y los asuntos administrativos de Grummies, parecía estar demasiado interesado en la área de repostería de The Beef, especialmente en el panadero encargado de su área —y el único también—, pues según Marcel, Marcus era una joyita en bruto que podía explotar su potencial en el lugar adecuado. Por lo que ahora se había vuelto un tramposo intentando robarle el personal a Carmy Berzatto.

— No, Marcus tiene que trabajar esa noche, al igual que Carmy, por eso no irá —dijo apurándolo con el bolígrafo negro que segundos antes colgaba de su carpeta lila—. Por eso iremos solos, ¿algo más para hoy? Necesito esa hora libre para ducharme y buscar algo decente para la cena.

— Sí, tengo un encargo sin terminar. ¿Quieres meter esas manos en mi Tarta Sacher*? —su amigo le sonrió levantando ambas cejas en forma coqueta mientras ella reía.

Las manos de la pelinegra se juntaron ansiosa mientras soltaba la carpeta lila sobre la barra de recepción. Se acomodó las mangas de su camisa gris y sonrió de oreja a oreja: — Pensé que jamás me lo pedirías.



Marcus Brooks era un espectáculo autodidacto.

Nunca asistió a clases de gastronomía y apenas dominaba el arte de cortar verduras sin cortarse un dedo, pero su destreza en repostería lo elevaba a la categoría de un dios, gracias a su obsesión por los detalles, su influencia de los libros y su perfeccionismo estético.

En sus días en The Beef, Marcus se dedicaba a crear lo que él llamaba "la dona perfecta". Desde la partida de Jolene de su área de trabajo, su carga laboral se duplicó, dejándole menos tiempo para disfrutar de sus experimentos culinarios. Semanas atrás, Jo había ingresado al restaurante acompañada de su colega y socio, Marcel Jerimovich, un hombre alto, rubio y atractivo con el aire de un francés narcisista amante del Tiramisú de Frambuesa. Observando a Marcel mientras se movía por su pequeño espacio de trabajo, Marcus notó cuánto disfrutaba aprender de los demás en su área. Marcel, meticuloso y detallista, analizaba cada ingrediente antes de incorporarlo a un tazón, mostrando una paciencia casi igual a la de Jolene, pero con un toque más perfeccionista y atención al paladar. Mientras Marcel saboreaba un bocado de su pastel de chocolate esa noche, Marcus anhelaba alcanzar la maestría de él y de Jolene.

Conoció a Michael Berzatto porqué era un loco amante de la comida y decidió seguirlo así como lo hizo Jolene A'Dair en algún momento — Pero Marcus no había logrado abrir un propio restaurante y de hecho, jamás salió de la cocina del restaurante después de eso. The Beef era el único lugar donde siempre podía hacer lo que le complacía sin algún reclamo, y aún que el mando fuese cambiado, seguía así, por lo cual rechazó más de una vez abandonar el trabajo que le había dado el hermano del chef Carmy una noche que se le ocurrió la idea loca de abrir una panadería.

Así nació "Grummies", Michael buscaban abrir una panadería de buena fama en el River North. No tenía el dinero, y mucho menos a dos personas dispuestas a aprender a hornear, por lo cuales terminó contratando a Marcus Brooks y amiga suya
estudiante de gastronomía, Jolene A'Dair. Sin embargo, Marcus se aferró a la comodidad y mientras Jo más luchaba por su sueño, esa idea de Mikey se convirtió en algo propio de Jo, lo cuál la llevó a conocer al hermano menor de Richie, lo demás era historia — Había un lugar en Grummies para Marcus desde antes de que se abriera, y hasta el día de hoy, aún seguía en pie.

— ¿Y qué te parece? —los ojos de Marcus escudriñaban la decoración de la tarta de Marcel mientras el moreno se sumergía en los detalles. Marcel sonrió complacido ante la expresión de asombro en el rostro de Marcus—. Fue creada especialmente para un príncipe, el príncipe Klemens Wenzel en 1832. Estudié en Viena durante mi servicio antes de graduarme; esta es mi versión. Tu pastel de chocolate me recordó esos tiempos, así que creí que era justo que lo probaras, claro, Jolene metió sus manos, pero fui yo quien lo hizo.

— Es increíble. Es una ofensa comparar mi pastel de chocolate con esto. ¿Es completamente dulce? —sus ojos se dirigieron directamente a la joven Jolene que entraba a la cocina con una caja de galletas para envío a domicilio.

— No, tiene una capa de chabacano entre el bizcocho. Pregúntale a Marcel cuánto cuesta exportar un buen chabacano desde México para la tarta —dijo Jo mientras llevaba la caja a su escritorio. La puerta abierta le permitía seguir escuchando la conversación entre ambos.

— Jelly, podrías dejar de arruinar mi felicidad con el estúpido dinero... —bromeó el panadero con una sonrisa en los labios. Sus ojos se dirigieron a Marcus, quien aún admiraba la tarta como si fuera una obra de arte—. ¿Quieres probar?

A Marcus le encantaba pasar el rato en Grummies desde que Jo había vuelto a su trabajo como 'Cheffe de Boulangerie'*, ya que disfrutaba hablar sobre sus ideas con personas que entendieran su pasión fuera de Sydney y Carmen en The Beef. Algunas tardes, después de terminar su jornada, Marcus pedía permiso a Syd para salir temprano, recogía sus cosas y tomaba un taxi hasta la panadería elegante de sus amigos. A veces, servía café y ayudaba en el mostrador, y si tenía suerte, colaboraba en la cocina. Le encantaba aprender, y aunque no pudiera trabajar junto a ellos, disfrutaba observarlos trabajar en un ambiente completamente diferente al de The Beef. Grummies parecía ser un lugar de ensueño donde podías refugiarte después de un día agitado y regalarte un café exquisito, un pedazo de pastel delicioso o un trozo de pan recién horneado. Marcus se enamoraba de ese lugar; era otra persona ansiosa por asegurarse de que a Grummies no le pasara nada, especialmente por culpa del imbécil de Kol Nightly.

— ¿Cómo les fue en la entrevista? —preguntó, con sus ojos aún clavados en el pastel, tratando de desentrañar cuántas capas de chocolate podría tener y cómo lograba lucir tan brillante y plano a pesar de su tamaño y delgadez.

Marcel preparaba café instantáneo en su propia cafetera dentro de la cocina, dándoles la espalda a Marcus y Jolene desde su oficina. Jolene llevaba aún puesto el abrigo de la foto que se había tomado fuera del lugar, mientras Marcel lucía el elegante suéter negro que había usado esa noche. No se veía rastro de Maxine, la novia de Marcel para esa noche, a pesar de que le había prometido llamar después de la entrevista. Tampoco había señales de Carmy, y Jo anhelaba al menos un mensaje de "buena suerte" esa noche.

— Fue extraño, jamás me habían hecho tantas preguntas en mi vida —respondió Jolene saliendo de la oficina. Jo cerró la puerta detrás de ella y se acercó a la mesa grande donde solían preparar la masa. Marcus estaba sentado sobre una silla que su amigo había colocado para observar la tarta. Jo se sentó en la mesa con un pequeño salto, se acomodó y entre sus manos tomó un cuchillo para tomar una rebanada de la Tarta Sacher de su amigo—. Y no sabía cuándo parar de hablar, pero para eso estaba Marcel. Fue divertido al final, y creo que la foto salió bien considerando que la tomaron justo al atardecer.

— Eso es genial, necesitamos mantener esa buena suerte con los periódicos —Marcus miraba la cuchara de plata entre sus manos sin pensar mucho.

— ¿Mantener? —añadió Jo, confundida.

— Sí, bueno, aún no sabemos qué dirán de nosotros en la reseña que nos consiguió Sydney por "error" —sus dedos resaltaron "error" fingiendo comillas, el rostro de Marcus se burló de una situación de la cual ninguno de los dos tenía idea y su rostro confundido alertó al panadero de que seguro había hablado de más—. ¿No lo sabían?

Las escasas palabras que compartía con Carmen Berzatto giraban en torno a ellos, o más precisamente, a ella misma. El chef no solía expresarse mucho, y Jo simplemente respondía. No creía que fuera para tanto, ya que a veces el hombre llegaba casi arrastrándose a la cama, quejándose del cansancio con una camisa blanca manchada de grasa y el cabello rizado desordenado, pero siempre se disculpaba, y eso le encogía el corazón. Aun así, le preguntaba por su día y, en ocasiones, hacía el esfuerzo de contarle sobre el suyo, pero siempre terminaba en lo mismo: "nada nuevo", decía. Era plenamente consciente de que estaban creciendo, y con el último ingreso de dinero en The Beef, lo único que hacía el chef era trabajar y remodelar un poco el lugar para atraer más clientela y conseguir ese maldito dinero para Cícero.

Ambos estaban exhaustos, así que Jo no se iba a molestar por algo que Carmy no le había contado.

— No estoy entiendo nada. —se quejó Marcel.

"Nada nuevo." podía abarcar una infinidad de significados en el Original Chicagoland, y mientras Sydney Adamu tomaba las riendas de la cocina, el mundo se tornaba un lugar menos apacible debido a los cambios vertiginosos que buscaba implementar. Marcus había dialogado incontables veces con Sydney, incluso fuera del horario laboral —por lo que era más que razonable que estuviese huyendo de ella al aparecer en Grummies esa noche—, en esas noches en las que la morena de mejillas rosadas le llamaba por las noches, contándole sobre una nueva receta que se le había ocurrido, Marcus le recordaba que tenían que trabajar en pocas horas, pero ella persistía en seguir hablándolo.

Tal vez era el hecho que desde hace mucho tiempo Carmy ya no le prestaba tanta atención como solía hacerlo antes y cuando hablaban de mejorar el lugar, sus ideas ya no eran recibidas y tenía que acoplarse a las ideas de su jefe — No pasó mucho tiempo antes de que dejará de compartir sus ideas extravagantes con sus compañeros y comenzará a ejecutarlas sin pedir el permiso.

Marcus les relató el caos que se desató la tarde del miércoles. Sydney presentó un plato exquisito que recibió elogios de toda la cocina, incluso de Carmy. No obstante, unos minutos después, su amiga lanzó las sobras con furia debido a algo que el Jeff había comentado. Horas más tarde, cuando Marcus regresó a casa, recibió una llamada de una Sydney frustrada y lista para desahogarse sobre cómo ese plato era especial y representaba su contribución a un cambio "significativo" para el restaurante, pero fue completamente ignorada por Carmy.

— Así que al final, no soy el único con cerebro aquí —insinuó el panadero con tono burlesco, y Marcel se encogió de hombros mientras sonreía, apretando ambos labios con orgullo—. Vamos, la chica no es estúpida. En realidad, todos haríamos lo mismo. Vio la oportunidad de obtener publicidad gratuita para el lugar y la aprovechó. Pero me ofende que esa cosa que llaman restaurante consiga un lugar en el periódico sin mover ni un dedo. Yo tuve que llamar al maldito periódico durante semanas.

Jolene rodó los ojos molesta. La cabeza comenzó a dolerle en cuanto escuchó la historia de la pequeña "travesura" de Sydney, dándole de comer el plato rechazado por su novio a un crítico del periódico local, todo aparentemente sin querer. Cada vez que oía la voz de Marcus resonar contra su oído, contándole más de la situación y cómo todos habían explotado de buena manera con la acción de Sydney, le parecía confuso. Reconocía que seguramente el único al que no le había parecido divertido ni genial era a Richie, y también se preguntaba aún más por qué Carmy no le había contado nada cuando ya habían pasado casi cuatro días desde entonces. Esto era algo que les incumbía a ambos, algo que debían arreglar antes de que todo explotara en sus narices como siempre lo hacía.

¿Acaso Sydney no pensó en lo malo que le haría al restaurante si el crítico odiaba el lugar y el platillo? Era imposible bajo los ojos de la panadera porque sabía la clase de comida que preparaba la chef y cómo esas costillas seguro eran deliciosas, pero todo podía pasar. Era River North, era Chicago y era un maldito crítico de gastronomía que decidió pasar sin previo aviso a un pequeño lugar local donde apenas podían pagarse las servilletas y sobrevivían con las propinas de centavos o dólares de los clientes.

¿Qué pasaba si esa reseña era buena? Apenas podían mantenerse de pie con el nuevo ritmo, apenas podía ver al chef o hablar con él unos minutos al día. No podía soportar más clientes, no podían costear nuevos empleados o cambiar el menú para servir ese platillo que requería más trabajo, más tiempo. ¿Por qué nadie le dijo nada? Ardía de rabia. Todo su maldito trabajo de semanas tirado a la basura, ese esfuerzo infernal para ayudarlos con los gastos, ese plan meticuloso de no hablar directamente de la comida en The Beef en su entrevista para no llamar tanto la atención, todo ese enfoque cuidado para atraer dinero al restaurante con precaución, todo tirado a la basura. Y nadie le había dicho ni una maldita palabra.

— Es tarde, mañana tenemos trabajo —sonrió de mala gana. La pelinegra se bajó de la mesa con un salto diminuto y soltó un suspiro que sonó casi como un grito de ayuda. Su mala cara y su mandíbula apretada hicieron que ambos panaderos se dieran cuenta de lo que causó la conversación en la mujer. Aunque Marcus ya tenía ambos labios separados para hablar, se quedó callado cuando Marcel golpeó su hombro levemente con el puño. Mirando a su amigo, lo notó negar con la cabeza mientras se llevaba el dedo índice a los labios, indicándole que se callara—. Gracias por contarme, Marcus. Buenas noches.

Marcus Brooks era un espectáculo autodidacto, pero era un pésimo amigo. Huyó de su amiga para no escucharla hablar más de recetas interminables y quejas de Carmen Berzatto, huyó tanto que terminó siendo la razón por la cuál Jolene A'Dair salió despavorida de Grummies unos segundos después de hablar. Tenía que aprender a callarse.


El temor constante de perderlo todo estaba destrozándoles la vida.

Carmen Berzatto era consciente del odio que albergaba hacia sí mismo cuando se sumergía en su propia mente. Despreciaba la forma en que no podía disfrutar de nada en su vida sin sentir que, de alguna manera, todo se desvanecería de la nada — Siempre estaba en guardia, y eso, invariablemente, desencadenaba el patrón destructivo de "ganar y perder", no lograba romper ese ciclo tóxico, con su mente ansiosa susurrándole que no podía permitirse descansar, o acabaría perdiendo de nuevo.

Jolene A'Dair se veía tan sofocada en sí misma desde que murió Michael Berzatto que a veces no era consciente de su propia realidad. Desde que Carmen "formalizó" su relación, las cosas comenzaron a tornarse complicadas entre ellos. Jolene comenzaba a divisar que era muchísimo más fácil pelear con el chef y después dejarlo pasar como lo hacía antes de comenzar a salir, o lo que sea que estaban haciendo ahora; dormir todas las noches juntos y no verse después de eso.

Tal vez Natalie Berzatto tenía toda la razón cuando dijo que ninguno de los dos estaba listo para el otro.

Aún estaba a salvo de que su relación fuese un tema de conversación de todos sus amigos porqué Natalie pudo notar lo tranquilo que lucía su hermano las últimas semanas, y Marcel pudo notar lo "feliz" que estaba su amiga. Pero, parecía que Marcel olvidaba lo buena que era Jo para fingir y Natalie olvidó lo negligente que podía ser su hermano a veces — Todo parecía ser un buen secreto entre los cuatro, por lo menos ahora hasta que alguno de los dos decidiría que no solamente quería tener una relación a escondidas entre ambos, sino también una con la cuál compartirla a todos sus amigos y familia.

Sabía muy bien que su relación con Carmen era igual de frágil como lo fue su amistad con Michael, así eran los Berzatto. Así era cómo se sentía al intentar sentirse importante en la vida de una persona. Pero, ¿qué más podía hacer? Así que como un día aprendió a no hablar más para no incomodar a su amigo, suponía que debía hacerlo con su novio.

No iba a decirle nada sobre el Risotto de Sydney al entrar al departamento, tampoco le recordaría sobre la entrevista que había tenido hoy, la cuál claramente había olvidado Carmen.

Su furia comenzó a convertirse en un peso por cada paso que daba mientras se acercaba más a la puerta de su departamento, y cuando cruzó la puerta, lo único que quedaba dentro de ella era una tristeza llena de cansancio.

Odiaba comparar a las personas, odiaba pensar que Carmy la estaba usando para olvidarse de sus problemas, odiaba no poder salir con él a una cita normal, odiaba no tener una conversación que no tuviese que ver con sus trabajos o Mikey, odiaba tanto sentirse usada con cualquier persona a su alrededor, pero, estaba tan acostumbrada que dejó de intentar poner un límite sobre su amabilidad y cariño — No podía obligar a Carmen a cambiar, ni tampoco podía contarle que la estaba haciendo sentir tan insignificante al no saber cómo tener una relación, no podía culparlo. No podía decirle que se sentía dolida porque había olvidado que hoy fue la entrevista por la cual había estado matándose durante meses por ellos, por el bien de The Beef y Grummies. Dios, no podía contarle que estaba sintiéndose terrible porqué no le había contado algo tan estúpido como el platillo de Sydney.

¿Por qué se lo diría? Estaría exagerando, tal vez lo había olvidado como ella al darse cuenta con un nudo en el estómago de que su cumpleaños estaba a minutos de iniciar.

En este punto del año, solía ser Mikey quien le recordaba cuán vieja se estaba volviendo, llenando los días previos con regalos que convertían la una celebración anticipada y seguro la favorita del mayor de los Berzatto al poder tener una excusa para molestar a diario a la pelinegra. Mientras más lo pensaba, estaba más que segura que los dos Jerimovich seguro ya habían preparado algo para ella, cómo solían ser parte todos los años de la fiesta que le organizaba Mikey, pero se sentía tan confundida por la fecha que no se sentía como julio y tampoco tenía muchas ganas de festejar su primer cumpleaños sin su mejor amigo. ¿Iba a comenzar a olvidar su cumpleaños? Quizás si, comenzaba a olvidarlo todo.

Ya se sentía lo suficientemente horrible al entrar al departamento, lo cual empeoró al ver que él aún no llegaba. ¿Dónde estaba? Unos minutos antes de la medianoche y él aún no estaba en casa. Qué más daba, en realidad ni siquiera quería verlo.

Casi arrastrándose se obligó a ir hasta su habitación. Se tiró sobre la cama vacía y con un nudo en la garganta, trago en seco y suspiró para atender la llamada de Richie Jerimovich a las doce en punto.

¡Feliz cumpleaños, preciosa! —detrás del auricular, Richie Jerimovich sonreía de oreja a oreja, detrás suyo apenas lo iluminaba la luz de la cocina reluciente de The Beef—. Casi treinta, sin esposo ni hijos, ¿estás lista para ser la tía loca de los gatos de Eva?

Eva, la pequeña hija rubia de Richie. Una pequeña niña dulce y preciosa, una sorpresa que fuese hija del hombre algo y malhumorado. Jolene estuvo allí cuándo nació porqué fue su último regalo de su semana de cumpleaños. Hace cuatro años, apenas conocía a los Berzatto y a los dos Jerimovich, sin embargo a oídos de Richie llegó el rumor de que la familia de Jolene era rica, lo cual lo llevó a bromear con Mikey sobre qué Jo era la perfecta madrina de su hija nonata.

Un día antes de su cumpleaños, Tiffany Jerimovich entró en labor de parto, y Jolene, sudada y acompañada de un Mikey nervioso y un Richie ansioso, llegó a la sala del hospital para esperar el nacimiento de la pequeña. Esa misma noche, en un giro irónico del destino, Mikey bromeó diciendo que Eva era el regalo de cumpleaños de Jo y que, por lo tanto, debía hacerse cargo de su nueva "sobrina". La afirmación en tono de broma se volvió realidad cuando Jolene vio a la diminuta Eva entre los brazos de su amigo y se enamoró completamente de ella, así que terminó volviéndose la madrina de esa miniatura que dentro de unas horas cumplía años.

— Cierra la boca, Richard —una sonrisa seca se formó sobre sus labios mientras se recostaba de espaldas en la cama, sus ojos enfocados en el techo evocaban la imagen de los dorados cabellos de su sobrina—. ¿Podremos ver a Eva mañana?

Aún no lo sé. Ya sabes cómo es Tiffany con eso, pero al menos conseguí el vinilo de Red. ¿Quieres ayudarme a envolverlo? —esta vez, la voz de su amigo se volvió más suave, consciente de la dificultad que implicaba para una niña pequeña tener padres divorciados. También sabía que Jo entendía su frustración al no poder pasar el cumpleaños de su hija con ella. No obstante, era reconfortante saber que a su amiga jamás le negarían ver a su sobrina—. Pero no te llamé por eso. Jo, sé que es tarde, pero hay un problema.

— ¿Cómo diablos conseguiste el Taylor's Version? —su boca se abrió sorprendida, y de alguna manera, eso levantó un poco su ánimo mientras se sentaba en la cama. Mientras su amigo hablaba, su entrecejo se fruncía—. Dios, Richie, es medianoche. Espero que el problema no sea un cadáver, y si es Carmy, déjalo en la nevera, no me interesa.

Mentía. Aún que estuviese molesta y un poco dolida con el chef, lo único que deseaba ahora era ser abrazada por él toda la noche. No quería recordar su cumpleaños, no quería recordar que seguramente también Carmen lo había olvidado, o ni siquiera lo sabía. ¿Se habían dicho sus fechas de nacimiento siquiera? Natalie tenía razón, no estaban listos.

A eso me refiero, es media noche. Cicero llamó hoy por la tarde, el maldito idiota organizó una fiesta de despedida para un trabajador imbécil de su compañía de construcción, y cómo es lo suficiente tácaño como para pagarles un restaurante como los de tú cuadra... —bufó, su tono de voz comenzaba a sonar cansado pero aún así mantenía ese sarcasmo entre los labios—. Estamos atorados aquí desde las siete, y es un puto desastre, lamento no haber estado allí para darte tu abrazo de cumpleaños.

De eso se trataba, de su pequeña tradición de abrazo de cumpleaños, aún sintiéndose tan desanimada suspiró.

— No te disculpes, hablaré con Cicero, esto es explotación. —comentó sin muchos ánimos.

Mañana recogeré a Eva y comeremos pastel en el parque, ¿sí? —Richie un poco preocupado del otro lado de línea tomó una gran bocaza de aire mientras escuchaba a su amiga—. Sé que es difícil para ambos, pero intentemos que funcioné esté año.

Richie jamás había sido un amigo delicado, mucho menos era un hombre que se preocupara por los sentimientos de una mujer (en ese caso aún seguiría casado), pero le preocupaba el estado emocional de su amiga desde la pérdida de Michael. Había sido un imbécil insensible con muchos temas, era un ignorante y quizás por eso su mejor amigo jamás tuvo la confianza de contarle cómo se sentía antes de tomar su decisión pero era demasiado tarde para sentirse culpable, sin embargo, para Jolene fue diferente — La imagen de Jolene en el funeral, sostenida entre los brazos de Pete y Sugar, con la mirada perdida y unos ojos vacíos bajo unas sombras oscuras, le partía el corazón. Verla no comer, fumando ansiosamente tres cajetillas al día, y notar una vulnerabilidad que ella siempre había ocultado, lo traumatizó. La mujer que solía esconder sus emociones, mostrando una fragilidad que nunca antes había dejado entrever, lo dejó arruinado.

¿Cómo podía alguien, cuya apariencia exterior siempre irradiaba alegría para los demás, albergar en su interior una tristeza tan profunda?

Mikey se fue durante finales de Agosto del año pasado, un mes después del cumpleaños de Jolene. El hecho de pensar que Jo seguía recordando que Mikey organizar su cumpleaños como si nada pasará con él, le rompía el corazón, y pensar en que Richie estaba haciendo su pequeño esfuerzo para no hacer ese día tan doloroso le hacía sentir aún peor.

— Lo sé, soldado, no te preocupes —pero se iba a preocupar toda la vida mientras siguiera en la vida de la panadera y ella lo sabía, sabía que no iba a quedarse tranquilo, tenía que calmar la ansiedad en el pecho de Richie—. Te amo, pero por favor no vuelvas a regalarme cupones de comida como regalo de cumpleaños.

La respuesta de Richie fue reírse, una gran carcajada salió de su boca al escuchar a Jo. Unos minutos después de escucharlo reír fueron lo suficiente para que ella terminará sonriendo un poco.

Te regalaré cupones de limpieza, los necesitas vas a tener seis gatos cagando toda tu casa, solterona —podía haberle contando sobre ella y Carmy en eso momento pero Jo decidió reír por el comentario de Richie y después suspirar—. Te veré mañana, feliz cumpleaños, Jelly.

Colgó después de eso y Jo volvió a quedarse con el silenció de su habitación fría y vacía. La luz tenue que llegaba desde la ventana que divisaba una Chicago apagada le hizo disociarse unos segundos, sintiendo su corazón latir con lentitud y su pecho bajar y subir. Se quedó dormida sin darse cuenta, y cuando Carmy Berzatto entró al departamento ella estaba lo suficiente cansada para escucharlo. El chef entró en silencio y con la cabeza cabizbaja, apenas podía hablar y su cansancio era igual de notable que su camisa blanca arruinada por tantas manchas de grasa y su cabello rizado sucio. Olía a carne, aceite barato y cigarros, sus manos ásperas parecían verse secas, necesitaba un baño.

Pero había algo qué hacer primero.

Carmen se dirigió a la habitación después de quitarse las botas militares que siempre usaba después del trabajo, y mientras se quitaba la chaqueta para evitar apestar la habitación con su horrible olor, vio el cuerpo de la chica sobre la cama. Ni siquiera se había envuelto entre las sábanas, aún llevaba su ropa del día y tenía el teléfono sobre la mano derecha mientras varios cabellos negros le cubrían el rostro, pero se veía tan pacífica que a Carmen le pesó mucho acercarse — Se agachó lo que pudo y dejó un beso suave sobre su mejilla después de alejar esos cabellos con la yema de sus dedos.

Susurró su nombre al moverla suavemente. Adormilada y confundida, Jolene entreabrió el ojo derecho al sentir el roce. Se incorporó lentamente, tallándose los ojos con firmeza mientras Carmy se arrodillaba frente a ella.

—Llegaste —murmuró Jo. Carmy sonrió y asintió. Al mirar al chef, Jolene notó la rareza de la situación y levantó las cejas sorprendida al sentirlo tomar sus manos con delicadeza.

—Cariño, ¿puedes venir un momento conmigo?

Ese maldito apodo siempre la ponía nerviosa. La familia Berzatto provenía de un pequeño pueblo en Viena, Italia, y de alguna manera, algunas palabras mantenían ese exquisito acento que tanto Jolene adoraba. Jo podía desfallecer cada vez que el chef la llamaba así.

Se puso de pie por inercia, tomando las manos del chef y siendo guiada hasta salir de la habitación. La ensoñación se desvaneció al notar el pequeño pastel sobre la mesita frente al televisor.

— Se suponía que yo debía estar aquí antes de que llegarás —comentó detrás suyo, el chef suspiró cansado, pero sonrió mientras tomaba la mano de su novia para guiarla hasta el sofá—. Feliz cumpleaños.

No debió haber dicho nada, ni debió hacer nada. Era más fácil así, era más fácil enojarse con él que tener que enfrentar el sentimiento en el pecho cada que hacía alguna cosa así. Era terrorífico la manera en que su cuerpo y pecho parecía vibrar cada que el corazón le latía así. Pero no podía evitarlo, ni podía controlarlo — ¿Cómo su vida había cambiado tanto en un año? ¿En qué momento el hombre Berzatto del que apenas del que había escuchado hablar se había convertido en aquel que iniciaba la tradición de su cumpleaños con un estúpido pastel? Una maldita coincidencia que no pensaba decirle.

Sus ojos chocaron y Jo apenas levantó un poco las cejas cuando sus ojos parecieron llenarse de un brillo que rápidamente se convirtió en dos lágrimas sobre sus mejillas rosadas y redondas. Jo las limpio casi avergonzada.

— Perdona, Oso, esto es tan... No sé por qué lloro. Es solo que... —dice, entre una risa baja que ahogaba los sollozos apagados de sus lágrimas que aún caían sobre sus mejillas, casi desesperada más limpiaba intentando sonreír—. Estoy tan cansada, jamás me había sentido tan cansada en mi vida y esto es tan dulce.

Carmy se quedó quieto, no sabía cómo reaccionar cuando notaba la desesperación o tristeza en otras personas. No sabía cómo ser un buen compañero de crisis, ni tampoco sabia cómo ser un buen novio. Tenía miedo de decir algo equivocado o no poder complacer lo que ella necesitaba para sentirse mejor, se sentía tan torpe e infeliz cada que notaba que no podía hacer mucho para devolverle su felicidad a la chica — Carmy frunció el ceño, mientras se sentaba junto a Jo, el hombre veía como ella bajaba la cabeza para que no la viese llorar y mientras agachaba el rostro para buscar sus grandes ojos cafés, Jo lo miró con una mirada cristalina y un par de mejillas rojas.

— Cariño, no llores. Está bien —susurró, sintiendo un dolor agudo al verla así, mientras su mente repasaba cada vez que la presionó para que se hiciera cargo de The Beef, contribuyendo al estrés que ahora estallaba. Le limpió sus lágrimas con los pulgares, y le ofreció una sonrisa apaciguadora.

— Dios, hueles asqueroso —nuevamente solía ser tan directa. Carmy, sorprendido, soltó una carcajada ante la espontaneidad de Jo, quien notó su mal olor y aspecto por primera vez.

— No quieres saber dónde tuve que estar para conseguir suficiente carne para el día —su respuesta hizo que Jo arrugara la nariz—. ¿Quieres apagar la vela y desear que el olor se me quite con un baño?

— Un baño de tomate porque apestas a zorrillo —Jo se acercó a la mesita y sopló la vela, provocando risas en Carmy—. Dúchate, quiero besarte.

Su comentario le causó un revoloteo que lo hizo sentir como un niño idiota. Carmy no solía ser demasiado demostrativo cuando se trataba de sus sentimientos, pero sería mentirse a sí mismo sino admitiera que estaba completamente enganchado a esa pequeña chica de la cual pensaba dormir abrazado a su cintura toda la noche.

Se estaba acostumbrado a ser un maldito mimado. Acostumbrado a ser recibido por la dulce voz de Jolene diciéndole «Buenas noches, Oso», con un dulce beso sobre su mejilla y una sonrisa tímida cada vez que entraba al lugar o cuando apenas era consciente de su cabeza al recostarse sobre la cama mientras ella jugaba con sus rizos y se dormía entre sus brazos. Su cabeza giraba en el pensamiento de lo ridículo que sonaba su situación ahora y cómo seguramente su hermano mayor se hubiese reído y burlado de él hasta el cansancio. Se había convertido en lo que Michael Berzatto y él personalmente odiaban: el esposo idiota de su hermana.

— Por favor, no te duermas. —comentó Carmy, saliendo del sofá. La risa de Jo resonó, y su perspectiva cambió.

Su mente se sumió nuevamente en ese pequeño círculo vicioso. ¿A quién demonios le importaba si no estaban listos? ¿Cómo podía enojarse con él? Era un idiota, pero Carmy Berzatto era un idiota tan dulce que le hacía sentir que su corazón iba a explotar cada vez que se mostraba tan perdido y tierno. Tan necesitado de ella. Al diablo con lo que pensaran los demás y con los autoboicoteos que ella misma pudiera idear.

Lo quería y, afortunadamente, él a ella.



Jamás imaginó que aquellos que compartían la mesa en The Beef un viernes por la noche se convertirían en su familia.

Con la cabeza erguida y un pequeño gorro puntiagudo que rezaba "CUMPLEAÑERA", Jo sopló las velas conformando un "29" en el impresionante pastel elaborado por Marcel Jerimovich. Un chiflido resonó seguido de aplausos, y Jo rió mientras Fak y Gary se le acercaban para sacudirla en un gesto amistoso.

— ¡Ya déjenla! —gritó Sydney, golpeando los hombros de los dos hombres de gran estatura, abriéndose paso entre ellos para asegurarse de que Jo estuviera bien, ella riendo y ajustándose el ridículo gorro que Richie le había traído—. ¿Estás bien? Feliz cum... ¡Richie, no toques eso, es para Jolene! ¡Carmy!

Sydney estaba al borde de un colapso mental; el restaurante era un caos. Los turnos de la mañana se alteraron cuando llegó, descubriendo que su jefa celebraba su cumpleaños. La mitad de los incompetentes de la cocina decidieron tomarlo como un día "feriado", algo que la sous-chef no iba a permitir. Peleó durante toda la mañana con Richie mientras intentaban llegar a un acuerdo para organizar algo para Jolene.

Aunque a veces le resultaba sospechosa la cercanía de Jo con Carmy (hasta el punto de incomodarla), le caía muy bien. Jo fue la única que realmente hizo un cambio después de escucharla, y si no fuera por ella, sus ideas habrían quedado enterradas como su antiguo negocio. Al final del día, el cumpleaños de Jo era la ocasión perfecta para agradecerle por eso, esa mañana, gritó organizando a todos porque tanto Carmy como Natalie habían decidido desaparecer con asuntos familiares.

Sydney no conocía mucho a Jo, así que recurrió a Richie. Entre todos los viajes en el auto de este comprando cosas para la fiesta de cumpleaños, terminó enterándose de la historia completa de Jolene, Michael y Richie. Aunque no sabía cómo reaccionar en situaciones así, era empática. De alguna manera, se sintió incluso culpable por haber tratado tan mal a Richard desde que llegó, hasta que el hombre le soltó un "enana" y ella se enfadó, olvidando todo lo que había contado mientras compraban gorros de cumpleaños.

— Richard, no seas un idiota y deja los regalos de la niña en paz. —musitó Tina, luciendo un bonito suéter rojo esa noche, mientras se reía discretamente por el desastre en la cocina.

La música fluía de las bocinas en la entrada, y Richie había hundido su nariz entre la mesa de regalos que solo contenían tres bolsas con moños. Una era de él, otra de Natalie y Pete, y la tercera había sido enviada por Cícero con la pequeña Nat. No había rastros de los padres de Jolene ni de alguien más con la intención de dejar otro regalo. Ante los ojos de los demás, trabajar esa tarde y luego cocinar para su fiesta de cumpleaños era suficiente regalo.

— Ya, solo quería ver si alguien puede superar mi regalo. No creo que ni siquiera el tío Cicero panzón lo logre. —levantó las manos en señal de paz mientras se dirigía a su asiento.

— ¿Podemos poner algo que no sea Taylor Swift? —se quejó Manny, y la mirada asesina de Richie lo hizo arrepentirse.

— No. —respondieron Tina, Natalie y Jo al unísono.

Jo no se había levantado de su asiento en toda la noche y no quería hacerlo. Había estado riendo durante toda la noche mientras a su lado el chef le daba pequeñas miradas de vez en cuando contento de que saber que ella estaba disfrutando todo. Ese día recuperó sus energías cuando Marcel le dijo que se encargaría de todo hasta la tarde, por lo cuál pudo dormir hasta tarde y eso la lleno de energía suficiente como para poder respirar un momento del estrés. Su último pendiente se trataba de la cena para el aniversario del periódico, y después de eso podría librarse del infierno llamado "marketing" por lo cuál estaba emocionada de volver a dedicarse solamente a su cocina y nada más que su cocina pero hasta que mañana saliese de su departamento luciendo un bonito vestido por la noche, aún seguía con ese estrés sobre los hombros — Había decidido no decirle nada a ninguno de los dos chefs, Sidney no parecía merecer escuchar algún regaño de Jo y quizás Marcel tenía razón, ¿qué podía salir mal? Y en cuánto al rubio, era mejor no buscar una pelea que no podía soportar.

— Bueno, ¿alguien tiene algo más que contar antes de qué decida que Taylor Swift tiene buena música? —comentó Manny de nuevo, Carmen que miraba desde una esquina con la cuchara en la boca saboreando el pastel de Marcel abrió los ojos sorprendido. Su amigo estaba buscando la muerte esa noche—. He estado escuchándola todo el día, ¿cuántas canciones tiene esa mujer?

— ¿Podríamos dejar de hablar de Taylor Swift antes de que a Richie le de algo? —interrumpió Pete mirando al hombre que parecía haberse aguantado la respiración por minutos mirando a Manny—. Creo que va a explotar.

— Yo voy a fingir que no dijiste eso porqué es mi cumpleaños y no pienso enojarme hoy. —murmuró Jo.

— Bueno, ¿entonces, en que era de Taylor Swift están? —comentó Marcel.

— No sé, ¿cuál podría ser la más homosexual para ti? —le respondió Richie.

— ¡Ya basta, Dios! —bufó Sydney con ambas manos sobre la frente, la mujer había abierto los ojos de la sorpresa y frustración y hizo un ademán en el aire moviendo sus manos rápidamente—. Voy a quitar la música por el bien de todos, perdón, Jo.

La música se desvaneció. Mientras Jo buscaba entretenimiento en el techo, Richie tosía, Sydney retomaba su asiento, y Natalie aclaraba la garganta.

— ¿Y cómo ha estado todo por aquí? —preguntó Natalie. Carmy, desconcertado por la extraña pregunta de su hermana, cruzó miradas con ella y supo que algo estaba en marcha—. Digo, milagrosamente todo se ve bien, y Jo, tú te ves muy bien también, Carmy. ¿Cómo es que logran verse tan bien ambos?

Marcel suspiró. Si el plan de Natalie funcionaba, su menor problema sería intentar salvar de la bancarrota el restaurante. El castaño se recargó en su silla y se cruzó de brazos, observando a su hermano mayor fruncir la ceja. La sonrisa de Richie se desvaneció al captar el tono de voz divertido y sarcástico en la voz de su prima.

No debieron darle alcohol a Natalie Berzatto.

— Dormir, eso hacemos. —respondió Carmy.

— Uhm, entonces debe ser un sueño milagroso. ¿Acaso duermes tan bien en ese feo colchón que hay en tu departamento, Carmy? Oh, pero ya ni siquiera vives allí —una risita salió de sus labios y Pete, asustado, apretó la mano de su esposa, susurrándole al oído que parara. Lo único que logró fue que todo el comedor quedara en silencio, y su esposa lo calló poniéndole la mano en la boca—. Digo, hablamos toda la mañana sobre eso, Carmen. Deberías haber tomado una decisión ya.

— ¿De qué están hablando? —preguntó Sydney, sus ojos miraban con atención la situación desde la punta de la mesa, y Tina volteó a verla mientras le daba una mirada tranquila.

— Natalie, estás borracha. —volvió a responderle Carmy de la misma manera. El chef parecía estar molesto, y Jo no se había movido ni un centímetro; su vista aún estaba perdida en el techo, rogando por el silencio de Natalie.

— Oso, vamos, deja de ser un cobarde. No es como si fuese algo nuevo, ya todos lo saben —dijo la rubia con un rubor en las mejillas. No sabía en qué momento terminó ahogándose entre las margaritas preparadas de Sydney, y en qué momento le hicieron tanto efecto que ni siquiera veía con claridad a su hermano. Si estuviese consciente, se hubiese callado al instante al ver su rostro—. ¿No? Tina y Ebrahim lo saben, Marcel lo sabe, Pete lo sabe. ¿Quién más no lo sabe?

Tal vez fuese el hecho de que Jo miró a Carmy en ese mismo instante o que el chef inconscientemente buscó la manera de calmar su nerviosismo tomando la mano de Jolene por inercia, pero sabía que la habían cagado de manera monumental en ese instante.

— Mierda... —los ojos de Fak se iluminaron cuando abrió la boca en forma de "O". El hombre apuntó a Carmy y Jo—. ¿Ustedes dos están saliendo?

Richie no sabía exactamente qué fue lo que más le molestó. El hecho de que su cabeza pareció tirar una gran cortina que escondía del otro lado todo lo que había visto frente a sus ojos durante meses y había ignorado, o el hecho de que el estúpido Neil Fak lo hubiese notado primero que él.

— Es una puta broma. —respondió Richie.

Carmy no logró divisar lo que resultó la pregunta de Fak. Entre muchos susurros que apenas lograba percibir y las miradas que le daban a él y Jolene, comenzó a disociarse.

— ¡Sorpresa! —levantó las manos Marcel haciendo unos dedos de "jazz" mientras intentaba reír con su estúpido comentario que salió en nerviosismo.

Jolene solamente cerró los ojos cuando la mesa de plástico salió prácticamente volando frente a sus ojos. Un grito ahogado por parte de Natalie salió cuando Richie se lanzó como si fuese un animal contra su primo. Jo, asustada, se levantó de la silla casi por preocupación al igual que todos, ya que a Richie no le importó que todos estuviesen alrededor de dos mesas unidas. A su frente, Carmy terminó siendo levantado del suelo y siendo estampado contra la pared a su espalda mientras Richie le gritaba: «¿Qué carajos?»

Escuchó a Marcel gritar por su pastel hecho añicos en el piso, mientras Jo corría ayudar a Carmy que parecía no tener la intención de moverse frente al hombre que estaba listo para golpearlo directamente en el rostro. El puño de Richie estaba a centímetros del rostro de Carmy y Jo se paró detrás de él esperando lo peor, sin embargo el hombre maldijo y soltó a Carmy apenas sintió la mirada de todos detrás de ella. Sydney se había acercado confundida y un poco nerviosa mientras le daba un vaso de agua a Natalie.

— Eres un puto hipócrita —le dijo a Carmy, Richie miró a Jolene antes de levantar su chaqueta del suelo—. Afuera, ahora.

Jo ni siquiera lo pensó y lo obedeció al instante.

— Ahora sí, es un cumpleaños al estilo Berzatto, ¿no? —bromeó Nat, la mayoría volteó a verla y ella se tambaleó esforzándose por mantenerse en pie, Pete tomó a su esposa entre brazos y la mayoría atónicos no dijo nada.

Para entonces Carmen Berzatto miraba confundido y temeroso a la puerta. No podía enojarse con su hermana, ni tampoco decir algo sin sentirse ridículo; lo último que vio fue a Jolene salir casi corriendo detrás de su primo.

Ahora debían limpiar una vez más el comedor del restaurante.


🍽️

Richie ni siquiera parecía molesto, y eso fue lo que la asustó. Su silencio y posible decepción le causaban un terror inmenso en el pecho. ¿En qué momento se había vuelto una cobarde? El hombre tenía toda la razón si quería odiarla o hacerla papilla en ese momento.

— ¿Cuánto tiempo? —la mirada de Richie se sentía como miles de alfileres clavándose en el cuerpo; Jo era como un pequeño conejo indefenso, frágil y asustado—. Responde.

— Dos meses. —susurró intimidada.

El hombre asintió. Habían salido al frente del restaurante y, con el frío, Richie sacó de su bolsillo una caja de cigarrillos y encendió uno mientras inhalaba profundamente. Su maldita tranquilidad y paz le resultaban una tortura a la peli-negra que esperaba miles de gritos y maldiciones por parte de su amigo. La ceniza cayó en la punta de los tenis desgastados de Richie Jerimovich y luego suspiró.

— ¿Por qué no me lo dijiste? —el humo del cigarrillo salió de su boca, y la miró de reojo.

— Tenía miedo de lo que iba a suceder cuando todos se enteraran. —respondió sin pensarlo; eso mismo le sorprendió, pero no se retractó.

— Y justo por eso van a fracasar —volvió a mirarla con una pequeña sonrisa en los labios, tomó otra calada del cigarrillo y se lo ofreció a su amiga, que negó al instante confundida—. No eres una niña, Jolene. ¿Te pareció divertido iniciar una relación secreta? Ese idiota siempre tuvo razón; por esta mierda, Mikey jamás quiso que ustedes dos se conocieran.

— ¿Qué? —incrédula, se acercó dando un paso al frente de Richie. El frío en su cuerpo pareció no importarle cuando Richie se burló casi en su rostro.

— Un hombre de veintiocho años con problemas sociales y familiares, que jamás ha tenido una relación real con una mujer, conoce a la mejor amiga de su hermano, una complaciente nonata con complejo de salvadora —las palabras de Richie no parecían tener mucho sentido sobre Jolene hasta que comenzó a hablar, y ella sintió un dolor en el pecho mientras escuchaba—. Ambos con problemas de ira, y ahora, con la única persona que los unía, pues, no tengo que decirlo... ¿es una mala idea, no? Terminarán jodiéndose el uno al otro y al lugar con sus estupideces. ¿No descuidaste tu panadería por una rivalidad estúpida con él por los celos que sentían ambos sobre su relación con Mike? ¿Cuánto tiempo va a llevarles para que ambos hundan The Beef? No me malinterpretes, Jo. No me importa tu relación con Carmy, solamente te digo lo que veo.

Se quedó estupefacta. Cada palabra se sentía como un balde de agua helada sobre una espalda ardiendo, como si la hubiese abofeteado tan fuerte que algunos dientes se hubiesen zafado de su mandíbula. Se veía rígida, confundida y molesta, mientras Richie la miraba con ironía, encargado de fumar su cigarrillo hasta terminarlo y pisotear la colilla del cigarro con su pie.

— No te atrevas a meter a Michael en esto —respondió, sus labios temblaban por el frío y sentía las mejillas comenzar a arderle—. Entiendo que estés molesto por no habértelo dicho, pero no tienes que ser un puto idiota, Richard. Ni siquiera te interesa, no te interesa saber lo bien que está tu primo, lo bien que me siento yo...

— Crees que estás sacando lo mejor de él, pero la verdad es que él va a terminar sacando lo peor de ti —respondió cruelmente, Richie se sorbió la nariz por el frío y agachó la cabeza para mirar fijamente a su amiga antes de continuar hablando—. Si ustedes dos se atreven a joder The Beef por su poca madurez emocional, voy a matarlos. Te amo, y lo amo a él. Créeme cuando te digo que me interesa, pero te conozco a ti, conozco a esa Jo que se hizo ser mi amiga y la de Michael, conozco a ese Carmy que se alejó de su familia y abandonó a quien decía amar más que nadie solamente para restregarle en la cara su éxito. Si tú crees que esto es sano, adelante, Jelly, pero no te enojes conmigo por darte la versión más coherente de la historia.

Jolene permaneció en silencio. Sus palabras se volvieron esquivas. La rabia le ardía en las orejas, y su corazón latía contra el pecho con una intensidad desconocida. ¿Quién se creía él para hablarle de esa forma? ¿Y quién demonios le había dado permiso para sembrar dudas en todo lo que intentaba ignorar desde hace tiempo? No tenía razón, no podía tenerla.

Carmy la quería. La quería de verdad, ¿no? Eran reales esas noches compartidas, real la torpeza del chef y su necesidad constante de tocarla, resultado de su carencia de afecto físico. Era real verlo buscarla en cada pesadilla, refugiándose en su cuello en busca de consuelo mientras ella jugaba con su pelo para tranquilizarlo. Era real la forma en que cerraba los ojos cada vez que Jo acariciaba su mejilla, y cómo sonreía entre cada beso. Todo era real, ¿verdad?

— Actué como un idiota, y el pastel de Marcel... Iré a disculparme. No pueden odiarme más, ¿verdad? —una risita distrajo a Jo de sus pensamientos, y confundida, lo vio encaminarse hacía el restaurante—. Todos van a querer escuchar exactamente cómo pasó, así que es mejor que entremos.

Casi como un zombie, fue arrastrada hasta el restaurante. Confundida, con el rostro perdido y temerosa de ser abrumada con más comentarios fríos, entró al comedor. Las miradas de todos buscaban indicios de gritos y una pelea que quizás desencadenaría la tercera guerra mundial, pero lo único que los empleados del lugar presenciaron fue a un Richie arrepentido buscando la mirada de Marcel para pedir perdón y rogándole piedad a Sydney, quien estaba lo suficientemente distraída en su conversación con el chef como para notar que literalmente Richie le suplicaba por arruinar el evento que había pasado horas organizando.

Carmy buscó a Jo de inmediato, encontrándola al entrar y analizar el lugar. Los grandes ojos azules de Carmy chocaron con los de Jo mientras exploraba el ambiente. Un segundo después, se desvió de su charla con Sydney y se acercó a la pelinegra para colocar su palma en su espalda y entrelazar su otra mano libre.

— ¿Está todo bien? —le preguntó en voz baja. No había rastro de miedo ni de tristeza en su rostro, pero le preocupó que Jo soltara su mano antes de asentir. Jo caminó unos pasos más adelante, miró a todos y sonrió de oreja a oreja.

— Bien, ¿alguien se atreve a formular la pregunta que todos están pensando? —se llevó ambas manos a la cintura en diversión, y Richie al fondo soltó una risa burlona que Jo decidió ignorar.

Allí estaba la Jolene que conocía. La Jolene actriz, la que iba a fingir que todo estaba bien.

— ¿Todos pensaban que Carmy era gay? —soltó Fak desde el fondo del lugar; todos voltearon a verlo con confusión, y él miró al chef con los ojos abiertos—. Lo siento, Carm, es que...

Para su sorpresa, algunos rieron, rompiendo el aire estresante del lugar, y Jo también se unió a la risa mientras se acercaba para tomar al chef con la misma mano que antes había roto su agarre. Lo unió a la conversación mientras golpeaba su hombro con el suyo, y Carmy, completamente confundido, soltó una sonrisa nerviosa.

— ¿Van a explicarnos por qué no lo ocultaron o...? —comentó Sydney, sin reírse por la broma de Fak porque aún se sentía muy confundida—. No creo ser la única ofendida aquí.

Eso último hizo que las risas se combinaran con reproches divertidos, gritándoles a los dos sobre no haberles dicho nada antes.

Pero la confusión de Carmy no mejoró durante el resto de la noche, y mientras intentaba lidiar con todas las preguntas o felicitaciones burlonas por parte de los hombres en The Beef, no notó cuándo Richie se fue.

Los cumpleaños jamás iban a ser divertidos. No sí eras un Berzatto, y Jolene ya era uno de ellos.



Jolene sacrificaría cada recuerdo de su infancia con tal de inmortalizar la reacción de sus amigos al traspasar las puertas del Original Beef Of Chicagoland.

Sábado, 11:30 PM, y Chicago, por fin, otorgaba una noche de clima apacible que evitaba la necesidad de abrigos. Sin embargo, a su lado, Marcel Jerimovich, impecablemente vestido, gentilmente sostenía su abrigo al ingresar al restaurante.

La rutina nocturna del lugar proseguía con naturalidad, Sydney Adamu, con manos cansadas, fregaba el recibidor de metal de la entrada del restaurante. Muchos se habían ido, era sábado, Carmen Berzatto no era un monstruo así que algunos tomaron un pase para evitar limpiar la cocina, pero ella seguía allí, era demasiado tonta como para huir de una responsabilidad — Jolene entró en sus zapatillas negras sobre el suelo recién limpio del establecimiento, creando un eco nostálgico que fluyó en los oídos de todos al saber que alguien había llegado. Su cabello, ahora suelto y levemente ondulado, había perdido su flequillo característico, otorgándole una apariencia más madura.

Lo que realmente cautivó a Sydney fue ver a Jolene, enfundada en el vestido azul marino más hermoso que sus ojos habían presenciado. La seda se adhería delicadamente a su pecho antes de ceder su amplitud larga en una cascada que fluía grácilmente sobre sus caderas y piernas largas e esbeltas — Los ojos de Sydney demostraron su sorpresa cuando ambas chocaron miradas y Jo se ruborizó al descubrir la sonrisa boba de la mujer al verla. Esa pequeña mirada la hizo sentir bonita.

— ¡Puta madre! —exclamó Richie mientras observaba desde la entrada a la pareja cruzar el umbral—. Todos ustedes idiotas me causaron un paro cardíaco y un ángel ha venido por mí.

— Gracias, hermano, parece que el traje y yo fuimos destinados a estar juntos —sonrió Marcel, sosteniendo con elegancia el abrigo negro de Jolene en su mano derecha. Mientras se elogiaba a sí mismo por su apariencia, todos curiosamente asomaron la cabeza para mirar a los recién llegados; Carmen Berzatto fue el primero en salir—. Creo que comenzaré a usar traje todos los días de mi vida.

— ¡Cierra la boca, Marcel! —gritó Sydney, alzando la voz, dejó a un lado el trapo sucio entre sus manos. Arqueó sorprendida una ceja y esbozó una sonrisa—. Dios, Jo, luces absolutamente preciosa. ¿Debería pelear con Carm por ti? Podría si quieres.

Las manos de la morena se alzaron, buscando un poco de paz al ver a Carmy reír ante su comentario. Fingiendo molestia, lo miró con desaprobación antes de acercarse y golpearle el hombro. Un "Cuida a tu chica" escapó de sus labios antes de tomar el cubo con agua sucia y dirigirse a la cocina para dar por terminada finalmente su jornada.

Aunque anhelara quedarse para limpiar las lozas de The Beef, el agotamiento se apoderaba de ella. Con la llegada de Jolene y Marcel, sabía que ninguno de los otros dos hombres que la acompañaban haría algo más. Era mejor ir a casa.

Jolene se movió de su lugar, siguiendo el rastro del aroma a jabón y limpiador que emanaba de la cocina. Quizás así era como olía la victoria, una amalgama de productos químicos intentando enmascarar el olor persistente de grasa y papas fritas. Esta era su noche de triunfo, donde cada gota de sudor, sangre y lágrimas derramadas en esa cocina finalmente parecían valer la pena. Semanas infernales sin una comida adecuada, con uñas rotas y ampollas en los pies debido a horas en las qué aceptaba grandes cantidades de pedidos para eventos privados, todo para pasar el día horneando y cocinando hasta el cansancio, hasta llegar al punto de sentir que el aroma del azúcar le resultaba nauseabundo. Cada minuto invertido trabajando para ganar esa deuda había llegado a su fin en esa noche.

Tenía el dinero, y aún no había anunciado la gran noticia de que esa misma noche le había devuelto cada centavo a Kol Nightly.

Jolene optó por tomarse el día libre, era su momento, y así como Marcel, ambos decidieron celebrar en la misma cena en la que habían sido invitados. El Chicago Tribune cumplía años, y gracias a Maxine Bells, ambos panaderos terminaron en la misma mesa que la joven pelirroja, toda la noche tomando champán cara y comiendo bocadillos.

Mientras tanto, Carmy estaba inmerso en un día totalmente opuesto. Desde temprano, supervisó dos turnos adicionales, atendió un pequeño cumpleaños y coordinó la recepción de suministros para la próxima semana. Aunque tenía ganas de llamar a Jolene, decidió dejarla descansar y no interrumpirla — Los días posteriores al cumpleaños de Jolene se tornaron extraños, y Carmen no estaba seguro si se debía a algo que él había hecho o si era simplemente un momento en el que Jolene prefería sumergirse en el trabajo. El regalo de cumpleaños que había buscado con su hermana, horas antes de que Natalie Berzatto estuviera ebria y arruinara el cumpleaños de su novia, seguía sin abrirse.

Jo entró a la cocina, sonriéndole a su mejor amigo. Apuntó de decirle algo al hombre, fue interrumpida por el chef que se había acercado a ella para saludarla con un suave beso en la mejilla, esa acción frente a Richie le causó nauseas al hombre.

— Es más asqueroso de lo que imaginé —soltó abruptamente, su tono molesto junto a su cara de asco hizo reír a Sydney—. ¿Nos vamos?

La dinámica entre los hermanos Jerimovich resultaba rara. Richie cumplía con su papel de hermano mayor, a menudo agrediendo más a su joven hermano pero se amaban a su extraña manera — Se veían con poca frecuencia, y cuando coincidían, generaban un contraste bastante extraño, era como ver al policía bueno y malo, algo que siempre le causaba demasiado conflicto a Jolene porqué ambos hombres siempre la ponían entre la espada y la pared por cosas estúpidas. Marcel se ofreció a llevar a Richie a su casa después de enterarse de que había pinchado una llanta al regresar de casa de su ex-esposa, tras visitar a su sobrina por su cumpleaños.

Jolene le contó al panadero que su hermano no había podido estar con Eva en su cumpleaños, lo que lo tenía molesto y algo herido. Ahora, con la tarea de arreglar su auto, su situación se tornaba aún peor. Marcel decidió asumir la carga por su hermano, reconociendo que, a pesar de todo, Richie debía tener alguna cualidad que evitaba que explotará, y lo menos que podía hacer era llevarlo a casa esa noche.

Marcel iba a responderle a su hermano pero Jo tocó el hombro de Carmy para llamar la atención del chef y después se aclaró la garganta.

— Iba a esperar a verlos a todos el lunes pero creo que debería decirlo ya —la chica terminó teniendo la mirada de las cuatro personas encima y sonrió un poco nerviosa—. El dinero de Kol está pagado, tendré que verlo dentro de estos días para poder firmar los papeles donde renuncia a su parte de la panadería y todo eso, pero lo pagué.

— ¿Qué? —el chef abrió la boca sorprendido, Sydney que se encontraba atrás junto a los casilleros cerró el suyo de golpe por la sorpresa—. ¿Y-ya está pagado?

Jolene asintió con orgullo. Suponía que nadie en la habitación comprendía completamente lo que significaba saldar esa deuda, pero Richie sabía una cosa con certeza: nunca más en su vida tendría que ver a Kol Nightly.

Un peso se alivió tanto de los hombros del mayor como de los de Sydney. Ambos parecieron sincronizarse para liberar un suspiro que resonó notablemente. De manera cómica, Sydney apoyó su cabeza contra los casilleros.

Los días de turnos dobles con carne llegaron a su fin; no habría más jornadas que terminaran con Sydney llegando a casa en plena madrugada. Aunque podría sonar egoísta pensar en regresar a la comodidad del dinero de Jo, al menos ya no tendría que vivir alerta para evitar que el restaurante colapsara sobre su cabeza. Richie, por su parte, ya no tendría que soportar tanto tiempo la presencia de Sydney ni la del chef si Jolene pasaba más tiempo en el restaurante.

— ¡Gracias a Dios! —exclamó Richie, alzando ambas manos. Casi a propósito, empujó a su primo del lado de la chica para levantar a Jolene en un abrazo, provocando un grito de terror de Jo al ser apretada por el hombre que la superaba en altura por dos cabezas—. Eres una puta máquina de dinero, ¿no es así? ¿Quién es una maldita máquina de dinero?

Marcel miró a su hermano con diversión y burla en los ojos.

— Ya, ya, déjala —golpeó a su hermano suavemente mientras le daba el abrigo de su novia al chef que miraba aterrado la forma en la que Richie había levantado sin problema a Jolene—. Vas a exprimirla cómo si fuese una naranja, vámonos a casa, Pie Grande.

— En está maldita casa no dejan a nadie ser feliz —bufó Richie cuando dejo a Jolene desconcertada al tocar el suelo, Carmy tomó a la chica por los hombros y Richie volvió a reír mientras miraba con emoción y orgullo a la más baja, tomó su rostro en sus manos y le dio un beso sonoro en la frente, Jo arrugó la nariz—. Vamos arreglar esté lugar, por Mikey.

Esa última frase hizo sonreír a Jo, el hecho de que Richard aún recordará la última conversación que habían tenido y también que se hubiese quedado a su lado aún después todo lo que ella había hecho mal en su amistad durante los últimos meses. Quizás no le gustaba su relación, y Jo lo respetaba, era cuestión de tiempo para que el hombre celebrara los logros de Carmen Berzatto cómo celebrará los de ella. Al final del día eran familia.



Lamentaba profundamente no haber captado cada conversación sobre mujeres que Mikey le brindaba.

Siempre disfrutó observar las cosas pero nunca participar en ellas. Tal vez esa era la razón por la que nunca le interesó tener una relación. Aunque experimentó atracción por mujeres a lo largo de su vida y tuvo un enamoramiento adolescente por una chica llamada Claire durante sus años escolares, siempre prefirió observar desde la distancia. Su falta de confianza y la creencia de no ser lo suficientemente gracioso o interesante para las mujeres que le atraían, lo mantenía a la retaguardia, pero nunca lo reflexionó; nunca le importó.

Cuando Jolene y Carmy atravesaron la habitación del departamento de Jo, no intercambiaron muchas palabras. No había mucho que decir; ella sabía que su día había sido agotador y Carmy había absorbido cada detalle a través de Marcel, quien no cesaba de relatar la fiesta del Chicago Tribune desde el momento en que se ofreció a llevarlos a casa. El silencio no se tornaba incómodo, pero al final del día, la soledad persistía, incluso cuando ambos compartían el mismo espacio.

— ¿Te ayudo con eso? —comentó el chef mientras se acercaba a ella. Los dedos de la pelinegra trataban torpemente de alcanzar el cierre en la parte trasera de su vestido. Agradecida, ella sonrió cuando el chef la asistió y se apresuró hacia su armario en busca de su pijama—. Jo, ¿puedo preguntarte algo?

Quizás alguna llave maestra para entender a las mujeres se había extraviado en esas conversaciones triviales, donde Michael Berzatto intentaba animar a su hermano menor para que besara a la famosa Claire-Bear. Tal vez había pasado por alto el presentimiento de que algo iba mal desde su fiesta de cumpleaños.

"Mmh," fue la respuesta de la mujer, aún sumergida en la pequeña habitación que ella llamaba "guardarropa". Jo no estaba lo suficientemente atenta como para notar que el chef parecía angustiado; claro, ella ni siquiera lo veía.

— ¿Estás bien? —preguntó. Él no lo estaba. Algo dentro de la cabeza de Carmy le hacía jurar que algo había cambiado en la mente de Jolene desde que Richie se enteró, arrastrándola fuera de The Beef durante unos minutos que al chef le parecieron eternos, y en los últimos dos días, parecía haberse distanciado por completo. Aunque ella lo negará.

— ¿De qué hablas, Carm? —respondió confundida. La chica se asomó levemente para mirar al chef, que estaba sentado al borde de la cama.

Jo salió de su armario con su pijama habitual mientras se acercaba al chef. Carmy tomó un largo momento para pensar exactamente en lo que iba a decir.

— ¿Qué fue lo que te dijo Richie?

La pregunta tomó por sorpresa a Jo, quien se detuvo en seco en su camino hacia el chef.

Durante su infancia, Jolene aprendió que a veces era mejor quedarse callada con respecto a sus sentimientos. Su única preocupación debía ser la perfección a los ojos de sus padres, y en ocasiones, tenía que ocultar su cansancio físico, su estrés, su felicidad y tristeza en un hogar donde cada día la reprendían por no poder hacer las cosas bien. Y cuando parecía ser recompensada con algo, su padre siempre se encargaba de hacerla sentir estúpida por las cosas que la hacían feliz.

De manera similar, así se sintió con las palabras de Richard. Se sintió estúpida por querer a Carmy. Lo que la llevó a repetir cada frase de su conversación todos los días. ¿Cómo se supone que había sido tan egoísta? Pensando en su felicidad y no en el deber que tenía con sus amigos y con Michael. Era mejor ignorar el hecho de que el hombre a unos metros de ella la miraba como nunca la habían visto, era mejor ignorar que estaba enamorándose de él.

Nunca lo notó hasta que su amigo se lo dijo en su rostro. Quizás siempre tuvo miedo de su relación con Carmy, siempre supo que había algo dentro de él que iba a dañarla con el tiempo, porqué desde el momento que lo besó una capa de miedo se formó en toda su relación. Jolene pensó en cada relación que había tenido, desde la más tonta a la más serie y en cómo jamás puso una barrera en sí misma para no ser lastimada. Tenía miedo de volver a ser recibida con algún grito del chef o tener que toparse con un Carmen ebrio entrando a su casa como solía hacerlo su hermano mientras ella lloraba al escuchar las cosas hirientes que seguro podía decirle. Tenía miedo de que él se fuera y ella sentirse así de vacía de nuevo.

Carmen no era su hermano. Carmen no era su hermano.

— ¿Importa? —sonrió sin mostrar los dientes, la chica se dejó caer sobre la cama con elegancia mientras miraba atentamente al hombre—. Richie siempre dice estúpideces, Oso, no debería haber ido con él, así que ignoraré lo que sea que haya dicho estando molesto.

De verdad intento ignorarlo. Había ignorado cada palabra mientras estaba con el chef, intentaba no ser carcomida por intención de Richie y aún que fuese cruel, en algunos puntos tenía razón, y era exactamente eso lo que no la dejaba ignorarlo — Y su poca atención por ver su comportamiento mientras no podía dejar de pensarlo, la llevó a actuar lejana con el hombre que ya sabía lo mal que había estado esa charla.

Ojalá hubiese salido con ella. Debió salir tras ella.

— Quiero saber si dijo algo que te lastimó —explicó el chef, los ojos del chef la miraban con ese tonto brillo de preocupación—. Por favor, Bee, sí hay algo mal...

— ¿Podemos hablarlo mañana? —interrumpió haciendo que el chef frunciera las cejas, Jo acarició su mejilla y sonrió—. Te contaré lo que me dijo, ¿sí? Sólo quiero descansar hoy, lo prometo.

Quería saborear cada momento con el torpe cariño del chef, si esa conversación resultaba en el fin de todo. Deseaba disfrutarlo por última vez, anticipándose a la posibilidad de que lo que Richard había dicho fuera cierto y, al compartirlo con Carmy, este se alejara por el bien de ambos. Se merecían eso, merecían gozar un poco más de su pequeña burbuja de paz. Jolene depositó suavemente un beso sobre sus labios. Carmy incapaz de reprocharle, soltó un suspiro y asintió resignado.

Esa noche, Carmen Berzatto no durmió. Por primera vez en dos meses, la ansiedad que le provocaba insomnio regresó, la misma que Jolene A'Dair había eliminado alguna vez.















































GLOSARIO— Manual de supervivencia de cocina por Lily Berzatto, (yo).

* NOMA.   renombrado restaurante con estatus de tres estrellas Michelin ubicado en Copenhague, Dinamarca. Fundado por el chef danés René Redzepi. Carmen Berzatto fue chef en jefe.

* Tarta Sacher.   postre clásico de origen austriaco que lleva el nombre del Hotel Sacher en Viena, donde se creó por primera vez. Es conocida por su rica combinación de sabores y su presentación elegante.

( ! ) disfruta tu lectura, las palabras culinarias serán marcadas con * (y curiosidades) para agregarse a éste manual al final de cada capítulo.







© R-RIZZO, SWANN'S BOOKS
2023, THE BEAR SERIES BY FX
A CARMY BERZATTO FANFIC




























¿ALÓ? ¿HAY ALGUIEN AQUÍ CON VIDA? ESPERO QUE SÍ, POR FAVOR NO ME ABANDONEN.

JAMÁS VUELVO A DEJAR QUE PASE TANTO TIEMPO SIN ACTUALIZACIÓN. ¡Feliz 2024! Feliz año, FELIZ GOLDEN GLOBES, quería subir esto en honor a THE BEAR GANADORA DEL GLOBO DE ORO, en honor a Jeremy Allen White a mejor actor y a mi Ayo preciosa. ESTO ES POR USTEDES GUAPOTES, ganó está fic.

Muchas gracias por seguir conmigo, muchas gracias por leer y cada voto y comentario que aún sigo recibiendo, no saben lo importante para mí es ser leída por cada uno, me resulta muy especial saber que siempre seré recibida por lo que me gusta ser. Espero de corazón poder acabar el VOL I antes de febrero, y como recompensa espero traerles dos capítulos en estás semanas. ):

Los amo, mucho, mucho, gracias por seguir leyendo. Y espero que PUEDAN DISFRUTAR DE ESTÉ CAPÍTULO, el siguiente es el capítulo con el que más SUFRÍ planeándolo, ESCRIBIÉNDOLO, pero ha sido todo una montaña rusa de emociones. Ya quiero que lo lean;)  PERDÓN X LAS FALTAS ORTOGRÁFICAS, aquí andamos listas para empezar a corregir los caps en cuanto acabe el primer vol.

— Lily.

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